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38 Átopos
El aburrimiento crónico es uno de los
principales fenómenos psicopatológicos de la
actual sociedad tecnotrónica.
Erich Fromm,
Anatomía de la destructividad humana
Son, en su mayoría, varones sanos, con estu-
dios universitarios, trabajan, son personas
normales, con buen funcionamiento social; des-
de la infancia conviven con un anhelo persisten-
te, abrumador, irreductible e inconfesable: con-
vertirse en amputados.
Son los Amputee Wannabee o Wannabees y,
por increíble que parezca, no son casos aislados.
Forman parte de un fenómeno más amplio que
se conoce desde hace más de un siglo. DPW’s:
Devotees, Pretenders1
y Wannabees2
, términos
para los que no hemos encontrado traducción al
castellano, dan cuenta de una realidad insólita y
sorprendente que posiblemente nos sería muy
ajena de no ser por Internet. Este medio ha per-
mitido que personas que escondían su deseo,
encuentren ahora, además de cada vez más
información, foros donde compartir su sufrimien-
to con otros wannabees y no sentirse únicos.
Estamos ante una de las manifestaciones de
malestar psíquico más extrañas de los últimos
tiempos pero su incidencia, según algunos
expertos, parece ascender y el interés por ella
también. Prueba de ello es que algunas presti-
giosas publicaciones científicas ya se han hecho
eco (Dier C, Ramsay C). Bajo la denominación
“apotemnofilia”, término acuñado en 1977 por
Money (Money J, Jobaris R, Furth G), se describe
a personas que comparten el deseo inconfesado
de que se les ampute algún miembro de su cuer-
po. Muchos saben, no sólo cual, sino el nivel
exacto de amputación que desean –habitual-
mente la pierna izquierda por encima de la rodi-
lla–. Se trata de una parte perfectamente sana
del cuerpo pero percibida por ellos como ajena
o incongruente con su imagen corporal. Unos
pocos han conseguido que un cirujano hiciera el
trabajo en un quirófano, algunos han llegado a
extremos como introducir durante horas su pier-
na en hielo, a dispararse o a poner la pierna en
las vías del tren y la cirugía ha hecho el resto;
otros han acudido a un sórdido “mercado
negro” donde han logrado su amputación o han
encontrado la muerte; la mayoría siguen vivien-
La falta como ideal. Apotemnofilia o la
integridad es no estar completo
María Diéguez Porres*, Ana González Rodríguez**
*Psiquiatra. Hospital Príncipe
de Asturias. Alcalá de Hena-
res.
**Psiquiatra. Centro de Sa-
lud Mental de Chamartín.
1
Devotees son personas no discapacitadas que se sienten
atraídas sexualmente por personas amputadas o con otras
discapacidades. Buscan contacto con ellas de manera obse-
siva y, en ocasiones, llegan a contraer matrimonio. Preten-
ders es el nombre para personas no discapacitadas que ac-
túan como si lo fueran utilizando escayolas, muletas o sillas
de ruedas. Muchos Pretenders son también Wannabees.
2
Médicos y profesionales de la salud mental de la Columbia
University de Nueva York que estudian el asunto lo conci-
ben como un trastorno mental al que denominan trastorno
de identidad de la integridad corporal (Body Integrity Iden-
tity Disorder- BIID). Consideran que la esencia de la enfer-
medad es similar a la del trastorno de identidad sexual
(Gender Identity Disorder- GID). Se han abandonado en el
camino otras explicaciones que lo encuadraban dentro de
las parafilias o de los trastornos facticios. Lo definen como
una condición psicológica en la que el individuo solicita una
amputación voluntaria. Estos individuos experimentan el
deseo persistente de tener el cuerpo que se corresponde
con la imagen ideal que tienen de sí mismos. Tan paradójico
como que para sentirse completos necesitan perder un
miembro. Estos profesionales tienen claro, hoy por hoy,
que, a los que lo sufren, no les mueve el deseo de producir-
se enfermedades para obtener el rol de enfermo, como en
el Síndrome de Munchaussen, ni tampoco la búsqueda de
placer sexual; la sexualidad estaría implicada en la medida
que la identidad sexual es un componente de la identidad
como constructo psicológico más amplio.
Átopos 39
do en conflicto con su cuerpo. Quienes lo han
conseguido por uno u otro método dicen que su
tormento ha terminado y no se arrepienten. Has-
ta entonces han convivido con un miembro que
experimentaban como un impedimento para
sentir su cuerpo como un todo. La paradoja del
“menos es más”. Estas personas se ven a sí mis-
mas con un miembro amputado más completas,
más capaces. A pesar de lo extraño del asunto,
sorprende la naturalidad y la firmeza con la que
vierten su experiencia ante las cámaras de
Melody Gilbert en “Whole”, un premiado y reco-
nocido documental sobre el tema.
Nadie hasta el momento, ni siquiera los pro-
pios wannabees, pueden explicar el por qué de
su obsesión. Ellos mismos reconocen lo extrava-
gante e incomprensible de su deseo aunque ese
reconocimiento no ha servido en ningún
momento para apartarles de él. Consideran que
su sufrimiento se debe tanto al hecho de tener
un deseo insatisfecho, como a verse obligados a
vivir en un cuerpo que no les corresponde y de-
fienden la cirugía como tratamiento. Hay quien
les apoya.
