Via Crucis 27 03 2020 - Beata Sor Maria Troncatti

Recorramos el camino de la cruz en compañía de la beata María Troncatti
“No existe amor más grande que dar la vida por los amigos” (Jn.15,13). Jesucristo aceptó con
amor el sufrimiento y muriendo en la Cruz, nos dio la prueba más grande de su amor...

Desde el sufrimiento global de la humanidad destrozada por la pandemia del Covid19, nos cuestiona el mensaje de
la CLAR: “La misión desde nuestra identidad de consagradas nos exige hacer de esta coyuntura actual, una
plataforma de aprendizaje. ¿Qué aprendemos?, ¿de qué estilos, esquemas y hábitos nos libera?, ¿del lado de
quién nos sitúa?, ¿junto a quiénes nos invita a estar, con quiénes solidarizarnos? No cabe la pasividad, las
lamentaciones y mucho menos la indiferencia. Este es un tiempo propicio para hacer que el Evangelio, sea la
óptica desde la cual leemos los acontecimientos”. (Mensaje de esperanza,18 de marzo 2020)
Dispongámonos a recorrer el camino de la Cruz, en compañía de la Beata María Troncatti, mujer consagrada de fe
sólida y confianza plena en Dios y María Santísima. Meditemos en el sufrimiento de Jesús, y en la vía dolorosa que
ella experimentó en los inicios de su vida misionera en nuestra Amazonía.
• Canto: Cristo nos da la libertad, Cristo nos da la salvación: https://youtu.be/KpEEd8S3nPc

• Te adoramos Oh Cristo y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
“Ha sido tratado como culpable a causa de nuestras rebeldías y aplastado por nuestros pecados. Él soportó el castigo que
nos trae la paz y por sus llagas hemos sido sanados. Sin embargo, eran nuestras dolencias las que él llevaba, eran nuestros
pecados los que le pesaban.
Fue detenido y enjuiciado injustamente y herido de muerte por los crímenes de su pueblo” (Is. 53, 5-8).
Cristo aceptó el suplicio de la cruz y pagar por nuestros pecados. Señor Jesús, cuanto nos amas...
De la vida de Sor Troncatti
Noviembre de 1925 … tercer día de camino.
“En 1925, el camino (para llegar al centro del Vicariato de Méndez y a Macas) era una realidad hasta Pailas, donde los
vientos y tormentas azotan sin piedad. Por aquel camino avanzaban ahora los mensajeros de Cristo. Ninguno hablaba.
Abismos sin fondo, rocas escarpadas, aullidos de fieras, gorjeo de pájaros en la inmensa soledad de la selva impenetrable.
Una tristeza implacable oprimía el corazón de Sor María Troncatti, creía agonizar a medida que se alejaba del mundo
conocido; se sentía perdida. Con todo avanzaba ofreciendo a Dios toda su desolación, todo su miedo”
(Cfr. GRASSIANO María, Selva Patria del Corazón, 2da. ed. Abya-Yala, Quito, 1995.pág. 71-72)
• Por tu dolorosa pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
• Oración o Canto…

“Jesús les dijo: si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero
quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará” (Mc. 8, 34b-35).
Después de la condena, le entregan una cruz, y empieza su largo y penoso camino hacia el Calvario, lugar donde será crucificado. Señor Jesús,
concédenos llevar nuestra cruz con fidelidad hasta la muerte.
Se despertaron bajo una lluvia torrencial…Monseñor Comín y los padres celebraron la Misa en un altarcito improvisado en el pequeño rancho, ellas
comulgaron. Afuera un gran alboroto, eran los palafreneros que se preparaban para regresar. ¿Nos dejan?, sí madre María, ahora no hay más que una
senda estrecha, ¡Oh Dios mío! Desfilaron como de costumbre los primeros el P. Albino y el P. Crespi, luego los demás. Subidas y bajadas, resbalones y
caídas, proseguir la marcha saltando obstáculos o a paso de tortuga, hundiéndose en el fango y continuaba lloviendo durante horas y horas, luego cesó
la lluvia y vino el calor sofocante y la sed.
(Cfr. GRASSIANO, María, Selva Patria del Corazón, 2da. ed. Abya-Yala, Quito, 1995. pág. 74-75)

