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Querido José Miguel...
José Miguel Cañabate
(1929 - 2004)
Esta semblanza biográfica de José Miguel Cañabate está escrita desde la
amistad. Nace de un doble cariño. Ante todo del cariño de mi amistad con él. Una de
esas amistades fuertes y duraderas que nacen en la vida religiosa, marcadas por el
común amor a Cristo, a María, a la Iglesia, a la gran mies que hay que evangelizar.
Sólo coincidimos dos años en una misma comunidad, allá en los inicios de nuestra
vida apostólica en el Colegio de San Felipe Neri de Cádiz (1948-1950). Dos años tan
sólo, pero que nos hermanaron profundamente. Éramos jóvenes, entusiastas,
'inficionados' por el virus misionero, apasionados por la tarea de la educación,
sentíamos profundamente en nosotros la necesidad de comunicar el tesoro de nuestra
fe cristiana. José Miguel conservó hasta el último momento ese fuego de amor al
Señor y a los demás que le consumía.
El segundo cariño que me ha impulsado a escribir estas líneas es el amor a la
Familia Marianista. Cuando José Miguel escribía su historia de "Los Marianistas en
Chile", me decía en una carta su inmenso gozo por lo que iba descubriendo: "¡Cuánto
bien oculto y desconocido tenemos! Y ¡qué Hermanos más formidables nos han
precedido!" Pienso que él también ha sido uno de esos Hermanos formidables. Por
eso quiero dejar este pequeño recuerdo de su vida, aunque sea breve, para gozo de
todos los que le han conocido o le conozcan a través de estas líneas.
He procurado dejarle la palabra a él. A través de las cartas que se han
conservado. Personalmente tengo 53. Escritas con la espontaneidad y la claridad que
le caracterizaba. No se andaba con florituras, le gustaba ir al grano. Por eso
expresan bien su sentir.
Para su publicación aquí en España, he pedido la hospitalidad de "Zaragoza
SM", el órgano de comunicación de nuestra Provincia. José Miguel fue antiguo
alumno de nuestro Colegio de Santa María de Vitoria. Amó mucho a su colegio y toda
su vida se interesó por él. Creo que el Colegio puede estar orgulloso de él.
Quiero dedicar sobre todo esta semblanza a toda la Familia Marianista de
Chile. Para ello, hago mío este deseo expresado por uno de ellos: "Que el don de su
vida, entregada abundantemente, fructifique en vida marianista en este Chile que
tanto quiso. Desde el cielo será nuestro promotor vocacional."
¿Un 'acontecimiento insignificante'?
En la mañana del 16 de agosto de 1944, siendo yo novicio en Elorrio, me llamó el
padre José Asenjo, maestro de novicios:
- Esta tarde va a llegar uno de los jóvenes del colegio de Vitoria que van a ingresar en
el noviciado. Se llama José Miguel Cañabate... ¿Lo conoce usted?
- No. Debe ser más joven y no lo recuerdo.
- No importa. Usted se encargará de acompañarle en estos días. Para que se vaya
ambientando...
Así quedé constituido en ángel de la guarda visible de José Miguel. Él lo recordará toda la
vida. A principios de agosto de 1994, me escribía felicitándome por mis "bodas de oro" como
marianista, y me decía:
"Yo me acuerdo de otro acontecimiento más insignificante. Hace cincuenta años, el 16
de agosto hacia las 5 de la tarde, me dabas la bienvenida en el noviciado de Elorrio. Tú me
recibiste. ¿Te acuerdas?"
Lo califica de 'acontecimiento insignificante'. Pero no lo es. Un año antes, exactamente
el mismo día de agosto, había yo desembarcado en el noviciado. Recuerdo haber llorado
mucho la noche anterior. Y recuerdo que por la mañana, reprimiendo la lógica nostalgia y
convencido que era el Señor que me llamaba, me había ido decididamente a tomar el tren para
Elorrio. Algo parecido le pasó a José Miguel. También él venía convencido de que Dios le
llamaba y allí estaba, dispuesto a todo. Ese momento no es un 'acontecimiento insignificante':
la prueba es que, tanto él como yo, lo hemos recordado siempre con claridad meridiana.
¡Cuántos que hubieran podido ser excelentes religiosos no fueron capaces de superar ese
momento del 'salto en el vacío' hacia una nueva vida!
Una foto de familia.
A finales de julio de ese mismo año de 1944 la familia Cañabate Fernández se hizo
una foto 'de estudio', como recuerdo... y despedida. Todos están con sus mejores trajes.
Sentados a cada lado, sus padres. A la derecha su mamá, Juana Fernández, vestida de oscuro,
ligeramente vuelta hacia la izquierda, mirando hacia la cámara. A la izquierda, su padre, Vidal
Cañabate, ligeramente vuelto hacia la derecha. Ellos enmarcan a sus dos hijos, José Miguel y
Enrique, el hermano seis años más joven, vestido de marinero. José Miguel, en pie, con traje
de chaqueta claro y corbata a rayas, parece dominar la escena. Tiene un rostro amable y serio
a la vez. Detrás de sus gafas, que le dan un aire como de más edad de la que tiene, se adivina
una mirada decidida. Efectivamente en la foto sólo tiene catorce años y diez meses (ver foto).
La familia vive en Vitoria, en la calle Postas nº 10. José Miguel había nacido el 29 de
septiembre de 1929. Y bautizado el 6 de octubre siguiente. Por eso cuando llega a Elorrio es
tan joven que no va a poder iniciar oficialmente el noviciado con los demás de su grupo el 12
de septiembre. Le falta poco, pero no tiene todavía los 15 años que exigía el Derecho
canónico de entonces. Tendrá que esperar: hará sus promesas de novicio marianista el 10 de
noviembre.
¿Una edad demasiado tierna para un compromiso que va a abarcar toda la vida entera?
¡Es eso tan relativo! Dios llama cuando quiere y la respuesta fiel no depende de la edad. Es
cierto que el Derecho canónico actual exige los diecisiete años cumplidos para iniciar el
noviciado. Pero dudo mucho que esta norma haya mejorado la perseverancia. Tal vez en
aquellos tiempos teníamos una ventaja: no existía la sociedad de la abundancia; se vivía - ¡qué
remedio!, pero aceptado como normal - austeramente. Por ejemplo, tanto José Miguel como
yo tuvimos que llevar al noviciado nuestra 'cartilla de racionamiento'...
