Inés de Castro fue amante y luego esposa de don Pedro, el hijo del rey Alfonso IV de Portugal. Su relación fue secreta mientras estuvo casado con otra mujer y no fue bien vista por la corte. Cuando su esposa murió e Inés se convirtió en la futura reina, el rey Alfonso planeó su asesinato. Sus acompañantes mataron a Inés cuando el rey se fue. Cuando don Pedro se enteró, derrocó a su padre y gobernó como Pedro I. Exhumó el cuerpo de Inés y la sentó
08 GONZALEZ BRAVO Secretario De Estado Y Del Despacho De Gracia Y Justicia
Una reina del más allá.doc
1. Una reina del más allá
Os vamos a contar la curiosa y poco afortunada historia de
Inés de Castro.
Inés fue primero amante y después esposa del infante don Pedro,
hijo del rey Alfonso IV de Portugal. Esta relación, llevada en secreto
durante los años que vivió la esposa de don Pedro, fue la causante
de que Inés no obtuviera jamás la gracia del Rey y que no fuera
vista con buenos ojos en la Corte.
Cuando Inés, se convirtió en esposa de don Pedro unos años
después de fallecer su primera mujer y, por tanto, en futura reina de
Portugal, aumentó el odio de don Alfonso IV, que incluso comenzó a
planear su asesinato.
Aprovechó que su hijo don Pedro estaba de cacería para acudir a
los aposentos de doña Inés que, alertada por la llegada de su
2. suegro y siendo conocedora de las intenciones que traía le
monarca, se rodeo de sus hijos y suplicó entre lágrimas compasión.
Los llantos hicieron mella en el rey pero no en sus acompañantes,
que una vez que partió don Alfonso acabaron con la vida de la
heredera al trono.
Cuando don Pedro conoció con detalle todo lo sucedido, montó en
cólera y comenzó a batallar contra su padre hasta que lo derrocó y
asumió el trono.
Gobernó bajo el nombre de Pedro I y la primera decisión que tomó
después de haber acabado con la vida de los asesinos de su mujer,
fue exhumar su cadáver, engalanarlo con un vestido precioso,
adornarla con las mejores joyas y sentarla, como pudo en el trono.
Con el cadáver arreglado de su esposa en el trono obligó a toda la
Corte a rendirle pleitesía. Los súbditos, desencajados, fueron
obligados a besar la mano cadavérica y a saludar al manojo de
huesos como si se tratara de la reina gobernante.
3. Después de que la Corte hubiera jurado obediencia a la reina “del
más allá” don Pedro I realizó unos funerales por todo lo alto y la
enterró en la abadía cisterciense de Santa María de Alcobaza
(Portugal). Sus restos fueron depositados en una tumba de mármol
blanco.
Con el tiempo el rey construiría la suya justo enfrente de la de su
amada, con la intención que cuando llegara el juicio final lo primero
que viera fuera a doña Inés.