1. Adecuación.
Texto de Rosa Montero. Presentación de Marta Valdés, profesora de
Lengua y Literatura del IES BASOKO
2. Berta. Rosa Montero.
• Cerca de mi casa apareció un día una humilde
pintada sobre una pared: “Te quiero, Berta”, decía
la leyenda, escrita con aerosol negro y en una letra
redonda y confiada. Una semana después, otra
esquina del barrio amaneció decorada con la
misma frase elemental; y casi un mes más tarde,
cuando los vecinos nos habíamos olvidado ya de
esa pasión mural, la entrada a la autopista se
encendió con la sencilla tozudez de un nuevo
mensaje: “Te sigo queriendo, Berta”.
• Leo que Romualdo, un electricista francés de
veintinueve años, ha alquilado una valla
publicitaria para decirle a su novia, Anne, con la
cual había roto, que la amaba. Pero la valla es de
una cursilería espeluznante y además está firmada
por el chico, lo cual le da a la cosa cierto toque
exhibicionista y egocéntrico. Quiero decir que,
puestos a echarle imaginación y empeño a la
conquista, prefiero a mi vecino anónimo. Prefiero
su simpleza sustancial, y esa obcecada
autenticidad con la que informa al mundo entero
de su estado de esclavitud sentimental, de su
subyugación y su esperanza.
• Debe de ser un enamorado adolescente,
porque reconozco, en esa desmesura, la
tórrida entrega de la pasión primera,
cuando crees que el universo entero gira en
torno al amado, cuando el nombre del otro,
o de la otra, adquiere la potencia vital y
evocadora de un conjuro mágico: con sólo
mencionarlo saltan chispas. ¿Quién no ha
sentido, en algún momento arrollador e
inocente de la vida, el impulso embobado
de llenar los márgenes de los libros, las
servilletas de papel de los bares, las
paredes del metro y cualquier superficie,
en fin, que exista en el planeta, con el
nombre glorioso del amado? Los hay que
no tienen imaginación (qué aburridos); los
hay que sueñan, pero no hacen; y los hay,
muy pocos, que hacen lo que sueñan.
Berta, hija, yo que tú le haría caso.
9. Marcas del emisor:
adjetivo posesivo de 1ª persona: mi
verbos en 1ª per. del singular: quiero…
2ª per. con valor de 1ª: crees
pronombre personal de 1ª persona: yo
Marcas del receptor:
Pronombre de 2ª persona: tú
Plural inclusivo en 3ª persona: ¿Quién?
Vocativo: Berta, hija
10. • Cerca de mi casa apareció un día una humilde
pintada sobre una pared: “Te quiero, Berta”,
decía la leyenda, escrita con aerosol negro y en
una letra redonda y confiada. Una semana
después, otra esquina del barrio amaneció
decorada con la misma frase elemental; y casi
un mes más tarde, cuando los vecinos nos
habíamos olvidado ya de esa pasión mural, la
entrada a la autopista se encendió con la
sencilla tozudez de un nuevo mensaje: “Te sigo
queriendo, Berta”.
• Leo que Romualdo, un electricista francés de
veintinueve años, ha alquilado una valla
publicitaria para decirle a su novia, Anne, con
la cual había roto, que la amaba. Pero la valla
es de una cursilería espeluznante y además
está firmada por el chico, lo cual le da a la cosa
cierto toque exhibicionista y egocéntrico.
Quiero decir que, puestos a echarle
imaginación y empeño a la conquista, prefiero
a mi vecino anónimo. Prefiero su simpleza
sustancial, y esa obcecada autenticidad con la
que informa al mundo entero de su estado de
esclavitud sentimental, de su subyugación y su
esperanza.
• Debe de ser un enamorado adolescente,
porque reconozco, en esa desmesura, la
tórrida entrega de la pasión primera,
cuando crees que el universo entero gira
en torno al amado, cuando el nombre
del otro, o de la otra, adquiere la
potencia vital y evocadora de un conjuro
mágico: con sólo mencionarlo saltan
chispas. ¿Quién no ha sentido, en algún
momento arrollador e inocente de la
vida, el impulso embobado de llenar los
márgenes de los libros, las servilletas de
papel de los bares, las paredes del metro
y cualquier superficie, en fin, que exista
en el planeta, con el nombre glorioso del
amado? Los hay que no tienen
imaginación (qué aburridos); los hay que
sueñan, pero no hacen; y los hay, muy
pocos, que hacen lo que sueñan. Berta,
hija, yo que tú le haría caso.
