SlideShare una empresa de Scribd logo
1 de 120
Descargar para leer sin conexión
ÍNDICE
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
FUNDAMENTOS EPISTEMOLÓGICOS DE LA CIENCIA CONTABLE
FUNDAMENTOS EPISTEMOLÓGICOS DE LA CIENCIA CONTABLE. BASES HISTÓRICO-
CONCEPTUALES DEL PROGRAMA DE INVESTIGACIÓN ICODEANA
1. INTRODUCCIÓN
2. SOBRE LA CRISIS DE LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA EN EL SIGLO XX. 31
3. LA HISTORIA DE LA CIENCIA Y LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOBRE EL DESARROLLO DE LA
CIENCIA. UNA VISIÓN PANORÁMICA
4. ACERCA DEL PROBLEMA DE UNA METODOLOGÍA NORMATIVA PARA EL DESARROLLO DE LA
CIENCIA.
4.1. ¿DEBEN LOS FILÓSOFOS DE LA CIENCIA SER BUENOS HISTORIADORES DE LA CIENCIA (Y
VICEVERSA)?
4.2. LAS NORMAS METODOLÓGICAS Y EL PROBLEMA DE LA RACIONALIDAD.
5. RACIONALIDAD Y PROGRESO DEL DESARROLLO CIENTÍFICO DE LA CONTABILIDAD COMO
CIENCIA AUTÉNTICA: UNA CONTROVERSIA METAMETODOLÓGICA 62
5.1. METODOLOGÍA
5.2. RACIONALIDAD
5.3. RACIONALIDAD Y PROGRESO
6. EL ESTRUCTURALISMO EPISTEMOLÓGICO COMO FUNDAMENTO PRAGMÁTICO DEL DESARROLLO
DE LA CIENCIA CONTABLE
7. BIBLIOGRAFÍA
LA CONTABILIDAD DEL CONOCIMIENTO
LA CONTABILIDAD DEL CONOCIMIENTO. APROXIMACIONES TEÓRICAS Y METODLÓGICAS
INTERDISCIPLINARIAS
CAPÍTULO I: INTRODUCCIÓN
1.1 PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
1.2 OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN
1.3 SUPUESTOS E HIPÓTESIS
1.4 MÉTODO Y PROCEDIMIENTOS
CAPÍTULO II: EL DESARROLLO DE LA CONTABILIDAD Y LOS SISTEMAS SOCIALES HUMANOS
2.1 LOS SISTEMAS SOCIALES HUMANOS EMERGENTES EN EL CONTEXTO DE LA SOCIEDAD
DEL CONOCIMIENTO
2.2 EL DESARROLLO DE LA CONTABILIDAD EN EL PROCESO HISTÓRICO Y LOS RETOS DE LA
SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
2.3 LA CONTABILIDAD Y EL FUNCIONAMIENTO DE LOS SISTEMAS ARTIFICIALES EMERGENTES
Y SUS PERSPECTIVAS TEÓRICAS
CAPÍTULO III: EL CONOCIMIENTO: OBJETO DE INVESTIGACIÓN INTERDISCIPLINARIA Y SUS
CONSECUENCIAS TEÓRICAS Y METODOLÓGICAS EN LA ESTRUCTURACIÓN DE LA
CONTABILIDAD DEL CONOCIMIENTO
3.1 EL CONOCIMIENTO, ¿REALIDAD COMPLEJA?
3.2 EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO
3.3 ESTRUCTURA CREENCIAL
3.4 ESTRUCTURA MENTAL
3.5 EL CONOCIMIENTO Y LAS POSIBILIDADES TEÓRICAS DE LA CONTABILIDAD DEL
CONOCIMIENTO
CAPÍTULO IV: LA CONTABILIDAD DEL CONOCIMIENTO: APROXIMACIÓN A LA MEDICIÓN
CONTABLE DEL CONOCIMIENTO
4.1 FUNDAMENTO DE LA CONTABILIDAD DEL CONOCIMIENTO
4.2 PROYECTO METROLÓGICO CONTABLE DEL CONOCIMIENTO
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
AUDITORIA CONTABLE DEL CAPITAL INTELECTUAL
AUDITORIA CONTABLE DEL CAPITAL INTELECTUAL. FUNDAMENTOS Y METODOLOGÍA
1. INTRODUCCIÓN
2. EL PROBLEMA TEÓRICO DE LOS ACTIVOS INTANGIBLES, EL CAPITAL INTELECTUAL Y DEL
CAPITAL CONOCIMIENTO
3 LOS PROYECTOS DE INVESTIGACION DE INTANGIBLE-INTELECTUAL-CONOCIMIENTO 162
3.1.- EL PROYECTO MERITUM
3.2. EL MODELO INTELLECTUS
3.3 EL PROYECTO “CONTABILIDAD FUNDHERENTISTA DEL CONOCIMIENTO” DEL INSTITUTO
CONTABILIDAD Y DESARROLLO (ICODE)
4. MODELOS DE MEDICIÓN DEL CAPITAL INTANGIBLE, DEL CAPITAL INTELECTUAL O DEL
CAPITAL CONOCIMIENTO
A. BALANCED BUSINESS SCORECARD (KAPLAN Y NORTON, 1996)
B. NAVIGATOR DE SKANDIA (EDVINSSON, 1992-1996)
C. MODELO INTELECT (EUROFORUM, 1998)
D. MODELO DE GESTIÓN DEL CONOCIMIENTO DE KPMG CONSULTING (TEJEDOR Y AGUIRRE,
1998)
E. KNOWLEDGE MANAGEMENT ASSESSMENT TOOL (KMAT)192
F. PROCESO DE CREACIÓN DEL CONOCIMIENTO (NONAKA, TAKEUCHI, 1995)
5. PERSPECTIVAS DE LA AUDITORIA CONTABLE DEL CAPITAL INTELECTUAL 195
A. TIPOS DE AUDITORIA
B. PASOS HACIA EL DESARROLLO DE INFORMES DE CAPITAL INTELECTUAL
6. CONCLUSIONES
7. BIBLIOGRAFÍA
EL CONTADOR COMO GENERADOR DEL CAPITAL INTELECTUAL
CAPITULO I: GESTIÓN DEL CONOCIMIENTO (KNOWLEDGE MANAGEMENT)
1.1. NECESARIA CONCEPTUALIZACION
1.2. GESTIÓN DEL CONOCIMIENTO EN LAS ORGANIZACIONES
1.3. EL CAPITAL INTELECTUAL
1.4. ESTAMOS EN LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO, ¿QUÉ RECURSOS GENERAN MAYOR
VALOR EN ESTA ECONOMÍA? TANGIBLES O INTAGIBLES?
CAPITULO II: EL CONTEXTO ACTUAL Y LA CONTABILIDAD
2.1. CARACTERIZACIÓN DEL ENTORNO EMPRESARIAL
2.2. NUEVO ENTORNO, NUEVOS REQUERIMIENTOS
2.3. CRITICAS AL MODELO CONTABLE ACTUAL PARA VALORAR EL CAPITAL INTELECTUAL
2.4. DECADENCIA DEL PARADIGMA CONTABLE DE UTILIDAD217
2.5. IMPLICANCIAS DEL PARADIGMA DE UTILIDAD
2.6. ¿QUÉ IMPLICA DESARROLLAR UN NUEVO MODELO CONTABLE?
CAPITULO III: CAMBIOS PARADIGMATICOS EN EL CONTADOR PÚBLICO PARA QUE PUEDA
GENERAR EL CAPITAL INTELECTUAL
3.1. ACTIVIDADES QUE DEBE CUMPLIR EL CONTADOR PARA INCREMENTAR Y DESARROLLAR
SU CAPITAL INTELECTUAL
3.2. EL BALANCED SCORECARD APLICADO AL CONTADOR PÚBLICO
CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
INTRODUCCIÓN
Vivimos en un mundo pletórico de datos, frases e íconos. La percepción que los seres humanos
tenemos de nosotros mismos ha cambiado, en vista de que se ha modificado la apreciación que
tenemos de nuestro entorno. Nuestra circunstancia no es más la del barrio o la ciudad en donde
vivimos, ni siquiera la del país en donde radicamos. Nuestros horizontes son, al menos en
apariencia, de carácter planetario.
Eso no significa que estemos al tanto de todo lo que sucede en todo el mundo. Lo que ocurre es
que entre los numerosos mensajes que recibimos todos los días, se encuentran muchos que
provienen de latitudes tan diversas y tan lejanas que, a menudo, ni siquiera acertamos a identificar
con claridad en dónde se encuentran los sitios de donde provienen tales informaciones. Por ello, se
habla mucho de la Sociedad de la Información o de la Sociedad del Conocimiento. ¿Qué rasgos la
definen la sociedad actual? ¿En qué aspectos resulta novedosa? ¿En qué medida puede cambiar
la vida de nuestros países, nuestras organizaciones, de nosotros mismos, etc.? ¿Qué limitaciones
tiene ese nuevo contexto? Son preguntas urgentes que requieren respuestas ingeniosas para
proponer nuevas formas de actuar cotidiana y profesionalmente, de explicar tecnológica y
científicamente y de comprender racional e históricamente a la sociedad contemporánea.
Pero, por ahora a este nuevo contexto socioeconómico lo definen características como las
siguientes: Exuberancia. Disponemos de una apabullante y diversa cantidad de datos. Se trata de
un volumen de información tan profuso que es por sí mismo parte del escenario en donde nos
desenvolvemos todos los días. Omnipresencia. Los nuevos instrumentos de información, o al
menos sus contenidos, los encontramos por doquier, forman parte del escenario público
contemporáneo (son en buena medida dicho escenario) y también de nuestra vida privada.
Nuestros abuelos (o bisabuelos, según el rango generacional en el que estemos ubicados) fueron
contemporáneos del surgimiento de la radio, se asombraron con las primeras transmisiones de
acontecimientos internacionales y tenían que esperar varios meses a que les llegara una carta del
extranjero; para viajar de Barcelona a Nueva York lo más apropiado era tomar un buque en una
travesía de varias semanas. La generación siguiente creció y conformó su imaginario cultural al
lado de la televisión, que durante sus primeras décadas era sólo en blanco y negro, se enteró con
pasmo y gusto de los primeros viajes espaciales, conformó sus preferencias cinematográficas en la
asistencia a la sala de cine delante de una pantalla que reflejaba la proyección de 35mm y ha
transitado no sin asombro de la telefonía alámbrica y convencional a la de carácter celular o móvil.
Los jóvenes de hoy nacieron cuando la difusión de señales televisivas por satélite ya era una
realidad, saben que se puede cruzar el Atlántico en un vuelo de unas cuantas horas, han visto más
cine en televisión y en video que en las salas tradicionales y no se asombran con la Internet porque
han crecido junto a ella durante la última década: frecuentan espacios de chat, emplean el correo
electrónico y manejan programas de navegación en la red de redes con una habilidad literalmente
innata. Esa es la Sociedad de la Información. Los medios de comunicación se han convertido en el
espacio de interacción social por excelencia, lo cual implica mayores facilidades para el
intercambio de preocupaciones e ideas pero, también, una riesgosa supeditación a los consorcios
que tienen mayor influencia, particularmente en los medios de difusión abierta (o generalista, como
les llaman en algunos sitios). Irradiación. La sociedad contemporánea también se distingue por la
distancia hoy prácticamente ilimitada que alcanza el intercambio de mensajes. Las barreras
geográficas se difuminan; las distancias físicas se vuelven relativas al menos en comparación con
el pasado reciente. Ya no tenemos que esperar varios meses para que una carta nuestra llegue de
un país a otro. Ni siquiera debemos padecer las interrupciones de la telefonía convencional. Hoy
en día basta con enviar un correo electrónico, o e-mail, para ponernos en contacto con alguien a
quien incluso posiblemente no conocemos y en un país cuyas coordenadas tal vez tampoco
identificamos del todo. Velocidad. La comunicación, salvo fallas técnicas, se ha vuelto instantánea.
Ya no es preciso aguardar varios días, o aún más, para recibir la respuesta del destinatario de un
mensaje nuestro e incluso existen mecanismos para entablar comunicación simultánea a precios
mucho más bajos que los de la telefonía tradicional. Multilateralidad / Centralidad. Las
capacidades técnicas de la comunicación contemporánea permiten que recibamos información de
todas partes, aunque lo más frecuente es que la mayor parte de la información que circula por el
mundo surja de unos cuantos sitios. En todos los países hay estaciones de televisión y radio y en
muchos de ellos, producción cinematográfica.. Sin embargo el contenido de las series y los filmes
más conocidos en todo el mundo suele ser elaborado en las metrópolis culturales. Esa tendencia
se mantiene en la Internet, en donde las páginas más visitadas son de origen estadounidense y,
todavía, el país con más usuarios de la red de redes sigue siendo Estados Unidos. Interactividad /
Unilateralidad. A diferencia de la comunicación convencional (como la que ofrecen la televisión y
la radio tradicionales) los nuevos instrumentos para propagar información permiten que sus
usuarios sean no sólo consumidores, sino además productores de sus propios mensajes. En la
Internet podemos conocer contenidos de toda índole y, junto con ello, contribuir nosotros mismos a
incrementar el caudal de datos disponible en la red de redes. Sin embargo esa capacidad de la
Internet sigue siendo poco utilizada. La gran mayoría de sus usuarios son consumidores pasivos
de los contenidos que ya existen en la Internet. Desigualdad. La Sociedad de la Información
ofrece tal abundancia de contenidos y tantas posibilidades para la educación y el intercambio entre
la gente de todo el mundo, que casi siempre es vista como remedio a las muchas carencias que
padece la humanidad. Numerosos autores, especialmente los más conocidos promotores de la
Internet, suelen tener visiones fundamentalmente optimistas acerca de las capacidades igualitarias
y liberadoras de la red de redes (por ejemplo Gates: 1995 y 1999 y Negroponte, 1995). Sin
embargo la Internet, igual que cualquier otro instrumento para la propagación y el intercambio de
información, no resuelve por sí sola los problemas del mundo. De hecho, ha sido casi inevitable
que reproduzca algunas de las desigualdades más notables que hay en nuestros países. Mientras
las naciones más industrializadas extienden el acceso a la red de redes entre porcentajes cada vez
más altos de sus ciudadanos, la Internet sigue siendo ajena a casi la totalidad de la gente en los
países más pobres o incluso en zonas o entre segmentos de la población marginados aún en los
países más desarrollados. Heterogeneidad. En los medios contemporáneos y particularmente en
la Internet se duplican –y multiplican– actitudes, opiniones, pensamientos y circunstancias que
están presentes en nuestras sociedades. Si en estas sociedades hay creatividad, inteligencia y
arte, sin duda algo de eso se reflejará en los nuevos espacios de la Sociedad de la Información.
Pero de la misma manera, puesto que en nuestras sociedades también tenemos prejuicios,
abusos, insolencias y crímenes, también esas actitudes y posiciones estarán expresadas en estos
medios. Particularmente, la Internet se ha convertido en foro para manifestaciones de toda índole
aunque con frecuencia otros medios exageran la existencia de contenidos de carácter agresivo o
incómodo, según el punto de vista de quien los aprecie. Desorientación. La enorme y creciente
cantidad de información a la que podemos tener acceso no sólo es oportunidad de desarrollo social
y personal. También y antes que nada, se ha convertido en desafío cotidiano y en motivo de
agobio para quienes recibimos o podemos encontrar millares de noticias, símbolos, declaraciones,
imágenes e incitaciones de casi cualquier índole a través de los medios y especialmente en la red
de redes. Esa plétora de datos no es necesariamente fuente de enriquecimiento cultural, sino a
veces de aturdimiento personal y colectivo. El empleo de los nuevos medios requiere destrezas
que van más allá de la habilidad para abrir un programa o poner en marcha un equipo de cómputo.
Se necesitan aprendizajes específicos para elegir entre aquello que nos resulta útil, y lo mucho de
lo que podemos prescindir. Ciudadanía pasiva. La dispersión y abundancia de mensajes, la
preponderancia de los contenidos de carácter comercial y particularmente propagados por grandes
consorcios mediáticos y la ausencia de capacitación y reflexión suficientes sobre estos temas,
suelen aunarse para que en la Sociedad de la Información el consumo prevalezca sobre la
creatividad y el intercambio mercantil sea más frecuente que el intercambio de conocimientos. No
pretendemos que no haya intereses comerciales en los nuevos medios –al contrario, ellos suelen
ser el motor principal para la expansión de la tecnología y de los contenidos–. Pero sí es pertinente
señalar esa tendencia, que se ha sobrepuesto a los proyectos más altruistas que han pretendido
que la Sociedad de la Información sea un nuevo estadio en el desarrollo cultural y en la
humanización misma de nuestras sociedades.
La sociedad contemporánea es expresión de las realidades y capacidades de los medios de
comunicación más nuevos, o renovados merced a los desarrollos tecnológicos que se consolidaron
en la última década del siglo: la televisión, el almacenamiento de información, la propagación de
video, sonido y textos, han podido comprimirse en soportes de almacenamiento como los discos
compactos o a través de señales que no podrían conducir todos esos datos si no hubieran sido
traducidos a formatos digitales. La digitalización de la información es el sustento de la nueva
revolución informática. Su expresión hasta ahora más compleja, aunque sin duda seguirá
desarrollándose para quizá asumir nuevos formatos en el mediano plazo, es la Internet.
Lo anterior hace posible entender a la globalización como una serie de procesos multidireccionales
y no simplemente como la internacionalización de culturas y mensajes que solían estar apartados
unos respecto de otros. Giddens recuerda cómo "la globalización presiona no sólo hacia arriba,
sino también hacia abajo, creando nuevas presiones para la autonomía local". En Internet entre
otras formas de intercambio surgen nuevos modos de solidaridad, desde las cadenas de mensajes
hasta la coordinación de protestas o adhesiones respecto de las más diversas causas. Y también
aparecen nuevas formas de aislamiento, tanto entre las personas como entre las naciones.
Por otro lado, especialmente vista desde la perspectiva económica, tenemos la influencia del
conocimiento en la sociedad contemporánea. La generación y utilización eficaz del conocimiento
constituye un factor de desarrollo económico de importancia creciente. Sin embargo, la sola
existencia del conocimiento no garantiza el cambio y la innovación de las organizaciones y de
nuestros países. La capacidad de una sociedad para incorporar la ciencia y la tecnología como
factores dinámicos para su progreso depende de condiciones políticas, económicas y sociales que
la ciencia misma no puede crear. La competitividad que se sustenta en la capacidad de generar y
difundir el progreso técnico -competitividad estructural- se caracteriza como un fenómeno cuya
emergencia depende sistemáticamente de fenómenos de menor nivel que se generan como
resultado del funcionamiento de los sistemas educativo, productivo, y de ciencia y tecnología, de
las interrelaciones entre ellos, y de su interacción con el resto del sistema social. En este trabajo se
profundiza en la caracterización de las condiciones estructurales que deben darse para la
emergencia de la competitividad. Cuatro niveles de análisis de la estructura de la economía social -
los niveles micro, meso, meta y macro- son considerados. La articulación orgánica y de orden
estructural que debe darse entre los sistemas productivo, educativo, y de investigación y desarrollo
se conceptualiza y “diseña” en el nivel meso, y se operacionaliza en el nivel micro. Las acciones
conjuntas en los niveles meso y micro son posibles gracias a condiciones adecuadas en los niveles
macro y meta. Para cada uno de los niveles considerados se requieren políticas y estrategias cuya
operacionalización es necesaria para garantizar las relaciones de orden estructural que deben
darse al interior de cada nivel, y entre niveles, en un esfuerzo por contribuir a la clarificación de la
estructura organizacional requerida para viabilizar la innovación tecnológica y el cambio de
nuestras organizaciones.
Las economías más avanzadas basan su barrera de competitividad cada vez en mayor grado en la
generación y utilización eficaz del conocimiento. La investigación científica y tecnológica, en su
calidad de actividad generadora de conocimiento, es un componente esencial de la competitividad
económica. Sin embargo, la aplicación social de este conocimiento depende de diversos aspectos
y condiciones que ni la ciencia ni la tecnología por sí mismas pueden crear.
La generación en un país de fuentes perdurables de ventaja comparativa en relación con otros
países debe sustentarse en una estrategia de desarrollo basada en conocimiento científico
moderno, que visualice la participación en la dinamización de la frontera de la innovación como un
elemento fundamental de dicha estrategia. Por lo tanto, debe fundamentarse sobre un conjunto de
políticas que favorezcan el desarrollo de capacidades científico-tecnológicas endógenas, así como
la inserción y asimilación de éstas de manera efectiva en la economía como elemento clave de
fortalecimiento del sector productivo. Condiciones estructurales determinadas son necesarias para
hacer esto posible.
Tanto las exigencias económicas, tecnológicas y cognoscitivas de la nueva sociedad implica
directamente el surgimiento de las comunidades nootrópicas. Esta comunidad requiere un análisis
más detallado para comprender la nueva realidad social que está surgiendo y en las cuales
actuarán las profesiones o disciplinas futuras.
Se dice que cuanto más y mejor acceso tengamos a la información, seremos más sabios y más
ricos. De hecho, a quienes es más probable que les suceda tal cosa es a quienes viven dentro de
comunidades nootrópicas, esto es, comunidades orientadas a desarrollar procesos basados en el
conocimiento o generadores de conocimiento, porque –una vez más conviene insistir en ello- lo
esencial no es la información, sino la cantidad y clase de conocimiento que ésta contiene. Siempre
que nos refiramos a procesos cognitivos, no a mera comunicación social, es preciso admitir la
supremacía del conocimiento sobre la información.
Hablemos de la noosfera, a la que subdividiré a efectos didácticos en tres estructuras. Podemos
asumir como una metáfora útil que todas las ideas, obras de arte, lenguas, ideologías, músicas,
poemas, ecuaciones matemáticas, fórmulas químicas, teorías, datos registrados sobre la
Naturaleza, diseños, textos, fotografías, religiones, ritos, mitos, ..., constituyen la primera estructura
noosférica: es el reservorio del conocimiento, el territorio universal de los productos de la
inteligencia humana. Hagamos la hipótesis de que es aproximadamente factible contar con
registros de todos los ítems de dicho reservorio.
Bien mirado, el entorno artificial en el que viven los humanos es otra estructura de la noosfera, ya
que sus elementos tangibles, siempre renovables, sean viviendas, muebles, iglesias, puentes,
aviones, fábricas, redes eléctricas, carreteras, ordenadores, lentes de contacto, instrumentos
musicales, sean procesos u organizaciones sociales, proceden de la aplicación del conocimiento.
En particular, el instrumental técnico, científico e industrial forma la tecnosfera, un mundo de
“paquetes” de conocimiento integrado, que es algo así como una proyección material de la
noosfera.
El conocimiento, con independencia de su campo de especialización y haciendo salvedad de cómo
quede fijado en objetos materiales, se maneja, expresa, registra y difunde muy habitualmente por
un grupo de signos, al que podemos llamar neutralmente información. Es por esa razón que la
infotecnología, o tecnología de la información y de las comunicaciones, si se prefiere, juega un
papel capital en el progreso del conocimiento y en el desarrollo de la tecnosfera, de la que forma
parte.
Por último, unas cuantas copias sueltas y personalizadas de algunas pequeñas parcelas de la
noosfera-reservorio habitan en cada momento en la mente de cada ser humano, de modo que
podría decirse que asintóticamente existe una copia completa de la noosfera en la humanidad viva,
sólo que fragmentada irregularmente en miles de millones de mentes. Es la tercera estructura.
Armados con esos fragmentos, los humanos se organizan para acomodarse a su entorno social y
ambiental o para transformarlo, contribuyendo en muchos casos a enriquecer la noosfera, cada día
más frecuentemente, todo hay que decirlo, con fines lucrativos.
De lo expuesto hasta aquí podemos resumir que la noosfera, esto es, los conocimientos en sentido
amplio, constituye un conjunto dinámico formado por tres estructuras: a) los registros del
conocimiento (noosfera-reservorio); b) el entorno artificial producido por la aplicación del
conocimiento (a destacar la noosfera-tecnosfera); y c) las copias vivas, fragmentarias,
especializadas y diminutas, que bullen activas en las mentes de los humanos, con las que éstos
difícilmente pueden afrontar, solos, el crecimiento exponencial de los dos primeros, por lo demás
en gran medida debido paradójicamente a la fragmentación sistemática del saber humano en
currículos o especialidades. Dicho crecimiento, tanto en cuanto a su diversidad –llamémosla
noodiversidad-, como en cuanto al número increíble de sus componentes y a la complejidad de
muchos de ellos, lleva a la Humanidad actual a una era de complejidad y a nosotros a
preguntarnos si los humanos sabrán compatibilizar su aportación continuada al desarrollo de la
noosfera con una gestión adecuada de la complejidad resultante. Cabe subrayar a este respecto
que los cambios potenciales secundarios a la explosión y aplicación sistemática del conocimiento
desbordan largamente la capacidad humana individual de comprensión y asimilación.
Hipotéticamente, la noosfera-reservorio está siempre más o menos disponible, prácticamente en
régimen de autoservicio universal, para todos los seres humanos, pero lo cierto es que hay
comunidades que, por libre elección de sus componentes, se han desarrollado más
nootrópicamente que otras y hoy ostentan posiciones de liderazgo, cultivando además parcelas
reservadas de la noosfera en provecho propio, cuyos productos venden a otras comunidades
deficitarias. Han implementado resortes sociales, instrumentos políticos y materiales, recursos y
sistemas “atractores” para incentivar y facilitar los procesos relacionados con el conocimiento, bien
sea acceso a él, almacenaje, difusión, creación, debate, utilización: Bibliotecas, museos,
infraestructuras técnicas, conservatorios musicales, teatros, campos deportivos, universidades,
centros de saber, academias eruditas, laboratorios y centros de I + D, instituciones culturales,
colegios profesionales, fundaciones, publicaciones, leyes, iniciativas institucionales, partidas
presupuestarias, empresas que transforman conocimiento en valor, etcétera. Han comprendido
que la noosfera es no sólo la fuente del desarrollo intelectual y cultural, sino que podía convertirse
también en la principal fuente de riqueza individual y colectiva.
Ahora, describamos lo anterior en clave antropológica. Según Arsuaga (El collar del neandertal),
los humanos, a partir del Homo habilis, nos hemos especializado en la inteligencia, hemos creado
“un sistema revolucionario de transmitir información, el manejo de símbolos, el lenguaje articulado”.
No sé lo que dirán los paleoantropólogos ante mi osadía, pero creo que el despliegue de esa
capacidad (noos) está llevando a los humanos más evolucionados a agruparse y diferenciarse en
comunidades de economía productiva basada en el cultivo de los campos del conocimiento, a la
que podríamos llamar noocultura.
El conocimiento se cultiva, también se fabrica, como asimismo se fabrican las herramientas y
técnicas para cultivarlo o fabricarlo, y con él se inventan y fabrican todos los artefactos que
componen nuestro entorno artificial, igual que se crean instituciones, procedimientos y artes. Como
cualquier ser vivo, el humano forma parte de la biosfera, pero con su inteligencia simbólica
construye y reconstruye un mundo propio y aparte, la noosfera, poblado de seres tangibles –
automóvil, lentillas– e intangibles –teoría, fórmula química, música, poema, sistema de
numeración– en el que habita y con el que coevoluciona.
El centro, ya no único pero sí último, de producción y explotación de la noosfera son las mentes
humanas. La mente, al momento de nacer, no contiene nada de la noosfera, pero, si se conecta
vital o socialmente a ésta, irá guardando algo de ella, copias personalizadas sin duda, mejores o
peores. Los seres humanos aprenden de otros seres humanos por imitación o repitiendo acciones
ya probadas hasta conseguir ciertas destrezas. Sin embargo, los genuinos canales multiplicadores
del conocimiento han sido los contenedores portables de información, especialmente el libro
impreso. Las medidas de instrucción pública para difundir entre la población las artes de leer y
escribir, y, luego, sucesivas disposiciones para aumentar una y otra vez sus niveles educativos,
han hecho el resto. Ahora, cuando hemos estabilizado la noción de aprendizaje permanente, nos
cuesta trabajo creer que en pleno siglo XV eran pocos los reyes y nobles que supieran leer y
escribir.
Así pues, en las sociedades desarrolladas actuales adquirir copias mentales de la noosfera se ha
convertido en una necesidad individual permanente, y perentoria, al margen de que para muchos
pueda ser circunstancialmente también un placer. Bajo muy diversos grados, formas y categorías,
las sociedades actuales son todas sociedades de conocimiento y sociedades de información,
simplemente por una cuestión de evolución. Dado que sólo es operativo el conocimiento que se
construye en la mente (o en alguno de sus derivados), el proceso individual –y por extensión el
grupal o societario– de extraer conocimiento de la información noosférica deviene en dispositivo
social básico.
En el año 1991 se publicó en Claves de Razón Práctica un extenso artículo titulado “La sociedad
informatizada: Apuntes para una patología de la técnica”, en el que, para analizar, entre otros, los
efectos de la hiperinformación, dibujaba un flujograma básico de los procesos individuales
cognoscitivos que transforman la información que contiene conocimiento en conocimiento
adquirido, y luego, en una fase posterior y disociada, aplican este conocimiento en algún tipo de
acción. No deje el lector de observar que el análisis de entonces, incluía de modo explícito la
acción. Con la perspectiva actual, y las reflexiones del presente, en conjunto podría constituir la
base para un modelo general de los flujos de información y conocimiento en la “nueva” economía,
también llamada economía del conocimiento o economía creativa.
La relación conceptual de la información con el conocimiento es especial y confusa –Edgar Morin
diría que es una relación de complementariedad, concurrencia y antagonismo–, pero lo que
quisimos resaltar es fundamentalmente su dependencia respecto del observador o receptor. Ya
que antes hablábamos de libros, imaginemos, a título de ejemplo, que tomamos uno cualquiera
que exponga un ensayo minucioso sobre los orígenes y evolución del universo físico. Desde el
punto de vista de un observador neutral, ese libro es en primera aproximación sólo un extenso
grupo de símbolos, que expresa de forma ordenada el saber de su autor y lo registra en la
noosfera. Precisamente, su autor ha utilizado ciertas agrupaciones de signos, tales como palabras,
fórmulas, imágenes y esquemas, para pulir, ordenar y codificar sus teorías y transmitirlas a los
demás. Pero, desde el punto de vista de la noosfera, entendida en su acepción de inventario del
conocimiento de la Humanidad, ese ensayo es un registro informativo de conocimiento, y por ello lo
computamos como conocimiento. Ahora bien, desde el punto de vista de un posible lector, ese
ensayo se ve –más allá de sus códigos lingüísticos-, bien como un paquete de información
incomprensible, si el lector es totalmente ignorante, bien como un paquete de información que
parece contener un conocimiento interesante, merecedor del esfuerzo de estudiarlo, descodificarlo
y asimilarlo. El segundo lector posee, de entrada, un nivel de conocimientos que lo capacita
potencialmente para aplicar las claves que descodifican los significados de los conceptos que
componen el conocimiento contenido en esa información y está dispuesto a hacer el esfuerzo para
metabolizarla e incorporarla como conocimiento propio, adaptado a sus características
intelectuales. Dicho sea como inciso, parte del conocimiento previo y del esfuerzo necesarios
pueden incluir la traducción de otra lengua, hoy habitualmente el inglés, a la suya propia. Al final
del esfuerzo, el lector se habrá convertido en poseedor, ciertamente no exclusivo, de una copia
mental de un pedazo de conocimiento almacenado en la noosfera.
Así, el proceso cognoscitivo puede proseguir y transformarse en recurso para la acción, y en
general lo hace. Recurriendo posteriormente a otros conocimientos ya adquiridos o acopiando
otros nuevos si fueran necesarios y aportando más esfuerzo y resortes diversos disponibles, que
podrían incluir cooperación con otros individuos, el sujeto considerado terminará desarrollando
acciones con finalidades muy variadas, que, sin duda, dejan su huella en el mundo. Es corriente
que tales acciones se repitan después una y otra vez sin necesidad de procesar nuevos
conocimientos, de hecho en esto radica la eficacia.
En el esquema descrito se recorre una secuencia general de etapas y elementos, que
enumerativamente son: a) información/conocimiento procedente de la noosfera-reservorio; b)
conocimientos previos y esfuerzo por parte del individuo; c) conocimiento adquirido, compuesto por
una cierta “copia” mental de alguna parcela de la noosfera; d) más esfuerzo; y f) acción.
Los resultados de este flujo de etapas y sus características dependerán del grado de conocimiento
y del grado de esfuerzo involucrados en cada circuito personal, del número y agrupaciones de
circuitos, y del tipo y variedad de acciones. Desde el punto de vista de una sociedad concreta,
cuanto mayor y más variado sea el número de sus ciudadanos que desarrollen procesos
cognoscitivos que requieran altos grados de conocimiento y esfuerzo, y cuanto mayor sea el
número, volumen y calidad de comunidades enfocadas a un objetivo común, mayor será su nivel
de nootropismo, y más intensiva será como sociedad del conocimiento. Un ejemplo de sociedad de
conocimiento de baja intensidad, y por tanto una sociedad reproductora, imitativa, débilmente
nootrópica, es aquella en que se realicen mayoritariamente procesos con conocimientos
elementales y bajos esfuerzos, por mucha información que circule, como es el caso conocido del
consumo masivo de los medios de comunicación audiovisual, típicamente pasivos.
Como corolario de lo dicho, se deduce la conveniencia de que las fuerzas sociales acuerden
reforzar las siguientes pautas: Acceso fácil y universal a la información; mejora de los niveles de
cualificación y educación; motivación y racionalización de los esfuerzos; estimulación de las
