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En aquel entonces

La gran leyenda de Rafael Alsúa
Raúl Gómez Samperio
Nunca le vi jugar. Sólo pude imaginar su fútbol escuchando las historias que me contaban los
mayores, mientras la fantasía se desbordaba entre el entusiasmo con el que me describían sus
internadas por la banda, deshaciéndose de contrarios con regates imposibles e indescifrables.
Las palabras y gestos creaban un clima de misterio alrededor de aquel cuerpo exento de poder
físico, pero con la propiedad de escurrirse entre los defensas y luego hacer llegar a sus
compañeros un centro medido para asestar el golpe final de la jugada. Un día, en voz baja,
mirando a uno y a otro lado, como tomando precauciones para que nadie lo escuchara, alguien
me dijo algo que nunca creí, que Rafael Alsúa había pactado con el diablo, porque sólo el
diablo era capazde conocer el secreto de moverse tan rápido, engañando y burlando la
voluntad de los rivales.
Rafael Alsúa nació en Irún (Guipúzcoa) el 9 de mayo de 1922. Era uno de los tres hijos de
Alberto, un apoderado de Aduanas que había nacido en Navarra y de Benedicta, una
vallisoletana que tenía una carnicería en el mercado de Irún. El joven Rafael atravesó su
infancia entre los estudios del colegio La Salle, ayudando a su madre en la carnicería y
disputándole el balón a su hermano mayor, Antonio, que también sería un gran futbolista. Fue
precisamente su hermano quien le mostraría el camino del fútbol, comenzando a jugar en el C.
D. Numancia, equipo de su ciudad con el que conseguiría ser campeón infantil de Guipúzcoa.
Después de la guerra civil, tras jugar en el C. D. Bidasoa, Real Unión de Irún y C. A. Osasuna, se
presentaría su gran oportunidad, su fichaje por el Real Madrid, con el que debutó en Liga el 30
de enero de 1944.Alsúa era un joven díscolo, independiente y poco amigo de aceptar la
autoridad ajena. Su carácter ya estaba forjado en la rebeldía y aunque contaba con la tutela de
su hermano, también jugador del Real Madrid, no resistió el ímpetu de sublevarse contra el
hombre más importante del club, nada menos que con Santiago Bernabeu. Y a pesar de su
calidad, el Real Madrid se apartó de él cediéndole al R. C. D. Córdoba y luego, aprovechando su
servicio militar, a la Gimnástica Burgalesa.
Libre del contrato que le ataba con los madridistas, su pasión por el reto y la provocación le
llevaron a probar por el C. F. Barcelona en 1946,aunque no aceptó la oferta que le propuso
José Samitier y fichó por el Valencia C. F. para jugar la temporada 1946-47. Tampoco aguantó
que el entrenador no le pusiera de titular. Y tan desmotivado estaba en los entrenamientos,
que se entretenía en disparar con una escopeta los balones que él mismo lanzaba al aire. Con
esa actitud no jugó ningún partido en una Liga donde el Valencia C. F. fue campeón.
Cuando regresó al norte, después de una frustración deportiva de varios años, Alsúa se
reencontró con su mejor fútbol. Jugó en la Real Sociedad y comenzó a encandilar a los
espectadores con su magia. También hipnotizó al presidente racinguista, Manuel San Martín,
que se empeñó en incorporarle al gran proyecto de la temporada 1949-50.
Ya van quedando pocos. El paso del tiempo ha hecho más selectos, privilegiados y escasos a los
aficionados que vieron jugar aAlsúa con el gran Racing de la temporada 1949-50, la que aún se
mantiene como una de las más brillantes y recordadas del club. Fue campeón de Segunda y se
hartó de marcar goles: 99 en los partidos ligueros, 20 en la liguilla de promoción y 15 en la
Copa. Y con este bagaje estadístico, completaría un listado léxico y periodístico de verbos que
se desplegaron por las áreas adversarias en forma de atacar, avanzar, llegar, contraatacar,
contragolpear, acosar, presionar, asediar, embotellar, lanzarse al ataque, lanzarse al abordaje,
lanzarse al asalto, lanzarse a tumba abierta, poner cerco, tocar a rebato, volver a la carga,
invadir, asaltar, volcarse, acorralar… Y todo ello con artilleros como Joseíto (33 goles),
Echeveste (21), Nemes (21), Mariano (17), Alsúa (11), Ruiz (11), Pin (6) o Mathiesen (4).
Como los grandes héroes, Alsúa penetró hiriente en la memoria del racinguismo, impactado
por su muerte trágica, sobre la que todos extendemos una capa protectora de respeto. Quizás
para atenuar aquel indigno final del ídolo, el destino quiso que el mismo día de su muerte, el
Racing ganara al Athletic Club con aquel gol de Radchenko que dejó mudo a San Mamés. Días
después, una camiseta con el número 10 permaneció en el césped de El Sardinero para inspirar
otro profundo silencio.
Nunca le vi jugar. Sólo pude imaginar su fútbol escuchando las historias que me contaban los
mayores… Un día, en voz baja, alguien me dijo que Alsúa había pactado con el diablo, porque
sólo el diablo era capaz de conocer el secreto de moverse tan rápido, engañando y burlando la
voluntad de los rivales. Pero los rivales nunca estuvieron de acuerdo, porque después de verle
jugar, aseguraban solemnemente que Alsúa, en realidad, era el mismo diablo con el balón en
los pies.

