RESUMEN DE LA PELÍCULA DE CHERNOBYL ENFOCADO A MEDICINA DEL TRABAJO
La vida de leonor kevin silva
1. La Vida de Leonor
Leonor no era una princesa como todas las demás. Si bien su figura era elegante y
esbelta y su rostro muy bello, sus modales dejaban mucho que desear.
Sus padres le habían procurado la mejor educación pero, a pesar de ello, Leonor parecía
no haber aprendido mucho más que geografía o matemáticas.
La princesa era muy culta realmente, sabía idiomas, leía en forma clara, dominaba las
ciencias, pero había algo en ella que no se condecía con su figura de princesa y eran sus
modales.
Comía con la boca abierta, jamás decía “gracias” o “por favor”, mucho menos se
escuchaba un “permiso” o “disculpe”. No se tapaba la boca al toser y tampoco cuando
estornudaba. En definitiva, la princesa –si bien muy culta- no tenía modales de princesa.
Sus padres estaban muy preocupados pues ya no sabían qué hacer para que su hija
aprendiese cómo debía comportarse. Los reyes sabían que la educación no se adquiere
sólo por los libros que uno lee, o por lo que estudia, sino de muchas otras maneras.
Tal era la desazón de los reyes, que trataban que la princesa no saliese demasiado del
palacio. En realidad, sentían un poco de vergüenza por los modales de su hija.
– Si sigue así, jamás se casará – Sollozaba la reina muy preocupada.
– ¿En manos de quién dejaremos el reino el día de mañana? ¿Quién querrá casarse con
una princesa que se limpia la nariz con la manga del vestido y escupe a más de un metro
de distancia cuando come?
Más allá de la falta de modales de la princesa, los reyes estaban preocupados pues no
tenían hijos varones, por lo cual, la princesa debería casarse para poder acceder al trono
junto con su esposo.
Leonor no se preocupaba ni por cuidar sus formas, ni por su futuro matrimonio. Creía que
era muy joven para casarse y que adquirir buenos modales no sería tan difícil, si algún día
se tuviese ganas de hacerlo.
Sin embargo, hay ocasiones en que la vida nos demuestra que nuestros tiempos, no son
los de ella y esto le ocurrió a la princesa.
El rey enfermó gravemente. A pesar de todos los cuidados y las medicinas que recibía,
empeoraba día a día. Todos pensaban que ya no habría cura para él.
Fue así que la reina mandó llamar a su hija y le dijo:
– Hija querida, es necesario que contraigas matrimonio cuanto antes, el reino no puede
quedar sin rey.
Leonor no prestó mucha atención a las palabras de su madre. Tal era la tristeza de la
princesa, que poco le importaba poder acceder al trono, ella lo único que quería era que
su padre sanase.
La reina insistió una y mil veces, hasta que convenció a la princesa que, para
tranquilidad de su padre, debía buscar un futuro esposo.
No fue fácil explicarle a Leonor que, más allá de no poder demorarse en la búsqueda,
debía modificar sus malos modales. Debía hacer muchas cosas en poco tiempo,
encontrar un novio, de ser posible enamorarse y como si esto fuese poco, aprender todo
2. aquello que sus padres habían querido enseñarle durante años y que ella no había
aprendido.
Decidieron que la princesa viajaría para estrechar vínculos con los diferentes reinos y ver
si en alguno de ellos conocía algún príncipe del cual se enamorase.
– Esto no será tarea fácil mi niña – Dijo Ana, la dama de compañía a la princesa.
– ¿Por qué lo dices? No soy fea, visto muy bien, soy limpita y como si esto fuese poco,
soy una princesa – Contestó Leonor.
– Una princesa con modales un poco extraños, si me lo permite – Replicó tímidamente
Ana.
– Ahora va a resultar que para que alguien se enamore de mi debo comer con la boca
cerrada, saludar a cada rato, taparme para estornudar ¡Eso no es amor! – Gritó la
princesa.
– Para poder enamorarse de alguien, hay que poder acercarse a él y conocerlo mi niña y
con todo respeto… con sus modales no son muchos los que se le acercan
– Ya verás que tan equivocada estás. En cuanto vean que soy joven y bella, a nadie la
importará si saludo o no – Dijo Leonor y dio por terminada la conversación.
El viaje comenzó, Leonor iba en el carruaje real junto con su dama de compañía y un
par de sirvientes.
Llegó el turno de visitar el primer reino vecino. Al llegar al palacio, los sirvientes la
esperaban para conducirla hasta el rey y su hijo. Entró sin siquiera decir buen día. No dio
las gracias cuando le abrieron la puerta y mucho menos pidió permiso al entrar en el gran
salón real.
