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LOS DOCE
TRABAJOS DE
HERACLES
LAURA R. J. 4º E.P.O. COLEGIO ALQUERÍA
INTRODUCCIÓN
La mitología es un conjunto de mitos que narran las acciones de los dioses y héroes de la
Antigüedad.
Un mito, es un relato basado en la tradición y en la leyenda, creado para explicar el universo, el
origen del mundo, los fenómenos naturales y cualquier cosa para la que no haya una explicación
simple.
En la mitología griega existen divinidades, que son consideradas como seres dotados de un poder
superior.
Un semidiós es el fruto de la unión entre una divinidad y un/a mortal.
Un héroe es un personaje extraordinario que posee las características más valorados de su
cultura, posee habilidades sobrehumanas que le permiten llevar a cabo hazañas extraordinarias y
beneficiosas («actos heroicos») por las que es reconocido.
EL
NACIMIENTO
DE HERACLES
Heracles nació en el monte Olimpo. Era hijo de Zeus y Alcmena, esposa del rey de Tirinto.
Tenía un hermanastro que se llamaba Íficles.
Zeus se enamoró de Alcmena y mientras el marido de ésta estaba en la guerra, tomó su
apariencia. Tuvieron un hijo que sería el más poderoso de todos los mortales, para gobernar
la casa de Perseo (Perseo era bisabuelo de Heracles, siendo a la vez hijo de Zeus).
Hera, la esposa de Zeus, harta ya de sus infidelidades, se enfadó mucho y envió dos serpientes
a la cuna del pequeño, mientras que Íficles lloraba, Heracles las ahogó con sus propias
manos.
“LA VÍA LÁCTEA”. RUBENS
Le llamaron Heracles (que
significa gloria de Hera)
porque Zeus quería que
además de ser mortal fuese
una divinidad.
Zeus, hechizó a Hera para
que se adormeciera y puso a
Heracles a mamar de su
seno, para que cogiese poder
divino. Cuando Hera
despertó, le dio un empujón
a Heracles para separarlo de
su pecho y en ese momento
salió un chorro de leche de
su seno, así se creó la Vía
Láctea.
LA
INFANCIA Y
JUVENTUD
DE
HERACLES
SUS TUTORES
En su infancia fue instruido por los mejores
profesores, como:
 Éurito -> Arco
 Anfitrión -> Conducir carros de guerra
 Cástor -> Montar a caballo y combatir con armas pesadas
 Autólico -> Le enseño a luchar
 Lino -> Canto con lira
 Quirón -> Medicina
A los quince años, era un muchacho alto, fuerte
y muy guapo. Era muy bueno con el arco, la
lanza y la espada y aprovechaba su fuerza para
enfrentarse a los que hacían el mal. Era capaz de
destrozar los huesos de un hombre de un simple
abrazo.
Heracles no era tan sólo un hombre fuerte, pues el
héroe posee las virtudes morales y las flaquezas
humanas, como cuando mató a Lino con un golpe
de lira.
Un día, Heracles ayudó al rey de Tebas con sus enemigos, y éste en señal de
agradecimiento le entregó la mano de su hija Mégara.
Se casaron y fueron muy felices. Del matrimonio nacieron tres hijos.
Pero Hera que no cejaba en su empeño de que la pena persiguiera a Heracles hasta el
fin de sus días, le lanzó un ataque de ira y éste cogió a su mujer y sus hijos y los
arrojó al fuego . Cuando volvió en sí y se dió cuenta del crimen que había cometido, se
hundió en la más profunda de las penas.
Pasados unos días, una voz le dijo en sueños que debería ir al templo de Apolo, en
Delfos, y acatar el juicio del Oráculo.
A la mañana siguiente, partió hacia Delfos, pero , como se sentía tan culpable decidió ir
descalzo y pasar por las rocas más cortantes, por lo que cuando llegó al templo, dejó tras de
sí un rastro de sangre.
Cuando entró, le preguntó al Oráculo que debía hacer para purgar su crimen, éste tardó en
responder, hasta que salió la pitonisa, que hablaba en nombre de Apolo, y le contestó que
debería ir a Micenas, y que allí su primo Euristeo le encomendaría doce trabajos, cada uno
más difícil que el anterior.
Y así fue como Heracles empezó sus andanzas.
EL LEÓN DE
NEMEA
Euristeo era el hombre más medroso del mundo, y cada vez que sentía el peligro cerca
se escondía en una tinaja de bronce que tenía en su sótano.
Al nacer sietemesino fue una persona enfermiza durante toda su vida.
Al ver que su primo Heracles iba hacia allí se asustó pensando que le iba a destronar,
ya, que en un principio ese trono iba a ser suyo, pero se sorprendió mucho al ver que su
primo se arrodillaba ante él y le decía que quería ponerse a su servicio. Euristeo le
preguntó -¿Entonces puedo encomendarte el trabajo que quiera?- Heracles asintió y
en el rostro del monarca se dibujó una sonrisa.
Ya que veía a Heracles como su mayor enemigo podría encomendarle un trabajo en el
que encontrara la muerte.
Euristeo se pasó días cavilando sobre que trabajo le mandaría. Al final le dijo a
Heracles –Deberás ir a Nemea allí hay un león que todas las noches devora a los
pastores junto con sus ovejas, tendrás que ir allí, matarlo y traerme su piel en señal
de tu hazaña- A Euristeo se le olvidó decirle lo más importante, que era que la piel de
esa fiera no se podía perforar con nada.
Heracles partió a Nemea con una lanza, una red una espada y una clava de olivo, que
era su arma favorita, cuando llegó se escondió detrás de unas rocas a la espera del
león. Al alba de la mañana apareció el león con las fauces manchadas de sangre, ya que
se había pasado la noche comiendo pastores y devorando ovejas.
Heracles lanzó la lanza contra el león, pero ésta rebotó en su pecho como si fuera una
roca o un escudo de diamante.
Enfurecido el león mostro sus colmillos, que brillaron como la luna misma. Pero
Heracles no se dejó amedrentar: avanzó hacia el león y descargó un golpe seco y a la
vez fuerte sobre la espalda del león. Sin embargo, el león, apenas se inmutó, como si
su cuerpo fuera de hierro macizo.
Heracles alzó de nuevo su clava, y entonces el león echó a correr.
Por primera vez esa fiera había sentido miedo. La guarida de esa fiera se encontraba
en una cueva que tenía dos entradas. Mientras que avanzaba hacia la gruta, Heracles
trazó un plan: cerraría una de las entradas con su red y entraría por la otra en busca
del león.
En el interior de la cueva, la lucha fue terrible. El león saltaba sobre Heracles con
tanta fuerza que la tierra temblaba, pero el héroe no sólo resistía los golpes de
aquella bestia, sino que también poco a poco la iba obligando a retroceder.
Al final el león intentó escapar por la segunda entrada, así que quedó atrapado en la
red, Heracles saltó encima suya, lo agarró de atrás hacia el cuello y le apretó con
todas sus fuerzas hasta asfixiarlo.
Pero todavía le quedaba lo más difícil, arrancarle la piel, Heracles no logró perforar su
piel con su lanza ni con su espada, así que decidió desgarrarla con sus propias garras.
Como la piel pesaba demasiado decidió llevarla a forma de capa, usando la cabeza a
modo de casco.
De manera que cuando llegó a Micenas, Euristeo visualizó la figura de un león
acercándose, de modo que se desmalló. -Despierta que soy yo- le decía Heracles-.El
león ya está muerto.
El rey montó en cólera. <<¿De modo que has matado a esa fiera?>>, se dijo para sus
adentros. << Pues disfruta de la vida mientras puedas, porque tu próximo trabajo será
el último>>.
LA HIDRA
DE LERNA
-Deberás matar a la hidra de Lerna- ordenó Euristeo poco después de que Heracles
volviera de Nemea.
La hidra era una especie de dragón que tenía nueve cabezas en forma de serpiente que
habitaba en la laguna de l
Lerna. Se alimentaba de vacas y ovejas, a las que primero atenazaba con los anillos de
su cuerpo y luego mordía con sus afilados colmillos. El aliento de la hidra era letal.
Muchos guerreros han intentado matar a esta fiera, pero pagaban su osadía con la
muerte, ya que, cuando le cortaban una cabeza le salía otra más fuerte y feroz en su
lugar.
Con la piel del león de Nemea puesta, con la espada en la mano y el arco colgado del
hombro abandonó Micenas y se dirigió hacia Lerna.
-¿Puedo acompañarte?- le preguntó su sobrino Yolao.
Heracles le dijo que se tenía que marchar solo porque la misión que le esperaba era
muy peligrosa, pero Yolao insistió en llevarlo hasta Lerna en su carro de guerra.
Cuando llegaron a la laguna Yolao detuvo a los caballos y dijo:
-Si sigo contigo, el carro quedará varado en el fango.
-Quédate aquí mientras yo voy a buscar a la hidra- le ordenó Heracles, y se adentró
en la laguna.
La hidra se encontraba en el centro de la laguna. Al verla, Heracles le lanzó diez o
doce flechas, aunque ninguna la alcanzó.
Heracles contuvo la respiración para no inhalar el letal aliento de la hidra. Con golpes
fuertes fue decapitando a la hidra, pero su esfuerzo fue en vano, pues cada vez que le
cortaba una de sus nueve cabezas le volvía a nacer otra.
Hera observaba desde el Olimpo y sonreía, ya que veía a Heracles en una situación
difícil. Para ponerle la cosa aún más difícil, decidió mandarle dos cangrejos que
pellizcaron los tobillos del héroe. La hidra había conseguido enroscarse por su cintura,
y le apretaba con tanta fuerza que le costaba respirar. En cambio, le fue fácil
deshacerse de los cangrejos: los destrozó de un pisotón.
-¡Yolao!-gritó entonces-.¡Enciende fuego y prende una tea!
Yolao obedeció a toda prisa: reunió leña, encendió un fuego y se fue hacia su tío
Heracles con una antorcha en la mano.
-Escúchame- le dijo Heracles-:cada vez que yo corte una cabeza de la hidra tú
apretarás la antorcha contra el lugar afectado.
-Confía en mí- respondió Yolao.
Esta operación funcionó.
-Hay que enterrar al monstruo enseguida- advirtió Heracles, que temía que la hidra
resucitara.
La enterraron a orillas de la laguna, pero antes Heracles mojó unas cuantas flechas de
su carcaj en la sangre del monstruo para que así en adelante sus disparos tuvieran un
efecto mortífero.