Al llegar al noviciado, José Miguel lo tenía claro. Sabía a qué venía y lo que quería:
ser marianista, sacerdote y misionero en el Japón. Sabía perfectamente que eso implicaba
renuncias. Sabía que era Cristo quien le llamaba... Y lo sabían sus padres que, lejos de
oponerse, supieron fiarse del Señor y de su hijo.
Aquel 16 de agosto, charlando, José Miguel y yo, ambos vitorianos, nos sentimos
felices al ver que de nuestra ciudad natal y de nuestro Colegio, ingresaban cinco novicios.
Además nos dimos cuenta que teníamos algo en común: el deseo de ser misioneros en el
Japón.
José Miguel conservará siempre un cariño profundo por su colegio de Vitoria. Aquel
colegio gozaba entonces de un admirable espíritu marianista y misionero, bajo la sabia
dirección del padre Francisco Armentia. Allí está la raíz de muchas de las iniciativas que
luego desarrollará y llevará a cabo.
Servir a Dios siendo sacerdote misionero
El año de noviciado, un año en la paz y sosiego de Elorrio, pasa rápido. El padre José
Asenjo, su maestro de novicios, está contento con él: "Serio, concienzudo, ponderado, muy
buena voluntad. Espíritu religioso excelente".
Pero en medio de la paz de España, van llegando los ecos de la guerra mundial que
destroza medio mundo. Una buena noticia: el dos de mayo de 1945, Alemania capitula,
mientras la guerra sigue haciendo furor en Extremo Oriente. En pleno verano, llega desde el
Japón una noticia terrible: el 6 de agosto, una bomba de una potencia increíble arrasa la
ciudad de Hiroshima; unos días después - el 9 - otra bomba del mismo tipo cae sobre
Nagasaki. El mundo marianista - y con él los novicios de Elorrio - se angustia: ¿qué habrá
sido de nuestros hermanos? Por fin se supo: el Colegio Estrella del Mar, de los marianistas
japoneses, se había salvado por su situación geográfica en la bahía de Nagasaki. No así la
Escuela apostólica de Urakami, que resultó borrada del mapa: providencialmente no había
nadie allí aquel día.
Con este telón de fondo, el 14 de septiembre, José Miguel escribe al padre Provincial,
pidiendo comprometerse con los votos:
"Llevado de un santo entusiasmo de entregarme a Jesús y María, le dirijo estas
palabras a fin de que se digne admitirme a la emisión de mis primeros votos en la Compañía
de María.
He meditado atentamente los compromisos que voy a contraer, así como las
dificultades que puedo encontrar en cumplirlos, pues estoy convencido que la vida del
marianista es vida de abnegación y sacrificio; y también las ventajas y consuelos que me
proporciona el estado religioso. Y después de haber pensado esto seriamente me he decidido
sin vacilar a entregarme a Jesús y María en la vida religiosa
Es mi deseo servir a Dios en la Compañía siendo un celoso y abnegado sacerdote
misionero, pues ese es mi deseo desde que empecé a notar en mí la vocación religiosa, y
porque creo que es el mejor medio de pagar al Señor los innumerables beneficios que me ha
hecho.
Pero si Vd. cree que yo puedo ser más útil a la Compañía siendo hermano docente,
estoy dispuesto a serlo, pues mi único anhelo es alcanzar la perfección haciendo siempre la
voluntad de Dios".
Lo que aquí expresa no son meras palabras, fruto de un fervor de novicio. Van a ser
las constantes de su propia vida religiosa: entusiasmo por su vocación; exigencia, abnegación
y sacrificio; amor a la Compañía de María; intento de superación, deseo de hacer la voluntad
de Dios, aceptación incondicional de la obediencia... y empeño por ser misionero.
El 11 de noviembre de 1945, en la capilla del noviciado de Elorrio, en presencia de sus
padres y de los nuevos novicios que acaban de ingresar, José Miguel "para gloria de la
Santísima Trinidad, honor de María y la salvación de su alma, promete a Dios y hace voto de
guardar por un año la pobreza, la castidad y la obediencia según las Constituciones de la
Compañía de María". Por un año oficialmente, pero en su corazón su consagración a María es
para la vida entera...
"Cada día más entusiasmado..."
Al día siguiente toma el tren de Madrid para juntarse con sus compañeros que habían
profesado en septiembre. Van todos a continuar sus estudios en el Escolasticado de Nuestra
Señora del Pilar de Carabanchel Alto. "Escolasticado": así se llamaba entonces la casa donde
los jóvenes religiosos proseguían sus estudios. En Carabanchel, casi noventa religiosos
jóvenes se preparaban para su futura tarea de educadores. Allí, José Miguel terminará su
bachillerato e iniciará su licenciatura en Filosofía y Letras.
Don Jesús Martínez de San Vicente, director del Centro, juzga así a nuestro José
Miguel:
"Bastante buena inteligencia. Serio y concienzudo. Buena voluntad. Sencillo y dócil.
Se trabaja bien. Servicial. Impulsivo a veces. Muy cumplidor de sus deberes religiosos".
Son rasgos que le van señalando curso tras curso. José Miguel está en pleno desarrollo
físico y espiritual. Al llegar a Elorrio mide 1.63; al final de su Escolasticado llega a 1.73. Y se
nos señala que su salud es buena. Desde el punto de vista espiritual, él mismo se retrata en las
cartas que escribe para la renovación de sus votos. Así en marzo de 1947:
"Cada día estoy más entusiasmado con el sublime ideal marianista... (...) También
renuevo mis sentimientos de entera sumisión a la voluntad de Dios, manifestada por mis
superiores; estoy dispuesto a todo lo que ellos me manden, pues mi único deseo es alcanzar la
santidad cumpliendo siempre la voluntad de Jesús y María..."