En el año 2000, el cirujano escocés Robert
Smith, amputó a dos individuos que llevaban años
intentando reconciliarse psicológicamente con la
idea de vivir con una parte del cuerpo que no
reconocían como propia. Ambas intervenciones
fueron exitosas y ninguno de los dos amputados
se arrepintió de haberlo hecho. El acontecimiento,
como era de esperar, fue objeto de una gran polé-
mica en el Reino Unido que alcanzó al parlamen-
to y los medios de comunicación tras la que el
Hospital, el Falkirk and District Royal Infirmary,
prohibió la práctica de nuevas intervenciones.
Como no podría ser de otro modo, cada vez
hay más interés desde diversos ámbitos en en-
contrar esa explicación que permita situarse en
algún lugar frente a esta nueva condición y, des-
de ahí, proponer una respuesta razonada a la
demanda de estas personas de ser amputados.
En este punto aparecen planteamientos dispa-
res, algunos nos resultan no menos extravagan-
tes que el propio fenómeno que pretenden en-
tender.
De las situaciones que se proponen como im-
plicadas en el origen, unas nos han sorprendido
por su simplicidad: la visión de un amputado en
la infancia imprimiría en el psiquismo del niño un
sentimiento de que esa deberá ser su imagen
corporal; el niño no se siente amado y convir-
tiéndose en amputado atraería amor y simpatía.
Otras lo han hecho por su fragilidad y falta de
constatación: el deseo es una manifestación ex-
terna de un conflicto interno irresuelto; existe
una lesión estructural o funcional del cortex cere-
bral relacionada con los miembros.
Estas son las hipótesis con las que trabaja el
grupo de expertos liderado por el psiquiatra Mi-
chael First en la Columbia University. A su juicio el
trastorno de identidad de la integridad corporal
(Body Integrity Identity Disorder- BIID) es un tras-
torno mental al que equiparan con otros trastornos
de la identidad corporal como el trastorno dismór-
fico corporal3
o el trastorno de identidad sexual4
.
Por su lado, Robert Smith, el cirujano escocés,
y Gregg Furth, un psicoterapeuta que se recono-
ce a sí mismo como wannabe, firman el único
libro escrito hasta el momento sobre el tema. En
3
Trastorno dismórfico corporal: Trastorno caracterizado, se-
gún la descripción del DSM, por una preocupación excesiva
por un defecto físico imaginario que produce un grado sig-
nificativo de sufrimiento y limitación en numerosas áreas del
funcionamiento normal. Estos pacientes habitualmente con-
sultan primero a otros especialistas médicos antes de llegar
al psiquiatra. Es frecuente que sean sometidos a tratamien-
tos dermatológicos (en el 45% de los casos) y a intervencio-
nes quirúrgicas (hasta en un 23% de los casos) que no me-
joran los síntomas, por tratarse de un defecto imaginario. En
los estudios realizados y publicados hasta la fecha, sólo la
psicoterapia de orientación cognitivo-conductual, tanto in-
dividual como grupal, parece demostrar cierta eficacia.
4
Trastorno de la identidad sexual: Se caracteriza por el de-
seo intenso y persistente de vivir como una persona de otro
sexo, asociado a un sentimiento de inadecuación con su rol
de género. En niños se intentan tratamientos psicoterapéu-
ticos de distintas orientaciones; en adolescentes trata-
mientos hormonales. En adultos, el único tratamiento que
parece reducir el sufrimiento de estas personas es la cirugía
de reasignación de sexo.
40 Átopos
el defienden la tesis de que se trata de un tras-
torno mental y proponen su inclusión en el DSM
IV como Trastorno de la Identidad Corporal
(Body Identity Disorder- BID). Ambos llegan a la
conclusión, tan contradictoria como carente de
lógica y de justificación, de que al no existir un
tratamiento médico ni psicológico eficaz, la ciru-
gía es la solución para estos “pacientes”, como
en el caso de las intervenciones para cambio de
sexo.
Si hablamos de una relación extraña con el
cuerpo, los wannabees no están solos. Parece
absurdo, incluso provocador, plantearse que en
este lado del mundo bien alimentado, con idea-
les de belleza y rendimiento físico e intelectual
difícilmente alcanzables, alguien sano y sin taras
físicas pueda querer ser amputado de alguno de
sus miembros para funcionar el resto de su vida
como tal, o que haya quienes se practican cortes
en la piel porque consiguen con ello disminuir su
ansiedad o paliar sus sentimientos de vacío o
quien se practica sangrías periódicas para conse-
guir estabilizar su estado de ánimo, o que cien-
tos de personas se conecten a Internet para
aprender a suicidarse “sin dolor” o cuál es la for-
ma más eficaz de lograrlo. Absurdas o no, todas
son situaciones reales que convierten en grotes-
cos los referentes que permanentemente utiliza y
vende nuestra sociedad.
Sorprende la propia existencia de numerosas
personas que se sienten mejor mutilando sus
cuerpos: personas que cambian de sexo, anoré-
xicas que llevan a extremos de insania el ideal de
delgadez, adolescentes, que horadan de manera
imparable su cuerpo con piercing en las zonas
más sensibles o visibles del cuerpo, tribus urba-
nas cuyo sustento “ideológico” –aunque en
algunos de sus miembros sospechamos que no
llega a ser siquiera una representación mental–
es una música “siniestra” que habla satanismo y
maldad y que practican el vampirismo de mane-
ra literal, personas que tatúan todo su cuerpo o
lo dibujan con cicatrices. Cuerpos capaces de
soportar todo tipo de agresiones para dar senti-
do a almas torturadas, vacías, aburridas. Cuerpos
insaciables en su anhelo de no sentir su vacío, de
pedir ser distintos de cómo son. Cuerpos que no
encuentran la manera de asociarse con sus al-
mas. Locura de transformación corporal, un paso
inverso hacia lo más primitivo.
