La Dictadura de Primo de Rivera se benefició de un período de crecimiento económico hasta 1929 que permitió aumentar los gastos estatales, especialmente en obras públicas e infraestructuras. El promotor de esta política fue Calvo Sotelo, pero la financiación de las obras públicas fue insuficiente debido a la falta de reformas fiscales que ampliaran los ingresos del Estado.