Un niño pequeño que quería conocer a Dios se encuentra con una anciana en el parque. Comparten una merienda juntos y se ríen, creando un vínculo. Más tarde, tanto el niño como la anciana se dan cuenta de que habían almorzado con Dios a través de su interacción. La historia enseña que los pequeños actos de bondad pueden tener un gran impacto y conectarnos los unos a los otros.