2. La tierra, dentro de miles o millones de años, será inhabitable y
por fin perecerá. Entonces, será como si este planeta no
hubiese existido jamás, todo será arrinconado en el vacío del
olvido. Nadie llevará ya en sí la memoria de lo que aquellos
extraños seres, que un día vivieron en la tierra y se llamaban
hombres, realizaron y sufrieron... Todo habrá sido
perfectamente inútil y esta comedia, que habrá durado miles de
años y de la que nadie habrá sido espectador, podía
igualmente no haber tenido lugar. ¿No es esto de una
vertiginosa ridiculez? ¿No es para aullar de angustia y
refugiarse en la muerte?
3. Por espacio de un momento, breve como el zigzag de un
relámpago, estamos en la tierra, vivos, con los ojos abiertos,
atormentados por todos los deseos y por todos los ensueños,
queriendo alcanzar y abarcar lo imposible, interrogamos al
pasado, leemos lo que los hombres han pensado antes de
nosotros, y nada sacamos en claro; interrogamos a la tierra, al
cielo, a las estrellas, a los abismos de los espacios y a los de
nuestra propia alma, lloramos de nostalgia por la belleza,
gesticulamos apasionadamente y, de repente, caemos muertos
y ya no hay nada más, nada, nada, nada, nuestros ojos están
cerrados para siempre, los ojos con que ahora miramos las
estrellas, esas estrellas que no nos recordarán.
4. ¿Qué significa la vida, a cuyo término está la muerte, ese
inmenso agujero negro donde vamos cayendo uno tras otro
como piedras? Decididamente es una perfecta estupidez
tomarse la vida en serio si no existe el alma. Pero ¿acaso las
religiones no son más que un hermoso sueño, bellas mentiras
consoladoras a las que el hombre se aferra ante la perspectiva
de desaparecer tragado por la noche espantosa de la muerte?
¿Contienen una realidad o no son más que quimeras? Sigo
perplejo ante los enigmas. ¿Dónde puedo encontrar la verdad?
5. Los tres párrafos que anteceden fueron escritos por un escritor
ateo llamado Pieter van der Meer, poeta holandés nacido en
Utrecht en 1880, y fallecido en Breda en 1970. En el texto que
hemos leído hay mucha más filosofía y teología que en muchos
libros especializados. Pero Pieter no era ni filósofo, ni teólogo,
tan solo era un sencillo poeta como el que ahora les escribe.
Pieter van der Meer encontró finalmente respuesta a todas sus
preguntas. Fue a raíz de una visita a un monasterio trapense,
cuando comenzó la aventura que iba a marcar su vida y la de
su familia. En aquellos momentos escribió:
14. Prefiero equivocarme creyendo en un Dios que no
existe, que equivocarme no creyendo en un Dios que
existe.
Porque si después no hay nada, evidentemente nunca lo
sabré, cuando me hunda en la nada eterna; pero si hay
algo, si hay alguien, tendré que dar cuenta de mi actitud
de rechazo.
Blaise Pascal
Aún cuando no creas en Dios, no le digas a tu hijo que
Dios no existe.
Natalia Ginzburg