Este poema describe un fuego óseo que arde como combustible en un territorio dividido entre lo rojo y frío y lo transparente y azulado. Se compara con un clavo hundido en madera viva y una espiga adaptada al viento, encerrado en una vela de cristal reflejada en un espejo. Representa una mano creadora que encierra a un dios dentro de una curva ara, estableciendo un vínculo que fortalece un camino interior.