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  • 1. En aquel entonces La gran leyenda de Rafael Alsúa Raúl Gómez Samperio Nunca le vi jugar. Sólo pude imaginar su fútbol escuchando las historias que me contaban los mayores, mientras la fantasía se desbordaba entre el entusiasmo con el que me describían sus internadas por la banda, deshaciéndose de contrarios con regates imposibles e indescifrables. Las palabras y gestos creaban un clima de misterio alrededor de aquel cuerpo exento de poder físico, pero con la propiedad de escurrirse entre los defensas y luego hacer llegar a sus compañeros un centro medido para asestar el golpe final de la jugada. Un día, en voz baja, mirando a uno y a otro lado, como tomando precauciones para que nadie lo escuchara, alguien me dijo algo que nunca creí, que Rafael Alsúa había pactado con el diablo, porque sólo el diablo era capazde conocer el secreto de moverse tan rápido, engañando y burlando la voluntad de los rivales. Rafael Alsúa nació en Irún (Guipúzcoa) el 9 de mayo de 1922. Era uno de los tres hijos de Alberto, un apoderado de Aduanas que había nacido en Navarra y de Benedicta, una vallisoletana que tenía una carnicería en el mercado de Irún. El joven Rafael atravesó su infancia entre los estudios del colegio La Salle, ayudando a su madre en la carnicería y disputándole el balón a su hermano mayor, Antonio, que también sería un gran futbolista. Fue precisamente su hermano quien le mostraría el camino del fútbol, comenzando a jugar en el C. D. Numancia, equipo de su ciudad con el que conseguiría ser campeón infantil de Guipúzcoa. Después de la guerra civil, tras jugar en el C. D. Bidasoa, Real Unión de Irún y C. A. Osasuna, se presentaría su gran oportunidad, su fichaje por el Real Madrid, con el que debutó en Liga el 30 de enero de 1944.Alsúa era un joven díscolo, independiente y poco amigo de aceptar la autoridad ajena. Su carácter ya estaba forjado en la rebeldía y aunque contaba con la tutela de su hermano, también jugador del Real Madrid, no resistió el ímpetu de sublevarse contra el hombre más importante del club, nada menos que con Santiago Bernabeu. Y a pesar de su calidad, el Real Madrid se apartó de él cediéndole al R. C. D. Córdoba y luego, aprovechando su servicio militar, a la Gimnástica Burgalesa. Libre del contrato que le ataba con los madridistas, su pasión por el reto y la provocación le llevaron a probar por el C. F. Barcelona en 1946,aunque no aceptó la oferta que le propuso José Samitier y fichó por el Valencia C. F. para jugar la temporada 1946-47. Tampoco aguantó que el entrenador no le pusiera de titular. Y tan desmotivado estaba en los entrenamientos, que se entretenía en disparar con una escopeta los balones que él mismo lanzaba al aire. Con esa actitud no jugó ningún partido en una Liga donde el Valencia C. F. fue campeón. Cuando regresó al norte, después de una frustración deportiva de varios años, Alsúa se reencontró con su mejor fútbol. Jugó en la Real Sociedad y comenzó a encandilar a los espectadores con su magia. También hipnotizó al presidente racinguista, Manuel San Martín, que se empeñó en incorporarle al gran proyecto de la temporada 1949-50.
  • 2. Ya van quedando pocos. El paso del tiempo ha hecho más selectos, privilegiados y escasos a los aficionados que vieron jugar aAlsúa con el gran Racing de la temporada 1949-50, la que aún se mantiene como una de las más brillantes y recordadas del club. Fue campeón de Segunda y se hartó de marcar goles: 99 en los partidos ligueros, 20 en la liguilla de promoción y 15 en la Copa. Y con este bagaje estadístico, completaría un listado léxico y periodístico de verbos que se desplegaron por las áreas adversarias en forma de atacar, avanzar, llegar, contraatacar, contragolpear, acosar, presionar, asediar, embotellar, lanzarse al ataque, lanzarse al abordaje, lanzarse al asalto, lanzarse a tumba abierta, poner cerco, tocar a rebato, volver a la carga, invadir, asaltar, volcarse, acorralar… Y todo ello con artilleros como Joseíto (33 goles), Echeveste (21), Nemes (21), Mariano (17), Alsúa (11), Ruiz (11), Pin (6) o Mathiesen (4). Como los grandes héroes, Alsúa penetró hiriente en la memoria del racinguismo, impactado por su muerte trágica, sobre la que todos extendemos una capa protectora de respeto. Quizás para atenuar aquel indigno final del ídolo, el destino quiso que el mismo día de su muerte, el Racing ganara al Athletic Club con aquel gol de Radchenko que dejó mudo a San Mamés. Días después, una camiseta con el número 10 permaneció en el césped de El Sardinero para inspirar otro profundo silencio. Nunca le vi jugar. Sólo pude imaginar su fútbol escuchando las historias que me contaban los mayores… Un día, en voz baja, alguien me dijo que Alsúa había pactado con el diablo, porque sólo el diablo era capaz de conocer el secreto de moverse tan rápido, engañando y burlando la voluntad de los rivales. Pero los rivales nunca estuvieron de acuerdo, porque después de verle jugar, aseguraban solemnemente que Alsúa, en realidad, era el mismo diablo con el balón en los pies.