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Las promesas de Dios siempre han estado ahí al alcance de todo aquel que se
atreva a creerlas y a apropiárselas. Pero si así es ¿Por qué no todos gozan de ellas?
¿Por qué pareciera que solo unos cuántos las alcanzan, mientras los demás deben
conformarse con tan solo mirarlas de lejos? A través de este estudio Dios nos
permitirá descubrir cómo alcanzar las promesas de Dios, para que dejen de ser una
promesa para convertirse en una realidad en nuestras vidas…




                                                                        2Co 1.20 NVI




                                                                                   1
1. Un Dios de promesas            ………………………………………..  1
 2. Un Dios empeñado en bendecirnos   ………………………………………..                                                   4
 3. Sembrando las promesas            ………………………………………..                                                   8
 4. ¿Cómo sembrar las promesas?       ………………………………………..                                                  11
 5. Peligros de la siembra         ……………………………………….. 15
 6. Esperando la cosecha           ……………………………………….. 18
 7. Cosecha segura y abundante        ………………………………………..                                                  22
 8. Alcanzando la Promesa             ………………………………………..                                                  26




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1R 8.56 Bendito sea Jehová, que ha dado paz a su pueblo Israel, conforme a todo lo que él había dicho;
ninguna palabra de todas sus promesas que expresó por Moisés su siervo, ha faltado.

Juanito se fue a la escuela como todos los días, pero antes de partir su papá le dijo que pasaría por él a
recogerlo a las 2 en punto, así que se pusieron de acuerdo para verse justo en la entrada principal de la
escuela… Parecía ser un día como cualquier otro, pero a media mañana todo el poblado fue sorprendido por
un fuerte terremoto, las sirenas comenzaron a sonar, la gente comenzó a correr por las calles, algunos coches
perdieron el control y chocaron, el metro dejó de funcionar, en cuestión de minutos la ciudad quedó
devastada, edificios derrumbados, casas destruidas, escuelas hundidas en los escombros, se oían sirenas de
ambulancias y bomberos por todas partes, la gente comenzó a ayudar en las labores de rescate, removiendo
escombros y sacando a la gente que había quedado atrapada entre ellos… Juanito y sus amigos habían
quedado atrapados en su salón de clases, ya que su escuela como muchas otras se había derrumbado, ellos


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solo podían escuchar a lo lejos las sirenas de las ambulancias y los bomberos, pasaron algunas horas y ellos
seguían atrapados en aquel lugar… Después de un muy buen rato ellos comenzaron a oír voces, así que
comenzaron a gritar con la esperanza de ser escuchados, de pronto los escombros que los tenían atrapados
comenzaron a moverse y apareció entre una nube de polvo el papá de Juanito… Juanito lo vio y pegó un grito
de alegría, ¡Papá, papá, aquí estoy sabía que vendrías! –gritaba el niño- cuando su padre le extendió la mano
para sacarlo él le dijo: “No papá, primero mis amigos, al cabo yo sé que tú no me dejarás aquí pase lo que
pase, porque tú siempre cumples lo que prometes, por eso es que yo sabía que vendrías”…

Juanito tenía puesta su esperanza en la promesa que su padre le había hecho de que pasaría por él a la
escuela. Y fue esa promesa la que lo mantuvo durante todo el tiempo que se encontró atrapado entre los
escombros, él no sabía si los papás de los demás niños irían a rescatarlos, pero lo que sí sabía era que el suyo
sí lo haría. Él no sabía si los papás de los demás cumplían o no lo que prometían, pero lo que sí sabía era que
el suyo siempre cumplía lo que prometía. Y fue esa certeza, fue esa seguridad lo que lo mantuvo a flote
durante el desastre…

Tal vez a muchos de nosotros se nos ha olvidado que al igual que Juanito tenemos un Padre que siempre
cumple Sus promesas. Tal vez se nos ha olvidado que no tenemos un Dios que nos de falsas esperanzas, sino
que tenemos un Dios que siempre cumple lo que dice y más lo que promete. Esta Escritura nos dice que
“ninguna de todas sus promesas ha faltado”. Es decir, tenemos un Dios que cumple con lo que promete…

Y es que estamos tan acostumbrados a que las promesas sean solo eso, promesas, que no creemos que Dios si
cumpla lo que promete. Hoy en día la gente, las personas hacen promesas que no cumplen… Los novios las
hacen delante de un altar y poniendo a Dios y a sus invitados de testigos de las promesas que se hacen y al
cabo de algún tiempo por desgracia solo fueron eso, promesas, porque terminan faltándose al respeto cuando
se prometieron respetarse hasta la muerte, terminan dejando de amarse aún cuando se juraron amor eterno, y
finalmente terminan dejándose aún cuando juraron que eso pasaría solo que se murieran… El marido infiel
que le promete a su esposa que no volverá a suceder, tan solo para ver esa promesa romperse cuando pasa la
siguiente falda… El alcohólico que promete que ni una copa más, solo para ver esa promesa rota al llevar la
siguiente copa a su boca… El padre que le promete a su familia que ahora sí pasará más tiempo con ella, solo
para romper esa promesa gracias a la cantidad de trabajo que tiene… ¡Promesas! ¡Promesas! Promesas que
se convierten en palabras que son llevadas por el viento… Voltea y pregúntale al de al lado: “¿Has hecho
alguna promesa que no has cumplido?”...

Tal vez esta es la razón por la que nos cuesta tanto trabajo creer en las promesas de Dios. Estamos tan
acostumbrados a las promesas incumplidas que ya ni siquiera esperamos que Dios cumpla con las suyas.
Miramos Sus promesas y nos conformamos con el hecho de contemplarlas desde lejos sin la esperanza de
verlas algún día hechas una realidad en nuestras vidas… Pero estamos equivocados, ciertamente el hombre
suele, por desgracia, no cumplir lo que promete, pero Dios a diferencia del hombre sí cumple lo que promete,
Dios no es un Dios que mienta o que dé a sus hijos falsas esperanzas, sino que tenemos un Dios que cumple
lo que ha prometido…
Nm 23.19 Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no
hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?
El Señor no es hombre para que mienta, Él no se arrepiente como lo hace el hombre, lo que Dios dijo que
haría lo hará… No importa que sea lo que haya prometido, no importa lo difícil que nos parezca que sea lo
que Él haya prometido, debemos tener la certeza, debemos tener la seguridad de que ciertamente cumplirá lo
que prometió, porque Él no miente, porque Él no se arrepiente, porque Él es poderoso, Él es lo
suficientemente poderoso como para cumplir lo que ha prometido… Ro 4.21 nos dice que Él es lo
suficientemente poderoso como para cumplir lo que ha prometido…
Ro 4.20-21 20Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando
gloria a Dios, 21plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había
prometido;
¿Dios te ha prometido algo? ¿Hay alguna promesa de Dios en la que estás esperando? Tal vez Dios te ha
prometido que te va a sanar, pues no importa lo que los médicos digan, no importa cómo te sientas, no
importa que sea lo que estás viendo, si Dios te ha prometido que te sanará, entonces puedes estar seguro que
así lo hará, porque Él es poderoso como para cumplir lo que promete… Quizás Dios te prometió que tu

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familia será restaurada, pues no importa en qué condiciones se encuentre en este momento, no importa los
muchos problemas que en ella haya, espera en Él, porque ciertísimamente que Él cumplirá, porque Él es
poderoso para cumplir lo que ha prometido… A lo mejor Dios te ha prometido que te va a prosperar, pues si
Dios te lo ha prometido espera en Él, si Dios te lo ha prometido entonces puedes estar seguro que así será,
porque Dios es lo suficientemente poderoso como para cumplir lo que promete… La misma Palabra nos dice
que todas las promesas de Dios en Él son “sí” y en Él son “amén”…
2Co 1.20 porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la
gloria de Dios.
¿Qué quiere decir esto? Quiere decir lo que dice, que todas las promesas de Dios, que todas las promesas que
Dios nos ha dado a través y por medio de Su Palabra en el son “sí” y en él son “amén”, es decir éstas son
promesas que se cumplirán, éstas son promesas que definitivamente Dios va ha cumplir, éstas son promesas
que veremos hechas una realidad en nuestras vidas, porque Dios lo ha dicho Dios lo hará… Así que voltea
con el de al lado y dile: “Dios va ha cumplir lo que te ha prometido”…

Cuando echamos un vistazo al AT, nos damos cuenta que todo lo que Dios les prometió lo cumplió… Dios
les prometió que los liberaría de la cautividad de Egipto y Dios cumplió, Dios cumplió al sacarlos de la
esclavitud que sufrían en manos de esa nación usando a Moisés para hacerlo al enviar las plagas que
devastaron a esa nación… Dios les prometió que estaría con ellos en su paso por el desierto, que los
guardaría y protegería y Dios cumplió, Dios cumplió al seguirlos por medio de una columna de nube y fuego
todos los días que estuvieron en el desierto, Dios cumplió al alimentarlos todos los años de su peregrinación,
Dios cumplió al librarlos de la mano de sus enemigos… Dios les prometió que les daría una tierra dónde
fluye leche y miel, una tierra fértil dónde ellos prosperarían y Dios cumplió, Dios cumplió al entregar en sus
manos la tierra de Cannán, Dios cumplió al entregar a los moradores de esa tierra en sus manos, Dios
cumplió al llevarlos de victoria en victoria y de triunfo en triunfo en cada batalla por mano de Josué… ¡Dios
cumplió! ¡Dios cumplió cada una de sus promesas!

Y es ese mismo Dios el que hoy en día sigue cumpliendo Sus promesas. Es ese mismo Dios el que sigue
cumpliendo Sus palabras. Es ese mismo Dios el que sigue validando Su Palabra y haciendo que cada promesa
se haga una realidad en nuestras vidas… Tú y yo necesitamos correr a las promesas de Dios. Tú y yo
necesitamos correr a las promesas de Dios y tomarnos de ellas. Tú y yo necesitamos conocer esas promesas
que para nosotros fueron escritas y pararnos sobre ellas. Necesitamos pararnos sobre ellas con la confianza de
quién es quién las dio.

Dios tiene promesas tremendas para nosotros. Dios tiene promesas poderosas para nosotros. Dios tiene
promesas hermosas que desea hacer una realidad en nuestras vidas. Pero para que esto suceda lo primero que
necesitamos es conocerlas, lo primero que necesitamos es conocer esas promesas. Lo primero que
necesitamos es conocer las promesas y al Dios de esas promesas. Tenemos un Dios de promesas. Tenemos un
Dios de promesas que están por cumplirse en nuestras vidas. Voltea con quién tienes al lado y pregúntale:
“¿Conoces las promesas que Dios tiene para ti?”...
2P 1.3-4ª Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino
poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, 4por medio de las
cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la
naturaleza divina,

Esta Escritura nos dice que Dios nos ha dado preciosas y grandísimas promesas. Es decir, no son grandes Sus
promesas, son grandísimas, mucho más grandes, gloriosas y hermosas de lo que nosotros podemos pensar o
siquiera imaginar… Dios tiene para nosotros promesas que van desde nuestra salud, pasando por nuestros
hogares y llegando hasta nuestra economía… Promesas para todo tiempo, promesas para toda ocasión,
promesas para cualquier situación que enfrentemos, promesas que Él ha dejado escritas para que las
conozcamos. Promesas que Él ha dejado escritas para que las escudriñemos. Promesas que Él ha dejado
escritas para que confiemos en Él a través de ellas. Promesas para cuando estamos atravesando por tiempos
de aflicción, por momentos de desesperación y angustia…

Sal 34.19-20 19 Muchas son las aflicciones del justo, Pero de todas ellas le librará Jehová. 20El guarda
todos sus huesos; Ni uno de ellos será quebrantado.


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Promesas para aquellos que se sienten desamparados…

Sal 37.25 Joven fui, y he envejecido, Y no he visto justo desamparado, Ni su descendencia que mendigue
pan.

Promesas para aquellos que se encuentran enfermos, afligidos en la carne por la enfermedad…

Ex 15.26 y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y
dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a
los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador.

Promesas para aquellos que se encuentran en peligros…

Is 43.2-3ª 2Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases
por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. 3Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy
tu Salvador;

Promesas para aquellos que se encuentran tristes…

Sal 126.2-3 2Entonces nuestra boca se llenará de risa, Y nuestra lengua de alabanza; Entonces dirán
entre las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos. 3Grandes cosas ha hecho Jehová con
nosotros; Estaremos alegres.

Promesas para aquellos que son humildes…

Lc 14.11 Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.

Promesas para los que piden en medio de su necesidad…

Mt 7.7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.

Promesas para todos aquellos que son generosos…

Pr 11.25 El alma generosa será prosperada; Y el que saciare, él también será saciado.

Y así podríamos estar citando y citando promesas y promesas que el Señor nuestro Dios nos ha dado.
Promesas que él ha dejado escritas para que a través de ellas confiemos en Él. Promesas que ciertamente Dios
cumplirá en nuestras vidas. Promesas que no fueron dejadas tan solo para ser conocidas y observadas, sino
para ser vividas y hechas una realidad en nuestras vidas. Promesas que nos han sido dejadas por un Dios de
promesas que cumple lo que promete…




La Palabra de Dios en el Salmo 106:24 dice: Pero aborrecieron la tierra deseable; no creyeron en su
Palabra.

¿No crees irónico que la Biblia diga que aborrecieron lo deseable? ¿En qué quedamos, es aborrecible o es
deseable? ¿Es bueno o malo? Alguien definitivamente está equivocado, ¿Quién será, el que lo esta
aborreciendo o el que lo está deseando? Aquí hay una contradicción ¿Por qué aborrecen lo deseable?

Te puede parecer difícil de creer pero hay gente que aborrece lo bueno, y hay gente que aborrece la bendición
de Dios. Existen personas a las que les dices que Dios las puede sanar y responden: “A bueno... pero la
verdad no es lo importante”. ¿Cómo que no es importante? ¿Qué no quieres ser sano? No aborrezcas lo que
Dios desea.



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Dios desea prosperarte y bendecirte como lo deseó para este pueblo; pero el pueblo aborreció lo deseable y
no creyeron en Su Palabra… Es decir que quien calificó a la tierra como deseable no fue el hombre, sino
Dios. El pueblo de Israel, en medio de su esclavitud en Egipto sólo clamó por la situación que estaba
viviendo pero no sabían que pedir, sólo que reclamar... Reclamaban en su angustia la situación en que vivían
pero no sabían para donde salir, sólo sabían que donde estaban era malo y que lo que estaban viviendo no era
bueno, no les gustaba... Dios oyó el clamor. Él sabe que es lo que necesitas más que tú. Entonces dijo: Los
voy a llevar a una tierra donde fluye leche y miel, a una tierra de bendición, a la tierra de la promesa; pero
ellos la aborrecieron.

¿Por qué la iban a aborrecer si ellos mismos trajeron las uvas cuando regresaron los espías y ellos mismos
declararon que la tierra era buena? Entonces, si así fue ¿Por qué la aborrecieron?... La aborrecieron por
el precio que tenían que pagar para conquistarla. Dejó de ser deseable cuando se enteraron, cuando
supieron que había que pagar el precio de la conquista por ella. Dicen por ahí que regalado hasta el
monumento a la Revolución… Y así le pasó a Israel, en tanto que el Señor no les hablara de compromiso, no
les hablara de esforzarse, no les hablara de entrega, sacrificio, negarse a sí mismos, todo estaba bien; pero en
el momento en que el Señor les dijo que esa tierra sería suya porque Él se las daba pero que tenían que
conquistarla, entonces se rompió el encanto, entonces aquello que era deseable dejó de serlo…

Tú no puedes aborrecer lo que Dios te promete sólo porque tienes que hacer algo para alcanzarlo, ¿no lo
crees?… Cuando menos así debería de ser, pero pensándolo bien… no es esa la razón por la que dices que ya
te cansaste de luchar, de pelear, que ya estás hasta el límite, hasta el gorro, hasta el copete. Y no es porque la
tierra sea mala, sino porque tú ya te cansaste de luchar por ella. No es porque las bendiciones sean malas,
sino porque ya te cansaste de luchar por ellas…

La Biblia dice que ellos aborrecieron la tierra deseable... Ahora bien, ¿si fue Dios el que dijo que la tierra era
deseable? Porque fue Dios quién lo dijo… ¿Quién deseaba más? ¿Era la gente la que deseaba llegar ahí o
era Dios el que deseaba que sus hijos pudieran llegar ahí? ¿Quién desea más bendecir o ser bendecido; tú
que quieres ser bendecido o Dios desea bendecirte por encima de tu deseo? ¿Quién tiene más ganas de verte
mejor cada día, tú o Dios? Definitivamente Dios, Él quiere verte mejor… El Señor más que los Israelitas
deseaba ver bendecido a Su pueblo, deseaba mirar a Su pueblo caminando y viviendo bajo bendición…

El problema se produce cuando la gente menosprecia o aborrece la bendición porque para ella quizá no sea
tan importante. Pero, pregúntale a Dios si para Él no es importante… Pregúntale a Dios si para Él no es
importante bendecirte… Pregúntale si para Él no es importante sanarte… Pregúntale si para Él no es
importante verte prosperado… Y descubrirás que para Él es más importante el bendecir, que en muchas
ocasiones para ti el recibir esa bendición. Pero ¿Por qué te quiere ver bien Dios? ¿Por qué te quiere bendecir
Dios? En primer lugar porque te ama, te ama como el Padre ama al Hijo y así como todo padre desea lo
mejor para sus hijos de la misma manera Dios desea lo mejor para ti... Pero en segundo lugar lo hace porque
Él quiere testimonios de Su bondad y Su misericordia. Él quiere que haya obras, Él quiere que haya casos de
la vida que hablen bien de Él y no que la gente crea en Dios sólo por creer en Dios…

Mira… Dios no se deja ver, esa es la razón por la que nosotros no tenemos una imagen de Dios que adorar,
pero lo que Dios muestra son Sus obras y si tú no dejas que cumpla en ti lo que Él desea ¿Qué obra podemos
mostrar de Dios? Es por eso que son tan importantes los testimonios que cada uno de nosotros tiene de la
obra de Dios en nuestras vidas, esos testimonios testifican de la existencia de Dios entre otras cosas… Pero si
tú dices: No quiero, para qué tanto, no lo necesito ¿Cómo es que se manifestará la existencia de Dios? No
has pensado que Dios es quién desea bendecirte para poderle decir al resto del mundo: Así tengo Yo a los
que me sirven. ¿Acaso el Señor Jesús no dijo: Si no creen a mis palabras, crean a mis obras? Tú eres una
obra de Dios y debes avanzar en todo lo que haces, debes manifestar bendición en todo lo que emprendes
para poder decir un día: Dios ha sido bueno conmigo y fiel. Todo lo que ven en mi, todo lo que miran, todo lo
que tocan, todo lo que tengo se lo debo a Dios. Y la gente diga: ¡Wow, qué Dios! ¿Lo quieres tú también?
Recuerda que Dios ya te ha bendecido con toda bendición espiritual y que Su deseo es que seas prosperado…

Pero es posible que pienses que eso es seguir a Dios por interés… pero querido, todos siguen a Dios por un
interés. La única diferencia que hay es una diferencia de intereses, ya que todos creen que su interés es el
bueno y el del otro es malo. Es decir, si alguien viene y dice que esta quebrado, que no tiene dinero y que
quiere salir adelante, que desea tener una fabrica y quiere tener 200 empleados; dicen que su interés es

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mezquino ¿Si o no?... Pero si le preguntas a otro porque viene, y te dice: Ah... Es que yo tengo cáncer y
deseo que Dios me sane… Tú y muchos de los que están a tu alrededor justifican su interés y dicen que está
bien ¿Si o no?... Pero ¿Por qué una cosa va ha ser más importante que la otra? ¿Sólo porque no te pasó a
ti? Mira, si Dios va ha rechazar a alguien por lo que está pidiendo, deja que sea Dios quien lo rechace y no tú.
¿O tú le vas a contestar la oración? ¿De ti depende que Dios le conteste? Entonces, deja que Dios le diga
que no y no tú.

La Palabra continúa diciendo Salmo 106:25: Antes murmuraron en sus tiendas, y no oyeron la voz de
Jehová.
Antes murmuraron en las cafeterías, en alguna cena y hasta en alguna reunión de oración, murmuraron los
laicos y los religiosos, murmuraron unos contra otros, diciendo: ¿Para qué desear eso? ¿Para qué queremos
una iglesia más grande? ¿Para qué queremos alcanzar a más gente?... Pero si no somos tú o yo quienes
estamos deseando esa tierra sino Dios. Es Él quien llamó deseable a esa tierra, los hombres ni siquiera sabían
a donde ir, ellos habían pasado generaciones enteras metidos, encerrados, cautivos en Egipto. Ellos ni
siquiera conocían a dónde iban, el único que sabía a donde los llevaba era Dios, pero no se dejaron llevar
hasta ahí… A veces Dios te quiere llevar por un camino hacia el destino que tiene para ti, Dios te quiere guiar
hacia una mayor bendición y el que no se deja eres tú. ¡Ya déjate! ¡Cambia tu manera de pensar! Abre tu
mente a las Escrituras y te vas ha dar cuenta que tenemos un Dios de bendición y de exigencia.

Y quizá muchos estén pensando: “Muy bien pastor ya me quedó claro que Dios es un Dios que se encuentra
empeñado en bendecirme, que desea hacerlo porque me ama y porque además es un medio que Él utiliza
para manifestarle Su presencia y existencia a todos aquellos que no le conocen… Pero ahora ¿Cómo le hago
para tomar esa bendición?”
Si regresamos al verso 24 nos daremos cuenta que lo primero que necesitamos es no aborrecer la bendición,
sino desearla… Dile a la persona que tienes al lado: “Desea la bendición”… Tú y yo necesitamos en primer
lugar desear la bendición que Dios tiene para nuestras vidas, necesitamos estar dispuestos a pagar el precio
que sea necesario con tal de recibir esa bendición. Porque desear es estar dispuesto ha pagar el precio. No
podemos desear y no estar dispuestos a pagar el precio. Dios nos quiere bendecir, pero ¿Tú deseas recibir esa
bendición?... Porque quizás haya gente que no quiere recibir la bendición de Dios al igual que los Israelitas
de este pasaje. Quizás haya quién no quiera lo que Dios tiene para su vida. Tal vez haya quién no quiera ser
sanado por Dios de su enfermedad, o quién no quiera ser prosperado por Dios en su trabajo, o quién no quiera
vivir bajo la paz y la gracia de Dios, o quién no desee ver a su familia, a su esposa y a sus hijos bendecidos…
¿Hay pastor como cree? Claro que lo creo porque lo veo. No se ha dado cuenta que hay personas a las que
les encanta vivir rodeados de problemas. Personas a las que les gusta siempre estar metidas en mitotes, en
problemas, en broncas. Hombres y mujeres que siempre se encuentran metidos en alguna dificultad… Incluso
hay personas que viven tan contentos con su enfermedad que no desean por ejemplo el ser sanadas, ya se
acostumbraron y además a través de ella –enfermedad- reciben la atención y el cuidado que necesitan. Esa es
la razón por la que el Señor siempre les preguntaba a los enfermos que venían a Él: “¿Qué quieres que te
haga?”