-¡Si te ha ayudado Yolao, no puedo aceptarlo como un trabajo válido!-exclamó
Euristeo cuando Heracles regresó a Micenas. La victoria de su primo contra la hidra le
había enfurecido tanto que buscaba algún pretexto para aguarle la fiesta.
-En ese caso- dijo Heracles con serenidad-, volveré a Lerna, desenterrare a la hidra y
la traeré a Micenas.
Por supuesto, Euristeo dio el trabajo por válido. Heracles no cumplió su amenaza, pero
al rey le costó mucho dormir, pues cada vez que cerraba los ojos soñaba con los
dientes afilados de la hidra.
LA
CIERVA DE
CERINIA
Poco después de que Heracles volviera de Lerna, Euristeo le dijo que debería traerle
la cierva dorada de Cerinia.
La cierva era custodiada por Artemisa, la diosa de la caza, y Euristeo sabía que si
alguien hacia daño a ese animal, lo pagaría con la muerte.
La historia ocurrió así: un día de verano Artemisa paseaba por el río Ladón, cuando vio
una manada de cinco ciervos con los cuernos de oro, las pezuñas de bronce y un tamaño
mayor que el de los toros.
A Artemisa le gustaron tanto que decidió darles caza con sus propias manos, sólo la
hembra logró escapar. Ésta se refugió en el monte Cerinia, cerca de la Arcadia, donde
un tiempo después la ninfa Táigete logró darle caza, desde entonces la cierva está
custodiada por Artemisa.
A Heracles le costó mucho encontrarla, y cuando por fin la encontró, el animal hecho a
correr.
Heracles se tiró un año persiguiendo a la cierva, las estaciones pasaban, pero él la
seguía persiguiendo, hasta que una vez la cierva se cansó y se paró un segundo a beber
agua, en ese momento Heracles aprovechó y le lanzó una flecha, que se quedó
atravesada entre las dos piernas, como si fuera un pinchito.
Cuando volvía hacia Micenas se encontró con una mujer alta que llevaba un arco en la
mano y un carcaj colgado del hombro.
Era Artemisa, le preguntaba que a dónde se iba con su cierva, éste le respondió que
era un trabajo encomendado por su primo Euristeo. Al final llegaron a un trato, él iba y
le enseñaba la cierva a Euristeo y después la devolvía a Cerinia, porque si no iría en
busca de él y lo mataría. Heracles cumplió su parte del trato. Tras habérsela enseñado
a Euristeo la soltó y ésta salió corriendo hacia Cerinia.
LA CIERVA DE
CERINIA
EL JABALÍ
DE
ERIMANTO
Euristeo se debanava los sesos pensando en un trabajo para Heracles.
Un día se enteró de que un gran jabalí estaba desolando el monte Erimanto, así que
Euristeo le dijo que le debería traer a esa fiera viva.
Muchos guerreros habían intentado matarlo, pero todos morían en el intento, así que
traerlo con vida sería todavía mas difícil.
Heracles decidió pasarse antes por el país de los centauros, que eran gobernados por
Quirón, el maestro que le enseñó el arte de la medicina cuando era joven.
Quirón se alegró tanto de ver a Heracles que dijo que harían un banquete para
celebrarlo.
Pero algunos centauros bebieron más vino de la cuenta y se pusieron a lanzarle piedras
a Heracles, Heracles para defenderse empezó a disparar flechas a los centauros,
pero ocurrió una gran desgracia, una de las flechas mojadas en la sangre de la hidra
acabó en la rodilla de Quirón, quién sufrió una larga y dolorosa muerte.
Heracles se sentía muy dolido por la muerte de Quirón y no quería avanzar, pero el
deber pudo con la pena y siguió su camino.
En cuanto llegó al monte Erimanto vio unas huellas de jabalí.
Cuando estaba siguiendo las huellas escuchó un fiero bufido, se asomó entre unos
árboles y vio a la fiera que buscaba.
Era un animal gigantesco, estaba revolcándose en su bañil, pero al notar que lo
observaban, echó a correr.
Como tenía que llegar vivo no podía dispararle, así que le tendió una trampa.
Heracles estuvo toda una mañana persiguiendo al jabalí para llevarlo hasta los neveros,
donde hay más nieve de todo el monte Erimanto.
Y como correr entre la nieve, era más difícil que hacerlo sobre la tierra, el jabalí
empezó a cansarse.
Mientras que corrían el animal pasó cerca de un hoyo profundo. Entonces Heracles
echó a correr hacia el jabalí, agitando su maza sin parar, y el jabalí se asustó tanto
que retrocedió y se precipitó al hoyo.
Ya que estaba indefenso se puso a patalear para librarse, pero no lo logró porque
Heracles le saltó encima, le apretó hasta dejarlo inconsciente y lo aferró con unas
regias cadenas de hierro.
Cuando Heracles volvió a Micenas y Euristeo disipó a la fiera se arrepintió de haberle
mandado aquel trabajo. El rey tenía tanto miedo que corrió a esconderse en su tinaja
de bronce, de donde no se atrevió a salir en varios días, hasta que uno de sus guardias
le juró que Heracles ya había matado a la bestia.
Pero cuando el rey salió de la tinaja, Heracles ya no estaba. Cansado de esperar,
Heracles había zarpado hacia la Cólquide para ayudar a Jasón a conquistar el famoso
vellocino de oro.
LOS
ESTABLOS
DEL REY
AUGIAS
En cuanto Heracles volvió a Micenas Euristeo le dijo que debería limpiar los establos
del rey Augias en un solo día.
A simple vista parecía una fácil tarea de sirvientes, pero lo que Heracles no sabía era
que Augias tenía miles de vacas y ovejas, trescientos toros negros, doscientos toros
rojos y una docena de toros plateados. Y como no se habían limpiado desde hace
mucho tiempo estaban rodeados de apestoso estiércol.
A Heracles no le costó mucho encontrarlos, se guió por su olfato. Con la nariz tapada
se presentó al rey y le dijo su propósito. Le dijo que estaba loco, pero que si lo
conseguía le entregaría la mitad de su reino.
Heracles sonrió: tenía un plan: con sus puños golpearía los establos hasta hacerle dos
agujeros. Luego recogió piedras de alrededor para construir una presa que desviaría el
cauce de dos ríos que pasaban cerca de los establos: el Peneo y el Alfeo. Los dos se
juntaron en uno solo que se precipitó hacia los establos.
Al mediodía Heracles le dijo que ya había terminado. El monarca no lo podía creer,
pero cuando fue vio que no estaban sucios y estaba libres de cualquier tipo de mal
olor.
El rey le dijo que no pensaba que le fuera a dar su reino de verdad.
Heracles respondió que un monarca tiene que cumplir sus promesas. Y el monarca le
dijo que el trabajo lo habían hecho los dioses, y que él sólo estaba cumpliendo órdenes
de Euristeo. Así que se marchara.
Heracles le dijo que se iría, pero que antes construiría la presa para que el río
inundara su casa.
Heracles no cumplió su amenaza, porque todavía le quedaban muchos trabajos por
delante, así que decidió volver a Micenas para preguntarle a Euristeo por su próximo
trabajo.
EL TORO DE
CRETA
Euristeo había escuchado cosas horribles sobre el toro de Creta, era un animal blanco
como la nieve, que había surgido de las aguas del mar. Minos, el rey de Creta, había
prometido sacrificarlo en los altares de Poseidón, el dios del mar, pero quedó tan
impresionado por la magnificencia del toro que se negó a cumplir su promesa. Irritado,
Poseidón se vengó enloqueciendo al toro, que desde entonces echaba fuego por las
anillas de su hocico, pisoteaba las cosechas y mataba a embestidas al que tenía la mala
suerte de cruzarse con él.
Euristeo pensó que cualquiera que se enfrentara a esa bestia pagaría su osadía con la
muerte, y por eso le ordenó a Heracles que fuera a Creta y le trajera al animal vivo.
Por primera vez Heracles va a salir del Peloponeso para realizar un trabajo. Cuando
llegó a Creta, Minos lo recibió vigorosamente y le relató con detalle las desgracias que
causaba el toro. Le explicó que estaban aterrorizados y que como los campesinos ya no
se atreven a labrar las tierras, las cosechas se habían arruinado.
Minos le puso a su disposición a todo su ejército, Heracles se lo agradeció, pero le dijo
que prefería hacerlo solo.
Heracles salió a buscar al toro sin armas, pues Euristeo le había dicho que se lo llevara
vivo. La única ayuda que llevaba eran unas regias cadenas de bronce con las que
pretendía inmovilizar al animal.
No le costó encontrar a la bestia. Heracles iba andando por el sendero y notó que la
tierra temblaba, el toro se acercaba.
Al ver a Heracles el animal agachó la cabeza, resopló con fuerza y echó a correr para
empitonarlo, pero Heracles saltó a un lado y lo esquivó. El toro dio media vuelta y
embistió de nuevo. La imagen de esa fiera echando humo por los ollares habría vuelto
loco a quien sea, pero Heracles tuvo el coraje necesario para esperar al toro de cara y,
cuando los cuernos estaban a punto de rozarle, Heracles saltó sobre su lomo. Entonces
lo sujeto por los pitones y tiró hacia atrás con todas sus fuerzas hasta que logró
derribarlo, al acto siguiente le sujetó las patas con las cadenas de bronce, se lo echó a
la espalda y lo llevó hasta el barco que le esperaba en el puerto.
Minos le dijo que no sabía como agradecérselo, Heracles contestó que él sólo cumplía
con su deber. Poco tiempo después, Heracles desembarcó en Micenas, donde Euristeo
estuvo a punto de desmayarse de miedo al ver al blanco toro de Creta.
Euristeo le dijo que lo sacrificarían en el templo de Hera. Ésta se negó ya que seguía
viendo a Heracles como un rival, así que lo soltó en la llanura de Maratón donde siguió
causando estragos durante muchos años, hasta que el heroico Teseo consiguió darle
muerte.
CURIOSIDADES
 El toro de Creta tuvo un hijo con la reina Pasífae, mujer del
rey Minos, el hijo es el famoso minotauro.
HERACLES CON
EL TORO DE
CRETA
LAS AVES
DEL
LAGO
ESTÍNFALO
En el lago Estínfalo, a la sombra del monte Cillene, habitaban unos pájaros terribles que
se alimentaban de carne humana. Quienes lo habían visto, los describían como unas
fieras enormes que tenían cabeza de serpiente, unos afilados colmillos y unas fuertes
garras de bronce. Las aves del Estínfalo cruzaban el aire formando grandes bandadas
negras y, cada vez que veían a un hombre o una res, arrojaban desde sus alas una lluvia
de aceradas plumas puntiagudas que salían disparadas como flechas en todas
direcciones y se clavaban en la carne de sus víctimas. Entonces las aves se lanzaban en
picado para devorar a la presa, que no podía por más que lo intentara, pues los fangos
movedizos del Estínfalo apresaban los pies de los hombres las patas de los animales
como una trampa mortal.