iniciativas orientadas a integrar cuantos procesos cognoscitivos sean necesarios para acometer
acciones colectivas superadoras de los efectos perniciosos producidos por la fragmentación del
conocimiento; canalización del mayor número posible de acciones hacia el enriquecimiento
sistemático de las tres estructuras noosféricas.
Antes, las comunidades vivían aisladas unas de otras durante años, durante siglos o siempre.
Ahora, el mundo se ha transformado en un espacio social que se recorre informativamente en
segundos y en un espacio físico que se cubre en horas (o en segundos). Fuerzas económicas,
técnicas y políticas de un poder antes desconocido gobiernan los flujos que modifican los estados
de ese mundo y de sus habitantes. En medio de las turbulencias y de tanta complejidad, los
cerebros humanos operan imprevisiblemente regidos por una mezcla misteriosa de racionalidad y
animalidad. La constitución de comunidades nootrópicas y el despliegue progresivo de la
noocultura no garantizan la práctica de la justicia, la virtud, la solidaridad o la sabiduría. De hecho,
la fragmentación del conocimiento, que conduce invariablemente a la superespecialización, es, en
primera instancia, sinónimo de ignorancia. Es seguro que de ese juego de fuerzas surgirá un nuevo
orden.
Hasta aquí la concepción filosófica, antropológica y sociológica de la sociedad contemporánea,
llamada sociedad del conocimiento, que sustenta teóricamente, y fácticamente, las investigaciones
que agrupan este compendio de trabajos de investigación denominado LA CONTABILIDAD EN LA
SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO. Investigaciones Icodeanas. Tomo I. Las Investigaciones
Icodeanas se publican con la finalidad de compartir los logros teóricos del Instituto Contabilidad y
Desarrollo (ICODE) y se incluyen los trabajos más significativos y relevantes de sus investigadores.
El tomo I de estas investigaciones incluye cuatro trabajos a saber: FUNDAMENTOS
EPISTEMOLÓGICOS DE LA CIENCIA CONTABLE. Bases del Programa de Investigación
Icodeana, del Prof. Zósimo De la Cruz Sullca. Aquí se plantea que cada disciplina científica tiene
su objeto de estudio y métodos específicos para producir y aceptar conocimientos. Lo que se diga
y cómo se diga, así como la manera peculiar de proceder para generar y aceptar conocimientos,
todo esto, son cuestiones peculiarmente científicas, y cada disciplina desarrolla sus propios
procedimientos, sus propios métodos. Pero algo común a todas las disciplinas es que deben
delimitar cierto campo de estudio y proceder de esta cierta manera para obtener conocimiento
acerca de su campo de estudio, par lo cual siempre es necesario contar con ciertos recursos
metodológicos y instrumentos teóricos estructuradas en la Epistemología.
Seguir un método significa tener un procedimiento sistemático para proponer hipótesis o teorías
que pretenden ofrecer conocimiento del mundo y para aceptar o rechazar esas hipótesis o esas
teorías como genuino o auténtico conocimiento del mundo.
Cualquiera que sean las reglas metodológicas, y cualquiera que sea su rango de generalidad o
especificidad, las reglas existen y se supone que los científicos deben seguirlas si quieren obtener
determinados fines.
Ahora bien, los métodos de las ciencias, aun si los entendemos en el sentido estrecho como
conjunto de reglas que en su totalidad expresan un procedimiento para obtener ciertos fines,
presuponen otros dos tipos de elementos fundamentales, a saber, las creencias y conocimientos
previos, por una parte, y valores, por otra.
Una idea central, cada vez más aceptada en la epistemología contemporánea, es que los fines y
los valores de la investigación científica no siempre han sido los mismos. Los fines y los valores de
la investigación científica no están fijos ni son inmutables. Así como las creencias y los
conocimientos sustantivos que producen las ciencias han cambiado a los largo de la historia,
también han cambiado los fines los valores en función de los cuales se desarrolla la investigación
científico.
La realidad actual, en el ámbito contable se caracteriza por los intentos de elaboración de una
estructura teórica que unifique la contabilidad en un intento integrador de las distintas subáreas
contables específicas, en vez de un conjunto de convenciones defectuosamente conectadas. Este
fenómeno no surge por el azar, sino es consecuencia lógica de todo un proceso histórico.
La ciencia es el conjunto de conocimientos científicos estructurados como un sistema hipotético
deductivo, es decir, conocimientos objetivos, verdaderos, universales y necesarios, comunicables.
Esto es ciencia auténtica. La única manera o estrategia de desarrollar a la contabilidad es
convertirla en ciencia contable auténtica. No discutiendo en qué normas nos ponemos de acuerdo,
sino fundamentando cuales de los supuestos son científicos. La implicación inmediata de tal salida
es la exigencia de realizar investigaciones científicas en contabilidad, por un lado, y, por otro lado,
realizar investigaciones metateóricas que permitan la construcción o reconstrucción de la ciencia
contable.
Lo anterior implica un trabajo de investigación metateórica sobre los fundamentos epistemológicos
de la ciencia contable auténtica, que no ha sido discutida con seriedad en la comunidad académica
internacional contable, pues todavía se adolece de la formación rigurosa que exige ésta tarea en el
ámbito epistemológico. Los eventos académicos internacionales están dedicados con prioridad a
temas o áreas que implican la labor profesional del contador en cada nuevo entorno
socioeconómico mundial. Pero la discusión teórica y epistemológica está casi abandonada.
El segundo trabajo titulado APROXIMACIONES TEÓRICAS Y METODLÓGICAS
INTERDISCIPLINARIAS A LA CONTABILIDAD DEL CONOCIMIENTO del CPC. Jesús Capcha
Carbajal, sostiene que con la irrupción y desarrollo de las nuevas tecnologías se están produciendo
una serie de cambios estructurales, a nivel económico, laboral, social, educativo, político, de
relaciones. En definitiva, se está configurando la emergencia de una nueva forma de entender la
cultura y la realidad socioeconómica. En esta coyuntura, la información y el conocimiento aparecen
como los elementos clave, aglutinadores, estructuradores de este tipo de sociedad.
En este contexto, la Contabilidad del Conocimiento es una técnica, en emergencia, que permite la
descripción mensurable del conocimiento, como entidad biplanar: la estructura creencial y de la
estructura mental, relevante y adecuado que posee una organización para el cumplimiento de sus
fines y objetivos. La estructura creencial se manifiesta en forma de un complejo cognitivo que está
constituido por los datos, la información y el saber. Y la estructura mental se manifiesta en forma
de proceso cognitivo que está constituido por los estados, los acontecimientos y los hechos
cognitivos. Ambas estructuras constituyen una base del conocimiento y ésta para ser gestionada
deberá ser medida. Dicha medición, cuando se trata de los sistemas artificiales como las
organizaciones o empresas es deseable que sea contable si queremos identificar la eficiencia o
ineficiencia de tal conocimiento o funcionamiento empresarial.
Cómo hacer factible dicha medición es la tarea de la contabilidad del conocimiento. La medición de
la estructura creencial y mental sólo es posible mediante la jerarquización de los conocimientos y el
análisis de los niveles de conocimiento. El resultado de la aplicación de la jerarquización y
nivelación permiten describir y explicar el proceso y el complejo cognitivos, en algún elemento de
aquellos. Y esto permite establecer los indicadores más significativas del conocimiento en cuestión.
La descripción de la metodología y del proyecto metrológico de la contabilidad del conocimiento se
realiza en términos semiaxiomático o informalmente axiomáticos. Lo anterior es viable si
analizamos el funcionamiento de la contabilidad del conocimiento a través de la teoría de la
inteligencia híbrida.
Por otro lado, debemos dejar constancia que la propuesta se nutre de muchas investigaciones,
entre los más importantes tenemos el Proyecto Meritum y el Modelo Intellectus. Por eso, hacemos
una presentación resumida de sus propuestas y luego mostrar nuestras diferencias tanto
metodológicas, conceptuales y epistemológicas (teóricas).
La tercera investigación denominada AUDITORIA CONTABLE DEL CAPITAL INTELECTUAL.
Fundamentos y Metodología del CPC Víctor de la Cruz Cerrón plantea la tesis de que si aceptamos
que el objetivo de las empresas es la creación de valor para el accionista, deberíamos evaluar a
partir de dicha hipótesis la utilidad de la información financiera y no financiera presentada por una
organización a los usuarios de la misma.
Las críticas que las distintas disciplinas de la administración han venido realizando a las prácticas
contables desde hace varias décadas, por no cumplir a cabalidad con el objetivo señalado, se han
profundizado en el último lustro, a partir de la aceptación que estamos viviendo una transición
hacia una nueva economía global basada en el conocimiento.
Los criterios para construir riqueza, parafraseando a Lester Thurow, están cambiando. La gestión
de los activos intangibles se ha convertido en la principal fuente de competitividad de las empresas
y de los países. La creación y desarrollo de los activos intangibles (marcas, patentes, investigación
y desarrollo, carteras de clientes, conocimientos y su gestión en la empresa, procesos, etc.) se ha
convertido en la principal fuente creadora de valor para las compañías. Capital Intelectual se le ha
denominado a este proceso de crear y desarrollar activos intangibles.
¿Cuál es el problema? Dice L.Thurow: El conocimiento es la nueva base de la riqueza. Nunca lo
había sido. En el pasado, cuando los capitalistas hablaban de su riqueza se referían a las fábricas,
a los equipamientos y a los recursos naturales que poseían. En el futuro, cuando los capitalistas
hablen de su riqueza estarán refiriéndose al control que poseen sobre el conocimiento. Si se habla
de “poseer” capital, equipamientos o recursos naturales, el concepto de “posesión” (tener un activo
desde nuestra perspectiva contable) es claro.
En este marco, las asignaciones de recursos en la economía entre las distintas empresas, regiones
y países, empiezan a basarse en conceptos y criterios que difieren del pasado. Difieren en
contenido y en velocidad. Tenemos más información disponible, pero menos tiempo para decidir.
Los riesgos y las oportunidades aumentan exponencialmente y viajan a la velocidad de la luz. En
este contexto, los informes financieros, siguen jugando un papel crucial en la asignación de
recursos en la economía. Su adaptación a las nuevas demandas y su comprensión por todos los
agentes intervinientes, adquiere una importancia crucial.
¿Estamos los contadores preparados para responder a estos retos o tienen razón los profesionales
de otras disciplinas al decirnos que hemos perdido el tren de la nueva economía? Frente a esta
problemática estamos todos preocupados, pues depende de nosotros salir a derrotar el problema
con alternativas ingeniosas.
Finalmente tenemos la investigación titulada EL CONTADOR COMO GENERADOR DE CAPITAL
INTELECTUAL, del CPC. Hernán Capcha Carbajal. El contexto actual esta caracterizado por la
aceleración del cambio, que se ha constituido en el motor del desarrollo científico y tecnológico,
esto se hace patente en el nuevo entorno digital de los negocios, en estas condiciones las
empresas deben aprender a adaptarse a los continuos cambios y que las clases de organización
de antaño son las que menos probabilidades tienen de dominar el mañana, el nuevo entorno
también significa nuevos requerimientos y para satisfacerlos la administración moderna debe lograr
que los elementos interdependientes busquen el logro de la EXCELENCIA TOTAL, en este
contexto es cuando mas se hacen notar las debilidades y limitaciones del actual modelo contable,
diseñado para las empresas de siglos anteriores, especialmente porque son históricas y no
permiten valorar los activos intangibles lo cual impide gestionar el capital intelectual, asimismo los
riegos a los cuales se enfrenta la empresa no son revelados por los estados contables, esto se
origina en la decadencia del marco conceptual o teórico vigente es decir el paradigma contable de
utilidad (se orienta a brindar la mayor utilidad posible a la toma de decisiones), debemos mencionar
los otros dos paradigmas anteriores al mencionado tales como el paradigma del beneficio
económico ( que tiene como objetivo el conocer la realidad económica) y anterior a éste el
paradigma de registro o legalista con el cual se inicio la contabilidad formalmente( el objetivo
principal era suministrar datos al propietario sobre su situación acreedora y deudora). A todo lo
mencionado debemos precisar las implicancias de desarrollar un nuevo modelo contable, se debe
evaluar las carencias detectadas en prácticas actualmente vigentes y las dificultades que tienen los
destinatarios de la información contable y proponer caminos para superarlos, esto supone una
reconsideración al marco conceptual vigente, una evaluación a las normas contables a aplicar, el
replanteo del concepto de valor y la identificación de las nuevas necesidades del entorno
empresarial y profesional.
En este panorama cómo el contador publico puede realizar cambios y tomar acciones que le
permitan participar de manera decisiva en la generación del capital de su cliente, y para ello el
propio contador debe empezar por desarrollar su capital intelectual, medirlo y luego gestionarlo,
para ello planteamos que la herramienta del BSC aplicado al Contador publico como individuo
tendrá como efecto positivo una mejora en la generación de capital intelectual en sus clientes. Para
ello el contador publico debe cumplir actividades generadoras de capital intelectual mediante su
incursión en el desempeño profesional en otras áreas afines y de actualidad, para ello el contador
al igual que las empresas deben prepararse y desarrollarse en ambientes competitivos, asimismo
debemos mencionar que en el XXIV CIC Uruguay 2001se planteo el proyecto COGNITOR que
equivale a un administrador de capital intelectual. El BSC decíamos que se presta como
herramienta de medición del capital intelectual del contador por cuanto se puede aplicar en las
cuatro perspectivas teniendo presente que la perspectiva financiera se refiere en este caso a la
satisfacción de necesidades en el ámbito profesional, social, familiar y personal. La perspectiva del
cliente en el que se identifican los segmentos de clientes y de mercado, también se encuentra la
perspectiva del proceso interno y la de formación y crecimiento que implica el hábito de la
educación continua, el compromiso por el auto desarrollo y la motivación.
En síntesis la temática del presente volumen de las investigaciones icodeanas abarca desde la
epistemología hasta la formación, desde la teoría hasta las propuestas técnicas. Esta forma de
percibir nuestro trabajo investigativo es el resultado de una filosofía sistémica y rigorista que busca
en todo el bagaje cultural de humanidad alguna intuición que repercuta en el avance científico de la
contabilidad contemporánea, ello implica una actitud científica de no exclusión de las reflexiones.
Para finalizar esta Introducción, he de manifestar, a nombre de todos los investigadores del
Instituto Contabilidad y Desarrollo, nuestra gratitud a cuantos nos han estimulado, directa o
indirectamente, a llevar a cabo las investigaciones, la evaluación y la redacción de la presente obra
con sus sugerencias, objeciones y consejos. En primer lugar, a los intelectuales de la comunidad
epistemológica, especialmente a Mario Bunge (Universidad Mc Gill, Canadá), Stephen French
(Universidad de Leeds, Inglaterra), Rom Harré (Universidad de Oxford, Inglaterra), Jesús Mosterín
(Universidad de Barcelona, España), Luis Villoro y León Olivé (Universidad Nacional Autónoma de
México), Juan Abugattas Abugattas, Luis Piscoya Hermoza, Arsenio Guzmán Jorquera y Holger
Saavedra (Universidad Nacional Mayor de San Marcos), Miguel Giusti, Ciro Alegría y Pablo
Quintanilla (Pontificia Universidad Católica del Perú), David Sobrerilla (Universidad de Lima),
Francisco Miró Quesada Cantuarias (Sociedad Peruana de Filosofía) quienes nos han hecho llegar
valiosas indicaciones. En segundo lugar, agradecemos a los académicos del área contable,
especialmente a CPA Leonardo Rodríguez (Cuba en el exilio), CPA Enrique Zamorano García
(México), CPA Víctor Abreú Páez (Rep. Dominicana), Jorge Tua Pereda (España), CPA Guillermo
León Martínez Pino y Rafael Franco (Colombia), Juan Carlos Viegas y María del Carmen
Rodríguez de Ramírez (Argentina), Víctor Vargas Calderón y Oscar Pajuelo Ramírez (Perú) y
muchos compatriotas de la comunidad contable.
Con la esperanza de que seguiremos recibiendo las sugerencias y críticas de nuestros lectores
ponemos a consideración de la comunidad académica contable nacional e internacional el
presente esfuerzo intelectual colectivo.
Prof. Zósimo DE LA CRUZ SULLCA
Director de Investigaciones del ICODE
FUNDAMENTOS EPISTEMOLÓGICOS DE LA CIENCIA CONTABLE
Bases Histórico-Conceptuales del Programa de Investigación Icodeana
Prof. ZÓSIMO DE LA CRUZ S.
SPE-UNMSM/INTERCIENCIAS-PERÚ
Director de Investigaciones del ICODE
zdelacruzfil@hotmail.com
1. INTRODUCCIÓN.
Puede concebirse la filosofía en general como una actividad reflexiva de segundo nivel respecto de
actividades reflexivas de primer nivel, es decir, de ciertos modos conceptualmente articulados con
que los seres humanos se enfrentan a la realidad. La filosofía tiene entonces como objeto de
estudio esas reflexiones previas; trata de analizarlas, interpretarlas, fundamentarlas, criticarlas, e
incluso a veces mejorarlas. Así, el modo religioso de enfrentarse a la realidad da lugar a la filosofía
de la religión; el modo moral, a la filosofía de la moral (o ética); el modo artístico, a la filosofía del
arte (o estética), etc.
Uno de los modos más efectivos, sorprendentes y “revolucionarios” de enfrentarse a la realidad ha
sido (al menos en los últimos cuatro siglos) el modo científico. Por ello no es de extrañar que la
filosofía de la ciencia (o epistemología) ocupe un lugar preeminente en la filosofía actual. Dada la
innegable influencia que ejerce la ciencia en nuestra cultura, es difícil negar la perentoriedad de
una reflexión filosófica sobre ella. A tal reflexión la denominamos “filosofía de la ciencia”.
Es conveniente en este punto hacer una aclaración terminológica, de trasfondo metodológico.
Entenderemos aquí por “ciencia” el conjunto de las disciplinas teóricas conocidas usualmente
como “ciencias empíricas o factuales”, es decir, aquellas disciplinas que tienen por objeto hechos
directa o indirectamente contrastables por la experiencia sensorial humana. Este rótulo incluye en
consecuencia tanto las llamadas “ciencias naturales”, las “ciencias sociales” como las llamadas
“ciencias socionaturales”. De hecho, el punto de vista metodológico general desde el cual se ha
configurado nuestra exposición es el de que no existe un “abismo ontológico” infranqueable entre
los objetos de estudio de esos tres grupos de disciplinas ni entre la naturaleza de sus conceptos,
teorías y métodos respectivos. Por supuesto que pueden detectarse diferencias metodológicas
importantes entre la física y la economía, pongamos por caso; pero es difícil argüir que ellas han
de ser necesariamente más profundas o radicales que las que se dan entre la física y la etología,
por un lado, o la economía y la teoría literaria, por otro. Es más, hoy día proliferan las áreas
disciplinarias con respecto a las cuales ni siquiera sus propios especialistas concuerdan en
adjudicarlas al campo de las ciencias naturales o al de las sociales; la psicología, la lingüística y la
geografía (por mencionar sólo algunos ejemplos) se encuentran claramente en esta situación. Así,
pues, cuando hablamos aquí de filosofía de la ciencia, nos referimos a la reflexión filosófica sobre
las ciencias naturales, sociales e “intermedias”.
La ciencia es un fenómeno cultural relativamente reciente en la historia de la humanidad, al menos
en comparación con otros modos de reflexión como el religioso o el moral. Incluso tomando un
punto de vista laxo, es difícil identificar claros ejemplos de ciencias empíricas antes del periodo
helenístico, y aun allí cum grano salis. Pero muchos más reciente, naturalmente, es la toma de
conciencia de que, con el surgimiento de las ciencias empíricas, se había producido un hecho
cultural esencialmente nuevo. Sólo entonces pudo concebirse una filosofía de la ciencia en sentido
estricto. Esta toma de conciencia filosófica no se produjo sino hasta fines del siglo XVIII. Quizá
pueda considerarse a Kant como el primer filósofo en quien podemos detectar algo parecido a la
filosofía de la ciencia en el sentido actual. Sin embargo, la filosofía de la ciencia de Kant
(esencialmente filosofía de la mecánica) se halla aún inextricablemente ligada a cuestiones más
tradicionales de teoría del conocimiento y metafísica. Es en el siglo XIX cuando aparecen autores
más concentrada y específicamente dedicados a nuestra disciplina: Comte, Wheeler, Mill, Mach,
Poincaré, Duhem fueron probablemente los más influyentes.
Ahora bien, tan sólo en el sigo XX alcanza la filosofía de la ciencia su madurez metodológica y
llega a institucionalizarse como disciplina relativamente autónoma. Para ello fue crucial que la
reflexión filosófica sobre la ciencia pudiera disponer de las herramientas conceptuales que había
forjado la generación inmediatamente anterior: la lógica formal, la teoría de conjuntos y, más en
general, los métodos semánticos de la filosofía analítica. Para ello fueron decisivos los trabajos de
Frege y Russell, principalmente. De esta confluencia de vectores (los intereses epistemológicos de
los autores decimonónicos mencionados por un lado, y nuevos métodos analítico-formales, por
otro) surgió el primer enfoque específico y autoconsciente de la filosofía de la ciencia en su etapa
de eclosión (en la década de 1920-1930): el positivismo lógico (empirismo lógico, en un sentido
más lato) del Círculo de Viena y grupos emparentados, como la Escuela de Berlín, la Escuela de
Varsovia y diversas figuras aisladas en los países anglosajones y escandinavos. Probablemente,
hoy en día ningún filósofo de la ciencia acepte los postulados específicos del positivismo lógico; sin
embargo, es innegable que el desarrollo posterior de la filosofía de la ciencia, e incluso gran parte
de la temática abordada y de los métodos utilizados actualmente, presuponen los planteamientos
originados en dicho movimiento.
Es un tópico afirmar que en la filosofía, a diferencia de las ciencias, no puede hablarse de
progreso. Como todo tópico, éste es o trivial o falso. Si por “progreso” se entiende la mera
acumulación lineal de juicios que, una vez establecidos, nunca más son sujetos a examen crítico o
revisión, entonces manifiestamente es cierto que no hay progreso en filosofía, pero entonces
tampoco lo hay en ninguna ciencia ni en ninguna otra área de la cultura. En cambio, si por
progreso entendemos el proceso por el cual se alcanzan perspectivas más complejas y
diferenciadas, que por su propia diferenciación hacen imposible una “vuelta atrás”, así como un
amplio consenso sobre lo más valiosos de los resultados obtenidos hasta la fecha, entonces está
claro que hay progreso en filosofía, y muy en particular en filosofía de la ciencia. Dejando a un lado
el caso de la lógica (de la que puede discutirse si forma parte o no de la filosofía), la filosofía de la
ciencia es el área de la filosofía que más progresos tangibles e incuestionables ha hecho en lo que
va de siglo. No sólo se trata de que se ha alcanzado una perspectiva mucho mejor articulada sobre
la ciencia que la visión estimulante y prometedora, pero primitivamente ingenua, que propugnaba
el positivismo lógico; se trata también de que pueden reseñarse una serie de resultados concretos
sobre lo que hay en la disciplina el mismo tipo de consenso que es característico de las disciplinas
científicas añejas (a saber, resultados sobre los cuales “ya no se discute”). Mencionemos sólo
algunos: una tipología precisa y diferenciada de los diversos conceptos científico, que supera en
mucho el burdo par cualitativo/cuantitativo; la demostración efectiva de que los conceptos teóricos
no pueden reducirse a los observacionales; el abandono definitivo del principio de verificabilidad
para las leyes científicas; la determinación exacta de la naturaleza del método axiomático, de las
diversas formas que éste puede adoptar y su aplicación concreta a innumerables teorías científicas
particulares; la introducción de distintos modos de metrizar conceptos científicos (superando, entre
otras cosas, la idea primitiva de que sólo las magnitudes extensivas pueden metrizarse); el
abandono tanto de la concepción “cumulativista” como de la “falsacionista” en el análisis diacrónico
de la ciencia.
2. SOBRE LA CRISIS DE LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA EN EL SIGLO XX.
El origen del debate sobre las relaciones entre la Historia de la Ciencia y la Filosofía de la Ciencia
se sitúa normalmente en la publicación de la obra de Thomas S. Kuhn La estructura de las
revoluciones científicas (1962), aunque algunas críticas recibidas en los cincuenta por la
concepción de la ciencia heredada del empirismo lógico ya estaban basadas en la constatación de
un cierto desajuste entre la estructura de la ciencia tal como la describían los filósofos tradicionales
y la práctica real de los científicos en la historia, además de otras razones epistemológicas. En todo
caso, con o sin precedentes, el éxito de la obrita de Kuhn consiguió que la relevancia de la Historia
de la Ciencia en el planteamiento y la respuesta de los problemas filosóficos, metodológicos o
epistemológicos fuera algo que, unos años después, se aceptaba casi fuera de toda duda. Así, de
acuerdo a una poderosa tradición expositiva que, por lo que alcanzo a saber, se remonta a la
introducción escrita por Frederick Suppe al libro La estructura de las teorías científicas, en la
Filosofía de la Ciencia (o al menos en su dominante versión anglosajona, aunque sus principales
líderes eran autores de origen germano emigrados en los años treinta) había existido entre los
años cuarenta y los sesenta un notable consenso sobre la naturaleza básicamente formal de la
disciplina, emparentada sobre todo con la lógica y la metamatemática; Suppe, siguiendo a Putnam,
denominó “Concepción Heredada” (received view) a la síntesis de los principios básicos
establecidos en este consenso.
Estos principios incluían, desde el punto de vista de la metodología de trabajo de los filósofos de la
ciencia, la idea de que las teorías científicas debían reconstruirse en un lenguaje formalizado que
sirviera como herramienta básica para los posteriores estudios epistemológicos, con lo que una de
las principales tareas del filósofo sería la de expresar el contenido de las teorías con absoluta
claridad, y esto significaba en la práctica fabricar una versión de las teorías científicas a la que
pudieran ser aplicadas las técnicas desarrolladas desde finales del XIX para el análisis formal de
los sistemas lógicos axiomáticos. Otro principio metodológico fundamental de la “Concepción
Heredada” era la distinción absoluta entre lo que Reichenbach denominó “contexto de
descubrimiento” y “contexto de justificación”, respectivamente, afirmándose además que sólo el
segundo de estos contextos era relevante para la Filosofía de la Ciencia. Finalmente, esta
concepción tradicional también afirmaba que debía existir algún criterio de tipo lógico que
permitiera distinguir el conocimiento verdaderamente científico de las afirmaciones pseudo-
científicas.
Con respecto a los principios sustantivos de la “Concepción Heredada” sobre la estructura de la
ciencia, los más importantes se referían a la necesidad de distinguir dos vocabularios en el
lenguaje de las teorías (correspondientes a los términos observacionales y a los teóricos), al
análisis del valor epistémico de las teorías basado en la relación de confirmación (que podía
estudiarse en términos cualitativos, al estilo de Hempel, o cuantitativos, al estilo de la lógica
inductiva de Carnap), y a la idea de que el desarrollo de las ciencias maduras procede
fundamentalmente mediante la reducción de las teorías exitosas antiguas a teorías nuevas más
amplias y precisas. De la distinción entre los términos observacionales y los teóricos se derivaba a
su vez una clasificación de los enunciados científicos en regularidades empíricas, leyes teóricas y
reglas de correspondencia, así como una tesis sobre la interpretación semántica de cada uno de
ambos tipos de términos: mientras que los observacionales recibirían una interpretación completa
directamente a través de la experiencia, los teóricos sólo recibirían una interpretación empírica
parcial, a través de las reglas de correspondencia.
A modo de síntesis podemos afirmar que la concepción derivada del empirismo lógico basaba su
análisis de la ciencia en tres grandes dicotomías conceptuales: la distinción entre enunciados
analíticos y sintéticos (digamos, entre forma y contenido dentro de las expresiones lingüísticas), la
distinción entre conceptos observacionales y teóricos, y la distinción entre enunciados positivos
(descripciones) y normativos (justificaciones). Estas tres distinciones se presuponían como
absolutas, válidas para todo contexto histórico, y conducentes siempre a los mismos resultados
independientemente de cuándo, dónde y por quién fuera aplicadas.
Siempre según de acuerdo a la tradición expositiva de la moderna historia de la Filosofía de la
Ciencia, este gran consenso se habría roto bruscamente con la aparición de la obra de Kuhn, que
habría substituido aquel marco de análisis de las teorías científicas por otra concepción de acuerdo
con la cual lo más importante son las pautas del desarrollo histórico de la ciencia, pautas que sólo
pueden comprenderse debidamente usando categorías históricas, sociológicas y psicológicas. El
principal debate de la filosofía de la ciencia a partir de la segunda mitad de los sesenta se habría
centrado, entonces, en la cuestión de qué categorías de este tipo serían las más apropiadas para
describir o explicar el desarrollo de la ciencia. Por citar sólo cuatro de las propuestas más famosas,
estas categorías podían ser las de Kuhn (“paradigmas”, “ciencia normal”, “revoluciones”, “cambio
de Gestalt”...), las de Laudan (“tradición de investigación”, “problemas empíricos”, “problemas
conceptuales”...), las de Lakatos (“programas de investigación”, “núcleo firme”, “cinturón protector”,
“heurística”, “cambios de problemática”...) o las de los seguidores de Sneed y Stegmüller (“red
teórica”, “evolución teórica”, “reducción aproximativa”....). Estas cuatro propuestas vendrían a ser
otras tantas variantes del tipo de concepciones de la ciencia que habrían resultado de la
“Revolución Historicista”, ordenadas de menor a mayor grado de formalización. Mi inclusión de la
concepción estructuralista o “no enunciativa” sneediana entre estos cuatro ejemplos tiene,
obviamente, la intención de mostrar que lo más importante de dicha “Revolución” no habría sido,
en particular, el abandono de las herramientas típicas del lógico matemático y su sustitución por las
del historiador, sino el cambio del centro de interés, entre los filósofos de la ciencia, desde la
estructura de las teorías hacia su dinámica. Se puede argumentar que en el caso de la “concepción
no-enunciativa”, el aspecto esencial seguía siendo el análisis de la estructura de las teorías, y que
la insistencia de autores como Stegmüller y Moulines en los aspectos dinámicos de la ciencia se
debía, más que a otra cosa, al intento de hacer aceptable este “nuevo patrón de reconstrucción” a
una relativa mayoría de filósofos convencidos por los argumentos historicistas de Kuhn. Pero, sea
dicha insistencia el resultado de una argucia retórica o de un interés filosófico auténtico, lo más
importante sería, para la tradición expositiva a la que me estoy refiriendo, que ambas posibilidades
demostrarían la existencia de un cambio radical de intereses dentro de la comunidad de los
filósofos de la ciencia.
De todas formas, la influencia de Kuhn se habría dejado notar especialmente en el surgimiento de
los que podríamos denominar “enfoques sociologistas radicales”, que, sobre todo a partir de la
constitución del llamado “Programa Fuerte en la sociología del conocimiento”, han intentado llevar