Mt 20.29-34 29Al salir ellos de Jericó, le seguía una gran multitud. 30Y dos ciegos que estaban sentados
junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten
misericordia de nosotros! 31Y la gente les reprendió para que callasen; pero ellos clamaban más, diciendo:
¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! 32Y deteniéndose Jesús, los llamó, y les dijo: ¿Qué
queréis que os haga? 33Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros ojos. 34Entonces Jesús,
compadecido, les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista; y le siguieron.
Así que el primer paso para recibir la bendición de Dios debe darse en tu alma, tú debes desear, anhelar,
querer la bendición de Dios para tu vida. Pregúntale a quién tienes al lado: “¿Quieres la bendición de Dios
en tu vida?”
Lo segundo que necesitamos hacer para obtener la bendición de Dios sobre nuestras vidas no es solo
desearla, algo que se desarrolla en el alma. Sino que ahora necesito: “Oír, creer y obedecer” a la Palabra de
Dios… Diga conmigo: “Oír, creer y obedecer”… Esto es lo que nos dicen los versos 24 y 25… Éste es el
precio a pagar para recibir la bendición, yo necesito oír las palabras de Dios, después necesito creer en las



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palabras de Dios y por último necesito obedecer a las palabras de Dios… Todo aquel que desee la bendición
de Dios debe pasar por este pequeño proceso…

Por ejemplo la persona que desea la bendición de Dios para su familia: Primero oye por la Palabra que Dios
desea bendecir a su familia… Después cree que Dios desea bendecir a su familia… y por último obedece a
los principios que Dios ha establecido para que su familia viva bendecida…

Cuando deseamos la bendición de Dios en nuestra economía es lo mismo: Primero oímos por la Palabra que
Dios desea bendecirnos económicamente a través del diezmo y la ofrenda… Después creo que Dios desea
bendecirme económicamente por medio del diezmo y la ofrenda… y por último obedezco y pago mis
diezmos y ofrendas y recibo mayor bendición sobre mi vida…

Y de la misma manera funciona para recibir la bendición de Dios y ser sanado de mis enfermedades: Primero
oigo por la Palabra que Cristo ya ha pagado el precio de mi sanidad… Después creo que Cristo desea
bendecirme a través de mi sanidad… y por último obedezco y recibo por medio de la fe mi sanidad…

Jn 9.1-7 1Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. 2Y le preguntaron sus discípulos, diciendo:
Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? 3Respondió Jesús: No es que pecó éste,
ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. 4Me es necesario hacer las obras del
que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. 5Entre tanto que
estoy en el mundo, luz soy del mundo. 6Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con
el lodo los ojos del ciego, 7y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue
entonces, y se lavó, y regresó viendo.

Este pasaje ejemplifica perfectamente bien lo que hemos estado aprendiendo pues en el miramos cómo es que
Dios deseaba bendecir al hombre que se encontraba enfermo, que el propósito de su sanidad era que el
nombre de Dios fuera glorificado y por consiguiente fuera conocido… Pero vamos a concentrarnos en el
hecho de lo que éste ciego tuvo que hacer para recibir esa bendición: Este hombre oyó la Palabra del Señor
que le ordenaba ir al estanque a lavarse para recibir bendición… Después creyó a la orden que se le había
dado… y por último obedeció al ir y lavarse y por consiguiente recibió su sanidad… ¿Qué hubiera pasado si
oye la Palabra, cree en la Palabra pero no obedece a la Palabra? ¿Hubiera sanado? ¿Hubiera recibido la
bendición que Dios deseaba darle? Sabemos que NO verdad… Así que pregúntale a la persona que tienes al
lado: “¿Estás dispuesto a oír, creer y obedecer a la Palabra para recibir bendición?”… En el mundo hemos
escuchado que la gente dice: “Ver para creer”, pero en el Señor es totalmente diferente: Aquí primero hay
que “Creer para poder ver”.

Y lo último que deseo enseñarte el día de hoy es que necesitamos estar preparados o ser aptos para recibir y
administrar la bendición que Dios desea derramar sobre nuestras vidas…

Lc 9.62 Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el
reino de Dios.
La gente que mira para atrás no es apta para el reino de Dios y por consiguiente tampoco lo es para recibir
bendición. Es decir que una de las cualidades que Dios busca para que seas un discípulo y alguien bendecido
es que no seas gente que está viendo para atrás. Dios continuamente nos está probando para ver si seguimos
viendo, añorando lo que hemos dejado atrás... Para probarte te da el arado, y si tú estás arando viendo para
atrás, vas ha torcer todo lo que está adelante… Dios tiene exámenes de aptitudes también. ¿Crees que sólo en
la escuela te van hacer exámenes? La vida misma te los va hacer también…

La pregunta es, ¿Eres apto para lo que deseas? ¿Eres apto para recibir y administrar la bendición que
deseas recibir de parte de Dios?... Pregúntale a la persona que tienes al lado: “¿Eres apto para recibir la
bendición de Dios?”… Porque por deseos y por sueños no paramos, pero ¿Somos aptos? ¿Será que
calificamos?... Y es que debemos prepararnos para recibir y administrar la bendición. No podemos pensar
que Dios nos va a bendecir si nosotros no estamos listos, preparados, si no somos aptos para administrar la
bendición de Dios…

La misma vida nos enseña esto. Cuando vamos a pedir trabajo no lo hacemos buscando el empleo que mejor
pagado sea, sino que buscamos el empleo que cada uno de nosotros se encuentre preparado para desempeñar.

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Tal vez a mi me gustaría que me contrataran como abogado en un buffet de abogados, pero hay un pequeño
problema, no soy apto para serlo… ¿Por qué? Porque no me preparé, no estudié para ser abogado… Y
aunque desee la bendición que reciben los abogados, no puedo tenerla porque no me preparé para ser uno…

Si yo deseo verdaderamente la bendición de Dios sobre mi vida, necesito prepararme para recibirla, necesito
prepararme para administrarla, necesito prepararme para hacerla crecer en mi vida… Tal vez nos pasa que
aún no recibimos la bendición que estamos esperando, no te preocupes ¡Prepárate! Prepárate para que
suceda sobre tu vida… y no cometas el error de pensar que Dios no te quiere bendecir por el hecho de no
darte la bendición cuando tú la quieres. Piensa que quizás no estás aún preparado…

Mira… ¿Tú le darías a tu hijo de 7 años de edad la bendición de poseer un auto? Claro que no. Y no lo
haces porque no lo quieras, sino porque aún no se encuentra preparado para administrar una bendición como
esa… Pues de la misma manera lo hace Dios con nosotros, Él desea bendecirnos más de lo que nosotros
deseamos recibir la bendición, Dios se ha empeñado en bendecirnos… Nosotros debemos desear y no
rechazar la bendición de Dios en primer lugar… Después debemos oír, creer y obedecer las indicaciones de
Dios, es decir actuar… y en tercer lugar tú y yo debemos prepararnos para recibir, administrar y hacer crecer
la bendición en nuestras vidas…

Y es que hay niveles de bendición para los que tenemos que calificar, y si no calificas no puedes pensar en
estar ahí algún día. Si tu carácter es para el éxito de primera, el éxito va ha ser de primera… Si tu carácter es
para el éxito de segunda, el éxito va ha ser de segunda… Si es de tercera, el éxito será de tercera… Claro que
Dios desea bendecirte con una bendición de primera, pero la pregunta es ¿eres apto para el nivel de
bendición que deseas? ¡Prepárate! Y recuerda que tenemos un Dios que se encuentra empeñado en
bendecirnos…




Gá 6.7 No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también
segará.
Un hombre, dueño de una hacienda, al partir les entregó a sus trabajadores semillas para que fueran
sembradas en su ausencia… Les entregó semillas de todo tipo, semillas de maíz, de trigo, de sorgo, semillas
de árboles frutales, semillas de flores e incluso de algunas legumbres… Los trabajadores las metieron en el
granero y a pesar de estar a la vista de ellos se olvidaron de plantarlas. De tal manera que el tiempo de la
siembra se pasó… Al llegar el tiempo de la siega, el Señor de la hacienda regresó para mirar la cosecha de
todas las semillas que había dejado. Pero se encontró con la sorpresa de que no había siega ya que las
semillas no se habían sembrado, pero no solo eso, sino que los trabajadores usaron esas semillas para
comérselas y alimentar a los animales, y ahora no solo no había nada que segar sino que tampoco nada que
sembrar… De manera que la hacienda se fue a la ruina…

Pareciera que esta es la condición de muchas de nuestras iglesias. Tenemos muchas semillas, tenemos
muchas promesas, tenemos muchas palabras, pero estas semillas no han sido sembradas, de tal manera que
como no fueron sembradas tampoco hay nada que segar, y por si fuera poco no solo no hemos sembrado, sino
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que lo poco que tenemos nos lo hemos comido… Así que nos conformamos -muchos de nosotros- con soñar
despiertos de lo que sería de nuestras vidas si tuviéramos los frutos de esas semillas en nuestras manos, nos
conformamos con soñar lo que sería de nuestras vidas si tuviéramos ya las promesas de Dios, nos
conformamos con imaginarnos lo que sería de nosotros si esas semillas, si esas promesas ya las hubiéramos
recibido… Pero seamos realistas, ¿Puede alguien que no sembró recoger alguna clase de fruto? ¿Puede
alguien que no sembró… segar? Todas aquellas personas que trabajan el campo saben que no se puede
recoger lo que no se sembró, de manera que la persona que sale en el tiempo de la siega a recoger el trigo, es
porque en el tiempo de la siembra sembró trigo… La persona que sale en el tiempo de la siega a recoger
maíz, es porque en el tiempo de la siembra sembró maíz, si no ¡Para qué sale!...

Esto es lo que en 1er lugar nos enseña esta Palabra. Nos dice que “todo lo que el hombre sembrare esto
también segará”, de manera que si no sembró no hay nada que recoger, no hay nada que segar porque no
sembró… Hay muchos cristianos que en el tiempo de la necesidad, que en el tiempo de la angustia, en el
tiempo en el que están pasando por problemas, en el tiempo en el que necesitan del producto de la siega,
quieren recoger, quieren segar… Cuando la Escritura nos dice…
2Ti 2.6 El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero.
Pero ¿Cómo van a segar si nunca sembraron?... Si cuando tuvieron la oportunidad de sembrar no lo
hicieron… si cuando tuvieron la oportunidad de sembrar se quedaron en sus casas… si cuando tuvieron la
oportunidad de sembrar se gastaron la semilla en lo que no conviene o en su defecto se comieron la semilla, y
ahora que necesitan del fruto de eso que se comieron o mal gastaron no lo hay, no hay fruto porque no hubo
siembra… Esos creyentes quieren recoger lo que no sembraron… De manera que antes de pensar en segar, tú
y yo debemos pensar en sembrar… El Señor Jesús nos enseñó que la Palabra de Dios es la semilla…
Lc 8.11 Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios.
A través de la parábola del Sembrador el Señor Jesús les enseñó a sus discípulos que la semilla es la Palabra
de Dios. De tal manera que Dios nos ha dado muchas semillas a través de Su Palabra. Y dentro de esas
semillas se encuentran las promesas que Dios ha dejado escritas en Su Palabra… De tal manera que
¿Cuántas semillas nos ha dado Dios a través de sus promesas? Dios nos ha dado semillas de todos los tipos,
nos ha dado semillas cuyo fruto nos será útil para el tiempo de necesidad… nos ha dado semillas cuyo fruto
nos será útil para el tiempo de enfermedad… nos ha dado semillas cuyo fruto nos será útil para el tiempo de
angustia… nos ha dado semillas cuyo fruto nos será útil para el tiempo en que los conflictos y la aflicción
lleguen… nos ha dado semillas cuyo fruto nos será útil para el tiempo de carencia económica… Dios nos ha
dado a través de Su Palabra y de manera más específica a través de Sus promesas, preciosas semillas cuyo
fruto nos será de utilidad para enfrentar cada situación que enfrentemos en nuestras vidas…
Las promesas ahí están, semillas ahí están, pero para que esas semillas den fruto necesitamos en 1er lugar
sembrarlas… Si usted toma una semilla, la que sea, y en lugar de sembrarla la guarda ¿tiene alguna
posibilidad de dar fruto? No, esa semilla no tiene ninguna posibilidad de dar fruto, ya que para que de fruto
necesita ser sembrada, si solamente la ve y la guarda no pasa nada, para que pase algo con la semilla hay que
sembrarla, para que pase algo con las promesas de Dios hay que sembrarlas no solo mirarlas, no solo
contemplarlas, no solo decir que son hermosas y deseables, hay que sembrarlas…

Hace algunos años, cuando comencé en el ministerio, Dios me permitió trabajar en una comunidad que se
llama Tancoyol, una comunidad muy pobre, dónde la gran mayoría de los hombres emigraban a USA a
buscar trabajo. Después de estar trabajando con ellos algunos meses, me di cuenta que la tierra era bastante
fértil, que lo que sembraran se daba. Entonces le pregunté a una de las personas del lugar que por qué en
lugar de irse a USA a trabajar, la gente mejor no sembraba y trabajaba la tierra. Ella me contestó que el
gobierno les daba cada año cierta cantidad de maíz para que lo sembraran, pero que la gente en lugar de
sembrarlo se lo comía o en su defecto lo vendía, de tal manera que los campos no eran trabajados y esa gente
seguía viviendo igual, sumergidos en la pobreza…

Nosotros necesitamos sembrar las promesas de Dios, de lo contrario nos pasará lo mismo que a esta gente,
permaneceremos sumergidos en la pobreza, permaneceremos sumergidos en la necesidad, permaneceremos
sumergidos en los problemas y conflictos de la vida… Así que lo 1º que necesitamos entender es que
necesitamos tú y yo sembrar la semilla, necesitamos tú y yo sembrar la Palabra, necesitamos sembrar las
promesas de Dios… Voltea y pregúntale al de al lado: “¿Qué has estado haciendo con la semilla?”…


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Lo 2º que nos enseña esta Palabra, además de que para poder cosechar primero hay que sembrar, es
que uno cosechará solo lo que sembró… Es decir, si la persona sembró maíz no puede esperar cosechar
trigo, cosechará maíz… si la persona sembró trigo no puede esperar cosechar arroz, cosechará trigo… si la
persona sembró arroz no puede esperar cosechar fríjol, cosechará arroz… Porque esta Escritura nos dice que
“todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”… De manera que la cosecha se encuentra
relacionada con lo que sembré, no se puede cosechar lo que no se sembró… Mire como nos lo sigue
explicando el Señor a través del apóstol Pablo…

Gá 6.8 Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el
Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.

Él nos dice que el que siembra para la carne, segará para la carne… y el que siembra para el Espíritu segará
para el Espíritu… Usted y yo podemos sembrar lo que queramos, usted y yo tenemos libertad para sembrar lo
que queramos, pero debemos saber y ser concientes de que lo que sembremos eso será lo que cosecharemos,
debemos ser concientes y saber que aquello que sembremos eso mismo recogeremos... ¿Qué quiero decir con
esto? Quiero decir que podemos sembrar la buena semilla, quiero decir que podemos sembrar las palabras de
Dios, quiero decir que podemos sembrar las promesas de Dios y de esta manera recoger bendición de sus
frutos, recoger sanidad si sembré la palabra de sanidad, recoger prosperidad si sembré la promesa o semilla
de prosperidad, recoger paz si sembré la semilla de la paz… Pero también podemos -si así lo queremos-
sembrar la mala semilla y de la misma manera recogeremos sus frutos que no son bendición sino maldición,
podemos sembrar la mala semilla y cosechar maldiciones en lugar de bendiciones, ya que todo lo que
sembremos segaremos…

Así que si yo tomo las promesas de Dios y las siembro segaré el fruto de estas promesas, pero si yo en lugar
de tomar las promesas de Dios tomo semillas de incredulidad, semillas de odio, semillas de rencor, semillas
de desconfianza, semillas de celos, también recogeré de sus frutos, también segaré odio, segaré incredulidad,
segaré rencores, segaré falta de fe, desconfianza… Recuerde que “todo lo que el hombre sembrare, eso
también segará”… Pero con una pequeña diferencia, segaré o recogeré multiplicado. Porque usted no
siembra un grano y cosecha un grano, usted no siembra un grano de maíz y cosecha un grano de maíz, sino
que cosecha cuando menos una mazorca que contiene mucho más que un grano… Pues de la misma manera
le sucederá con lo que siembre en su vida, si siembra las promesas de Dios esas promesas serán cosechadas
por montones, serán cosechadas multiplicadas, serán cosechadas en abundancia en su vida (100 x 1 cuando
menos)… Así que voltea y pregúntale a quién tienes al lado: “¿Qué estás sembrando?”…

Pero esta 2ª enseñanza no solo se refiere a la calidad de la semilla que se siembre, sino que también se
refiere a la cantidad… Si siembro poco, poco cosecharé, pero si siembro mucho, mucho es también lo que
segaré. No puedo esperar cosechar mucho si sembré poco y viceversa, no puedo esperar recoger poco si
sembré mucho…

2Co 9.6 Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra
generosamente, generosamente también segará.

Si son pocas las promesas que he sembrado, si son pocas las semillas de la Palabra que he sembrado en mi
vida no puedo esperar cosechar muchas bendiciones… Si son muchas las promesas que he sembrado, si son
muchas las semillas que he sembrado tampoco puedo esperar cosechar pocas bendiciones, sino muchas…
Hay gente, hay hermanos que quieres cosechar muchas bendiciones, hay cristianos que quieren recoger
muchas bendiciones, tener vidas muy bendecidas, pero quieren vidas muy bendecidas y han sembrado poco,
quieren tener vidas que sobreabunden en bendiciones pero es poco lo que han sembrado… No se equivoque,
para recibir mucha bendición hay que sembrar muchas semillas, para recibir muchas bendiciones hay que
sembrar muchas promesas de Dios en nuestras vidas. La cosecha se hace en proporción a lo que se sembró,
no a lo que se quiso sembrar, aquí las intenciones no cuentan, se siembra se cosecha, no se siembra no se
cosecha, se siembra poco… poco se cosecha, se siembra mucho… mucho se cosecha…

Pero de la misma manera funciona con la mala semilla… De tal manera que tenga cuidado con lo que
siembra en su vida, tenga cuidado con lo que siembra en su vida porque éstas mismas leyes funcionan para la
mala semilla… Así que lo que coseche dependerá de la cantidad de semilla que siembre, recuerde: Se


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siembra se cosecha, no se siembra no se cosecha, se siembra poco… poco se cosecha, se siembra mucho…
mucho se cosecha… Así que pregúntale al de al lado: “¿Cuánto has sembrado?”…

Dios nos ha dado un sinnúmero de promesas, pero todas ellas son semillas que necesitan ser sembradas en
nuestras vidas, todas ellas son promesas que se necesitan sembrar en nuestras vidas y corazones de lo
contrario nunca las alcanzaremos… ¿Ahora comprende? ¿Ahora entiende por qué hay promesas que aún no
recibe? ¿Cómo puede recibir una promesa que no ha sido sembrada en su vida? ¿Cómo quiere recibir
sanidad, si nunca ha sembrado la promesa de sanidad en su vida? ¿Cómo quiere recibir fortaleza en el
tiempo de la dificultad, si nunca ha sembrado la semilla de la fortaleza que Cristo nos da? ¿Cómo quiere
recibir prosperidad, si nunca ha sembrado la semilla, la promesa de la prosperidad en su vida?

Anteriormente se nos había mal enseñado que las promesas de Dios eran para nosotros y que para obtenerlas
sólo debíamos reclamarlas… Pero ¿Cuánto tiempo llevas reclamándole a Dios sus promesas y no has
recibido nada? Y es porque ¿Cómo puedes reclamarle a Dios que te de algo que ya te dio, pero que no has
sembrado en tu vida?... Vas y le reclamas a Dios que te de tu sanidad, que Su Palabra dice que por las
heridas, que por las llagas de nuestro Señor Jesucristo hemos sido sanados. Y es cierto, esa promesa es tuya,
pero Dios te la ha dado no solo para que la reclames como tuya, sino que te la ha dado para que la siembres
en tu vida, de tal manera que cuando te encuentres enfermo tengas a la mano la sanidad…

Lo que sucede es que tú quieres el fruto, pero no la semilla… Tú quieres el fruto de la sanidad, pero no la
semilla de la sanidad… Pero no se puede, ¡entiéndelo!, no se puede tener el fruto si primero no se siembra la
semilla. Para tener el fruto antes hay que sembrar la semilla… Dios nos ha dado cientos de semillas en Su
Palabra, semillas que han estado ahí esperando el ser sembradas en tu vida, semillas que están ahí esperando
que las siembres en ti. No es cuestión de reclamar y exigir, es cuestión de sembrar y cosechar.

Muy bien pastor. Pero ¿Cómo se siembra? ¿Cómo es que se siembran las promesas en mi vida? ¿Cómo es
que se siembra la Palabra en mi vida? ¿Cómo es que se siembra?... Esa es una pregunta que te responderé la
próxima semana… El día de hoy solo quiero que te quede bien claro que para alcanzar las promesas de Dios:
Primero deben sembrarse… Segundo, no se puede cosechar lo que no se sembró… Tercero, la cosecha
se encuentra en proporción a lo que se siembra: Se siembra poco… poco se cosecha, se siembra
mucho… mucho se cosecha…

2Co 1.20 porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la
gloria de Dios




Gn 1.29 Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y
todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer.

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego
constante. También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada y
grita con todas sus fuerzas: "¡Crece!"... Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo
trasforma en no apto para impacientes: Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.
Durante los primeros meses no sucede nada apreciable.

En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador
inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en
un período de sólo seis semanas, la planta de bambú crece ¡más de 30 metros!... ¿Tardó sólo seis semanas en
crecer? No. La verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.

Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema
de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años... En la actualidad,
en la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, personas
que desean, por ejemplo, que las promesas de Dios desciendan antes que inmediatamente, personas que no


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han entendido que antes de ver una promesa hecha realidad es necesario que al igual que el bambú ésta sea
sembrada y que no puedes pararte en frente de ella a gritarle: “¡Crece!”… O a reclamarle para que te de sus
frutos de manera inmediata, o a reclamarle que por qué no se ha desarrollado y por qué no te da sus frutos de
manera automática e instantánea…

Si el día de hoy decidiéramos cada uno de nosotros el dedicarnos al campo, si decidiéramos dedicarnos a
sembrar el campo. Yo te pregunto: ¿Sería tan simple como tomar la decisión e irnos de inmediato a
sembrar? Claro que no, necesitaríamos que primero nos enseñaran ha hacerlo, necesitaríamos que alguien
nos enseñe las diferentes técnicas, abonos, formas de preparar la tierra para poder depositar la semilla… Pues
de la misma manera nos sucede con las promesas… El día de hoy aprenderemos cómo es que se siembran las
promesas de Dios en nuestra vida.

El Señor en el principio le dio al hombre semilla para que se sustentara, pero esto no quería decir que se
comería la semilla, sino que sembraría la semilla y de esta manera comería de sus frutos… Pues de la misma
manera lo ha hecho con nosotros. Él nos ha dado la semilla de Su Palabra, la semilla de Sus promesas para
que éstas sean sembradas y de esta manera el hombre viera sustentadas todas sus necesidades al comer de sus
frutos… Si deseamos ver esas bendiciones que en ocasiones nos han parecido inalcanzables hechas una
realidad, debemos aprender a sembrarlas en nuestras vidas, para que de esta manera podamos sustentar
nuestras necesidades a través de ellas…

1. Lo primero que necesitamos para sembrar las promesas es entenderlas… Para poder sembrar una
promesa en tu vida lo primero que necesitas es entender la promesa, de lo contrario jamás, escúchalo bien,
jamás podrás sembrarla en tu vida… Y cuando digo entender la promesa no me estoy refiriendo a que debas
entender cómo es que se cumple o cumplirá la promesa en tu vida, no. Porque de ser así jamás podrías
sembrar. Porque ¿quién puede entender cómo es que hace las cosas el Señor? Si sus pensamientos son más
altos que los míos. Sino que a lo que me refiero es que debes entender lo que Dios desea darte a través de esa
promesa…

Algo que me llama mucho la atención cuando voy a la Palabra, es ver que el Señor Jesús en más de una
ocasión cuando está enseñando les dice: “El que tenga oídos para oír, que oiga”… ¿Cómo que el que tenga
oídos para oír? ¿Acaso será que está enseñando a un grupo de sordos o discapacitados? No, lo que en
realidad el Señor les está diciendo es que el que tenga la capacidad de entender que entienda. Porque
ciertamente todos lo oían, pero no todos lo entendían… Y lo mismo nos sucede con Sus promesas, es muy
probable que muchos oigan las promesas, pero ¿cuántos de los que las oyen verdaderamente las entienden?...
Hay mucha gente que oye la Palabra, pero no todos los que la oyen la entienden… En nuestros servicios
quizás haya personas que oigan lo que se predica, pero ¿cuántos entienden a cabalidad lo que Dios desea
enseñarles?... Hay muchos que salen con una bendición tremenda, mientras otros salen con total indiferencia
ante lo que se predicó ¿en qué radica la diferencia? La diferencia radica en que mientras unos entendieron la
Palabra otros simplemente la oyeron pero no la entendieron… Otro ejemplo de esto lo tenemos en la iglesia
Católica Romana, ¿cuántas veces han leído los sacerdotes lo que la Palabra habla con respecto a los ídolos?
Muchas, entonces ¿por qué no quitan sus imágenes? No las quitan porque aunque han leído, no han
entendido… De manera que aunque han leído la Palabra de Dios, ésta Palabra ha quedado sin fruto porque no
la han entendido… Ésta Palabra que está viva se muere en sus vidas porque les faltó entendimiento…
Veámoslo ahora a través de un ejemplo en la Escritura…

Hch 9.1-7 1Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote,
2
  y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este
Camino, los trajese presos a Jerusalén. 3Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco,
repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; 4y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues? 5El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura
cosa te es dar coces contra el aguijón. 6El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el
Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. 7Y los hombres que iban con Saulo
se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie.

Pablo en ese entonces se encontraba persiguiendo a la Iglesia, pero mientras se dirigía a Damasco tuvo un
encuentro personal con el Cristo resucitado y ascendido. Nos dice que vino un luz sobre él más intensa que la
luz del sol y que de en medio de la luz escuchó un voz… Ahora la pregunta a respondernos es: ¿Todos vieron
y oyeron la voz, o solamente Pablo? ¿Por qué si todos vieron y oyeron, entonces por qué solo se convirtió

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Pablo y no todos los demás? Fíjese en el v. 7, ahí nos dice que los que iban con Pablo oyeron. Entonces si
oyeron ¿por qué no se convirtieron?... La respuesta la tenemos en un pasaje paralelo dónde pablo está dando
testimonio de este hecho y nos amplía la información…

Hch 22.9 Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz
del que hablaba conmigo.

Aquí Pablo nos dice que no solo oyeron, sino que también vieron, pero que no se convirtieron porque aunque
vieron y oyeron ellos no entendieron… Ellos vieron la luz, oyeron la voz, pero no entendieron lo que la voz
dijo por lo tanto no pudieron recibir la Palabra y en consecuencia no se convirtieron… Es como si usted viaja
a otro país y no conoce el idioma. Usted ve a las personas, usted las oye, pero como no entiende lo que
hablan, sus palabras no tienen sentido. Ellos podrían estarle dando el mensaje más revelador de parte de Dios,
pero si usted no los entiende lo mismo da que le estén bendiciendo que maldiciendo, no entiende, no hay
fruto de lo que le digan… Pues de la misma manera les sucedió a los que iban con Pablo, vieron y oyeron,
pero como no entendieron no se convirtieron…

Y de la misma manera nos sucede a nosotros si no entendemos las promesas de Dios. Esas promesas quedan
sin fruto. Esas promesas que no entendemos jamás podrán hacerse realidad en nuestras vidas, ¿por qué?
Porque no las entendimos y fueron semillas que se quedaron sin fruto… Así que lo primero que se necesita
para sembrar una promesa de Dios en nuestra vida es entenderla… Diga conmigo: “Entenderla”…

2. Lo segundo que necesitamos es creerla… Porque es probable que haya personas que entiendan la
Palabra, personas que entiendan la o las promesas, pero que simplemente no las crean. Cuando una persona
no cree la Palabra o las promesas simplemente no se pueden sembrar en su vida gracias a su incredulidad.
Esa incredulidad mata la semilla, esa incredulidad mata la promesa, esa incredulidad es lo que detiene la
mano de Dios para bendecir y manifestar Su poder…

He 4.2 Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les
aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron.

¿Qué es lo que hace que la Palabra, que el mensaje de Dios no sea aprovechado en nuestras vidas, que el
mensaje o la Palabra queden sin fruto? ¿Qué es? La incredulidad… La incredulidad es la asesina de las
promesas de Dios… La incredulidad es lo que hace que no recibamos las bendiciones de Dios sobre nuestras
vidas… El mismo Señor Jesús se vio limitado en su ministerio gracias a la incredulidad…
Mt 13.58 Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos.
¿Qué fue lo que impidió que el Señor hiciera milagros y sanidades en ese lugar? ¿El diablo, algún demonio
acaso? No, fue la incredulidad… La incredulidad impidió que la mano de Dios se extendiera y sanara,
liberara y manifestara Su poder y Su gloria en ese lugar… Y es esa misma incredulidad lo que hace que las
promesas de Dios no se siembren en nuestras vidas… Es esa incredulidad la que hace que esa promesa no se
realice, no se haga realidad en la persona… Hay muchos que han creído en Jesús como su Señor y Salvador,
pero no han creído en el como su Sanador por ejemplo, hermanos y hermanas que están enfermos y que
cuando les decimos que Dios les puede y quiere sanar pero que es necesario que siembren en sus vidas esa
promesa de sanidad, ellos responden: “Está bien hermano, lo importante no es que sane…”. ¿Cómo que lo
importante no es que sane? Pues si están bien enfermos… ¿Cómo que no es importante que sanen? Y
aunque Dios desea sanar a esas personas ¿Qué es lo que impide que esa sanidad llegue? Exacto, la falta de
fe, la incredulidad, el no creer en las promesas de Dios… Es por eso que la Escritura nos dice que las
promesas de Dios en Él son “si” y son “amén”, para que creamos en ellas… para que nos aferremos a
ellas… para que una vez que las hemos entendido, también las creamos y de esta manera empecemos con ese
proceso de siembra de las promesas en nuestras vidas… Así que lo segundo que necesitamos para sembrar
una promesa de Dios en nuestras vidas es creerla… Diga conmigo: “Creerla”…

3. Lo tercero que necesitamos es confesarla… Una vez que hemos entendido la promesa, una vez que
hemos creído en la promesa, ahora es importante confesar la promesa… No debemos quedarnos en el hecho
de creerla, sino que debemos ir más allá y confesarla… Esto obedece a lo que hemos aprendido desde el
principio, cuando llegamos al Señor y se nos enseñó que ciertamente para recibir salvación y vida eterna
debíamos creer en el Señor, pero que además debíamos confesarle con nuestra boca…


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Ro 10.9-10 9que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le
levantó de los muertos, serás salvo. 10Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se
confiesa para salvación.
¿Qué fue lo que hicimos para recibir salvación y vida eterna? Después de creer –en lo profundo de nuestro
corazón- en el Señor, lo confesamos con nuestra boca. ¿Por qué? Porque con el corazón se cree para
justicia… Cuando tú y yo creemos en nuestro corazón en las promesas de Dios, cuando hemos creído en esas
promesas desde el lo más profundo de nuestro ser, esas promesas son por justicia, por la justicia de Dios
nuestras, son por la justicia de Dios de nosotros… Pero con la boca confesamos para salvación… Cuando
confesamos esas promesas las traemos a la realidad de nuestras vidas, esa confesión hace que esas promesas
terminen siendo una realidad en nuestras vidas…

Así que después de creerlas hay que constantemente estarlas confesando sobre nuestras vidas… Debemos
estarlas confesando diciéndole al Señor: “Gracias Señor porque yo sé que mi Redentor vive y que no solo es
mi Redentor, sino que también eres mi Sanador, tú eres el que me sana, porque por las heridas, por las
llagas de Jesús en la cruz lo has hecho, gracias Señor, confieso que tu sanidad viene sobre mí, confieso que
mis dolencias y mis enfermedades ya no están más en mí, que soy libre de toda enfermedad y dolencia”… Y
de la misma manera confesar la promesa de provisión, confesar la promesa de protección, la promesa de paz,
la promesa de ayuda y todas las promesas que el Señor nos haya dado, que nosotros nos hayamos apropiado y
sobre todo creído…

Pastor, pero si esto es así ¿Por qué por más que repito y repito no pasa nada? ¿Por más que confieso y
confieso nada sucede? Es muy sencillo, tal vez sea porque yo necesito confesar lo que he creído, pero hay
mucha gente que confiesa y confiesa, pero solo está confesando más no lo ha creído primero en su corazón,
está confesando pero lo que confiesa no lo ha primero creído en su corazón, es gente que solo confiesa, pero
que no se encuentra convencida de lo que está confesando… El Señor nos pide que confesemos, pero que
confesemos lo que hemos creído, de lo contrario nada sucede… Así que en tercer lugar necesitamos confesar
esas promesas para que queden sembradas… Diga conmigo: “Confesar”…

4. Lo cuarto que necesitamos es obedecer… La obediencia no puede ni debe quedarse fuera en el proceso
de la siembra de las promesas, una vez que hemos entendido, creído y estamos confesando, necesitamos ser
obedientes, necesitamos obedecer a la Palabra, necesitamos obedecer a las condiciones de las que en
ocasiones vienen acompañadas las promesas… No todas las promesas son incondicionales, sino que hay
algunas que vienen condicionadas a nuestras vidas, de manera que necesito obedecer para tener la promesa…

La obediencia es lo que le dice a Dios que verdaderamente he creído. Si yo no obedezco a la Palabra es
porque aunque diga que creo en ella en realidad no he creído… Yo puedo decirle a Dios que le creo, pero al
desobedecer le estoy diciendo que en realidad no he creído… Y en las promesas sucede de la misma manera,
necesito entender… sí, necesito creer… sí, necesito confesar… sí, pero también necesito obedecer…
Veámoslo a través de un ejemplo de la Palabra…

Mal 3.10 Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice
Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición
hasta que sobreabunde.

¿Cuántos de nosotros hemos entendido que Dios desea derramar bendición y prosperidad sobre nuestras
vidas?... ¿Cuántos de nosotros creemos que realmente Dios desea bendecirnos?... ¿Cuántos de nosotros
somos capaces de confesar esa promesa de bendición sobre nuestras vidas?... ¿Pero que pasa si yo entiendo,
creo y confieso, pero no obedezco y no diezmo? ¿Recibo la promesa de bendición? ¿Realmente recibo esa
bendición? No, ¿pero por qué no? Pero si la entendí, pero si la creí y hasta la confesé… Sí, pero te faltó
obedecerla… Y aunque la hayas entendido, y aunque la hayas creído y la hayas confesado, si no la obedeces
no la verás hecha una realidad en tu vida…

Veamos ahora el ejemplo de la salvación. Pero antes de analizarlo pensemos en lo siguiente: ¿La salvación
es una realidad recibida o una promesa esperada?... Es las dos cosas, pero primero la recibimos en nuestras
vidas como una promesa, esa salvación que hemos recibido primero la sembramos en nuestra vida como se
siembra cualquier promesa…


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1. Lo primero que hicimos fue entenderla… Lo primero que hicimos fue entender la obra de Cristo,
entender a qué vino el Señor, reconocer que Su obra fue hecha por mí y para mí, así que lo primero que
sucedió en nuestras vidas fue que entendimos la promesa de salvación…

2. Lo segundo que hicimos fue creerla… Una vez que entendimos que Cristo murió por nosotros, entonces
lo que hicimos fue creer en Él… Lo segundo que hicimos fue creer que Él nos da salvación y vida eterna y no
nuestras obras… Fue creer en la obra redentora por Él realizada en la cruz del Calvario, así que lo segundo
que sucedió en nuestras vidas fue que creímos la promesa de salvación…

3. Lo tercero que hicimos fue confesarla… Una vez que creímos en Jesucristo como nuestro Señor y
Salvador lo que hicimos fue confesarlo, fue confesar con nuestra boca lo que ya habíamos creído en nuestros
corazones, así que lo tercero que sucedió en nuestras vidas fue que confesamos la promesa de salvación…

4. Lo cuarto que hicimos fue obedecer… La obediencia que manifestamos para recibir en nuestras vidas la
promesa de salvación se realizó durante el mismo proceso… ¿Qué quiero decir con eso? Que en el momento
en el que yo creí y confesé a Jesucristo como mi Señor y Salvador, en ese momento yo estaba a la vez
obedeciendo a la voluntad de Dios…

2P 3.9 El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para
con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.

¿Cuál es la voluntad de Dios? Que ninguno se pierda, sino que aceptemos a Jesucristo como nuestro Señor y
Salvador, Jn 3.16 nos lo dice: “Porque de tal manera amó al mundo, que dio a Su Hijo, para que todo el que
en Él crea no se pierda más tenga vida eterna”… Jn 1.12 nos lo confirma al decirnos que: “A los que le
recibieron y a los que creen en su Nombre les dio potestad de ser hecho hijos de Dios”… Así que recibí la
promesa de salvación al: Entender la promesa… Creer en la promesa… Confesar la promesa… Y Obedecer a
la promesa… Y de la misma manera se siembran todas las promesas de Dios y de igual manera se reciben…




Lc 8.4-8 4Juntándose una gran multitud, y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por parábola: 5El
sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue
hollada, y las aves del cielo la comieron. 6Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no
tenía humedad. 7Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la
ahogaron. 8Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas,
decía a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga.

De la misma manera que el sembrador debe tener cuidado de su campo una vez que lo ha sembrado, nosotros
debemos tener cuidado de la semilla, de las promesas que sembremos en nuestras vidas… El sembrador debe
cuidar las semillas, debe cuidarlas de las aves que pudieran venir a querer comer lo que él ya sembró, debe
tener cuidado de que se encuentren regadas, debe cuidarlas de la mala hierba que pudiera crecer a su
alrededor… El día de hoy el Señor nos enseñará y prevendrá de los peligros que pudieran acechar la siembra
de sus promesas en nuestras vidas, con el objetivo de que produzcan en nosotros fruto y mucho fruto…

1. La primera advertencia la tenemos en el v. 5, dónde se nos previene de las aves que pudieran venir a
querer robar la preciosa semilla de la Palabra y las promesas de Dios…

Lc 8.5, 12 5El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al
camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron… 12Y los de junto al camino son los que oyen, y
luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven.


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El Señor nos explica que el primer enemigo que enfrenta la promesa es ser robada por el diablo. El enemigo
ha venido a eso, ha venido a “robar” la Palabra, ha venido a intentar robar las promesas que hemos
entendido y creído, él ha venido a robar las bendiciones que Dios tiene preparadas para nosotros…

¿Cómo lo hace? ¿Cómo es que intenta robarnos la bendición? El intenta robar la semilla que hemos plantado
atacando principalmente nuestra mente, él viene a nuestras vidas lanzando dardos de fuego, dardos de
incredulidad a nuestras mentes… Es cuando tú has creído la promesa y estás confesándola, estás tratando de
obedecer y de pronto tu mente es atacada con pensamientos que intentan hacerte desistir de seguir creyendo
que esa promesa vendrá a instalarse en tu vida… Es cuando en tu mente el enemigo comienza a decirte:
“¿Apoco crees que eso es verdad?”… “¿Cómo sabes que verdaderamente eso que esperas llegará?”…
“¿Cómo es que puedes creer en eso?”… “¿No que Dios ya te sanó? Mírate todavía estás enfermo”… “¿No
que Dios te iba a prosperar, ya viste como tus deudas siguen?”… “¿No que Dios iba a restaurar a tu
familia? Tu esposo cada día está peor, tus hijos cada día están peor”… “¿Dónde está Dios?”… “¿Dónde
están Sus promesas?”…

Y esos ataques se intensifican más y más conforme el tiempo vaya pasando y no recibes lo que esperas... Es
entonces cuando vienen a ti pensamientos que buscan desalentarte, pensamientos que buscan desanimarte,
pensamientos que empiezan a cuestionarte si verdaderamente Dios cumplirá lo que te ha prometido… Lo que
el diablo desea es precisamente eso, desalentarte, desanimarte, que tu fe decaiga, que tu fe caiga y de esta
manera la promesa no llegue… El quiere robar esa semilla, robar esa bendición, robar esa promesa para que
tú no recibas bendición…

¿Qué debemos hacer? Debemos afirmarnos en lo que hemos creído sin mirar lo que estamos atravesando…
Debemos afirmarnos más y más en Su Palabra y en Sus promesas… Debemos recordar que otros estuvieron
en situaciones similares a la que nosotros estamos pasando, pero ellos a pesar de lo que veían se mantuvieron
“como viendo al Invisible” y recibieron lo que esperaban… Debemos recordar que hombres como Abraham
tuvieron que esperar 25 años para ver lo que les había Dios prometido hecho una realidad… Debemos
recordar que hombres como Job a pesar de pasar por momentos difíciles esperaron en el Señor y confesaron
que Su Redentor vivía y que era poderoso para levantarlos incluso de las cenizas si era necesario… Debemos
recordar que hombres como Moisés tuvieron que caminar durante 40 años en el desierto para ver y recibir la
tierra prometida… Dios cumple lo que promete… Dios cumple lo que te ha prometido... Sus promesas en él
son “si” y en Él son “amén”… Tal vez tarde un poco, tal vez no las recibas cuando quieres, pero debes estar
seguro que las recibirás cuando verdaderamente las necesites… Ese es el momento de levantarte y seguir
creyendo, ese es el momento de levantarte y seguir adelante, ese es el momento de confiar en las promesas y
más aún en el que Promete… Tu confianza no está puesta en un hombre, tu confianza no ha sido depositada
en un hombre, tu depósito se encuentra seguro porque lo has hecho en Dios, tu depósito se encuentra seguro
porque has confiado en el único digno de toda confianza, Dios…

No dejes que el diablo robe tu semilla... No dejes que el diablo robe tu bendición... No dejes que el diablo
robe tu promesa… No dejes que el diablo te desanime… No dejes que el diablo se aproveche de tus
circunstancias… Mayor es en el que has creído… Mayor es el que está contigo... Mayor es el que te levanta...
Mayor es el que te sustenta… Mayor es Dios quién cumplirá lo que te ha prometido, Su Palabra dice…
Lc 21.33 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Confía en Él... La tierra pasará... Los montes pasarán... Los cielos pasarán... Pero Sus promesas dadas a tu
vida no pasarán... Esas se cumplirán... Esas las verás… En ellas te regocijarás y las disfrutarás… Cuando el
enemigo venga a tu vida a querer poner pensamientos negativos, repréndelo en el Nombre del Señor…
Cuando venga el diablo a tu vida a querer decirte que Dios no cumplirá, repréndelo y no permitas que robe tu
semilla… Proclama tus promesas... Confiesa tus promesas, hazlo cada vez más fuerte… Así lo hizo con Eva
en el Edén, vino a robar su bendición y Eva lo dejó, él le dijo que Dios era mentiroso que lo que le había
dicho que sucedería era mentira y Eva cayó y Adán cayó y su bendición fue robada…

2. La segunda advertencia la tenemos en el v. 6, dónde la semilla se perdió por el calor, dónde la semilla se
perdió porque se le descuidó y quedó seca…




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Lc 8.6, 13 6Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad… 13Los de sobre
la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por
algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan.

El Señor nos dice que éstos son los que reciben la Palabra con gozo, son los que reciben las promesas de Dios
con gozo, pero entonces viene la prueba, entonces viene la dificultad y se desaniman, vienen los problemas y
desfallecen, vienen las situaciones difíciles y se desalientan, se “desinflan” por los problemas y las
dificultades y dejan de creer. Se desaniman y dejan de creer en esas promesas.