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12. • Debe de ser un enamorado
adolescente, porque reconozco, en
esa desmesura, la tórrida entrega de
la pasión primera, cuando crees que
el universo entero gira en torno al
amado, cuando el nombre del otro, o
de la otra, adquiere la potencia vital
y evocadora de un conjuro mágico:
con sólo mencionarlo saltan chispas.
¿Quién no ha sentido, en algún
momento arrollador e inocente de la
vida, el impulso embobado de llenar
los márgenes de los libros, las
servilletas de papel de los bares, las
paredes del metro y cualquier
superficie, en fin, que exista en el
planeta, con el nombre glorioso del
amado? Los hay que no tienen
imaginación (qué aburridos); los hay
que sueñan, pero no hacen; y los hay,
muy pocos, que hacen lo que sueñan.
Berta, hija, yo que tú le haría caso.
• Cerca de mi casa apareció un día una
humilde pintada sobre una pared: “Te
quiero, Berta”, decía la leyenda, escrita
con aerosol negro y en una letra redonda
y confiada. Una semana después, otra
esquina del barrio amaneció decorada con
la misma frase elemental; y casi un mes
más tarde, cuando los vecinos nos
habíamos olvidado ya de esa pasión
mural, la entrada a la autopista se
encendió con la sencilla tozudez de un
nuevo mensaje: “Te sigo queriendo,
Berta”.
• Leo que Romualdo, un electricista francés
de veintinueve años, ha alquilado una
valla publicitaria para decirle a su novia,
Anne, con la cual había roto, que la
amaba. Pero la valla es de una cursilería
espeluznante y además está firmada por
el chico, lo cual le da a la cosa cierto toque
exhibicionista y egocéntrico. Quiero decir
que, puestos a echarle imaginación y
empeño a la conquista, prefiero a mi
vecino anónimo. Prefiero su simpleza
sustancial, y esa obcecada autenticidad
con la que informa al mundo entero de su
estado de esclavitud sentimental, de su
subyugación y su esperanza.
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16. RReeddaacccciióónn ddeeffiinniittiivvaa..
• El texto titulado “Berta” es una columna de opinión de
temática cotidiana que firma una acreditada periodista, una
de nuestras más conocidas articulistas y novelistas
contemporáneas, Rosa Montero. Es admirada su agudeza
crítica y la originalidad de sus puntos de vista.
• El artículo, a juzgar por su disposición tipográfica en forma de
columna, pertenece al ámbito de uso de los medios de
comunicación social. Está publicado en un medio impreso,
probablemente en un suplemento dominical del periódico El
País, en el que la autora colabora asiduamente.
• El texto es argumentativo, puesto que la finalidad de su
autora es convencer razonadamente de una “tesis”, a los
potenciales receptores: la conveniencia de actuar conforme a
lo que uno piensa o siente, en especial, en el amor.
17. • Utiliza la ejemplificación contrastante como argumento. Confronta
dos comportamientos de dos sujetos muy diferentes que parecen
perseguir el mismo fin (conquistar a una chica), y toma partido por
uno de ellos.
• Esta comparación se desarrolla en forma de SECUENCIA TEXTUAL
NARRATIVA. Es especialmente significativo el uso original y peculiar
de los tiempos verbales en los dos primeros párrafos, que sirve
para acentuar la distancia entre ambos comportamientos: mientras
en el primero se usa el Pretérito perfecto simple (“apareció,
amaneció, se encendió”), así como fórmulas de resumen temporal
propias de la narración (“una semana después”, “casi un mes más
tarde”); en el segundo, se traslada de un modo abrupto al Presente
de Indicativo: “Leo, es, está, da”.
• Este cambio de perspectiva temporal no es casual: subraya la
empatía de la autora con el primer mensaje, al que impregna de
melancolía, y el rechazo del segundo.
18. ESTRUCTURA
• El texto en su conjunto está estructurado de
modo inductivo, como si la autora quisiera
que el lector, partiendo de sus premisas
llegase a sus mismas conclusiones. La tesis no
está al comienzo del texto, sino que hay que
irla deduciendo de lo que se lee: la pasión
amorosa y vital para ser auténtica requiere
simplicidad y no traicionarse a uno mismo.
19. El EMISOR modelo del texto coincide con la autora, dada su
abrumadora presencia, que mostraremos a través de
marcas lingüísticas más adelante.