La existencia de estas formas de expresión y
relación con el cuerpo estimula la reflexión en
varios sentidos. Se nos ocurre, por ejemplo, si no
es posible que se esté produciendo un cambio
de los referentes internos individuales, paralela-
mente o como reacción, al surgimiento de una
sociedad globalizada que pretende imponer y
generalizar estándares de belleza y competencia
no menos grotescos, pero más reconocibles y
ajustados a los modos clásicos de concebir la
salud y la enfermedad. En este sentido es suge-
rente la propuesta de Tom Koch con respecto a
la discapacidad. Este autor describe dos formas
de explicar la discapacidad; un “modelo médi-
co” que enfatiza las limitaciones físicas inheren-
tes a la discapacidad y toma como referente la
autosuficiencia, predominante en la actualidad, y
un “modelo de diferencia social”, que define la
discapacidad primaria como una condición social
resultado de un fracaso de la sociedad en incor-
porar las diferencias físicas de los discapacitados.
Esta manera de ver las cosas proporciona un
marco donde poder encajar estas nuevas formas
de expresión y permite trascender a un discurso
dicotómico que propone la existencia de
sanos/enfermos; raros/normales; buenos/malos;
afortunados/desheredados.
En otro orden de cosas, en la era de la tecno-
logía en la que todo parece factible, donde ha-
cer es más importante que pensar, se convierte
en una virtud trasformar en acto todo aquello
que no se puede o no se quiere pensar ni expre-
sar. Cuando se propone la cirugía para “tratar”
con estos conflictos que afectan a algo tan esen-
cial para el ser humano como es su identidad, se
hace desde esta mentalidad de la acción y la ren-
Sorprende la propia
existencia de numerosas
personas que se sienten
mejor mutilando
sus cuerpo.
Átopos 41
tabilidad para la que el resultado está por delan-
te del análisis y la búsqueda de significado. Si las
cosas fueran así, es decir, que trasformaciones en
el cuerpo son capaces de promover cambios
duraderos en la identidad y los significados per-
sonales, estaríamos, cuando menos, ante un
cambio de paradigma. Resulta contradictorio o
demasiado poco elaborado proponer la cirugía
del cuerpo como forma de cambiar algo que no
está bien en la mente. Según esta misma lógica,
el tratamiento de la anorexia nerviosa, cuya base
es una distorsión de la imagen corporal, habría
de tratarse con métodos adelgazantes dando la
razón a aquellos que defienden la anorexia ner-
viosa como una forma de vida.
La aceptación de todos estos fenómenos que
describimos como algo cada vez más cotidiano,
incluso normalizado en ocasiones, hace pensar,
por otra parte, que la relación del hombre con su
cuerpo pueda estar evolucionando desde una
concepción del mismo como un don con el que el
ser humano ha de construirse a lo largo de su exis-
tencia, a tratarlo como un instrumento maleable
de expresión personal, negándolo y convirtiéndo-
lo, de esta manera, en reflejo de la insatisfacción y
el vacío. ¿Hasta dónde llega la capacidad del indi-
viduo de construirse a sí mismo? ¿Debe la socie-
dad ocuparse de diseñar leyes y normas precisas
en estas cuestiones, entendiéndolas como evolu-
ción natural o, por el contrario, debemos generar
una especie de censura que nos prive de la con-
templación de formas de expresión que, de no
habérsenos mostrado, jamás hubieran formado
parte de nuestros deseos?
Desde un punto de vista moral, estamos asis-
tiendo hoy en día, quizá como consecuencia de
una defensa radical de los valores democráticos,
a una devaluación y desinterés por una educa-
ción capaz de establecer límites adecuados y
normas razonables, negando, pudiera ser que
desde un excesivo afán por preservar las liberta-
des, que son instrumentos que contribuyen a es-
tructurar y dar sentido a la experiencia. Desde el
todo vale, todo es un derecho con tal que al-
guien lo sienta como tal, cualquier deseo, por
aberrante que sea, puede ser explicado (por
ejemplo como Trastorno Mental), legitimado y
hasta justificado y la sociedad parece estar obli-
gada a dar respuesta a cada necesidad indivi-
dual. Así, tal cual, sin más elaboración.
No dejamos de sorprendernos con las nuevas
demandas que llegan a las consultas de ambula-
torios y urgencias de los hospitales, que traspasan
el límite de lo imaginable y tienen, como las que
nos ocupan, como objeto el cuerpo. Ahora bien,
desde el punto de vista de la Salud Mental, cuan-
do hablamos de psicopatología no hablamos sólo
de quienes la “sufren”, hablamos sobre todo de
quienes la hacen, de quienes la describen y la
ponen nombre agrupándola en síndromes y enfer-
medades tan aberrantes como los síntomas en sí.
Porque tan sociedad es el observador como el
observado y desde la posición de poder que con-
fiere el supuesto saber, es el que clasifica el que
legitima la existencia del “trastorno”. Asistimos
desde hace años a la descripción de innumerables
síndromes en el campo de la medicina, y la psi-
quiatría es puntera en este terreno, que permiten
dar nombre a casi cualquier fenómeno de la exis-
tencia que no nos satisface, de las arrugas a la tris-
teza, pasando por la impotencia o el descontrol
de impulsos, quizás con el ingenuo y “bieninten-
cionado”, aunque más parece perverso y omnipo-
tente, objetivo de poderlo tratar todo. Catalogan-
do el sufrimiento en compartimentos “Trastorno”
quizá damos una razón para existir a los que
supuestamente los padecen, pero no sin riesgos.