Hermano y hermana no te desanimes las pruebas tienen que venir, los problemas tiene que venir, el mismo
Señor nos lo advirtió, Él nos dijo que en el mundo, que mientras estuviéramos en este mundo tendríamos que
pasar por aflicciones, tendríamos que pasar por problemas, pero que no temiéramos, pero que no nos
desanimáramos, que Él había ya vencido al mundo, que Él había ya vencido tu problema, que Él había ya
vencido tu dificultad... Que confiaras en Él, que confiaras en Él, que no enfrentabas solo o sola esas
dificultades, porque Él está de tu lado, porque Él está contigo, porque Él tiene cuidado de tu vida... No
permitas que tu semilla se seque por el calor de la prueba… No permitas que tu semilla se seque por el calor
de las circunstancias difíciles, confía en Jehová… Confía en el Señor y en el poder de Su fuerza… Recuerda
lo que nos dice el Salmo 23…

Sal 23 1Jehová es mi pastor; nada me faltará. 2En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a
aguas de reposo me pastoreará. 3Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su
nombre.4Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;
Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.5Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis
angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. 6Ciertamente el bien y la
misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días.

No dice que no pasarás por pruebas, no dice que no pasarás por dificultades, dice que cuando pases por ellas
no temas porque Él está contigo… Dice que Su vara, Su callado, estarán contigo… Dice que incluso en
presencia de los que te angustian, en presencia de los que te roban tu paz, en medio de esas circunstancias
adversas y difíciles por las que atraviesas Él aderezará mesa para ti, Él te sustentará en medio de la prueba...
Él te sustentara en medio de la aflicción... No dejes que tu semilla se pierda, no dejes que tu semilla se seque,
no dejes que esas promesas en las que has creído se te vayan de las manos por la prueba…
Israel salió de Egipto por una promesa, Dios le prometió una tierra dónde fluye leche y miel… Israel caminó
por el desierto por una promesa durante 40 años... Israel enfrentó enemigos por una promesa... Israel soportó
el calor intenso del día por una promesa... Israel caminó parado en una promesa durante 40 años... E Israel
recibió finalmente lo que Dios le había prometido… Levántate en medio de tu prueba... Levántate en medio
de tu dificultad y párate en las promesas de Dios... Párate en las promesas de Dios y no permitas que la
prueba robe tu bendición... Pasa la prueba... Pasa la prueba aprobado... Job le dijo a su mujer: “Acaso solo
recibiremos lo bueno de Dios con agrado y no también lo malo”… Dios está contigo, resiste y recibirás la
bendición prometida... Resiste y recibirás lo que Él te ha prometido…

3. La tercera advertencia la tenemos en v. 7, dónde se nos advierte que la semilla se perdió porque fue
ahogada por lo que se dejó que creciera junto a ella, dónde la semilla se ahogó gracias a la mala hierba que se
dejó crecer a su alrededor…

Lc 8.7, 14 7Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron…
14
   La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las
riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.

El Señor nos dice que éstos son los que oyen las promesas, pero luego se van y son los afanes de este mundo,
la vanagloria de la vida, los placeres y las riquezas de este mundo son las que ahogan las promesas… Son los
que vienen y escuchan la Palabra, escuchan las promesas y luego cuando salen de aquí salen para seguirse
afanando en su trabajo, salen para seguirse afanando por el dinero, salen para seguirse afanando por los
deleites que este mundo ofrece y se olvidan de la Palabra, se olvidan de las promesas, se olvidan de esas
promesas que Dios les ha hecho… Son los que dicen: “Está bien pastor pero mejor luego, primero deje que
me compre una casa, primero deje que cambie mi guardarropa, primero deje que disfrute de la vida y hay
cuando esté viejito hablamos”…

                                                                                                              18
Son los que siguiendo la corriente de este siglo se apartan de la Palabra, se apartan de las promesas de Dios
para seguir sus propios instintos, tan solo para darse cuenta después que han caído, para darse cuenta después
que se han equivocado, después que algo malo les ha sucedido que nunca debieron dejar la Palabra y las
promesas… Son aquellos que desean todas las cosas que este mundo ofrece, aquello que aún no apartan al
mundo de sus corazones, aquellos que aún no circuncidan sus corazones para seguir a la Verdad y confiar en
Su Palabra y en Sus promesas… No dejes, no permitas que el mundo te robe tu semilla… No permitas que el
mundo, que la música, que los reventones, que el dinero, que los placeres te roben tu bendición... Toma en
cuenta que todo eso por lo que estás en este momento dando la vida pasará… Todo eso por lo que estás
dando en este momento la vida se acabará… Pero que Su Palabra y Sus promesas y Sus bendiciones no
pasarán esas permanecerán, esas perdurarán, esas se quedarán instaladas en tu vida para siempre, esas te
acompañarán aún cuando partieres de este mundo, ellas te seguirán…

4. Y en cuarto lugar en el v. 8, no nos da una advertencia sino una promesa que afectará a todas las demás
promesas, nos habla de la cantidad de fruto, de la cantidad de bendiciones que vendrán sobre nuestra vida…

Lc 8.8, 15 8Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas,
decía a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga… 15Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que
con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.

El Señor nos dice que la cosecha es segura y abundante… Esto nos habla de la cantidad de bendición que nos
espera que cada una de las promesas que plantemos dé en nuestra vida… Cada semilla, cada promesa será
multiplicada en nuestras vidas, nos dará más de lo que pensamos... Eso es algo que no puedo imaginar... Eso
es algo que no cabe en mi cabeza... Dios bendiciéndonos 100 veces más de lo que lo ha hecho hasta ahora.
Dándonos 100 veces más bendiciones, derramando sus bendiciones sobre nosotros, abriendo las ventanas de
los cielos y dejándonos ver Su gloria por medio de ellas. Dios guarde la hora en que podamos ver sus
promesas cumpliéndose sobre nosotros. Perseveremos hasta el fin, no nos desanimemos, cuidemos las
semillas que han sido plantadas en nuestras vidas. Cuidemos las promesas que han sido plantadas en nuestras
vidas y preparémonos para recibir esas ricas y abundantes bendiciones sobre nuestras vidas…

                       ///El Señor nos dice que esa cosecha es segura y abundante///




Sgo 5.7 Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el
precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía.

Juanito cuando regresó de la escuela le pidió a su mamá que le ayudara, ya que la maestra les había
encargado que tomaran la semilla de fríjol y en un frasco con algodón y un poco de agua la depositaran, ya
que en esa semana aprenderían cómo se lleva a cabo el proceso de la germinación de las semillas… Así lo
hicieron, buscaron un frasco pequeño, tomaron un pedacillo de algodón, le pusieron un poco de agua y
depositaron el pequeño frijolito… Al día siguiente Juanito regresó de la escuela y corriendo fue a ver que
había pasado con el frijolito que había dejado en el frasco, lo tomó y vio que no había pasado nada, se
encontraba tal y como el día anterior lo habían dejado… Entonces un poco desconcertado regresó a la cocina
dónde se encontraba su mamá y le dijo: “Mami, yo creo que algo hicimos mal ayer o ese fríjol no sirve,
porque no ha pasado nada con él”… Su mamá sonrió y le explicó a Juanito que el proceso de germinación
de la semilla es un proceso lento, que no era posible sembrarlo hoy y cosecharlo el día de mañana, que tenía
que ser paciente y esperar…

A muchos de nosotros nos pasa lo que a Juanito, deseamos sembrar hoy y ya estar cosechando mañana. Pero
al igual que Juanito necesitamos entender que el proceso de germinación de cualquier semilla es algo que
lleva algo de tiempo, quizás no se necesite el mismo tiempo para que germine una semilla de maíz que una de
fríjol, pero lo que es un hecho es que ninguna de las dos da fruto y cosecha al otro día… En relación con
algunas de las promesas que Dios nos a dado sucede lo mismo, esas promesas que hemos sembrado el día de


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hoy en nuestras vidas en muchas ocasiones tardan un poco en brindarnos sus frutos y se hace necesario, como
nos lo dice la Escritura, que echemos mano de la paciencia…

Esta Palabra nos dice que el labrador espera pacientemente la lluvia temprana, que es la lluvia que prepara la
tierra para ser sembrada, para ser cultivada… Y que con la misma paciencia, una vez que ya ha sembrado,
espera también la lluvia tardía, que es la lluvia que sirve para madurar el fruto justo antes de la cosecha… De
manera que el labrador necesita de la paciencia para desempeñar su trabajo, para desempeñar su labor… Ya
que si se desespera e intenta cosechar antes de tiempo, esa cosecha no servirá de nada, ya que el fruto no se
encuentra listo, no se encuentra preparado para ser cortado, arrancado o cosechado y de nada habría servido
el haberlo sembrado… Si no espera el tiempo suficiente la cosecha completa se perderá… La misma vida nos
enseña esto. Cuando se engendra vida en el vientre de una mujer, no se engendra hoy y se da el nacimiento de
ese nuevo ser mañana. Sino que tiene que pasar por un periodo aproximado de 9 meses -41 semanas- para
observar ese nacimiento. Durante todo ese tiempo la pareja necesita esperar pacientemente…

Nosotros como cristianos necesitamos aprender y ejercitarnos en esta virtud, la paciencia. Ya que muchos de
nosotros deseamos cosechar antes de tiempo las promesas que Dios nos ha dado y que hemos sembrado en
nuestras vidas, el problema de así quererlo hacer es que podemos con nuestra impaciencia modificar la
perfecta voluntad de Dios para nuestras vidas, o pasar por una amarga y dura experiencia al hacerlo…

¿Qué pasa si deseamos cosechar antes de tiempo? Corremos el riesgo de perder lo que hayamos sembrado.
Esto es lo que le ocurrió a Saúl quién fue el primer rey que tuvo la nación de Israel… La Palabra nos dice que
Saúl se encontraba en Gilgal a punto de enfrentar en batalla a los filisteos, todo se encontraba listo para la
pelea, pero la orden de Dios había sido que tenían que esperar a que Samuel llegara hasta ese lugar y
ofreciera el holocausto y las ofrendas de paz al Señor. Saúl esperó conforme al plazo de siete días que el
Señor les había dado. Pero Saúl se desesperó y él mismo –tomando un lugar y responsabilidad que no le
correspondía- ofreció los sacrificios a Dios…

1Sm 13.10-14 10Y cuando él acababa de ofrecer el holocausto, he aquí Samuel que venía; y Saúl salió a
recibirle, para saludarle. 11Entonces Samuel dijo: ¿Qué has hecho? Y Saúl respondió: Porque vi que el
pueblo se me desertaba, y que tú no venías dentro del plazo señalado, y que los filisteos estaban reunidos
en Micmas, 12me dije: Ahora descenderán los filisteos contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de
Jehová. Me esforcé, pues, y ofrecí holocausto. 13Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no
guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera
confirmado tu reino sobre Israel para siempre. 14Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha
buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su
pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó.

¿Qué fue lo que le pasó a Saúl por querer cosechar antes de tiempo? ¿Qué fue lo que le pasó a este rey por
no saber esperar? Dios dictaminó que su reino no sería duradero, Dios dictaminó que él no sería rey por
mucho tiempo, que otro ocuparía su lugar, un hombre conforme al corazón de Dios, un hombre que atendiera
a las órdenes y mandatos del Señor, un hombre que supiera esperar en Él…

¿Qué fue lo que perdió Saúl? Perdió la bendición que tenía, perdió la bendición de ser rey y todo lo que esto
implicaba… Muchas de las promesas que Dios nos ha dado y que hemos plantado en nuestras vidas podrían
perderse por no saber esperar, podrían perderse por no perseverar con paciencia en lo que Dios nos ha
mandado hacer… En el caso del rey Saúl, Dios le había mandado esperar a que Samuel ofreciera el sacrificio,
Saúl debía perseverar en esperar y no lo hizo… En las promesas que Dios nos ha dado debemos aprender a
perseverar en lo que Dios nos ha mandado hacer mientras éstas se cumplen, debemos aprender a perseverar
en obedecer a Dios mientras llega el tiempo de la cosecha, mientras llega el tiempo de recibir la bendición de
la promesa que hemos sembrado…

Ejemplo de ello lo tenemos en la bendición de prosperidad que Dios desea que todos nosotros tengamos.
¿Mientras esa prosperidad llega que debemos hacer? Debemos seguir trabajando, debemos ser sabios
administrando con sabiduría lo que Dios ha puesto en nuestras manos, pero también debemos perseverar en el
diezmar y ofrendar fielmente ya que es el medio que Dios utilizará para prosperarnos… Pero ¿Qué pasaría si
yo comienzo a diezmar y ofrendar y al cabo de un tiempo, al ver que la bendición no viene a mi vida en el
tiempo que así lo deseo, dejo de hacerlo? ¿Llegará a mi vida esa prosperidad o se perderá? Se perderá de la

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misma manera que Saúl perdió la bendición que tenía, todo por no perseverar pacientemente en lo que Dios
le había mandado hacer, todo por no perseverar en cumplir con lo que Dios había determinado… Y de la
misma manera nos sucederá a nosotros, perderemos la bendición que Dios tiene para nosotros por no
perseverar…

Y de igual manera nos sucede con la bendición de recibir de parte de Dios la paz que sobrepasa todo
entendimiento. Le pedimos a Dios que nos de paz, que nos dé de Su paz. Pero ¿Qué debemos hacer mientras
ésta llaga? ¿Qué debemos hacer mientras ésta se hace una realidad en nuestras vidas? Debemos perseverar
en la oración, debemos seguir orando, debemos seguir clamando delante de Su presencia hasta que llegue,
debemos perseverar no solo en la oración sino que también debemos perseverar en el llenarnos del
conocimiento de Dios, en el conocimiento de Su Palabra, de tal manera que nuestra fe crezca, de tal manera
que nuestra fe se desarrolle y nuestra confianza en Dios se fortalezca, buscando que el fruto de la promesa se
dé en nuestras vidas… Pero ¿Qué sucede si yo oro a Dios pidiéndole que me dé Su paz y luego me olvido de
seguir orando y me olvido de seguir llenándome del conocimiento de Él? ¿Recibiré algún día esa paz que
tanto anhelo? No, el fruto de la promesa jamás se dará en mi vida porque no perseveré…

Y es que normalmente tenemos problemas, serios problemas cuando se trata de esperar a que el tiempo de la
ciega llegue, cuando se trata de esperar a que el tiempo de la cosecha llegue. La desesperación nos invade, la
paciencia se nos agota cuando las cosas no suceden en el tiempo en el que nosotros juzgamos que deberían
suceder. Es cuando comenzamos a pensar que tal vez nunca recibiremos lo que hemos pedido, es cuando
comenzamos a pensar que tal vez nunca recibiremos lo que hemos sembrado, que el tiempo de la cosecha
jamás llegará… Y en ocasiones hasta llegamos a buscar algunas otras alternativas para provocar que
recibamos ¡ya! lo que estamos esperando, buscamos alternativas intentando “ayudarle” a Dios a cumplir con
Sus promesas, cómo si Dios necesitara que le ayudáramos… Ejemplo de ello lo tenemos con Abraham…

Abraham había recibido, de parte de Dios, la promesa de ser la semilla a través de la cuál surgiría toda una
nación, Israel. Pero había un pequeño detalle, su mujer era estéril y él tenía 75 años y su mujer 65… Sin
embargo sabiendo Abraham que para Dios nada es imposible y que Él es quién abre y cierra la matriz esto no
estorbó el hecho de que tomara la promesa y la plantara en su vida, tomara la promesa y la plantara en su
corazón… Así pasaron los años y la promesa de Dios no llegaba, la promesa de Dios no se cumplía, su mujer
seguía sin darle un hijo y ambos comenzaban a hacerse cada vez más viejos…

Después de esperar por 10 años Sara le sugirió a Abraham que tal vez había entendido mal la promesa, que
quizás Dios no le daría hijos por medio de ella sino por medio de su sierva Agar, que se llegara a ella y así el
hijo que le diera sería como si fuera suyo… ¿Cuántas veces no nos ha sucedido esto a nosotros? Qué estamos
esperando a que Dios cumpla con Sus promesas, pero al ver que el tiempo pasa y nada pasa comenzamos a
pensar que tal vez no le entendimos a Dios, o que le entendimos mal y comenzamos a buscar que esa
promesa se haga realidad por otro medio… Comenzamos a pensar que tal vez la prosperidad no vendrá a
nuestras vidas como Dios quiere, sino que necesitamos hacer una que otra “tranza” para que esto suceda…
Comenzamos a pensar que no es que Dios va a cambiar a nuestro esposo o nuestra esposa, sino que nosotros
somos los que tenemos que cambiar de esposo o de esposa… Esto fue lo que le pasó a Abraham y a Sara, de
tal manera que Abraham tuvo relaciones con Agar y de esa relación nació Ismael… Tiempo después Dios se
le apareció a Abraham. Y cuando se le apareció le dijo que ciertamente su mujer Sara, la estéril, la vieja, la
que ya ni siquiera reglaba, le daría a luz el hijo que Él le había prometido…

Gn 17.19 Respondió Dios: Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac;
y confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendientes después de él.

¿Te puedes imaginar la cara de Abraham al oír las palabras de Dios? Abraham creía que esa promesa ya era
una realidad a través de Ismael, pero Dios le dice que no, que ese hijo no vendría de su sierva, sino de su
mujer y que le llamaría Isaac… Abraham trató de ayudarle a Dios. Abraham trató de resolver lo de la
promesa de Dios a su manera, bajo sus propios medios, bajo sus propios recursos y capacidad y se
equivocó… Y lo mismo nos sucede a nosotros cuando deseamos ayudarle a Dios a cumplir Sus promesas.
Nos equivocamos cuando deseamos ayudarle a Dios. “Mira Señor como ya te tardaste en darme mi pareja,
mi compañero o compañera, que te parece si nos casamos con “Pedrito” o “Juanita”, si cierto Señor no te
conoce, si cierto Señor no solo es impío sino que también le gusta el trago, si cierto Señor se afana tras los


                                                                                                             21
deseos del mundo, pero que tal si nos casamos con él o ella y luego Tú la conviertes” cuando sabemos que la
voluntad de Dios es que nos casemos en Su tiempo y con un hombre o una mujer que sean temerosos de Él…

Abraham trató de ayudarle a Dios y se equivocó. Después nació efectivamente Isaac y ahí fue dónde
Abraham comenzó a pagar las consecuencias de su error. Sara y Agar no se llevaban bien. Ismael e Isaac
tampoco. Peleaban todo el tiempo, se hacían la vida imposible unos a otros. Se la pasaban quejándose unos
de otros con Abraham. Hasta que Abraham toma la decisión de despedir, de correr a Agar con todo y su
hijo... Te imaginas el dolor que debió experimentar Abraham de verse separado de Ismael para siempre, sin
embargo eso era lo correcto… “Y luego te preguntas por qué “Juanita” o “Pedrito” te dejó”, si desde un
principio jamás debiste haberte casado con él o ella, si desde un principio eso jamás debió haber sucedido…

Abraham pagó las consecuencias de Su error, error que pagó él y sus generaciones ya que este ha sido un
conflicto que hasta nuestros días a perdurado, Israel sigue pelando con Ismael hasta el día de hoy, Israel sigue
pelando con Irán, Irak y naciones árabes que son descendientes de Ismael… Ciertamente recibió la promesa,
pero debemos nosotros aprender de sus errores, debemos aprender a esperar a que el tiempo de la cosecha
llegue a nuestras vidas, debemos esperar a que el tiempo en el tiempo de Dios se cumpla en nuestras vidas…
Recuerda Dios nunca llega tarde, Sus promesas se cumplirán en nuestras vidas en Su tiempo no en el nuestro,
Sus promesas serán una realidad en el tiempo que Dios ya ha determinado para que sucedan, no antes, ni
después, sino en el tiempo justo y preciso en que deben ocurrir…

¿Qué debemos hacer mientras esperamos? El Señor nos lo muestra a través de la vida de Elías. La nación de
Israel llevaba 3 años sin ver lluvia, 3 años de sequía había azotado a la nación de Israel y Dios había
dispuesto que no volviera a llover sino hasta que Elías orara y mandara que lloviese de nuevo… Un día Elías
se encuentra con Acab, que era el rey de Israel, y le pide que se fuera a su palacio antes de que la lluvia
cayera… Después de 3 años sin llover parecería una petición absurda, parecería una locura, sin embargo el
profeta se metió a orar y…

1R 18.41-46 41Entonces Elías dijo a Acab: Sube, come y bebe; porque una lluvia grande se oye. 42Acab
subió a comer y a beber. Y Elías subió a la cumbre del Carmelo, y postrándose en tierra, puso su rostro
entre las rodillas. 43Y dijo a su criado: Sube ahora, y mira hacia el mar. Y él subió, y miró, y dijo: No hay
nada. Y él le volvió a decir: Vuelve siete veces. 44A la séptima vez dijo: Yo veo una pequeña nube como la
palma de la mano de un hombre, que sube del mar. Y él dijo: Ve, y di a Acab: Unce tu carro y desciende,
para que la lluvia no te ataje. 45Y aconteció, estando en esto, que los cielos se oscurecieron con nubes y
viento, y hubo una gran lluvia. Y subiendo Acab, vino a Jezreel. 46Y la mano de Jehová estuvo sobre Elías,
el cual ciñó sus lomos, y corrió delante de Acab hasta llegar a Jezreel.

¿Cuánto tiempo estuvo orando Elías? Elías estuvo orando hasta que la respuesta de Dios vino a su vida. Elías
estuvo orando hasta que el tiempo de recibir la promesa de que volvería a llover se cumplió. Elías estuvo
orando y perseverando en la oración hasta que recibió lo que Dios había prometido que sucedería… De la
misma manera sucede con nosotros, necesitamos orar y perseverar hasta que Dios envíe la promesa sobre
nuestras vidas, debemos perseverar hasta ver la mano de Dios moviéndose con poder para contestar lo que
estamos esperando, debemos perseverar en oración hasta ver la mano de Dios trayendo sobre nuestras vidas
sus promesas…

Sgo 5.17-18 17Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que
no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. 18Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la
tierra produjo su fruto.

