El documento describe el nombramiento de Luis Querbes como cura ecónomo de Vourles en 1822. Encontró una población de unos 1000 habitantes y una iglesia vieja y pobre. Trabajó para reconstruir la iglesia y mejorar la práctica religiosa de la gente. Cuidó de las necesidades de su rebaño a través de sacramentos y catequesis, especialmente de los niños.
1. Nº 3
Correo Querbes
NOMBRADO PÁRROCO DE VOURLES
El 25 de octubre de 1822, en su sexto año
de sacerdocio, Luis Querbes es nombrado cura
ecónomo de Vourles, un pueblo situado a 12 km
al sur de Lyon. No le disgusta este nombramiento
porque le permite alejarse, él que, a sus 29 años,
nunca ha vivido en otro lugar, más que en el seno
de su parroquia de origen. Cambiando el bullicio
de la ciudad por la tranquilidad de la casa cural,
experimentó por primera vez la soledad del
sacerdote de campo.
Se encuentra con un Vourles que cuenta con
unos 1000 habitantes, en un paisaje de suelo
pedregoso, lleno de baches, con una población
que vive principalmente del viñedo. Produce
P. Luis Querbes, por Wilfrid Corbeil, csv.
un vino de “de calidad media”, que no pone en
peligro ni el Beaujolais, al norte, ni el Côtes du Rhône, al sur.
En el plano religioso, la gente de Vourles probablemente no es ni mejor
ni peor que en otras partes de la región Lionesa. Durante estos años de
restauración, se levanta de la devastación de la Revolución. La práctica
religiosa no es común, especialmente entre los hombres. Todavía existen
algunos aliados, incluso entre los burgueses de Lyon, que tienen una segunda
residencia en la ciudad. Un grupo de fieles convencidos -en su mayoría
mujeres- se resiste a las burlas de pensamiento de los anticlericales, que
son pocos pero persistentes.
El nuevo párroco no tiene nada de tímido: pronto se dieron cuenta los
parroquianos de que sabía defenderse. Uno de los impertinentes actúa por
su cuenta. Temiendo la reacción del párroco, se atreve a arrojar un mensaje
anónimo al jardín de la rectoría. El bravucón sostiene que el clero es la
fuente de todos los males de Francia, como lo ha manifestado la Revolución,
según su criterio. Empujado por su celo, aconseja al joven pastor que tenga
cuidado con los fanáticos y los hipócritas que le rodean, porque son capaces
de lo peor. El domingo siguiente llegó la respuesta irónica y mordaz desde
el púlpito. Ahí terminó todo.
Es cierto que desde 1802, Vourles no era un lugar agradable. Se habían
sucedido cinco sacerdotes de los que tres no habían hecho más que pasar.
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La iglesia era vieja, pobre y sin estilo;
amenaza ruina, y la casa cural no está
mucho mejor. No merece la pena renovarla,
hay que construirla íntegramente. En
1819 se consiguió una subvención del
poder real a la que nadie hizo caso.
Serán al nuevo párroco y al alcalde, Sr.
Magneval, a quienes, partidarios de la
Vourles, Vista general y entrada de Bourg causa, corresponderá llevarla a efecto.
Pero en esta comarca no es fácil el
dinero líquido. El prefecto está dispuesto a poner su parte, pero a condición
de que se aumente su aportación con contribuciones voluntarias. Después
de tres años de peticiones, se levanta un nuevo templo, el doble mayor que
el anterior, gracias a la generosidad de los bienhechores y a la insistencia
de los feligreses. Es de un diseño sencillo y práctico, adornado con vagas
alusiones a los estilos Imperial y bizantino. El mismo Monseñor Gaston de
Pins bendecirá el edificio el 5 de mayo de 1828. Al mismo tiempo administró
la confirmación a los niños de la vecindad.
Estos años de grandes reconstrucciones
no impiden que el joven párroco cumpla
con su tarea pastoral ordinaria: bautismos,
eucaristías, matrimonios, confesiones, ex-
tremaunción, funerales. Crea o reactiva
algunas cofradías, cuida la liturgia todo lo
que puede publicando, por ejemplo, una
importante colección de cánticos. Además,
tiene un cuidado especial en catequizar a
los niños, vengan de la clase o del campo.
Fiesta de Dios en la Sagrada Familia,
El calendario establecido es el siguiente: por André Biéler
Todos los días a la Iglesia a las 11:00 de la
mañana, desde Todos los Santos hasta Pascua; el resto del año los domingos
antes de vísperas. En pocas palabras, sin meter mucho ruido, el párroco de
Vourles permanece en su puesto y cuida de su rebaño.
Bruno Hébert, c.s.v.