En Carabanchel se respira un ambiente misionero. El 14 de marzo de 1946, parte hacia
Argentina un pequeño contingente de religiosos jóvenes que van a proseguir sus estudios en
aquel país. El Japón está presente en la mente y el deseo de todos. Se sigue con atención todas
las noticias que de allí llegan. Era práctica habitual que los escolásticos dieran pequeñas
conferencias a sus compañeros sobre temas de su elección. En mayo de 1947, el que esto
escribe les entretiene con una pequeña charla sobre "María y el Japón".
En agosto de 1947, el Superior General, padre Silvestre José Juergens emprende la
visita a las casas marianistas de Japón. En una larga circular, fechada el 8 de enero de 1948,
da cuenta de sus impresiones; y al final, entre otras recomendaciones, dice:
"Jóvenes religiosos de todas las Provincias, en particular de las de América, serán
bienvenidos en Japón. Deben estar prestos a enfrentarse con un trabajo difícil, exigente, con
mucha paciencia. Pero sus valientes y generosos predecesores franceses en este amplio campo
de apostolado misionero han demostrado que su trabajo será recompensado con frutos
duraderos y excelentes".
Animado por esta recomendación, en marzo de ese año 1948, en su petición de
renovación de votos, José Miguel, reitera al padre provincial su deseo de ser misionero:
"Cada día estoy más convencido de que, y por mera gracia de Dios y de nuestra
Madre, estoy en la Compañía de María... Pienso que la mejor manera de corresponder a este
don es entregarme totalmente a ellos.
Este año lo estoy pasando francamente bien; he tenido mis dificultades, mis momentos
de cobardía por ponerme triste, pero no han sido más que unos momentos, y lejos de
desalentarme, me han servido para entusiasmarme más por mi vocación y el ideal marianista.
Además estas cosas no las temo, pues sé que tienen que venir y con la ayuda de Dios lo puedo
todo.
Varias veces le he manifestado el deseo de ser misionero. Esta idea cada día la tengo
más enraizada en el corazón; me sirve para animarme y para entusiasmarme..."
Cádiz 1948 - 1953
Principios de septiembre de 1948. En el pequeño salón de actos del Escolasticado de
Carabanchel, los jóvenes profesos de 1945 van a recibir su primera 'obediencia', su primer
destino comunitario. Hay un silencio expectante. '¿Dónde me tocará?', se pregunta
silenciosamente cada uno. Don Jesús San Vicente va entregando a cada uno la papeleta
firmada por el Provincial:
- Don José Miguel Cañabate... ¡a Cádiz, al Colegio de San Felipe Neri de Puerta Tierra!
También aquí me tocó recibir a José Miguel. Yo había sido enviado a esta comunidad
en septiembre de 1947, poco después de la terrible explosión que destrozó el barrio de San
Severino, hizo muchos destrozos en la ciudad y también dañó el Colegio de San Felipe, que
estaba ampliando su internado. El director del Colegio y superior de la comunidad era el
padre Victoriano Pardo. Recuerdo el recibimiento que nos hizo a los cuatro jóvenes que
salimos allí a comunidad aquel año: "¿Qué se cree el provincial? ¡Esto parece la Santa
Infancia!". Y dirigiéndose a mí: "¡Y para colmo me dicen que le ponga a Vd. a dar clase en
los mayores!" En septiembre de 1948 el provincial le volvió a enviar una nueva remesa de
'Santa Infancia', José Miguel entre ellos. Pero este año protestó menos... y en adelante pedirá
que le manden más jóvenes, ¡más Santa Infancia!
Salíamos con un entusiasmo enorme, y disponibles a todo lo que hiciera falta: desde
dar clases, estar con los internos, organizar deportes, llevar los grupos de Congregación
mariana... Y plenamente entregados a lo que hoy día se llama 'pastoral'. El espíritu de la
comunidad era excelente. Nos acogían todos con los brazos abiertos, siempre dispuestos a
ayudar y orientarnos a nosotros, los jóvenes. Allí estaba el veterano don Ciriaco Alzola con su
Peña Excursionista, don Raimundo Urréjola que además de sus clases de ciencias, atendía con
gran cariño a los pobres del barrio; don Amideo Palacios que mantenía siempre el buen
humor con su 'hilaroterapia'; don Agapito Alonso, don Ángel Chomón... por citar tan sólo a
algunos. El capellán, padre José María Ruiz, nos entusiasmaba organizando el Domund, la
Semana de la Vocación, el Día Chaminade, los Ejercicios... y sobre todo el trabajo por las
vocaciones, una labor a la que José Miguel se va a entregar en cuerpo y alma durante toda su
vida. Sí, José Miguel se siente a sus anchas en este ambiente. Al final de su primer año de
educador, escribe:
"Después de algunas dificultades sin importancia ya me he amoldado al nuevo género
de vida. Y el contacto directo con las almas me ha animado más en mi vocación".
Los superiores marianistas que visitan el Colegio se muestran más que satisfechos de
su trabajo. Don Antonio Martínez, inspector, resume así sus impresiones:
"Joven religioso, entregado, activo, trabaja con entusiasmo. Tiene autoridad en clase;
sus explicaciones son claras y bien ordenadas. Los niños tienen confianza en él. Su espíritu de
familia y su celo apostólico son grandes".
Los domingos después de la misa colegial en el Oratorio de San Felipe Neri, el de las
Cortes de Cádiz, nos gusta ir los dos a pasear hasta el puerto "a ver barcos". Nos ayuda a
soñar un poco.
El Japón en el corazón
En enero de 1949 pasó por Cádiz el padre Silvestre José Juergens, el superior general
de los Marianistas. José Miguel y yo aprovechamos para hablarle del Japón. Nos pidió
paciencia y discernimiento. Conservo la estampa japonesa que hice firmar al que entonces
llamábamos "Buen Padre".
El año 1950 era un año doblemente "santo": Año Santo para la Iglesia universal y
centenario de la muerte del padre Chaminade para los marianistas. En Cádiz se preparó por
todo lo alto la peregrinación a Zaragoza que, en la semana de Pascua, iba a ser el culmen de
ese Año Chaminade. Cádiz organizó un tren especial para doscientas personas... Una
auténtica proeza en aquellos tiempos en que el tren de Cádiz a Madrid tardaba casi ¡24 horas!