Escuchemos al profeta Isaías: “Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban, mis mejillas a los que tiraban mi barba, no
oculté mi rostro ante los insultos y salivazos. Pues Yahveh Dios viene en mi ayuda, por eso no me molestan las ofensas, a
sabiendas de que no quedaré avergonzado”. (Is. 50, 6-7).
Cristo no puede seguir cargando con la cruz por mucho rato. Ya se acabaron sus fuerzas: la agonía en el Getsemaní, la
noche pasada entre los insultos de los jefes del pueblo, la flagelación y la coronación de espinas, lo han destruido, y cae
agotado. Señor Jesús, enséñanos a sufrir. Que no nos desanimemos en la prueba. Danos la fuerza para levantarnos, cuando
caemos en el pecado.
El primer grupo ya había llegado a un área despejada, donde había un pequeño rancho, Sor Carlota Nieto y Sor Manuela
Cobos corrieron a prender fuego y preparar algo para comer, poco a poco iban llegando los demás con la carga al
hombro…alguien les gritó desde lejos: ¡Se ha desmayado Sor Troncatti, vengan!...Sentada en el suelo su espalda apoyada
contra un árbol, Sor María empezaba a recobrar el conocimiento…a su alrededor veía siempre aquella implacable selva.
Madre Carolina Mioletti le abanicaba la cara con el sombrero, Sor Dominga Barale lloraba, mientras inclinada la
sostenía…tomó un poco de café que le ofreció Sor Carlota, suspiró profundamente, apoyó los codos en las rodillas y
prorrumpió en un llanto incontenible.
(Cfr. GRASSIANO, María, Selva Patria del Corazón, 2da. ed. Abya-Yala, Quito, 1995. Pág. 76.)

El anciano Simeón dijo a María cuando presentó al niño Jesús en el Templo: “Mira, este niño debe ser causa tanto de caída como de resurrección
para la gente de Israel. Será puesto como una señal de contradicción ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!” (Lc. 2, 34-35a).
Al ver a Jesús cargando la cruz y lleno de sangre, entre los insultos de la gente, la Virgen María siente en su corazón un profundo dolor, ella sabe que
Cristo nos salva mediante el sufrimiento, por eso se une íntimamente al sacrificio de su Hijo, para cooperar con nuestra salvación. María, madre de
Jesús y madre nuestra, enséñanos a sufrir con Jesús por la salvación del mundo.
Madre Mioletti trató de animarla. Vamos Sor María, hay que hacerse ánimo. Pero qué valor tiene Ud. de sepultarnos a nosotras tres en esta selva sin
principio ni fin…Todas lloraban…una descarga necesaria para un agotamiento físico-psíquico llegado al último extremo, pero tenían que continuar
porque todavía faltaba un largo trayecto. Sor María se levantó y caminó hacia la explanada luminosa, pero en su cielo interior continuaba la noche
de la prueba, se sentía sumergida hasta el cuello en la laguna de las lágrimas. Monseñor conmovido las animó: Valor hermanas, tengan en cuenta
que, para la conversión (de la gente donde eran enviadas) no basta la oración, ¡se necesita el sacrificio!
(Cfr. GRASSIANO María, Selva Patria del Corazón, 2da. ed. Abya-Yala, Quito, 1995. Pág. 80)

Jesús ya no puede seguir, está muy cansado. Entonces, “los soldados tomaron a un tal Simón de Cirene que volvía del campo, y
le cargaron la cruz de Jesús para que la llevara detrás de él.
Lo seguía muchísima gente, especialmente mujeres que se golpeaban el pecho y se lamentaban por El” (Lc. 23, 26-27). También
nosotros tenemos que ayudar a Jesús a llevar la cruz. Todavía hay muchos que no conocen a Cristo, tenemos que preocuparnos
por ellos y hacer algo. Recordemos sus palabras: “La mies es mucha y los obreros son pocos; rueguen al Dueño de la mies que
envíe obreros a su cosecha”. “Vayan, pero sepan que los envío como corderos en medio de lobos” (Lc 10, 2-3).
Pidamos a Dios que envíe más vocaciones y que tengan el valor de anunciar el mensaje de Cristo con fe, sin miedo al sufrimiento
por la salvación de nuestros hermanos.
Sor Troncatti SE queda con 2 hermanas en Macas, solas…
Sor Troncatti pronto organizó el botiquín y comenzó a curar a los enfermos…Encontró en la Srta. Mercedes Navarrete un
verdadero apoyo para los primeros días en la nueva misión, y sin embargo volvió a invadirla un miedo atroz, las lágrimas
brillaban de nuevo en sus ojos…Aquella mañana arreglaban la choza, cuando aparece Monseñor y les dice: Bueno hijas,
escriban todas las cartas que quieran a sus parientes, amigos, conocidos, superiores, superioras, nosotros las llevaremos a
Cuenca y de allí…Qué puñalada al corazón de Sor María, se volvió para que nadie advirtiera las gruesas lágrimas que rodaban
por sus mejillas. Sor Carlota para disimular le dice: monseñor la choza está medio caída y la hermana directora tiene miedo a
las serpientes. –Vaya misionera! exclamó con tono severo… si pretendía vivir en un palacio, podía haberse quedado en Nizza o
en Turín, y se fue... (Cfr. GRASSIANO, María, Selva Patria del Corazón, 2da. ed. Abya-Yala, Quito, 1995. Pág. 108)