LOS CURAS ECÓNOMOS
Robert Bonnafous nos dice que, legalmente, el P. Querbes no era párroco
sino que era “cura ecónomo de la sucursal de Vourles”, así como su colega
Jean-Marie Vianney, cura ecónomo de Ars. Podréis decir al respecto, que
este último, tras su canonización, paradójicamente, fue designado patrono
de los párrocos de todo el mundo. Por supuesto, porque todos los fieles los
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llamaban “nuestro párroco”. Es que, después del Concordato de 1801, la
Iglesia de Francia no contaba con párrocos más que en los lugares que eran
cabeza de los cantones; el resto de sacerdotes eran curas ecónomos. Como
resultado: la cuota pagada por el Estado era reducida, y sólo los párrocos
eran inamovibles de sus cargos. Los obispos podían mover libremente a
gran parte de su personal en el territorio de sus diócesis.
De hecho, también en Quebec, teníamos curas ecónomos. Y a modo de
confirmación, yo sólo puedo pensar en mi hermano sacerdote que era, hasta
su muerte accidental y prematura “cura ecónomo de Saint-Pierre-des Cas-
cades”, en la diócesis de Valleyfield. Sin embargo, también la gente de las
Cascadas, a mi hermano le llamaban siempre: “nuestro párroco”.
Edouard Seguin, c.s.v
JUAN Mª VIANNEY PÁRROCO DE ARS
Tres años después de su ordenación sacerdotal, Juan María Vianney fue
nombrado cura ecónomo de Ars, una aldea situada a 30 kilómetros al norte
de Lyon. Este pueblo tiene sólo 230 habitantes repartidos en casas pobres
en una meseta ligeramente ondulada, pero sin nada de pintoresco. Esta
meseta de Dombes tiene poca tierra cultivable, pero sí una gran cantidad
de arcilla, por lo que los árboles se secan. Un lugar perdido. Una mañana
de febrero de 1818, el nuevo párroco descendió del carro de un campesino
tirado por dos vacas, con sus muebles, su cama, etc. Al ver el campanario
de la iglesia, se arrodilló en el camino fangoso.
En lo religioso, se sabe, que este pueblo ha caído muy bajo en el desprecio
del domingo, la borrachera y la indiferencia. El ministerio del nuevo párro-
co será inicialmente el los numerosos párrocos de la campiña en esta época:
misa, bautismo, funerales y visitar a los enfermos. Juan María Vianney es
un sacerdote pobre y de tardía instrucción.
El pueblo de Ars descubre rápidamente que este sacerdote es diferente
a los demás: apenas se alimenta, pasa horas en oración
en la iglesia, distribuye ropa a los pobres, le da a una
persona su cama, su colchón a otra, acoge a los men-
digos. Este pastor pronuncia sermones rigoristas, hace
hincapié en la severidad de la justicia divina, advierte
contra los peligros del baile, de los espectáculos, del
cabaret. Como su maestro jansenista, el P. Balley, es
duro con los pecadores.
Sin embargo, poco a poco, esta actitud se irá ablan-
dando gracias a la influencia de la teología de San Al-
Juan María Vianney fonso María de Ligorio, conocida poco después.
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¿Y la iglesia? Se encuentra en mal estado, coronada por un campanario
miserable. Ésta será la preocupación de este celoso sacerdote: embellecer
este lugar bendito. En primer lugar reparar el campanario, después alargar-
lo ocho pies rehaciendo la fachada; blanquear todas las paredes interiores.
Mientras realiza este trabajo, el pastor se entrega a la preparación de
sus sermones, restaura la cofradía del Santísimo Sacramento, funda dos es-
cuelas y recluta buenos profesores. Cada vez más demacrado, confesará
hasta dieciséis horas al día. Su carisma personal es leer el interior de las
personas; un carisma poco común. Año tras año, la gente viene de lejos
para consultarle y el flujo de los penitentes irá creciendo en la puerta de la
pequeña iglesia.
Ludger Mageau, c.s.v.
LUIS QUERBES, MENSAJERO DE LA PALABRA
Sacerdote desde hace poco y vicario en
San Nicecio, el joven Luis Querbes aborda
su papel como predicador sagrado con toda
seriedad. He aquí un extracto de uno de sus
primeros sermones: “Situado sobre vues-
tras cabezas, el ministro evangélico no
os habla en su nombre, sino en nombre
de aquel que le ha enviado... y ¡ay de él!
si osa olvidar los deberes que le impone
esta noble tarea y abandona la sencillez
del Evangelio, para buscar vuestros va- El púlpito, de J.M. Perche
nos aplausos. Debéis respetar en él la
cualidad de embajador de Jesucristo y, yo que me presento por se-
gunda vez en este púlpito, ¿seré digno de venir aquí con esta augusta
cualidad y levantar mi voz en esta gran asamblea, viniendo de una
juventud vivida en medio de vosotros, si yo no hubiera sido enviado,
y si vosotros mismos no creyerais que Dios me ha confiado su palabra
y que en su nombre yo os anuncio...? Recibidla, por lo tanto, no como
palabra de hombre, sino como la de Jesucristo que nos envía...».
Luis María Querbes, sacerdote.
El ministro evangélico no habla en su nombre, sino en nombre
de aquél que le ha enviado...
Recibid su palabra no como palabra de hombre... sino como
la PALABRA de Jesucristo que nos envía...
Editado por la Provincia de los C.S.V. de Canadá - Traducido en la Comunidad viatoriana de España
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