hasta sus últimas consecuencias la intuición de que, para entender la ciencia, lo más relevante es
explicar de qué manera influyen el contexto histórico, la estructura social de las comunidades
científicas, y los intereses personales y colectivos, en las decisiones de los investigadores. Aunque
estos enfoques no están ni mucho menos despreocupados por entender el contenido y la
estructura de las teorías científicas, lo que más les interesa de ambas cosas es encontrar en
cualquiera de ellas indicios de “influencias sociales”, y, por lo tanto, el mero análisis formal se
considera como una herramienta bastante ineficaz.
Por otro lado, la “Concepción Heredada” como una especie de paradigma (en sentido cuasi-
kuhniano), que dominara la disciplina casi de manera hegemónica, no resiste el paso del tiempo.
Dado lo reducido de la población de filósofos de la ciencia en los años cuarenta y cincuenta, los
“críticos” del empirismo lógico y de sus seguidores distaban mucho de ser una minoría marginal, y,
además, fuera de los Estados Unidos llegaban a ser una abrumadora mayoría. Piénsese, por
ejemplo, en la influencia de Karl Popper en Gran Bretaña y de Gaston Bachelard en Francia. Por
otro lado, desde la publicación de las primeras obras “americanas” de Carnap y Reichenbach, que
distaron de lograr un consenso inmediato en los Estados Unidos (por entonces dominado
filosóficamente por el pragmatismo), hasta la aparición de La estructura de las revoluciones
científicas, pasaron escasamente veinticinco años, mientras que desde la publicación de esta obra
hasta nuestros días han transcurrido casi cuarenta, y en esta segunda etapa ha habido corrientes
que, además de tener un número apreciable de seguidores, han perdurado tanto como lo pudo
hacer el empirismo lógico. Esto nos permite sospechar que el período de posible hegemonía de la
“Concepción Heredada” no es realmente una etapa de consenso seguida por una “crisis” que a su
vez da comienzo a una bifurcación en la disciplina, sino que, en mi opinión, las cosas se describen
mejor diciendo que en ningún momento ha existido una tradición hegemónica en la Filosofía de la
Ciencia del siglo XX, sino que siempre han coexistido vigorosos enfoques muy diferentes y
contrapuestos, aunque con el aumento del número de especialistas ha habido una tendencia
creciente al aumento de la diversidad de enfoques. Agrupar todos estos enfoques alrededor de la
influencia que sobre ellos haya podido tener la “Revolución Historicista” no deja de ser una
clasificación artificial, excesivamente simplificada; en particular, porque, como señala Giere,
“aunque en los noventa existen muy pocos filósofos de la ciencia que se identificarían a sí mismos
como empiristas lógicos, la mayoría aún se ocupa de temas y emplea métodos de análisis que son
históricamente continuos con los del empirismo lógico”.
Entre estos temas y métodos de análisis podemos citar la teoría de la confirmación bayesiana y
sus alternativas, la teoría de la medición, la naturaleza de las explicaciones científicas, la estructura
de las teorías, la reducción interteórica, la naturaleza y función de las leyes y los modelos, los
problemas del realismo y de la verosimilitud, el análisis de la causalidad, etcétera, además de los
numerosos problemas conceptuales derivados de muchas teorías científicas reales, cuestiones
todas ellas que podían caer plenamente bajo los intereses de los representantes de la “Concepción
Heredada” y que pueden ser discutidas, y de hecho lo son muy a menudo, con pocos miramientos
hacia los problemas históricos, aunque sin compartir dogmáticamente los presupuestos del
empirismo lógico. Giere también indica que difícilmente podemos interpretar la revolución kuhniana
como una invitación a “volver a tener en cuenta la ciencia real”, en vez de las pretendidas
caricaturas de la ciencia que aparecerían en las discusiones sobre la confirmación de las leyes y el
significado de los términos teóricos de la “Concepción Heredada”, pues los creadores del
empirismo lógico (aunque tal vez no tanto sus primeros discípulos americanos) no sólo estaban
perfectamente al tanto de “la ciencia real”, siendo muchos de ellos profesores de física en la
universidad germana de entreguerras, sino que el principal estímulo filosófico a lo largo de la vida
de estos autores fue el de crear una teoría de la ciencia que estuviese a la altura de las dos
grandes teorías físicas desarrolladas en las primeras décadas del siglo: la mecánica relativista y la
mecánica cuántica. Si hubo una mayor “atención a la ciencia real” a partir de la revolución
kuhniana, esto ha de entenderse más bien como un aumento de la importancia de los estudios
históricos, psicológicos y sociológicos en la Filosofía de la Ciencia, algo que no ha venido a
sustituir, ni mucho menos, a la lista de cuestiones ofrecida al principio de este párrafo, sino que
simplemente se ha añadido al conjunto de temas que han pasado a ser objeto legítimo de estudio
en nuestra disciplina, y ampliando así el número de posibles enfoques utilizados en el análisis de
estos temas.
Por otro lado, la mayor parte de estos asuntos habían sido ya estudiados muy intensamente por
parte de otras tradiciones de investigación sobre la ciencia distintas del empirismo lógico. No sólo
se trata de que el enfoque historicista de Kuhn y otros autores hubiera tenido algunos “precursores”
notables, como Ludwig Fleck, o de que la relatividad de los enunciados observacionales hubiera
sido asumida desde muy pronto por algunos notables defensores del positivismo lógico, como Otto
Neurath, sino que este mismo positivismo lógico era hasta cierto punto en la Europa Central de
entreguerras una corriente filosófica marginal, y otras corrientes más dominantes, como la
fenomenología de Edmund Husserl y Max Scheler, la sociología del conocimiento de Karl
Mannheim y el neokantismo de Ernst Cassirer, la teoría “psicoanalítica” de la ciencia de Gaston
Bachelard en Francia, o el pragmatismo de John Dewey en los Estados Unidos, todas ellas habían
asumido en mayor o menor medida la esencial relatividad del conocimiento científico con respecto
a las condiciones culturales, sociales o económicas de cada época, si bien esta asunción se había
llevado a cabo más a partir de una posturas filosóficas determinadas que mediante un estudio
sistemático de la historia de la ciencia. Dentro de este contexto, el empirismo lógico tuvo la suerte
de ganar la adhesión de la mayor parte de los filósofos de la ciencia de Estados Unidos
inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, pero ni mucho menos puede llegar a
considerarse como una “ortodoxia” temporal en la historia de la Filosofía de la Ciencia. Así, una
representación gráfica medianamente realista de dicha historia en la segunda mitad del siglo XX
sería, por lo tanto, mucho más confusa que la que se muestra en la figura 1, pues contendría
numerosos enfoques más o menos relacionados entre sí, y tan mezclados en algunos puntos que
sería difícil reconocerlos como escuelas autónomas.
3. LA HISTORIA DE LA CIENCIA Y LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOBRE EL DESARROLLO
DE LA CIENCIA. UNA VISIÓN PANORÁMICA
Sea como sea, el hecho es que desde los años sesenta hubo un creciente interés por la Historia
entre los filósofos de la ciencia, si bien la pretendida “Revuelta Historicista”, más que dar un cambio
completo de rumbo a los intereses, problemas y perspectivas de la disciplina, se limitó a introducir
en ella nuevos temas y nuevos enfoques sin eliminar los que ya existían, aunque afectándolos en
mayor o menor medida. Entre los problemas más importantes que se suscitaron debido a este
creciente interés podemos señalar el de la objetividad del conocimiento científico, el del progreso
de la ciencia y el de su racionalidad, cualidades que casi todos los filósofos de la ciencia, tanto
fuera como dentro del empirismo lógico, habían dado por sentadas anteriormente, y que ahora se
convirtieron en cuestiones de intensa disputa. El análisis de estos problemas hacía más razonable
el uso de argumentos derivados de la historia de la ciencia (bien que entre otras clases de
argumentos), y por este motivo se suscitó desde finales de los sesenta una literatura más o menos
voluminosa sobre “las relaciones entre la Historia de la Ciencia y la Filosofía de la Ciencia”. A
continuación resumiré algunas de las posiciones más importantes sostenidas a lo largo de dicho
debate.
Una de las primeras obras en las que se experimentó el choque entre la Historia de la Ciencia y la
Filosofía de la Ciencia fue el libro de Joseph Agassi titulado Towards an Historiography of Science
(1963). En ese libro, el conocido discípulo de Popper criticaba la mayor parte de las obras de
historia de la ciencia entonces existentes por estar basadas, desde su punto de vista, en imágenes
falsas del método científico, como eran el inductivismo y el convencionalismo. Esto supone que los
trabajos de los historiadores de la ciencia cometerán un doble error: por una parte, al imaginar
(equivocadamente) que los grandes científicos del pasado han seguido uno de esos dos métodos,
no acertarán a reconstruir el proceso del desarrollo del conocimiento tal como realmente sucedió
(por ejemplo, tenderán a ignorar, por no ser capaces de percibir su importancia, las continuas
disputas metodológicas entre los científicos); por otra parte, al intentar emplear esas mismas (y
defectuosas) metodologías como historiadores, no conseguirán elaborar teorías verdaderamente
interesantes y exitosas sobre la historia de la ciencia. Agassi, en cambio, intenta utilizar la hipótesis
de que los científicos han seguido más o menos la metodología falsacionista, en el sentido de que
sus experimentos y observaciones no fueron realizados como una mera búsqueda de hechos, sino
como contrastaciones de teorías, y afirma que, con esta metodología, es posible porducir
investigaciones historiográficas mucho más relevantes. Un curioso paralelismo entre la obra de
Agassi y la de Kuhn es que, mientras esta última hizo que muchos filósofos de la ciencia
considerasen importante la Historia, la primera intentaba demostrar que los historiadores de la
ciencia debían emplear de un modo consciente los resultados de la Metodología.
La obra de Agassi fue duramente criticada en el libro del historiador Maurice Finocchiaro, History of
Science as Explanation (1973). Su argumento parte de la distinción entre dos tipos de obras en
Historia de la Ciencia, a saber, las descriptivas y las explicativas. Las primeras se limitan a
acumular hechos relevantes, sin pretender ofrecer interpretaciones muy profundas de los mismos,
y su función principal es la de servir como fuente de referencias. Las segundas, en cambio,
intentan explicar por qué los científicos del pasado actuaron como lo hicieron. El primer tipo de
obras no necesitaría estar basado en ninguna concepción filosófica; las del segundo tipo, en
cambio, habrán de basarse principios a partir de los cuales generar las explicaciones. Finocciaro
argumenta que muchos de estos principios difícilmente se encontrarán en las teorías
metodológicas mencionadas por Agassi, todas las cuales se ocupan más del “contexto de
justificación” que del “contexto de descubrimiento”, que es el que centra la antención del
historiador. Por ejemplo, el esquema popperiano de “conjeturas y refutaciones” no es tanto una
estructura lógica en la mente de los científicos reales de la historia, sino una estructura en la mente
del filósofo, que en ocasiones puede confundir más que iluminar los hechos históricos. Además,
incluso cuando ciertos principios de una metodología son útiles para explicar la conducta y las
creencias de un científico, eso no implica que los principios de otra metodología rival no puedan
ser igual de útiles en otros casos, con lo que el historiador no debe elegir entre las diversas
metodologías, sino que puede y debe utilizarlas todas. Finocchiaro afirma incluso que el
conocimiento de la ciencia contemporánea, y no sólo el de la filosofía actual de la ciencia, puede
llegar a ser perjudicial para el historiador, pues este conocimiento (al estar por lo general mucho
mejor justificado que el de épocas anteriores) puede impedirnos entender los verdaderos procesos
de razonamiento de los científicos del pasado.
En su contribución al simposio del que surgió el ya citado e influyente libro La estructura de las
teorías científicas, editado por Suppe, el conocido historiador de la ciencia I. B. Cohen criticaba el
uso que los filósofos suelen hacer de los ejemplos históricos, en parte por extrapolar categorías
científicas y metodológicas actuales al pensamiento de los científicos de otras épocas, y en parte
por no estar lo suficientemente preocupados de determinar si esos ejemplos son realmente
correctos desde el punto de vista histórico. Por otro lado, “los filósofos”, afirma, “se sirven de la
historia para dotar a sus afirmaciones de contenido empírico, o al menos para encontrar ejemplos
en el mundo de la ciencia (tal y como se la ha practicado de hecho) que sirvan para ilustrar una
tesis propia o para refutar alguna opuesta”; y añade que “es evidente que para este objetivo resulta
más útil la historia verdadera que la falsa”. En cambio, el historiador no tiene este tipo de prejuicios
filosóficos a la hora de realizar sus investigaciones, y él se ocupa de averiguar, en la medida de lo
posible, qué era lo que realmente pensaban los científicos del pasado, o qué influencias recibieron
y ejercieron de hecho, sin preocuparse, por lo general, de establecer tesis generales sobre el
proceso de investigación científica. Además, aunque no niega que la Filosofía de la Ciencia puede
aportar conceptos útiles para el historiador, Cohen no piensa que la mayor parte de los
historiadores de la ciencia se vayan a beneficiar mucho si dedican una parte de su esfuerzo a
convertirse en expertos en Metodología, pues la mayor parte de la literatura de dicha disciplina
existente hasta finales de los sesenta era muy difícilmente aplicable de forma directa a la
investigación histórica. Además, muchos casos en los que obras de Historia de la Ciencia han sido
elaboradas desde ciertos presupuestos filosóficos muestran que, al rechazarse o pasar totalmente
de moda las filosofías que las iluminaron, resulte “difícil, si no imposible, leer esas obras hoy con
algún provecho”. En general, para comprender el pensamiento de un científico, sería mucho más
importante estar al corriente de la filosofía general y la filosofía de la ciencia de su época que estar
familiarizado con la filosofía de la ciencia contemporánea. Por contra, en su comentario a este
artículo de Cohen, Peter Achinstein indicaba que difícilmente puede un historiador averiguar qué
tipo de razonamientos hicieron los científicos del pasado si no tiene unas nociones claras,
proporcionadas básicamente por la filosofía de la ciencia, de cuáles son los tipos posibles de
razonamiento científico y lo ignora casi todo sobre la validez y aplicabilidad de cada uno.
Posiblemente la contribución más relevante a la literatura sobre las relaciones entre la Historia y la
Filosofía de la Ciencia fue el artículo de Imre Lakatos titulado “La Historia de la Ciencia y sus
reconstrucciones racionales”, presentado originalmente en un simposio en el marco de la reunión
bianual de 1970 de la Philosophy of Science Assocation. En este artículo Lakatos mantiene dos
tesis principales. La primera, inspirada posiblemente en la obra de Agassi comentada más arriba,
es que cada doctrina metodológica (Lakatos examina, como Agassi, el inductivismo, el
convencionalismo y el falsacionismo, además de su propia metodología de los programas de
investigación) puede entenderse como un “programa de investigación historiográfico” que intenta
explicar los “juicios de valor” emitidos por los científicos en el pasado sobre las diversas teorías,
hipótesis o programas de investigación que han sido propuestos a lo largo de la historia, en
particular, los juicios sobre su aceptación o rechazo. La segunda tesis lakatosiana es que puede
utilizarse la historia real de la ciencia para determinar cuál de aquellas doctrinas metodológicas
está mejor “corroborada”. Así, igual que en la investigación científica las teorías se usan para
explicar los hechos y los hechos para contrastar las teorías, Lakatos propone que la Filosofía de la
Ciencia proporcione teorías para explicar los hechos “descubiertos” por la Historia de la Ciencia, y
ésta sirva, por tanto, como juez para decidir qué teoría filosófica sobre la ciencia es la más
apropiada. La archiconocida frase con la que Lakatos comienza su artículo, parafraseando a Kant,
resume lo esencial de ambas tesis: “La Filosofía de la Ciencia sin la Historia de la Ciencia es vacía.
La Historia de la Ciencia sin la Filosofía de la Ciencia es ciega”.
La primera tesis condujo a Lakatos a efectuar una distinción entre “historia interna” e “historia
externa” diferente de la distinción habitual. Según el uso más corriente de estas dos expresiones,
la historia interna de una disciplina es la historia de sus contenidos “puramente científicos” (la
evolución de las teorías e hipótesis, el desarrollo de las pruebas experimentales, etcétera),
mientras que la historia externa consistiría en la investigación de la influencia que sobre esa
disciplina hayan podido tener los diversos factores “extracientíficos” (hechos económicos,
creencias religiosas, ideologías, decisiones políticas, etcétera). En cambio, Lakatos llama “historia
interna” al conjunto de decisiones sobre la aceptación y el rechazo de teorías que, de acuerdo con
una doctrina metodológica en particular, se muestran como “racionales” o “justificables”, mientras
que la “historia externa” serían todas las demás decisiones que los científicos reales tomaron. Esto
quiere decir que el contenido de los conceptos de “historia interna” y “externa” sería dependiente
de cada metodología. Por su parte, el criterio meta-metodológico defendido por Lakatos en la
segunda tesis citada es el de que es preferible aquella metodología que consiga incluir una parte
mayor de la historia real como “historia interna”, es decir, como decisiones o juicios de valor
racionales. Sobra decir que es su propia metodología la que, según él, sale mejor parada de esta
contrastación con la historia.
Las tesis de Lakatos recibieron numerosas críticas. Por ejemplo, Kuhn señaló que si un filósofo
defiende una cierta metodología de acuerdo con la cual una parte de la historia de la ciencia es
irracional, sólo usará la parte restante (su propia visión de la “historia interna”) como fuente de
datos relevantes para juzgar su propia metodología; es decir, “el filósofo sólo aprenderá de la
historia, por lo que al método científico se refiere, lo que previamente haya introducido en ella”.
Richard Hall criticó la identificación lakatosiana entre, por un lado, el “código de honestidad
científico” realmente existente en una comunidad, o el propuesto por una metodología, y, por otro
lado, los criterios de racionalidad, ya que en muchas ocasiones puede ser racional ser deshonesto;
aunque pueda ser cierto que muchas metodologías no establecen una clara distinción entre ambas
cosas, no ocurriría así con el inductivismo, al menos en las contribuciones de Carnap y Hempel,
afirma Hall, pues éstos distinguen claramente entre las estrategias que puede utilizar un científico
para aumentar el grado de confirmación de una teoría (por ejemplo), maximizando una función de
utilidad epistémica, y las que puede seguir para alcanzar sus objetivos personales, maximizando
su función de utilidad individual. Cuando Lakatos utiliza el adjetivo “racional” se está refiriendo,
aparentemente, sólo al primero de estos sentidos. Además, se entiendan en cualquiera de los dos
sentidos, las recomendaciones de una metodología serán normalmente hipotéticas más que
categóricas, es decir, tendrán la forma “en tales circunstancias, será racional hacer tal cosa”, de
modo que la aplicación de estas normas a casos concretos de la historia de la ciencia será
sumamente difícil, porque el historiador y el filósofo actuales tendrán pocas oportunidades de
averiguar si en la situación en la que se encontraban los científicos del pasado se daban
exactamente dichas circunstancias. Empero, la crítica más severa de Hall a Lakatos es que, según
su segunda tesis, una metodología que considerase racionales cualesquiera decisiones científicas,
incluso las que de acuerdo con el sentido común y con el consenso mayoritario de los científicos
son decisiones irracionales, esa metodología, si hiciéramos caso a Lakatos, sería la mejor
“corroborada”, pues según ella toda la historia de la ciencia sería “historia interna”, y no quedaría
nada que fuera “historia externa”.
El filósofo polaco Stefan Amsterdamski también ha criticado las tesis de Lakatos, basándose
fundamentalmente en la incapacidad de la Metodología para proporcionar criterios realmente
practicables de selección de teorías. Por una parte, los criterios de selección en los que
efectivamente se basan los científicos están determinados por factores extralógicos, que dependen
de la “imagen ideal de ciencia” vigente en cada época y en cada contexto, y, en último término, de
los factores sociales que rodean el desarrollo de la ciencia. Además, el problema de la selección
de teorías, en la ciencia contemporánea, se refiere sobre todo al reparto de los recursos
económicos que van a destinarse al desarrollo de cada teoría, y esa decisión suele ser tomada por
instituciones colegiadas que necesitan algún criterio de racionalidad, difícil de encontrar en las
teorías de los filósofos acerca del método científico. Así pues, los criterios de selección han de ser
básicamente de naturaleza social. Esto no conduce a Amsterdamski, empero, a una posición
radicalmente sociologista ni relativista, pues concede que el ser humano es capaz de perseguir
desinteresadamente la verdad, así como de argumentar y tomar decisiones racionalmente, pero el
concepto de racionalidad subyacente a esta visión estaría muy alejado de los principios
considerados tradicionalmente por la Metodología de la Ciencia.
Pero, sin duda, las críticas más severas al artículo de Lakatos procedieron del bando de los
historiadores de la ciencia. Éstos, por una parte, se resistieron a la idea de que la Filosofía debiera
ser la única y exclusiva fuente de explicaciones que pudieran usarse en la investigación histórica,
es decir, rechazaron la tesis de que subyaciendo a cada enfoque historiográfico existiera una
filosofía de la ciencia claramente articulada (o articulable) como “núcleo duro” del propio enfoque
(por usar los términos de Lakatos). En particular, se señalaba el hecho de que la mayor parte de
los historiadores de la ciencia resultaban inclasificables bajo los “programas de investigación
historiográfica” esquematizados por Lakatos, y en general, se criticó como carente de fundamento
la idea lakatosiana de que un mismo autor debería defender necesariamente la misma
“metodología” en el plano filosófico que “metametodología” en el plano historiográfico. Por otra
parte, los historiadores están más interesados en descubrir los procesos de investigación tal y
como tuvieron lugar que por ofrecer una “reconstrucción racional” de los mismos, apta para el
consumo de los filósofos. Por ejemplo, al historiador le interesa la cuestión de cómo llega a
emerger un programa de investigación con su “núcleo”, y no solamente lo que le pasa al programa
una vez que ha sido constituído, que es para lo que el enfoque de Lakatos ofrece alguna
indicación. Todo esto significa que la Historia de la Ciencia es autónoma con respecto a la Filosofía
de la Ciencia, según la mayoría de los historiadores, pues éstos no necesitan que la teoría del
conocimiento o la metodología abstracta les dicten cuáles son los problemas más interesantes que
deben resolver, ni cuáles son las líneas que deben seguir para solucionarlos.
Otro artículo muy conocido sobre las relaciones entre la Historia de la Ciencia y la Filosofía de la
Ciencia, y que defiende una postura muy diferente de la de Lakatos y de la de sus críticos
historiadores, es el que Ronald Giere publicó en 1973 con el curioso título de “Historia y Filosofía
de la Ciencia: ¿relación íntima o matrimonio de conveniencia?”. La tesis principal de Giere es que,
aceptando que la Filosofía de la Ciencia no puede desentenderse de la ciencia tal como realmente
se practica, ni de la forma y el contenido reales de las teorías científicas, el estudio sistemático de
la historia de la ciencia es bastante irrelevante para resolver los problemas específicos de la
Filosofía de la Ciencia. En especial, estos problemas se refieren a la evaluación o validación de los
conocimientos y métodos científicos, y para ello es razonable utilizar como punto de referencia las
teorías más recientes, que son las que estarán mejor validadas. Extrapolando la tesis de Giere a
una o dos décadas después, cuando el tema del realismo (más que el de la racionalidad) se
convirtió en el centro de atención de una gran parte de los filósofos de la ciencia, podríamos
indicar, en la misma línea que este autor, que para aclarar la cuestión de si debe aceptarse o no la
existencia independiente de las entidades o estructuras postuladas por las teorías científicas, lo
más interesante con diferencia es preguntarnos si existen o no los quarks, los agujeros negros o
los genes, más que los epiciclos, el flogisto o el éter, y por ello, estudiar la historia de aquellos
episodios de la investigación científica en los que se discutió la existencia de estas últimas
entidades resultaría, cuando menos, filosóficamente poco atractivo. Así pues, el filósofo de la
ciencia está obligado a conocer de cerca la ciencia, pero no necesariamente la historia de la
ciencia. Una tesis similar defendía varios años después Daniel Garber, indicando que la principal
función de la metodología de la ciencia es el de promover las mejores prácticas científicas posibles,
aunque este autor reconoce que la historia puede ofrecernos ejemplos de “buen pensamiento
científico” que podemos tener en cuenta al desarrollar las teorías metodológicas.
Entre algunas de las respuestas que recibió el polémico artículo de Giere, destacaré las de Ernan
McMullin y Richard Burian. Según el primero de estos autores, la ciencia real no es sólo un
instrumento que le sirve al metodólogo o epistemólogo para resolver algunos de sus problemas
filosóficos, sino que también es el objeto del que se ocupa la Filosofía de la Ciencia. Cuando se
contrastan históricamente las afirmaciones de los filósofos sobre la ciencia, muchas de ellas
resultan ser simple y llanamente falsas; con el fin de evitar estos errores, sería necesario conocer
con bastante detalle la Historia de la Ciencia. Además, McMullin señalaba, desde algunos antes,
que la historia de la ciencia es en cierto sentido más relevante para el filósofo que la ciencia
contemporánea porque la primera proporciona casos de estudio completos en su dimensión
temporal. Burian, por su parte, en una vena mucho más kuhniana, afirma que las propias teorías
científicas son entidades históricas, en el sentido de que no pueden ser consideradas como
estructuras inmutables, sino que su propia identificación y evaluación es un proceso que sucede a
lo largo del tiempo, en el marco de un contexto histórico determinado, en el que se dan muchos
factores subyacentes que simplemente desaparecen al “reconstruir racionalmente” las teorías. Así,
cuando un filósofo ofrece y discute alguna reconstrucción de una teoría del pasado, debe estudiar
si está teniendo en cuenta suficientemente la evolución histórica de la teoría y el contexto en el que
fue desarrollada y evaluada.
Mas el autor en cuya obra ha sido más decisiva la cuestión de las relaciones entre la Historia y la
Filosofía de la Ciencia ha sido, seguramente, Larry Laudan, que es uno de los filósofos de la
ciencia de primera línea que más se ha involucrado en la investigación histórica. En particular, su
libro El progreso y sus problemas constituyó una síntesis muy notable de los enfoques
“historicistas” derivados de la obra de Kuhn y los enfoques “racionalistas” al estilo de Popper y
Lakatos. En esta obra, Laudan sostiene que, si la tarea del filósofo es la de dilucidar la racionalidad
de la ciencia (y esta última noción, a su vez, la reduce Laudan a la cuestión de si una determinada
tradición de investigación progresa o no), entonces el filósofo debe obtener de la historia de la
ciencia, en primer lugar, un conjunto de “intuiciones preanalíticas sobre la racionalidad científica”
(es decir, ejemplos paradigmáticos de decisiones sobre la aceptación o el rechazo de teorías, que
se tomen como prácticamente fuera de duda para cualquier persona científicamente educada),
intuiciones con las que contrastar la metodología preferida por cada filósofo, y, en segundo lugar,
un registro lo más detallado posible de casos históricos de evolución de tradiciones de
investigación, para determinar cómo pueden ser aplicados los criterios de esa metodología a
dichos procesos, y esto, a su vez, con el fin de juzgar si aquellas tradiciones de investigación han
sido más o menos progresivas. La Historia de la Ciencia sería, así, esencial para la Filosofía de la
Ciencia, pero sin constituir por ello un tipo de investigación subordinado conceptualmente a ésta,
como proponía Lakatos.
En trabajos posteriores, Laudan ha ido más lejos que lo que las tesis que acabamos de ver
implican a propósito de las relaciones entre la Historia y la Filosofía de la Ciencia, al afirmar que la
propia Historia de la Ciencia es la fuente de la que la Filosofía de la Ciencia extrae su carácter
normativo, o más bien, sus posibles prescripciones concretas. Esto es, curiosamente, una
consecuencia del enfoque “naturalista” adoptado por Laudan tras la publicación de El progreso y
sus problemas, y desarrollado en particular en el libro Ciencia y valores. Según este enfoque, no
existe ninguna discontinuidad entre la ciencia y la filosofía, en el sentido de que la filosofía debe
emplear, en general, los mismos métodos de investigación que las ciencias empíricas; esto implica
que no es posible justificar las intuiciones normativas sobre el progreso y la racionalidad en una
concepción apriorística de la ciencia, por muy ilustradas que estén dichas intuiciones por los casos
históricos. Ahora bien, mientras que otros autores sacarían a partir de aquí la conclusión de que el
único estudio válido de la ciencia es el de tipo psicologista o sociologista, Laudan añade que esa
estrategia también eliminaría el carácter prescriptivo de la metaciencia, pues se limitaría a mostrar
cuáles han sido los juicios de valor mantenidos por los científicos a lo largo de la historia. En
cambio, opina Laudan, si la metodología ha de seguir manteniendo un espíritu normativo, debe
utilizar la historia de un modo distinto. Las normas metodológicas han de entenderse como
imperativos hipotéticos, es decir, como enunciados que establecen una cierta conexión entre los
valores o los fines que los científicos pretenden conseguir y los medios (“métodos”) que son
precisos o convenientes para alcanzarlos de manera satisfactoria. Pues bien, los dos elementos
presentes en estas normas deben ser extraidos de la Historia de la Ciencia, pues sólo ella nos
puede decir qué fines han perseguido de hecho los científicos y cuál ha sido el grado de eficacia de
cada regla metodológica. La importancia de la Historia de la Ciencia va todavía más allá, pues no
sólo sucede que los valores científicos justifiquen las normas metodológicas, sino que las propias
teorías científicas que han sido validadas con ayuda de aquellas normas, al indicarnos cómo es el
mundo, qué cosas son posibles y cuáles no, etcétera, también tienen algo que decir acerca de qué
fines son alcanzables, qué valores son compatibles entre sí, y qué métodos son más dignos de
confianza. Las normas de la metodología sólo son justificables, pues, investigando la historia de las
teorías científicas que las fundamentan y que, a su vez, son fundamentadas por ellas. Es innegable
que todo esto implica un alto grado de circularidad, pero la conclusión de Laudan es, precisamente,
que por ser así la relación entre valores científicos, principos metodológicos y teorías, no podemos
esperar que la Filosofía de la Ciencia se base en fundamentos con validez absoluta, sino que sus
conclusiones serán siempre tan provisionales como las de la propia ciencia, y tendrán, como
mucho, el grado de aceptabilidad que tengan las teorías científicas.
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento
C intelec en_cncmento