Mientras Jesús trata de seguir adelante, una mujer se le acerca y le enjuga el rostro, quedando impregnada la imagen de su rostro lacerado en la toalla.
“Así muchos quedaron espantados al verlo, pues su cara estaba desfigurada que ya no parecía un ser humano” (Is. 52, 14).
Escuchemos a San Pablo: “Mortificad vuestros miembros terrenos: fornicación, impureza, pasiones, malos deseos, la codicia, la idolatría, todo lo cual
atrae el enojo de Dios sobre los rebeldes, y que también vosotros practicasteis en otro tiempo. Mas ahora, rechacen todo esto: malas intenciones, ofensas,
ira y palabras groseras lejos de vuestra boca. No se mientan unos a otros. Despójense del hombre viejo y de su manera de vivir, par revestirse del hombre
nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador” (Col. 3, 5-10).
Sor Troncatti se mordió los labios hasta hacerse sangre, es que realmente no podía más, salió también ella con el pañuelo apretado a la boca y empezó a
correr en dirección a la selva. Sor Carlota y Sor Dominga miraron significativamente a Sor Manolita que, a su vez, salió corriendo tras ella.
La voz del río Upano retumbaba pavorosa en plena crecida. Sor María, llegada a lo alto de la colina, se detuvo en un minúsculo descampado y allí dio
libre curso a su dolor. Sollozaba en alta voz, gritaba, lanzaba gemidos. No sé lo que diría hoy un psicoanalista, pero quien ha estado en la selva, aunque
sólo por unos días lo sabe bien. Es una agonía. El Señor mismo en Getsemaní (y eso que había deseado ardientemente aquella hora) empezó a sentir
temor y angustia Mc. 14,33. (Cfr. GRASSIANO María, Selva Patria del Corazón, 2da. ed. Abya-Yala, Quito, 1995. Pág. 108)

“Eran nuestras dolencias las que El llevaba, eran nuestros dolores los que le pesaban…ha sido traspasado por nuestros
pecados, deshecho por nuestras iniquidades” (Is. 53, 4-5).
“Han sido rescatados de la vida inútil que llevaban antes, imitando a sus padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con la
sangre preciosa del cordero sin mancha ni defecto, Cristo… Ámense unos a otros de todo corazón, ya que nacieron a otra vida,
ustedes ahora viven por la Palabra eterna de Dios viva y permanente que les ha sido anunciada. (1 Pe. 1,18-19. 22b-23).
Señor Jesús, perdónanos por nuestras recaídas en el pecado. Danos la fuerza de tu Espíritu, para que podamos resistir a los
ataques del demonio.
De la vida de Sor Troncatti.
Como un ángel consolador, Sor Manolita se acercó a ella y la tomó de la mano: - si no fuera porque soy joven, pediría
quedarme en su lugar Sor María-. Regresaron poquito a poco, sin proferir una palabra, pero no fueron a casa. Las dos sentían
la necesidad de la ayuda que viene sólo de lo alto en los momentos dramáticos de la vida.
La iglesia cabaña, estaba en un total abandono y estaba muy destruida, sólo la lámpara palpitaba constantemente para indicar
la más augusta presencia del mundo. Sor Manolita rezaba con toda el alma por Sor María. La miraba de reojo.
(Cfr. GRASSIANO, María Selva Patria del Corazón, 2da. ed. Abya-Yala, Quito, 1995. pág. 108)

“Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloren
por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos” (Lc 23, 27-28).
Ahora Jesús nos dirige las mismas palabras: “No lloren más por mí; yo ya hice todo lo que pude para salvarlos. Lloren más bien por ustedes mismos.
Porque, si no se arrepienten de veras y no dejan el pecado, recibirán tremendos castigos”. Señor Jesús, concédenos un verdadero arrepentimiento de
nuestros pecados y un firme propósito de no volver a pecar.
Así como al lucir el sol después de la tormenta, recobra el cielo su color azul, más encendido que antes, así el rostro de Sor Troncatti experimentó tal
transformación que la joven hermana (Sor Manuelita) no lo olvidó en su vida. En 1970 dirá: “creo que ella experimentó en aquel momento la Divina
Presencia…Noté en ella una fortísima reacción. Oí que Sor María se desahogaba: Jesús ¿Cómo es posible que tú estés contento en esta soledad, en esta
pobreza e indigencia, en este abandono y yo no?” La fuerza de Dios triunfaba en ella. Una ligera sonrisa le iluminó el rostro, recordó que había escrito
en su cuadernito: “Cuando se me presente el sacrificio diré: He sido yo quien lo ha querido, al aceptar la vocación misionera”, así que ¡adelante!

Escuchemos al profeta Ezequiel: “Derramaré sobre vosotros agua purificadora y quedarán purificados. Los purificaré de toda
mancha y de todos sus ídolos. Les daré un corazón nuevo, y pondré dentro de ustedes un espíritu nuevo. Les quitaré del cuerpo
el corazón de piedra y les pondré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes para que vivan según mis mandatos y
respeten mis órdenes”. (Ez. 36, 25-27).
Padre Misericordioso, en EL nombre de Jesús, te pedimos que nos quites de una vez este corazón de piedra y nos concedas un
corazón de carne, que sepa amar de veras a Ti y a los hermanos.
Sosegada, escribió a los suyos una carta de 8 páginas contándoles las aventuras del viaje. No les ocultó ni las dificultades ni
las asperezas de la vida misionera de los comienzos:
“Teníamos que atravesar ríos horrorosos valiéndonos de dos palos…Pasar la noche sin dormir a causa del cansancio y pánico
a las serpientes…en algunos momentos el caballo me cansó bastante, se hundía en el barro hasta las ancas. No había parte de
mi cuerpo que no me doliera… Muertas de cansancio nos acostamos en el suelo 10 minutos para cobrar aliento,…me olvidaba
decirles como es nuestra casa: son palos con algunas cañas alrededor. Donde dormimos es de madera, pobrísima, pero no
importa, con tal que trabajemos por la salvación del alma”.
Pero junto a esta descripción, he aquí su acostumbrado estribillo: “María Auxiliadora nos sostiene y también nuestro Ángel de
la guarda” (Cfr. GRASSIANO María, Selva Patria del Corazón, 2da. ed. Abya-Yala, Quito, 1995. pág. 110)

“Cuando llegaron al lugar que se llama Gólgota o Calvario, le dieron a beber vino mezclado con hiel, Jesús lo probó, pero no quiso beberlo. Los que
lo crucificaron echaron a suerte y se repartieron sus vestidos” (Mt. 27, 33-35)
Mientras Jesús es despojado de las vestiduras, nosotros seguimos teniendo nuestro corazón apegado al dinero, a los honores, a los apetitos de la
carne… ¡Cómo nos cuesta deshacernos de las cosas de este mundo! ¡Cómo nos duele negarnos a nosotros mismos y tomar nuestra cruz para seguir a
Cristo!. Señor Jesús, ayúdanos a despojamos de nuestras malas costumbres y a buscar solamente lo que te agrada.
El 27 de diciembre de 1925 todos se esforzaban por disimular su propia tristeza. El día 28 Monseñor Comín, el P. Carlos Crespi y el P. Duroni
celebraron la Misa, las hnas. comulgaron y luego con toda la pena del caso prepararon el desayuno. Monseñor Comín, les dio los últimos paternales
consejos y las bendijo. Todos se daban prisa para no emocionarse demasiado…
Muy pronto en la plazoleta de la misión no quedaron más que tres figuritas negras…allá en el fondo los viajeros desaparecieron…Las dos jóvenes
hermanas se echaron en los brazos de Sor Troncatti llorando, ¿y ella? Qué podía hacer sino imitarlas?. Entraron a la casa, cerraron la puerta y
empezaron a llorar a lágrima viva, sabían que estaban completamente solas.