Pero estábamos acostumbrados y lo tomábamos con buen humor.
Entre otras celebraciones, el 12 de abril, un numeroso grupo de jóvenes religiosos
íbamos a hacer la profesión perpetua, nada menos que en la Basílica del Pilar. José Miguel,
con su entusiasmo habitual, quería estar entre ellos. Pero tenía una pega: le faltaban varios
meses para cumplir los 21 años que exigía el Derecho canónico. No se desanima; hasta dos
cartas escribe al Superior General, suplicándole le consiga una dispensa.
"...le pido la gracia de que me permita hacer, en este año doblemente santo, mis votos
perpetuos. (...) Además desde que se despertó en mí la idea de la vocación, tengo el deseo de
ser sacerdote y misionero en el Japón..."
Tendrá que esperar un año más. En julio de 1950, la Provincia marianista de España se
escinde en dos: la provincia de Madrid y la de Zaragoza. En principio cada religioso quedaba
en la comunidad en la que estaba. Varios 'gaditanos' estábamos haciendo los ejercicios
anuales en Madrid. De pronto, el nuevo provincial de Zaragoza, padre Florentino Fernández
me llama: 'Escriba a Cádiz que le manden todas sus cosas aquí. Queda destinado a la
comunidad de San Sebastián'. José Miguel y yo nos dimos un abrazo y prometimos
escribirnos. Durante años fuimos fieles a esa promesa.
En febrero de 1951, llega una triste noticia, que impresiona a todos, pero sobre todo a
José Miguel. Muere en Segovia un joven marianista, Venancio Madinabeitia. Compañero
suyo de clase en el colegio de Vitoria y novicio con él en Elorrio. Un gran consuelo: su vida y
su muerte han sido las de un santo.
Poco después, José Miguel vuelve a la carga para ser admitido a los votos perpetuos:
Escribe al padre Juergens:
"Es mi deseo ser sacerdote y misionero en el Japón. Tengo esta idea desde pequeño;
ella me animó en los años difíciles de mi adolescencia, ella fue el motivo principal por el que
entré en la vida religiosa y finalmente esta idea es la que me anima en todo momento, en mis
ratos alegres, en mis penas y en mis actividades con los alumnos. Y ahora este ideal que me
entusiasma más que nunca, veo que ya se puede realizar, y por eso con el consejo de mi
confesor, me dirijo a usted para que disponga de mí como le plazca...
... No tome este deseo como una idea descabellada de un joven de 21 años. Me he
pasado muchos ratos ante el Santísimo meditando en esto. Sé perfectamente lo que pido y por
qué lo pido. Sé que me entrego a una vida dura y de continuo sacrificio, en la que están
ausentes todas las alegrías, salvo aquellas que Dios envía a los que han sabido dárselo todo.
Me doy cuenta de lo que tengo que dejar y de lo que tengo que soportar..."
El 26 de agosto de 1951, en su Colegio de Santa María de su Vitoria natal, pronuncia
sus votos perpetuos. En cuanto a lo de ir a misiones, se le dice que después de terminar la
carrera y el seminario.
En las cartas que me escribe me habla "de todo": desde sus deseos de ir al Japón hasta
del trabajo entusiasta que se hace por las vocaciones, que en estos años van saliendo
numerosas de Cádiz. También incluye detalles graciosos pues tiene un fuerte sentido del
humor. Por citar algo, he aquí unas líneas de una larga carta de marzo 1952:
"Yo sigo muy contento y muy animado. Me están entrando ganas de volver a escribir
al Buen Padre. Estoy recibiendo muchas cartas del Japón. Este año estoy recibiendo más
tragos amargos que nunca. Unas veces por causa de los chicos, otras por causa mía, a veces
aunque me arreglo bien con todos me encuentro solo, y desde luego con ninguno me las
entiendo como con usted, pero estos pensamientos duran unos instantes; basta un pensamiento
en nuestra Madre y se arregla todo. También he tenido grandes alegrías sobre todo en la
Semana de la Vocación. Hay ocho que piensan en vocación. Rece para que alguno el año que
viene, D. m., vaya al noviciado... (...) Al perro de don Celestino le pilló un tranvía; ahora hay
otro que vino no sé de dónde; apareció un día en una ducha. Es blanco con manchas de canela
y se llama cocreta".
En Cádiz, animados por el padre José María Ruiz, había una auténtica preocupación
por las vocaciones. Estábamos convencidos que el Señor y María seguían llamando y que
había jóvenes generosos capaces de responder. En las cartas que nos escribimos hay una
'sección' fija: el noticiario vocacional. Allí están los nombres de muchos de los que hoy son
marianistas. Este aspecto será una constante en el apostolado de José Miguel. Los fallos nunca
le desalentarán. Vuelvo a la carta anterior:
La Congregación pita 'cañón'... Juntamente con don Manuel Campo he formado una
Peña ciclista con chicos de Segundo a Cuarto. Va viento en popa...
...Como detalle le diré que el embajador del Japón en Madrid es antiguo alumno y lo
primero que hizo al llegar fue mandar una carta al padre Francisco Armentia, ofreciéndose
incondicionalmente para todo..."
Lleva el Japón en el corazón. Se escribe regularmente con don Santos Montoya y el
padre Leonardo Madinabeitia que es maestro de novicios allí. En el mes de octubre de este
mismo año, me dice:
"De lo mío: se lo volví a repetir al padre Armentia (provincial de Madrid) y me dijo
que, si una vez sacerdote seguía en las mismas ideas, no sería él quien se opondría..."
El 21 de julio de 1953, está en Gredos estudiando duro con otros marianistas jóvenes.
Escribe una carta entusiasta:
"Nuestra Provincia va imponente. El padre Armentia está resultando magnífico. El
padre José María Ruiz, nuevo director del Colegio, formidable en todos los aspectos,
idolatrado por comunidad, chicos y familias...