Más contenido relacionado

La actualidad más candente

Tic`s yuri prada
Tic`s yuri pradaTic`s yuri prada
Tic`s yuri prada
YURICITHA
 
Los medios tradicionales arelis rico
Los medios tradicionales arelis ricoLos medios tradicionales arelis rico
Los medios tradicionales arelis rico
ArelisRico
 
Luis examenfdwrefwefweqfewrf
Luis examenfdwrefwefweqfewrfLuis examenfdwrefwefweqfewrf
Luis examenfdwrefwefweqfewrf
Luis Solis
 

La actualidad más candente (13)

LA RADIO TRANSGRESORA:
LA RADIO TRANSGRESORA:LA RADIO TRANSGRESORA:
LA RADIO TRANSGRESORA:
 
EXPOSICIÓN
EXPOSICIÓNEXPOSICIÓN
EXPOSICIÓN
 
Rost, alejandro de que hablamos cuando hablamos de interactividad
Rost, alejandro   de que hablamos cuando hablamos de interactividadRost, alejandro   de que hablamos cuando hablamos de interactividad
Rost, alejandro de que hablamos cuando hablamos de interactividad
 
Hertz vs. bytes
Hertz vs. bytesHertz vs. bytes
Hertz vs. bytes
 
Impacto tecnológico
Impacto tecnológicoImpacto tecnológico
Impacto tecnológico
 
Tic`s yuri prada
Tic`s yuri pradaTic`s yuri prada
Tic`s yuri prada
 
Cibersociología, territorio de encuentro y en construcción
Cibersociología, territorio de encuentro y en construcción Cibersociología, territorio de encuentro y en construcción
Cibersociología, territorio de encuentro y en construcción
 
tic`s Yurisitha
tic`s Yurisithatic`s Yurisitha
tic`s Yurisitha
 
Los medios tradicionales arelis rico
Los medios tradicionales arelis ricoLos medios tradicionales arelis rico
Los medios tradicionales arelis rico
 
Luis examenfdwrefwefweqfewrf
Luis examenfdwrefwefweqfewrfLuis examenfdwrefwefweqfewrf
Luis examenfdwrefwefweqfewrf
 
La sociedad de la informacion
La sociedad de la informacionLa sociedad de la informacion
La sociedad de la informacion
 
La sociedad de la informacion
La sociedad de la informacionLa sociedad de la informacion
La sociedad de la informacion
 
Tic
TicTic
Tic
 

Similar a C intelec en_cncmento

La sociedad de la información
La sociedad de la informaciónLa sociedad de la información
La sociedad de la información
karen fig
 
Vivir en la sociedad de la información
Vivir en la sociedad de la información Vivir en la sociedad de la información
Vivir en la sociedad de la información
Karina Cruz Zamario
 
La Sociedad de la Informacion
La Sociedad de la InformacionLa Sociedad de la Informacion
La Sociedad de la Informacion
cchapuu
 
Sesion01 (1)
Sesion01 (1)Sesion01 (1)
Sesion01 (1)
blancorse
 
(Retos en la nueva sociedad del conocimiento y la informacion
(Retos en la nueva sociedad del conocimiento y la informacion(Retos en la nueva sociedad del conocimiento y la informacion
(Retos en la nueva sociedad del conocimiento y la informacion
Mayra Alarcon
 
Tm3 ensayo con presentacion multimedia tics
Tm3 ensayo con presentacion multimedia ticsTm3 ensayo con presentacion multimedia tics
Tm3 ensayo con presentacion multimedia tics
Nikki Paredes Soto
 
La sociedad del conocimiento y los nuevos retos
La sociedad del conocimiento y los nuevos retosLa sociedad del conocimiento y los nuevos retos
La sociedad del conocimiento y los nuevos retos
saralozano96
 
Ciber espacio, una reflexión teórica
Ciber espacio, una reflexión teóricaCiber espacio, una reflexión teórica
Ciber espacio, una reflexión teórica
lourdes1414
 
Materia de dhtic
Materia de dhticMateria de dhtic
Materia de dhtic
eriguadalu
 

Similar a C intelec en_cncmento (20)

La sociedad de la información
La sociedad de la informaciónLa sociedad de la información
La sociedad de la información
 
Vivir en la sociedad de la información
Vivir en la sociedad de la información Vivir en la sociedad de la información
Vivir en la sociedad de la información
 
Tic b..s..c
Tic b..s..cTic b..s..c
Tic b..s..c
 
La Sociedad de la Informacion
La Sociedad de la InformacionLa Sociedad de la Informacion
La Sociedad de la Informacion
 
Sociedad de la informacion
Sociedad de la  informacionSociedad de la  informacion
Sociedad de la informacion
 
Sociedad de la información
Sociedad de la informaciónSociedad de la información
Sociedad de la información
 
SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTOSOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
 
Sesion01 (1)
Sesion01 (1)Sesion01 (1)
Sesion01 (1)
 
La sociedad de la informacion
La sociedad de la informacionLa sociedad de la informacion
La sociedad de la informacion
 
La sociedad del conocimientos y los retos actuales
La sociedad del conocimientos y los retos actualesLa sociedad del conocimientos y los retos actuales
La sociedad del conocimientos y los retos actuales
 
(Retos en la nueva sociedad del conocimiento y la informacion
(Retos en la nueva sociedad del conocimiento y la informacion(Retos en la nueva sociedad del conocimiento y la informacion
(Retos en la nueva sociedad del conocimiento y la informacion
 
Tm3 ensayo con presentacion multimedia tics
Tm3 ensayo con presentacion multimedia ticsTm3 ensayo con presentacion multimedia tics
Tm3 ensayo con presentacion multimedia tics
 
La sociedad del conocimiento y los nuevos retos
La sociedad del conocimiento y los nuevos retosLa sociedad del conocimiento y los nuevos retos
La sociedad del conocimiento y los nuevos retos
 
Trabajo practico N°1
Trabajo practico N°1 Trabajo practico N°1
Trabajo practico N°1
 
Sociedad del conocimiento pdf
Sociedad del conocimiento pdfSociedad del conocimiento pdf
Sociedad del conocimiento pdf
 
Ciber espacio, una reflexión teórica
Ciber espacio, una reflexión teóricaCiber espacio, una reflexión teórica
Ciber espacio, una reflexión teórica
 
Sociedad de la informacion
Sociedad de la  informacionSociedad de la  informacion
Sociedad de la informacion
 
Materia de dhtic
Materia de dhticMateria de dhtic
Materia de dhtic
 
Brechadigital2009
Brechadigital2009Brechadigital2009
Brechadigital2009
 
Power point comunicacion y multimedia
Power point comunicacion y multimediaPower point comunicacion y multimedia
Power point comunicacion y multimedia
 

Último

Catalogo de tazas para la tienda nube de dostorosmg
Catalogo de tazas para la tienda nube de dostorosmgCatalogo de tazas para la tienda nube de dostorosmg
Catalogo de tazas para la tienda nube de dostorosmg
dostorosmg
 
