1. Contenido
La oscuridad y el frío acabaron con los dinosaurios 2
La Tierra tuvo varias lunas 3
AIDA, un proyecto para desviar asteroides que puedan
chocar contra la Tierra 4
Rosa Galicia
C.I.: 26260309
SAIA-A
2. La oscuridad y el frío acabaron con los
dinosaurios
Un violento asteroide, o una parte de un asteroide, causó el cráter de Chicxulub, en la
península mexicana de Yucatán, hace 66 millones de años, desencadenando la extinción
masiva del Cretácico-Paleógeno. Los gases portadores de azufre que se evaporaron tras
el impacto bloquearon la luz solar durante varios años y la Tierra se enfrió bruscamente.
Los dinosaurios, acostumbrados a vivir en un clima ideal de exuberante vegetación, no
pudieron sobrevivir al cambio y se acabaron extinguiendo. La repentina extinción de los
dinosaurios motivó el desarrollo de los mamíferos, desembocando en el dominio del ser
humano en la Tierra. Entonces ¿estamos aquí por el impacto de un asteroide?
Es la tesis que mantienen Julia Brugger, Georg Feulner y Stefan Petri, tres investi-
gadores del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático, financiado por
el Gobierno alemán. El estudio, publicado el viernes en Geophysical Research Letters,
sugiere que lo que oscureció el cielo no fue el polvo con cenizas resultante del impacto,
sino unas pequeñas gotas de ácido sulfúrico que se formaron en la atmósfera y que
oscurecieron y enfriaron el planeta. “El enfriamiento a largo plazo causado por los aer-
osoles de sulfato fue mucho más importante para la extinción masiva que el polvo, que
permanece en la atmósfera durante un período de tiempo relativamente corto. También
fue más importante que eventos locales como el calor extremo cercano al impacto, los
incendios forestales o los tsunamis”, afirma Georg Feulner. Los científicos han investiga-
do el fenómeno mediante una simulación informática específica, normalmente aplicada
en diferentes contextos, un modelo climático que conecta la atmósfera, el océano y el
hielo marino.
“Empezó a hacer frío, quiero decir, mucho frío”, explica Julia Brugger, la principal autora
del estudio. El promedio de temperatura global y anual del aire en la superficie descendió
al menos en 26°C, con un período de temperaturas bajo cero de entre tres y 16 años
y uno de recuperación de más de treinta años. Perecieron las plantas, se alteró drásti-
camente toda la cadena alimentaria y se mezclaron las aguas frías y calientes de los
océanos, perturbando los ecosistemas marinos. Algunos animales marinos, como los
amonites, se extinguieron. “Resulta fascinante comprobar cómo la evolución fue impul-
sada en parte por un accidente como el impacto de un asteroide; las extinciones masivas
muestran que la vida en la Tierra es vulnerable”, observa Feulner. “Todo esto demuestra
lo importante que es el clima para todas las formas vivientes de nuestro planeta. Iróni-
camente, la amenaza más inmediata de hoy en día no procede del enfriamiento natural
sino del calentamiento global causado por los seres humanos”, concluye.
Fuente: http://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/actualidad/oscuridad-frio-acabar-
on-con-los-dinosaurios_11043
3. La Tierra tuvo varias lunas
Varias lunas orbitaron alrededor de la Tierra en el Sistema Solar primitivo. La Luna que
hoy vemos en el firmamento, el único satélite natural de la Tierra, en realidad es la última
de una serie de lunas que orbitaron nuestro planeta. Una tesis sorprendente que fue
presentada ayer en Nature Geoscience por un equipo científico israelí del Instituto Weiz-
mann de Ciencias y del Technion-Instituto Tecnológico de Israel, que ha proporcionado
tres ganadores del Premio Nobel.
La teoría del gran impacto es la más aceptada para explicar la formación de la Luna: se
originó tras una colisión gigante única entre la joven Tierra y un protoplaneta del tamaño
de Marte. El impacto expulsó material que permaneció en órbita alrededor de la Tierra,
hasta que se fusionó para formar la Luna. La nueva propuesta de los científicos israelíes
defiende un impacto múltiple para explicar la formación de la Luna y contradice la teoría
del gran impacto.