...El 1 de noviembre se va a inaugurar en Cádiz (Círculo Mercantil - Calle Ancha) una
Exposición misional, patrocinada por el Ayuntamiento. La SM va a intervenir y el padre José
María ha dicho que nuestro stand tiene que ser el mejor por encima de todo. Ya estamos
reuniendo cosas. Don Santos y el padre Leonardo me dicen que por medio de un amigo que
viene a ver a su familia, me mandan algo".
No sé si el stand marianista resultó el mejor. Me mandó una foto de él, no muy clara,
que aún conservo. Pero por esas fechas José Miguel ya no estaba en Cádiz, sino en Madrid.
Intermedio madrileño.
El 12 de septiembre de 1953, me escribe desde Gredos una larga carta al seminario de
Friburgo:
"El día 6 aterrizó por aquí el padre Armentia y en la comida repartió 'obediencias'. Yo
voy a Madrid para asistir como oficial a la Uni. Siento salir de Cádiz; después de cinco años se
dejan buenas raíces. Pero voy contento de ir al Pilar, pues me ayudará a terminar fácilmente la
licenciatura (que ya tengo ganas) y poder ir al Seminario con todo terminado. El padre
Armentia ha dicho que no mandará a nadie hasta los 25 años cumplidos. Siento no coincidir
con usted algún curso..."
"Con usted...": en aquellas fechas siempre nos tratábamos de usted. Y a los niños
también. Tres meses después ya se encuentra plenamente integrado en la comunidad, en el
colegio y harto de la universidad. Sigue escribiéndose con alumnos de Cádiz. Anuncia que la
exposición misional ha sido un éxito. Sigue soñando en el Japón y me pregunta si yo lo he
olvidado:
"El padre Leonardo me ha escrito una carta fantástica como todas las suyas. Está
esperando con ansia el día que vayan jóvenes sacerdotes al Japón. Créame que yo cada día
tengo más ganas. ¿A Vd. se le ha volado el santo al cielo?"
De pronto hay algo que va a torcer su trayectoria. En agosto de 1954 me escribe para
felicitarme por mi ordenación sacerdotal. Está feliz porque acabó la licenciatura y está
preocupado por el giro que van tomando las cosas:
"Aquí con eso de que el Nuncio dijo a los superiores de órdenes religiosas que la
misión de España está en América, lo del Japón ni lo tientes..."
Poco tiempo ha permanecido en Madrid, pero ha trabajado mucho, incluso con los
chicos. El padre Armentia, su provincial, que le conoce bien pues fue su director en Vitoria, lo
retrata así en su informe:
"Prototipo del 'fiel israelita'. Es religioso de una pieza. No entiende, o por lo menos no
admite componendas, ni medias tintas. Piadosísimo. Trabajador incansable; muy abnegado;
ansioso de perfeccionamiento propio y de la Compañía de María".
Así será hasta el fin de su vida. A principios de septiembre de 1954 me comunica una
gran alegría:
"¿Se acuerda de Paco Gómez del Río, aquel mejicano de mi curso de Vitoria? ¿Qué
quiso ir al noviciado y tuvo unos líos imponentes con su familia? Pues bien: ha terminado la
carrera de clásicas y ha estado todo el curso dando clase aquí, en el Pilar. Hemos charlado
largo y tendido y me ha dicho que en los siete años que han pasado no se le ha quitado la idea
de la vocación. Y que en cuanto termine el doctorado irá al noviciado..."
Efectivamente, Paco será marianista, sacerdote y provincial de Madrid. Por desgracia,
morirá prematuramente. Mientras tanto José Miguel tiene un nuevo destino: Tánger.
Misionando en Tánger.
"Me dijeron en los retiros que me quedaría en Madrid, pero, a última hora, papeleta
que te tienes, y a Tánger de titular de la cartera de filosofía", así me lo comunica en una carta
de noviembre de 1954. Como de costumbre se adapta inmediatamente y se siente feliz...
"...Ya no añoro Madrid. Usted también la gozaría aquí. Es una obra magnífica (...) Es
una obra dura y difícil, que exige mucho sacrificio y ahí te quiero ver escopeta. Usted sabe que
a ambientes frívolos, la relación debe ser frailes fervorosísimos..."
Efectivamente, por su estatuto especial de Zona Internacional, Tánger es una ciudad,
como dice duramente José Miguel, "de ambiente podrido":
"...añada a esto la mezcla entre los chicos de cristianos, moros, indios y judíos. Varios
casos de chicos cristianos peores que sus compañeros paganos. Cinco iglesias y ninguna
facilidad para comulgar y hacer visitas al Santísimo, pues están mal situadas y a los chicos les
pilla lejos... Una auténtica misión. Me he entregado a trabajar con todas mis ganas..."
Filosofía, latín, castellano, religión... y hasta deportes ("porque otro no ha querido
encargarse"). Pero, 'la obra de su corazón' es la Congregación mariana: "Tengo sólo doce
congregantes, pero son estupendos"... Y consigue maravillas: "Aquí en medio de esta cloaca,
me he encontrado con los mejores chicos, que practican su catolicismo por convicción", y me
cita casos concretos que sería largo señalar aquí. No es de extrañar que los superiores
marianistas en el informe de sus visitas se hagan lenguas de él. El padre Francisco Armentia,
su provincial, escribe:
"De extraordinaria bondad y generosidad. Es alma de Dios. Y muy de la familia.
Siempre dispuesto a cooperar en cualquier obra buena. Y si se queda solo, trabaja solo.
Siempre alegre y de buen humor. Inflexible en el cumplimiento de su deber. Se entrega a la
labor apostólica con mucho espíritu sobrenatural y también con un poco de infantil
ingenuidad."
Don Antonio Martínez, inspector, remacha el clavo:
"Joven religioso de hondas convicciones; observante, piadoso, animado de gran celo
apostólico. Como profesor tiene autoridad, trabaja y hace trabajar a los alumnos; prepara las
clases con cuidado y se entrega a sus tareas con abnegación.
Por su conducta seria y ejemplar se ha ganado la confianza de los alumnos que le
estiman en alto grado y le consultan sus problemas. Ejerce entre los alumnos mayores del
Colegio una influencia grande."