Tesis_liderazgo_desempeño_laboral_colaboradores_cooperativa_agraria_rutas_Inc...
Tesis_liderazgo_desempeño_laboral_colaboradores_cooperativa_agraria_rutas_Inc...Tesis_liderazgo_desempeño_laboral_colaboradores_cooperativa_agraria_rutas_Inc...
Tesis_liderazgo_desempeño_laboral_colaboradores_cooperativa_agraria_rutas_Inc...
MIGUELANGELLEGUIAGUZ
 
Hiperbilirrubinemia en el recién nacido.pptx
Hiperbilirrubinemia en el recién nacido.pptxHiperbilirrubinemia en el recién nacido.pptx
Hiperbilirrubinemia en el recién nacido.pptx
salazarsilverio074
 
Comparativo DS 024-2016-EM vs DS 023-2017-EM - 21.08.17 (1).pdf
Comparativo DS 024-2016-EM vs DS 023-2017-EM - 21.08.17 (1).pdfComparativo DS 024-2016-EM vs DS 023-2017-EM - 21.08.17 (1).pdf
Comparativo DS 024-2016-EM vs DS 023-2017-EM - 21.08.17 (1).pdf
AJYSCORP
 
senati-powerpoint_5TOS-_ALUMNOS (1).pptx
senati-powerpoint_5TOS-_ALUMNOS (1).pptxsenati-powerpoint_5TOS-_ALUMNOS (1).pptx
senati-powerpoint_5TOS-_ALUMNOS (1).pptx
nathalypaolaacostasu
 
GUIA UNIDAD 3 costeo variable fce unc.docx
GUIA UNIDAD 3 costeo variable fce unc.docxGUIA UNIDAD 3 costeo variable fce unc.docx
GUIA UNIDAD 3 costeo variable fce unc.docx
AmyKleisinger
 
DIAPOSITIVAS LIDERAZGO Y GESTION INTERGENERACION (3).pptx
DIAPOSITIVAS LIDERAZGO Y GESTION INTERGENERACION (3).pptxDIAPOSITIVAS LIDERAZGO Y GESTION INTERGENERACION (3).pptx
DIAPOSITIVAS LIDERAZGO Y GESTION INTERGENERACION (3).pptx
7500222160
 
SENTENCIA COLOMBIA DISCRIMINACION SELECCION PERSONAL.pdf
SENTENCIA COLOMBIA DISCRIMINACION SELECCION PERSONAL.pdfSENTENCIA COLOMBIA DISCRIMINACION SELECCION PERSONAL.pdf
SENTENCIA COLOMBIA DISCRIMINACION SELECCION PERSONAL.pdf
JaredQuezada3
 
3ro - Semana 1 (EDA 2) 2023 (3).ppt. edx
3ro - Semana 1 (EDA 2) 2023 (3).ppt. edx3ro - Semana 1 (EDA 2) 2023 (3).ppt. edx
3ro - Semana 1 (EDA 2) 2023 (3).ppt. edx
Evafabi
 

Último (20)

Catalogo de tazas para la tienda nube de dostorosmg
Catalogo de tazas para la tienda nube de dostorosmgCatalogo de tazas para la tienda nube de dostorosmg
Catalogo de tazas para la tienda nube de dostorosmg
 
Manual de Imagen Personal y uso de uniformes
Manual de Imagen Personal y uso de uniformesManual de Imagen Personal y uso de uniformes
Manual de Imagen Personal y uso de uniformes
 
Caja nacional de salud 0&!(&:(_5+:;?)8-!!(
Caja nacional de salud 0&!(&:(_5+:;?)8-!!(Caja nacional de salud 0&!(&:(_5+:;?)8-!!(
Caja nacional de salud 0&!(&:(_5+:;?)8-!!(
 
Tesis_liderazgo_desempeño_laboral_colaboradores_cooperativa_agraria_rutas_Inc...
Tesis_liderazgo_desempeño_laboral_colaboradores_cooperativa_agraria_rutas_Inc...Tesis_liderazgo_desempeño_laboral_colaboradores_cooperativa_agraria_rutas_Inc...
Tesis_liderazgo_desempeño_laboral_colaboradores_cooperativa_agraria_rutas_Inc...
 
____ABC de las constelaciones con enfoque centrado en soluciones - Gabriel de...
____ABC de las constelaciones con enfoque centrado en soluciones - Gabriel de...____ABC de las constelaciones con enfoque centrado en soluciones - Gabriel de...
____ABC de las constelaciones con enfoque centrado en soluciones - Gabriel de...
 
Hiperbilirrubinemia en el recién nacido.pptx
Hiperbilirrubinemia en el recién nacido.pptxHiperbilirrubinemia en el recién nacido.pptx
Hiperbilirrubinemia en el recién nacido.pptx
 
Maria_diaz.pptx mapa conceptual gerencia industral
Maria_diaz.pptx mapa conceptual   gerencia industralMaria_diaz.pptx mapa conceptual   gerencia industral
Maria_diaz.pptx mapa conceptual gerencia industral
 
DECRETO-2535-DE-1993-pdf.pdf VIGILANCIA PRIVADA
DECRETO-2535-DE-1993-pdf.pdf VIGILANCIA PRIVADADECRETO-2535-DE-1993-pdf.pdf VIGILANCIA PRIVADA
DECRETO-2535-DE-1993-pdf.pdf VIGILANCIA PRIVADA
 
Comparativo DS 024-2016-EM vs DS 023-2017-EM - 21.08.17 (1).pdf
Comparativo DS 024-2016-EM vs DS 023-2017-EM - 21.08.17 (1).pdfComparativo DS 024-2016-EM vs DS 023-2017-EM - 21.08.17 (1).pdf
Comparativo DS 024-2016-EM vs DS 023-2017-EM - 21.08.17 (1).pdf
 
senati-powerpoint_5TOS-_ALUMNOS (1).pptx
senati-powerpoint_5TOS-_ALUMNOS (1).pptxsenati-powerpoint_5TOS-_ALUMNOS (1).pptx
senati-powerpoint_5TOS-_ALUMNOS (1).pptx
 
Empresa Sazonadores Lopesa estudio de mercado
Empresa Sazonadores Lopesa estudio de mercadoEmpresa Sazonadores Lopesa estudio de mercado
Empresa Sazonadores Lopesa estudio de mercado
 
GUIA UNIDAD 3 costeo variable fce unc.docx
GUIA UNIDAD 3 costeo variable fce unc.docxGUIA UNIDAD 3 costeo variable fce unc.docx
GUIA UNIDAD 3 costeo variable fce unc.docx
 
DIAPOSITIVAS LIDERAZGO Y GESTION INTERGENERACION (3).pptx
DIAPOSITIVAS LIDERAZGO Y GESTION INTERGENERACION (3).pptxDIAPOSITIVAS LIDERAZGO Y GESTION INTERGENERACION (3).pptx
DIAPOSITIVAS LIDERAZGO Y GESTION INTERGENERACION (3).pptx
 
4 Tipos de Empresa Sociedad colectiva.pptx
4 Tipos de Empresa Sociedad colectiva.pptx4 Tipos de Empresa Sociedad colectiva.pptx
4 Tipos de Empresa Sociedad colectiva.pptx
 
HIGIENE_POSTURAL-_MANEJO_DE_CARGA1compr.pptx
HIGIENE_POSTURAL-_MANEJO_DE_CARGA1compr.pptxHIGIENE_POSTURAL-_MANEJO_DE_CARGA1compr.pptx
HIGIENE_POSTURAL-_MANEJO_DE_CARGA1compr.pptx
 
2024 - 04 PPT Directiva para la formalizacion, sustento y registro del gasto ...
2024 - 04 PPT Directiva para la formalizacion, sustento y registro del gasto ...2024 - 04 PPT Directiva para la formalizacion, sustento y registro del gasto ...
2024 - 04 PPT Directiva para la formalizacion, sustento y registro del gasto ...
 
CORRIENTES DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO.pptx
CORRIENTES DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO.pptxCORRIENTES DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO.pptx
CORRIENTES DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO.pptx
 
SENTENCIA COLOMBIA DISCRIMINACION SELECCION PERSONAL.pdf
SENTENCIA COLOMBIA DISCRIMINACION SELECCION PERSONAL.pdfSENTENCIA COLOMBIA DISCRIMINACION SELECCION PERSONAL.pdf
SENTENCIA COLOMBIA DISCRIMINACION SELECCION PERSONAL.pdf
 
3ro - Semana 1 (EDA 2) 2023 (3).ppt. edx
3ro - Semana 1 (EDA 2) 2023 (3).ppt. edx3ro - Semana 1 (EDA 2) 2023 (3).ppt. edx
3ro - Semana 1 (EDA 2) 2023 (3).ppt. edx
 
Presentacion encuentra tu creatividad papel azul.pdf
Presentacion encuentra tu creatividad papel azul.pdfPresentacion encuentra tu creatividad papel azul.pdf
Presentacion encuentra tu creatividad papel azul.pdf
 