Las personas que encajan en estas categorías
quedan atadas ineludiblemente a la necesidad de
un tratamiento para poder vivir, a una dramática
restricción del significado personal y a una exter-
nalización de la responsabilidad que extermina
por si misma la posibilidad de salir del sufrimien-
to. La vida no se trata, se vive.
Mirando las cosas de este modo, llegamos a la
conclusión de que no es que la incidencia de de-
Cuando hablamos
de psicopatología no
hablamos sólo de quienes
la “sufren”, hablamos sobre
todo de quienes la hacen,
de quienes la describen
y la ponen nombre
agrupándola en síndromes
y enfermedades
tan aberrantes
como los síntomas en sí.
42 Átopos
terminados trastornos esté aumentando en este
momento histórico, ni que estén apareciendo nue-
vas formas de sufrimiento humano hasta ahora
desconocidas y que inundan como nunca consul-
tas médicas, psicológicas y psiquiátricas y medios
de comunicación –depresión, anorexia nerviosa,
mobbing, bulling, fibromialgia, síndrome de fatiga
crónica y tantas otras–. Es posible pensarlo de
manera diferente. Las condiciones históricas y cul-
turales no han hecho evolucionar el sufrimiento
humano, lo que han facilitado es que cambie su
forma de expresión y los modos de afrontamiento.
Desde este punto de vista, determinado contexto
social no sólo habría facilitado que, por ejemplo,
los transexuales salgan a la luz, sino que habría
contribuido a crearlos. Una vez que “transexual” o
“trastorno de la identidad sexual” o “cirugía de
reasignación de sexo” se convierten en lugares
comunes, se convierten también en referentes
donde reinterpretar la experiencia. La incertidum-
bre, el vacío, el dolor comienzan a tener sentido
en esos términos. El riesgo es que, disfrazado el
dolor con traje de enfermedad mental, se cierra
toda posibilidad de integrarlo como parte de la
experiencia del ser humano o de modificar las cau-
sas que lo originan.
Esto es lo que Carl Elliot, autor del libro “Bet-
ter than well: American medicine meets the ame-
rican dream” (Mejor que bien: la medicina ameri-
cana alcanza el sueño americano), plantea cuando
cuestiona la moralidad de las arriesgadas y con-
trovertidas soluciones médicas que pretenden dar
respuesta al malestar e inseguridad del individuo.
Si es ético mejorar mediante medidas artificiales y
si realmente las soluciones médicas pueden dar
respuesta a las profundas necesidades sociales.
¿Cuándo uno se reinventa a uno mismo, en
quién se convierte?
Es difícil encontrar una frase que describa
mejor los límites a los que ha llegado la psicopa-
tología de comienzos del siglo XXI que la que
inicia el artículo, aunque su autor la enunciara
hace más de treinta años.
Bibliografía.
BIID Basics. http://www.biid.org/index.htm 67,000
Dyer C. Surgeon amputated healthy legs. British
Medical Journal 2000; 320: 332
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2003.
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Furth GM, R Smith. Apotemnophilia: information,
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documentary.com
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cases of self-demand amputation as a paraphilia. J
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Vol. 286, Issue 6. En Internet.
Annemarie Bridy. Confounding extremities: Sur-
gery at the medico-ethical limits of self-modification.
Journal of Law, Medicine & Ethics, 32 (2004):
148–158.
Páginas web con artículos sobre el tema.
http://www.biid.org/index.htm. Es la página del
grupo de profesionales de la Columbia University con
amplia información sobre el BIID.
http://dir.salon.com/health/feature/2000/08/29/a
mputation/index.html?sid=974674. Artículo de Randy
Dotinga.
Átopos 43
http://www.slate.msn.com/id/2085402/ . Un artícu-
lo en prensa de Carl Elliot de julio de 2003.
http://www.amputee-online.com/amputee/wanna-
bee.html. Amputee Web Site, un sitio dirigido a
amputados con todo tipo de información, incluye este
artículo de Ian Gregson en el que habla de Apotem-
nofilia desde el punto de vista de un amputado. Des-
de aquí se puede acceder a un artículo sobre el tema
ilustrado con casos clínicos.
http://www.ampulove.com/wannabe/wannabe_in
dex.htm. Desde esta página situada en un sitio que
presume de ser el más antiguo y más visitado para
amputados y sus amigos, encontramos numerosas
entradas con información y fotografías sobre y para
devotees, pretenders y wannabees.
http://www.geocities.com/starstranger_2000/engli
sh.html. Es la página que mantiene un wannabe,
varón de 25 años que no ha conseguido su amputa-
ción. Antes de entrar nos advierte de la necesidad de
tener una mente amplia y libre de prejuicios. Además
de contar su historia personal, tiene vínculos con artí-
culos de prensa.
http://www.d-links.com/. Más información para
amputados con sección especial sobre el tema.
http://www.answers.com/main/ntquery;jsessio-
nid=21or0679hinru?tname=body-modification&cur-
tab=2222_1&hl=apotemnophilia&sbid=lc02a. Con-
tiene información sobre múltiples aspectos de la
modificación corporal.
http://www.primitiveorigins.co.uk/newpage1.htm.
Información de todo tipo y fotos sobre técnicas de
modificación corporal como tatuajes, escarificación,
piercing, etc.
http://www.theatlantic.com/unbound/interviews/in
t2003-08-05.htm. Entrevista a Carl Elliot a propósito
de su libro “Better than well”.

