El documento argumenta que solo podemos conocer a Dios a través de nuestra propia experiencia, no de segunda mano o a través de lo que otros dicen. Las palabras no son suficientes para conocer a Dios, se requiere verlo y sentirlo personalmente a través del Espíritu Santo. Solo aquellos que han tenido una experiencia directa con Dios pueden hablar adecuadamente sobre Él con convicción y gozo.