1. DEPARTAMENTO DE ESPAÑOL Y LITERATURA INSTITUCION
EDUCATIVA IRACA, SAN MARTIN META
ACTIVIDAD FINAL DE PRIMER PERIODO / PREPARACION SABER/ICFES SEXTO
ESTUDIANTE: ______________________________________________________GRADO: ___________
ACTIVIDAD INTEGRADORA: Lee los textos y marca en la cuadricula final de respuesta la letra de cada numero de pregunta de la
respuesta que decidiste. Ojo… en esta prueba se sabrá quien es el estudiante más piloso del primer periodo… anímate… tu eres el
mejor… concéntrate...
MATAR PARA VIVIR
Chuck estaba más preocupado cada día con la falta de comida para los perros y para él, a quien los extraños
alimentos del barón no le gustaban. No conseguía cazar ni pescar, pues los peces debían estar aletargados por el
frío. El mar estaba absolutamente helado. Pero esa mañana, en la que el sol perdido en el extremo de la banquisa
parecía más luminoso, Chuk no paraba de contemplar el hielo y le decía al barón: - Las focas están aquí debajo y
tienen que respirar. Hay que buscar los agujeros, hay que mirar al suelo constantemente. El barón estaba pensativo,
imaginando, quizás soñando, con la llegada al Polo. La cúspide debía estar ya próxima. - Chuk, el Polo no puede
estar muy lejos -le gritó al esquimal mientras manejaba un extraño aparato-. El sextante mide ya ochenta y ocho
grados. Chuk no contestó. El esquimal se alejaba con cuidadoso sigilo, armado de su arpón de punta de diente de
morsa sin levantar siquiera los pies. El barón mantuvo un absoluto silencio. La banquisa presentaba la tersura del
cristal, una superficie resplandeciente, con un clima sereno y espantosamente frío. Un hombre, superviviente de
muchos siglos de evolución y lucha, estaba expectante, tenso ante lo que debía haberle parecido el resoplido de una
foca bajo la costra helada. Cuando la foca se decide a respirar lo hace a fondo y permanece unos minutos junto al
respiradero que ha perforado. La foca vuelve a respirar, Chuk avanza y se para. Cualquier pequeño ruido puede ser
suficiente para que la foca le descubra. Chuk se ha quedado quieto con el arpón preparado sobre un pequeño
agujero en el hielo, debajo del cual debe estar la foca. El esquimal va a efectuar el rito de la caza. Ha dejado de
sentir frío y ha empezado a babear. A ambos lados de la boca le cuelgan unos carámbanos. Es el instinto del
depredador natural y primitivo. Chuk arroja el arpón. Ha debido penetrar en la cabeza de la foca, que se retuerce de
agonía. Con un gesto violento el esquimal iza sobre el hielo el cuerpo estremecido del animal. Sin perder un
segundo toma su cuchillo y le abre el vientre, del que mana abundante grasa que humea por el contraste de
temperatura. Seguidamente el esquimal coge el hígado envuelto en vaho y lo devora. Su boca
ensangrentada mastica lentamente la víscera. Luego ya, sin tanta tensión, va partiendo el cuerpo del animal en
muchos trozos, que se congelan rápidamente, y los traslada al trineo. - Qué crueldad- dijo el barón en voz alta-. La
vida destruye y mata la vida. "Todo lo que se come es vida. Es ella misma. Cada sustancia química elaborada por la
vida puede ser destruida por la vida -pensó el barón filosóficamente, buscando una justificación a esa escena, que
por lógica y natural no la necesitaba, pero que a él, espectador de ese mundo arcaico, le parecía brutal-. La vida no
se lleva nada, ni tampoco añade nada, pero todo es utilizado por la vida y vuelto a utilizar hasta llegar de nuevo al
principio."
- ¡Vamos ya! Debemos seguir -dijo Chuk. El barón quedó con los ojos fijos en aquellos despojos ensangrentados
sobre el hielo, que algunos minutos antes eran un precioso animal que luchaba también por sobrevivir. Matar sólo
para vivir. Ésa era la conducta de la naturaleza, la que había conservado el equilibrio ecológico. Y reanudaron la
travesía hacia arriba, siempre hacia arriba. El barón se estaba adaptando al Ártico. Se había convertido en un
nómada del hielo, que vivía constantemente por debajo de la temperatura de fusión sin lavarse, sin quitarse la ropa.