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La paradoja del cuerpo ajeno: deseo de amputación en la apotemnofilia

  • 1. 38 Átopos El aburrimiento crónico es uno de los principales fenómenos psicopatológicos de la actual sociedad tecnotrónica. Erich Fromm, Anatomía de la destructividad humana Son, en su mayoría, varones sanos, con estu- dios universitarios, trabajan, son personas normales, con buen funcionamiento social; des- de la infancia conviven con un anhelo persisten- te, abrumador, irreductible e inconfesable: con- vertirse en amputados. Son los Amputee Wannabee o Wannabees y, por increíble que parezca, no son casos aislados. Forman parte de un fenómeno más amplio que se conoce desde hace más de un siglo. DPW’s: Devotees, Pretenders1 y Wannabees2 , términos para los que no hemos encontrado traducción al castellano, dan cuenta de una realidad insólita y sorprendente que posiblemente nos sería muy ajena de no ser por Internet. Este medio ha per- mitido que personas que escondían su deseo, encuentren ahora, además de cada vez más información, foros donde compartir su sufrimien- to con otros wannabees y no sentirse únicos. Estamos ante una de las manifestaciones de malestar psíquico más extrañas de los últimos tiempos pero su incidencia, según algunos expertos, parece ascender y el interés por ella también. Prueba de ello es que algunas presti- giosas publicaciones científicas ya se han hecho eco (Dier C, Ramsay C). Bajo la denominación “apotemnofilia”, término acuñado en 1977 por Money (Money J, Jobaris R, Furth G), se describe a personas que comparten el deseo inconfesado de que se les ampute algún miembro de su cuer- po. Muchos saben, no sólo cual, sino el nivel exacto de amputación que desean –habitual- mente la pierna izquierda por encima de la rodi- lla–. Se trata de una parte perfectamente sana del cuerpo pero percibida por ellos como ajena o incongruente con su imagen corporal. Unos pocos han conseguido que un cirujano hiciera el trabajo en un quirófano, algunos han llegado a extremos como introducir durante horas su pier- na en hielo, a dispararse o a poner la pierna en las vías del tren y la cirugía ha hecho el resto; otros han acudido a un sórdido “mercado negro” donde han logrado su amputación o han encontrado la muerte; la mayoría siguen vivien- La falta como ideal. Apotemnofilia o la integridad es no estar completo María Diéguez Porres*, Ana González Rodríguez** *Psiquiatra. Hospital Príncipe de Asturias. Alcalá de Hena- res. **Psiquiatra. Centro de Sa- lud Mental de Chamartín. 1 Devotees son personas no discapacitadas que se sienten atraídas sexualmente por personas amputadas o con otras discapacidades. Buscan contacto con ellas de manera obse- siva y, en ocasiones, llegan a contraer matrimonio. Preten- ders es el nombre para personas no discapacitadas que ac- túan como si lo fueran utilizando escayolas, muletas o sillas de ruedas. Muchos Pretenders son también Wannabees. 2 Médicos y profesionales de la salud mental de la Columbia University de Nueva York que estudian el asunto lo conci- ben como un trastorno mental al que denominan trastorno de identidad de la integridad corporal (Body Integrity Iden- tity Disorder- BIID). Consideran que la esencia de la enfer- medad es similar a la del trastorno de identidad sexual (Gender Identity Disorder- GID). Se han abandonado en el camino otras explicaciones que lo encuadraban dentro de las parafilias o de los trastornos facticios. Lo definen como una condición psicológica en la que el individuo solicita una amputación voluntaria. Estos individuos experimentan el deseo persistente de tener el cuerpo que se corresponde con la imagen ideal que tienen de sí mismos. Tan paradójico como que para sentirse completos necesitan perder un miembro. Estos profesionales tienen claro, hoy por hoy, que, a los que lo sufren, no les mueve el deseo de producir- se enfermedades para obtener el rol de enfermo, como en el Síndrome de Munchaussen, ni tampoco la búsqueda de placer sexual; la sexualidad estaría implicada en la medida que la identidad sexual es un componente de la identidad como constructo psicológico más amplio.