Hacía unos años, un grupo formado por los arqueros más hábiles del rey Euristeo había
intentando acabar con aquellas aves carnívoras, pero la mayoría de los hombres se
convirtió en presa de los pájaros y los demás regresaron medio locos, con las marcas del
fracaso y del horror grabadas en el rostro.
Euristeo pensó que ni siquiera Heracles lo podría conseguir.
Y por eso mismo decidió encomendarle la tarea de matarlos.
Heracles partió de Micenas con su arco y su carcaj. Cuando llegó al monte Cillene, se
abrió paso a través de los juncos y se adentró en las aguas del Estínfalo. A lo lejos, se
oían los chillidos estridentes de los pájaros, que volaban por delante del sol. Con el fango
a la altura de la cintura, Heracles se detuvo a esperar a las aves.
De repente Heracles escuchó que alguien decía que le ayudaría.
Al volver la cabeza, Heracles vio a una mujer alta y de largos cabellos en la que
reconoció enseguida a Atenea, la diosa de la sabiduría, quien había bajado desde el
monte Olimpo porque sabía que Heracles era el hijo predilecto de Zeus y deseaba
ayudarle. Atenea llevaba la lechuza de la sabiduría posada en el brazo, y en la mano
sostenía un extraño y gran sonajero lleno de grandes cascabeles de bronce.
La diosa le dijo que si se quedaba ahí abajo nunca conseguiría matar a las aves.
Entonces le dijo lo que debía hacer: le dijo que subiera a lo alto del risco y que agitara
con fuerza el sonajero. Ese sonajero lo forjó Hefesto, el dios del fuego, y que cuando
lo agitara sonaría como el crujido de una gran llamarada en medio del bosque. Le dijo
que cuando los pájaros oyeran aquel estruendo volarían aturdidos.
Heracles siguió el consejo que le había dado Atenea. Trepó a lo alto del risco y agitó el
sonajero con fuerza.
Espantadas, las aves echaron a volar a un tiempo y cruzaron los cielos formando una
gran bandada. Entonces Heracles soltó el sonajero y apuntó con el arco a las aves.
Cuando pasaron sobre su cabeza, empezó a dispararles con gran rapidez, y una
bandada de animales muertos cayeron sobre las aguas del Estínfalo. Heracles se
preguntó si volverían , así que se quedó una semana con la mirada clavada en el
horizonte. Pero parece ser que se habían asustado tanto que nunca más volvieron a
Grecia. Años después, algunos marineros afirman que las habían visto cerca de la isla
de Ares, en el mar Negro, donde tal vez sigan devorando a las personas.
LAS AVES DEL
LAGO ESTÍNFALO
LAS YEGUAS
SALVAJES DE
DIÓMEDES
En Tracia reinaba Diómedes, un rey sanguinario, que había adiestrado a yeguas para
que fuesen ten salvajes cómo él. Lo llevaban a las batallas en su carro de guerra, y
cuando empezaban, Diómedes las soltaba para que devoraran a sus adversarios. Pero
las yeguas le habían cogido tal adicción a la carne humana que Diómedes cada vez que
alguien se hospedaba en su castillo, al alba lo mataban y se lo daban de comer a las
yeguas.
Las yeguas poseían un bonito pelaje negro y tan suave como la seda. También tenían
unas largas crines del color de su pelo y unos dientes cortantes y limpios.
Euristeo le dijo que y a que tenía tan buena mano con los animales, le iba a mandar a
Tracia, donde reina su buen amigo Diómedes. También le dijo que sólo tenía que
traerle sus cuatro yeguas.
Heracles había oído hablar mucho de la crueldad de Diómedes y sabía que enfrentarse
a él solo era muy arriesgado, así que pidió ayuda a su buen amigo Abdero.
Los dos hombres desembarcaron en la costa de Tracia y caminaron hasta la capital de
Tracia, Tirida. Diómedes aparentó recibirlos con cordialidad en su palacio, pero
Heracles se mantuvo alerta, ya que se temía lo peor de aquel monarca bárbaro y cruel.
Hizo bien, ya que, Diómedes tenía pensado matarlos al alba y echárselos de comida a
las yeguas.
Pero las cosas no salieron cómo Diómedes esperaba, Heracles y Abdero se levantaron
ates del amanecer para ir a sacar a las yeguas de los establos. La tarea de liberarlos
no fue fácil, ya que estaban atados a unas cadenas de hierro a pesebres de cobre. Los
animales, nerviosos empezaron a relinchar, y Diómedes despertó. Entonces Heracles
empuñó su espada y la descargo sobre las cadenas, Abdero le ayudó a sacarlas a fuera.
Diómedes y todo su ejército iban tras los hombres, entonces Heracles le dijo a A bdero que
se quedara con las yeguas, Heracles fue a matar a Diómes y su ejército. Cuando ya los había
matado a todos fue a decirle a Abdero que se iban ya, pero la imagen que vio lo
aterrorizó, las yeguas habían coceado a Abdero hasta matarlo, Heracles, aflijido arrojó el
cuerpo de Diómedes a las yeguas y acto seguido éstas lo devoraron.
Se embarcó hacia Micenas en su barco, y cuando miró hacia atrás dijo que de ahora en
adelante ese lugar se llamaría Abdera, en homenaje al compañero que acababa de perder.
Cuando Euristeo vio a las yeguas empezó a llorar cómo un niño, e iba gritando por los pasillos
que era demasiado joven para morir.
Tardó seis días en salir de la tinaja.
LAS YEGUAS DEL
REY DIÓMEDES
EL
CINTURÓN
DE ORO DE
HIPÓLITA
Euristeo tenía una hija llamada Admete, que desde muy pequeña había conseguido
todos los caprichos que quería.
Cuando la joven estaba a punto de cumplir los dieciocho años le dijo a su padre que por
qué no le ordenaba a Heracles que consiguiera el cinturón de oro que tenía Hipólita, y
para asegurarse de que su padre se lo ordenara a Heracles dijo que ese era el mejor
regalo que podría tener.
Así que Euristeo se lo ordenó.
Hipólita era la reina de las amazonas, un pueblo de mujeres que combatían contra los
hombres y se cortaban un pecho para poder tirar mejor con el arco.
El cinturón se lo había regalado Ares, el dios de la guerra.
El cinturón hacía que te convirtieras en un mejor guerrero.
En esta ocasión Heracles tampoco fue solo, fue acompañado por un grupo de jóvenes
intrépidos.
Cuan do desembarcaron en Temiscira, las amazonas los recibieron amablemente,
entonces Heracles vio que era el momento justo de pedirle el cinturón, así que lo hizo,
e Hipólita le dijo que se lo daría, pero que antes se quedara unos días con ellas,
Heracles aceptó encantado.
Hera que observaba desde el Olimpo, enfureció, ya que a Heracles le salía todo bien,
así que difundió el rumor de que Heracles había raptado a Hipólita.
Esto hizo que se desencadenara una guerra, y para defenderse, Heracles raptó a
Melanipa, que era la hermana de Hipólita.
Como las amazonas querían que volviera Melanipa llegaron a un acuerdo con Heracles:
si él les devolvía a Melanipa, ellas le entregarían el cinturón.
Y así fue como Admete logró tener el cinturón y Heracles consiguió realizar este
trabajo.
EL CINTURON DE
HIPÓLITA
LOS BUEYES
DEL REY
GERIONES
A su vuelta de Temiscira, Heracles pasó mucho tiempo en Micenas, ya que el rey
Euristeo dudaba en que trabajo le mandaría esta vez.
Hasta que al fin un día le dijo que le debería traer los bueyes del rey Geriones.
Geriones era un gigante que tenía tres torsos y tres cabezas. Reinaba en Eritia, una
isla situada en el Océano, en el límite occidental del mundo, allí donde se extinguen los
últimos rayos de sol.
A Heracles no le resultó fácil llegar a Eritia, pues la isla estaba rodeada de aguas que
hervían sin cesar. Por aquellos mares no se podía navegar con un barco normal, pues el
intenso calor le habría combado el casco, así que Heracles le pidió al dios del sol,
Apolo, que le prestase el galeón de oro con el que volvía cada noche a Oriente tras
haber viajado por el cielo durante todo un día. Al principio, el viaje fue plácido y
alentador, pro, poco antes de llegar a su destino, el galeón tuvo que detenerse porque
topó con una sólida pared de roca que se levantaba en mitad del mar. Para poder seguir
su camino, Heracles tuvo que partir la roca por la mitad, y así formó el angosto paso
de agua que desde entonces llamamos <<estrecho de Gibraltar>>. Para dejar constancia
de su paso, erigió una alta columna de piedra en cada uno de los peñones donde
acababan África y Europa: hoy las llamamos <<las columnas de Heracles>>.
Una vez en Eritia, Heracles tuvo que luchar mucho para hacerse con los bueyes de
Geriones, grandes animales de pelo rojo que tenían un tamaño similar al del toro de
Creta. La manada estaba a cargo del boyero Euritión, quien se ayudaba de un perro de
dos cabezas llamado Ortro.
El animal se lanzó contra Heracles, pero el héroe acabó con él de un mazazo.
Euritión preguntó que quién andaba ahí, antes de correr la misma suerte que su perro.
Entonces un pastor llamado Menetes corrió a decirle a Geriones que un forastero
estab robándole su manada de bueyes, y el rey salió en busca del ladrón con los seis
ojos de sus tres cabezas llameando de rabia. Sin embargo, no lo encontró, porque,
cuando Heracles vio que Geriones se acercaba, se ocultó a toda prisa tras una roca.
El rey preguntaba que dónde está ese maldito.
Heracles esperó a que Geriones pasara de perfil junto a su escondite y entonces lanzó
un a flecha certera que perforó una tras otra las cabezas del gigante: Geriones cayó
muerto a tierra, y de su roja sangre brotó un cerezo silvestre.
Durante su viaje de regreso, Heracles tuvo que enfrentarse a grandes peligros. Al
pasar por Italia, una tribu de indígenas le ataco. Eran tantos que Heracles gastó todas
sus flechas envenenadas, y ni siquiera pudo matarlos a todos, así que invocó a su
padre, Zeus, que acabó con ellos haciendo que callera sobre sus cabezas una lluvia de
piedras.