“Cuando llegaron al lugar llamado de la calavera, lo crucificaron a Él y a los malhechores, el uno a su derecha y el otro a su
izquierda. Mientras tanto Jesús decía: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc. 23, 33).
Jesús había dicho: “Así como Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto, así también es necesario que el Hijo del
Hombre sea levantado en alto, para que todo el que crea en Él no se pierda, sino que tenga la Vida Eterna” (Jn. 3,14-15).
Señor Jesús, ayúdanos a ser tus testigos en el mundo. Que todos los hombres conozcan tu amor y se acerquen a Ti.
Monseñor había enviado a ver como estaban, y al saber que las encontraron en un mar de lágrimas, tiene la gentileza de
regresar él mismo a darles ánimo, mientras la comitiva pasaba el río. Cuando las 3 oyeron de nuevo un galope de caballo y las
palabras: hijas mías, hijas mías, corrieron a la puerta como renacidas. Reían y lloraban. Y monseñor: Pero ¿cómo puedo
dejarlas así? Sor Troncatti se sintió transportada a una esfera superior, inmersa en una gran luz, aquel gesto era en sí un nada
y un todo. Las tres se sintieron amadas no por deber sino de corazón y dieron un gran salto. Monseñor, no tema, sabemos que
tenemos un verdadero padre, ya no tenemos miedo, vaya tranquilo…
(Cfr. GRASSIANO María, Selva Patria del Corazón, 2da. ed. Abya-Yala, Quito, 1995. pág. 112)

“Cuando hubo probado el vino, Jesús gritó con voz fuerte: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu, y al decir estas palabras expiró” (Lc. 23, 46).
Después de tres horas de penosa agonía, Jesús muere, entre los insultos y las burlas del pueblo.
Es el nuevo Cordero Pascual. En su sangre se establece la Nueva Alianza entre Dios y el nuevo Pueblo de Israel, representado por María, San Juan y
unas cuantas mujeres. Alabemos a Cristo y démosle gracias por el gran amor que nos ha manifestado.
Sor Troncatti llevaba un mes fuera de Macas, el 24 de marzo de 1927, la pequeña caravana se adentró en el corazón de la selva, por el camino de
Riobamba Zuñag, había llegado la estación de las lluvias, caminaban con mucha dificultad, siempre bajo una lluvia torrencial, el caballo de Sor
María se encabritó, dio un salto brusco y la arrojó al pantano. No es nada dijo, intentando levantarse, mientras corrían a auxiliarla, no es nada, pero
no podía apoya el brazo izquierdo para levantarse. La sacaron de allí, estaba con fango hasta el cuello, aún tuvo valor para decir: ¿Qué es lo que
tiene este brazo?. El hombro le dolía muchísimo, intentó moverlo, quiso levantar el brazo, ¿me habré roto la clavícula?. Prosiguió el camino a pie
ayudada por sor Hortensia Coronel… (Cfr. GRASSIANO María, Selva Patria del Corazón, 2da. ed. Abya-Yala, Quito, 1995. pág. 154)

“Junto a la cruz de Jesús estaba su madre y la hermana de su madre, María esposa de Cleofás y María de Magdala. Jesús al
ver a la madre y junto a ella el discípulo más querido, dijo a la Madre: Mujer ahí tienes a tu Hijo, después dijo al discípulo:
ahí tienes a tu madre. Desde ese momento el discípulo la llevó a su casa” (Jn. 19, 25-27).
“Fueron, pues, los soldados… como vieron que ya había muerto…uno le atravesó el costado con una lanza y al punto salió
sangre y agua. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: No se le quebrará ni un solo hueso, y,
contemplarán al que traspasaron” (Jn. 19, 32-37).
Señor Jesús, reconocemos que Tú eres el único Salvador y Señor, ayúdanos para que nunca nos separemos de Ti.
Al anochecer llegaron a la parroquia Playas, después de ayudarla a cambiarse y tomar algo caliente, llego un hombrecillo
para poner la clavícula en su sitio…vendó fuertemente el hombro y se fue. Sor María pasó la noche sentada en una silla,
preguntándose si al otro día estaría en condiciones de montar a caballo. El 27 de marzo llegaba a Macas, después de haber
hecho a pie en tres fatigosísimos días, aquel difícil camino. Madre Mioletti que la sustituyó en aquel tiempo, al verla se asustó,
estaba pálida, tenía la cara desencajada por la violencia del dolor.
(Cfr. GRASSIANO María, Selva Patria del Corazón, 2da. ed. Abya-Yala, Quito, 1995. Pág.155)