  • 2. Átopos 39 do en conflicto con su cuerpo. Quienes lo han conseguido por uno u otro método dicen que su tormento ha terminado y no se arrepienten. Has- ta entonces han convivido con un miembro que experimentaban como un impedimento para sentir su cuerpo como un todo. La paradoja del “menos es más”. Estas personas se ven a sí mis- mas con un miembro amputado más completas, más capaces. A pesar de lo extraño del asunto, sorprende la naturalidad y la firmeza con la que vierten su experiencia ante las cámaras de Melody Gilbert en “Whole”, un premiado y reco- nocido documental sobre el tema. Nadie hasta el momento, ni siquiera los pro- pios wannabees, pueden explicar el por qué de su obsesión. Ellos mismos reconocen lo extrava- gante e incomprensible de su deseo aunque ese reconocimiento no ha servido en ningún momento para apartarles de él. Consideran que su sufrimiento se debe tanto al hecho de tener un deseo insatisfecho, como a verse obligados a vivir en un cuerpo que no les corresponde y de- fienden la cirugía como tratamiento. Hay quien les apoya. En el año 2000, el cirujano escocés Robert Smith, amputó a dos individuos que llevaban años intentando reconciliarse psicológicamente con la idea de vivir con una parte del cuerpo que no reconocían como propia. Ambas intervenciones fueron exitosas y ninguno de los dos amputados se arrepintió de haberlo hecho. El acontecimiento, como era de esperar, fue objeto de una gran polé- mica en el Reino Unido que alcanzó al parlamen- to y los medios de comunicación tras la que el Hospital, el Falkirk and District Royal Infirmary, prohibió la práctica de nuevas intervenciones. Como no podría ser de otro modo, cada vez hay más interés desde diversos ámbitos en en- contrar esa explicación que permita situarse en algún lugar frente a esta nueva condición y, des- de ahí, proponer una respuesta razonada a la demanda de estas personas de ser amputados. En este punto aparecen planteamientos dispa- res, algunos nos resultan no menos extravagan- tes que el propio fenómeno que pretenden en- tender. De las situaciones que se proponen como im- plicadas en el origen, unas nos han sorprendido por su simplicidad: la visión de un amputado en la infancia imprimiría en el psiquismo del niño un sentimiento de que esa deberá ser su imagen corporal; el niño no se siente amado y convir- tiéndose en amputado atraería amor y simpatía. Otras lo han hecho por su fragilidad y falta de constatación: el deseo es una manifestación ex- terna de un conflicto interno irresuelto; existe una lesión estructural o funcional del cortex cere- bral relacionada con los miembros. Estas son las hipótesis con las que trabaja el grupo de expertos liderado por el psiquiatra Mi- chael First en la Columbia University. A su juicio el trastorno de identidad de la integridad corporal (Body Integrity Identity Disorder- BIID) es un tras- torno mental al que equiparan con otros trastornos de la identidad corporal como el trastorno dismór- fico corporal3 o el trastorno de identidad sexual4 . Por su lado, Robert Smith, el cirujano escocés, y Gregg Furth, un psicoterapeuta que se recono- ce a sí mismo como wannabe, firman el único libro escrito hasta el momento sobre el tema. En 3 Trastorno dismórfico corporal: Trastorno caracterizado, se- gún la descripción del DSM, por una preocupación excesiva por un defecto físico imaginario que produce un grado sig- nificativo de sufrimiento y limitación en numerosas áreas del funcionamiento normal. Estos pacientes habitualmente con- sultan primero a otros especialistas médicos antes de llegar al psiquiatra. Es frecuente que sean sometidos a tratamien- tos dermatológicos (en el 45% de los casos) y a intervencio- nes quirúrgicas (hasta en un 23% de los casos) que no me- joran los síntomas, por tratarse de un defecto imaginario. En los estudios realizados y publicados hasta la fecha, sólo la psicoterapia de orientación cognitivo-conductual, tanto in- dividual como grupal, parece demostrar cierta eficacia. 4 Trastorno de la identidad sexual: Se caracteriza por el de- seo intenso y persistente de vivir como una persona de otro sexo, asociado a un sentimiento de inadecuación con su rol de género. En niños se intentan tratamientos psicoterapéu- ticos de distintas orientaciones; en adolescentes trata- mientos hormonales. En adultos, el único tratamiento que parece reducir el sufrimiento de estas personas es la cirugía de reasignación de sexo.
  • 3. 40 Átopos el defienden la tesis de que se trata de un tras- torno mental y proponen su inclusión en el DSM IV como Trastorno de la Identidad Corporal (Body Identity Disorder- BID). Ambos llegan a la conclusión, tan contradictoria como carente de lógica y de justificación, de que al no existir un tratamiento médico ni psicológico eficaz, la ciru- gía es la solución para estos “pacientes”, como en el caso de las intervenciones para cambio de sexo. Si hablamos de una relación extraña con el cuerpo, los wannabees no están solos. Parece absurdo, incluso provocador, plantearse que en este lado del mundo bien alimentado, con idea- les de belleza y rendimiento físico e intelectual difícilmente alcanzables, alguien sano y sin taras físicas pueda querer ser amputado de alguno de sus miembros para funcionar el resto de su vida como tal, o que haya quienes se practican cortes en la piel porque consiguen con ello disminuir su ansiedad o paliar sus sentimientos de vacío o quien se practica sangrías periódicas para conse- guir estabilizar su estado de ánimo, o que cien- tos de personas se conecten a Internet para aprender a suicidarse “sin dolor” o cuál es la for- ma más eficaz de lograrlo. Absurdas o no, todas son situaciones reales que convierten en grotes- cos los referentes que permanentemente utiliza y vende nuestra sociedad. Sorprende la propia existencia de numerosas personas que se sienten mejor mutilando sus cuerpos: personas que cambian de sexo, anoré- xicas que llevan a extremos de insania el ideal de delgadez, adolescentes, que horadan de manera imparable su cuerpo con piercing en las zonas más sensibles o visibles del cuerpo, tribus urba- nas cuyo sustento “ideológico” –aunque en algunos de sus miembros sospechamos que no llega a ser siquiera una representación mental– es una música “siniestra” que habla satanismo y maldad y que practican el vampirismo de mane- ra literal, personas que tatúan todo su cuerpo o lo dibujan con cicatrices. Cuerpos capaces de soportar todo tipo de agresiones para dar senti- do a almas torturadas, vacías, aburridas. Cuerpos insaciables en su anhelo de no sentir su vacío, de pedir ser distintos de cómo son. Cuerpos que no encuentran la manera de asociarse con sus al- mas. Locura de transformación corporal, un paso inverso hacia lo más primitivo. La existencia de estas formas de expresión y relación con el cuerpo estimula la reflexión en varios sentidos. Se nos ocurre, por ejemplo, si no es posible que se esté produciendo un cambio de los referentes internos individuales, paralela- mente o como reacción, al surgimiento de una sociedad globalizada que pretende imponer y generalizar estándares de belleza y competencia no menos grotescos, pero más reconocibles y ajustados a los modos clásicos de concebir la salud y la enfermedad. En este sentido es suge- rente la propuesta de Tom Koch con respecto a la discapacidad. Este autor describe dos formas de explicar la discapacidad; un “modelo médi- co” que enfatiza las limitaciones físicas inheren- tes a la discapacidad y toma como referente la autosuficiencia, predominante en la actualidad, y un “modelo de diferencia social”, que define la discapacidad primaria como una condición social resultado de un fracaso de la sociedad en incor- porar las diferencias físicas de los discapacitados. Esta manera de ver las cosas proporciona un marco donde poder encajar estas nuevas formas de expresión y permite trascender a un discurso dicotómico que propone la existencia de sanos/enfermos; raros/normales; buenos/malos; afortunados/desheredados. En otro orden de cosas, en la era de la tecno- logía en la que todo parece factible, donde ha- cer es más importante que pensar, se convierte en una virtud trasformar en acto todo aquello que no se puede o no se quiere pensar ni expre- sar. Cuando se propone la cirugía para “tratar” con estos conflictos que afectan a algo tan esen- cial para el ser humano como es su identidad, se hace desde esta mentalidad de la acción y la ren- Sorprende la propia existencia de numerosas personas que se sienten mejor mutilando sus cuerpo.