Más tarde, el gigante Caco atracó el galeón de Apolo mientras que Heracles dormía y
se llevó dos de los mejores bueyes, pero al oír el mugido de los bueyes Heracles
despertó y empezó a darle mazazos a Caco, hasta que este calló muerto.
Cuando ya casi había terminado su viaje, la vengativa Hera mandó una plaga de tábanos
contra los bueyes. Enloquecidos, parte de la manada se tiró al río Estrimón para evitar
las picaduras. Enfurecido, Heracles empezó a tirar piedras al río, pero tiró tantas que
al final se convirtió en un camino de piedras qu lleva el nombre de <<la Pasadera de
Heracles>>.
Cuando por fin llegó a Micenas, Euristeo ni se molestó en mirar a los bueyes. Así que
en cuanto Heracles llegó dijo que los animales serían sacrificados en el templo de
Hera.
LOS BUEYES DEL
REY GERIONES
LAS
MANZANAS
DE ORO DE
LAS
HESPÉRIDES
En el jardín de las Hespérides crecía un árbol de manzanas de oro que Zeus le había
entregado a Hera como regalo de bodas. El árbol se hallaba bajo la custodia de un
dragón inmortal que poseía cien cabezas conocido como Ladón, y sólo las hijas del titán
Atlas, tres bellas ninfas a las que llamaban Hespérides podían recoger esos frutos.
Euristeo sabía que si Heracles tocaba esas manzanas, Hera lo castigaría sin piedad, así
que le dijo que debería ir al jardín de las Hespérides y traerle las manzanas de oro.
Ningún mortal sabía donde se hallaba aquel jardín. Heracles lo buscó por montañas y
valles durante muchos meses, pero todo eso fue en vano.
Un día encontró a tres ninfas jugando en la playa, y les preguntó si sabían donde
estaba el jardín de las Hespérides, ellas le contestaron que su padre lo sabía, aquellas
tres ninfas eran las hijas de Nereo, el Viejo del mar, además le dijeron que lo sujetara
con fuerza, porque sino se escaparía.
Y es que Nereo cambiaba de forma a cada instante. Cuando Heracles lo encontró,
Nereo estaba durmiendo. Sin darle tiempo a despertar, le saltó encima y lo agarró por
el pecho, pero Nereo se convirtió en agua, pero Heracles lo apretó con tanta fuerza
que no logró
escapar, así que se convirtió en fuego, pero Heracles soportó el dolor, pero
entonces se convirtió en un león que habría acabado con un hombre de un
solo asalto, pero Heracles luchó a brazo armado y por poco lo mata, pero
entonces Nereo dijo que se rendía, y dijo que el jardín se encontraba en
África, en las laderas del monte Atlas, en la provincia de Mauritania.
Además le dijo que si quería aquellos frutos primero debía matar al dragón
que vigilaba el árbol, y luego debía encontrar al gigante Atlas, ya que sólo
sus hijas podían recoger aquellos frutos tan especiales.
Por el camino se tuvo que enfrentar al gigante Anteo, quien tenía la
costumbre de retar a todos los viajeros. Como Anteo era hijo de Gea, le
bastaba con pisar el suelo para que su madre le enviara fuerzas, así que era
casi imposible de vencerlo, pero Heracles descubrió una manera, que fue
levantarlo del suelo con sus vigorosos brazos y asfixiarlo en el aire.
En las laderas más bajas del monte Atlas, Heracles vio por fin el jardín que
buscaba. En cuanto Heracles se adentró en él, el dragón de cien cabezas
avanzó hacia él para enroscarse en su cuerpo y asfixiarlo. Pero antes de
que se acercase lo suficiente, Heracles lo mató con una de sus flechas
envenenadas. Luego, Heracles subió hasta la cumbre de la montaña, donde
se hallaba Atlas, condenado por Zeus a sujetar el mundo durante el resto
de su vida.
Heracles le dijo a Atlas que por favor le dijera a sus hijas que le
trajeran unas pocas manzanas, pero que mientras él se lo pedía él
debería sostener el mundo, Heracles aceptó, pero cuando Atlas
volvió le dejó las manzanas a sus pies y se fue, Heracles le dijo que
tenía que volver, pero el gigante le contestó que él ya había
cumplido con ese castigo durante mucho tiempo y que ahora le
tocaba a otro, así que Heracles decidió engañarle, y le dijo que le
daba igual quedarse allí, pero que le moviera un poquitín el mundo
porque se le iba a caer, pero cuando se agachó para ayudarle
Heracles se puso en pie dejando que el mundo cayese de nuevo en
la espalda de Atlas, cogió las manzanas y se fue colina abajo.
Cuando llegó a Micenas Euristeo le dijo que se llevar de ahí las
manzanas, porque sino Hera los mataría a los dos, así que se las dio
a Atenea, en agradecimiento por haberle ayudado cuando tuvo que
matar a las aves del lago Estínfalo, pero Atenea las devolvió al
jardín, ya que ella sabía que aquellas manzanas no podían salir del
jardín
LAS MANZANAS DE ORO
EL
CERBERO
DE HADES
Como último trabajo, Euristeo le ordenó a Heracles que viajase al Infierno, pues había
oído que quien entraba en el reino de los muertos no volvía al de los vivos.
Euristeo le dijo que debía traerle al Cerbero, el perro de Hades.
Guiado por el dios Hermes, Heracles llegó a la cueva del cabo Ténaro, cerca de
Esparta, que es una de las bocas del Infierno. Una vez dentro de la gruta, avanzó
entre tinieblas por caminos serpenteantes repletos de espíritus que huían con rapidez
al oír sus pasos. Sólo un joven alto y pálido permaneció impasible al intruso. Era el
príncipe Meleagro, que había matado a sus tíos en un arranque de furia y vivía
atormentado por la culpa. Sus ojos irradiaban tal tristeza que Heracles no pudo evitar
conmoverse.
Heracles le preguntó que si le podía ayudar en algo.
Meleagro le pidió un favor.
Le pidió que cuando volviera al mundo de los vivos fuera a visitar a su hermana
Deyanira, y que le dijera cuanto la quería y cuanto la echaba de menos.
Heracles prometió hacerlo, y luego siguió su camino. Dejó atrás a las tres Parcas, que
manejan y cortan el hilo de la vida de los mortales, y a las tres furias, que persiguen a
los malhechores clamando venganza, y llegó a orillas del Estigio, un río de aguas negras
y turbias que rodea el Infierno con sus meandros. Sentado a la orilla se encontraba
Caronte, el viejo barquero que transporta a los muertos.
Heracles le dijo que quería que le llevara al Infierno.
Caronte le respondió que su barca estaba vedada a los vivos, pero Heracles lo amenazó
con su maza, y el barquero accedió a llevarlo. Una vez en el Infierno, Heracles se
adentró en el palacio de Hades, quien reina en el mundo de los muertos junto con su
esposa, Perséfone.
Hades le dijo a Heracles que cómo osaba a entrar en su castillo.
Heracles le explicó en pocas palabras las razones de su viaje.
Hades accedió a que Heracles se llevara a Cerbero, pero con dos condiciones, que lo
debería dominar sólo con sus manos y la segunda que lo debería devolver al Infierno en
cuanto Euristeo lo viera.
Heracles prometió que lo haría.
Cerbero estaba sentado a las puertas del Infierno. Gruñía sin cesar por sus tres
cabezas, rezumaba veneno por sus mandíbulas y agitaba con fuerza el aguijón de
escorpión de su cola. Nada más ver a Heracles, le saltó encima, pero el héroe le echó
la piel de león que servía de capa, y las cabezas de Cerbero quedaron enredadas entre
sus repliegues. Entonces Heracles se lanzó sobre el monstruo y lo agarró por el cuello
hasta que logró dominarlo.
Cerbero le picó varias veces con el espolón de su rabo, pero Heracles no soltó al
monstruo. Arrastrándolo con todas sus fuerzas, logró llevarlo hasta la Tierra, donde
Cerbero vio por primera vez la luz del sol.
Cuando Euristeo vio a Cerbero sintió tanto miedo que se escondió en la tinaja.
Mientras tanto Heracles llevó a Cerbero al Infierno.
EL CERBERO DE
HADES
LA MUERTE
DE
HERACLES
Tras terminar sus doce trabajos, Heracles se dirigió a la ciudad de Ecalia. Allí reinaba un
hombre llamado Éurito, que pensaba que nadie le podía ganar con el arco, ni a él ni a sus
hijos, y decía que entregaría la mano de su hija Yole al hombre que consiguiera ganarles,
y Heracles ganó, pero a la hora de tomar la mano de Yole, Éurito se negó, ya que sabía lo
que Heracles le había hecho a su mujer y no quería que le hiciese lo mismo a su hija, al
decir que no, Heracles enfureció, y entabló una guerra con el rey y dos de sus tres hijos,
ya que el menor, Ífito luchó en el bando de Heracles ya que veía justo que Heracles se
enfadara, pero Heracles confundió a Ífito con uno de los otros hijos del rey, y lo empujó.
Éste empezó a caer desde la torre donde se encontraba la batalla, y perdió la vida al caer
al suelo.
Heracles se enfadó consigo mismo por haber matado a otra persona inocente.
Desesperado, acudió al oráculo de Delfos, donde la pitonisa le dijo que debería servir a la
reina Ónfale de Lidia. En aquellas tierras había muchos ladrones, pero Heracles acabó
con ellos fácilmente.
Ónfale era viuda, y Heracles tardó poco en ser su amante, pero cuando estaban a solas le
gustaba humillarle.
Tras tres años de sirviente, Heracles volvió a su tierra, y después de muchas aventuras
llegó a Calidón para cumplir la promesa que había hecho a Meleagro, entonces le dijo a
Deyanira, que era la hermana de Meleagro, que su hermano la echaba mucho de menos.
Deyanira era tan guapa que Heracles se enamoró de ella, y en dos semanas se casaron
Durante un viaje que hacía la pareja, tuvieron que cruzar el río Eveno, y entonces el
centauro Neso se ofreció a llevar a Deyanira hasta la tierra mientras que Heracles
nadaba, pero Neso también se había enamorado de la joven, y cuando estaba en tierra
firme, empezó a correr para llevarse a Deyanira, así que Heracles tiró una flecha certera
que se clavó en el corazón de Neso, pero antes de morir le dijo a Deyanira que cojiera un
poco de su sangre, y que ésta le ayudaría si Heracles paraba de quererla.
Un tiempo después Heracles se fue con Deyanira a Ecalia, para batirse de nuevo en duelo
con el rey Éurito.
