1. Los fósiles nos proporcionan mucha información:
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Los fósiles nos hablan de la historia de la Tierra. Sirven
para conocer la edad de una roca, analizando a qué
animal o planta corresponde el fósil. También permiten
saber cómo estaban distribuidos los continentes en
nuestro planeta hace millones de años, pues hemos
encontrado fósiles de la misma especie en distintos
continentes.
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Los fósiles nos hablan de seres vivos que han habitado en
la Tierra. En la actualidad no hay mamut o dinosaurios
vivos. Sin embargo, sabemos que habitaron en la Tierra
porque hemos encontrado restos de huesos o huellas en
las rocas. Los fósiles nos informan sobre los seres vivos
que han existido en nuestro planeta. Muchos son muy
antiguos; se han encontrado fósiles de unos animales
llamados trilobites, que vivieron hace 500 millones de
años. Estudiando los fósiles se puede conocer en qué
época vivió un ser vivo, su tamaño o cómo se desplazaba.
Los fósiles son la mayor fuente de información sobre los seres
vivos que han existido en la Tierra y que se han extinguido.
Gracias a ellos hemos podido reconstruir, por ejemplo, el
esqueleto de muchos tipos de dinosaurios o de otros animales.
Además, los fósiles nos informan sobre cómo han evolucionado
los animales y las plantas. Por ejemplo, se han encontrado
fósiles que indican que las aves actuales han evolucionado ¡a
partir de algunos tipos de dinosaurios!
2. Cráneos de dinosaurios
Un examen de los cráneos de un carnívoro,
Allosaurus, un herbívoro, Diplodocus, y un omnívoro,
Massospondylus, muestra diferencias anatómicas
relacionadas con el tipo de alimentación de cada
dinosaurio. Los largos y aserrados dientes del
Allosaurus eran adecuados para capturar, reducir y
matar a otros animales. Los finos y reducidos dientes
del Diplodocus eran aptos para arrancar las hojas de
las plantas. Los dientes del Massospondylus eran
relativamente pequeños, bastos y multifunción ales,
adecuados para comer plantas o animales.
Los fósiles, pruebas de la evolución
3. Los fósiles, que son las huellas de seres vivos que
vivieron en el pasado, son testimonios de una
transformación de las especies a lo largo del tiempo.
De hecho, como regla general, cuantos más antiguos
son los fósiles menos se parecen a las especies
actuales. El esqueleto fósil, parcialmente
reconstruido que se ve en la imagen, es del
Protoceratops, un dinosaurio herbívoro que vivió
hace 85 millones de años.
Todas las especies que pueblan nuestro planeta, animales,
plantas, hongos o bacterias, se transforman lentamente. Ese
fenómeno se conoce con el nombre de evolución de las
especies. Durante siglos, la gente creía que el mundo y los
seres vivos habían sido creados por una o varias divinidades.
No obstante, a finales del siglo XIX, un científico llamado
Charles Darwin desarrolló una teoría conocida como ‘evolución
mediante la selección natural’, que explicaba ese proceso sin
necesidad de un creador. Darwin publicó su teoría en 1859, en
un famoso libro titulado El origen de las especies por medio de
la selección natural. La evolución ha sido uno de los conceptos
más importantes de la historia de la ciencia.
LOS FÓSILES, PRUEBAS DE LA EVOLUCIÓN
Cuando se estudian los fósiles, que son restos de seres vivos
del pasado conservados en las rocas, se observa que los más
recientes se parecen más a las especies actuales que los de
especies más antiguas. Por tanto, los fósiles ponen de
manifiesto una transformación progresiva de las especies.
Gracias a ellos, ha podido reconstruirse, por ejemplo, la larga
historia de los caballos: han hecho falta 50 millones de años
para que un pequeño herbívoro del tamaño de un zorro,
provisto de cinco dedos, se transformara, poco a poco, en un
gran herbívoro con largas patas terminadas en un solo casco.
4. Fósil de Compsognathus
Este esqueleto fosilizado incompleto es de un Compsognathus,
uno de los dinosaurios depredadores más pequeños. Medía
menos de 1 metro. El Compsognathus corría sobre sus patas
traseras con gran velocidad y perseguía insectos, anfibios y
pequeños lagartos.
Guadalupe Arias
Solange Videla
Sofía Chavez