  • 4. Átopos 41 tabilidad para la que el resultado está por delan- te del análisis y la búsqueda de significado. Si las cosas fueran así, es decir, que trasformaciones en el cuerpo son capaces de promover cambios duraderos en la identidad y los significados per- sonales, estaríamos, cuando menos, ante un cambio de paradigma. Resulta contradictorio o demasiado poco elaborado proponer la cirugía del cuerpo como forma de cambiar algo que no está bien en la mente. Según esta misma lógica, el tratamiento de la anorexia nerviosa, cuya base es una distorsión de la imagen corporal, habría de tratarse con métodos adelgazantes dando la razón a aquellos que defienden la anorexia ner- viosa como una forma de vida. La aceptación de todos estos fenómenos que describimos como algo cada vez más cotidiano, incluso normalizado en ocasiones, hace pensar, por otra parte, que la relación del hombre con su cuerpo pueda estar evolucionando desde una concepción del mismo como un don con el que el ser humano ha de construirse a lo largo de su exis- tencia, a tratarlo como un instrumento maleable de expresión personal, negándolo y convirtiéndo- lo, de esta manera, en reflejo de la insatisfacción y el vacío. ¿Hasta dónde llega la capacidad del indi- viduo de construirse a sí mismo? ¿Debe la socie- dad ocuparse de diseñar leyes y normas precisas en estas cuestiones, entendiéndolas como evolu- ción natural o, por el contrario, debemos generar una especie de censura que nos prive de la con- templación de formas de expresión que, de no habérsenos mostrado, jamás hubieran formado parte de nuestros deseos? Desde un punto de vista moral, estamos asis- tiendo hoy en día, quizá como consecuencia de una defensa radical de los valores democráticos, a una devaluación y desinterés por una educa- ción capaz de establecer límites adecuados y normas razonables, negando, pudiera ser que desde un excesivo afán por preservar las liberta- des, que son instrumentos que contribuyen a es- tructurar y dar sentido a la experiencia. Desde el todo vale, todo es un derecho con tal que al- guien lo sienta como tal, cualquier deseo, por aberrante que sea, puede ser explicado (por ejemplo como Trastorno Mental), legitimado y hasta justificado y la sociedad parece estar obli- gada a dar respuesta a cada necesidad indivi- dual. Así, tal cual, sin más elaboración. No dejamos de sorprendernos con las nuevas demandas que llegan a las consultas de ambula- torios y urgencias de los hospitales, que traspasan el límite de lo imaginable y tienen, como las que nos ocupan, como objeto el cuerpo. Ahora bien, desde el punto de vista de la Salud Mental, cuan- do hablamos de psicopatología no hablamos sólo de quienes la “sufren”, hablamos sobre todo de quienes la hacen, de quienes la describen y la ponen nombre agrupándola en síndromes y enfer- medades tan aberrantes como los síntomas en sí. Porque tan sociedad es el observador como el observado y desde la posición de poder que con- fiere el supuesto saber, es el que clasifica el que legitima la existencia del “trastorno”. Asistimos desde hace años a la descripción de innumerables síndromes en el campo de la medicina, y la psi- quiatría es puntera en este terreno, que permiten dar nombre a casi cualquier fenómeno de la exis- tencia que no nos satisface, de las arrugas a la tris- teza, pasando por la impotencia o el descontrol de impulsos, quizás con el ingenuo y “bieninten- cionado”, aunque más parece perverso y omnipo- tente, objetivo de poderlo tratar todo. Catalogan- do el sufrimiento en compartimentos “Trastorno” quizá damos una razón para existir a los que supuestamente los padecen, pero no sin riesgos. Las personas que encajan en estas categorías quedan atadas ineludiblemente a la necesidad de un tratamiento para poder vivir, a una dramática restricción del significado personal y a una exter- nalización de la responsabilidad que extermina por si misma la posibilidad de salir del sufrimien- to. La vida no se trata, se vive. Mirando las cosas de este modo, llegamos a la conclusión de que no es que la incidencia de de- Cuando hablamos de psicopatología no hablamos sólo de quienes la “sufren”, hablamos sobre todo de quienes la hacen, de quienes la describen y la ponen nombre agrupándola en síndromes y enfermedades tan aberrantes como los síntomas en sí.