Esperar la cosecha de las promesas de Dios no es fácil. Es un periodo a través del cuál Dios nos estará
probando para ver si verdaderamente hemos confiado y estamos esperando en Él. Es un periodo en el que
seremos asaltados por ataques y tentaciones que querrán hacernos desistir de esperar a que el fruto de la
semilla se encuentre listo para que lo recibamos, será un tiempo en el que la desesperación y la duda querrán
hacernos desistir de mirar las promesas de Dios cumplirse en nosotros… Pero de la misma manera que el
labrador espera pacientemente la lluvia temprana y la tardía, nosotros debemos aprender a perseverar
pacientemente a que Dios envíe sus promesas sobre nosotros…




                                                                                                               22
Sgo 5.7 Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el
precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía.




Lc 8.8 Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas,
decía a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga.

En cierta ocasión, un reportero le preguntó a un agricultor si podía divulgar el secreto de su maíz, que ganaba
el concurso al mejor producto, año tras año. El agricultor confesó que se debía a que compartía su
semilla con los vecinos.
- "¿Por qué comparte su mejor semilla de maíz con sus vecinos, si usted también entra al mismo concurso
año tras año?" preguntó el reportero.
-"Verá usted, señor," dijo el agricultor. "El viento lleva el polen del maíz maduro, de un sembrío a otro. Si
mis vecinos cultivaran un maíz de calidad inferior, la polinización cruzada degradaría constantemente la
calidad del mío. Si voy a sembrar buen maíz, debo ayudar a que mi vecino también lo haga".

Al igual que este agricultor nosotros deberíamos estar dispuestos a hacer lo que fuera necesario para asegurar
el que tengamos la mejor cosecha… A este hombre no le importa compartir su maíz con tal de tener él el
mejor maíz que se pueda producir… El Señor Jesús nos dejó por escrito lo que debemos hacer para cuidar la
siembra de las promesas que Él nos ha dado, como ya vimos existen peligros de los que debemos cuidar lo
que hemos sembrado, el Señor nos dejó algunos principios a seguir para cuidar esa siembra. Principios que si
seguimos cuidadosamente nos garantizarán una cosecha segura y abundante…