C intelec en_cncmento

  • 1. ÍNDICE ÍNDICE INTRODUCCIÓN FUNDAMENTOS EPISTEMOLÓGICOS DE LA CIENCIA CONTABLE FUNDAMENTOS EPISTEMOLÓGICOS DE LA CIENCIA CONTABLE. BASES HISTÓRICO- CONCEPTUALES DEL PROGRAMA DE INVESTIGACIÓN ICODEANA 1. INTRODUCCIÓN 2. SOBRE LA CRISIS DE LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA EN EL SIGLO XX. 31 3. LA HISTORIA DE LA CIENCIA Y LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOBRE EL DESARROLLO DE LA CIENCIA. UNA VISIÓN PANORÁMICA 4. ACERCA DEL PROBLEMA DE UNA METODOLOGÍA NORMATIVA PARA EL DESARROLLO DE LA CIENCIA. 4.1. ¿DEBEN LOS FILÓSOFOS DE LA CIENCIA SER BUENOS HISTORIADORES DE LA CIENCIA (Y VICEVERSA)? 4.2. LAS NORMAS METODOLÓGICAS Y EL PROBLEMA DE LA RACIONALIDAD. 5. RACIONALIDAD Y PROGRESO DEL DESARROLLO CIENTÍFICO DE LA CONTABILIDAD COMO CIENCIA AUTÉNTICA: UNA CONTROVERSIA METAMETODOLÓGICA 62 5.1. METODOLOGÍA 5.2. RACIONALIDAD 5.3. RACIONALIDAD Y PROGRESO 6. EL ESTRUCTURALISMO EPISTEMOLÓGICO COMO FUNDAMENTO PRAGMÁTICO DEL DESARROLLO DE LA CIENCIA CONTABLE 7. BIBLIOGRAFÍA
  • 2. LA CONTABILIDAD DEL CONOCIMIENTO LA CONTABILIDAD DEL CONOCIMIENTO. APROXIMACIONES TEÓRICAS Y METODLÓGICAS INTERDISCIPLINARIAS CAPÍTULO I: INTRODUCCIÓN 1.1 PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA 1.2 OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN 1.3 SUPUESTOS E HIPÓTESIS 1.4 MÉTODO Y PROCEDIMIENTOS CAPÍTULO II: EL DESARROLLO DE LA CONTABILIDAD Y LOS SISTEMAS SOCIALES HUMANOS 2.1 LOS SISTEMAS SOCIALES HUMANOS EMERGENTES EN EL CONTEXTO DE LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO 2.2 EL DESARROLLO DE LA CONTABILIDAD EN EL PROCESO HISTÓRICO Y LOS RETOS DE LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO 2.3 LA CONTABILIDAD Y EL FUNCIONAMIENTO DE LOS SISTEMAS ARTIFICIALES EMERGENTES Y SUS PERSPECTIVAS TEÓRICAS CAPÍTULO III: EL CONOCIMIENTO: OBJETO DE INVESTIGACIÓN INTERDISCIPLINARIA Y SUS CONSECUENCIAS TEÓRICAS Y METODOLÓGICAS EN LA ESTRUCTURACIÓN DE LA CONTABILIDAD DEL CONOCIMIENTO 3.1 EL CONOCIMIENTO, ¿REALIDAD COMPLEJA? 3.2 EL PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO 3.3 ESTRUCTURA CREENCIAL 3.4 ESTRUCTURA MENTAL 3.5 EL CONOCIMIENTO Y LAS POSIBILIDADES TEÓRICAS DE LA CONTABILIDAD DEL CONOCIMIENTO CAPÍTULO IV: LA CONTABILIDAD DEL CONOCIMIENTO: APROXIMACIÓN A LA MEDICIÓN CONTABLE DEL CONOCIMIENTO 4.1 FUNDAMENTO DE LA CONTABILIDAD DEL CONOCIMIENTO 4.2 PROYECTO METROLÓGICO CONTABLE DEL CONOCIMIENTO CONCLUSIONES BIBLIOGRAFÍA
  • 3. AUDITORIA CONTABLE DEL CAPITAL INTELECTUAL AUDITORIA CONTABLE DEL CAPITAL INTELECTUAL. FUNDAMENTOS Y METODOLOGÍA 1. INTRODUCCIÓN 2. EL PROBLEMA TEÓRICO DE LOS ACTIVOS INTANGIBLES, EL CAPITAL INTELECTUAL Y DEL CAPITAL CONOCIMIENTO 3 LOS PROYECTOS DE INVESTIGACION DE INTANGIBLE-INTELECTUAL-CONOCIMIENTO 162 3.1.- EL PROYECTO MERITUM 3.2. EL MODELO INTELLECTUS 3.3 EL PROYECTO “CONTABILIDAD FUNDHERENTISTA DEL CONOCIMIENTO” DEL INSTITUTO CONTABILIDAD Y DESARROLLO (ICODE) 4. MODELOS DE MEDICIÓN DEL CAPITAL INTANGIBLE, DEL CAPITAL INTELECTUAL O DEL CAPITAL CONOCIMIENTO A. BALANCED BUSINESS SCORECARD (KAPLAN Y NORTON, 1996) B. NAVIGATOR DE SKANDIA (EDVINSSON, 1992-1996) C. MODELO INTELECT (EUROFORUM, 1998) D. MODELO DE GESTIÓN DEL CONOCIMIENTO DE KPMG CONSULTING (TEJEDOR Y AGUIRRE, 1998) E. KNOWLEDGE MANAGEMENT ASSESSMENT TOOL (KMAT)192 F. PROCESO DE CREACIÓN DEL CONOCIMIENTO (NONAKA, TAKEUCHI, 1995) 5. PERSPECTIVAS DE LA AUDITORIA CONTABLE DEL CAPITAL INTELECTUAL 195 A. TIPOS DE AUDITORIA B. PASOS HACIA EL DESARROLLO DE INFORMES DE CAPITAL INTELECTUAL 6. CONCLUSIONES 7. BIBLIOGRAFÍA
  • 4. EL CONTADOR COMO GENERADOR DEL CAPITAL INTELECTUAL CAPITULO I: GESTIÓN DEL CONOCIMIENTO (KNOWLEDGE MANAGEMENT) 1.1. NECESARIA CONCEPTUALIZACION 1.2. GESTIÓN DEL CONOCIMIENTO EN LAS ORGANIZACIONES 1.3. EL CAPITAL INTELECTUAL 1.4. ESTAMOS EN LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO, ¿QUÉ RECURSOS GENERAN MAYOR VALOR EN ESTA ECONOMÍA? TANGIBLES O INTAGIBLES? CAPITULO II: EL CONTEXTO ACTUAL Y LA CONTABILIDAD 2.1. CARACTERIZACIÓN DEL ENTORNO EMPRESARIAL 2.2. NUEVO ENTORNO, NUEVOS REQUERIMIENTOS 2.3. CRITICAS AL MODELO CONTABLE ACTUAL PARA VALORAR EL CAPITAL INTELECTUAL 2.4. DECADENCIA DEL PARADIGMA CONTABLE DE UTILIDAD217 2.5. IMPLICANCIAS DEL PARADIGMA DE UTILIDAD 2.6. ¿QUÉ IMPLICA DESARROLLAR UN NUEVO MODELO CONTABLE? CAPITULO III: CAMBIOS PARADIGMATICOS EN EL CONTADOR PÚBLICO PARA QUE PUEDA GENERAR EL CAPITAL INTELECTUAL 3.1. ACTIVIDADES QUE DEBE CUMPLIR EL CONTADOR PARA INCREMENTAR Y DESARROLLAR SU CAPITAL INTELECTUAL 3.2. EL BALANCED SCORECARD APLICADO AL CONTADOR PÚBLICO CONCLUSIONES BIBLIOGRAFÍA
  • 5. INTRODUCCIÓN Vivimos en un mundo pletórico de datos, frases e íconos. La percepción que los seres humanos tenemos de nosotros mismos ha cambiado, en vista de que se ha modificado la apreciación que tenemos de nuestro entorno. Nuestra circunstancia no es más la del barrio o la ciudad en donde vivimos, ni siquiera la del país en donde radicamos. Nuestros horizontes son, al menos en apariencia, de carácter planetario. Eso no significa que estemos al tanto de todo lo que sucede en todo el mundo. Lo que ocurre es que entre los numerosos mensajes que recibimos todos los días, se encuentran muchos que provienen de latitudes tan diversas y tan lejanas que, a menudo, ni siquiera acertamos a identificar con claridad en dónde se encuentran los sitios de donde provienen tales informaciones. Por ello, se habla mucho de la Sociedad de la Información o de la Sociedad del Conocimiento. ¿Qué rasgos la definen la sociedad actual? ¿En qué aspectos resulta novedosa? ¿En qué medida puede cambiar la vida de nuestros países, nuestras organizaciones, de nosotros mismos, etc.? ¿Qué limitaciones tiene ese nuevo contexto? Son preguntas urgentes que requieren respuestas ingeniosas para proponer nuevas formas de actuar cotidiana y profesionalmente, de explicar tecnológica y científicamente y de comprender racional e históricamente a la sociedad contemporánea. Pero, por ahora a este nuevo contexto socioeconómico lo definen características como las siguientes: Exuberancia. Disponemos de una apabullante y diversa cantidad de datos. Se trata de un volumen de información tan profuso que es por sí mismo parte del escenario en donde nos desenvolvemos todos los días. Omnipresencia. Los nuevos instrumentos de información, o al menos sus contenidos, los encontramos por doquier, forman parte del escenario público contemporáneo (son en buena medida dicho escenario) y también de nuestra vida privada. Nuestros abuelos (o bisabuelos, según el rango generacional en el que estemos ubicados) fueron contemporáneos del surgimiento de la radio, se asombraron con las primeras transmisiones de acontecimientos internacionales y tenían que esperar varios meses a que les llegara una carta del extranjero; para viajar de Barcelona a Nueva York lo más apropiado era tomar un buque en una travesía de varias semanas. La generación siguiente creció y conformó su imaginario cultural al lado de la televisión, que durante sus primeras décadas era sólo en blanco y negro, se enteró con pasmo y gusto de los primeros viajes espaciales, conformó sus preferencias cinematográficas en la asistencia a la sala de cine delante de una pantalla que reflejaba la proyección de 35mm y ha transitado no sin asombro de la telefonía alámbrica y convencional a la de carácter celular o móvil. Los jóvenes de hoy nacieron cuando la difusión de señales televisivas por satélite ya era una realidad, saben que se puede cruzar el Atlántico en un vuelo de unas cuantas horas, han visto más cine en televisión y en video que en las salas tradicionales y no se asombran con la Internet porque han crecido junto a ella durante la última década: frecuentan espacios de chat, emplean el correo electrónico y manejan programas de navegación en la red de redes con una habilidad literalmente innata. Esa es la Sociedad de la Información. Los medios de comunicación se han convertido en el espacio de interacción social por excelencia, lo cual implica mayores facilidades para el intercambio de preocupaciones e ideas pero, también, una riesgosa supeditación a los consorcios que tienen mayor influencia, particularmente en los medios de difusión abierta (o generalista, como les llaman en algunos sitios). Irradiación. La sociedad contemporánea también se distingue por la distancia hoy prácticamente ilimitada que alcanza el intercambio de mensajes. Las barreras geográficas se difuminan; las distancias físicas se vuelven relativas al menos en comparación con el pasado reciente. Ya no tenemos que esperar varios meses para que una carta nuestra llegue de un país a otro. Ni siquiera debemos padecer las interrupciones de la telefonía convencional. Hoy en día basta con enviar un correo electrónico, o e-mail, para ponernos en contacto con alguien a quien incluso posiblemente no conocemos y en un país cuyas coordenadas tal vez tampoco identificamos del todo. Velocidad. La comunicación, salvo fallas técnicas, se ha vuelto instantánea. Ya no es preciso aguardar varios días, o aún más, para recibir la respuesta del destinatario de un mensaje nuestro e incluso existen mecanismos para entablar comunicación simultánea a precios mucho más bajos que los de la telefonía tradicional. Multilateralidad / Centralidad. Las capacidades técnicas de la comunicación contemporánea permiten que recibamos información de todas partes, aunque lo más frecuente es que la mayor parte de la información que circula por el
  • 6. mundo surja de unos cuantos sitios. En todos los países hay estaciones de televisión y radio y en muchos de ellos, producción cinematográfica.. Sin embargo el contenido de las series y los filmes más conocidos en todo el mundo suele ser elaborado en las metrópolis culturales. Esa tendencia se mantiene en la Internet, en donde las páginas más visitadas son de origen estadounidense y, todavía, el país con más usuarios de la red de redes sigue siendo Estados Unidos. Interactividad / Unilateralidad. A diferencia de la comunicación convencional (como la que ofrecen la televisión y la radio tradicionales) los nuevos instrumentos para propagar información permiten que sus usuarios sean no sólo consumidores, sino además productores de sus propios mensajes. En la Internet podemos conocer contenidos de toda índole y, junto con ello, contribuir nosotros mismos a incrementar el caudal de datos disponible en la red de redes. Sin embargo esa capacidad de la Internet sigue siendo poco utilizada. La gran mayoría de sus usuarios son consumidores pasivos de los contenidos que ya existen en la Internet. Desigualdad. La Sociedad de la Información ofrece tal abundancia de contenidos y tantas posibilidades para la educación y el intercambio entre la gente de todo el mundo, que casi siempre es vista como remedio a las muchas carencias que padece la humanidad. Numerosos autores, especialmente los más conocidos promotores de la Internet, suelen tener visiones fundamentalmente optimistas acerca de las capacidades igualitarias y liberadoras de la red de redes (por ejemplo Gates: 1995 y 1999 y Negroponte, 1995). Sin embargo la Internet, igual que cualquier otro instrumento para la propagación y el intercambio de información, no resuelve por sí sola los problemas del mundo. De hecho, ha sido casi inevitable que reproduzca algunas de las desigualdades más notables que hay en nuestros países. Mientras las naciones más industrializadas extienden el acceso a la red de redes entre porcentajes cada vez más altos de sus ciudadanos, la Internet sigue siendo ajena a casi la totalidad de la gente en los países más pobres o incluso en zonas o entre segmentos de la población marginados aún en los países más desarrollados. Heterogeneidad. En los medios contemporáneos y particularmente en la Internet se duplican –y multiplican– actitudes, opiniones, pensamientos y circunstancias que están presentes en nuestras sociedades. Si en estas sociedades hay creatividad, inteligencia y arte, sin duda algo de eso se reflejará en los nuevos espacios de la Sociedad de la Información. Pero de la misma manera, puesto que en nuestras sociedades también tenemos prejuicios, abusos, insolencias y crímenes, también esas actitudes y posiciones estarán expresadas en estos medios. Particularmente, la Internet se ha convertido en foro para manifestaciones de toda índole aunque con frecuencia otros medios exageran la existencia de contenidos de carácter agresivo o incómodo, según el punto de vista de quien los aprecie. Desorientación. La enorme y creciente cantidad de información a la que podemos tener acceso no sólo es oportunidad de desarrollo social y personal. También y antes que nada, se ha convertido en desafío cotidiano y en motivo de agobio para quienes recibimos o podemos encontrar millares de noticias, símbolos, declaraciones, imágenes e incitaciones de casi cualquier índole a través de los medios y especialmente en la red de redes. Esa plétora de datos no es necesariamente fuente de enriquecimiento cultural, sino a veces de aturdimiento personal y colectivo. El empleo de los nuevos medios requiere destrezas que van más allá de la habilidad para abrir un programa o poner en marcha un equipo de cómputo. Se necesitan aprendizajes específicos para elegir entre aquello que nos resulta útil, y lo mucho de lo que podemos prescindir. Ciudadanía pasiva. La dispersión y abundancia de mensajes, la preponderancia de los contenidos de carácter comercial y particularmente propagados por grandes consorcios mediáticos y la ausencia de capacitación y reflexión suficientes sobre estos temas, suelen aunarse para que en la Sociedad de la Información el consumo prevalezca sobre la creatividad y el intercambio mercantil sea más frecuente que el intercambio de conocimientos. No pretendemos que no haya intereses comerciales en los nuevos medios –al contrario, ellos suelen ser el motor principal para la expansión de la tecnología y de los contenidos–. Pero sí es pertinente señalar esa tendencia, que se ha sobrepuesto a los proyectos más altruistas que han pretendido que la Sociedad de la Información sea un nuevo estadio en el desarrollo cultural y en la humanización misma de nuestras sociedades. La sociedad contemporánea es expresión de las realidades y capacidades de los medios de comunicación más nuevos, o renovados merced a los desarrollos tecnológicos que se consolidaron en la última década del siglo: la televisión, el almacenamiento de información, la propagación de video, sonido y textos, han podido comprimirse en soportes de almacenamiento como los discos compactos o a través de señales que no podrían conducir todos esos datos si no hubieran sido
  • 7. traducidos a formatos digitales. La digitalización de la información es el sustento de la nueva revolución informática. Su expresión hasta ahora más compleja, aunque sin duda seguirá desarrollándose para quizá asumir nuevos formatos en el mediano plazo, es la Internet. Lo anterior hace posible entender a la globalización como una serie de procesos multidireccionales y no simplemente como la internacionalización de culturas y mensajes que solían estar apartados unos respecto de otros. Giddens recuerda cómo "la globalización presiona no sólo hacia arriba, sino también hacia abajo, creando nuevas presiones para la autonomía local". En Internet entre otras formas de intercambio surgen nuevos modos de solidaridad, desde las cadenas de mensajes hasta la coordinación de protestas o adhesiones respecto de las más diversas causas. Y también aparecen nuevas formas de aislamiento, tanto entre las personas como entre las naciones. Por otro lado, especialmente vista desde la perspectiva económica, tenemos la influencia del conocimiento en la sociedad contemporánea. La generación y utilización eficaz del conocimiento constituye un factor de desarrollo económico de importancia creciente. Sin embargo, la sola existencia del conocimiento no garantiza el cambio y la innovación de las organizaciones y de nuestros países. La capacidad de una sociedad para incorporar la ciencia y la tecnología como factores dinámicos para su progreso depende de condiciones políticas, económicas y sociales que la ciencia misma no puede crear. La competitividad que se sustenta en la capacidad de generar y difundir el progreso técnico -competitividad estructural- se caracteriza como un fenómeno cuya emergencia depende sistemáticamente de fenómenos de menor nivel que se generan como resultado del funcionamiento de los sistemas educativo, productivo, y de ciencia y tecnología, de las interrelaciones entre ellos, y de su interacción con el resto del sistema social. En este trabajo se profundiza en la caracterización de las condiciones estructurales que deben darse para la emergencia de la competitividad. Cuatro niveles de análisis de la estructura de la economía social - los niveles micro, meso, meta y macro- son considerados. La articulación orgánica y de orden estructural que debe darse entre los sistemas productivo, educativo, y de investigación y desarrollo se conceptualiza y “diseña” en el nivel meso, y se operacionaliza en el nivel micro. Las acciones conjuntas en los niveles meso y micro son posibles gracias a condiciones adecuadas en los niveles macro y meta. Para cada uno de los niveles considerados se requieren políticas y estrategias cuya operacionalización es necesaria para garantizar las relaciones de orden estructural que deben darse al interior de cada nivel, y entre niveles, en un esfuerzo por contribuir a la clarificación de la estructura organizacional requerida para viabilizar la innovación tecnológica y el cambio de nuestras organizaciones. Las economías más avanzadas basan su barrera de competitividad cada vez en mayor grado en la generación y utilización eficaz del conocimiento. La investigación científica y tecnológica, en su calidad de actividad generadora de conocimiento, es un componente esencial de la competitividad económica. Sin embargo, la aplicación social de este conocimiento depende de diversos aspectos y condiciones que ni la ciencia ni la tecnología por sí mismas pueden crear. La generación en un país de fuentes perdurables de ventaja comparativa en relación con otros países debe sustentarse en una estrategia de desarrollo basada en conocimiento científico moderno, que visualice la participación en la dinamización de la frontera de la innovación como un elemento fundamental de dicha estrategia. Por lo tanto, debe fundamentarse sobre un conjunto de políticas que favorezcan el desarrollo de capacidades científico-tecnológicas endógenas, así como la inserción y asimilación de éstas de manera efectiva en la economía como elemento clave de fortalecimiento del sector productivo. Condiciones estructurales determinadas son necesarias para hacer esto posible. Tanto las exigencias económicas, tecnológicas y cognoscitivas de la nueva sociedad implica directamente el surgimiento de las comunidades nootrópicas. Esta comunidad requiere un análisis más detallado para comprender la nueva realidad social que está surgiendo y en las cuales actuarán las profesiones o disciplinas futuras. Se dice que cuanto más y mejor acceso tengamos a la información, seremos más sabios y más
  • 8. ricos. De hecho, a quienes es más probable que les suceda tal cosa es a quienes viven dentro de comunidades nootrópicas, esto es, comunidades orientadas a desarrollar procesos basados en el conocimiento o generadores de conocimiento, porque –una vez más conviene insistir en ello- lo esencial no es la información, sino la cantidad y clase de conocimiento que ésta contiene. Siempre que nos refiramos a procesos cognitivos, no a mera comunicación social, es preciso admitir la supremacía del conocimiento sobre la información. Hablemos de la noosfera, a la que subdividiré a efectos didácticos en tres estructuras. Podemos asumir como una metáfora útil que todas las ideas, obras de arte, lenguas, ideologías, músicas, poemas, ecuaciones matemáticas, fórmulas químicas, teorías, datos registrados sobre la Naturaleza, diseños, textos, fotografías, religiones, ritos, mitos, ..., constituyen la primera estructura noosférica: es el reservorio del conocimiento, el territorio universal de los productos de la inteligencia humana. Hagamos la hipótesis de que es aproximadamente factible contar con registros de todos los ítems de dicho reservorio. Bien mirado, el entorno artificial en el que viven los humanos es otra estructura de la noosfera, ya que sus elementos tangibles, siempre renovables, sean viviendas, muebles, iglesias, puentes, aviones, fábricas, redes eléctricas, carreteras, ordenadores, lentes de contacto, instrumentos musicales, sean procesos u organizaciones sociales, proceden de la aplicación del conocimiento. En particular, el instrumental técnico, científico e industrial forma la tecnosfera, un mundo de “paquetes” de conocimiento integrado, que es algo así como una proyección material de la noosfera. El conocimiento, con independencia de su campo de especialización y haciendo salvedad de cómo quede fijado en objetos materiales, se maneja, expresa, registra y difunde muy habitualmente por un grupo de signos, al que podemos llamar neutralmente información. Es por esa razón que la infotecnología, o tecnología de la información y de las comunicaciones, si se prefiere, juega un papel capital en el progreso del conocimiento y en el desarrollo de la tecnosfera, de la que forma parte. Por último, unas cuantas copias sueltas y personalizadas de algunas pequeñas parcelas de la noosfera-reservorio habitan en cada momento en la mente de cada ser humano, de modo que podría decirse que asintóticamente existe una copia completa de la noosfera en la humanidad viva, sólo que fragmentada irregularmente en miles de millones de mentes. Es la tercera estructura. Armados con esos fragmentos, los humanos se organizan para acomodarse a su entorno social y ambiental o para transformarlo, contribuyendo en muchos casos a enriquecer la noosfera, cada día más frecuentemente, todo hay que decirlo, con fines lucrativos. De lo expuesto hasta aquí podemos resumir que la noosfera, esto es, los conocimientos en sentido amplio, constituye un conjunto dinámico formado por tres estructuras: a) los registros del conocimiento (noosfera-reservorio); b) el entorno artificial producido por la aplicación del conocimiento (a destacar la noosfera-tecnosfera); y c) las copias vivas, fragmentarias, especializadas y diminutas, que bullen activas en las mentes de los humanos, con las que éstos difícilmente pueden afrontar, solos, el crecimiento exponencial de los dos primeros, por lo demás en gran medida debido paradójicamente a la fragmentación sistemática del saber humano en currículos o especialidades. Dicho crecimiento, tanto en cuanto a su diversidad –llamémosla noodiversidad-, como en cuanto al número increíble de sus componentes y a la complejidad de muchos de ellos, lleva a la Humanidad actual a una era de complejidad y a nosotros a preguntarnos si los humanos sabrán compatibilizar su aportación continuada al desarrollo de la noosfera con una gestión adecuada de la complejidad resultante. Cabe subrayar a este respecto que los cambios potenciales secundarios a la explosión y aplicación sistemática del conocimiento desbordan largamente la capacidad humana individual de comprensión y asimilación. Hipotéticamente, la noosfera-reservorio está siempre más o menos disponible, prácticamente en régimen de autoservicio universal, para todos los seres humanos, pero lo cierto es que hay comunidades que, por libre elección de sus componentes, se han desarrollado más
  • 9. nootrópicamente que otras y hoy ostentan posiciones de liderazgo, cultivando además parcelas reservadas de la noosfera en provecho propio, cuyos productos venden a otras comunidades deficitarias. Han implementado resortes sociales, instrumentos políticos y materiales, recursos y sistemas “atractores” para incentivar y facilitar los procesos relacionados con el conocimiento, bien sea acceso a él, almacenaje, difusión, creación, debate, utilización: Bibliotecas, museos, infraestructuras técnicas, conservatorios musicales, teatros, campos deportivos, universidades, centros de saber, academias eruditas, laboratorios y centros de I + D, instituciones culturales, colegios profesionales, fundaciones, publicaciones, leyes, iniciativas institucionales, partidas presupuestarias, empresas que transforman conocimiento en valor, etcétera. Han comprendido que la noosfera es no sólo la fuente del desarrollo intelectual y cultural, sino que podía convertirse también en la principal fuente de riqueza individual y colectiva. Ahora, describamos lo anterior en clave antropológica. Según Arsuaga (El collar del neandertal), los humanos, a partir del Homo habilis, nos hemos especializado en la inteligencia, hemos creado “un sistema revolucionario de transmitir información, el manejo de símbolos, el lenguaje articulado”. No sé lo que dirán los paleoantropólogos ante mi osadía, pero creo que el despliegue de esa capacidad (noos) está llevando a los humanos más evolucionados a agruparse y diferenciarse en comunidades de economía productiva basada en el cultivo de los campos del conocimiento, a la que podríamos llamar noocultura. El conocimiento se cultiva, también se fabrica, como asimismo se fabrican las herramientas y técnicas para cultivarlo o fabricarlo, y con él se inventan y fabrican todos los artefactos que componen nuestro entorno artificial, igual que se crean instituciones, procedimientos y artes. Como cualquier ser vivo, el humano forma parte de la biosfera, pero con su inteligencia simbólica construye y reconstruye un mundo propio y aparte, la noosfera, poblado de seres tangibles – automóvil, lentillas– e intangibles –teoría, fórmula química, música, poema, sistema de numeración– en el que habita y con el que coevoluciona. El centro, ya no único pero sí último, de producción y explotación de la noosfera son las mentes humanas. La mente, al momento de nacer, no contiene nada de la noosfera, pero, si se conecta vital o socialmente a ésta, irá guardando algo de ella, copias personalizadas sin duda, mejores o peores. Los seres humanos aprenden de otros seres humanos por imitación o repitiendo acciones ya probadas hasta conseguir ciertas destrezas. Sin embargo, los genuinos canales multiplicadores del conocimiento han sido los contenedores portables de información, especialmente el libro impreso. Las medidas de instrucción pública para difundir entre la población las artes de leer y escribir, y, luego, sucesivas disposiciones para aumentar una y otra vez sus niveles educativos, han hecho el resto. Ahora, cuando hemos estabilizado la noción de aprendizaje permanente, nos cuesta trabajo creer que en pleno siglo XV eran pocos los reyes y nobles que supieran leer y escribir. Así pues, en las sociedades desarrolladas actuales adquirir copias mentales de la noosfera se ha convertido en una necesidad individual permanente, y perentoria, al margen de que para muchos pueda ser circunstancialmente también un placer. Bajo muy diversos grados, formas y categorías, las sociedades actuales son todas sociedades de conocimiento y sociedades de información, simplemente por una cuestión de evolución. Dado que sólo es operativo el conocimiento que se construye en la mente (o en alguno de sus derivados), el proceso individual –y por extensión el grupal o societario– de extraer conocimiento de la información noosférica deviene en dispositivo social básico. En el año 1991 se publicó en Claves de Razón Práctica un extenso artículo titulado “La sociedad informatizada: Apuntes para una patología de la técnica”, en el que, para analizar, entre otros, los efectos de la hiperinformación, dibujaba un flujograma básico de los procesos individuales cognoscitivos que transforman la información que contiene conocimiento en conocimiento adquirido, y luego, en una fase posterior y disociada, aplican este conocimiento en algún tipo de acción. No deje el lector de observar que el análisis de entonces, incluía de modo explícito la acción. Con la perspectiva actual, y las reflexiones del presente, en conjunto podría constituir la
  • 10. base para un modelo general de los flujos de información y conocimiento en la “nueva” economía, también llamada economía del conocimiento o economía creativa. La relación conceptual de la información con el conocimiento es especial y confusa –Edgar Morin diría que es una relación de complementariedad, concurrencia y antagonismo–, pero lo que quisimos resaltar es fundamentalmente su dependencia respecto del observador o receptor. Ya que antes hablábamos de libros, imaginemos, a título de ejemplo, que tomamos uno cualquiera que exponga un ensayo minucioso sobre los orígenes y evolución del universo físico. Desde el punto de vista de un observador neutral, ese libro es en primera aproximación sólo un extenso grupo de símbolos, que expresa de forma ordenada el saber de su autor y lo registra en la noosfera. Precisamente, su autor ha utilizado ciertas agrupaciones de signos, tales como palabras, fórmulas, imágenes y esquemas, para pulir, ordenar y codificar sus teorías y transmitirlas a los demás. Pero, desde el punto de vista de la noosfera, entendida en su acepción de inventario del conocimiento de la Humanidad, ese ensayo es un registro informativo de conocimiento, y por ello lo computamos como conocimiento. Ahora bien, desde el punto de vista de un posible lector, ese ensayo se ve –más allá de sus códigos lingüísticos-, bien como un paquete de información incomprensible, si el lector es totalmente ignorante, bien como un paquete de información que parece contener un conocimiento interesante, merecedor del esfuerzo de estudiarlo, descodificarlo y asimilarlo. El segundo lector posee, de entrada, un nivel de conocimientos que lo capacita potencialmente para aplicar las claves que descodifican los significados de los conceptos que componen el conocimiento contenido en esa información y está dispuesto a hacer el esfuerzo para metabolizarla e incorporarla como conocimiento propio, adaptado a sus características intelectuales. Dicho sea como inciso, parte del conocimiento previo y del esfuerzo necesarios pueden incluir la traducción de otra lengua, hoy habitualmente el inglés, a la suya propia. Al final del esfuerzo, el lector se habrá convertido en poseedor, ciertamente no exclusivo, de una copia mental de un pedazo de conocimiento almacenado en la noosfera. Así, el proceso cognoscitivo puede proseguir y transformarse en recurso para la acción, y en general lo hace. Recurriendo posteriormente a otros conocimientos ya adquiridos o acopiando otros nuevos si fueran necesarios y aportando más esfuerzo y resortes diversos disponibles, que podrían incluir cooperación con otros individuos, el sujeto considerado terminará desarrollando acciones con finalidades muy variadas, que, sin duda, dejan su huella en el mundo. Es corriente que tales acciones se repitan después una y otra vez sin necesidad de procesar nuevos conocimientos, de hecho en esto radica la eficacia. En el esquema descrito se recorre una secuencia general de etapas y elementos, que enumerativamente son: a) información/conocimiento procedente de la noosfera-reservorio; b) conocimientos previos y esfuerzo por parte del individuo; c) conocimiento adquirido, compuesto por una cierta “copia” mental de alguna parcela de la noosfera; d) más esfuerzo; y f) acción. Los resultados de este flujo de etapas y sus características dependerán del grado de conocimiento y del grado de esfuerzo involucrados en cada circuito personal, del número y agrupaciones de circuitos, y del tipo y variedad de acciones. Desde el punto de vista de una sociedad concreta, cuanto mayor y más variado sea el número de sus ciudadanos que desarrollen procesos cognoscitivos que requieran altos grados de conocimiento y esfuerzo, y cuanto mayor sea el número, volumen y calidad de comunidades enfocadas a un objetivo común, mayor será su nivel de nootropismo, y más intensiva será como sociedad del conocimiento. Un ejemplo de sociedad de conocimiento de baja intensidad, y por tanto una sociedad reproductora, imitativa, débilmente nootrópica, es aquella en que se realicen mayoritariamente procesos con conocimientos elementales y bajos esfuerzos, por mucha información que circule, como es el caso conocido del consumo masivo de los medios de comunicación audiovisual, típicamente pasivos. Como corolario de lo dicho, se deduce la conveniencia de que las fuerzas sociales acuerden reforzar las siguientes pautas: Acceso fácil y universal a la información; mejora de los niveles de cualificación y educación; motivación y racionalización de los esfuerzos; estimulación de las iniciativas orientadas a integrar cuantos procesos cognoscitivos sean necesarios para acometer
