Este cuento trata sobre una niña llamada Margarita a quien le encanta el chocolate pero no le gusta lavarse los dientes. Un día decide dejar de lavarse los dientes y como resultado se le cae un diente al morder un chocolate. El Ratoncito Pérez le deja un cepillo de dientes en lugar de su diente sucio y una nota pidiéndole que se lave los dientes. Margarita aprende la lección y desde entonces se lava los dientes con esmero.
2. Margarita y el chocolate
Había una vez una niña llamada Margarita, a la que le gustaba mucho el
chocolate. ¡Le encantaba!, cada vez que veía chocolate, tenía que comérselo.
Sus papás siempre estaban diciéndole que tenía que lavarse los dientes, sabían
que a Margarita no le gustaba lavarse los dientes, pero que sí le gustaba comer mucho
chocolate.
Después de desayunar, su mamá le decía:
— ¡Margarita!, ¿te has lavado los dientes?— Y Margarita se los lavaba.
Después de comer:
— ¡Margarita!, ¿te has lavado los dientes? — Y Margarita se los lavaba.
Después de cenar:
— ¡Margarita!, ¿te has lavado los dientes?— Y Margarita se los lavaba.
Y cuando comía todo el chocolate, que le encantaba, su papá siempre le decía:
— ¡Margarita!, ¿te has lavado los dientes?— Margarita, no se los había lavado,
— ¡Qué pesadez! – gritó – ¡Otra vez a lavarme los dientes! ¡Se me van a gastar! ¡Ya
no me los voy a limpiar más! ¡Estoy harta que siempre me digáis que me lave los
dientes! Además, ya se me están moviendo y se me van a caer, ¡qué mas da!
Un día, sus papás decidieron no decirle más a Margarita que se lavara los dientes y
Margarita no se los lavó.
Terminó de desayunar y se fue al cole, ¡sin lavarse los dientes! Margarita estaba
feliz, ¡por fin, lo había conseguido! Pero cuando llegó al colegio, sus amigos vieron que
Margarita tenía los dientes sucios y no quisieron acercarse a ella.
«No me importa –pensó– jugaré sola, pero yo no me lavo los dientes. Ya estoy
harta.»
Después de comer Margarita, tampoco se lavó los dientes, regresó al colegio y sus
compañeros vieron que entre los dientes de Margarita, había espinacas, trocitos de
carne y chocolate. ¡Era asqueroso! ¿No se daba cuenta Margarita? Pero Margarita era
feliz, ¡por fin, no se lavaba los dientes!
Pero esa noche, después de cenar pizza que su papá le había hecho, se tomó un
trozo de chocolate y…al morderlo, se le cayó un diente.
– ¡Vaya –se dijo– por fin vendrá el Ratoncito Pérez!
3. Margarita se fue a la cama, con los dientes llenos de chocolate, pizza y trocitos de
carne de la comida. Ella era feliz; no se había lavado los dientes.
A la mañana siguiente, cuando se despertó, Margarita miró debajo de la
almohada, para ver qué le había dejado el Ratoncito Pérez por su diente.
Toda emocionada esperaba encontrar el chocolate que tanto le gustaba, pero…el
Ratoncito Pérez en cambio le trajo un cepillo de dientes, y una nota que decía:
Querida Margarita:
No me he llevado tu diente porque estaba muy sucio y no he podido ni cogerlo; como es el
primero que se te cae, te dejo un cepillo para que lo laves, y cepilles todos los demás.
Mañana por la noche volveré, para ver si me lo puedo llevar.
Atentamente,
El Ratoncito Pérez
Margarita se llevó tal desilusión que no sabía que hacer, pensó, « ¿cómo les iba a
decir a sus papás que ni el Ratoncito Pérez quería su diente?, ¿cómo les iba a contar que
hasta el Ratoncito Pérez le había dicho que se lavara los dientes? »
Margarita, se fue al cuarto de baño con su cepillo nuevo y se lavó los dientes con
esmero y limpió el diente que no se había querido llevar el ratoncito, hasta dejarlo
brillante. Cuando sus papás se levantaron, vieron con alegría que Margarita tenía los
dientes relucientes; y ella les contó lo que le había sucedido y que nunca más iban a
tener que decirle que se lavara los dientes.
A la noche siguiente, Margarita, dejó el diente debajo de la almohada con una
nota:
“Gracias por volver de nuevo, de aquí en adelante mis dientes serán los más fuertes y
limpios de tu colección, Un beso de Margarita”
Por la mañana, Margarita se encontró con que el Ratoncito Pérez se había llevado
su diente y que a cambio, estaba el chocolate que tanto le gustaba; el Ratoncito Pérez,
sabía, que aunque Margarita se lo comiese todo, luego se iba a lavar los dientes.