2. Ţ
Ţ I Las agresiones al medio ambiente salen caras y hasta ahora no se
ha hecho realidad la exigencia de responsabilidades efectivas a quienes conta-minan.
El caso del lindano es un nuevo ejemplo de deficiente administración
ISIDRO GIL
Por Carmelo Marcén Albero
Nada sale gratis
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EN estos momentos de incerti-dumbres
varias, no es extraño que
abunden los despistes. Tan ocupa-dos
como estamos en resolver el
día a día, se nos olvida que somos
una consecuencia del pasado y que
vamos a tener una incidencia, pe-queña
o grande (según se mire), en
el futuro. Dejaremos alguna señal
física o aportaremos alguna idea
que permanecerá en el sentir y en
el actuar de quienes ocupen nues-tro
sitio.
Vivir cada día solo es posible
consumiendo materia y energía de
nuestro entorno. Como la produc-ción
de una y otra no es infinita, no
tenemos otra opción que ajustar el
uso de los recursos a su posibili-dad
de generación o reposición.
Ahí está la clave existencial que se
nos escapa. En la gestión ambien-tal
hay buenas noticias, casi todas
de acciones debidas al empuje so-cial.
Se habla de una más sólida
conciencia ambiental, el aumento
de la superficie forestal, la mejora
en la conservación de ciertos en-claves
marinos o la protección de
los espacios naturales, que va con-solidándose
a pesar de los envites
especulativos que cada día se lan-zan
contra ellos.
Pero en el otro platillo de la ba-lanza
ambiental se acumulan cada
vez más y más grandes pesas. Los
deterioros ecológicos, por muy pe-queños
que parezcan, nunca salen
gratis. Dejan un rastro vivencial en
la sociedad (también en su salud),
unos deterioros en el entorno más
o menos irreversibles y unos cuan-tiosos
costes económicos de repo-sición,
si esta es posible. Todos re-cordamos
los metales dejados por
la factoría Tudor de Zaragoza, que
se escondieron en distintos encla-ves
frágiles, los destrozos causados
por los vertidos de Ercros en el
Ebro a la altura de Flix, la agresión
a la naturaleza por la rotura de la
balsa de Aznalcóllar y así un largo
etcétera. Los costes generados
–económicos, ecológicos y de sa-lud
colectiva– no han sido asumi-dos
en ningún grado por quienes
los provocaron. Casi ninguna per-sona
implicada en la mala gestión
ha debido responder por ello.
Ahora mismo, asistimos a los
costes de la dejadez administrati-va
en el caso del lindano. Durante
mucho tiempo ha habido un mal
funcionamiento de los poderes pú-blicos,
que no han exigido respon-sabilidades
a sus causantes –para
hacer cumplir sentencias de los tri-bunales–
ni han asumido sus pro-pios
fallos en la gestión del bien co-mún.
Nos queda la duda, muy ra-zonada
por la experiencia acumu-lada,
de que si no existieran las or-ganizaciones
ecologistas todas es-tas
afecciones ambientales pasa-rían
de largo sin que nadie les hi-ciese
caso. Da la sensación de que
todo sale gratis en los destrozos
ambientales y sus posibles trastor-nos
de la salud pública. Es un mal
ejemplo para la sociedad. Pero ve-remos
que, de no existir una tre-menda
catástrofe, la preocupación
seguramente será efímera. Des-pués,
vuelta a empezar la mala ges-tión
y a olvidar que en el agua y el
aire viajan muchas partículas no
deseadas, y en niveles que si se
acumulan pueden generar graves
riesgos ambientales y de salud.
Ahora llega la compensación por
la no utilización del almacén gasís-tico
Castor. El Gobierno va a in-demnizar
con 1.350 millones a la
empresa adjudicataria por no po-der
hacer su negocio. Un proyecto
a todas luces mal planteado por la
empresa, una administración pasa-da
que otorga unos permisos sin
prever los riesgos sísmicos, un mi-nistro
de Industria empecinado en
llevarlo adelante y, al final, los es-pañoles
pagan todos esos desati-nos
a razón de 30 euros por cabe-za.
Eso sí, en 30 años, todo un de-talle.
Estemos atentos a la reaper-tura
de Garoña, detrás de la cual se
esconden maniobras especulativas
y financieras para vencer los nue-vos
requisitos de seguridad que se
exigen para nucleares de este tipo.