Pero no ha olvidado su querido Japón: el 7 de enero de 1955 vuelve a la carga y
escribe al Superior general, recordando su disponibilidad. "Si no fuera por el Seminario, me
quedaría un año más aquí..."
Seminarista en Friburgo 1955-1959.
"Ante mi seminario, como es natural, impaciencia y un poco de canguelo por la
grandeza del sacerdocio y las miserias de uno, pero voy optimista". Así me escribe el 5 de
agosto de 1955 ('¡la Virgen Blanca!'), en una simpática carta desde Tánger, en la que se
lamenta de no haber podido hablar conmigo ('¡cinco años sin vernos!'), y que termina como
buen vitoriano: "Me despido a los acordes del Celedón y de un cohete"...
Al Seminario Marianista Internacional de Friburgo de Suiza llega con inmensas ganas.
El padre Alfonso Gil, que será luego su provincial y amigo en América del Sur, lo recuerda:
"El primer año suyo en Friburgo coincidió con el último mío en 1956: Allí lo conocí
en su entusiasmo joven, en su sencillez impulsiva, en su solidez espiritual, en sus sueños, en su
dedicación al estudio y hasta en su osadía de ponerse al frente de la original 'orquesta
hispánica', en su primera presentación, sin apenas conocimientos musicales y menos de
dirección".
Efectivamente, José Miguel no se arredra por nada. Su francés nunca será bueno, pero
se entenderá muy bien con todos, sin ningún complejo; siempre buen compañero, optimista y
servicial. Tengo bastantes cartas suyas, escritas desde el Seminario. Se lanza a vivirlo con
pasión, con deseos de aprender, de ensanchar horizontes, de espiritualidad. Está convencido
que un sacerdote marianista tiene que ser 'sal y luz'. En su convencimiento a veces se pone
nervioso ante los fallos que ve. Por eso el padre Noël Le Mire, el superior del Seminario, dice
de él:
"Vivo, personalidad fuerte, dueño de sí, equilibrado, inspira confianza. Una persona
excelente, que corre el riesgo de ser demasiado cortante. No se da cuenta a veces del efecto de
sus intervenciones, pero pone tanta buena voluntad que se le perdona. Me parece exigente
sobre la vida religiosa para los demás y para sí mismo".
José Miguel se trabaja y el mismo superior señala un año más tarde:
"Ha hecho mucho progresos en lo de su estilo cortante. Se ha hecho más humano y
más generoso. Fundo grandes esperanzas sobre este futuro sacerdote. Ha mostrado muchas
veces que sabe ser compasivo, sin sensiblerías. Y sabe muy bien dar los consejos más
pertinentes."
Además de sus estudios teológicos, procura aprovechar todas las ocasiones para
formarse prácticamente en la pastoral. Conferencias de personalidades de paso. Me escribe,
por ejemplo:
"Un sacerdote francés el padre Boulard nos ha dado tres conferencias sobre sociología
religiosa. Fenomenal. Muchas ideas prácticas para nuestro apostolado. Vivimos en el guindo
en muchas cosas".
Para la revista "Études marianistes" redacta un interesante trabajo de investigación
sobre "Los Hermanos obreros y su puesto en la misión apostólica de la Compañía de María".
En su segundo verano, los seminaristas van a otro país de Europa. José Miguel elige
Roma. Me escribe una carta entusiasta con todas sus actividades: estudio, visitas culturales,
visita despaciosa al Museo de Misiones del Vaticano, contacto con el Movimiento del
"Mundo Mejor" del padre Lombardi; asistencia al Congreso Mundial de la JOC... Se siente
feliz, pues
"...en la delegación de Marruecos, venían seis antiguos alumnos, uno de ellos
presidente de la delegación. Vinieron solos, pues el franciscano se puso enfermo. Como sabían
que yo estaba allí, me localizaron y me hicieron 'consiliario extra oficial'. Con ellos estuve
todo el tiempo".
Al principio del curso 1957-58 se entera que he sido nombrado director del Colegio de
Nuestra Señora del Pilar de Valencia. Copio lo que me escribe, pues refleja muy bien su
sentir, y lo practicará más tarde:
"De felicitaciones, creo que 'inter nos', eso no merece la pena. Bien están para las
grandes ocasiones: profesión, ordenación, bodas de oro... pero por lo demás ¡psch!, ante Dios
da lo mismo ser superior o cocinero. Un día se lo dimos todo, y ahora se trata de hacer lo que
Él quiera. Le han encajado eso, así que pecho al agua y a santificarse como 'dire' de Valencia.
No le faltarán la ayuda de Dios y de la Santísima Virgen, y verá cómo no le faltarán consuelos
y dichas..."
Según se va acercando la fecha de la ordenación, está hecho un 'divino impaciente' al
estilo de san Francisco Javier. Escribe varias cartas al padre Pablo José Hoffer, nuevo superior
general y al padre Severiano Ayastuy, su provincial. Son cartas hermosas, reveladoras de una
generosidad sin límites. Imposible transcribirlas enteras. Repite lo que tantas veces les ha
dicho. Al padre Ayastuy:
"A esto tengo que añadir un motivo más íntimo y personal. Cada día me siento más
admirado por la cantidad de gracias que Dios me va concediendo en mi vida. Es mi deseo
corresponder plenamente a ellas, dándole todo de verdad".
Y en la carta (1958) en la que pide al padre Hoffer ser ordenado sacerdote escribe:
"...los años de seminario van pasando normalmente. Ha sido aquí donde sobre todo se
han asentado mis convicciones. Durante mi vida religiosa nunca el ideal se ha visto turbado
por dudas o vacilaciones en la vocación. Mis problemas y vacilaciones han sido de otra índole.
(...) Quisiera recordarle otro asunto: mi deseo de ser misionero. Lo he recordado en
muchas ocasiones por escrito. Renuevo este ofrecimiento. Pero quisiera hacer una pequeña
rectificación: sobre todo después de haber leído su circular sobre América. No limito mi
ofrecimiento al Japón, me ofrezco sencillamente a los superiores para donde sea. No tengo
preferencia".