“Nuestro modelo sugiere que la antigua Tierra una vez alojó una serie de lunas, cada
una formada de una diferente colisión con la proto-Tierra”, dice Hagai Perets, coautor del
estudio. “Lo más probable es que estas microlunas fueran expulsadas posteriormente o
colisionaron con la Tierra o entre ellas para formar lunas más grandes”, afirma el científi-
co. Los investigadores han llevado a cabo 800 simulaciones para recrear las condiciones
que originaron estas microlunas.
La idea de base es la siguiente: los impactos gigantescos fueron frecuentes en el Sis-
tema Solar primitivo y la misma Tierra, en su última etapa de crecimiento, experimentó
estos impactos violentos de otros cuerpos, que añadieron material al planeta hasta que
alcanzó su tamaño actual. Cada colisión formó un disco de desechos alrededor de la
Tierra originaria y por el fenómeno de acrecimiento se formaron las respectivas microl-
unas.
Las fuerzas de marea procedentes de la Tierra pudieron causar el lento desplazamiento
de cada luna hacia el exterior, algo que sigue haciendo a un ritmo de un centímetro por
año. De este modo, una luna preexistente debió de desplazarse lentamente hacia fuera
mientras se formaban otras lunas. Debido a la mutua atracción gravitatoria se produjo
un efecto recíproco y acabaron cambiando sus órbitas. Este cruce de órbitas entre las
pequeñas lunas causó la colisión y fusión de las mismas y gradualmente se construyó
la Luna actual.
Fuente: http://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/actualidad/tierra-tuvo-varias-lu-
nas_11020
4. AIDA, un proyecto para desviar as-
teroides que puedan chocar contra la
Tierra
Los asteroides son grandes masas de rocas y metal que atraviesan el espacio. Son ob-
jetos potencialmente susceptibles de causar catástrofes. Uno pequeño podría destruir
completamente una ciudad; uno grande, acabar con la vida en la tierra. Por ello en la
actualidad los científicos e ingenieros trabajan para contrarrestar esta amenaza.
Patrick Michel, es uno de los expertos del equipo del Observatorio espacial de Niza, en
la Costa Azul. Michel explica que un asteroide es un guijarro que forma parte de los res-
tos de los ‘ladrillos’ que formaron los planetas. Algunos son peligrosos porque, aunque
la mayor parte se sitúa entre Marte y Júpiter en el llamado cinturón de asteroides, otros
tienen trayectorias que se cruzan con la de la Tierra. Y son esos los que representan un
peligro.
Es una amenaza reducida, ya que la posibilidad de que un asteroide de talla considera-
ble golpee la Tierra se produce más o menos cada diez mil años, sin embargo hay que
tomarla en cuenta. Patrick Michel confirma que “las frecuencias de impacto son muy es-
casas. Es como la lotería: hay pocas posibilidades de ganar; pero hay gente que gana.”
Con esa amenaza que se cierne sobre la humanidad, las agencias espaciales han em-
pezado a activarse. La agencia espacial estadounidense y la japonesa han lanzado sen-
das misiones para traer muestras de asteroides que serán estudiadas en la Tierra. Por
su parte, la Agencia Espacial Europea y la NASA planean algo nunca visto, un proyecto
conjunto bautizado AIDA. Ian Carnelli, jefe de proyecto de AIM cree “que AIDA es la
misión más audaz después de Rosetta. Es la primera demostración real de la técnica
de impacto cinético para cambiar la trayectoria de un asteroide en el espacio. Este es el
principal objetivo en esta cooperación internacional entre la ESA y la NASA.”
Lo que se prevé es que la ESA lance en 2020 su nave AIM en dirección a un sistema
binario de asteroides: uno grande Didymos, y otro más pequeño Didymoon, que orbita
a su alrededor. AIM estudiará ambos y registrará el impacto que DART, la nave de la
NASA, realizará sobre el más pequeño Didymoon. Según Carnelli, “el impacto será es-
pectacular. DART llegará a alrededor de 6 kilómetros por segundo. AIM estará a unos
100 kilómetros de distancia, para asegurarnos que está a salvo. DART provocará un
cambio en la velocidad de la pequeña luna del asteroide principal de alrededor de medio
milímetro por segundo. Es mínimo. Pero generará un cambio en la órbita de unos diez
minutos cada once horas y esto podremos medirlo con mucha precisión”.
Fuente: http://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/actualidad/aida-proyecto-pa-
ra-desviar-asteroides-que-puedan-chocar-contra-tierra_10903