  • 11. acciones colectivas superadoras de los efectos perniciosos producidos por la fragmentación del conocimiento; canalización del mayor número posible de acciones hacia el enriquecimiento sistemático de las tres estructuras noosféricas. Antes, las comunidades vivían aisladas unas de otras durante años, durante siglos o siempre. Ahora, el mundo se ha transformado en un espacio social que se recorre informativamente en segundos y en un espacio físico que se cubre en horas (o en segundos). Fuerzas económicas, técnicas y políticas de un poder antes desconocido gobiernan los flujos que modifican los estados de ese mundo y de sus habitantes. En medio de las turbulencias y de tanta complejidad, los cerebros humanos operan imprevisiblemente regidos por una mezcla misteriosa de racionalidad y animalidad. La constitución de comunidades nootrópicas y el despliegue progresivo de la noocultura no garantizan la práctica de la justicia, la virtud, la solidaridad o la sabiduría. De hecho, la fragmentación del conocimiento, que conduce invariablemente a la superespecialización, es, en primera instancia, sinónimo de ignorancia. Es seguro que de ese juego de fuerzas surgirá un nuevo orden. Hasta aquí la concepción filosófica, antropológica y sociológica de la sociedad contemporánea, llamada sociedad del conocimiento, que sustenta teóricamente, y fácticamente, las investigaciones que agrupan este compendio de trabajos de investigación denominado LA CONTABILIDAD EN LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO. Investigaciones Icodeanas. Tomo I. Las Investigaciones Icodeanas se publican con la finalidad de compartir los logros teóricos del Instituto Contabilidad y Desarrollo (ICODE) y se incluyen los trabajos más significativos y relevantes de sus investigadores. El tomo I de estas investigaciones incluye cuatro trabajos a saber: FUNDAMENTOS EPISTEMOLÓGICOS DE LA CIENCIA CONTABLE. Bases del Programa de Investigación Icodeana, del Prof. Zósimo De la Cruz Sullca. Aquí se plantea que cada disciplina científica tiene su objeto de estudio y métodos específicos para producir y aceptar conocimientos. Lo que se diga y cómo se diga, así como la manera peculiar de proceder para generar y aceptar conocimientos, todo esto, son cuestiones peculiarmente científicas, y cada disciplina desarrolla sus propios procedimientos, sus propios métodos. Pero algo común a todas las disciplinas es que deben delimitar cierto campo de estudio y proceder de esta cierta manera para obtener conocimiento acerca de su campo de estudio, par lo cual siempre es necesario contar con ciertos recursos metodológicos y instrumentos teóricos estructuradas en la Epistemología. Seguir un método significa tener un procedimiento sistemático para proponer hipótesis o teorías que pretenden ofrecer conocimiento del mundo y para aceptar o rechazar esas hipótesis o esas teorías como genuino o auténtico conocimiento del mundo. Cualquiera que sean las reglas metodológicas, y cualquiera que sea su rango de generalidad o especificidad, las reglas existen y se supone que los científicos deben seguirlas si quieren obtener determinados fines. Ahora bien, los métodos de las ciencias, aun si los entendemos en el sentido estrecho como conjunto de reglas que en su totalidad expresan un procedimiento para obtener ciertos fines, presuponen otros dos tipos de elementos fundamentales, a saber, las creencias y conocimientos previos, por una parte, y valores, por otra. Una idea central, cada vez más aceptada en la epistemología contemporánea, es que los fines y los valores de la investigación científica no siempre han sido los mismos. Los fines y los valores de la investigación científica no están fijos ni son inmutables. Así como las creencias y los conocimientos sustantivos que producen las ciencias han cambiado a los largo de la historia, también han cambiado los fines los valores en función de los cuales se desarrolla la investigación científico. La realidad actual, en el ámbito contable se caracteriza por los intentos de elaboración de una estructura teórica que unifique la contabilidad en un intento integrador de las distintas subáreas
  • 12. contables específicas, en vez de un conjunto de convenciones defectuosamente conectadas. Este fenómeno no surge por el azar, sino es consecuencia lógica de todo un proceso histórico. La ciencia es el conjunto de conocimientos científicos estructurados como un sistema hipotético deductivo, es decir, conocimientos objetivos, verdaderos, universales y necesarios, comunicables. Esto es ciencia auténtica. La única manera o estrategia de desarrollar a la contabilidad es convertirla en ciencia contable auténtica. No discutiendo en qué normas nos ponemos de acuerdo, sino fundamentando cuales de los supuestos son científicos. La implicación inmediata de tal salida es la exigencia de realizar investigaciones científicas en contabilidad, por un lado, y, por otro lado, realizar investigaciones metateóricas que permitan la construcción o reconstrucción de la ciencia contable. Lo anterior implica un trabajo de investigación metateórica sobre los fundamentos epistemológicos de la ciencia contable auténtica, que no ha sido discutida con seriedad en la comunidad académica internacional contable, pues todavía se adolece de la formación rigurosa que exige ésta tarea en el ámbito epistemológico. Los eventos académicos internacionales están dedicados con prioridad a temas o áreas que implican la labor profesional del contador en cada nuevo entorno socioeconómico mundial. Pero la discusión teórica y epistemológica está casi abandonada. El segundo trabajo titulado APROXIMACIONES TEÓRICAS Y METODLÓGICAS INTERDISCIPLINARIAS A LA CONTABILIDAD DEL CONOCIMIENTO del CPC. Jesús Capcha Carbajal, sostiene que con la irrupción y desarrollo de las nuevas tecnologías se están produciendo una serie de cambios estructurales, a nivel económico, laboral, social, educativo, político, de relaciones. En definitiva, se está configurando la emergencia de una nueva forma de entender la cultura y la realidad socioeconómica. En esta coyuntura, la información y el conocimiento aparecen como los elementos clave, aglutinadores, estructuradores de este tipo de sociedad. En este contexto, la Contabilidad del Conocimiento es una técnica, en emergencia, que permite la descripción mensurable del conocimiento, como entidad biplanar: la estructura creencial y de la estructura mental, relevante y adecuado que posee una organización para el cumplimiento de sus fines y objetivos. La estructura creencial se manifiesta en forma de un complejo cognitivo que está constituido por los datos, la información y el saber. Y la estructura mental se manifiesta en forma de proceso cognitivo que está constituido por los estados, los acontecimientos y los hechos cognitivos. Ambas estructuras constituyen una base del conocimiento y ésta para ser gestionada deberá ser medida. Dicha medición, cuando se trata de los sistemas artificiales como las organizaciones o empresas es deseable que sea contable si queremos identificar la eficiencia o ineficiencia de tal conocimiento o funcionamiento empresarial. Cómo hacer factible dicha medición es la tarea de la contabilidad del conocimiento. La medición de la estructura creencial y mental sólo es posible mediante la jerarquización de los conocimientos y el análisis de los niveles de conocimiento. El resultado de la aplicación de la jerarquización y nivelación permiten describir y explicar el proceso y el complejo cognitivos, en algún elemento de aquellos. Y esto permite establecer los indicadores más significativas del conocimiento en cuestión. La descripción de la metodología y del proyecto metrológico de la contabilidad del conocimiento se realiza en términos semiaxiomático o informalmente axiomáticos. Lo anterior es viable si analizamos el funcionamiento de la contabilidad del conocimiento a través de la teoría de la inteligencia híbrida. Por otro lado, debemos dejar constancia que la propuesta se nutre de muchas investigaciones, entre los más importantes tenemos el Proyecto Meritum y el Modelo Intellectus. Por eso, hacemos una presentación resumida de sus propuestas y luego mostrar nuestras diferencias tanto metodológicas, conceptuales y epistemológicas (teóricas). La tercera investigación denominada AUDITORIA CONTABLE DEL CAPITAL INTELECTUAL. Fundamentos y Metodología del CPC Víctor de la Cruz Cerrón plantea la tesis de que si aceptamos que el objetivo de las empresas es la creación de valor para el accionista, deberíamos evaluar a
  • 13. partir de dicha hipótesis la utilidad de la información financiera y no financiera presentada por una organización a los usuarios de la misma. Las críticas que las distintas disciplinas de la administración han venido realizando a las prácticas contables desde hace varias décadas, por no cumplir a cabalidad con el objetivo señalado, se han profundizado en el último lustro, a partir de la aceptación que estamos viviendo una transición hacia una nueva economía global basada en el conocimiento. Los criterios para construir riqueza, parafraseando a Lester Thurow, están cambiando. La gestión de los activos intangibles se ha convertido en la principal fuente de competitividad de las empresas y de los países. La creación y desarrollo de los activos intangibles (marcas, patentes, investigación y desarrollo, carteras de clientes, conocimientos y su gestión en la empresa, procesos, etc.) se ha convertido en la principal fuente creadora de valor para las compañías. Capital Intelectual se le ha denominado a este proceso de crear y desarrollar activos intangibles. ¿Cuál es el problema? Dice L.Thurow: El conocimiento es la nueva base de la riqueza. Nunca lo había sido. En el pasado, cuando los capitalistas hablaban de su riqueza se referían a las fábricas, a los equipamientos y a los recursos naturales que poseían. En el futuro, cuando los capitalistas hablen de su riqueza estarán refiriéndose al control que poseen sobre el conocimiento. Si se habla de “poseer” capital, equipamientos o recursos naturales, el concepto de “posesión” (tener un activo desde nuestra perspectiva contable) es claro. En este marco, las asignaciones de recursos en la economía entre las distintas empresas, regiones y países, empiezan a basarse en conceptos y criterios que difieren del pasado. Difieren en contenido y en velocidad. Tenemos más información disponible, pero menos tiempo para decidir. Los riesgos y las oportunidades aumentan exponencialmente y viajan a la velocidad de la luz. En este contexto, los informes financieros, siguen jugando un papel crucial en la asignación de recursos en la economía. Su adaptación a las nuevas demandas y su comprensión por todos los agentes intervinientes, adquiere una importancia crucial. ¿Estamos los contadores preparados para responder a estos retos o tienen razón los profesionales de otras disciplinas al decirnos que hemos perdido el tren de la nueva economía? Frente a esta problemática estamos todos preocupados, pues depende de nosotros salir a derrotar el problema con alternativas ingeniosas. Finalmente tenemos la investigación titulada EL CONTADOR COMO GENERADOR DE CAPITAL INTELECTUAL, del CPC. Hernán Capcha Carbajal. El contexto actual esta caracterizado por la aceleración del cambio, que se ha constituido en el motor del desarrollo científico y tecnológico, esto se hace patente en el nuevo entorno digital de los negocios, en estas condiciones las empresas deben aprender a adaptarse a los continuos cambios y que las clases de organización de antaño son las que menos probabilidades tienen de dominar el mañana, el nuevo entorno también significa nuevos requerimientos y para satisfacerlos la administración moderna debe lograr que los elementos interdependientes busquen el logro de la EXCELENCIA TOTAL, en este contexto es cuando mas se hacen notar las debilidades y limitaciones del actual modelo contable, diseñado para las empresas de siglos anteriores, especialmente porque son históricas y no permiten valorar los activos intangibles lo cual impide gestionar el capital intelectual, asimismo los riegos a los cuales se enfrenta la empresa no son revelados por los estados contables, esto se origina en la decadencia del marco conceptual o teórico vigente es decir el paradigma contable de utilidad (se orienta a brindar la mayor utilidad posible a la toma de decisiones), debemos mencionar los otros dos paradigmas anteriores al mencionado tales como el paradigma del beneficio económico ( que tiene como objetivo el conocer la realidad económica) y anterior a éste el paradigma de registro o legalista con el cual se inicio la contabilidad formalmente( el objetivo principal era suministrar datos al propietario sobre su situación acreedora y deudora). A todo lo mencionado debemos precisar las implicancias de desarrollar un nuevo modelo contable, se debe evaluar las carencias detectadas en prácticas actualmente vigentes y las dificultades que tienen los destinatarios de la información contable y proponer caminos para superarlos, esto supone una
  • 14. reconsideración al marco conceptual vigente, una evaluación a las normas contables a aplicar, el replanteo del concepto de valor y la identificación de las nuevas necesidades del entorno empresarial y profesional. En este panorama cómo el contador publico puede realizar cambios y tomar acciones que le permitan participar de manera decisiva en la generación del capital de su cliente, y para ello el propio contador debe empezar por desarrollar su capital intelectual, medirlo y luego gestionarlo, para ello planteamos que la herramienta del BSC aplicado al Contador publico como individuo tendrá como efecto positivo una mejora en la generación de capital intelectual en sus clientes. Para ello el contador publico debe cumplir actividades generadoras de capital intelectual mediante su incursión en el desempeño profesional en otras áreas afines y de actualidad, para ello el contador al igual que las empresas deben prepararse y desarrollarse en ambientes competitivos, asimismo debemos mencionar que en el XXIV CIC Uruguay 2001se planteo el proyecto COGNITOR que equivale a un administrador de capital intelectual. El BSC decíamos que se presta como herramienta de medición del capital intelectual del contador por cuanto se puede aplicar en las cuatro perspectivas teniendo presente que la perspectiva financiera se refiere en este caso a la satisfacción de necesidades en el ámbito profesional, social, familiar y personal. La perspectiva del cliente en el que se identifican los segmentos de clientes y de mercado, también se encuentra la perspectiva del proceso interno y la de formación y crecimiento que implica el hábito de la educación continua, el compromiso por el auto desarrollo y la motivación. En síntesis la temática del presente volumen de las investigaciones icodeanas abarca desde la epistemología hasta la formación, desde la teoría hasta las propuestas técnicas. Esta forma de percibir nuestro trabajo investigativo es el resultado de una filosofía sistémica y rigorista que busca en todo el bagaje cultural de humanidad alguna intuición que repercuta en el avance científico de la contabilidad contemporánea, ello implica una actitud científica de no exclusión de las reflexiones. Para finalizar esta Introducción, he de manifestar, a nombre de todos los investigadores del Instituto Contabilidad y Desarrollo, nuestra gratitud a cuantos nos han estimulado, directa o indirectamente, a llevar a cabo las investigaciones, la evaluación y la redacción de la presente obra con sus sugerencias, objeciones y consejos. En primer lugar, a los intelectuales de la comunidad epistemológica, especialmente a Mario Bunge (Universidad Mc Gill, Canadá), Stephen French (Universidad de Leeds, Inglaterra), Rom Harré (Universidad de Oxford, Inglaterra), Jesús Mosterín (Universidad de Barcelona, España), Luis Villoro y León Olivé (Universidad Nacional Autónoma de México), Juan Abugattas Abugattas, Luis Piscoya Hermoza, Arsenio Guzmán Jorquera y Holger Saavedra (Universidad Nacional Mayor de San Marcos), Miguel Giusti, Ciro Alegría y Pablo Quintanilla (Pontificia Universidad Católica del Perú), David Sobrerilla (Universidad de Lima), Francisco Miró Quesada Cantuarias (Sociedad Peruana de Filosofía) quienes nos han hecho llegar valiosas indicaciones. En segundo lugar, agradecemos a los académicos del área contable, especialmente a CPA Leonardo Rodríguez (Cuba en el exilio), CPA Enrique Zamorano García (México), CPA Víctor Abreú Páez (Rep. Dominicana), Jorge Tua Pereda (España), CPA Guillermo León Martínez Pino y Rafael Franco (Colombia), Juan Carlos Viegas y María del Carmen Rodríguez de Ramírez (Argentina), Víctor Vargas Calderón y Oscar Pajuelo Ramírez (Perú) y muchos compatriotas de la comunidad contable. Con la esperanza de que seguiremos recibiendo las sugerencias y críticas de nuestros lectores ponemos a consideración de la comunidad académica contable nacional e internacional el presente esfuerzo intelectual colectivo. Prof. Zósimo DE LA CRUZ SULLCA Director de Investigaciones del ICODE
  • 15. FUNDAMENTOS EPISTEMOLÓGICOS DE LA CIENCIA CONTABLE Bases Histórico-Conceptuales del Programa de Investigación Icodeana Prof. ZÓSIMO DE LA CRUZ S. SPE-UNMSM/INTERCIENCIAS-PERÚ Director de Investigaciones del ICODE zdelacruzfil@hotmail.com 1. INTRODUCCIÓN. Puede concebirse la filosofía en general como una actividad reflexiva de segundo nivel respecto de actividades reflexivas de primer nivel, es decir, de ciertos modos conceptualmente articulados con que los seres humanos se enfrentan a la realidad. La filosofía tiene entonces como objeto de estudio esas reflexiones previas; trata de analizarlas, interpretarlas, fundamentarlas, criticarlas, e incluso a veces mejorarlas. Así, el modo religioso de enfrentarse a la realidad da lugar a la filosofía de la religión; el modo moral, a la filosofía de la moral (o ética); el modo artístico, a la filosofía del arte (o estética), etc. Uno de los modos más efectivos, sorprendentes y “revolucionarios” de enfrentarse a la realidad ha sido (al menos en los últimos cuatro siglos) el modo científico. Por ello no es de extrañar que la filosofía de la ciencia (o epistemología) ocupe un lugar preeminente en la filosofía actual. Dada la innegable influencia que ejerce la ciencia en nuestra cultura, es difícil negar la perentoriedad de una reflexión filosófica sobre ella. A tal reflexión la denominamos “filosofía de la ciencia”. Es conveniente en este punto hacer una aclaración terminológica, de trasfondo metodológico. Entenderemos aquí por “ciencia” el conjunto de las disciplinas teóricas conocidas usualmente como “ciencias empíricas o factuales”, es decir, aquellas disciplinas que tienen por objeto hechos directa o indirectamente contrastables por la experiencia sensorial humana. Este rótulo incluye en consecuencia tanto las llamadas “ciencias naturales”, las “ciencias sociales” como las llamadas “ciencias socionaturales”. De hecho, el punto de vista metodológico general desde el cual se ha configurado nuestra exposición es el de que no existe un “abismo ontológico” infranqueable entre los objetos de estudio de esos tres grupos de disciplinas ni entre la naturaleza de sus conceptos, teorías y métodos respectivos. Por supuesto que pueden detectarse diferencias metodológicas importantes entre la física y la economía, pongamos por caso; pero es difícil argüir que ellas han de ser necesariamente más profundas o radicales que las que se dan entre la física y la etología, por un lado, o la economía y la teoría literaria, por otro. Es más, hoy día proliferan las áreas disciplinarias con respecto a las cuales ni siquiera sus propios especialistas concuerdan en adjudicarlas al campo de las ciencias naturales o al de las sociales; la psicología, la lingüística y la geografía (por mencionar sólo algunos ejemplos) se encuentran claramente en esta situación. Así, pues, cuando hablamos aquí de filosofía de la ciencia, nos referimos a la reflexión filosófica sobre las ciencias naturales, sociales e “intermedias”. La ciencia es un fenómeno cultural relativamente reciente en la historia de la humanidad, al menos en comparación con otros modos de reflexión como el religioso o el moral. Incluso tomando un punto de vista laxo, es difícil identificar claros ejemplos de ciencias empíricas antes del periodo helenístico, y aun allí cum grano salis. Pero muchos más reciente, naturalmente, es la toma de conciencia de que, con el surgimiento de las ciencias empíricas, se había producido un hecho cultural esencialmente nuevo. Sólo entonces pudo concebirse una filosofía de la ciencia en sentido estricto. Esta toma de conciencia filosófica no se produjo sino hasta fines del siglo XVIII. Quizá pueda considerarse a Kant como el primer filósofo en quien podemos detectar algo parecido a la filosofía de la ciencia en el sentido actual. Sin embargo, la filosofía de la ciencia de Kant (esencialmente filosofía de la mecánica) se halla aún inextricablemente ligada a cuestiones más tradicionales de teoría del conocimiento y metafísica. Es en el siglo XIX cuando aparecen autores más concentrada y específicamente dedicados a nuestra disciplina: Comte, Wheeler, Mill, Mach,
  • 16. Poincaré, Duhem fueron probablemente los más influyentes. Ahora bien, tan sólo en el sigo XX alcanza la filosofía de la ciencia su madurez metodológica y llega a institucionalizarse como disciplina relativamente autónoma. Para ello fue crucial que la reflexión filosófica sobre la ciencia pudiera disponer de las herramientas conceptuales que había forjado la generación inmediatamente anterior: la lógica formal, la teoría de conjuntos y, más en general, los métodos semánticos de la filosofía analítica. Para ello fueron decisivos los trabajos de Frege y Russell, principalmente. De esta confluencia de vectores (los intereses epistemológicos de los autores decimonónicos mencionados por un lado, y nuevos métodos analítico-formales, por otro) surgió el primer enfoque específico y autoconsciente de la filosofía de la ciencia en su etapa de eclosión (en la década de 1920-1930): el positivismo lógico (empirismo lógico, en un sentido más lato) del Círculo de Viena y grupos emparentados, como la Escuela de Berlín, la Escuela de Varsovia y diversas figuras aisladas en los países anglosajones y escandinavos. Probablemente, hoy en día ningún filósofo de la ciencia acepte los postulados específicos del positivismo lógico; sin embargo, es innegable que el desarrollo posterior de la filosofía de la ciencia, e incluso gran parte de la temática abordada y de los métodos utilizados actualmente, presuponen los planteamientos originados en dicho movimiento. Es un tópico afirmar que en la filosofía, a diferencia de las ciencias, no puede hablarse de progreso. Como todo tópico, éste es o trivial o falso. Si por “progreso” se entiende la mera acumulación lineal de juicios que, una vez establecidos, nunca más son sujetos a examen crítico o revisión, entonces manifiestamente es cierto que no hay progreso en filosofía, pero entonces tampoco lo hay en ninguna ciencia ni en ninguna otra área de la cultura. En cambio, si por progreso entendemos el proceso por el cual se alcanzan perspectivas más complejas y diferenciadas, que por su propia diferenciación hacen imposible una “vuelta atrás”, así como un amplio consenso sobre lo más valiosos de los resultados obtenidos hasta la fecha, entonces está claro que hay progreso en filosofía, y muy en particular en filosofía de la ciencia. Dejando a un lado el caso de la lógica (de la que puede discutirse si forma parte o no de la filosofía), la filosofía de la ciencia es el área de la filosofía que más progresos tangibles e incuestionables ha hecho en lo que va de siglo. No sólo se trata de que se ha alcanzado una perspectiva mucho mejor articulada sobre la ciencia que la visión estimulante y prometedora, pero primitivamente ingenua, que propugnaba el positivismo lógico; se trata también de que pueden reseñarse una serie de resultados concretos sobre lo que hay en la disciplina el mismo tipo de consenso que es característico de las disciplinas científicas añejas (a saber, resultados sobre los cuales “ya no se discute”). Mencionemos sólo algunos: una tipología precisa y diferenciada de los diversos conceptos científico, que supera en mucho el burdo par cualitativo/cuantitativo; la demostración efectiva de que los conceptos teóricos no pueden reducirse a los observacionales; el abandono definitivo del principio de verificabilidad para las leyes científicas; la determinación exacta de la naturaleza del método axiomático, de las diversas formas que éste puede adoptar y su aplicación concreta a innumerables teorías científicas particulares; la introducción de distintos modos de metrizar conceptos científicos (superando, entre otras cosas, la idea primitiva de que sólo las magnitudes extensivas pueden metrizarse); el abandono tanto de la concepción “cumulativista” como de la “falsacionista” en el análisis diacrónico de la ciencia. 2. SOBRE LA CRISIS DE LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA EN EL SIGLO XX. El origen del debate sobre las relaciones entre la Historia de la Ciencia y la Filosofía de la Ciencia se sitúa normalmente en la publicación de la obra de Thomas S. Kuhn La estructura de las revoluciones científicas (1962), aunque algunas críticas recibidas en los cincuenta por la concepción de la ciencia heredada del empirismo lógico ya estaban basadas en la constatación de un cierto desajuste entre la estructura de la ciencia tal como la describían los filósofos tradicionales y la práctica real de los científicos en la historia, además de otras razones epistemológicas. En todo caso, con o sin precedentes, el éxito de la obrita de Kuhn consiguió que la relevancia de la Historia de la Ciencia en el planteamiento y la respuesta de los problemas filosóficos, metodológicos o epistemológicos fuera algo que, unos años después, se aceptaba casi fuera de toda duda. Así, de acuerdo a una poderosa tradición expositiva que, por lo que alcanzo a saber, se remonta a la
  • 17. introducción escrita por Frederick Suppe al libro La estructura de las teorías científicas, en la Filosofía de la Ciencia (o al menos en su dominante versión anglosajona, aunque sus principales líderes eran autores de origen germano emigrados en los años treinta) había existido entre los años cuarenta y los sesenta un notable consenso sobre la naturaleza básicamente formal de la disciplina, emparentada sobre todo con la lógica y la metamatemática; Suppe, siguiendo a Putnam, denominó “Concepción Heredada” (received view) a la síntesis de los principios básicos establecidos en este consenso. Estos principios incluían, desde el punto de vista de la metodología de trabajo de los filósofos de la ciencia, la idea de que las teorías científicas debían reconstruirse en un lenguaje formalizado que sirviera como herramienta básica para los posteriores estudios epistemológicos, con lo que una de las principales tareas del filósofo sería la de expresar el contenido de las teorías con absoluta claridad, y esto significaba en la práctica fabricar una versión de las teorías científicas a la que pudieran ser aplicadas las técnicas desarrolladas desde finales del XIX para el análisis formal de los sistemas lógicos axiomáticos. Otro principio metodológico fundamental de la “Concepción Heredada” era la distinción absoluta entre lo que Reichenbach denominó “contexto de descubrimiento” y “contexto de justificación”, respectivamente, afirmándose además que sólo el segundo de estos contextos era relevante para la Filosofía de la Ciencia. Finalmente, esta concepción tradicional también afirmaba que debía existir algún criterio de tipo lógico que permitiera distinguir el conocimiento verdaderamente científico de las afirmaciones pseudo- científicas. Con respecto a los principios sustantivos de la “Concepción Heredada” sobre la estructura de la ciencia, los más importantes se referían a la necesidad de distinguir dos vocabularios en el lenguaje de las teorías (correspondientes a los términos observacionales y a los teóricos), al análisis del valor epistémico de las teorías basado en la relación de confirmación (que podía estudiarse en términos cualitativos, al estilo de Hempel, o cuantitativos, al estilo de la lógica inductiva de Carnap), y a la idea de que el desarrollo de las ciencias maduras procede fundamentalmente mediante la reducción de las teorías exitosas antiguas a teorías nuevas más amplias y precisas. De la distinción entre los términos observacionales y los teóricos se derivaba a su vez una clasificación de los enunciados científicos en regularidades empíricas, leyes teóricas y reglas de correspondencia, así como una tesis sobre la interpretación semántica de cada uno de ambos tipos de términos: mientras que los observacionales recibirían una interpretación completa directamente a través de la experiencia, los teóricos sólo recibirían una interpretación empírica parcial, a través de las reglas de correspondencia. A modo de síntesis podemos afirmar que la concepción derivada del empirismo lógico basaba su análisis de la ciencia en tres grandes dicotomías conceptuales: la distinción entre enunciados analíticos y sintéticos (digamos, entre forma y contenido dentro de las expresiones lingüísticas), la distinción entre conceptos observacionales y teóricos, y la distinción entre enunciados positivos (descripciones) y normativos (justificaciones). Estas tres distinciones se presuponían como absolutas, válidas para todo contexto histórico, y conducentes siempre a los mismos resultados independientemente de cuándo, dónde y por quién fuera aplicadas. Siempre según de acuerdo a la tradición expositiva de la moderna historia de la Filosofía de la Ciencia, este gran consenso se habría roto bruscamente con la aparición de la obra de Kuhn, que habría substituido aquel marco de análisis de las teorías científicas por otra concepción de acuerdo con la cual lo más importante son las pautas del desarrollo histórico de la ciencia, pautas que sólo pueden comprenderse debidamente usando categorías históricas, sociológicas y psicológicas. El principal debate de la filosofía de la ciencia a partir de la segunda mitad de los sesenta se habría centrado, entonces, en la cuestión de qué categorías de este tipo serían las más apropiadas para describir o explicar el desarrollo de la ciencia. Por citar sólo cuatro de las propuestas más famosas, estas categorías podían ser las de Kuhn (“paradigmas”, “ciencia normal”, “revoluciones”, “cambio de Gestalt”...), las de Laudan (“tradición de investigación”, “problemas empíricos”, “problemas conceptuales”...), las de Lakatos (“programas de investigación”, “núcleo firme”, “cinturón protector”, “heurística”, “cambios de problemática”...) o las de los seguidores de Sneed y Stegmüller (“red