                                                                                                            23
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Alcanzando las promesas

  • 1. Las promesas de Dios siempre han estado ahí al alcance de todo aquel que se atreva a creerlas y a apropiárselas. Pero si así es ¿Por qué no todos gozan de ellas? ¿Por qué pareciera que solo unos cuántos las alcanzan, mientras los demás deben conformarse con tan solo mirarlas de lejos? A través de este estudio Dios nos permitirá descubrir cómo alcanzar las promesas de Dios, para que dejen de ser una promesa para convertirse en una realidad en nuestras vidas… 2Co 1.20 NVI 1
  • 2. 1. Un Dios de promesas ……………………………………….. 1 2. Un Dios empeñado en bendecirnos ……………………………………….. 4 3. Sembrando las promesas ……………………………………….. 8 4. ¿Cómo sembrar las promesas? ……………………………………….. 11 5. Peligros de la siembra ……………………………………….. 15 6. Esperando la cosecha ……………………………………….. 18 7. Cosecha segura y abundante ……………………………………….. 22 8. Alcanzando la Promesa ……………………………………….. 26 2Co 1.20 NVI 1R 8.56 Bendito sea Jehová, que ha dado paz a su pueblo Israel, conforme a todo lo que él había dicho; ninguna palabra de todas sus promesas que expresó por Moisés su siervo, ha faltado. Juanito se fue a la escuela como todos los días, pero antes de partir su papá le dijo que pasaría por él a recogerlo a las 2 en punto, así que se pusieron de acuerdo para verse justo en la entrada principal de la escuela… Parecía ser un día como cualquier otro, pero a media mañana todo el poblado fue sorprendido por un fuerte terremoto, las sirenas comenzaron a sonar, la gente comenzó a correr por las calles, algunos coches perdieron el control y chocaron, el metro dejó de funcionar, en cuestión de minutos la ciudad quedó devastada, edificios derrumbados, casas destruidas, escuelas hundidas en los escombros, se oían sirenas de ambulancias y bomberos por todas partes, la gente comenzó a ayudar en las labores de rescate, removiendo escombros y sacando a la gente que había quedado atrapada entre ellos… Juanito y sus amigos habían quedado atrapados en su salón de clases, ya que su escuela como muchas otras se había derrumbado, ellos 2
  • 3. solo podían escuchar a lo lejos las sirenas de las ambulancias y los bomberos, pasaron algunas horas y ellos seguían atrapados en aquel lugar… Después de un muy buen rato ellos comenzaron a oír voces, así que comenzaron a gritar con la esperanza de ser escuchados, de pronto los escombros que los tenían atrapados comenzaron a moverse y apareció entre una nube de polvo el papá de Juanito… Juanito lo vio y pegó un grito de alegría, ¡Papá, papá, aquí estoy sabía que vendrías! –gritaba el niño- cuando su padre le extendió la mano para sacarlo él le dijo: “No papá, primero mis amigos, al cabo yo sé que tú no me dejarás aquí pase lo que pase, porque tú siempre cumples lo que prometes, por eso es que yo sabía que vendrías”… Juanito tenía puesta su esperanza en la promesa que su padre le había hecho de que pasaría por él a la escuela. Y fue esa promesa la que lo mantuvo durante todo el tiempo que se encontró atrapado entre los escombros, él no sabía si los papás de los demás niños irían a rescatarlos, pero lo que sí sabía era que el suyo sí lo haría. Él no sabía si los papás de los demás cumplían o no lo que prometían, pero lo que sí sabía era que el suyo siempre cumplía lo que prometía. Y fue esa certeza, fue esa seguridad lo que lo mantuvo a flote durante el desastre… Tal vez a muchos de nosotros se nos ha olvidado que al igual que Juanito tenemos un Padre que siempre cumple Sus promesas. Tal vez se nos ha olvidado que no tenemos un Dios que nos de falsas esperanzas, sino que tenemos un Dios que siempre cumple lo que dice y más lo que promete. Esta Escritura nos dice que “ninguna de todas sus promesas ha faltado”. Es decir, tenemos un Dios que cumple con lo que promete… Y es que estamos tan acostumbrados a que las promesas sean solo eso, promesas, que no creemos que Dios si cumpla lo que promete. Hoy en día la gente, las personas hacen promesas que no cumplen… Los novios las hacen delante de un altar y poniendo a Dios y a sus invitados de testigos de las promesas que se hacen y al cabo de algún tiempo por desgracia solo fueron eso, promesas, porque terminan faltándose al respeto cuando se prometieron respetarse hasta la muerte, terminan dejando de amarse aún cuando se juraron amor eterno, y finalmente terminan dejándose aún cuando juraron que eso pasaría solo que se murieran… El marido infiel que le promete a su esposa que no volverá a suceder, tan solo para ver esa promesa romperse cuando pasa la siguiente falda… El alcohólico que promete que ni una copa más, solo para ver esa promesa rota al llevar la siguiente copa a su boca… El padre que le promete a su familia que ahora sí pasará más tiempo con ella, solo para romper esa promesa gracias a la cantidad de trabajo que tiene… ¡Promesas! ¡Promesas! Promesas que se convierten en palabras que son llevadas por el viento… Voltea y pregúntale al de al lado: “¿Has hecho alguna promesa que no has cumplido?”... Tal vez esta es la razón por la que nos cuesta tanto trabajo creer en las promesas de Dios. Estamos tan acostumbrados a las promesas incumplidas que ya ni siquiera esperamos que Dios cumpla con las suyas. Miramos Sus promesas y nos conformamos con el hecho de contemplarlas desde lejos sin la esperanza de verlas algún día hechas una realidad en nuestras vidas… Pero estamos equivocados, ciertamente el hombre suele, por desgracia, no cumplir lo que promete, pero Dios a diferencia del hombre sí cumple lo que promete, Dios no es un Dios que mienta o que dé a sus hijos falsas esperanzas, sino que tenemos un Dios que cumple lo que ha prometido… Nm 23.19 Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará? El Señor no es hombre para que mienta, Él no se arrepiente como lo hace el hombre, lo que Dios dijo que haría lo hará… No importa que sea lo que haya prometido, no importa lo difícil que nos parezca que sea lo que Él haya prometido, debemos tener la certeza, debemos tener la seguridad de que ciertamente cumplirá lo que prometió, porque Él no miente, porque Él no se arrepiente, porque Él es poderoso, Él es lo suficientemente poderoso como para cumplir lo que ha prometido… Ro 4.21 nos dice que Él es lo suficientemente poderoso como para cumplir lo que ha prometido… Ro 4.20-21 20Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, 21plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; ¿Dios te ha prometido algo? ¿Hay alguna promesa de Dios en la que estás esperando? Tal vez Dios te ha prometido que te va a sanar, pues no importa lo que los médicos digan, no importa cómo te sientas, no importa que sea lo que estás viendo, si Dios te ha prometido que te sanará, entonces puedes estar seguro que así lo hará, porque Él es poderoso como para cumplir lo que promete… Quizás Dios te prometió que tu 3
  • 4. familia será restaurada, pues no importa en qué condiciones se encuentre en este momento, no importa los muchos problemas que en ella haya, espera en Él, porque ciertísimamente que Él cumplirá, porque Él es poderoso para cumplir lo que ha prometido… A lo mejor Dios te ha prometido que te va a prosperar, pues si Dios te lo ha prometido espera en Él, si Dios te lo ha prometido entonces puedes estar seguro que así será, porque Dios es lo suficientemente poderoso como para cumplir lo que promete… La misma Palabra nos dice que todas las promesas de Dios en Él son “sí” y en Él son “amén”… 2Co 1.20 porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir lo que dice, que todas las promesas de Dios, que todas las promesas que Dios nos ha dado a través y por medio de Su Palabra en el son “sí” y en él son “amén”, es decir éstas son promesas que se cumplirán, éstas son promesas que definitivamente Dios va ha cumplir, éstas son promesas que veremos hechas una realidad en nuestras vidas, porque Dios lo ha dicho Dios lo hará… Así que voltea con el de al lado y dile: “Dios va ha cumplir lo que te ha prometido”… Cuando echamos un vistazo al AT, nos damos cuenta que todo lo que Dios les prometió lo cumplió… Dios les prometió que los liberaría de la cautividad de Egipto y Dios cumplió, Dios cumplió al sacarlos de la esclavitud que sufrían en manos de esa nación usando a Moisés para hacerlo al enviar las plagas que devastaron a esa nación… Dios les prometió que estaría con ellos en su paso por el desierto, que los guardaría y protegería y Dios cumplió, Dios cumplió al seguirlos por medio de una columna de nube y fuego todos los días que estuvieron en el desierto, Dios cumplió al alimentarlos todos los años de su peregrinación, Dios cumplió al librarlos de la mano de sus enemigos… Dios les prometió que les daría una tierra dónde fluye leche y miel, una tierra fértil dónde ellos prosperarían y Dios cumplió, Dios cumplió al entregar en sus manos la tierra de Cannán, Dios cumplió al entregar a los moradores de esa tierra en sus manos, Dios cumplió al llevarlos de victoria en victoria y de triunfo en triunfo en cada batalla por mano de Josué… ¡Dios cumplió! ¡Dios cumplió cada una de sus promesas! Y es ese mismo Dios el que hoy en día sigue cumpliendo Sus promesas. Es ese mismo Dios el que sigue cumpliendo Sus palabras. Es ese mismo Dios el que sigue validando Su Palabra y haciendo que cada promesa se haga una realidad en nuestras vidas… Tú y yo necesitamos correr a las promesas de Dios. Tú y yo necesitamos correr a las promesas de Dios y tomarnos de ellas. Tú y yo necesitamos conocer esas promesas que para nosotros fueron escritas y pararnos sobre ellas. Necesitamos pararnos sobre ellas con la confianza de quién es quién las dio. Dios tiene promesas tremendas para nosotros. Dios tiene promesas poderosas para nosotros. Dios tiene promesas hermosas que desea hacer una realidad en nuestras vidas. Pero para que esto suceda lo primero que necesitamos es conocerlas, lo primero que necesitamos es conocer esas promesas. Lo primero que necesitamos es conocer las promesas y al Dios de esas promesas. Tenemos un Dios de promesas. Tenemos un Dios de promesas que están por cumplirse en nuestras vidas. Voltea con quién tienes al lado y pregúntale: “¿Conoces las promesas que Dios tiene para ti?”... 2P 1.3-4ª Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, 4por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, Esta Escritura nos dice que Dios nos ha dado preciosas y grandísimas promesas. Es decir, no son grandes Sus promesas, son grandísimas, mucho más grandes, gloriosas y hermosas de lo que nosotros podemos pensar o siquiera imaginar… Dios tiene para nosotros promesas que van desde nuestra salud, pasando por nuestros hogares y llegando hasta nuestra economía… Promesas para todo tiempo, promesas para toda ocasión, promesas para cualquier situación que enfrentemos, promesas que Él ha dejado escritas para que las conozcamos. Promesas que Él ha dejado escritas para que las escudriñemos. Promesas que Él ha dejado escritas para que confiemos en Él a través de ellas. Promesas para cuando estamos atravesando por tiempos de aflicción, por momentos de desesperación y angustia… Sal 34.19-20 19 Muchas son las aflicciones del justo, Pero de todas ellas le librará Jehová. 20El guarda todos sus huesos; Ni uno de ellos será quebrantado. 4
  • 5. Promesas para aquellos que se sienten desamparados… Sal 37.25 Joven fui, y he envejecido, Y no he visto justo desamparado, Ni su descendencia que mendigue pan. Promesas para aquellos que se encuentran enfermos, afligidos en la carne por la enfermedad… Ex 15.26 y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador. Promesas para aquellos que se encuentran en peligros… Is 43.2-3ª 2Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. 3Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador; Promesas para aquellos que se encuentran tristes… Sal 126.2-3 2Entonces nuestra boca se llenará de risa, Y nuestra lengua de alabanza; Entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos. 3Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; Estaremos alegres. Promesas para aquellos que son humildes… Lc 14.11 Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido. Promesas para los que piden en medio de su necesidad… Mt 7.7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Promesas para todos aquellos que son generosos… Pr 11.25 El alma generosa será prosperada; Y el que saciare, él también será saciado. Y así podríamos estar citando y citando promesas y promesas que el Señor nuestro Dios nos ha dado. Promesas que él ha dejado escritas para que a través de ellas confiemos en Él. Promesas que ciertamente Dios cumplirá en nuestras vidas. Promesas que no fueron dejadas tan solo para ser conocidas y observadas, sino para ser vividas y hechas una realidad en nuestras vidas. Promesas que nos han sido dejadas por un Dios de promesas que cumple lo que promete… La Palabra de Dios en el Salmo 106:24 dice: Pero aborrecieron la tierra deseable; no creyeron en su Palabra. ¿No crees irónico que la Biblia diga que aborrecieron lo deseable? ¿En qué quedamos, es aborrecible o es deseable? ¿Es bueno o malo? Alguien definitivamente está equivocado, ¿Quién será, el que lo esta aborreciendo o el que lo está deseando? Aquí hay una contradicción ¿Por qué aborrecen lo deseable? Te puede parecer difícil de creer pero hay gente que aborrece lo bueno, y hay gente que aborrece la bendición de Dios. Existen personas a las que les dices que Dios las puede sanar y responden: “A bueno... pero la verdad no es lo importante”. ¿Cómo que no es importante? ¿Qué no quieres ser sano? No aborrezcas lo que Dios desea. 5
  • 6. Dios desea prosperarte y bendecirte como lo deseó para este pueblo; pero el pueblo aborreció lo deseable y no creyeron en Su Palabra… Es decir que quien calificó a la tierra como deseable no fue el hombre, sino Dios. El pueblo de Israel, en medio de su esclavitud en Egipto sólo clamó por la situación que estaba viviendo pero no sabían que pedir, sólo que reclamar... Reclamaban en su angustia la situación en que vivían pero no sabían para donde salir, sólo sabían que donde estaban era malo y que lo que estaban viviendo no era bueno, no les gustaba... Dios oyó el clamor. Él sabe que es lo que necesitas más que tú. Entonces dijo: Los voy a llevar a una tierra donde fluye leche y miel, a una tierra de bendición, a la tierra de la promesa; pero ellos la aborrecieron. ¿Por qué la iban a aborrecer si ellos mismos trajeron las uvas cuando regresaron los espías y ellos mismos declararon que la tierra era buena? Entonces, si así fue ¿Por qué la aborrecieron?... La aborrecieron por el precio que tenían que pagar para conquistarla. Dejó de ser deseable cuando se enteraron, cuando supieron que había que pagar el precio de la conquista por ella. Dicen por ahí que regalado hasta el monumento a la Revolución… Y así le pasó a Israel, en tanto que el Señor no les hablara de compromiso, no les hablara de esforzarse, no les hablara de entrega, sacrificio, negarse a sí mismos, todo estaba bien; pero en el momento en que el Señor les dijo que esa tierra sería suya porque Él se las daba pero que tenían que conquistarla, entonces se rompió el encanto, entonces aquello que era deseable dejó de serlo… Tú no puedes aborrecer lo que Dios te promete sólo porque tienes que hacer algo para alcanzarlo, ¿no lo crees?… Cuando menos así debería de ser, pero pensándolo bien… no es esa la razón por la que dices que ya te cansaste de luchar, de pelear, que ya estás hasta el límite, hasta el gorro, hasta el copete. Y no es porque la tierra sea mala, sino porque tú ya te cansaste de luchar por ella. No es porque las bendiciones sean malas, sino porque ya te cansaste de luchar por ellas… La Biblia dice que ellos aborrecieron la tierra deseable... Ahora bien, ¿si fue Dios el que dijo que la tierra era deseable? Porque fue Dios quién lo dijo… ¿Quién deseaba más? ¿Era la gente la que deseaba llegar ahí o era Dios el que deseaba que sus hijos pudieran llegar ahí? ¿Quién desea más bendecir o ser bendecido; tú que quieres ser bendecido o Dios desea bendecirte por encima de tu deseo? ¿Quién tiene más ganas de verte mejor cada día, tú o Dios? Definitivamente Dios, Él quiere verte mejor… El Señor más que los Israelitas deseaba ver bendecido a Su pueblo, deseaba mirar a Su pueblo caminando y viviendo bajo bendición… El problema se produce cuando la gente menosprecia o aborrece la bendición porque para ella quizá no sea tan importante. Pero, pregúntale a Dios si para Él no es importante… Pregúntale a Dios si para Él no es importante bendecirte… Pregúntale si para Él no es importante sanarte… Pregúntale si para Él no es importante verte prosperado… Y descubrirás que para Él es más importante el bendecir, que en muchas ocasiones para ti el recibir esa bendición. Pero ¿Por qué te quiere ver bien Dios? ¿Por qué te quiere bendecir Dios? En primer lugar porque te ama, te ama como el Padre ama al Hijo y así como todo padre desea lo mejor para sus hijos de la misma manera Dios desea lo mejor para ti... Pero en segundo lugar lo hace porque Él quiere testimonios de Su bondad y Su misericordia. Él quiere que haya obras, Él quiere que haya casos de la vida que hablen bien de Él y no que la gente crea en Dios sólo por creer en Dios… Mira… Dios no se deja ver, esa es la razón por la que nosotros no tenemos una imagen de Dios que adorar, pero lo que Dios muestra son Sus obras y si tú no dejas que cumpla en ti lo que Él desea ¿Qué obra podemos mostrar de Dios? Es por eso que son tan importantes los testimonios que cada uno de nosotros tiene de la obra de Dios en nuestras vidas, esos testimonios testifican de la existencia de Dios entre otras cosas… Pero si tú dices: No quiero, para qué tanto, no lo necesito ¿Cómo es que se manifestará la existencia de Dios? No has pensado que Dios es quién desea bendecirte para poderle decir al resto del mundo: Así tengo Yo a los que me sirven. ¿Acaso el Señor Jesús no dijo: Si no creen a mis palabras, crean a mis obras? Tú eres una obra de Dios y debes avanzar en todo lo que haces, debes manifestar bendición en todo lo que emprendes para poder decir un día: Dios ha sido bueno conmigo y fiel. Todo lo que ven en mi, todo lo que miran, todo lo que tocan, todo lo que tengo se lo debo a Dios. Y la gente diga: ¡Wow, qué Dios! ¿Lo quieres tú también? Recuerda que Dios ya te ha bendecido con toda bendición espiritual y que Su deseo es que seas prosperado… Pero es posible que pienses que eso es seguir a Dios por interés… pero querido, todos siguen a Dios por un interés. La única diferencia que hay es una diferencia de intereses, ya que todos creen que su interés es el bueno y el del otro es malo. Es decir, si alguien viene y dice que esta quebrado, que no tiene dinero y que quiere salir adelante, que desea tener una fabrica y quiere tener 200 empleados; dicen que su interés es 6
  • 7. mezquino ¿Si o no?... Pero si le preguntas a otro porque viene, y te dice: Ah... Es que yo tengo cáncer y deseo que Dios me sane… Tú y muchos de los que están a tu alrededor justifican su interés y dicen que está bien ¿Si o no?... Pero ¿Por qué una cosa va ha ser más importante que la otra? ¿Sólo porque no te pasó a ti? Mira, si Dios va ha rechazar a alguien por lo que está pidiendo, deja que sea Dios quien lo rechace y no tú. ¿O tú le vas a contestar la oración? ¿De ti depende que Dios le conteste? Entonces, deja que Dios le diga que no y no tú. La Palabra continúa diciendo Salmo 106:25: Antes murmuraron en sus tiendas, y no oyeron la voz de Jehová. Antes murmuraron en las cafeterías, en alguna cena y hasta en alguna reunión de oración, murmuraron los laicos y los religiosos, murmuraron unos contra otros, diciendo: ¿Para qué desear eso? ¿Para qué queremos una iglesia más grande? ¿Para qué queremos alcanzar a más gente?... Pero si no somos tú o yo quienes estamos deseando esa tierra sino Dios. Es Él quien llamó deseable a esa tierra, los hombres ni siquiera sabían a donde ir, ellos habían pasado generaciones enteras metidos, encerrados, cautivos en Egipto. Ellos ni siquiera conocían a dónde iban, el único que sabía a donde los llevaba era Dios, pero no se dejaron llevar hasta ahí… A veces Dios te quiere llevar por un camino hacia el destino que tiene para ti, Dios te quiere guiar hacia una mayor bendición y el que no se deja eres tú. ¡Ya déjate! ¡Cambia tu manera de pensar! Abre tu mente a las Escrituras y te vas ha dar cuenta que tenemos un Dios de bendición y de exigencia. Y quizá muchos estén pensando: “Muy bien pastor ya me quedó claro que Dios es un Dios que se encuentra empeñado en bendecirme, que desea hacerlo porque me ama y porque además es un medio que Él utiliza para manifestarle Su presencia y existencia a todos aquellos que no le conocen… Pero ahora ¿Cómo le hago para tomar esa bendición?” Si regresamos al verso 24 nos daremos cuenta que lo primero que necesitamos es no aborrecer la bendición, sino desearla… Dile a la persona que tienes al lado: “Desea la bendición”… Tú y yo necesitamos en primer lugar desear la bendición que Dios tiene para nuestras vidas, necesitamos estar dispuestos a pagar el precio que sea necesario con tal de recibir esa bendición. Porque desear es estar dispuesto ha pagar el precio. No podemos desear y no estar dispuestos a pagar el precio. Dios nos quiere bendecir, pero ¿Tú deseas recibir esa bendición?... Porque quizás haya gente que no quiere recibir la bendición de Dios al igual que los Israelitas de este pasaje. Quizás haya quién no quiera lo que Dios tiene para su vida. Tal vez haya quién no quiera ser sanado por Dios de su enfermedad, o quién no quiera ser prosperado por Dios en su trabajo, o quién no quiera vivir bajo la paz y la gracia de Dios, o quién no desee ver a su familia, a su esposa y a sus hijos bendecidos… ¿Hay pastor como cree? Claro que lo creo porque lo veo. No se ha dado cuenta que hay personas a las que les encanta vivir rodeados de problemas. Personas a las que les gusta siempre estar metidas en mitotes, en problemas, en broncas. Hombres y mujeres que siempre se encuentran metidos en alguna dificultad… Incluso hay personas que viven tan contentos con su enfermedad que no desean por ejemplo el ser sanadas, ya se acostumbraron y además a través de ella –enfermedad- reciben la atención y el cuidado que necesitan. Esa es la razón por la que el Señor siempre les preguntaba a los enfermos que venían a Él: “¿Qué quieres que te haga?” Mt 20.29-34 29Al salir ellos de Jericó, le seguía una gran multitud. 30Y dos ciegos que estaban sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! 31Y la gente les reprendió para que callasen; pero ellos clamaban más, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! 32Y deteniéndose Jesús, los llamó, y les dijo: ¿Qué queréis que os haga? 33Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros ojos. 34Entonces Jesús, compadecido, les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista; y le siguieron. Así que el primer paso para recibir la bendición de Dios debe darse en tu alma, tú debes desear, anhelar, querer la bendición de Dios para tu vida. Pregúntale a quién tienes al lado: “¿Quieres la bendición de Dios en tu vida?” Lo segundo que necesitamos hacer para obtener la bendición de Dios sobre nuestras vidas no es solo desearla, algo que se desarrolla en el alma. Sino que ahora necesito: “Oír, creer y obedecer” a la Palabra de Dios… Diga conmigo: “Oír, creer y obedecer”… Esto es lo que nos dicen los versos 24 y 25… Éste es el precio a pagar para recibir la bendición, yo necesito oír las palabras de Dios, después necesito creer en las 7
  • 8. palabras de Dios y por último necesito obedecer a las palabras de Dios… Todo aquel que desee la bendición de Dios debe pasar por este pequeño proceso… Por ejemplo la persona que desea la bendición de Dios para su familia: Primero oye por la Palabra que Dios desea bendecir a su familia… Después cree que Dios desea bendecir a su familia… y por último obedece a los principios que Dios ha establecido para que su familia viva bendecida… Cuando deseamos la bendición de Dios en nuestra economía es lo mismo: Primero oímos por la Palabra que Dios desea bendecirnos económicamente a través del diezmo y la ofrenda… Después creo que Dios desea bendecirme económicamente por medio del diezmo y la ofrenda… y por último obedezco y pago mis diezmos y ofrendas y recibo mayor bendición sobre mi vida… Y de la misma manera funciona para recibir la bendición de Dios y ser sanado de mis enfermedades: Primero oigo por la Palabra que Cristo ya ha pagado el precio de mi sanidad… Después creo que Cristo desea bendecirme a través de mi sanidad… y por último obedezco y recibo por medio de la fe mi sanidad… Jn 9.1-7 1Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. 2Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? 3Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. 4Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. 5Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo. 6Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, 7y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo. Este pasaje ejemplifica perfectamente bien lo que hemos estado aprendiendo pues en el miramos cómo es que Dios deseaba bendecir al hombre que se encontraba enfermo, que el propósito de su sanidad era que el nombre de Dios fuera glorificado y por consiguiente fuera conocido… Pero vamos a concentrarnos en el hecho de lo que éste ciego tuvo que hacer para recibir esa bendición: Este hombre oyó la Palabra del Señor que le ordenaba ir al estanque a lavarse para recibir bendición… Después creyó a la orden que se le había dado… y por último obedeció al ir y lavarse y por consiguiente recibió su sanidad… ¿Qué hubiera pasado si oye la Palabra, cree en la Palabra pero no obedece a la Palabra? ¿Hubiera sanado? ¿Hubiera recibido la bendición que Dios deseaba darle? Sabemos que NO verdad… Así que pregúntale a la persona que tienes al lado: “¿Estás dispuesto a oír, creer y obedecer a la Palabra para recibir bendición?”… En el mundo hemos escuchado que la gente dice: “Ver para creer”, pero en el Señor es totalmente diferente: Aquí primero hay que “Creer para poder ver”. Y lo último que deseo enseñarte el día de hoy es que necesitamos estar preparados o ser aptos para recibir y administrar la bendición que Dios desea derramar sobre nuestras vidas… Lc 9.62 Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios. La gente que mira para atrás no es apta para el reino de Dios y por consiguiente tampoco lo es para recibir bendición. Es decir que una de las cualidades que Dios busca para que seas un discípulo y alguien bendecido es que no seas gente que está viendo para atrás. Dios continuamente nos está probando para ver si seguimos viendo, añorando lo que hemos dejado atrás... Para probarte te da el arado, y si tú estás arando viendo para atrás, vas ha torcer todo lo que está adelante… Dios tiene exámenes de aptitudes también. ¿Crees que sólo en la escuela te van hacer exámenes? La vida misma te los va hacer también… La pregunta es, ¿Eres apto para lo que deseas? ¿Eres apto para recibir y administrar la bendición que deseas recibir de parte de Dios?... Pregúntale a la persona que tienes al lado: “¿Eres apto para recibir la bendición de Dios?”… Porque por deseos y por sueños no paramos, pero ¿Somos aptos? ¿Será que calificamos?... Y es que debemos prepararnos para recibir y administrar la bendición. No podemos pensar que Dios nos va a bendecir si nosotros no estamos listos, preparados, si no somos aptos para administrar la bendición de Dios… La misma vida nos enseña esto. Cuando vamos a pedir trabajo no lo hacemos buscando el empleo que mejor pagado sea, sino que buscamos el empleo que cada uno de nosotros se encuentre preparado para desempeñar. 8
  • 9. Tal vez a mi me gustaría que me contrataran como abogado en un buffet de abogados, pero hay un pequeño problema, no soy apto para serlo… ¿Por qué? Porque no me preparé, no estudié para ser abogado… Y aunque desee la bendición que reciben los abogados, no puedo tenerla porque no me preparé para ser uno… Si yo deseo verdaderamente la bendición de Dios sobre mi vida, necesito prepararme para recibirla, necesito prepararme para administrarla, necesito prepararme para hacerla crecer en mi vida… Tal vez nos pasa que aún no recibimos la bendición que estamos esperando, no te preocupes ¡Prepárate! Prepárate para que suceda sobre tu vida… y no cometas el error de pensar que Dios no te quiere bendecir por el hecho de no darte la bendición cuando tú la quieres. Piensa que quizás no estás aún preparado… Mira… ¿Tú le darías a tu hijo de 7 años de edad la bendición de poseer un auto? Claro que no. Y no lo haces porque no lo quieras, sino porque aún no se encuentra preparado para administrar una bendición como esa… Pues de la misma manera lo hace Dios con nosotros, Él desea bendecirnos más de lo que nosotros deseamos recibir la bendición, Dios se ha empeñado en bendecirnos… Nosotros debemos desear y no rechazar la bendición de Dios en primer lugar… Después debemos oír, creer y obedecer las indicaciones de Dios, es decir actuar… y en tercer lugar tú y yo debemos prepararnos para recibir, administrar y hacer crecer la bendición en nuestras vidas… Y es que hay niveles de bendición para los que tenemos que calificar, y si no calificas no puedes pensar en estar ahí algún día. Si tu carácter es para el éxito de primera, el éxito va ha ser de primera… Si tu carácter es para el éxito de segunda, el éxito va ha ser de segunda… Si es de tercera, el éxito será de tercera… Claro que Dios desea bendecirte con una bendición de primera, pero la pregunta es ¿eres apto para el nivel de bendición que deseas? ¡Prepárate! Y recuerda que tenemos un Dios que se encuentra empeñado en bendecirnos… Gá 6.7 No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Un hombre, dueño de una hacienda, al partir les entregó a sus trabajadores semillas para que fueran sembradas en su ausencia… Les entregó semillas de todo tipo, semillas de maíz, de trigo, de sorgo, semillas de árboles frutales, semillas de flores e incluso de algunas legumbres… Los trabajadores las metieron en el granero y a pesar de estar a la vista de ellos se olvidaron de plantarlas. De tal manera que el tiempo de la siembra se pasó… Al llegar el tiempo de la siega, el Señor de la hacienda regresó para mirar la cosecha de todas las semillas que había dejado. Pero se encontró con la sorpresa de que no había siega ya que las semillas no se habían sembrado, pero no solo eso, sino que los trabajadores usaron esas semillas para comérselas y alimentar a los animales, y ahora no solo no había nada que segar sino que tampoco nada que sembrar… De manera que la hacienda se fue a la ruina… Pareciera que esta es la condición de muchas de nuestras iglesias. Tenemos muchas semillas, tenemos muchas promesas, tenemos muchas palabras, pero estas semillas no han sido sembradas, de tal manera que como no fueron sembradas tampoco hay nada que segar, y por si fuera poco no solo no hemos sembrado, sino 9