Esta vez Heracles raptó a Yole, y decidió celebrar la victoria con una gran fiesta, para esto
decidió que llevaría una toga nueva, así que le dijo a Deyanira que fuera a por la toga,
mientras que iba a por ella pensó que Heracles se quería casar con Yole, así que le echó
la sangre de Neso a la toga, pero resulta que Neso le mintió, su sangre era un veneno
letal, mientras que ardía en llamas Heracles intentó deshacerse de la toga, pero se le
había pegado al cuerpo, así que cada vez que se arrancaba un trozo de toga, también se
lo arrancaba de la piel, entonces se tiró a un arroyo, donde falleció.
Al ver lo que había hecho, Deyanira se clavó un puñal en el corazón, por la culpa que
sentía.
Al morir, Heracles fue al Olimpo, donde hasta Hera lo acogió amablemente, ya que se
había quedado impresionada al ver que Heracles superaba cada trampa que le ponía.
LA MUERTE DE
HERACLES
FIN

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  • 1. LOS DOCE TRABAJOS DE HERACLES LAURA R. J. 4º E.P.O. COLEGIO ALQUERÍA
  • 2. INTRODUCCIÓN La mitología es un conjunto de mitos que narran las acciones de los dioses y héroes de la Antigüedad. Un mito, es un relato basado en la tradición y en la leyenda, creado para explicar el universo, el origen del mundo, los fenómenos naturales y cualquier cosa para la que no haya una explicación simple. En la mitología griega existen divinidades, que son consideradas como seres dotados de un poder superior. Un semidiós es el fruto de la unión entre una divinidad y un/a mortal. Un héroe es un personaje extraordinario que posee las características más valorados de su cultura, posee habilidades sobrehumanas que le permiten llevar a cabo hazañas extraordinarias y beneficiosas («actos heroicos») por las que es reconocido.
  • 4. Heracles nació en el monte Olimpo. Era hijo de Zeus y Alcmena, esposa del rey de Tirinto. Tenía un hermanastro que se llamaba Íficles. Zeus se enamoró de Alcmena y mientras el marido de ésta estaba en la guerra, tomó su apariencia. Tuvieron un hijo que sería el más poderoso de todos los mortales, para gobernar la casa de Perseo (Perseo era bisabuelo de Heracles, siendo a la vez hijo de Zeus). Hera, la esposa de Zeus, harta ya de sus infidelidades, se enfadó mucho y envió dos serpientes a la cuna del pequeño, mientras que Íficles lloraba, Heracles las ahogó con sus propias manos.
  • 5. “LA VÍA LÁCTEA”. RUBENS Le llamaron Heracles (que significa gloria de Hera) porque Zeus quería que además de ser mortal fuese una divinidad. Zeus, hechizó a Hera para que se adormeciera y puso a Heracles a mamar de su seno, para que cogiese poder divino. Cuando Hera despertó, le dio un empujón a Heracles para separarlo de su pecho y en ese momento salió un chorro de leche de su seno, así se creó la Vía Láctea.
  • 7. SUS TUTORES En su infancia fue instruido por los mejores profesores, como:  Éurito -> Arco  Anfitrión -> Conducir carros de guerra  Cástor -> Montar a caballo y combatir con armas pesadas  Autólico -> Le enseño a luchar  Lino -> Canto con lira  Quirón -> Medicina
  • 8. A los quince años, era un muchacho alto, fuerte y muy guapo. Era muy bueno con el arco, la lanza y la espada y aprovechaba su fuerza para enfrentarse a los que hacían el mal. Era capaz de destrozar los huesos de un hombre de un simple abrazo. Heracles no era tan sólo un hombre fuerte, pues el héroe posee las virtudes morales y las flaquezas humanas, como cuando mató a Lino con un golpe de lira.
  • 9. Un día, Heracles ayudó al rey de Tebas con sus enemigos, y éste en señal de agradecimiento le entregó la mano de su hija Mégara. Se casaron y fueron muy felices. Del matrimonio nacieron tres hijos. Pero Hera que no cejaba en su empeño de que la pena persiguiera a Heracles hasta el fin de sus días, le lanzó un ataque de ira y éste cogió a su mujer y sus hijos y los arrojó al fuego . Cuando volvió en sí y se dió cuenta del crimen que había cometido, se hundió en la más profunda de las penas. Pasados unos días, una voz le dijo en sueños que debería ir al templo de Apolo, en Delfos, y acatar el juicio del Oráculo.
  • 10. A la mañana siguiente, partió hacia Delfos, pero , como se sentía tan culpable decidió ir descalzo y pasar por las rocas más cortantes, por lo que cuando llegó al templo, dejó tras de sí un rastro de sangre. Cuando entró, le preguntó al Oráculo que debía hacer para purgar su crimen, éste tardó en responder, hasta que salió la pitonisa, que hablaba en nombre de Apolo, y le contestó que debería ir a Micenas, y que allí su primo Euristeo le encomendaría doce trabajos, cada uno más difícil que el anterior. Y así fue como Heracles empezó sus andanzas.
  • 12. Euristeo era el hombre más medroso del mundo, y cada vez que sentía el peligro cerca se escondía en una tinaja de bronce que tenía en su sótano. Al nacer sietemesino fue una persona enfermiza durante toda su vida. Al ver que su primo Heracles iba hacia allí se asustó pensando que le iba a destronar, ya, que en un principio ese trono iba a ser suyo, pero se sorprendió mucho al ver que su primo se arrodillaba ante él y le decía que quería ponerse a su servicio. Euristeo le preguntó -¿Entonces puedo encomendarte el trabajo que quiera?- Heracles asintió y en el rostro del monarca se dibujó una sonrisa. Ya que veía a Heracles como su mayor enemigo podría encomendarle un trabajo en el que encontrara la muerte. Euristeo se pasó días cavilando sobre que trabajo le mandaría. Al final le dijo a Heracles –Deberás ir a Nemea allí hay un león que todas las noches devora a los pastores junto con sus ovejas, tendrás que ir allí, matarlo y traerme su piel en señal de tu hazaña- A Euristeo se le olvidó decirle lo más importante, que era que la piel de esa fiera no se podía perforar con nada. Heracles partió a Nemea con una lanza, una red una espada y una clava de olivo, que era su arma favorita, cuando llegó se escondió detrás de unas rocas a la espera del león. Al alba de la mañana apareció el león con las fauces manchadas de sangre, ya que se había pasado la noche comiendo pastores y devorando ovejas.
  • 13. Heracles lanzó la lanza contra el león, pero ésta rebotó en su pecho como si fuera una roca o un escudo de diamante. Enfurecido el león mostro sus colmillos, que brillaron como la luna misma. Pero Heracles no se dejó amedrentar: avanzó hacia el león y descargó un golpe seco y a la vez fuerte sobre la espalda del león. Sin embargo, el león, apenas se inmutó, como si su cuerpo fuera de hierro macizo. Heracles alzó de nuevo su clava, y entonces el león echó a correr. Por primera vez esa fiera había sentido miedo. La guarida de esa fiera se encontraba en una cueva que tenía dos entradas. Mientras que avanzaba hacia la gruta, Heracles trazó un plan: cerraría una de las entradas con su red y entraría por la otra en busca del león.
  • 14. En el interior de la cueva, la lucha fue terrible. El león saltaba sobre Heracles con tanta fuerza que la tierra temblaba, pero el héroe no sólo resistía los golpes de aquella bestia, sino que también poco a poco la iba obligando a retroceder. Al final el león intentó escapar por la segunda entrada, así que quedó atrapado en la red, Heracles saltó encima suya, lo agarró de atrás hacia el cuello y le apretó con todas sus fuerzas hasta asfixiarlo. Pero todavía le quedaba lo más difícil, arrancarle la piel, Heracles no logró perforar su piel con su lanza ni con su espada, así que decidió desgarrarla con sus propias garras. Como la piel pesaba demasiado decidió llevarla a forma de capa, usando la cabeza a modo de casco. De manera que cuando llegó a Micenas, Euristeo visualizó la figura de un león acercándose, de modo que se desmalló. -Despierta que soy yo- le decía Heracles-.El león ya está muerto. El rey montó en cólera. <<¿De modo que has matado a esa fiera?>>, se dijo para sus adentros. << Pues disfruta de la vida mientras puedas, porque tu próximo trabajo será el último>>.
  • 15.
  • 17. -Deberás matar a la hidra de Lerna- ordenó Euristeo poco después de que Heracles volviera de Nemea. La hidra era una especie de dragón que tenía nueve cabezas en forma de serpiente que habitaba en la laguna de l Lerna. Se alimentaba de vacas y ovejas, a las que primero atenazaba con los anillos de su cuerpo y luego mordía con sus afilados colmillos. El aliento de la hidra era letal. Muchos guerreros han intentado matar a esta fiera, pero pagaban su osadía con la muerte, ya que, cuando le cortaban una cabeza le salía otra más fuerte y feroz en su lugar. Con la piel del león de Nemea puesta, con la espada en la mano y el arco colgado del hombro abandonó Micenas y se dirigió hacia Lerna. -¿Puedo acompañarte?- le preguntó su sobrino Yolao. Heracles le dijo que se tenía que marchar solo porque la misión que le esperaba era muy peligrosa, pero Yolao insistió en llevarlo hasta Lerna en su carro de guerra. Cuando llegaron a la laguna Yolao detuvo a los caballos y dijo: -Si sigo contigo, el carro quedará varado en el fango. -Quédate aquí mientras yo voy a buscar a la hidra- le ordenó Heracles, y se adentró en la laguna. La hidra se encontraba en el centro de la laguna. Al verla, Heracles le lanzó diez o doce flechas, aunque ninguna la alcanzó.
  • 18. Heracles contuvo la respiración para no inhalar el letal aliento de la hidra. Con golpes fuertes fue decapitando a la hidra, pero su esfuerzo fue en vano, pues cada vez que le cortaba una de sus nueve cabezas le volvía a nacer otra. Hera observaba desde el Olimpo y sonreía, ya que veía a Heracles en una situación difícil. Para ponerle la cosa aún más difícil, decidió mandarle dos cangrejos que pellizcaron los tobillos del héroe. La hidra había conseguido enroscarse por su cintura, y le apretaba con tanta fuerza que le costaba respirar. En cambio, le fue fácil deshacerse de los cangrejos: los destrozó de un pisotón. -¡Yolao!-gritó entonces-.¡Enciende fuego y prende una tea! Yolao obedeció a toda prisa: reunió leña, encendió un fuego y se fue hacia su tío Heracles con una antorcha en la mano. -Escúchame- le dijo Heracles-:cada vez que yo corte una cabeza de la hidra tú apretarás la antorcha contra el lugar afectado. -Confía en mí- respondió Yolao. Esta operación funcionó. -Hay que enterrar al monstruo enseguida- advirtió Heracles, que temía que la hidra resucitara.
