2. La dramática historia de una viña
Jesús nos cuenta hoy otra historia en el Evangelio. A Jesús le
encantaba predicar por medio de parábolas porque así toda la
gente le entendía con facilidad y cada uno podía sacar de ellas
las enseñanzas y aplicaciones pertinentes para su propia vida.
Hoy nos narra la historia de una viña y de unos viñadores. Y
también en esta ocasión se dirige a los sumos sacerdotes y a los
jefes del pueblo.
3. Lectura del Evangelio: Mt 21,33-46
• Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
«Escuchen esta parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó
una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia.
Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.
Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para
percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno
lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. El
propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que
los primeros, pero los trataron de la misma manera. Finalmente, les
envió a su propio hijo, pensando: "Respetarán a mi hijo". Pero, al
verlo, los viñadores se dijeron: "Éste es el heredero: vamos a matarlo
para quedamos con su herencia". Y apoderándose de él, lo arrojaron
fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño, ¿qué les
parece que hará con aquellos viñadores?» Le respondieron:
«Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le
entregarán el fruto a su debido tiempo». Jesús agregó: «¿No han
leído nunca en las Escrituras: "La piedra que los constructores
rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: ésta es la obra del
Señor, admirable a nuestros ojos?" Por eso les digo que el Reino de
Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que
le hará producir sus frutos». Los sumos sacerdotes y los fariseos, al
oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces
buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo
consideraba un profeta.
4. DIOS Y EL PUEBLO ELEGIDO
• La parábola de los “viñadores homicidas” es un relato en
el que Jesús va descubriendo con acentos alegóricos la historia
de Dios con su pueblo elegido. Es una historia triste. Dios lo
había cuidado desde el comienzo con todo cariño. Era su “viña
preferida”. Esperaba hacer de ellos un pueblo ejemplar por su
justicia y su fidelidad. Serían una “gran luz” para todos los
pueblos.
• Sin embargo aquel pueblo fue rechazando y matando uno tras
otro a los profetas que Dios les iba enviando para recoger los
frutos de una vida más justa. Por último, en un gesto increíble de
amor, les envío a su propio Hijo. Pero los dirigentes de aquel
pueblo terminaron con él.
5. •
El propietario de la viña
representa a Dios, que
formó su pueblo con
delicadeza y afecto, como
expresan las diversas
acciones en la parábola
(plantarla, cercarla con
una valla, cavar el lagar,
construir la torre,
contratar a los viñadores);
Dios ha hecho todo lo
posible para cuidar de su
pueblo, y ha escogido a
unas personas para que
diese fruto.
6.
7. REFLEXIONANDO…
• La parábola de los viñadores homicidas es una clara
referencia a las relaciones entre el Reino de Dios y el
pueblo de Israel. En el Antiguo Testamento, Israel es
la viña plantada por Dios “qué esperando que diera
uvas, dio agrazones (uva silvestre que no madura)”.
• Podemos descubrir en nuestra Iglesia esa viña que
ha sido plantada por Dios. También hoy, Él nos
envía mensajeros para comprobar si nuestro trabajo
está en función del Reino o de nuestros intereses.
8. Esta parábola era una advertencia dirigida
a los dirigentes judíos, pero ¿qué lecciones
podemos sacar nosotros de cara a nuestra
vida actual?
La parábola está hablando también de nosotros. Una lectura
honesta del texto nos obliga a hacernos graves preguntas:
¿Estamos produciendo en nuestros tiempos “los frutos” que
Dios espera de su pueblo: justicia para los excluidos,
solidaridad, compasión hacia el que sufre, perdón…?
9. REFLEXIÓN/ORACIÓN FINAL
• Es tiempo de reflexión, pertenecer
a la Iglesia y conocer a Jesús es lo
mejor que nos ha pasado, pero
debemos de estar atentos,
abiertos y con humildad
reconocer nuestros defectos y
deformaciones. No se trata de
sentirnos perseguidos o mártires,
sino de entrar en diálogo con
otros y aportar lo que podamos,
para que “todos tengan vida y vida
en abundancia” y nuestro pueblo
“produzca sus frutos”.