A cualquier ciudadano le cuesta
entender esas maniobras, como
también los 4.000 millones de di-nero
público gastados en limpiar
el chapapote del ‘Prestige’, los más
de 200 millones para la limpieza
del Ebro en Flix, los 150 de Aznal-cóllar,
los 100 o más que costaría
eliminar, de verdad, el lindano y así
un largo etcétera que llenaría va-rios
artículos. En tiempos se acu-ño
la frase ‘el que contamina paga’
como estandarte de preocupación
ecológica en la nueva manera de
hacer de nuestros dirigentes. ¿Al-guien
lo cree hoy? Aunque así fue-ra,
los costes ambientales no se re-sarcen
solamente con dinero. Los
desastres dejan una oscura tacha
indeleble en la sociedad.
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Ángel Gorri
PAN PARA HOY...
PUEDE que la presidenta Rudi acabe cum-pliendo
con el imperativo del déficit público
del 1% para este año, al menos estadística-mente.
Y electoralmente, pues no en vano es-tamos
en vísperas de una triple y decisiva ci-ta
con las urnas. No está mal, pero tal conta-bilidad
no aguantaría la línea siguiente en el
suma y sigue de cualquier economía familiar,
siempre mal avenida con las cuentas de la le-chera.
Es lo que se nos propone: dejar de pa-gar
en septiembre los gastos de todo el año
dentro de un presupuesto de ingresos para
doce meses crea una absurda ficción: pan
tierno para hoy, mendrugos secos para maña-na.
Hasta el consejero de Hacienda, Javier
Campoy, comprometido con la imposible
empresa que se le encomendó al relevar a su
antecesor, destituido precisamente por un in-cumplimiento
del déficit luego recurrido an-te
los tribunales, lo admite cuando asegura
que recurrirá a cualquier herramienta para
intentarlo. Lo que nadie acaba de reconocer
en el Pignatelli es que el fin nunca encubre
los medios. Ni que, un año más, empezare-mos
2015 en números rojos, aunque llegue-mos
a las elecciones autonómicas de mayo
repitiendo que vamos a cumplir por fin ese
objetivo del déficit, inalcanzable mientras si-gamos
arrastrando unos presupuestos infra-dotados
y que obligan a seguir recortando.
LA bióloga Rosa María Para-dinas
llegó a Sabiñánigo en
1985 para dar clases de Cien-cias
Naturales y acabó mar-chándose
de allí a Salamanca
porque su denuncia por la
contaminación del lindano
de Inquinosa le trajo más
tristezas que alegrías. Rosa
María era una ecologista pio-nera
que llegó a presidir la
Asociación para la Defensa
del Pirineo Aragonés (Ade-pa)
y transmitió la conciencia
medioambiental a los ciuda-danos,
aunque lo pagó con
muchas amenazas y pintadas
de los trabajadores de la em-presa
que la acusaban de es-tar
comprada por otras multi-nacionales.
Hasta un vecino
le provocó un accidente de
tráfico con una furgoneta al
frenar en seco después de
adelantar a la Vespa en la que
iba Rosa y tuvieron que in-demnizarle
los daños aunque
no la intencionalidad. Cuan-do
aterrizó en la localidad pi-renaica
industrial una de sus
primeras sorpresas fue el
olor acre fuerte que despren-día
la empresa que llegó del
País Vasco y se colaba en to-dos
los rincones. Del olor del
pesticida pasó al vertedero
en el barranco de Bailín y la
bióloga, respaldada por Ade-pa
y la asociación Greenpea-ce,
interpuso su primera de-nuncia
fue en 1986.
La lucha titánica de la eco-logista
contra una empresa
que, en lugar de aplicarse el
eslogan medioambiental de
que «si contaminas, pagas»,
no asumió la condena de 6,5
millones de euros por el Su-premo
y acabó huyendo a
Rumanía para repetir en otro
lugar la misma jugada. Aun-que
puso los empleos como
precio al Gobierno de Ara-gón,
el consejero de Industria
Luis Acín acabó cerrándola
en 1992 porque venció la rea-lidad.
Tres décadas después,
los vertidos de lindano a fi-nales
de los años 80 han re-sucitado
en el río Gállego.
Como dice José Manuel Ma-rraco,
abogado de Greenpea-ce,
estamos ante una «conta-minación
silenciosa» cuyo
«origen y foco principal» no
se ha descubierto todavía en
esta palmaria descoordina-ción
de las administraciones.
Los acuíferos próximos al ba-rranco
de Bailín, el embalse
de La Peña y algún otro lugar
(miren en uno de los pozos
del gas de Isín, nos aconseja
un colega) bajan contamina-dos,
el río Gállego está enfer-mo.
Una profesora nos ense-ñó
aquella lección del linda-no
y esperamos no olvidarla.
®ŢŢ®Ţ
Ramón J. Campo
La bióloga
y el lindano
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