  • 19. La enterraron a orillas de la laguna, pero antes Heracles mojó unas cuantas flechas de su carcaj en la sangre del monstruo para que así en adelante sus disparos tuvieran un efecto mortífero. -¡Si te ha ayudado Yolao, no puedo aceptarlo como un trabajo válido!-exclamó Euristeo cuando Heracles regresó a Micenas. La victoria de su primo contra la hidra le había enfurecido tanto que buscaba algún pretexto para aguarle la fiesta. -En ese caso- dijo Heracles con serenidad-, volveré a Lerna, desenterrare a la hidra y la traeré a Micenas. Por supuesto, Euristeo dio el trabajo por válido. Heracles no cumplió su amenaza, pero al rey le costó mucho dormir, pues cada vez que cerraba los ojos soñaba con los dientes afilados de la hidra.
  • 20.
  • 22. Poco después de que Heracles volviera de Lerna, Euristeo le dijo que debería traerle la cierva dorada de Cerinia. La cierva era custodiada por Artemisa, la diosa de la caza, y Euristeo sabía que si alguien hacia daño a ese animal, lo pagaría con la muerte. La historia ocurrió así: un día de verano Artemisa paseaba por el río Ladón, cuando vio una manada de cinco ciervos con los cuernos de oro, las pezuñas de bronce y un tamaño mayor que el de los toros. A Artemisa le gustaron tanto que decidió darles caza con sus propias manos, sólo la hembra logró escapar. Ésta se refugió en el monte Cerinia, cerca de la Arcadia, donde un tiempo después la ninfa Táigete logró darle caza, desde entonces la cierva está custodiada por Artemisa. A Heracles le costó mucho encontrarla, y cuando por fin la encontró, el animal hecho a correr. Heracles se tiró un año persiguiendo a la cierva, las estaciones pasaban, pero él la seguía persiguiendo, hasta que una vez la cierva se cansó y se paró un segundo a beber agua, en ese momento Heracles aprovechó y le lanzó una flecha, que se quedó atravesada entre las dos piernas, como si fuera un pinchito. Cuando volvía hacia Micenas se encontró con una mujer alta que llevaba un arco en la mano y un carcaj colgado del hombro. Era Artemisa, le preguntaba que a dónde se iba con su cierva, éste le respondió que era un trabajo encomendado por su primo Euristeo. Al final llegaron a un trato, él iba y le enseñaba la cierva a Euristeo y después la devolvía a Cerinia, porque si no iría en busca de él y lo mataría. Heracles cumplió su parte del trato. Tras habérsela enseñado a Euristeo la soltó y ésta salió corriendo hacia Cerinia.
  • 25. Euristeo se debanava los sesos pensando en un trabajo para Heracles. Un día se enteró de que un gran jabalí estaba desolando el monte Erimanto, así que Euristeo le dijo que le debería traer a esa fiera viva. Muchos guerreros habían intentado matarlo, pero todos morían en el intento, así que traerlo con vida sería todavía mas difícil. Heracles decidió pasarse antes por el país de los centauros, que eran gobernados por Quirón, el maestro que le enseñó el arte de la medicina cuando era joven. Quirón se alegró tanto de ver a Heracles que dijo que harían un banquete para celebrarlo. Pero algunos centauros bebieron más vino de la cuenta y se pusieron a lanzarle piedras a Heracles, Heracles para defenderse empezó a disparar flechas a los centauros, pero ocurrió una gran desgracia, una de las flechas mojadas en la sangre de la hidra acabó en la rodilla de Quirón, quién sufrió una larga y dolorosa muerte. Heracles se sentía muy dolido por la muerte de Quirón y no quería avanzar, pero el deber pudo con la pena y siguió su camino.
  • 26. En cuanto llegó al monte Erimanto vio unas huellas de jabalí. Cuando estaba siguiendo las huellas escuchó un fiero bufido, se asomó entre unos árboles y vio a la fiera que buscaba. Era un animal gigantesco, estaba revolcándose en su bañil, pero al notar que lo observaban, echó a correr. Como tenía que llegar vivo no podía dispararle, así que le tendió una trampa. Heracles estuvo toda una mañana persiguiendo al jabalí para llevarlo hasta los neveros, donde hay más nieve de todo el monte Erimanto. Y como correr entre la nieve, era más difícil que hacerlo sobre la tierra, el jabalí empezó a cansarse. Mientras que corrían el animal pasó cerca de un hoyo profundo. Entonces Heracles echó a correr hacia el jabalí, agitando su maza sin parar, y el jabalí se asustó tanto que retrocedió y se precipitó al hoyo. Ya que estaba indefenso se puso a patalear para librarse, pero no lo logró porque Heracles le saltó encima, le apretó hasta dejarlo inconsciente y lo aferró con unas regias cadenas de hierro.
  • 27. Cuando Heracles volvió a Micenas y Euristeo disipó a la fiera se arrepintió de haberle mandado aquel trabajo. El rey tenía tanto miedo que corrió a esconderse en su tinaja de bronce, de donde no se atrevió a salir en varios días, hasta que uno de sus guardias le juró que Heracles ya había matado a la bestia. Pero cuando el rey salió de la tinaja, Heracles ya no estaba. Cansado de esperar, Heracles había zarpado hacia la Cólquide para ayudar a Jasón a conquistar el famoso vellocino de oro.
  • 29. En cuanto Heracles volvió a Micenas Euristeo le dijo que debería limpiar los establos del rey Augias en un solo día. A simple vista parecía una fácil tarea de sirvientes, pero lo que Heracles no sabía era que Augias tenía miles de vacas y ovejas, trescientos toros negros, doscientos toros rojos y una docena de toros plateados. Y como no se habían limpiado desde hace mucho tiempo estaban rodeados de apestoso estiércol. A Heracles no le costó mucho encontrarlos, se guió por su olfato. Con la nariz tapada se presentó al rey y le dijo su propósito. Le dijo que estaba loco, pero que si lo conseguía le entregaría la mitad de su reino. Heracles sonrió: tenía un plan: con sus puños golpearía los establos hasta hacerle dos agujeros. Luego recogió piedras de alrededor para construir una presa que desviaría el cauce de dos ríos que pasaban cerca de los establos: el Peneo y el Alfeo. Los dos se juntaron en uno solo que se precipitó hacia los establos. Al mediodía Heracles le dijo que ya había terminado. El monarca no lo podía creer, pero cuando fue vio que no estaban sucios y estaba libres de cualquier tipo de mal olor. El rey le dijo que no pensaba que le fuera a dar su reino de verdad. Heracles respondió que un monarca tiene que cumplir sus promesas. Y el monarca le dijo que el trabajo lo habían hecho los dioses, y que él sólo estaba cumpliendo órdenes de Euristeo. Así que se marchara. Heracles le dijo que se iría, pero que antes construiría la presa para que el río inundara su casa.
  • 30. Heracles no cumplió su amenaza, porque todavía le quedaban muchos trabajos por delante, así que decidió volver a Micenas para preguntarle a Euristeo por su próximo trabajo.
  • 32. Euristeo había escuchado cosas horribles sobre el toro de Creta, era un animal blanco como la nieve, que había surgido de las aguas del mar. Minos, el rey de Creta, había prometido sacrificarlo en los altares de Poseidón, el dios del mar, pero quedó tan impresionado por la magnificencia del toro que se negó a cumplir su promesa. Irritado, Poseidón se vengó enloqueciendo al toro, que desde entonces echaba fuego por las anillas de su hocico, pisoteaba las cosechas y mataba a embestidas al que tenía la mala suerte de cruzarse con él. Euristeo pensó que cualquiera que se enfrentara a esa bestia pagaría su osadía con la muerte, y por eso le ordenó a Heracles que fuera a Creta y le trajera al animal vivo. Por primera vez Heracles va a salir del Peloponeso para realizar un trabajo. Cuando llegó a Creta, Minos lo recibió vigorosamente y le relató con detalle las desgracias que causaba el toro. Le explicó que estaban aterrorizados y que como los campesinos ya no se atreven a labrar las tierras, las cosechas se habían arruinado. Minos le puso a su disposición a todo su ejército, Heracles se lo agradeció, pero le dijo que prefería hacerlo solo. Heracles salió a buscar al toro sin armas, pues Euristeo le había dicho que se lo llevara vivo. La única ayuda que llevaba eran unas regias cadenas de bronce con las que pretendía inmovilizar al animal. No le costó encontrar a la bestia. Heracles iba andando por el sendero y notó que la tierra temblaba, el toro se acercaba.
  • 33. Al ver a Heracles el animal agachó la cabeza, resopló con fuerza y echó a correr para empitonarlo, pero Heracles saltó a un lado y lo esquivó. El toro dio media vuelta y embistió de nuevo. La imagen de esa fiera echando humo por los ollares habría vuelto loco a quien sea, pero Heracles tuvo el coraje necesario para esperar al toro de cara y, cuando los cuernos estaban a punto de rozarle, Heracles saltó sobre su lomo. Entonces lo sujeto por los pitones y tiró hacia atrás con todas sus fuerzas hasta que logró derribarlo, al acto siguiente le sujetó las patas con las cadenas de bronce, se lo echó a la espalda y lo llevó hasta el barco que le esperaba en el puerto. Minos le dijo que no sabía como agradecérselo, Heracles contestó que él sólo cumplía con su deber. Poco tiempo después, Heracles desembarcó en Micenas, donde Euristeo estuvo a punto de desmayarse de miedo al ver al blanco toro de Creta. Euristeo le dijo que lo sacrificarían en el templo de Hera. Ésta se negó ya que seguía viendo a Heracles como un rival, así que lo soltó en la llanura de Maratón donde siguió causando estragos durante muchos años, hasta que el heroico Teseo consiguió darle muerte.
  • 34. CURIOSIDADES  El toro de Creta tuvo un hijo con la reina Pasífae, mujer del rey Minos, el hijo es el famoso minotauro.
