Este documento discute las contribuciones de personas con discapacidades a la sociedad a través del arte y la creatividad a pesar de sus desventajas. Describe varios artistas que lograron éxito a pesar de sus discapacidades físicas o de salud mental como María Blanchard, Henri Toulouse-Lautrec y Vic Chesnutt. Argumenta que todos los seres humanos, independientemente de sus limitaciones, merecen dignidad y respeto.
1. os presuntos disminuidos han realizado grandes aportaciones a la sociedad, a
pesar de sus desventajas físicas o psíquicas. María Blanchard sufría una
gravísima desviación de la columna vertebral. Siempre se avergonzó de su
aspecto físico y rehúyo obsesivamente las cámaras fotográficas. Su pintura aportó
una inesperada ternura al cubismo. La convaleciente (1930) es uno de los cuadros
más conmovedores de la historia de la pintura, pues muestra la fragilidad de una
niña tuberculosa, con el rostro extenuado y los ojos entornados. Pese a su enorme
talento, Blanchard afirmaba: “cambiaría toda mi obra… por un poco de belleza”.
Durante su niñez, Henri Toulouse-Lautrec se fracturó los fémures de ambas
piernas, lo cual afectó a su crecimiento, limitando su estatura a 1’51. Al igual que
María Blanchard, sufrió burlas desde la escuela. Ya de joven, se refugió en el
alcohol y en los bajos fondos de París. Ferozmente autodestructivo, murió a los 36
años, asegurando que no habría pintado ningún cuadro ni cartel, si sus piernas no
se hubieran roto. Los artistas o escritores con discapacidades psíquicas no han
sido menos desdichados. Aunque es difícil realizar un diagnóstico retrospectivo,
todo indica que Schumann, Van Gogh, Virginia Woolf, Hemingway, Anne Sexton,
Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik y David Foster Wallace eran bipolares. Todos se
suicidaron. Los poemas de Anne Sexton, Plath y Pizarnik desprenden un dolor
infinito, que solo se alivia ante la perspectiva de la muerte. Escribe Pizarnik: “El
poema que no digo, / el que no merezco. / Miedo de ser dos / camino del espejo: /
alguien en mí dormido / me come y me bebe”. Citaré un último ejemplo. El
cantante Vic Chesnutt, inmovilizado en una silla de ruedas desde su adolescencia
por un accidente de coche, se quitó la vida el 25 de diciembre de 2009. A pesar de
ser uno de los cantautores más originales y creativos de la música norteamericana
contemporánea, sus discos se vendían poco y no le permitían contratar un seguro
médico que cubriera todas sus necesidades. Sus problemas económicos no eran
menos agudos que su profunda melancolía. Su suicidio rompió el corazón de todos
los que amaban sus letras poéticas y su voz susurrante, casi de niño
desamparado.
He mencionado el ejemplo de escritores, pintores y músicos, pero los que no
despuntan por una actividad creativa no son menos importantes o valiosos. Cada
ser humano es un milagro irrepetible. Ninguna existencia es superflua o indigna.
Solo los nazis se atrevieron a cuestionar el derecho a la vida de los enfermos,
aplicando políticas eugenésicas. El programa Aktion T4 acabó al menos con
200.000 vidas. Las primeras cámaras de gas se emplearon en sanatorios y
hospitales psiquiátricos. Esquizofrénicos, maníaco-depresivos, niños con síndrome
de Down o ancianos con Alzheimer fueron asesinados con monóxido de carbono o
inyecciones letales. La mayoría de los médicos colaboraron sin plantear
objeciones. Las enfermeras se mostraron más reacias y algunos sacerdotes
católicos manifestaron públicamente su repulsa, asumiendo los riesgos de
oponerse a un gobierno criminal. El sacerdote Bernhard Lichtenberg condenó
desde el púlpito la persecución contra los judíos y el asesinato de enfermos y
personas con discapacidad. Detenido en 1941, murió en 1943, mientras era
trasladado a Dachau. Se desconocen las causas exactas de su defunción, pero
todo indica que su salud se hallaba muy quebrantada por los malos tratos. Juan
Pablo II le beatificó en 1996. La noción de discapacidad es relativa. Todos somos
2. vulnerables. Todos podemos enfermar y convertirnos en disminuidos. “Solo quien
reconoce la propia fragilidad, el propio límite –afirma el Papa Francisco- puede
construir relaciones fraternas y solidarias en la sociedad”. El que ignora su
vulnerabilidad tiende a desentenderse del dolor ajeno. “Hay dos culturas opuestas
–continúa el Papa Francisco-. La cultura del encuentro y la cultura de la exclusión,
del prejuicio. La persona enferma o discapacitada, desde su fragilidad, desde su
límite, puede convertirse en testigo del encuentro: del encuentro con Jesús, que
abre a la vida y a la fe, y del encuentro con los otros, con la comunidad”.
Es curioso que se condene el nazismo y se acepte sin problemas el aborto
eugenésico. Si es posible elegir, ¿quién desearía engendrar a una niña con
síndrome de Turner o a un niño con acondroplasia? En una sociedad hedonista e
inmadura, que lucha histéricamente contra la vejez y rehúye el cuidado de los
enfermos, ¿quién se aventurará a alumbrar a un niño con síndrome de Down o con
riesgo de desarrollar una grave enfermedad? ¿Por qué aceptar el sufrimiento, si
una sencilla intervención quirúrgica permite abortarlo de raíz? Imagino que los
encargados de las selecciones en la rampa de Auschwitz, razonaban de un modo
parecido. Los disminuidos son un lastre, formas defectuosas de humanidad que
malogran o entorpecen el derecho a la felicidad de los sanos y fuertes. Nuestra
Constitución se basa en valores que refutan sistemáticamente la barbarie de los
totalitarismos. Creo que eliminar el término de disminuidos sería un gesto de
coherencia, pero solo los políticos pueden cambiar las leyes, actualizando el
lenguaje y combatiendo cualquier forma de exclusión. “La política, tan denigrada,
es una altísima vocación –afirma el Papa Francisco en Evangelii gaudium (2013)-;
es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común”.
Solo los que han endurecido su conciencia y excluyen de la vida a los disminuidos,
merecen un calificativo análogo que describa su déficit ético. Las personas que
conviven con limitaciones físicas o psíquicas son el espejo de nuestra humanidad,
la referencia que mide nuestra talla moral. Que ellos escojan las palabras que
mejor expresen su indiscutible dignidad y su inconmensurable valor como seres
humanos.