Se alimentaba como Chuk de esa carne de foca cruda e insípida, que el esquimal preparaba cada día y que a él le
producía arcadas. Se arrepentía de haberle dicho a Chuk, cuando le conoció en Bahía Turbia, que debía ducharse.
¿Cómo iba a saber Chuk lo que era una ducha? "Qué ignorantes son muchas veces los hombres que se creen
cultos", pensó recriminándose a sí mismo. El trineo se deslizaba a mucha velocidad tirado por los perros, que habían
recuperado su vitalidad después que hubieron devorado los trozos de carne que les tiraron sobre el hielo. El barón
sentía deseos de hablar: - Dime, Chuk: ¿es difícil encontrar una nueva compañera? El esquimal no contestó y el
barón volvió a hacerle la pregunta. - Hay pocas mujeres en el Ártico. ¿Verdad, Chuk? - Sí. Y mucho menos en el
Polo Norte -contestó con ironía y sentido del humor el esquimal-. El Ártico necesita primero a los hombres, que son
los cazadores.
No pudieron seguir la conversación. De improviso la superficie de hielo se movió como si se tratase de un terremoto.
El hielo se quebró en cientos de trozos. Del aire caían bloques que, como bombas, explotaban al llegar al suelo. La
blanca y tersa llanura se había transformado en una montaña de escombros helados. La corriente del océano a
veces rompía la costra de hielo con tal fuerza que ocasionaba este fenómeno. Cuando cesó el estruendo y volvió la
calma, ambos exploradores trataron de buscar un camino para rebasar los contrafuertes helados. Durante dos horas
tuvieron que ir levantando el trineo metro a metro, con tanto trabajo y desgaste de energías que quedaron agotados.
No habían terminado de recuperarse, sentados sobre unos bloques, cuando una fuerte tormenta les impidió seguir el
viaje. La visibilidad era tan escasa que ni a tres metros podían distinguir a los perros, que, inmóviles y enterrados
prácticamente bajo la nieve, esperaban el fin del castigo del viento. Éste tenía tal violencia que les obligaba a
mantenerse sentados en la tienda sujetándola, pendientes de las ráfagas, que llegaban incluso a levantarlos
envueltos en la tela de la tienda. - Después de la tempestad siempre vuelve la calma -dijo Chuk. Los vientos
arrastraron las nubes, y cuando el fragor de la tempestad cesó, pudieron erguir sus mal trechos cuerpos y salir de la
tienda. Entonces contemplaron en toda su belleza una noche despejada. La bóveda celeste mostraba limpiamente
las estrellas. Karibú brillaba luminosa y aparecía próxima, justamente sobre ellos. - Las estrellas han vuelto para
guiarnos: el dios Karibú. Cuando el frío les obligó a refugiarse en la tienda, durmieron sesenta horas seguidas. El
barón se sentía feliz.
1. Los peces debían estar aletargados a. Por el calor b. Por el 2. Las focas están ahí abajo y tienen a. Que comer b. Que
frío c. Por el hielo salir c. Que respirar
3. El esquimal se alejaba con cuidadoso sigilo, armado a. De 4. El esquimal va a efectuar a. El rito de la caza b. La danza
su arpón b. De su pistola c. De su palo de la caza c. El canto de la caza
5. Con un gesto violento el esquimal iza sobre el hielo a. El 6. El esquimal coge a. El hígado b. El corazón c. El riñón
arpón ensangrentado b. El arpón vacío c. El cuerpo
estremecido del animal
7. Reanudaron la travesía a. Hacia Karibú b. Hacia el Polo 8. ¿Cómo iba a saber Chuck lo que era a. un afeitado? b. una
2. Norte c. Hacia arriba ducha? c. una travesía?
9. El trineo se deslizaba a mucha velocidad tirado a. Por los 10. Hay pocas mujeres a. En el Polo Norte b. En el Ártico c.
perros b. Por los renos c. Por el motor En la tierra
11. El hielo se quebró a. En miles de trozos b. En millones de 12. Durante dos horas tuvieron que ir levantando el trineo a.