  • 37. En el lago Estínfalo, a la sombra del monte Cillene, habitaban unos pájaros terribles que se alimentaban de carne humana. Quienes lo habían visto, los describían como unas fieras enormes que tenían cabeza de serpiente, unos afilados colmillos y unas fuertes garras de bronce. Las aves del Estínfalo cruzaban el aire formando grandes bandadas negras y, cada vez que veían a un hombre o una res, arrojaban desde sus alas una lluvia de aceradas plumas puntiagudas que salían disparadas como flechas en todas direcciones y se clavaban en la carne de sus víctimas. Entonces las aves se lanzaban en picado para devorar a la presa, que no podía por más que lo intentara, pues los fangos movedizos del Estínfalo apresaban los pies de los hombres las patas de los animales como una trampa mortal. Hacía unos años, un grupo formado por los arqueros más hábiles del rey Euristeo había intentando acabar con aquellas aves carnívoras, pero la mayoría de los hombres se convirtió en presa de los pájaros y los demás regresaron medio locos, con las marcas del fracaso y del horror grabadas en el rostro. Euristeo pensó que ni siquiera Heracles lo podría conseguir. Y por eso mismo decidió encomendarle la tarea de matarlos. Heracles partió de Micenas con su arco y su carcaj. Cuando llegó al monte Cillene, se abrió paso a través de los juncos y se adentró en las aguas del Estínfalo. A lo lejos, se oían los chillidos estridentes de los pájaros, que volaban por delante del sol. Con el fango a la altura de la cintura, Heracles se detuvo a esperar a las aves.
  • 38. De repente Heracles escuchó que alguien decía que le ayudaría. Al volver la cabeza, Heracles vio a una mujer alta y de largos cabellos en la que reconoció enseguida a Atenea, la diosa de la sabiduría, quien había bajado desde el monte Olimpo porque sabía que Heracles era el hijo predilecto de Zeus y deseaba ayudarle. Atenea llevaba la lechuza de la sabiduría posada en el brazo, y en la mano sostenía un extraño y gran sonajero lleno de grandes cascabeles de bronce. La diosa le dijo que si se quedaba ahí abajo nunca conseguiría matar a las aves. Entonces le dijo lo que debía hacer: le dijo que subiera a lo alto del risco y que agitara con fuerza el sonajero. Ese sonajero lo forjó Hefesto, el dios del fuego, y que cuando lo agitara sonaría como el crujido de una gran llamarada en medio del bosque. Le dijo que cuando los pájaros oyeran aquel estruendo volarían aturdidos. Heracles siguió el consejo que le había dado Atenea. Trepó a lo alto del risco y agitó el sonajero con fuerza. Espantadas, las aves echaron a volar a un tiempo y cruzaron los cielos formando una gran bandada. Entonces Heracles soltó el sonajero y apuntó con el arco a las aves. Cuando pasaron sobre su cabeza, empezó a dispararles con gran rapidez, y una bandada de animales muertos cayeron sobre las aguas del Estínfalo. Heracles se preguntó si volverían , así que se quedó una semana con la mirada clavada en el horizonte. Pero parece ser que se habían asustado tanto que nunca más volvieron a Grecia. Años después, algunos marineros afirman que las habían visto cerca de la isla de Ares, en el mar Negro, donde tal vez sigan devorando a las personas.
  • 39. LAS AVES DEL LAGO ESTÍNFALO
  • 41. En Tracia reinaba Diómedes, un rey sanguinario, que había adiestrado a yeguas para que fuesen ten salvajes cómo él. Lo llevaban a las batallas en su carro de guerra, y cuando empezaban, Diómedes las soltaba para que devoraran a sus adversarios. Pero las yeguas le habían cogido tal adicción a la carne humana que Diómedes cada vez que alguien se hospedaba en su castillo, al alba lo mataban y se lo daban de comer a las yeguas. Las yeguas poseían un bonito pelaje negro y tan suave como la seda. También tenían unas largas crines del color de su pelo y unos dientes cortantes y limpios. Euristeo le dijo que y a que tenía tan buena mano con los animales, le iba a mandar a Tracia, donde reina su buen amigo Diómedes. También le dijo que sólo tenía que traerle sus cuatro yeguas. Heracles había oído hablar mucho de la crueldad de Diómedes y sabía que enfrentarse a él solo era muy arriesgado, así que pidió ayuda a su buen amigo Abdero. Los dos hombres desembarcaron en la costa de Tracia y caminaron hasta la capital de Tracia, Tirida. Diómedes aparentó recibirlos con cordialidad en su palacio, pero Heracles se mantuvo alerta, ya que se temía lo peor de aquel monarca bárbaro y cruel. Hizo bien, ya que, Diómedes tenía pensado matarlos al alba y echárselos de comida a las yeguas. Pero las cosas no salieron cómo Diómedes esperaba, Heracles y Abdero se levantaron ates del amanecer para ir a sacar a las yeguas de los establos. La tarea de liberarlos no fue fácil, ya que estaban atados a unas cadenas de hierro a pesebres de cobre. Los animales, nerviosos empezaron a relinchar, y Diómedes despertó. Entonces Heracles empuñó su espada y la descargo sobre las cadenas, Abdero le ayudó a sacarlas a fuera.
  • 42. Diómedes y todo su ejército iban tras los hombres, entonces Heracles le dijo a A bdero que se quedara con las yeguas, Heracles fue a matar a Diómes y su ejército. Cuando ya los había matado a todos fue a decirle a Abdero que se iban ya, pero la imagen que vio lo aterrorizó, las yeguas habían coceado a Abdero hasta matarlo, Heracles, aflijido arrojó el cuerpo de Diómedes a las yeguas y acto seguido éstas lo devoraron. Se embarcó hacia Micenas en su barco, y cuando miró hacia atrás dijo que de ahora en adelante ese lugar se llamaría Abdera, en homenaje al compañero que acababa de perder. Cuando Euristeo vio a las yeguas empezó a llorar cómo un niño, e iba gritando por los pasillos que era demasiado joven para morir. Tardó seis días en salir de la tinaja.
  • 43. LAS YEGUAS DEL REY DIÓMEDES
  • 45. Euristeo tenía una hija llamada Admete, que desde muy pequeña había conseguido todos los caprichos que quería. Cuando la joven estaba a punto de cumplir los dieciocho años le dijo a su padre que por qué no le ordenaba a Heracles que consiguiera el cinturón de oro que tenía Hipólita, y para asegurarse de que su padre se lo ordenara a Heracles dijo que ese era el mejor regalo que podría tener. Así que Euristeo se lo ordenó. Hipólita era la reina de las amazonas, un pueblo de mujeres que combatían contra los hombres y se cortaban un pecho para poder tirar mejor con el arco. El cinturón se lo había regalado Ares, el dios de la guerra. El cinturón hacía que te convirtieras en un mejor guerrero. En esta ocasión Heracles tampoco fue solo, fue acompañado por un grupo de jóvenes intrépidos. Cuan do desembarcaron en Temiscira, las amazonas los recibieron amablemente, entonces Heracles vio que era el momento justo de pedirle el cinturón, así que lo hizo, e Hipólita le dijo que se lo daría, pero que antes se quedara unos días con ellas, Heracles aceptó encantado. Hera que observaba desde el Olimpo, enfureció, ya que a Heracles le salía todo bien, así que difundió el rumor de que Heracles había raptado a Hipólita.
  • 46. Esto hizo que se desencadenara una guerra, y para defenderse, Heracles raptó a Melanipa, que era la hermana de Hipólita. Como las amazonas querían que volviera Melanipa llegaron a un acuerdo con Heracles: si él les devolvía a Melanipa, ellas le entregarían el cinturón. Y así fue como Admete logró tener el cinturón y Heracles consiguió realizar este trabajo.
  • 49. A su vuelta de Temiscira, Heracles pasó mucho tiempo en Micenas, ya que el rey Euristeo dudaba en que trabajo le mandaría esta vez. Hasta que al fin un día le dijo que le debería traer los bueyes del rey Geriones. Geriones era un gigante que tenía tres torsos y tres cabezas. Reinaba en Eritia, una isla situada en el Océano, en el límite occidental del mundo, allí donde se extinguen los últimos rayos de sol. A Heracles no le resultó fácil llegar a Eritia, pues la isla estaba rodeada de aguas que hervían sin cesar. Por aquellos mares no se podía navegar con un barco normal, pues el intenso calor le habría combado el casco, así que Heracles le pidió al dios del sol, Apolo, que le prestase el galeón de oro con el que volvía cada noche a Oriente tras haber viajado por el cielo durante todo un día. Al principio, el viaje fue plácido y alentador, pro, poco antes de llegar a su destino, el galeón tuvo que detenerse porque topó con una sólida pared de roca que se levantaba en mitad del mar. Para poder seguir su camino, Heracles tuvo que partir la roca por la mitad, y así formó el angosto paso de agua que desde entonces llamamos <<estrecho de Gibraltar>>. Para dejar constancia de su paso, erigió una alta columna de piedra en cada uno de los peñones donde acababan África y Europa: hoy las llamamos <<las columnas de Heracles>>. Una vez en Eritia, Heracles tuvo que luchar mucho para hacerse con los bueyes de Geriones, grandes animales de pelo rojo que tenían un tamaño similar al del toro de Creta. La manada estaba a cargo del boyero Euritión, quien se ayudaba de un perro de dos cabezas llamado Ortro.
  • 50. El animal se lanzó contra Heracles, pero el héroe acabó con él de un mazazo. Euritión preguntó que quién andaba ahí, antes de correr la misma suerte que su perro. Entonces un pastor llamado Menetes corrió a decirle a Geriones que un forastero estab robándole su manada de bueyes, y el rey salió en busca del ladrón con los seis ojos de sus tres cabezas llameando de rabia. Sin embargo, no lo encontró, porque, cuando Heracles vio que Geriones se acercaba, se ocultó a toda prisa tras una roca. El rey preguntaba que dónde está ese maldito. Heracles esperó a que Geriones pasara de perfil junto a su escondite y entonces lanzó un a flecha certera que perforó una tras otra las cabezas del gigante: Geriones cayó muerto a tierra, y de su roja sangre brotó un cerezo silvestre. Durante su viaje de regreso, Heracles tuvo que enfrentarse a grandes peligros. Al pasar por Italia, una tribu de indígenas le ataco. Eran tantos que Heracles gastó todas sus flechas envenenadas, y ni siquiera pudo matarlos a todos, así que invocó a su padre, Zeus, que acabó con ellos haciendo que callera sobre sus cabezas una lluvia de piedras. Más tarde, el gigante Caco atracó el galeón de Apolo mientras que Heracles dormía y se llevó dos de los mejores bueyes, pero al oír el mugido de los bueyes Heracles despertó y empezó a darle mazazos a Caco, hasta que este calló muerto.