Tanto el rey, como su hijo se molestaron y sorprendieron por la actitud tan poco
educada de Leonor. La vieron bella y culta, pero no les pareció suficiente. El príncipe
especialmente lo lamentó pues algo de la princesa le había gustado mucho, pero en su
reino tales modales no estaban permitidos.
La princesa se retiró, dándose cuenta que no había podido entablar un buen vínculo,
pero no pensó que fuese por sus modales.
El visitar el segundo reino, bastante más alejado que el primero, la esperaba la familia
real para cenar. Todo estaba dispuesto, velas, los mejores manteles y copas de metal
plateado.
La cena fue un desastre. Los reyes y los príncipes quedaron espantados al ver cómo
comía la princesa. Arrancó la pata de pollo con la mano, con la mano siguió comiendo y
sin cerrar la boca, todo esto al tiempo que escupía mientras hablaba.
Demás está decir que también fracasó en su intento de acercase a los miembros del
reino.
– ¡Qué lástima! – Comentaron los reyes – Una princesa tan bella y con esos modales,
no será digna de ningún trono.
El viaje fue un fracaso. En todos los reinos visitados pasó lo mismo. La princesa debía
emprender el regreso con las manos vacías.
Desconsolada por no poder llevar tranquilidad a su padre enfermo, se puso a pensar en
todo lo ocurrido.
– Le dije que esto pasaría mi niña, se lo advertí – Dijo Ana.
Lejos de molestarle tal comentario, Leonor reconoció por primera vez que su dama de
3. compañía tenía razón. Recordó cada escena en cada palacio y se sintió avergonzada.
La princesa no tenía buenos modales, pero le sobraba amor por su padre. Decidió que
empezaría todo otra vez, pero de otra manera.
Volvió al primer reino, donde una vez más la esperaban los sirvientes en la puerta.
Con gran esfuerzo de su parte, se escuchó un “Muy buenos días”, tras un “Gracias” y
“Permiso” un poco tímidos y entrecortados, pero sinceros.
El Rey y su hijo quedaron asombrados, no era la misma persona que los visitara tiempo
atrás. El príncipe estaba feliz y se dio cuenta que Leonor estaba haciendo un gran
esfuerzo por cambiar la imagen que de ella se habían hecho.
Conversaron largamente sin problemas. La princesa estaba nerviosa y pidió que
cerrasen las ventanas, no fuera cosa que una corriente de aire la hiciera estornudar y no
se tapara la boca.
Nada de eso ocurrió, incluso la invitaron a cenar y con un poco de miedo, aceptó la
invitación. Mucho empeño puso la princesa en masticar bien y no hablar con la boca llena,
pero al ver la sonrisa del príncipe, pensaba que éste y cualquier otro esfuerzo valían la
pena.
No les sorprenderá si les digo que Leonor y el príncipe se enamoraron.
Llegó el momento de regresar al palacio. Leonor no volvió con las manos vacías, no
sólo porque había conocido a quien sería su esposo, sino porque había aprendido una
lección muy importante.
Es cierto que el amor no depende de los buenos modales, pero no tenerlos hace que las
personas se alejen de nosotros, perdiendo así la oportunidad de hacer amigos,
relacionarnos con los demás o incluso de enamorarnos.
Un buen modo es mucho más que un “gracias” o un “por favor”, es respetar a los demás
y ganarnos el respeto ajeno.
Para la princesa fue necesario tener que atravesar un momento difícil para aprender lo
que con tanto amor sus padres le habían inculcado, pero lo aprendió.
Lo importante es que gracias a su esfuerzo, Leonor encontró el amor, dio tranquilidad a
su padre y como si esto fuese poco adquirió modales de princesa que no son -ni más, ni
menos- que los que tenemos que tener todos aunque no vivamos en un palacio.
4. Así una y otra vez a todos los animales del bosque que se iba encontrando en su
camino. Un dia todos los animales decidieron darle un buena lección, y se
pusieron de acuerdo para que cuando alguno de ellos viera al conejo, no le
saludara. Harían como sino le vieran. Y así ocurrió. En los días siguientes todo el
mundo ignoró al conejo. Nadie hablaba con él ni le saludaba. Un dia organizando
una fiesta todos los animales del bosque, el conejo pudo escuchar el lugar donde
se iba a celebrar y pensó en ir, aunque no le hubiesen invitado. Aquella tarde
cuando todos los animales se divertían, apareció el conejo en medio de la fiesta.
Todo hicieron como sino le veían. El conejo abrumado ante la falta de atención de
sus compañeros decidió marcharse con las orejas bajas. Los animales, dándoles
pena del pobre conejo, decidieron irle a buscar a su madriguera e invitarle a la
fiesta. No sin antes hacerle prometer que nunca más haría burla a ninguno de los
animales del bosque. El conejo muy contento, prometió no burlarse nunca más de
sus amigos del bosque, y todos se divirtieron mucho en la fiesta y vivieron muy
felices para siempre.