  • 10. que lo poco que tenemos nos lo hemos comido… Así que nos conformamos -muchos de nosotros- con soñar despiertos de lo que sería de nuestras vidas si tuviéramos los frutos de esas semillas en nuestras manos, nos conformamos con soñar lo que sería de nuestras vidas si tuviéramos ya las promesas de Dios, nos conformamos con imaginarnos lo que sería de nosotros si esas semillas, si esas promesas ya las hubiéramos recibido… Pero seamos realistas, ¿Puede alguien que no sembró recoger alguna clase de fruto? ¿Puede alguien que no sembró… segar? Todas aquellas personas que trabajan el campo saben que no se puede recoger lo que no se sembró, de manera que la persona que sale en el tiempo de la siega a recoger el trigo, es porque en el tiempo de la siembra sembró trigo… La persona que sale en el tiempo de la siega a recoger maíz, es porque en el tiempo de la siembra sembró maíz, si no ¡Para qué sale!... Esto es lo que en 1er lugar nos enseña esta Palabra. Nos dice que “todo lo que el hombre sembrare esto también segará”, de manera que si no sembró no hay nada que recoger, no hay nada que segar porque no sembró… Hay muchos cristianos que en el tiempo de la necesidad, que en el tiempo de la angustia, en el tiempo en el que están pasando por problemas, en el tiempo en el que necesitan del producto de la siega, quieren recoger, quieren segar… Cuando la Escritura nos dice… 2Ti 2.6 El labrador, para participar de los frutos, debe trabajar primero. Pero ¿Cómo van a segar si nunca sembraron?... Si cuando tuvieron la oportunidad de sembrar no lo hicieron… si cuando tuvieron la oportunidad de sembrar se quedaron en sus casas… si cuando tuvieron la oportunidad de sembrar se gastaron la semilla en lo que no conviene o en su defecto se comieron la semilla, y ahora que necesitan del fruto de eso que se comieron o mal gastaron no lo hay, no hay fruto porque no hubo siembra… Esos creyentes quieren recoger lo que no sembraron… De manera que antes de pensar en segar, tú y yo debemos pensar en sembrar… El Señor Jesús nos enseñó que la Palabra de Dios es la semilla… Lc 8.11 Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios. A través de la parábola del Sembrador el Señor Jesús les enseñó a sus discípulos que la semilla es la Palabra de Dios. De tal manera que Dios nos ha dado muchas semillas a través de Su Palabra. Y dentro de esas semillas se encuentran las promesas que Dios ha dejado escritas en Su Palabra… De tal manera que ¿Cuántas semillas nos ha dado Dios a través de sus promesas? Dios nos ha dado semillas de todos los tipos, nos ha dado semillas cuyo fruto nos será útil para el tiempo de necesidad… nos ha dado semillas cuyo fruto nos será útil para el tiempo de enfermedad… nos ha dado semillas cuyo fruto nos será útil para el tiempo de angustia… nos ha dado semillas cuyo fruto nos será útil para el tiempo en que los conflictos y la aflicción lleguen… nos ha dado semillas cuyo fruto nos será útil para el tiempo de carencia económica… Dios nos ha dado a través de Su Palabra y de manera más específica a través de Sus promesas, preciosas semillas cuyo fruto nos será de utilidad para enfrentar cada situación que enfrentemos en nuestras vidas… Las promesas ahí están, semillas ahí están, pero para que esas semillas den fruto necesitamos en 1er lugar sembrarlas… Si usted toma una semilla, la que sea, y en lugar de sembrarla la guarda ¿tiene alguna posibilidad de dar fruto? No, esa semilla no tiene ninguna posibilidad de dar fruto, ya que para que de fruto necesita ser sembrada, si solamente la ve y la guarda no pasa nada, para que pase algo con la semilla hay que sembrarla, para que pase algo con las promesas de Dios hay que sembrarlas no solo mirarlas, no solo contemplarlas, no solo decir que son hermosas y deseables, hay que sembrarlas… Hace algunos años, cuando comencé en el ministerio, Dios me permitió trabajar en una comunidad que se llama Tancoyol, una comunidad muy pobre, dónde la gran mayoría de los hombres emigraban a USA a buscar trabajo. Después de estar trabajando con ellos algunos meses, me di cuenta que la tierra era bastante fértil, que lo que sembraran se daba. Entonces le pregunté a una de las personas del lugar que por qué en lugar de irse a USA a trabajar, la gente mejor no sembraba y trabajaba la tierra. Ella me contestó que el gobierno les daba cada año cierta cantidad de maíz para que lo sembraran, pero que la gente en lugar de sembrarlo se lo comía o en su defecto lo vendía, de tal manera que los campos no eran trabajados y esa gente seguía viviendo igual, sumergidos en la pobreza… Nosotros necesitamos sembrar las promesas de Dios, de lo contrario nos pasará lo mismo que a esta gente, permaneceremos sumergidos en la pobreza, permaneceremos sumergidos en la necesidad, permaneceremos sumergidos en los problemas y conflictos de la vida… Así que lo 1º que necesitamos entender es que necesitamos tú y yo sembrar la semilla, necesitamos tú y yo sembrar la Palabra, necesitamos sembrar las promesas de Dios… Voltea y pregúntale al de al lado: “¿Qué has estado haciendo con la semilla?”… 10
  • 11. Lo 2º que nos enseña esta Palabra, además de que para poder cosechar primero hay que sembrar, es que uno cosechará solo lo que sembró… Es decir, si la persona sembró maíz no puede esperar cosechar trigo, cosechará maíz… si la persona sembró trigo no puede esperar cosechar arroz, cosechará trigo… si la persona sembró arroz no puede esperar cosechar fríjol, cosechará arroz… Porque esta Escritura nos dice que “todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”… De manera que la cosecha se encuentra relacionada con lo que sembré, no se puede cosechar lo que no se sembró… Mire como nos lo sigue explicando el Señor a través del apóstol Pablo… Gá 6.8 Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna. Él nos dice que el que siembra para la carne, segará para la carne… y el que siembra para el Espíritu segará para el Espíritu… Usted y yo podemos sembrar lo que queramos, usted y yo tenemos libertad para sembrar lo que queramos, pero debemos saber y ser concientes de que lo que sembremos eso será lo que cosecharemos, debemos ser concientes y saber que aquello que sembremos eso mismo recogeremos... ¿Qué quiero decir con esto? Quiero decir que podemos sembrar la buena semilla, quiero decir que podemos sembrar las palabras de Dios, quiero decir que podemos sembrar las promesas de Dios y de esta manera recoger bendición de sus frutos, recoger sanidad si sembré la palabra de sanidad, recoger prosperidad si sembré la promesa o semilla de prosperidad, recoger paz si sembré la semilla de la paz… Pero también podemos -si así lo queremos- sembrar la mala semilla y de la misma manera recogeremos sus frutos que no son bendición sino maldición, podemos sembrar la mala semilla y cosechar maldiciones en lugar de bendiciones, ya que todo lo que sembremos segaremos… Así que si yo tomo las promesas de Dios y las siembro segaré el fruto de estas promesas, pero si yo en lugar de tomar las promesas de Dios tomo semillas de incredulidad, semillas de odio, semillas de rencor, semillas de desconfianza, semillas de celos, también recogeré de sus frutos, también segaré odio, segaré incredulidad, segaré rencores, segaré falta de fe, desconfianza… Recuerde que “todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”… Pero con una pequeña diferencia, segaré o recogeré multiplicado. Porque usted no siembra un grano y cosecha un grano, usted no siembra un grano de maíz y cosecha un grano de maíz, sino que cosecha cuando menos una mazorca que contiene mucho más que un grano… Pues de la misma manera le sucederá con lo que siembre en su vida, si siembra las promesas de Dios esas promesas serán cosechadas por montones, serán cosechadas multiplicadas, serán cosechadas en abundancia en su vida (100 x 1 cuando menos)… Así que voltea y pregúntale a quién tienes al lado: “¿Qué estás sembrando?”… Pero esta 2ª enseñanza no solo se refiere a la calidad de la semilla que se siembre, sino que también se refiere a la cantidad… Si siembro poco, poco cosecharé, pero si siembro mucho, mucho es también lo que segaré. No puedo esperar cosechar mucho si sembré poco y viceversa, no puedo esperar recoger poco si sembré mucho… 2Co 9.6 Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Si son pocas las promesas que he sembrado, si son pocas las semillas de la Palabra que he sembrado en mi vida no puedo esperar cosechar muchas bendiciones… Si son muchas las promesas que he sembrado, si son muchas las semillas que he sembrado tampoco puedo esperar cosechar pocas bendiciones, sino muchas… Hay gente, hay hermanos que quieres cosechar muchas bendiciones, hay cristianos que quieren recoger muchas bendiciones, tener vidas muy bendecidas, pero quieren vidas muy bendecidas y han sembrado poco, quieren tener vidas que sobreabunden en bendiciones pero es poco lo que han sembrado… No se equivoque, para recibir mucha bendición hay que sembrar muchas semillas, para recibir muchas bendiciones hay que sembrar muchas promesas de Dios en nuestras vidas. La cosecha se hace en proporción a lo que se sembró, no a lo que se quiso sembrar, aquí las intenciones no cuentan, se siembra se cosecha, no se siembra no se cosecha, se siembra poco… poco se cosecha, se siembra mucho… mucho se cosecha… Pero de la misma manera funciona con la mala semilla… De tal manera que tenga cuidado con lo que siembra en su vida, tenga cuidado con lo que siembra en su vida porque éstas mismas leyes funcionan para la mala semilla… Así que lo que coseche dependerá de la cantidad de semilla que siembre, recuerde: Se 11
  • 12. siembra se cosecha, no se siembra no se cosecha, se siembra poco… poco se cosecha, se siembra mucho… mucho se cosecha… Así que pregúntale al de al lado: “¿Cuánto has sembrado?”… Dios nos ha dado un sinnúmero de promesas, pero todas ellas son semillas que necesitan ser sembradas en nuestras vidas, todas ellas son promesas que se necesitan sembrar en nuestras vidas y corazones de lo contrario nunca las alcanzaremos… ¿Ahora comprende? ¿Ahora entiende por qué hay promesas que aún no recibe? ¿Cómo puede recibir una promesa que no ha sido sembrada en su vida? ¿Cómo quiere recibir sanidad, si nunca ha sembrado la promesa de sanidad en su vida? ¿Cómo quiere recibir fortaleza en el tiempo de la dificultad, si nunca ha sembrado la semilla de la fortaleza que Cristo nos da? ¿Cómo quiere recibir prosperidad, si nunca ha sembrado la semilla, la promesa de la prosperidad en su vida? Anteriormente se nos había mal enseñado que las promesas de Dios eran para nosotros y que para obtenerlas sólo debíamos reclamarlas… Pero ¿Cuánto tiempo llevas reclamándole a Dios sus promesas y no has recibido nada? Y es porque ¿Cómo puedes reclamarle a Dios que te de algo que ya te dio, pero que no has sembrado en tu vida?... Vas y le reclamas a Dios que te de tu sanidad, que Su Palabra dice que por las heridas, que por las llagas de nuestro Señor Jesucristo hemos sido sanados. Y es cierto, esa promesa es tuya, pero Dios te la ha dado no solo para que la reclames como tuya, sino que te la ha dado para que la siembres en tu vida, de tal manera que cuando te encuentres enfermo tengas a la mano la sanidad… Lo que sucede es que tú quieres el fruto, pero no la semilla… Tú quieres el fruto de la sanidad, pero no la semilla de la sanidad… Pero no se puede, ¡entiéndelo!, no se puede tener el fruto si primero no se siembra la semilla. Para tener el fruto antes hay que sembrar la semilla… Dios nos ha dado cientos de semillas en Su Palabra, semillas que han estado ahí esperando el ser sembradas en tu vida, semillas que están ahí esperando que las siembres en ti. No es cuestión de reclamar y exigir, es cuestión de sembrar y cosechar. Muy bien pastor. Pero ¿Cómo se siembra? ¿Cómo es que se siembran las promesas en mi vida? ¿Cómo es que se siembra la Palabra en mi vida? ¿Cómo es que se siembra?... Esa es una pregunta que te responderé la próxima semana… El día de hoy solo quiero que te quede bien claro que para alcanzar las promesas de Dios: Primero deben sembrarse… Segundo, no se puede cosechar lo que no se sembró… Tercero, la cosecha se encuentra en proporción a lo que se siembra: Se siembra poco… poco se cosecha, se siembra mucho… mucho se cosecha… 2Co 1.20 porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios Gn 1.29 Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada y grita con todas sus fuerzas: "¡Crece!"... Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo trasforma en no apto para impacientes: Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas, la planta de bambú crece ¡más de 30 metros!... ¿Tardó sólo seis semanas en crecer? No. La verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años... En la actualidad, en la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, personas que desean, por ejemplo, que las promesas de Dios desciendan antes que inmediatamente, personas que no 12
  • 13. han entendido que antes de ver una promesa hecha realidad es necesario que al igual que el bambú ésta sea sembrada y que no puedes pararte en frente de ella a gritarle: “¡Crece!”… O a reclamarle para que te de sus frutos de manera inmediata, o a reclamarle que por qué no se ha desarrollado y por qué no te da sus frutos de manera automática e instantánea… Si el día de hoy decidiéramos cada uno de nosotros el dedicarnos al campo, si decidiéramos dedicarnos a sembrar el campo. Yo te pregunto: ¿Sería tan simple como tomar la decisión e irnos de inmediato a sembrar? Claro que no, necesitaríamos que primero nos enseñaran ha hacerlo, necesitaríamos que alguien nos enseñe las diferentes técnicas, abonos, formas de preparar la tierra para poder depositar la semilla… Pues de la misma manera nos sucede con las promesas… El día de hoy aprenderemos cómo es que se siembran las promesas de Dios en nuestra vida. El Señor en el principio le dio al hombre semilla para que se sustentara, pero esto no quería decir que se comería la semilla, sino que sembraría la semilla y de esta manera comería de sus frutos… Pues de la misma manera lo ha hecho con nosotros. Él nos ha dado la semilla de Su Palabra, la semilla de Sus promesas para que éstas sean sembradas y de esta manera el hombre viera sustentadas todas sus necesidades al comer de sus frutos… Si deseamos ver esas bendiciones que en ocasiones nos han parecido inalcanzables hechas una realidad, debemos aprender a sembrarlas en nuestras vidas, para que de esta manera podamos sustentar nuestras necesidades a través de ellas… 1. Lo primero que necesitamos para sembrar las promesas es entenderlas… Para poder sembrar una promesa en tu vida lo primero que necesitas es entender la promesa, de lo contrario jamás, escúchalo bien, jamás podrás sembrarla en tu vida… Y cuando digo entender la promesa no me estoy refiriendo a que debas entender cómo es que se cumple o cumplirá la promesa en tu vida, no. Porque de ser así jamás podrías sembrar. Porque ¿quién puede entender cómo es que hace las cosas el Señor? Si sus pensamientos son más altos que los míos. Sino que a lo que me refiero es que debes entender lo que Dios desea darte a través de esa promesa… Algo que me llama mucho la atención cuando voy a la Palabra, es ver que el Señor Jesús en más de una ocasión cuando está enseñando les dice: “El que tenga oídos para oír, que oiga”… ¿Cómo que el que tenga oídos para oír? ¿Acaso será que está enseñando a un grupo de sordos o discapacitados? No, lo que en realidad el Señor les está diciendo es que el que tenga la capacidad de entender que entienda. Porque ciertamente todos lo oían, pero no todos lo entendían… Y lo mismo nos sucede con Sus promesas, es muy probable que muchos oigan las promesas, pero ¿cuántos de los que las oyen verdaderamente las entienden?... Hay mucha gente que oye la Palabra, pero no todos los que la oyen la entienden… En nuestros servicios quizás haya personas que oigan lo que se predica, pero ¿cuántos entienden a cabalidad lo que Dios desea enseñarles?... Hay muchos que salen con una bendición tremenda, mientras otros salen con total indiferencia ante lo que se predicó ¿en qué radica la diferencia? La diferencia radica en que mientras unos entendieron la Palabra otros simplemente la oyeron pero no la entendieron… Otro ejemplo de esto lo tenemos en la iglesia Católica Romana, ¿cuántas veces han leído los sacerdotes lo que la Palabra habla con respecto a los ídolos? Muchas, entonces ¿por qué no quitan sus imágenes? No las quitan porque aunque han leído, no han entendido… De manera que aunque han leído la Palabra de Dios, ésta Palabra ha quedado sin fruto porque no la han entendido… Ésta Palabra que está viva se muere en sus vidas porque les faltó entendimiento… Veámoslo ahora a través de un ejemplo en la Escritura… Hch 9.1-7 1Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, 2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén. 3Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; 4y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 5El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. 6El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. 7Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie. Pablo en ese entonces se encontraba persiguiendo a la Iglesia, pero mientras se dirigía a Damasco tuvo un encuentro personal con el Cristo resucitado y ascendido. Nos dice que vino un luz sobre él más intensa que la luz del sol y que de en medio de la luz escuchó un voz… Ahora la pregunta a respondernos es: ¿Todos vieron y oyeron la voz, o solamente Pablo? ¿Por qué si todos vieron y oyeron, entonces por qué solo se convirtió 13
  • 14. Pablo y no todos los demás? Fíjese en el v. 7, ahí nos dice que los que iban con Pablo oyeron. Entonces si oyeron ¿por qué no se convirtieron?... La respuesta la tenemos en un pasaje paralelo dónde pablo está dando testimonio de este hecho y nos amplía la información… Hch 22.9 Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo. Aquí Pablo nos dice que no solo oyeron, sino que también vieron, pero que no se convirtieron porque aunque vieron y oyeron ellos no entendieron… Ellos vieron la luz, oyeron la voz, pero no entendieron lo que la voz dijo por lo tanto no pudieron recibir la Palabra y en consecuencia no se convirtieron… Es como si usted viaja a otro país y no conoce el idioma. Usted ve a las personas, usted las oye, pero como no entiende lo que hablan, sus palabras no tienen sentido. Ellos podrían estarle dando el mensaje más revelador de parte de Dios, pero si usted no los entiende lo mismo da que le estén bendiciendo que maldiciendo, no entiende, no hay fruto de lo que le digan… Pues de la misma manera les sucedió a los que iban con Pablo, vieron y oyeron, pero como no entendieron no se convirtieron… Y de la misma manera nos sucede a nosotros si no entendemos las promesas de Dios. Esas promesas quedan sin fruto. Esas promesas que no entendemos jamás podrán hacerse realidad en nuestras vidas, ¿por qué? Porque no las entendimos y fueron semillas que se quedaron sin fruto… Así que lo primero que se necesita para sembrar una promesa de Dios en nuestra vida es entenderla… Diga conmigo: “Entenderla”… 2. Lo segundo que necesitamos es creerla… Porque es probable que haya personas que entiendan la Palabra, personas que entiendan la o las promesas, pero que simplemente no las crean. Cuando una persona no cree la Palabra o las promesas simplemente no se pueden sembrar en su vida gracias a su incredulidad. Esa incredulidad mata la semilla, esa incredulidad mata la promesa, esa incredulidad es lo que detiene la mano de Dios para bendecir y manifestar Su poder… He 4.2 Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. ¿Qué es lo que hace que la Palabra, que el mensaje de Dios no sea aprovechado en nuestras vidas, que el mensaje o la Palabra queden sin fruto? ¿Qué es? La incredulidad… La incredulidad es la asesina de las promesas de Dios… La incredulidad es lo que hace que no recibamos las bendiciones de Dios sobre nuestras vidas… El mismo Señor Jesús se vio limitado en su ministerio gracias a la incredulidad… Mt 13.58 Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos. ¿Qué fue lo que impidió que el Señor hiciera milagros y sanidades en ese lugar? ¿El diablo, algún demonio acaso? No, fue la incredulidad… La incredulidad impidió que la mano de Dios se extendiera y sanara, liberara y manifestara Su poder y Su gloria en ese lugar… Y es esa misma incredulidad lo que hace que las promesas de Dios no se siembren en nuestras vidas… Es esa incredulidad la que hace que esa promesa no se realice, no se haga realidad en la persona… Hay muchos que han creído en Jesús como su Señor y Salvador, pero no han creído en el como su Sanador por ejemplo, hermanos y hermanas que están enfermos y que cuando les decimos que Dios les puede y quiere sanar pero que es necesario que siembren en sus vidas esa promesa de sanidad, ellos responden: “Está bien hermano, lo importante no es que sane…”. ¿Cómo que lo importante no es que sane? Pues si están bien enfermos… ¿Cómo que no es importante que sanen? Y aunque Dios desea sanar a esas personas ¿Qué es lo que impide que esa sanidad llegue? Exacto, la falta de fe, la incredulidad, el no creer en las promesas de Dios… Es por eso que la Escritura nos dice que las promesas de Dios en Él son “si” y son “amén”, para que creamos en ellas… para que nos aferremos a ellas… para que una vez que las hemos entendido, también las creamos y de esta manera empecemos con ese proceso de siembra de las promesas en nuestras vidas… Así que lo segundo que necesitamos para sembrar una promesa de Dios en nuestras vidas es creerla… Diga conmigo: “Creerla”… 3. Lo tercero que necesitamos es confesarla… Una vez que hemos entendido la promesa, una vez que hemos creído en la promesa, ahora es importante confesar la promesa… No debemos quedarnos en el hecho de creerla, sino que debemos ir más allá y confesarla… Esto obedece a lo que hemos aprendido desde el principio, cuando llegamos al Señor y se nos enseñó que ciertamente para recibir salvación y vida eterna debíamos creer en el Señor, pero que además debíamos confesarle con nuestra boca… 14
  • 15. Ro 10.9-10 9que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. 10Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. ¿Qué fue lo que hicimos para recibir salvación y vida eterna? Después de creer –en lo profundo de nuestro corazón- en el Señor, lo confesamos con nuestra boca. ¿Por qué? Porque con el corazón se cree para justicia… Cuando tú y yo creemos en nuestro corazón en las promesas de Dios, cuando hemos creído en esas promesas desde el lo más profundo de nuestro ser, esas promesas son por justicia, por la justicia de Dios nuestras, son por la justicia de Dios de nosotros… Pero con la boca confesamos para salvación… Cuando confesamos esas promesas las traemos a la realidad de nuestras vidas, esa confesión hace que esas promesas terminen siendo una realidad en nuestras vidas… Así que después de creerlas hay que constantemente estarlas confesando sobre nuestras vidas… Debemos estarlas confesando diciéndole al Señor: “Gracias Señor porque yo sé que mi Redentor vive y que no solo es mi Redentor, sino que también eres mi Sanador, tú eres el que me sana, porque por las heridas, por las llagas de Jesús en la cruz lo has hecho, gracias Señor, confieso que tu sanidad viene sobre mí, confieso que mis dolencias y mis enfermedades ya no están más en mí, que soy libre de toda enfermedad y dolencia”… Y de la misma manera confesar la promesa de provisión, confesar la promesa de protección, la promesa de paz, la promesa de ayuda y todas las promesas que el Señor nos haya dado, que nosotros nos hayamos apropiado y sobre todo creído… Pastor, pero si esto es así ¿Por qué por más que repito y repito no pasa nada? ¿Por más que confieso y confieso nada sucede? Es muy sencillo, tal vez sea porque yo necesito confesar lo que he creído, pero hay mucha gente que confiesa y confiesa, pero solo está confesando más no lo ha creído primero en su corazón, está confesando pero lo que confiesa no lo ha primero creído en su corazón, es gente que solo confiesa, pero que no se encuentra convencida de lo que está confesando… El Señor nos pide que confesemos, pero que confesemos lo que hemos creído, de lo contrario nada sucede… Así que en tercer lugar necesitamos confesar esas promesas para que queden sembradas… Diga conmigo: “Confesar”… 4. Lo cuarto que necesitamos es obedecer… La obediencia no puede ni debe quedarse fuera en el proceso de la siembra de las promesas, una vez que hemos entendido, creído y estamos confesando, necesitamos ser obedientes, necesitamos obedecer a la Palabra, necesitamos obedecer a las condiciones de las que en ocasiones vienen acompañadas las promesas… No todas las promesas son incondicionales, sino que hay algunas que vienen condicionadas a nuestras vidas, de manera que necesito obedecer para tener la promesa… La obediencia es lo que le dice a Dios que verdaderamente he creído. Si yo no obedezco a la Palabra es porque aunque diga que creo en ella en realidad no he creído… Yo puedo decirle a Dios que le creo, pero al desobedecer le estoy diciendo que en realidad no he creído… Y en las promesas sucede de la misma manera, necesito entender… sí, necesito creer… sí, necesito confesar… sí, pero también necesito obedecer… Veámoslo a través de un ejemplo de la Palabra… Mal 3.10 Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. ¿Cuántos de nosotros hemos entendido que Dios desea derramar bendición y prosperidad sobre nuestras vidas?... ¿Cuántos de nosotros creemos que realmente Dios desea bendecirnos?... ¿Cuántos de nosotros somos capaces de confesar esa promesa de bendición sobre nuestras vidas?... ¿Pero que pasa si yo entiendo, creo y confieso, pero no obedezco y no diezmo? ¿Recibo la promesa de bendición? ¿Realmente recibo esa bendición? No, ¿pero por qué no? Pero si la entendí, pero si la creí y hasta la confesé… Sí, pero te faltó obedecerla… Y aunque la hayas entendido, y aunque la hayas creído y la hayas confesado, si no la obedeces no la verás hecha una realidad en tu vida… Veamos ahora el ejemplo de la salvación. Pero antes de analizarlo pensemos en lo siguiente: ¿La salvación es una realidad recibida o una promesa esperada?... Es las dos cosas, pero primero la recibimos en nuestras vidas como una promesa, esa salvación que hemos recibido primero la sembramos en nuestra vida como se siembra cualquier promesa… 15
  • 16. 1. Lo primero que hicimos fue entenderla… Lo primero que hicimos fue entender la obra de Cristo, entender a qué vino el Señor, reconocer que Su obra fue hecha por mí y para mí, así que lo primero que sucedió en nuestras vidas fue que entendimos la promesa de salvación… 2. Lo segundo que hicimos fue creerla… Una vez que entendimos que Cristo murió por nosotros, entonces lo que hicimos fue creer en Él… Lo segundo que hicimos fue creer que Él nos da salvación y vida eterna y no nuestras obras… Fue creer en la obra redentora por Él realizada en la cruz del Calvario, así que lo segundo que sucedió en nuestras vidas fue que creímos la promesa de salvación… 3. Lo tercero que hicimos fue confesarla… Una vez que creímos en Jesucristo como nuestro Señor y Salvador lo que hicimos fue confesarlo, fue confesar con nuestra boca lo que ya habíamos creído en nuestros corazones, así que lo tercero que sucedió en nuestras vidas fue que confesamos la promesa de salvación… 4. Lo cuarto que hicimos fue obedecer… La obediencia que manifestamos para recibir en nuestras vidas la promesa de salvación se realizó durante el mismo proceso… ¿Qué quiero decir con eso? Que en el momento en el que yo creí y confesé a Jesucristo como mi Señor y Salvador, en ese momento yo estaba a la vez obedeciendo a la voluntad de Dios… 2P 3.9 El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. ¿Cuál es la voluntad de Dios? Que ninguno se pierda, sino que aceptemos a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, Jn 3.16 nos lo dice: “Porque de tal manera amó al mundo, que dio a Su Hijo, para que todo el que en Él crea no se pierda más tenga vida eterna”… Jn 1.12 nos lo confirma al decirnos que: “A los que le recibieron y a los que creen en su Nombre les dio potestad de ser hecho hijos de Dios”… Así que recibí la promesa de salvación al: Entender la promesa… Creer en la promesa… Confesar la promesa… Y Obedecer a la promesa… Y de la misma manera se siembran todas las promesas de Dios y de igual manera se reciben… Lc 8.4-8 4Juntándose una gran multitud, y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por parábola: 5El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron. 6Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad. 7Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron. 8Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga. De la misma manera que el sembrador debe tener cuidado de su campo una vez que lo ha sembrado, nosotros debemos tener cuidado de la semilla, de las promesas que sembremos en nuestras vidas… El sembrador debe cuidar las semillas, debe cuidarlas de las aves que pudieran venir a querer comer lo que él ya sembró, debe tener cuidado de que se encuentren regadas, debe cuidarlas de la mala hierba que pudiera crecer a su alrededor… El día de hoy el Señor nos enseñará y prevendrá de los peligros que pudieran acechar la siembra de sus promesas en nuestras vidas, con el objetivo de que produzcan en nosotros fruto y mucho fruto… 1. La primera advertencia la tenemos en el v. 5, dónde se nos previene de las aves que pudieran venir a querer robar la preciosa semilla de la Palabra y las promesas de Dios… Lc 8.5, 12 5El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron… 12Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven. 16