La finalidad comunicativa que persigue es convencer a los
destinatarios del mismo de que, en el amor, y, en la vida
hay
que apostar por personas que obran impulsadas por sus
sueños, por quienes desoyen los dictados de extravagantes
y grandilocuentes actitudes cara a la galería. Rosa Montero
defiende el intimismo, la sinceridad emocional, la
autenticidad vibrante de los sentimientos, que se muestra a
través de manifestaciones espontáneas y sencillas, frente al
exceso o al exhibicionismo de los mismos.
20. El texto está muy modalizado, presenta muchos elementos lingüísticos que
nos permiten identificar al emisor:
• El uso de la primera persona en el adjetivo determinativo (determinante)
posesivo “mi”, o en el pronombre personal “yo”, así como en verbos en
primera persona “Quiero (decir)”; “reconozco”; “prefiero”
• Es interesante percibir el uso de la 2ª persona “crees” con valor de
primera, uso coloquial, que crea ambiente de confidencialidad.
• La expresión de la elección de una opción frente a otra u otras posibles a
través de verbos de voluntad como “quiero” o “prefiero”; de la duda, a
través de la perífrasis de posibilidad “debe de ser”.
• El uso enteramente subjetivo (VALORATIVO) del LÉXICO empleado para
referirse a dos actitudes ante el amor primerizo que la autora presenta
claramente enfrentadas. Así, la pintada del primer enamorado es
calificada de “humilde”; su letra de “redonda y confiada”; su mensaje es
de una “sencilla tozudez”… Mientras que la valla publicitaria del segundo
es “de una cursilería espeluznante” y con un “toque exhibicionista y
egocéntrico”.
21. • Además, el estudio de las funciones del lenguaje
predominantes refuerza lo que venimos afirmando.
Predomina la función apelativa porque se trata de un texto
escrito para convencer, pero está también muy presente la
expresiva, como ponen de manifiesto los rasgos de
modalización del emisor comentados más arriba. Por si
fuera poco, adquiere también mucha relevancia la función
poética en el último párrafo: la interrogativa retórica que
invita al destinatario a mirarse por dentro “¿Quién no ha
sentido…?; la hipérbole “crees que el universo entero gira
en torno al amado”; la enumeración anafórica “cuando
crees que el universo (…); cuando el nombre del otro…”; la
metáfora que identifica la evocación del nombre del amado
con el efecto provocado por un conjuro etc. , construyen
un colofón lírico destinado a conmover, conmocionar al
lector, a que éste rinda su voluntad y comparta la opinión
de la autora.
22. • Por lo que respecta al RECEPTOR, cabe decir que se detecta
su presencia en el uso de ¿Quién…?, porque se trata de una
3ª persona con valor de inclusión del receptor. También hay
marcas lingüísticas que atestiguan su presencia en el
vocativo: “Berta, hija” y en el uso del pronombre personal de
2ª persona, “tú”
• Da la sensación de que el texto se destina a las mujeres
porque se percibe cierta complicidad con ellas en el uso
intencionado de una expresión que se ajusta al sociolecto
femenino “Berta, hija, yo que tú le haría caso”. No obstante,
es más que probable que la autora contemple la posibilidad
de un destinatario amplio, también masculino, que puede
captar indirectamente el mensaje.
23. • VARIEDAD Y REGISTRO LINGÜÍSTICOS.
• Por lo que respecta al registro lingüístico, concluimos
que es formal porque, aunque se aborda un asunto
cotidiano, la relación de partida entre los
interlocutores no es precisamente familiar. No
obstante, se percibe claramente que la autora busca el
acercamiento a su destinatario a través del uso de
rasgos de registro coloquial como:
– La frase hecha: “saltan chispas”
– La apelación directa al interlocutor mediante el vocativo:
Berta, hija; yo que tú”...
• Es decir, una situación entre los interlocutores que
sería, en principio, distante, deja de serlo, se elimina
paulatinamente, a medida que se hace patente la
subjetividad del emisor dirigida a conseguir convencer
al destinatario, hasta el punto de querer convertirlo en
cómplice.
24. • El nivel de uso de la lengua está a caballo entre el nivel
culto, dada la selección léxica: sustantivos abstractos
(“simpleza sustancial”, obcecada autenticidad”);
enumeraciones largas en las que se manifiesta el
dominio de la frase larga (último párrafo); profusión de
sustantivos convenientemente adjetivados ...
• Por último, es interesante percatarse de que en la
frase “Berta, hija; yo que tú le haría caso” se observa el
sociolecto de la “lengua de las mujeres”, derivado de
un factor biológico, la diferencia sexual, porque se
trata de una frase que sólo puede ir dirigida a una
mujer y sólo puede ser dicha por una mujer.