Después de bajarlo de la cruz, lo llevaron al sepulcro. He aquí el ejemplo más grande de la humillación. San Pablo nos dice: “Tengan entre Uds. los
mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús: El que era de condición divina, no se aferró a ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando
la condición de esclavo haciéndose semejante a los hombres, se humilló y se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz”. (Fil. 2,5-8).
Jesús, siendo Dios se hizo igual a nosotros, para salvarnos. El silencio del sepulcro tiene mucho que enseñarnos. Señor Jesús, enséñanos a no buscar
los honores de este mundo, sino tan solo imitarte.
Al grupo de voluntarios italianos que le ofrecieron llevarla a visitar su familia, amablemente les agradeció y les dijo: cuando uno se da se da para
siempre. Yo ya me despedí de ellos, en el cielo estaremos cerca y allí gozaremos por toda la eternidad, si Dios quiere. (Cfr. GRASSIANO María,
Selva Patria del Corazón, 2da. ed. Abya-Yala, Quito, 1995. Pág. 382). Cuando Sor Carlota, a la madrugada, le informa que la casa de los padres
está ardiendo como una antorcha le dice: Ven, vamos a la iglesia a dar gracias a Dios que no ha permitido que hubiera víctimas…vamos a pedir
perdón para los que han hecho tanto daño…al ver a sus hermanos comenzó a sollozar, sufría como si le dieran una puñalada en el corazón. …después
pronta y decidida buscó solucionar la emergencia (5 de julio de 1969). En aquella hora, entre Sor Troncatti que corrió a arrodillarse en el altar, el P.
Shutka que suplicaba perdón para los que incendiaron la misión y el P. Gabrielli que rodeado de nativos y colonos retiraba los escombros y cenizas,
lograron calmar la sed de venganza…Hecha un mar de lágrimas Sor María le decía a su Señor: “Si hace falta una víctima, tómame a mi”
(Grassiano, Selva Patria del Corazón, 2da ed. Abya-Yala, Quito, 1995. pág.393)

“El primer día de la semana, muy de mañana las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Al llegar
vieron que la piedra del sepulcro había sido removida, entraron y no encontraron el cuerpo del Jesús…Pero en ese momento
vieron a su lado dos hombres con ropas brillantes, se asustaron y no se atrevían a levantar los ojos del suelo. Ellos les dijeron
¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?. No está aquí. Acuérdense de lo que les dijo cuando todavía estaba en Galilea:
El Hijo del Hombre tiene que ser entregado en las manos de los pecadores y ser crucificado y resucitado al tercer día. Ellas
entonces recordaron las palabras de Jesús…y fueron a contar a los demás lo que les había pasado” (Lc.24,1-9).
25 de agosto de 1969…El avión de TAO se cayó a pocos metros de la pista de Sucúa…Todos se salvaron de la muerte, menos
Sor María…Dos hombres levantaron con suma delicadeza, como una dolorosa reliquia, el cuerpo de Sor Troncatti, todos
sabían que estaba muerta, pero nadie se atrevía a decirlo…la gente apiñada delante del hospital lloraba, clamaba, ¡queremos
verla, queremos verla!…Sor María llevada en brazos por aquellos a los que había llamado hijos suyos por tanto tiempo, la
colocaron en la iglesia donde ella tantas veces acudió para sacar fuerza y vivir su jornada de entrega sin límites, allí llegó
tanta gente a darle el último adiós a su abuelita santa.
La gente se pregunta del porqué de la muerte de Sor María…pero que se ofreció víctima por la paz, es algo que nadie lo pone
en duda… La fama de santidad y del poder intercesor, pasó los confines de la Amazonía ecuatoriana, y se convirtió en
ciudadana del mundo. Fue beatificada en Macas el 24 de noviembre de 2012.
(Cfr. GRASSIANO, María Selva Patria del Corazón, 2da. ed. Abya-Yala, Quito, 1995. Pág. 406 y 434.)

O R A C I Ó N F I N A L :
Padre de bondad, te damos
gracias y te alabamos por el
gran amor que has manifestado
hacia nosotros. Por amor nos
creaste y por amor nos
redimiste, entregando a tu
mismo Hijo, no permitas que
volvamos al pecado; más bien,
ayúdanos con la fuerza de tu
Santo Espíritu, a tener una
vida santa, como la tuvo
nuestra Beata María Troncatti,
que dejándolo todo hizo Tu
voluntad convirtiéndose en
evangelizadora de los pobres y
ejemplo de caridad efectiva.
AMÉN

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