El siglo XIX estuvo marcado por profundas transformaciones políticas, económicas y sociales en Europa, incluyendo la segunda revolución industrial, el crecimiento de las ciudades y el imperio británico. La industrialización llevó al desarrollo de nuevas tecnologías como el ferrocarril, el telégrafo y la fotografía, pero también generó desigualdad y pobreza. Mientras que las ferias mundiales celebraban el progreso técnico, movimientos como el romanticismo expresaban resistencia al nuevo orden industrial.