  • 18. teórica”, “evolución teórica”, “reducción aproximativa”....). Estas cuatro propuestas vendrían a ser otras tantas variantes del tipo de concepciones de la ciencia que habrían resultado de la “Revolución Historicista”, ordenadas de menor a mayor grado de formalización. Mi inclusión de la concepción estructuralista o “no enunciativa” sneediana entre estos cuatro ejemplos tiene, obviamente, la intención de mostrar que lo más importante de dicha “Revolución” no habría sido, en particular, el abandono de las herramientas típicas del lógico matemático y su sustitución por las del historiador, sino el cambio del centro de interés, entre los filósofos de la ciencia, desde la estructura de las teorías hacia su dinámica. Se puede argumentar que en el caso de la “concepción no-enunciativa”, el aspecto esencial seguía siendo el análisis de la estructura de las teorías, y que la insistencia de autores como Stegmüller y Moulines en los aspectos dinámicos de la ciencia se debía, más que a otra cosa, al intento de hacer aceptable este “nuevo patrón de reconstrucción” a una relativa mayoría de filósofos convencidos por los argumentos historicistas de Kuhn. Pero, sea dicha insistencia el resultado de una argucia retórica o de un interés filosófico auténtico, lo más importante sería, para la tradición expositiva a la que me estoy refiriendo, que ambas posibilidades demostrarían la existencia de un cambio radical de intereses dentro de la comunidad de los filósofos de la ciencia. De todas formas, la influencia de Kuhn se habría dejado notar especialmente en el surgimiento de los que podríamos denominar “enfoques sociologistas radicales”, que, sobre todo a partir de la constitución del llamado “Programa Fuerte en la sociología del conocimiento”, han intentado llevar hasta sus últimas consecuencias la intuición de que, para entender la ciencia, lo más relevante es explicar de qué manera influyen el contexto histórico, la estructura social de las comunidades científicas, y los intereses personales y colectivos, en las decisiones de los investigadores. Aunque estos enfoques no están ni mucho menos despreocupados por entender el contenido y la estructura de las teorías científicas, lo que más les interesa de ambas cosas es encontrar en cualquiera de ellas indicios de “influencias sociales”, y, por lo tanto, el mero análisis formal se considera como una herramienta bastante ineficaz. Por otro lado, la “Concepción Heredada” como una especie de paradigma (en sentido cuasi- kuhniano), que dominara la disciplina casi de manera hegemónica, no resiste el paso del tiempo. Dado lo reducido de la población de filósofos de la ciencia en los años cuarenta y cincuenta, los “críticos” del empirismo lógico y de sus seguidores distaban mucho de ser una minoría marginal, y, además, fuera de los Estados Unidos llegaban a ser una abrumadora mayoría. Piénsese, por ejemplo, en la influencia de Karl Popper en Gran Bretaña y de Gaston Bachelard en Francia. Por otro lado, desde la publicación de las primeras obras “americanas” de Carnap y Reichenbach, que distaron de lograr un consenso inmediato en los Estados Unidos (por entonces dominado filosóficamente por el pragmatismo), hasta la aparición de La estructura de las revoluciones científicas, pasaron escasamente veinticinco años, mientras que desde la publicación de esta obra hasta nuestros días han transcurrido casi cuarenta, y en esta segunda etapa ha habido corrientes que, además de tener un número apreciable de seguidores, han perdurado tanto como lo pudo hacer el empirismo lógico. Esto nos permite sospechar que el período de posible hegemonía de la “Concepción Heredada” no es realmente una etapa de consenso seguida por una “crisis” que a su vez da comienzo a una bifurcación en la disciplina, sino que, en mi opinión, las cosas se describen mejor diciendo que en ningún momento ha existido una tradición hegemónica en la Filosofía de la Ciencia del siglo XX, sino que siempre han coexistido vigorosos enfoques muy diferentes y contrapuestos, aunque con el aumento del número de especialistas ha habido una tendencia creciente al aumento de la diversidad de enfoques. Agrupar todos estos enfoques alrededor de la influencia que sobre ellos haya podido tener la “Revolución Historicista” no deja de ser una clasificación artificial, excesivamente simplificada; en particular, porque, como señala Giere, “aunque en los noventa existen muy pocos filósofos de la ciencia que se identificarían a sí mismos como empiristas lógicos, la mayoría aún se ocupa de temas y emplea métodos de análisis que son históricamente continuos con los del empirismo lógico”. Entre estos temas y métodos de análisis podemos citar la teoría de la confirmación bayesiana y sus alternativas, la teoría de la medición, la naturaleza de las explicaciones científicas, la estructura
  • 19. de las teorías, la reducción interteórica, la naturaleza y función de las leyes y los modelos, los problemas del realismo y de la verosimilitud, el análisis de la causalidad, etcétera, además de los numerosos problemas conceptuales derivados de muchas teorías científicas reales, cuestiones todas ellas que podían caer plenamente bajo los intereses de los representantes de la “Concepción Heredada” y que pueden ser discutidas, y de hecho lo son muy a menudo, con pocos miramientos hacia los problemas históricos, aunque sin compartir dogmáticamente los presupuestos del empirismo lógico. Giere también indica que difícilmente podemos interpretar la revolución kuhniana como una invitación a “volver a tener en cuenta la ciencia real”, en vez de las pretendidas caricaturas de la ciencia que aparecerían en las discusiones sobre la confirmación de las leyes y el significado de los términos teóricos de la “Concepción Heredada”, pues los creadores del empirismo lógico (aunque tal vez no tanto sus primeros discípulos americanos) no sólo estaban perfectamente al tanto de “la ciencia real”, siendo muchos de ellos profesores de física en la universidad germana de entreguerras, sino que el principal estímulo filosófico a lo largo de la vida de estos autores fue el de crear una teoría de la ciencia que estuviese a la altura de las dos grandes teorías físicas desarrolladas en las primeras décadas del siglo: la mecánica relativista y la mecánica cuántica. Si hubo una mayor “atención a la ciencia real” a partir de la revolución kuhniana, esto ha de entenderse más bien como un aumento de la importancia de los estudios históricos, psicológicos y sociológicos en la Filosofía de la Ciencia, algo que no ha venido a sustituir, ni mucho menos, a la lista de cuestiones ofrecida al principio de este párrafo, sino que simplemente se ha añadido al conjunto de temas que han pasado a ser objeto legítimo de estudio en nuestra disciplina, y ampliando así el número de posibles enfoques utilizados en el análisis de estos temas. Por otro lado, la mayor parte de estos asuntos habían sido ya estudiados muy intensamente por parte de otras tradiciones de investigación sobre la ciencia distintas del empirismo lógico. No sólo se trata de que el enfoque historicista de Kuhn y otros autores hubiera tenido algunos “precursores” notables, como Ludwig Fleck, o de que la relatividad de los enunciados observacionales hubiera sido asumida desde muy pronto por algunos notables defensores del positivismo lógico, como Otto Neurath, sino que este mismo positivismo lógico era hasta cierto punto en la Europa Central de entreguerras una corriente filosófica marginal, y otras corrientes más dominantes, como la fenomenología de Edmund Husserl y Max Scheler, la sociología del conocimiento de Karl Mannheim y el neokantismo de Ernst Cassirer, la teoría “psicoanalítica” de la ciencia de Gaston Bachelard en Francia, o el pragmatismo de John Dewey en los Estados Unidos, todas ellas habían asumido en mayor o menor medida la esencial relatividad del conocimiento científico con respecto a las condiciones culturales, sociales o económicas de cada época, si bien esta asunción se había llevado a cabo más a partir de una posturas filosóficas determinadas que mediante un estudio sistemático de la historia de la ciencia. Dentro de este contexto, el empirismo lógico tuvo la suerte de ganar la adhesión de la mayor parte de los filósofos de la ciencia de Estados Unidos inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, pero ni mucho menos puede llegar a considerarse como una “ortodoxia” temporal en la historia de la Filosofía de la Ciencia. Así, una representación gráfica medianamente realista de dicha historia en la segunda mitad del siglo XX sería, por lo tanto, mucho más confusa que la que se muestra en la figura 1, pues contendría numerosos enfoques más o menos relacionados entre sí, y tan mezclados en algunos puntos que sería difícil reconocerlos como escuelas autónomas. 3. LA HISTORIA DE LA CIENCIA Y LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA SOBRE EL DESARROLLO DE LA CIENCIA. UNA VISIÓN PANORÁMICA Sea como sea, el hecho es que desde los años sesenta hubo un creciente interés por la Historia entre los filósofos de la ciencia, si bien la pretendida “Revuelta Historicista”, más que dar un cambio completo de rumbo a los intereses, problemas y perspectivas de la disciplina, se limitó a introducir en ella nuevos temas y nuevos enfoques sin eliminar los que ya existían, aunque afectándolos en mayor o menor medida. Entre los problemas más importantes que se suscitaron debido a este creciente interés podemos señalar el de la objetividad del conocimiento científico, el del progreso de la ciencia y el de su racionalidad, cualidades que casi todos los filósofos de la ciencia, tanto fuera como dentro del empirismo lógico, habían dado por sentadas anteriormente, y que ahora se
  • 20. convirtieron en cuestiones de intensa disputa. El análisis de estos problemas hacía más razonable el uso de argumentos derivados de la historia de la ciencia (bien que entre otras clases de argumentos), y por este motivo se suscitó desde finales de los sesenta una literatura más o menos voluminosa sobre “las relaciones entre la Historia de la Ciencia y la Filosofía de la Ciencia”. A continuación resumiré algunas de las posiciones más importantes sostenidas a lo largo de dicho debate. Una de las primeras obras en las que se experimentó el choque entre la Historia de la Ciencia y la Filosofía de la Ciencia fue el libro de Joseph Agassi titulado Towards an Historiography of Science (1963). En ese libro, el conocido discípulo de Popper criticaba la mayor parte de las obras de historia de la ciencia entonces existentes por estar basadas, desde su punto de vista, en imágenes falsas del método científico, como eran el inductivismo y el convencionalismo. Esto supone que los trabajos de los historiadores de la ciencia cometerán un doble error: por una parte, al imaginar (equivocadamente) que los grandes científicos del pasado han seguido uno de esos dos métodos, no acertarán a reconstruir el proceso del desarrollo del conocimiento tal como realmente sucedió (por ejemplo, tenderán a ignorar, por no ser capaces de percibir su importancia, las continuas disputas metodológicas entre los científicos); por otra parte, al intentar emplear esas mismas (y defectuosas) metodologías como historiadores, no conseguirán elaborar teorías verdaderamente interesantes y exitosas sobre la historia de la ciencia. Agassi, en cambio, intenta utilizar la hipótesis de que los científicos han seguido más o menos la metodología falsacionista, en el sentido de que sus experimentos y observaciones no fueron realizados como una mera búsqueda de hechos, sino como contrastaciones de teorías, y afirma que, con esta metodología, es posible porducir investigaciones historiográficas mucho más relevantes. Un curioso paralelismo entre la obra de Agassi y la de Kuhn es que, mientras esta última hizo que muchos filósofos de la ciencia considerasen importante la Historia, la primera intentaba demostrar que los historiadores de la ciencia debían emplear de un modo consciente los resultados de la Metodología. La obra de Agassi fue duramente criticada en el libro del historiador Maurice Finocchiaro, History of Science as Explanation (1973). Su argumento parte de la distinción entre dos tipos de obras en Historia de la Ciencia, a saber, las descriptivas y las explicativas. Las primeras se limitan a acumular hechos relevantes, sin pretender ofrecer interpretaciones muy profundas de los mismos, y su función principal es la de servir como fuente de referencias. Las segundas, en cambio, intentan explicar por qué los científicos del pasado actuaron como lo hicieron. El primer tipo de obras no necesitaría estar basado en ninguna concepción filosófica; las del segundo tipo, en cambio, habrán de basarse principios a partir de los cuales generar las explicaciones. Finocciaro argumenta que muchos de estos principios difícilmente se encontrarán en las teorías metodológicas mencionadas por Agassi, todas las cuales se ocupan más del “contexto de justificación” que del “contexto de descubrimiento”, que es el que centra la antención del historiador. Por ejemplo, el esquema popperiano de “conjeturas y refutaciones” no es tanto una estructura lógica en la mente de los científicos reales de la historia, sino una estructura en la mente del filósofo, que en ocasiones puede confundir más que iluminar los hechos históricos. Además, incluso cuando ciertos principios de una metodología son útiles para explicar la conducta y las creencias de un científico, eso no implica que los principios de otra metodología rival no puedan ser igual de útiles en otros casos, con lo que el historiador no debe elegir entre las diversas metodologías, sino que puede y debe utilizarlas todas. Finocchiaro afirma incluso que el conocimiento de la ciencia contemporánea, y no sólo el de la filosofía actual de la ciencia, puede llegar a ser perjudicial para el historiador, pues este conocimiento (al estar por lo general mucho mejor justificado que el de épocas anteriores) puede impedirnos entender los verdaderos procesos de razonamiento de los científicos del pasado. En su contribución al simposio del que surgió el ya citado e influyente libro La estructura de las teorías científicas, editado por Suppe, el conocido historiador de la ciencia I. B. Cohen criticaba el uso que los filósofos suelen hacer de los ejemplos históricos, en parte por extrapolar categorías científicas y metodológicas actuales al pensamiento de los científicos de otras épocas, y en parte por no estar lo suficientemente preocupados de determinar si esos ejemplos son realmente correctos desde el punto de vista histórico. Por otro lado, “los filósofos”, afirma, “se sirven de la
  • 21. historia para dotar a sus afirmaciones de contenido empírico, o al menos para encontrar ejemplos en el mundo de la ciencia (tal y como se la ha practicado de hecho) que sirvan para ilustrar una tesis propia o para refutar alguna opuesta”; y añade que “es evidente que para este objetivo resulta más útil la historia verdadera que la falsa”. En cambio, el historiador no tiene este tipo de prejuicios filosóficos a la hora de realizar sus investigaciones, y él se ocupa de averiguar, en la medida de lo posible, qué era lo que realmente pensaban los científicos del pasado, o qué influencias recibieron y ejercieron de hecho, sin preocuparse, por lo general, de establecer tesis generales sobre el proceso de investigación científica. Además, aunque no niega que la Filosofía de la Ciencia puede aportar conceptos útiles para el historiador, Cohen no piensa que la mayor parte de los historiadores de la ciencia se vayan a beneficiar mucho si dedican una parte de su esfuerzo a convertirse en expertos en Metodología, pues la mayor parte de la literatura de dicha disciplina existente hasta finales de los sesenta era muy difícilmente aplicable de forma directa a la investigación histórica. Además, muchos casos en los que obras de Historia de la Ciencia han sido elaboradas desde ciertos presupuestos filosóficos muestran que, al rechazarse o pasar totalmente de moda las filosofías que las iluminaron, resulte “difícil, si no imposible, leer esas obras hoy con algún provecho”. En general, para comprender el pensamiento de un científico, sería mucho más importante estar al corriente de la filosofía general y la filosofía de la ciencia de su época que estar familiarizado con la filosofía de la ciencia contemporánea. Por contra, en su comentario a este artículo de Cohen, Peter Achinstein indicaba que difícilmente puede un historiador averiguar qué tipo de razonamientos hicieron los científicos del pasado si no tiene unas nociones claras, proporcionadas básicamente por la filosofía de la ciencia, de cuáles son los tipos posibles de razonamiento científico y lo ignora casi todo sobre la validez y aplicabilidad de cada uno. Posiblemente la contribución más relevante a la literatura sobre las relaciones entre la Historia y la Filosofía de la Ciencia fue el artículo de Imre Lakatos titulado “La Historia de la Ciencia y sus reconstrucciones racionales”, presentado originalmente en un simposio en el marco de la reunión bianual de 1970 de la Philosophy of Science Assocation. En este artículo Lakatos mantiene dos tesis principales. La primera, inspirada posiblemente en la obra de Agassi comentada más arriba, es que cada doctrina metodológica (Lakatos examina, como Agassi, el inductivismo, el convencionalismo y el falsacionismo, además de su propia metodología de los programas de investigación) puede entenderse como un “programa de investigación historiográfico” que intenta explicar los “juicios de valor” emitidos por los científicos en el pasado sobre las diversas teorías, hipótesis o programas de investigación que han sido propuestos a lo largo de la historia, en particular, los juicios sobre su aceptación o rechazo. La segunda tesis lakatosiana es que puede utilizarse la historia real de la ciencia para determinar cuál de aquellas doctrinas metodológicas está mejor “corroborada”. Así, igual que en la investigación científica las teorías se usan para explicar los hechos y los hechos para contrastar las teorías, Lakatos propone que la Filosofía de la Ciencia proporcione teorías para explicar los hechos “descubiertos” por la Historia de la Ciencia, y ésta sirva, por tanto, como juez para decidir qué teoría filosófica sobre la ciencia es la más apropiada. La archiconocida frase con la que Lakatos comienza su artículo, parafraseando a Kant, resume lo esencial de ambas tesis: “La Filosofía de la Ciencia sin la Historia de la Ciencia es vacía. La Historia de la Ciencia sin la Filosofía de la Ciencia es ciega”. La primera tesis condujo a Lakatos a efectuar una distinción entre “historia interna” e “historia externa” diferente de la distinción habitual. Según el uso más corriente de estas dos expresiones, la historia interna de una disciplina es la historia de sus contenidos “puramente científicos” (la evolución de las teorías e hipótesis, el desarrollo de las pruebas experimentales, etcétera), mientras que la historia externa consistiría en la investigación de la influencia que sobre esa disciplina hayan podido tener los diversos factores “extracientíficos” (hechos económicos, creencias religiosas, ideologías, decisiones políticas, etcétera). En cambio, Lakatos llama “historia interna” al conjunto de decisiones sobre la aceptación y el rechazo de teorías que, de acuerdo con una doctrina metodológica en particular, se muestran como “racionales” o “justificables”, mientras que la “historia externa” serían todas las demás decisiones que los científicos reales tomaron. Esto quiere decir que el contenido de los conceptos de “historia interna” y “externa” sería dependiente de cada metodología. Por su parte, el criterio meta-metodológico defendido por Lakatos en la segunda tesis citada es el de que es preferible aquella metodología que consiga incluir una parte
  • 22. mayor de la historia real como “historia interna”, es decir, como decisiones o juicios de valor racionales. Sobra decir que es su propia metodología la que, según él, sale mejor parada de esta contrastación con la historia. Las tesis de Lakatos recibieron numerosas críticas. Por ejemplo, Kuhn señaló que si un filósofo defiende una cierta metodología de acuerdo con la cual una parte de la historia de la ciencia es irracional, sólo usará la parte restante (su propia visión de la “historia interna”) como fuente de datos relevantes para juzgar su propia metodología; es decir, “el filósofo sólo aprenderá de la historia, por lo que al método científico se refiere, lo que previamente haya introducido en ella”. Richard Hall criticó la identificación lakatosiana entre, por un lado, el “código de honestidad científico” realmente existente en una comunidad, o el propuesto por una metodología, y, por otro lado, los criterios de racionalidad, ya que en muchas ocasiones puede ser racional ser deshonesto; aunque pueda ser cierto que muchas metodologías no establecen una clara distinción entre ambas cosas, no ocurriría así con el inductivismo, al menos en las contribuciones de Carnap y Hempel, afirma Hall, pues éstos distinguen claramente entre las estrategias que puede utilizar un científico para aumentar el grado de confirmación de una teoría (por ejemplo), maximizando una función de utilidad epistémica, y las que puede seguir para alcanzar sus objetivos personales, maximizando su función de utilidad individual. Cuando Lakatos utiliza el adjetivo “racional” se está refiriendo, aparentemente, sólo al primero de estos sentidos. Además, se entiendan en cualquiera de los dos sentidos, las recomendaciones de una metodología serán normalmente hipotéticas más que categóricas, es decir, tendrán la forma “en tales circunstancias, será racional hacer tal cosa”, de modo que la aplicación de estas normas a casos concretos de la historia de la ciencia será sumamente difícil, porque el historiador y el filósofo actuales tendrán pocas oportunidades de averiguar si en la situación en la que se encontraban los científicos del pasado se daban exactamente dichas circunstancias. Empero, la crítica más severa de Hall a Lakatos es que, según su segunda tesis, una metodología que considerase racionales cualesquiera decisiones científicas, incluso las que de acuerdo con el sentido común y con el consenso mayoritario de los científicos son decisiones irracionales, esa metodología, si hiciéramos caso a Lakatos, sería la mejor “corroborada”, pues según ella toda la historia de la ciencia sería “historia interna”, y no quedaría nada que fuera “historia externa”. El filósofo polaco Stefan Amsterdamski también ha criticado las tesis de Lakatos, basándose fundamentalmente en la incapacidad de la Metodología para proporcionar criterios realmente practicables de selección de teorías. Por una parte, los criterios de selección en los que efectivamente se basan los científicos están determinados por factores extralógicos, que dependen de la “imagen ideal de ciencia” vigente en cada época y en cada contexto, y, en último término, de los factores sociales que rodean el desarrollo de la ciencia. Además, el problema de la selección de teorías, en la ciencia contemporánea, se refiere sobre todo al reparto de los recursos económicos que van a destinarse al desarrollo de cada teoría, y esa decisión suele ser tomada por instituciones colegiadas que necesitan algún criterio de racionalidad, difícil de encontrar en las teorías de los filósofos acerca del método científico. Así pues, los criterios de selección han de ser básicamente de naturaleza social. Esto no conduce a Amsterdamski, empero, a una posición radicalmente sociologista ni relativista, pues concede que el ser humano es capaz de perseguir desinteresadamente la verdad, así como de argumentar y tomar decisiones racionalmente, pero el concepto de racionalidad subyacente a esta visión estaría muy alejado de los principios considerados tradicionalmente por la Metodología de la Ciencia. Pero, sin duda, las críticas más severas al artículo de Lakatos procedieron del bando de los historiadores de la ciencia. Éstos, por una parte, se resistieron a la idea de que la Filosofía debiera ser la única y exclusiva fuente de explicaciones que pudieran usarse en la investigación histórica, es decir, rechazaron la tesis de que subyaciendo a cada enfoque historiográfico existiera una filosofía de la ciencia claramente articulada (o articulable) como “núcleo duro” del propio enfoque (por usar los términos de Lakatos). En particular, se señalaba el hecho de que la mayor parte de los historiadores de la ciencia resultaban inclasificables bajo los “programas de investigación historiográfica” esquematizados por Lakatos, y en general, se criticó como carente de fundamento la idea lakatosiana de que un mismo autor debería defender necesariamente la misma
  • 23. “metodología” en el plano filosófico que “metametodología” en el plano historiográfico. Por otra parte, los historiadores están más interesados en descubrir los procesos de investigación tal y como tuvieron lugar que por ofrecer una “reconstrucción racional” de los mismos, apta para el consumo de los filósofos. Por ejemplo, al historiador le interesa la cuestión de cómo llega a emerger un programa de investigación con su “núcleo”, y no solamente lo que le pasa al programa una vez que ha sido constituído, que es para lo que el enfoque de Lakatos ofrece alguna indicación. Todo esto significa que la Historia de la Ciencia es autónoma con respecto a la Filosofía de la Ciencia, según la mayoría de los historiadores, pues éstos no necesitan que la teoría del conocimiento o la metodología abstracta les dicten cuáles son los problemas más interesantes que deben resolver, ni cuáles son las líneas que deben seguir para solucionarlos. Otro artículo muy conocido sobre las relaciones entre la Historia de la Ciencia y la Filosofía de la Ciencia, y que defiende una postura muy diferente de la de Lakatos y de la de sus críticos historiadores, es el que Ronald Giere publicó en 1973 con el curioso título de “Historia y Filosofía de la Ciencia: ¿relación íntima o matrimonio de conveniencia?”. La tesis principal de Giere es que, aceptando que la Filosofía de la Ciencia no puede desentenderse de la ciencia tal como realmente se practica, ni de la forma y el contenido reales de las teorías científicas, el estudio sistemático de la historia de la ciencia es bastante irrelevante para resolver los problemas específicos de la Filosofía de la Ciencia. En especial, estos problemas se refieren a la evaluación o validación de los conocimientos y métodos científicos, y para ello es razonable utilizar como punto de referencia las teorías más recientes, que son las que estarán mejor validadas. Extrapolando la tesis de Giere a una o dos décadas después, cuando el tema del realismo (más que el de la racionalidad) se convirtió en el centro de atención de una gran parte de los filósofos de la ciencia, podríamos indicar, en la misma línea que este autor, que para aclarar la cuestión de si debe aceptarse o no la existencia independiente de las entidades o estructuras postuladas por las teorías científicas, lo más interesante con diferencia es preguntarnos si existen o no los quarks, los agujeros negros o los genes, más que los epiciclos, el flogisto o el éter, y por ello, estudiar la historia de aquellos episodios de la investigación científica en los que se discutió la existencia de estas últimas entidades resultaría, cuando menos, filosóficamente poco atractivo. Así pues, el filósofo de la ciencia está obligado a conocer de cerca la ciencia, pero no necesariamente la historia de la ciencia. Una tesis similar defendía varios años después Daniel Garber, indicando que la principal función de la metodología de la ciencia es el de promover las mejores prácticas científicas posibles, aunque este autor reconoce que la historia puede ofrecernos ejemplos de “buen pensamiento científico” que podemos tener en cuenta al desarrollar las teorías metodológicas. Entre algunas de las respuestas que recibió el polémico artículo de Giere, destacaré las de Ernan McMullin y Richard Burian. Según el primero de estos autores, la ciencia real no es sólo un instrumento que le sirve al metodólogo o epistemólogo para resolver algunos de sus problemas filosóficos, sino que también es el objeto del que se ocupa la Filosofía de la Ciencia. Cuando se contrastan históricamente las afirmaciones de los filósofos sobre la ciencia, muchas de ellas resultan ser simple y llanamente falsas; con el fin de evitar estos errores, sería necesario conocer con bastante detalle la Historia de la Ciencia. Además, McMullin señalaba, desde algunos antes, que la historia de la ciencia es en cierto sentido más relevante para el filósofo que la ciencia contemporánea porque la primera proporciona casos de estudio completos en su dimensión temporal. Burian, por su parte, en una vena mucho más kuhniana, afirma que las propias teorías científicas son entidades históricas, en el sentido de que no pueden ser consideradas como estructuras inmutables, sino que su propia identificación y evaluación es un proceso que sucede a lo largo del tiempo, en el marco de un contexto histórico determinado, en el que se dan muchos factores subyacentes que simplemente desaparecen al “reconstruir racionalmente” las teorías. Así, cuando un filósofo ofrece y discute alguna reconstrucción de una teoría del pasado, debe estudiar si está teniendo en cuenta suficientemente la evolución histórica de la teoría y el contexto en el que fue desarrollada y evaluada. Mas el autor en cuya obra ha sido más decisiva la cuestión de las relaciones entre la Historia y la Filosofía de la Ciencia ha sido, seguramente, Larry Laudan, que es uno de los filósofos de la ciencia de primera línea que más se ha involucrado en la investigación histórica. En particular, su
  • 24. libro El progreso y sus problemas constituyó una síntesis muy notable de los enfoques “historicistas” derivados de la obra de Kuhn y los enfoques “racionalistas” al estilo de Popper y Lakatos. En esta obra, Laudan sostiene que, si la tarea del filósofo es la de dilucidar la racionalidad de la ciencia (y esta última noción, a su vez, la reduce Laudan a la cuestión de si una determinada tradición de investigación progresa o no), entonces el filósofo debe obtener de la historia de la ciencia, en primer lugar, un conjunto de “intuiciones preanalíticas sobre la racionalidad científica” (es decir, ejemplos paradigmáticos de decisiones sobre la aceptación o el rechazo de teorías, que se tomen como prácticamente fuera de duda para cualquier persona científicamente educada), intuiciones con las que contrastar la metodología preferida por cada filósofo, y, en segundo lugar, un registro lo más detallado posible de casos históricos de evolución de tradiciones de investigación, para determinar cómo pueden ser aplicados los criterios de esa metodología a dichos procesos, y esto, a su vez, con el fin de juzgar si aquellas tradiciones de investigación han sido más o menos progresivas. La Historia de la Ciencia sería, así, esencial para la Filosofía de la Ciencia, pero sin constituir por ello un tipo de investigación subordinado conceptualmente a ésta, como proponía Lakatos. En trabajos posteriores, Laudan ha ido más lejos que lo que las tesis que acabamos de ver implican a propósito de las relaciones entre la Historia y la Filosofía de la Ciencia, al afirmar que la propia Historia de la Ciencia es la fuente de la que la Filosofía de la Ciencia extrae su carácter normativo, o más bien, sus posibles prescripciones concretas. Esto es, curiosamente, una consecuencia del enfoque “naturalista” adoptado por Laudan tras la publicación de El progreso y sus problemas, y desarrollado en particular en el libro Ciencia y valores. Según este enfoque, no existe ninguna discontinuidad entre la ciencia y la filosofía, en el sentido de que la filosofía debe emplear, en general, los mismos métodos de investigación que las ciencias empíricas; esto implica que no es posible justificar las intuiciones normativas sobre el progreso y la racionalidad en una concepción apriorística de la ciencia, por muy ilustradas que estén dichas intuiciones por los casos históricos. Ahora bien, mientras que otros autores sacarían a partir de aquí la conclusión de que el único estudio válido de la ciencia es el de tipo psicologista o sociologista, Laudan añade que esa estrategia también eliminaría el carácter prescriptivo de la metaciencia, pues se limitaría a mostrar cuáles han sido los juicios de valor mantenidos por los científicos a lo largo de la historia. En cambio, opina Laudan, si la metodología ha de seguir manteniendo un espíritu normativo, debe utilizar la historia de un modo distinto. Las normas metodológicas han de entenderse como imperativos hipotéticos, es decir, como enunciados que establecen una cierta conexión entre los valores o los fines que los científicos pretenden conseguir y los medios (“métodos”) que son precisos o convenientes para alcanzarlos de manera satisfactoria. Pues bien, los dos elementos presentes en estas normas deben ser extraidos de la Historia de la Ciencia, pues sólo ella nos puede decir qué fines han perseguido de hecho los científicos y cuál ha sido el grado de eficacia de cada regla metodológica. La importancia de la Historia de la Ciencia va todavía más allá, pues no sólo sucede que los valores científicos justifiquen las normas metodológicas, sino que las propias teorías científicas que han sido validadas con ayuda de aquellas normas, al indicarnos cómo es el mundo, qué cosas son posibles y cuáles no, etcétera, también tienen algo que decir acerca de qué fines son alcanzables, qué valores son compatibles entre sí, y qué métodos son más dignos de confianza. Las normas de la metodología sólo son justificables, pues, investigando la historia de las teorías científicas que las fundamentan y que, a su vez, son fundamentadas por ellas. Es innegable que todo esto implica un alto grado de circularidad, pero la conclusión de Laudan es, precisamente, que por ser así la relación entre valores científicos, principos metodológicos y teorías, no podemos esperar que la Filosofía de la Ciencia se base en fundamentos con validez absoluta, sino que sus conclusiones serán siempre tan provisionales como las de la propia ciencia, y tendrán, como mucho, el grado de aceptabilidad que tengan las teorías científicas.