Como de costumbre entonces, José Miguel fue ordenado sacerdote al tercer año de
teología, en Friburgo el 20 de julio de 1958. Se siente inmensamente feliz. Se ha cumplido
una etapa. Un año más y sabrá su destino definitivo. Por fin, el 29 de abril de 1959, recibe una
carta del padre Pablo José Hoffer:
"(...) He hablado con el padre Provincial. Nos hemos puesto de acuerdo en que este
año se le enviará las misiones. Pero todavía no tenemos claro si será para América del Sur o
para el Japón..."
Santiago de Chile.
Siguiendo las nuevas normas tuvo que hacer un año de pastoral en Madrid. Pero ya
sabe dónde va a ir: a Chile. Se prepara concienzudamente. A principios de 1960 ya está en
Santiago. Destinado al Colegio Miguel León Prado, un colegio en la comuna de San Miguel.
Procura enterarse bien de la problemática latinoamericana y chilena de estos años, los peligros
que amenazan, concretamente el comunismo ("tres mil sudamericanos - escribe - irán este
curso con beca a la Universidad de la Amistad de Moscú, de ellos 250 chilenos") y el
protestantismo o las sectas. Han ido a América Latina en estos años, siguiendo el llamado de
Pío XII y de Juan XXIII, muchos sacerdotes, religiosas y religiosos, de España sobre todo.
Está muy contento en el Colegio. Con su entusiasmo habitual enumera los buenos
resultados obtenidos por el equipo marianista que anima el Colegio: en estudios, en deportes y
sobre todo en la Congregación mariana...
En agosto, a mitad de curso escribe al padre Severiano Ayastuy, provincial de Madrid,
que le ha pedido un informe de cómo van las cosas en el aspecto religioso:
"Gracias a Dios las cosas van bien, cada vez mejor. Siguiendo las indicaciones que
usted dejó al marchar, se ha puesto una misa voluntaria a las ocho todos los días. Al principio
no venía casi nadie, hoy vienen ya unos quince (esto es extraordinario por estas latitudes).
Estos son fijos y todos los días se añaden algunos más. Los sábados llegan a treinta... (...)
La Congregación bien. Esta primera parte del curso me he dedicado a los de 6º, pues
quiero tener un grupo que responda bien para poder comenzar el año que viene con los
antiguos. (...) A la dirección espiritual dedico todo el tiempo libre... Ejercicios espirituales
cerrados para chicos. Colaboraron de modo admirable don Gabino, don Teodoro y don
Alfonso..."
Siempre optimista, está feliz en la comunidad, con los chicos, con todo... Al final de
este su primer curso, escribe:
"A ver si pronto conseguimos vocaciones. Pero esto está muy lejano. Contento si la
gente va a misa y trae sus hijos a bautizar: ahora éstas son las dos campañas. Dentro de una
hora iré a la parroquia, pues esta tarde tenemos 180 bautizos del barrio de las latas. Es un
'cacao' de miedo, pero bonito y en medio de todo grandioso. Y también risible, sobre todo al
poner el nombre. Hay quien propone Voltaire, Caupolicán, Lautaro...¡la monda!
El otro día el padre de un chico se pegó un tiro (cosa bastante frecuente) y yo en la
casa arreglando en lo posible todo el jaleo. Los chicos llorando agarrados a mi sotana. No
deseo a nadie esta papeleta... Aquí el mes de María, el mes de las flores, lo tenemos en
noviembre..."
Estas sencillas líneas nos dan el 'tono' de lo que van a ser sus cuarenta y cuatro años
pasados en Chile: generosidad y entrega total en los colegios y en las parroquias, preferencia
por los más pobres, cercanía a todos los que sufren, consejero y consolador...
En septiembre de 1962, el cardenal Raúl Silva, arzobispo de Santiago, había
convocado a todos los superiores mayores religiosos para exponerles el plan, y pedir ayuda,
para la Gran Misión que el episcopado chileno promovía para todo el país entre los años 1963
y 1964. José Miguel formó parte de la Comisión organizadora, en nombre de las
congregaciones de Hermanos.
El 23 de febrero de 1963, en carta al padre Ayastuy, le habla de la participación
marianista en la Gran Misión:
"Para la misión de la zona rural, fui destinado a la zona de Malloco; de jefe de
misioneros iba un sacerdote chileno extraordinario. La parroquia estaba dividida en cuatro
puestos; el mío estaba en la parroquia misma. El equipo estaba formado por cuatro religiosas,
don Rafael Morales, tres antiguos del Colegio y tres chicas de Acción Católica. El equipo
nuestro armonizó desde el primer momento. Don Rafael con los chicos se dedicó a la
catequesis de los niños y lo hicieron formidable. (...) Yo la predicación, la supervisión de la
catequesis, confesiones. Todo resultó muy bien. Confesiones extraordinarias, muchas
comuniones, se arreglaron 14 matrimonios; más de 400 confirmaciones, a todos se les pasó
examen. Al terminar el pueblo en masa nos despedía y lloraba mucha gente..."
A partir de este año, los marianistas, y José Miguel entre ellos, participarán en las
misiones que a partir de entonces se organizarán en todo Chile para consolidar los resultados
de la Gran Misión.
Linares.
A principios de de 1965 se erige una nueva provincia marianista, titulada de los
Andes, y que comprende las obras y comunidades de Argentina y Chile. José Miguel es
enviado a Linares, a 300 kilómetros al sur de Santiago. Será el superior de la comunidad y
director de las dos obras marianistas de allí: el Instituto Linares y la Escuela San Miguel. Las
dos obras, pertenecientes a la diócesis, con muchas deficiencias en edificios y medios. Sobre
todo la Escuela es pobre entre las pobres. Con su entusiasmo habitual se entrega de lleno a la
tarea. Poco a poco va a conseguir mucho. En abril de 1965 me escribe una carta a Vitoria,
donde he sido nombrado director. Me pide que 'su' colegio de Vitoria, que celebra los 75 años
de su fundación, ayude a estos pobres.