  • 17. El Señor nos explica que el primer enemigo que enfrenta la promesa es ser robada por el diablo. El enemigo ha venido a eso, ha venido a “robar” la Palabra, ha venido a intentar robar las promesas que hemos entendido y creído, él ha venido a robar las bendiciones que Dios tiene preparadas para nosotros… ¿Cómo lo hace? ¿Cómo es que intenta robarnos la bendición? El intenta robar la semilla que hemos plantado atacando principalmente nuestra mente, él viene a nuestras vidas lanzando dardos de fuego, dardos de incredulidad a nuestras mentes… Es cuando tú has creído la promesa y estás confesándola, estás tratando de obedecer y de pronto tu mente es atacada con pensamientos que intentan hacerte desistir de seguir creyendo que esa promesa vendrá a instalarse en tu vida… Es cuando en tu mente el enemigo comienza a decirte: “¿Apoco crees que eso es verdad?”… “¿Cómo sabes que verdaderamente eso que esperas llegará?”… “¿Cómo es que puedes creer en eso?”… “¿No que Dios ya te sanó? Mírate todavía estás enfermo”… “¿No que Dios te iba a prosperar, ya viste como tus deudas siguen?”… “¿No que Dios iba a restaurar a tu familia? Tu esposo cada día está peor, tus hijos cada día están peor”… “¿Dónde está Dios?”… “¿Dónde están Sus promesas?”… Y esos ataques se intensifican más y más conforme el tiempo vaya pasando y no recibes lo que esperas... Es entonces cuando vienen a ti pensamientos que buscan desalentarte, pensamientos que buscan desanimarte, pensamientos que empiezan a cuestionarte si verdaderamente Dios cumplirá lo que te ha prometido… Lo que el diablo desea es precisamente eso, desalentarte, desanimarte, que tu fe decaiga, que tu fe caiga y de esta manera la promesa no llegue… El quiere robar esa semilla, robar esa bendición, robar esa promesa para que tú no recibas bendición… ¿Qué debemos hacer? Debemos afirmarnos en lo que hemos creído sin mirar lo que estamos atravesando… Debemos afirmarnos más y más en Su Palabra y en Sus promesas… Debemos recordar que otros estuvieron en situaciones similares a la que nosotros estamos pasando, pero ellos a pesar de lo que veían se mantuvieron “como viendo al Invisible” y recibieron lo que esperaban… Debemos recordar que hombres como Abraham tuvieron que esperar 25 años para ver lo que les había Dios prometido hecho una realidad… Debemos recordar que hombres como Job a pesar de pasar por momentos difíciles esperaron en el Señor y confesaron que Su Redentor vivía y que era poderoso para levantarlos incluso de las cenizas si era necesario… Debemos recordar que hombres como Moisés tuvieron que caminar durante 40 años en el desierto para ver y recibir la tierra prometida… Dios cumple lo que promete… Dios cumple lo que te ha prometido... Sus promesas en él son “si” y en Él son “amén”… Tal vez tarde un poco, tal vez no las recibas cuando quieres, pero debes estar seguro que las recibirás cuando verdaderamente las necesites… Ese es el momento de levantarte y seguir creyendo, ese es el momento de levantarte y seguir adelante, ese es el momento de confiar en las promesas y más aún en el que Promete… Tu confianza no está puesta en un hombre, tu confianza no ha sido depositada en un hombre, tu depósito se encuentra seguro porque lo has hecho en Dios, tu depósito se encuentra seguro porque has confiado en el único digno de toda confianza, Dios… No dejes que el diablo robe tu semilla... No dejes que el diablo robe tu bendición... No dejes que el diablo robe tu promesa… No dejes que el diablo te desanime… No dejes que el diablo se aproveche de tus circunstancias… Mayor es en el que has creído… Mayor es el que está contigo... Mayor es el que te levanta... Mayor es el que te sustenta… Mayor es Dios quién cumplirá lo que te ha prometido, Su Palabra dice… Lc 21.33 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Confía en Él... La tierra pasará... Los montes pasarán... Los cielos pasarán... Pero Sus promesas dadas a tu vida no pasarán... Esas se cumplirán... Esas las verás… En ellas te regocijarás y las disfrutarás… Cuando el enemigo venga a tu vida a querer poner pensamientos negativos, repréndelo en el Nombre del Señor… Cuando venga el diablo a tu vida a querer decirte que Dios no cumplirá, repréndelo y no permitas que robe tu semilla… Proclama tus promesas... Confiesa tus promesas, hazlo cada vez más fuerte… Así lo hizo con Eva en el Edén, vino a robar su bendición y Eva lo dejó, él le dijo que Dios era mentiroso que lo que le había dicho que sucedería era mentira y Eva cayó y Adán cayó y su bendición fue robada… 2. La segunda advertencia la tenemos en el v. 6, dónde la semilla se perdió por el calor, dónde la semilla se perdió porque se le descuidó y quedó seca… 17
  • 18. Lc 8.6, 13 6Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad… 13Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan. El Señor nos dice que éstos son los que reciben la Palabra con gozo, son los que reciben las promesas de Dios con gozo, pero entonces viene la prueba, entonces viene la dificultad y se desaniman, vienen los problemas y desfallecen, vienen las situaciones difíciles y se desalientan, se “desinflan” por los problemas y las dificultades y dejan de creer. Se desaniman y dejan de creer en esas promesas. Hermano y hermana no te desanimes las pruebas tienen que venir, los problemas tiene que venir, el mismo Señor nos lo advirtió, Él nos dijo que en el mundo, que mientras estuviéramos en este mundo tendríamos que pasar por aflicciones, tendríamos que pasar por problemas, pero que no temiéramos, pero que no nos desanimáramos, que Él había ya vencido al mundo, que Él había ya vencido tu problema, que Él había ya vencido tu dificultad... Que confiaras en Él, que confiaras en Él, que no enfrentabas solo o sola esas dificultades, porque Él está de tu lado, porque Él está contigo, porque Él tiene cuidado de tu vida... No permitas que tu semilla se seque por el calor de la prueba… No permitas que tu semilla se seque por el calor de las circunstancias difíciles, confía en Jehová… Confía en el Señor y en el poder de Su fuerza… Recuerda lo que nos dice el Salmo 23… Sal 23 1Jehová es mi pastor; nada me faltará. 2En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. 3Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.4Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.5Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. 6Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días. No dice que no pasarás por pruebas, no dice que no pasarás por dificultades, dice que cuando pases por ellas no temas porque Él está contigo… Dice que Su vara, Su callado, estarán contigo… Dice que incluso en presencia de los que te angustian, en presencia de los que te roban tu paz, en medio de esas circunstancias adversas y difíciles por las que atraviesas Él aderezará mesa para ti, Él te sustentará en medio de la prueba... Él te sustentara en medio de la aflicción... No dejes que tu semilla se pierda, no dejes que tu semilla se seque, no dejes que esas promesas en las que has creído se te vayan de las manos por la prueba… Israel salió de Egipto por una promesa, Dios le prometió una tierra dónde fluye leche y miel… Israel caminó por el desierto por una promesa durante 40 años... Israel enfrentó enemigos por una promesa... Israel soportó el calor intenso del día por una promesa... Israel caminó parado en una promesa durante 40 años... E Israel recibió finalmente lo que Dios le había prometido… Levántate en medio de tu prueba... Levántate en medio de tu dificultad y párate en las promesas de Dios... Párate en las promesas de Dios y no permitas que la prueba robe tu bendición... Pasa la prueba... Pasa la prueba aprobado... Job le dijo a su mujer: “Acaso solo recibiremos lo bueno de Dios con agrado y no también lo malo”… Dios está contigo, resiste y recibirás la bendición prometida... Resiste y recibirás lo que Él te ha prometido… 3. La tercera advertencia la tenemos en v. 7, dónde se nos advierte que la semilla se perdió porque fue ahogada por lo que se dejó que creciera junto a ella, dónde la semilla se ahogó gracias a la mala hierba que se dejó crecer a su alrededor… Lc 8.7, 14 7Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron… 14 La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto. El Señor nos dice que éstos son los que oyen las promesas, pero luego se van y son los afanes de este mundo, la vanagloria de la vida, los placeres y las riquezas de este mundo son las que ahogan las promesas… Son los que vienen y escuchan la Palabra, escuchan las promesas y luego cuando salen de aquí salen para seguirse afanando en su trabajo, salen para seguirse afanando por el dinero, salen para seguirse afanando por los deleites que este mundo ofrece y se olvidan de la Palabra, se olvidan de las promesas, se olvidan de esas promesas que Dios les ha hecho… Son los que dicen: “Está bien pastor pero mejor luego, primero deje que me compre una casa, primero deje que cambie mi guardarropa, primero deje que disfrute de la vida y hay cuando esté viejito hablamos”… 18
  • 19. Son los que siguiendo la corriente de este siglo se apartan de la Palabra, se apartan de las promesas de Dios para seguir sus propios instintos, tan solo para darse cuenta después que han caído, para darse cuenta después que se han equivocado, después que algo malo les ha sucedido que nunca debieron dejar la Palabra y las promesas… Son aquellos que desean todas las cosas que este mundo ofrece, aquello que aún no apartan al mundo de sus corazones, aquellos que aún no circuncidan sus corazones para seguir a la Verdad y confiar en Su Palabra y en Sus promesas… No dejes, no permitas que el mundo te robe tu semilla… No permitas que el mundo, que la música, que los reventones, que el dinero, que los placeres te roben tu bendición... Toma en cuenta que todo eso por lo que estás en este momento dando la vida pasará… Todo eso por lo que estás dando en este momento la vida se acabará… Pero que Su Palabra y Sus promesas y Sus bendiciones no pasarán esas permanecerán, esas perdurarán, esas se quedarán instaladas en tu vida para siempre, esas te acompañarán aún cuando partieres de este mundo, ellas te seguirán… 4. Y en cuarto lugar en el v. 8, no nos da una advertencia sino una promesa que afectará a todas las demás promesas, nos habla de la cantidad de fruto, de la cantidad de bendiciones que vendrán sobre nuestra vida… Lc 8.8, 15 8Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga… 15Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia. El Señor nos dice que la cosecha es segura y abundante… Esto nos habla de la cantidad de bendición que nos espera que cada una de las promesas que plantemos dé en nuestra vida… Cada semilla, cada promesa será multiplicada en nuestras vidas, nos dará más de lo que pensamos... Eso es algo que no puedo imaginar... Eso es algo que no cabe en mi cabeza... Dios bendiciéndonos 100 veces más de lo que lo ha hecho hasta ahora. Dándonos 100 veces más bendiciones, derramando sus bendiciones sobre nosotros, abriendo las ventanas de los cielos y dejándonos ver Su gloria por medio de ellas. Dios guarde la hora en que podamos ver sus promesas cumpliéndose sobre nosotros. Perseveremos hasta el fin, no nos desanimemos, cuidemos las semillas que han sido plantadas en nuestras vidas. Cuidemos las promesas que han sido plantadas en nuestras vidas y preparémonos para recibir esas ricas y abundantes bendiciones sobre nuestras vidas… ///El Señor nos dice que esa cosecha es segura y abundante/// Sgo 5.7 Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Juanito cuando regresó de la escuela le pidió a su mamá que le ayudara, ya que la maestra les había encargado que tomaran la semilla de fríjol y en un frasco con algodón y un poco de agua la depositaran, ya que en esa semana aprenderían cómo se lleva a cabo el proceso de la germinación de las semillas… Así lo hicieron, buscaron un frasco pequeño, tomaron un pedacillo de algodón, le pusieron un poco de agua y depositaron el pequeño frijolito… Al día siguiente Juanito regresó de la escuela y corriendo fue a ver que había pasado con el frijolito que había dejado en el frasco, lo tomó y vio que no había pasado nada, se encontraba tal y como el día anterior lo habían dejado… Entonces un poco desconcertado regresó a la cocina dónde se encontraba su mamá y le dijo: “Mami, yo creo que algo hicimos mal ayer o ese fríjol no sirve, porque no ha pasado nada con él”… Su mamá sonrió y le explicó a Juanito que el proceso de germinación de la semilla es un proceso lento, que no era posible sembrarlo hoy y cosecharlo el día de mañana, que tenía que ser paciente y esperar… A muchos de nosotros nos pasa lo que a Juanito, deseamos sembrar hoy y ya estar cosechando mañana. Pero al igual que Juanito necesitamos entender que el proceso de germinación de cualquier semilla es algo que lleva algo de tiempo, quizás no se necesite el mismo tiempo para que germine una semilla de maíz que una de fríjol, pero lo que es un hecho es que ninguna de las dos da fruto y cosecha al otro día… En relación con algunas de las promesas que Dios nos a dado sucede lo mismo, esas promesas que hemos sembrado el día de 19
  • 20. hoy en nuestras vidas en muchas ocasiones tardan un poco en brindarnos sus frutos y se hace necesario, como nos lo dice la Escritura, que echemos mano de la paciencia… Esta Palabra nos dice que el labrador espera pacientemente la lluvia temprana, que es la lluvia que prepara la tierra para ser sembrada, para ser cultivada… Y que con la misma paciencia, una vez que ya ha sembrado, espera también la lluvia tardía, que es la lluvia que sirve para madurar el fruto justo antes de la cosecha… De manera que el labrador necesita de la paciencia para desempeñar su trabajo, para desempeñar su labor… Ya que si se desespera e intenta cosechar antes de tiempo, esa cosecha no servirá de nada, ya que el fruto no se encuentra listo, no se encuentra preparado para ser cortado, arrancado o cosechado y de nada habría servido el haberlo sembrado… Si no espera el tiempo suficiente la cosecha completa se perderá… La misma vida nos enseña esto. Cuando se engendra vida en el vientre de una mujer, no se engendra hoy y se da el nacimiento de ese nuevo ser mañana. Sino que tiene que pasar por un periodo aproximado de 9 meses -41 semanas- para observar ese nacimiento. Durante todo ese tiempo la pareja necesita esperar pacientemente… Nosotros como cristianos necesitamos aprender y ejercitarnos en esta virtud, la paciencia. Ya que muchos de nosotros deseamos cosechar antes de tiempo las promesas que Dios nos ha dado y que hemos sembrado en nuestras vidas, el problema de así quererlo hacer es que podemos con nuestra impaciencia modificar la perfecta voluntad de Dios para nuestras vidas, o pasar por una amarga y dura experiencia al hacerlo… ¿Qué pasa si deseamos cosechar antes de tiempo? Corremos el riesgo de perder lo que hayamos sembrado. Esto es lo que le ocurrió a Saúl quién fue el primer rey que tuvo la nación de Israel… La Palabra nos dice que Saúl se encontraba en Gilgal a punto de enfrentar en batalla a los filisteos, todo se encontraba listo para la pelea, pero la orden de Dios había sido que tenían que esperar a que Samuel llegara hasta ese lugar y ofreciera el holocausto y las ofrendas de paz al Señor. Saúl esperó conforme al plazo de siete días que el Señor les había dado. Pero Saúl se desesperó y él mismo –tomando un lugar y responsabilidad que no le correspondía- ofreció los sacrificios a Dios… 1Sm 13.10-14 10Y cuando él acababa de ofrecer el holocausto, he aquí Samuel que venía; y Saúl salió a recibirle, para saludarle. 11Entonces Samuel dijo: ¿Qué has hecho? Y Saúl respondió: Porque vi que el pueblo se me desertaba, y que tú no venías dentro del plazo señalado, y que los filisteos estaban reunidos en Micmas, 12me dije: Ahora descenderán los filisteos contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Me esforcé, pues, y ofrecí holocausto. 13Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. 14Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó. ¿Qué fue lo que le pasó a Saúl por querer cosechar antes de tiempo? ¿Qué fue lo que le pasó a este rey por no saber esperar? Dios dictaminó que su reino no sería duradero, Dios dictaminó que él no sería rey por mucho tiempo, que otro ocuparía su lugar, un hombre conforme al corazón de Dios, un hombre que atendiera a las órdenes y mandatos del Señor, un hombre que supiera esperar en Él… ¿Qué fue lo que perdió Saúl? Perdió la bendición que tenía, perdió la bendición de ser rey y todo lo que esto implicaba… Muchas de las promesas que Dios nos ha dado y que hemos plantado en nuestras vidas podrían perderse por no saber esperar, podrían perderse por no perseverar con paciencia en lo que Dios nos ha mandado hacer… En el caso del rey Saúl, Dios le había mandado esperar a que Samuel ofreciera el sacrificio, Saúl debía perseverar en esperar y no lo hizo… En las promesas que Dios nos ha dado debemos aprender a perseverar en lo que Dios nos ha mandado hacer mientras éstas se cumplen, debemos aprender a perseverar en obedecer a Dios mientras llega el tiempo de la cosecha, mientras llega el tiempo de recibir la bendición de la promesa que hemos sembrado… Ejemplo de ello lo tenemos en la bendición de prosperidad que Dios desea que todos nosotros tengamos. ¿Mientras esa prosperidad llega que debemos hacer? Debemos seguir trabajando, debemos ser sabios administrando con sabiduría lo que Dios ha puesto en nuestras manos, pero también debemos perseverar en el diezmar y ofrendar fielmente ya que es el medio que Dios utilizará para prosperarnos… Pero ¿Qué pasaría si yo comienzo a diezmar y ofrendar y al cabo de un tiempo, al ver que la bendición no viene a mi vida en el tiempo que así lo deseo, dejo de hacerlo? ¿Llegará a mi vida esa prosperidad o se perderá? Se perderá de la 20
  • 21. misma manera que Saúl perdió la bendición que tenía, todo por no perseverar pacientemente en lo que Dios le había mandado hacer, todo por no perseverar en cumplir con lo que Dios había determinado… Y de la misma manera nos sucederá a nosotros, perderemos la bendición que Dios tiene para nosotros por no perseverar… Y de igual manera nos sucede con la bendición de recibir de parte de Dios la paz que sobrepasa todo entendimiento. Le pedimos a Dios que nos de paz, que nos dé de Su paz. Pero ¿Qué debemos hacer mientras ésta llaga? ¿Qué debemos hacer mientras ésta se hace una realidad en nuestras vidas? Debemos perseverar en la oración, debemos seguir orando, debemos seguir clamando delante de Su presencia hasta que llegue, debemos perseverar no solo en la oración sino que también debemos perseverar en el llenarnos del conocimiento de Dios, en el conocimiento de Su Palabra, de tal manera que nuestra fe crezca, de tal manera que nuestra fe se desarrolle y nuestra confianza en Dios se fortalezca, buscando que el fruto de la promesa se dé en nuestras vidas… Pero ¿Qué sucede si yo oro a Dios pidiéndole que me dé Su paz y luego me olvido de seguir orando y me olvido de seguir llenándome del conocimiento de Él? ¿Recibiré algún día esa paz que tanto anhelo? No, el fruto de la promesa jamás se dará en mi vida porque no perseveré… Y es que normalmente tenemos problemas, serios problemas cuando se trata de esperar a que el tiempo de la ciega llegue, cuando se trata de esperar a que el tiempo de la cosecha llegue. La desesperación nos invade, la paciencia se nos agota cuando las cosas no suceden en el tiempo en el que nosotros juzgamos que deberían suceder. Es cuando comenzamos a pensar que tal vez nunca recibiremos lo que hemos pedido, es cuando comenzamos a pensar que tal vez nunca recibiremos lo que hemos sembrado, que el tiempo de la cosecha jamás llegará… Y en ocasiones hasta llegamos a buscar algunas otras alternativas para provocar que recibamos ¡ya! lo que estamos esperando, buscamos alternativas intentando “ayudarle” a Dios a cumplir con Sus promesas, cómo si Dios necesitara que le ayudáramos… Ejemplo de ello lo tenemos con Abraham… Abraham había recibido, de parte de Dios, la promesa de ser la semilla a través de la cuál surgiría toda una nación, Israel. Pero había un pequeño detalle, su mujer era estéril y él tenía 75 años y su mujer 65… Sin embargo sabiendo Abraham que para Dios nada es imposible y que Él es quién abre y cierra la matriz esto no estorbó el hecho de que tomara la promesa y la plantara en su vida, tomara la promesa y la plantara en su corazón… Así pasaron los años y la promesa de Dios no llegaba, la promesa de Dios no se cumplía, su mujer seguía sin darle un hijo y ambos comenzaban a hacerse cada vez más viejos… Después de esperar por 10 años Sara le sugirió a Abraham que tal vez había entendido mal la promesa, que quizás Dios no le daría hijos por medio de ella sino por medio de su sierva Agar, que se llegara a ella y así el hijo que le diera sería como si fuera suyo… ¿Cuántas veces no nos ha sucedido esto a nosotros? Qué estamos esperando a que Dios cumpla con Sus promesas, pero al ver que el tiempo pasa y nada pasa comenzamos a pensar que tal vez no le entendimos a Dios, o que le entendimos mal y comenzamos a buscar que esa promesa se haga realidad por otro medio… Comenzamos a pensar que tal vez la prosperidad no vendrá a nuestras vidas como Dios quiere, sino que necesitamos hacer una que otra “tranza” para que esto suceda… Comenzamos a pensar que no es que Dios va a cambiar a nuestro esposo o nuestra esposa, sino que nosotros somos los que tenemos que cambiar de esposo o de esposa… Esto fue lo que le pasó a Abraham y a Sara, de tal manera que Abraham tuvo relaciones con Agar y de esa relación nació Ismael… Tiempo después Dios se le apareció a Abraham. Y cuando se le apareció le dijo que ciertamente su mujer Sara, la estéril, la vieja, la que ya ni siquiera reglaba, le daría a luz el hijo que Él le había prometido… Gn 17.19 Respondió Dios: Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendientes después de él. ¿Te puedes imaginar la cara de Abraham al oír las palabras de Dios? Abraham creía que esa promesa ya era una realidad a través de Ismael, pero Dios le dice que no, que ese hijo no vendría de su sierva, sino de su mujer y que le llamaría Isaac… Abraham trató de ayudarle a Dios. Abraham trató de resolver lo de la promesa de Dios a su manera, bajo sus propios medios, bajo sus propios recursos y capacidad y se equivocó… Y lo mismo nos sucede a nosotros cuando deseamos ayudarle a Dios a cumplir Sus promesas. Nos equivocamos cuando deseamos ayudarle a Dios. “Mira Señor como ya te tardaste en darme mi pareja, mi compañero o compañera, que te parece si nos casamos con “Pedrito” o “Juanita”, si cierto Señor no te conoce, si cierto Señor no solo es impío sino que también le gusta el trago, si cierto Señor se afana tras los 21
  • 22. deseos del mundo, pero que tal si nos casamos con él o ella y luego Tú la conviertes” cuando sabemos que la voluntad de Dios es que nos casemos en Su tiempo y con un hombre o una mujer que sean temerosos de Él… Abraham trató de ayudarle a Dios y se equivocó. Después nació efectivamente Isaac y ahí fue dónde Abraham comenzó a pagar las consecuencias de su error. Sara y Agar no se llevaban bien. Ismael e Isaac tampoco. Peleaban todo el tiempo, se hacían la vida imposible unos a otros. Se la pasaban quejándose unos de otros con Abraham. Hasta que Abraham toma la decisión de despedir, de correr a Agar con todo y su hijo... Te imaginas el dolor que debió experimentar Abraham de verse separado de Ismael para siempre, sin embargo eso era lo correcto… “Y luego te preguntas por qué “Juanita” o “Pedrito” te dejó”, si desde un principio jamás debiste haberte casado con él o ella, si desde un principio eso jamás debió haber sucedido… Abraham pagó las consecuencias de Su error, error que pagó él y sus generaciones ya que este ha sido un conflicto que hasta nuestros días a perdurado, Israel sigue pelando con Ismael hasta el día de hoy, Israel sigue pelando con Irán, Irak y naciones árabes que son descendientes de Ismael… Ciertamente recibió la promesa, pero debemos nosotros aprender de sus errores, debemos aprender a esperar a que el tiempo de la cosecha llegue a nuestras vidas, debemos esperar a que el tiempo en el tiempo de Dios se cumpla en nuestras vidas… Recuerda Dios nunca llega tarde, Sus promesas se cumplirán en nuestras vidas en Su tiempo no en el nuestro, Sus promesas serán una realidad en el tiempo que Dios ya ha determinado para que sucedan, no antes, ni después, sino en el tiempo justo y preciso en que deben ocurrir… ¿Qué debemos hacer mientras esperamos? El Señor nos lo muestra a través de la vida de Elías. La nación de Israel llevaba 3 años sin ver lluvia, 3 años de sequía había azotado a la nación de Israel y Dios había dispuesto que no volviera a llover sino hasta que Elías orara y mandara que lloviese de nuevo… Un día Elías se encuentra con Acab, que era el rey de Israel, y le pide que se fuera a su palacio antes de que la lluvia cayera… Después de 3 años sin llover parecería una petición absurda, parecería una locura, sin embargo el profeta se metió a orar y… 1R 18.41-46 41Entonces Elías dijo a Acab: Sube, come y bebe; porque una lluvia grande se oye. 42Acab subió a comer y a beber. Y Elías subió a la cumbre del Carmelo, y postrándose en tierra, puso su rostro entre las rodillas. 43Y dijo a su criado: Sube ahora, y mira hacia el mar. Y él subió, y miró, y dijo: No hay nada. Y él le volvió a decir: Vuelve siete veces. 44A la séptima vez dijo: Yo veo una pequeña nube como la palma de la mano de un hombre, que sube del mar. Y él dijo: Ve, y di a Acab: Unce tu carro y desciende, para que la lluvia no te ataje. 45Y aconteció, estando en esto, que los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y hubo una gran lluvia. Y subiendo Acab, vino a Jezreel. 46Y la mano de Jehová estuvo sobre Elías, el cual ciñó sus lomos, y corrió delante de Acab hasta llegar a Jezreel. ¿Cuánto tiempo estuvo orando Elías? Elías estuvo orando hasta que la respuesta de Dios vino a su vida. Elías estuvo orando hasta que el tiempo de recibir la promesa de que volvería a llover se cumplió. Elías estuvo orando y perseverando en la oración hasta que recibió lo que Dios había prometido que sucedería… De la misma manera sucede con nosotros, necesitamos orar y perseverar hasta que Dios envíe la promesa sobre nuestras vidas, debemos perseverar hasta ver la mano de Dios moviéndose con poder para contestar lo que estamos esperando, debemos perseverar en oración hasta ver la mano de Dios trayendo sobre nuestras vidas sus promesas… Sgo 5.17-18 17Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. 18Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto. Esperar la cosecha de las promesas de Dios no es fácil. Es un periodo a través del cuál Dios nos estará probando para ver si verdaderamente hemos confiado y estamos esperando en Él. Es un periodo en el que seremos asaltados por ataques y tentaciones que querrán hacernos desistir de esperar a que el fruto de la semilla se encuentre listo para que lo recibamos, será un tiempo en el que la desesperación y la duda querrán hacernos desistir de mirar las promesas de Dios cumplirse en nosotros… Pero de la misma manera que el labrador espera pacientemente la lluvia temprana y la tardía, nosotros debemos aprender a perseverar pacientemente a que Dios envíe sus promesas sobre nosotros… 22
  • 23. Sgo 5.7 Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Lc 8.8 Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga. En cierta ocasión, un reportero le preguntó a un agricultor si podía divulgar el secreto de su maíz, que ganaba el concurso al mejor producto, año tras año. El agricultor confesó que se debía a que compartía su semilla con los vecinos. - "¿Por qué comparte su mejor semilla de maíz con sus vecinos, si usted también entra al mismo concurso año tras año?" preguntó el reportero. -"Verá usted, señor," dijo el agricultor. "El viento lleva el polen del maíz maduro, de un sembrío a otro. Si mis vecinos cultivaran un maíz de calidad inferior, la polinización cruzada degradaría constantemente la calidad del mío. Si voy a sembrar buen maíz, debo ayudar a que mi vecino también lo haga". Al igual que este agricultor nosotros deberíamos estar dispuestos a hacer lo que fuera necesario para asegurar el que tengamos la mejor cosecha… A este hombre no le importa compartir su maíz con tal de tener él el mejor maíz que se pueda producir… El Señor Jesús nos dejó por escrito lo que debemos hacer para cuidar la siembra de las promesas que Él nos ha dado, como ya vimos existen peligros de los que debemos cuidar lo que hemos sembrado, el Señor nos dejó algunos principios a seguir para cuidar esa siembra. Principios que si seguimos cuidadosamente nos garantizarán una cosecha segura y abundante… 23