trozos c. En cientos de trozos Centímetro a centímetro b. Poco a poco c. Metro a metro
13. Los vientos arrastraron a. Las nubes b. La tempestad c. La 14. Las estrellas han vuelto para guiarnos a. El dios Sol b. El
nevada dios Karbú c. El dios Karibú
EL TONTO Y LA LISTA
Nadie ignoraba en el pueblo que el más tonto del lugar era Juan el pastor y la más lista su mujer, María. Un buen día, en que el
pastor había salido con su rebaño a apacentar sus ovejas, reparó de pronto que en el suelo había algo de forma un tanto
extraña: no era un piedra ni un trozo de leña. Se acercó para examinar más de cerca aquel objeto y entonces se dio cuenta de
que era un maletín viejo, de cuero. Para divertirse le pegó una patada y, con gran sorpresa, el buenazo de Juan oyó cómo algo
tintineaba dentro. Lleno de curiosidad lo abrió y vio que estaba lleno de unos discos redondos, no muy grandes, que brillaban
como el sol. - Hombre -se dijo el pastor-, me voy a llevar unos cuantos de estos discos a casa para que jueguen los chiquillos;
como son tan brillantes les van a gustar. Nuestro hombre, tan pronto empezó a anochecer, bajó del monte y se dirigió hacia su
casa seguido del rebaño. Nada más entrar llamó a sus dos hijos y les dijo: - Tomad, he encontrado hoy esto en el prado y he
pensado que os gustaría. Ya podéis jugar con ellos si queréis. María, que había estado oyendo lo que decía su marido, se
acercó a ver qué era aquello y se quedó muda de asombro al contemplar seis relucientes monedas de oro. - Oye, Juan, ¿dónde
has encontrado esto? -le preguntó la mujer. - Dentro de un maletín viejo que había entre la hierba del prado. Estaba lleno de
pedruscos amarillos como estos. - Ahora mismo, en cuanto los niños duerman, vamos a ir tú y yo al prado a buscar ese maletín.
Es una cosa que vale la pena tenerla en casa. A Juan el tonto no se le pasó por la cabeza preguntarle a su mujer para qué
quería aquel maletín. Se limitó a seguirla cuando ésta se lo dijo y los dos se encaminaron hacia el prado a la luz de la luna. No
tardaron en llegar a él. Con gran alegría, María descubrió que el maletín todavía estaba allí. Lo abrió, examinó su contenido, lo
cogió alegremente y se lo llevó para su casa. En cuanto estuvieron en casa lo primero que hizo María fue guardar el maletín en
un cajón de la cómoda para que quedara bien escondido. Luego, sin que la viera su marido, subió a la terraza con un cesto de
buñuelos y empezó a tirarlos desde la barandilla. El marido, que estaba en el portal, gritaba simplemente - ¡María, María, ven,
caen buñuelos del cielo! Pero su mujer no le contestó. Ni siquiera bajó. Al cabo de un rato, cuando vio que Juan estaba en la
cocina, María salió a toda prisa de la casa, se fue al establo y obligó al burro a dar la vuelta, de modo que le quedara la cola
donde estaba la cebada y la cabeza hacia el otro lado.
