1. Amistades y amores
"Tabasco, bienvenidos al edén", leo a la entrada del bello estado aquel, al
inicio de unas deliciosas, largamente anheladas vacaciones. Desde
Villahermosa nos dirigimos después una larga ausencia a una cita con un
destino dejado atrás hace 30 años. Por fin nos decidimos por esta aventura
de recorrer los caminos del sur de nuevo como recién casados, con la
diferencia que ahora somos abuelos. En aquel entonces traíamos a nuestro
primer hijo de 3 meses en brazos, ahora el tiempo es nuestro aliado porque
nada debemos. Nada temíamos en aquel tiempo tampoco, pero teníamos la
prisa de unos ideales que nos pisaban los talones. Serían estos rumbos que
nos marcarían por el resto de nuestras vidas con amistades que ahora
esperamos reencontrar. Cuando nos aventamos del mero norte de Piedras
Negras para ir a vivir a la punta de un cerro en los altos de Chiapas en el
pueblo de Tumbalá – Tierra del tigre, en la lengua nativa Ch'ol, no nos
imaginábamos cómo sería la vida, ni nuestro trabajo, mucho menos cuánto
amor nos esperaba.
Verdes en miles de tonos siguen las veredas que conocí como
caminante para llegar a las comunidades. Me llenan los ojos los variados
verdes y me aceleran el corazón, así como le acelero al coche que ahora se
ha vuelto el medio para llegar a la misión de Tumbalá y todas las
comunidades alrededor. Me asombra cuán pronto llegamos por la brecha
convertida en carretera, con baches, pero bien. Ahora me apabulla ver
pasar a tanta gente por el camino. Los jeeps y camiones de 3 toneladas
fueron dejados atrás por vehículos ligeros y ahorradores de gasolina que
libran bien el paso. Veredas y brechas fueron aplanados en un gigantesco
salto para borrar vestigios de todo atraso y motivos a cualquier movimiento
de liberación. A su paso se llevaron la vestimenta tradicional con que
pintaban las mujeres el paisaje. Ni modo, el desarrollo hecho está y no tiene
ni quiere miramientos.
Esta tarde de nuestra llegada las nubes envuelvan plaza, presidencia
e iglesia colonial en una perfecta bienvenida que nos es tan familiar. Cada
tarde las nubes abrigan este pueblo desde hace cientos de años, mientras
por su humedad prodigiosa la naturaleza festeja su crecimiento y
proliferación. Sin embargo, ahora sí hay alumbrado en las calles principales:
veo donde ando y no me doy de tumbas y resbalones como antes.
Desapareció el adoquinado de la calle principal para ceder el paso al
concreto que también cubre las calles aledañas. Hay farmacia, hasta 2
2. panaderías, lujos singulares que me extraña encontrar aquí donde nada
más el pan de las hermanas misioneras deleitaba mi paladar, y de vez en
cuando algún conito con crema de vainilla traído de San Cristóbal.
Al día siguiente salimos una tarde prodigiosa en cielos y verde flora y
fauna en la camioneta con una hermana del dispensario. Con ella al volante
me siento tranquilo para absorber colores y olores. Me asombra que dejó la
toca en casa. Me admiro que ahora ella es la que maneja – tarea que solía
yo administrar. La época de las botas y pura mochila quedó atrás. Adiós a
los tiempos que las hermanas dependían de un chofer para visitar y recorrer
las comunidades y consultar a los enfermos. Pasamos lugares que hace
mucho se me borraron: Petalcingo, Tila, Sabanilla hacia el este. Para otro
lado: Jochil, Yushlumil, Alianza, Juárez, Carranza, Pactium, Nichinja: entre
héroes nacionales y puro Ch'ol. En Mariscal Subicusci nos detenemos. En la
choza donde pasamos, el mismo panorama de hace 30 años: cocina de
leña casi sin ventilación, mujer cargando creatura mientras hace las tareas,
platicando, espulgando. Parece que el desarrollo aquí no se asomó: siguen
acarreando cantidad de Ch'oles la leña sobre el dorso, grandes y chicos,
cada quien según su capacidad, más bien necesidad.
Pasando por una comunidad, observo dos chavos en un chat celular
sobre una roca. Parece inverosímil para mí que conoció su pueblo hace 30
años. Al cabo de una hora, a nuestro retorno siguen sobre la misma roca,
mismo chat. Hace años que veía a sus padres pasar por la cabecera para
arreglar algún asunto, vender su café o comprar en la cooperativa. Después
descansaban mirando a los infinitos cerros y valles, por horas. Hoy sus
muchachos, si es que siguen viviendo por acá, se pierden en el infinito
Infinitum. No sé qué lugar ocupa este estado en educación. Pero, el pueblo
que conocí con una telesecundaria en cuarto de madera, con una antena y
televisor que a veces daba señal, ahora tiene la misma telesecundaria en
casa de ladrillo, nueva antena y funcionando la cosa. Súmale otra secu
técnica bardeada y con cancha de futbol rápido, más todavía una prepa. Lo
de la cancha, lo siento yo. Allí había un espacio en aquel entonces donde
libramos grandes batallas futboleras en grato pasto natural. Lástima si el
volado te contrarió e ibas contracorriente sobre la colina. Ni modo, la
educación formal se hizo más presente, a costa del libre albedrío, donde
mestizos e indígenas por igual nos dábamos al arte de las patadas, o
sacaban guante y bate para jugar al rey de los deportes.
3. Llegamos a Tila, lugar de peregrinar para los tabasqueños al Señor
de Tila. También aquí el pueblo ha triplicado en población y cemento de
pavimento. Hay un ir y venir de camionetas transportistas, desde
Villahermosa y Palenque. Otro municipio que se ha abierto al transporte
vehicular a diestra y siniestra. De día y de noche hay quien se aventura por
los caminos pavimentados o a medio pavimentar con bordos contra
cualquier infraganti que se atreva a atravesar los pueblos a exceso de
velocidad. Bordos por baches, pues.
Por fin llegan las hermanas compañeras que venimos a recoger aquí.
Se atrasaron por tanto bulto que acarean desde la capital para su misión:
ellas conocen las necesidades mejor que nadie, porque nacieron en la
región Ch'ol y nunca emigraron. Nos dan la bienvenida con toda alegría: nos
conocen desde el primer instante. Lento subimos de regreso a Tumbalá
entre plática sobre antes y ahora entre amistades que nada más se
ausentaron, nunca se olvidaron.
Por convicción, por un ideal nos cambiamos de norte a sur. Ganamos
amistades que por tenues que se volvieron después de los años y la
distancia, no se borraron de nuestra memoria.
A mi amor, a mis amores chiquitos me los llevé por aquellos tortuosos
caminos de Chiapas de baches, deslaves y lodazales. No sentí ningún
riesgo porque iba enamorado: de un ideal y de mi mujer, o mejor: de mi
mujer con un ideal de los dos. Gracias doy a Dios, a nuestras amistades y a
mi mujer por vivir juntos después de 30 años este hermoso reencuentro con
aquella misión. Me afirmó que amistades sembradas de corazón, resultan
en amores por siempre. Por eso, abrazado de mi amada despedí al 2015, y
me guiñó el recién llegado 2016. Será Chiapas un edén también, ahora voy
contento de regreso a Saltillo, cantando al paraíso de mi amor.
Lorenzo Slowack
Por el placer de caminar de a 2
Diciembre 2015