  • 51. Cuando ya casi había terminado su viaje, la vengativa Hera mandó una plaga de tábanos contra los bueyes. Enloquecidos, parte de la manada se tiró al río Estrimón para evitar las picaduras. Enfurecido, Heracles empezó a tirar piedras al río, pero tiró tantas que al final se convirtió en un camino de piedras qu lleva el nombre de <<la Pasadera de Heracles>>. Cuando por fin llegó a Micenas, Euristeo ni se molestó en mirar a los bueyes. Así que en cuanto Heracles llegó dijo que los animales serían sacrificados en el templo de Hera.
  • 52. LOS BUEYES DEL REY GERIONES
  • 54. En el jardín de las Hespérides crecía un árbol de manzanas de oro que Zeus le había entregado a Hera como regalo de bodas. El árbol se hallaba bajo la custodia de un dragón inmortal que poseía cien cabezas conocido como Ladón, y sólo las hijas del titán Atlas, tres bellas ninfas a las que llamaban Hespérides podían recoger esos frutos. Euristeo sabía que si Heracles tocaba esas manzanas, Hera lo castigaría sin piedad, así que le dijo que debería ir al jardín de las Hespérides y traerle las manzanas de oro. Ningún mortal sabía donde se hallaba aquel jardín. Heracles lo buscó por montañas y valles durante muchos meses, pero todo eso fue en vano. Un día encontró a tres ninfas jugando en la playa, y les preguntó si sabían donde estaba el jardín de las Hespérides, ellas le contestaron que su padre lo sabía, aquellas tres ninfas eran las hijas de Nereo, el Viejo del mar, además le dijeron que lo sujetara con fuerza, porque sino se escaparía. Y es que Nereo cambiaba de forma a cada instante. Cuando Heracles lo encontró, Nereo estaba durmiendo. Sin darle tiempo a despertar, le saltó encima y lo agarró por el pecho, pero Nereo se convirtió en agua, pero Heracles lo apretó con tanta fuerza que no logró
  • 55. escapar, así que se convirtió en fuego, pero Heracles soportó el dolor, pero entonces se convirtió en un león que habría acabado con un hombre de un solo asalto, pero Heracles luchó a brazo armado y por poco lo mata, pero entonces Nereo dijo que se rendía, y dijo que el jardín se encontraba en África, en las laderas del monte Atlas, en la provincia de Mauritania. Además le dijo que si quería aquellos frutos primero debía matar al dragón que vigilaba el árbol, y luego debía encontrar al gigante Atlas, ya que sólo sus hijas podían recoger aquellos frutos tan especiales. Por el camino se tuvo que enfrentar al gigante Anteo, quien tenía la costumbre de retar a todos los viajeros. Como Anteo era hijo de Gea, le bastaba con pisar el suelo para que su madre le enviara fuerzas, así que era casi imposible de vencerlo, pero Heracles descubrió una manera, que fue levantarlo del suelo con sus vigorosos brazos y asfixiarlo en el aire. En las laderas más bajas del monte Atlas, Heracles vio por fin el jardín que buscaba. En cuanto Heracles se adentró en él, el dragón de cien cabezas avanzó hacia él para enroscarse en su cuerpo y asfixiarlo. Pero antes de que se acercase lo suficiente, Heracles lo mató con una de sus flechas envenenadas. Luego, Heracles subió hasta la cumbre de la montaña, donde se hallaba Atlas, condenado por Zeus a sujetar el mundo durante el resto de su vida.
  • 56. Heracles le dijo a Atlas que por favor le dijera a sus hijas que le trajeran unas pocas manzanas, pero que mientras él se lo pedía él debería sostener el mundo, Heracles aceptó, pero cuando Atlas volvió le dejó las manzanas a sus pies y se fue, Heracles le dijo que tenía que volver, pero el gigante le contestó que él ya había cumplido con ese castigo durante mucho tiempo y que ahora le tocaba a otro, así que Heracles decidió engañarle, y le dijo que le daba igual quedarse allí, pero que le moviera un poquitín el mundo porque se le iba a caer, pero cuando se agachó para ayudarle Heracles se puso en pie dejando que el mundo cayese de nuevo en la espalda de Atlas, cogió las manzanas y se fue colina abajo. Cuando llegó a Micenas Euristeo le dijo que se llevar de ahí las manzanas, porque sino Hera los mataría a los dos, así que se las dio a Atenea, en agradecimiento por haberle ayudado cuando tuvo que matar a las aves del lago Estínfalo, pero Atenea las devolvió al jardín, ya que ella sabía que aquellas manzanas no podían salir del jardín
  • 59. Como último trabajo, Euristeo le ordenó a Heracles que viajase al Infierno, pues había oído que quien entraba en el reino de los muertos no volvía al de los vivos. Euristeo le dijo que debía traerle al Cerbero, el perro de Hades. Guiado por el dios Hermes, Heracles llegó a la cueva del cabo Ténaro, cerca de Esparta, que es una de las bocas del Infierno. Una vez dentro de la gruta, avanzó entre tinieblas por caminos serpenteantes repletos de espíritus que huían con rapidez al oír sus pasos. Sólo un joven alto y pálido permaneció impasible al intruso. Era el príncipe Meleagro, que había matado a sus tíos en un arranque de furia y vivía atormentado por la culpa. Sus ojos irradiaban tal tristeza que Heracles no pudo evitar conmoverse. Heracles le preguntó que si le podía ayudar en algo. Meleagro le pidió un favor. Le pidió que cuando volviera al mundo de los vivos fuera a visitar a su hermana Deyanira, y que le dijera cuanto la quería y cuanto la echaba de menos. Heracles prometió hacerlo, y luego siguió su camino. Dejó atrás a las tres Parcas, que manejan y cortan el hilo de la vida de los mortales, y a las tres furias, que persiguen a los malhechores clamando venganza, y llegó a orillas del Estigio, un río de aguas negras y turbias que rodea el Infierno con sus meandros. Sentado a la orilla se encontraba Caronte, el viejo barquero que transporta a los muertos. Heracles le dijo que quería que le llevara al Infierno. Caronte le respondió que su barca estaba vedada a los vivos, pero Heracles lo amenazó con su maza, y el barquero accedió a llevarlo. Una vez en el Infierno, Heracles se adentró en el palacio de Hades, quien reina en el mundo de los muertos junto con su esposa, Perséfone.
  • 60. Hades le dijo a Heracles que cómo osaba a entrar en su castillo. Heracles le explicó en pocas palabras las razones de su viaje. Hades accedió a que Heracles se llevara a Cerbero, pero con dos condiciones, que lo debería dominar sólo con sus manos y la segunda que lo debería devolver al Infierno en cuanto Euristeo lo viera. Heracles prometió que lo haría. Cerbero estaba sentado a las puertas del Infierno. Gruñía sin cesar por sus tres cabezas, rezumaba veneno por sus mandíbulas y agitaba con fuerza el aguijón de escorpión de su cola. Nada más ver a Heracles, le saltó encima, pero el héroe le echó la piel de león que servía de capa, y las cabezas de Cerbero quedaron enredadas entre sus repliegues. Entonces Heracles se lanzó sobre el monstruo y lo agarró por el cuello hasta que logró dominarlo. Cerbero le picó varias veces con el espolón de su rabo, pero Heracles no soltó al monstruo. Arrastrándolo con todas sus fuerzas, logró llevarlo hasta la Tierra, donde Cerbero vio por primera vez la luz del sol. Cuando Euristeo vio a Cerbero sintió tanto miedo que se escondió en la tinaja. Mientras tanto Heracles llevó a Cerbero al Infierno.
  • 63. Tras terminar sus doce trabajos, Heracles se dirigió a la ciudad de Ecalia. Allí reinaba un hombre llamado Éurito, que pensaba que nadie le podía ganar con el arco, ni a él ni a sus hijos, y decía que entregaría la mano de su hija Yole al hombre que consiguiera ganarles, y Heracles ganó, pero a la hora de tomar la mano de Yole, Éurito se negó, ya que sabía lo que Heracles le había hecho a su mujer y no quería que le hiciese lo mismo a su hija, al decir que no, Heracles enfureció, y entabló una guerra con el rey y dos de sus tres hijos, ya que el menor, Ífito luchó en el bando de Heracles ya que veía justo que Heracles se enfadara, pero Heracles confundió a Ífito con uno de los otros hijos del rey, y lo empujó. Éste empezó a caer desde la torre donde se encontraba la batalla, y perdió la vida al caer al suelo. Heracles se enfadó consigo mismo por haber matado a otra persona inocente. Desesperado, acudió al oráculo de Delfos, donde la pitonisa le dijo que debería servir a la reina Ónfale de Lidia. En aquellas tierras había muchos ladrones, pero Heracles acabó con ellos fácilmente. Ónfale era viuda, y Heracles tardó poco en ser su amante, pero cuando estaban a solas le gustaba humillarle. Tras tres años de sirviente, Heracles volvió a su tierra, y después de muchas aventuras llegó a Calidón para cumplir la promesa que había hecho a Meleagro, entonces le dijo a Deyanira, que era la hermana de Meleagro, que su hermano la echaba mucho de menos. Deyanira era tan guapa que Heracles se enamoró de ella, y en dos semanas se casaron
  • 64. Durante un viaje que hacía la pareja, tuvieron que cruzar el río Eveno, y entonces el centauro Neso se ofreció a llevar a Deyanira hasta la tierra mientras que Heracles nadaba, pero Neso también se había enamorado de la joven, y cuando estaba en tierra firme, empezó a correr para llevarse a Deyanira, así que Heracles tiró una flecha certera que se clavó en el corazón de Neso, pero antes de morir le dijo a Deyanira que cojiera un poco de su sangre, y que ésta le ayudaría si Heracles paraba de quererla. Un tiempo después Heracles se fue con Deyanira a Ecalia, para batirse de nuevo en duelo con el rey Éurito. Esta vez Heracles raptó a Yole, y decidió celebrar la victoria con una gran fiesta, para esto decidió que llevaría una toga nueva, así que le dijo a Deyanira que fuera a por la toga, mientras que iba a por ella pensó que Heracles se quería casar con Yole, así que le echó la sangre de Neso a la toga, pero resulta que Neso le mintió, su sangre era un veneno letal, mientras que ardía en llamas Heracles intentó deshacerse de la toga, pero se le había pegado al cuerpo, así que cada vez que se arrancaba un trozo de toga, también se lo arrancaba de la piel, entonces se tiró a un arroyo, donde falleció. Al ver lo que había hecho, Deyanira se clavó un puñal en el corazón, por la culpa que sentía. Al morir, Heracles fue al Olimpo, donde hasta Hera lo acogió amablemente, ya que se había quedado impresionada al ver que Heracles superaba cada trampa que le ponía.
  • 66. FIN