El marido no tardó en ir a su vez al establo para dar de beber a las bestias y al ver al burro de aquella manera no pudo por
menos exclamar: - ¡María, María!, ¿has visto cosa más rara? El burro come ahora por la cola. ¿Lo has visto? María no contestó
ni una palabra. El bueno de Juan al rayar el alba se encaminó como todos los días hacia el prado, pero no era él sólo el que
aquel día seguía el sendero. Un truhán muy listo y avispado se había enterado de que un rico propietario había perdido un
maletín lleno de monedas de oro por aquellos parajes y se disponía a encaminarse hacia allí para ver si podía hallar el paradero
de tan valioso objeto. A mitad de camino se encontró con Juan el tonto y su rebaño. Fingiendo ser todo un caballero se apresuró
a preguntarle: - Buen hombre, ¿podríais decirme si alguien se encontró por aquí hace dos o tres días un maletín viejo? Lo perdí
hará cosa de tres días por estos lugares y no puedo dar con él. Juan el tonto se echó a reír con todas sus fuerzas y luego
replicó: - Claro que no lo encontraréis, caballero. Lo tenemos nosotros en casa, guardado dentro de la cómoda. Yo me lo
encontré en el prado y al ver que estaba lleno de pedruscos amarillos y brillantes me llevé seis para que jugaran los chicos con
ellos, pero en cuanto María, que es mi mujer, los vio me hizo acompañarla al prado otra vez y nos llevamos el maletín para casa
porque según decía ella, era cosa que valía la pena tenerla bien guardada. Al oír aquello el truhán se apresuró a decir:
- Pues estoy seguro de que ese maletín es el mío. Mucho os agradecería que me lo mostrareis. - De buena gana, señor. Dejaré
el rebaño a un pastor amigo mío para que me lo guarde y ahora mismo podemos ir a casa, si os parece. - Muy bien. Ambos se
encaminaron hacia la casa de Juan y pronto llegaron a ella. María salió a recibirlos a la puerta y en cuanto la vio Juan empezó a
decir a gritos: - ¡Oye, María! Vengo con este señor. Dice que perdió un maletín y yo le he dicho que lo tenemos nosotros, que los
dos fuimos a buscarlo por la noche al prado y que tú lo guardaste dentro del cajón de la cómoda. - Pero, ¿de qué hablas,
marido? ¿te has vuelto loco? Ni tenemos un maletín, ni fuimos al prado, ni nunca vimos tal cosa. - ¿Qué dices mujer? ¿No te
acuerdas que fuimos al prado y luego llovieron buñuelos y el burro comía cebada por la cola? Al oír aquello el truhán se hizo
cruces y dijo a la mujer: - Usted lo pase bien, señora; quédese con el maletín. Si lo hallaron, bastante desgracia tiene con ese
marido que Dios le ha dado.
15. Juan el "Pastor" era el más tonto a. del pueblo b. del lugar 16. Ese día, el pastor había salido a. solo b. con el rebaño c.
c. de la aldea con su perro
17. Pegó una patada al maletín para a. examinarlo b. ver lo 18. Los discos redondos que había en la maleta brillaban
que era c. divertirse como a. el sol b. el oro c. la luz
19. Se lleva unos cuantos discos a casa para que a. sirvan de 20. Nuestro hombre bajó del monte a. tan pronto empezó a
adorno en el comedor b. los vea su mujer c. jueguen los anochecer b. inmediatamente c. cuando empezó a amanecer
chiquillos
21. Nada más entrar en casa, llamó a a. su esposa b. sus 22. María se quedó muda de asombro al contemplar a. las
hijos relucientes monedas de oro b. el montón de oro c. seis
c. su madre relucientes monedas de oro
23. María y Juan irán a buscar el maletín a. en cuanto acaben 24. María guardó el maletín en a. un cajón de la cómoda b. un
de comer b. nada más cenar c. en cuanto los niños duerman cajón de cocina c. el armario del dormitorio
25. Mientras caían los buñuelos, Juan estaba en a. el portal b. 26. María fue al establo cuando vio que Juan estaba en a. el
la cama c. el dormitorio dormitorio b. el establo c. la cocina
27. El marido fue al establo para a. echar un último vistazo b. 28. El maletín lo había perdido a. un rico propietario b. un
dar de comer a las bestias c. dar de beber a las bestias truhán muy listo c. el alcalde del pueblo
29. Se encontró con Juan a. cerca del prado b. a mitad de 30. Le dice a Juan que perdió el maletín hace cosa de a. tres
camino c. a la salida del pueblo días b. dos días c. unos días
31. Al oírle, Juan a. se quedó muy serio b. se puso a mirarlo 32. Juan a. volvió con el rebaño a casa b. dejó el rebaño a un
fijamente c. se echó a reír pastor amigo c. dejó el rebaño a cargo de los perros
33. Cuando llegaron a la casa de Juan, María a. se quedo en 34. Al oír lo que decía Juan, su acompañante a. se hizo
la cocina b. salió a recibirlos a la puerta c. se acercó a la cruces b. se quedó mirándole extrañado c. no sabía qué
puerta pensado
REVISADO POR: __________________________________________34 PREGUNTAS ¿CUANTAS CORRECTAS?_________