  • 5. 42 Átopos terminados trastornos esté aumentando en este momento histórico, ni que estén apareciendo nue- vas formas de sufrimiento humano hasta ahora desconocidas y que inundan como nunca consul- tas médicas, psicológicas y psiquiátricas y medios de comunicación –depresión, anorexia nerviosa, mobbing, bulling, fibromialgia, síndrome de fatiga crónica y tantas otras–. Es posible pensarlo de manera diferente. Las condiciones históricas y cul- turales no han hecho evolucionar el sufrimiento humano, lo que han facilitado es que cambie su forma de expresión y los modos de afrontamiento. Desde este punto de vista, determinado contexto social no sólo habría facilitado que, por ejemplo, los transexuales salgan a la luz, sino que habría contribuido a crearlos. Una vez que “transexual” o “trastorno de la identidad sexual” o “cirugía de reasignación de sexo” se convierten en lugares comunes, se convierten también en referentes donde reinterpretar la experiencia. La incertidum- bre, el vacío, el dolor comienzan a tener sentido en esos términos. El riesgo es que, disfrazado el dolor con traje de enfermedad mental, se cierra toda posibilidad de integrarlo como parte de la experiencia del ser humano o de modificar las cau- sas que lo originan. Esto es lo que Carl Elliot, autor del libro “Bet- ter than well: American medicine meets the ame- rican dream” (Mejor que bien: la medicina ameri- cana alcanza el sueño americano), plantea cuando cuestiona la moralidad de las arriesgadas y con- trovertidas soluciones médicas que pretenden dar respuesta al malestar e inseguridad del individuo. Si es ético mejorar mediante medidas artificiales y si realmente las soluciones médicas pueden dar respuesta a las profundas necesidades sociales. ¿Cuándo uno se reinventa a uno mismo, en quién se convierte? Es difícil encontrar una frase que describa mejor los límites a los que ha llegado la psicopa- tología de comienzos del siglo XXI que la que inicia el artículo, aunque su autor la enunciara hace más de treinta años. Bibliografía. BIID Basics. http://www.biid.org/index.htm 67,000 Dyer C. Surgeon amputated healthy legs. British Medical Journal 2000; 320: 332 Elliot C. Better than well. Minnesota: Norton. 2003. Fromm E. Anatomía de la destructividad humana. México DF: Siglo XXI, 2004. Furth GM, R Smith. Apotemnophilia: information, answers, questions and recommendations about self- demand amputation. Bloomington IN: 1stBooks library, 2000 Gilbert M. Whole. FF Productions www.whole- documentary.com Koch T. Disability and diference: balancing social and physical conditions. Journal of Medical Ethics 2001;27, 370 Money J, Jobaris R, Furth G: Apotemnophilia: two cases of self-demand amputation as a paraphilia. J Sex Res 1977;13:115-125. Ramsay S. Controversy over UK surgeon who amputated healthy limbs. The Lancet 2000; 355: 476 Otras referencias de interés. Carl Elliot. Atlantic Monthly, 10727825, Dec2000, Vol. 286, Issue 6. En Internet. Annemarie Bridy. Confounding extremities: Sur- gery at the medico-ethical limits of self-modification. Journal of Law, Medicine & Ethics, 32 (2004): 148–158. Páginas web con artículos sobre el tema. http://www.biid.org/index.htm. Es la página del grupo de profesionales de la Columbia University con amplia información sobre el BIID. http://dir.salon.com/health/feature/2000/08/29/a mputation/index.html?sid=974674. Artículo de Randy Dotinga.
  • 6. Átopos 43 http://www.slate.msn.com/id/2085402/ . Un artícu- lo en prensa de Carl Elliot de julio de 2003. http://www.amputee-online.com/amputee/wanna- bee.html. Amputee Web Site, un sitio dirigido a amputados con todo tipo de información, incluye este artículo de Ian Gregson en el que habla de Apotem- nofilia desde el punto de vista de un amputado. Des- de aquí se puede acceder a un artículo sobre el tema ilustrado con casos clínicos. http://www.ampulove.com/wannabe/wannabe_in dex.htm. Desde esta página situada en un sitio que presume de ser el más antiguo y más visitado para amputados y sus amigos, encontramos numerosas entradas con información y fotografías sobre y para devotees, pretenders y wannabees. http://www.geocities.com/starstranger_2000/engli sh.html. Es la página que mantiene un wannabe, varón de 25 años que no ha conseguido su amputa- ción. Antes de entrar nos advierte de la necesidad de tener una mente amplia y libre de prejuicios. Además de contar su historia personal, tiene vínculos con artí- culos de prensa. http://www.d-links.com/. Más información para amputados con sección especial sobre el tema. http://www.answers.com/main/ntquery;jsessio- nid=21or0679hinru?tname=body-modification&cur- tab=2222_1&hl=apotemnophilia&sbid=lc02a. Con- tiene información sobre múltiples aspectos de la modificación corporal. http://www.primitiveorigins.co.uk/newpage1.htm. Información de todo tipo y fotos sobre técnicas de modificación corporal como tatuajes, escarificación, piercing, etc. http://www.theatlantic.com/unbound/interviews/in t2003-08-05.htm. Entrevista a Carl Elliot a propósito de su libro “Better than well”.