"Ya sabrá que me han nombrado superior de las dos obras que tenemos aquí. Con la
diferencia que para los mismos alumnos tengo la mitad de religiosos. Y lo más probable que
nuestro Colegio es como la peor escuela de allí. Y la escuela nuestra, no la hay en España
igual. Para informes puede preguntarle a mi padre cuando lo vea. En honor a la verdad le diré
que el señor Obispo ha tomado cartas en el asunto y a cámara lenta han comenzado a construir
un nuevo pabellón de clases. En cuatro meses dos obreros han cavado las fosas para los
cimientos.
Quiero acabar con tanta mugre y pobreza. Espero que la nueva escuela esté terminada
para el curso que viene, pero ahora hay que dotarla... Y yo no tengo 'ni cobre'... Me atrevo a
pedir a ese colegio una colecta extraordinaria para poder comprar platos y cucharas para el
comedor (350 bocas). Me dirá ¿dónde comen ahora? ¡En latas! La foto lo atestigua. Así sólo
se puede dar leche en polvo y un pan; y en invierno quiero darles alubias y patatas, que
también las tengo que pedir. Importe total: un millón de pesos, es decir 15.000 pesetas (...)"
El nuevo inspector de la provincia, don Teodoro Martínez, resume así sus impresiones
sobre la labor de José Miguel en Linares:
"Hombre entusiasta y con iniciativas. Muy al tanto de las cosas y de los problemas de
actualidad. A veces vive un poco en su mundo, lo que le hace aparecer como distraído (y a
veces lo es). Tiene cualidades para el trato con la gente, con los alumnos mayores y con los
padres de los alumnos.
Piadoso y bien formado religiosamente. Gusta de la doctrina segura, sin ser amante de
lo novelero. A veces su mucha actividad le hace perder en profundidad.
Está acertando plenamente en la dirección de la comunidad que se le ha confiado. Hay
un magnífico espíritu y ha llevado a los Hermanos una verdadera preocupación apostólica.
Muy en línea de la renovación litúrgica. Colabora ampliamente con la jerarquía de la
diócesis."
Estamos en plena finalización del Concilio Vaticano II, que José Miguel ha seguido
muy de cerca. En 1966 envía un informe a Roma, al padre Armentia, sobre las posibilidades
apostólicas de Linares, partiendo de nuestras obras como bases apostólicas. Sueña con una
Escuela Normal de Maestros... que se quedará en sueño. A finales de ese año se lleva una gran
alegría: yo he sido enviado a Colombia.
Momentos difíciles
El año 1968 trae cambios. El padre Alfonso Gil es nombrado provincial de los Andes
con sede en Buenos Aires. José Miguel le remplaza al frente del Colegio Miguel León Prado.
Como ya lo hizo en Linares se entrega de lleno a la tarea. En este año 1968 le caen dos nuevas
responsabilidades: va a ser el delegado del provincial en Chile. Y en octubre, el teniente
coronel Carlos Ossandón, que había tenido sus hijos en el Instituto Linares, muy amigo de los
marianistas y ahora subdirector de la Escuela Militar, le pide que dé clases de Ética a los
cadetes. Lo va a hacer con mucho aprovechamiento de muchos de sus alumnos. Por eso en
octubre de este año recibe el nombramiento de "Capellán ad-honorem de la Escuela Militar".
El padre Alfonso Gil, en una de sus visitas, lo describe así:
"Bueno, ponderado, activo, afectuoso bajo una capa de brusquedad, decidido, con gran
preocupación por los demás. (...) Realiza una gran labor en la Compañía. Ha tenido pleno
éxito. Se impone que ponga limitaciones a sus actividades y compromisos a los que está
propenso a prodigarse... Abierto a las necesidades de la Iglesia. Es de los que ponen su mano
en el arado y no mira atrás".
En julio de 1970, José Miguel escribe al padre Alfonso Gil, proponiéndole que "el
padre José María Salaverri venga predicarnos los ejercicios espirituales en febrero de 1971".
Así se acuerda. En septiembre hay elecciones. Los resultados dan a Salvador Allende,
candidato socialista, líder de la Unidad Popular, 32.000 votos más que a su oponente
Alessandri, conservador. En su toma de posesión, el 4 de noviembre, dice que le gustaría
seguir los pasos de Cuba. En la U. P. había también cristianos, así que a pesar de su marxismo
declarado, se mantuvo la libertad de conciencia y de religión. En la Gran Avenida, se levantó
una estatua al Che Guevara... Recuerdo aquellos ejercicios y aquel tiempo en que pudimos
charlar largo y tendido. En julio escribe: "...en las Jornadas Marianistas, nos hemos planteado
con valentía nuestra actitud y futuro en un país que rápidamente va hacia la socialización".
El padre Alfonso Gil, provincial, ha dejado clara la postura que deben tener los
religiosos:
"Estamos como religiosos, sacerdotes y educadores cristianos, para llegar hasta el
fondo del hombre, lo cual es común a los de derecha, a los de izquierda o a los de centro... No
demos cariz político alguno a nuestra misión y presencia..."
A principios de 1973, se le nombra párroco de la parroquia de San Miguel, recién
asumida por la Compañía de María. José Miguel, hombre polivalente, se lanza con
entusiasmo a sus nuevas tareas.
11 de septiembre de 1973: golpe militar"
Una nueva circunstancia le va a causar problemas. La "revolución a la chilena" se
convierte en una pura utopía por una serie de errores y circunstancias que no vienen a cuento
aquí. El hecho es que el 11 de septiembre, un golpe militar derroca el gobierno de Allende.
José Miguel tiene que presentarse inmediatamente en la Escuela Militar. Fue una época muy
difícil para él. Cuenta el padre Miguel Ángel Ferrando:
"Ese día me doy de frente con José Miguel que sale precipitadamente de casa. Me
pregunta dónde voy. Voy a dar clase en el Seminario Pontificio. Muy serio me conmina a que
me quede en casa; hay golpe militar; tiene que presentarse en la Escuela Militar; no sabe
cuándo regresará. Regresa dos días más tarde. José Miguel, capellán militar con grado de
teniente, pasa muchas horas en la Escuela Militar, que se ha convertido en centro de detención
para jerarcas de la Unidad Popular que se han entregado voluntariamente. Tiene una actitud
muy generosa con ellos y lleva noticias a sus familiares. Entre los detenidos, que luego irán a
la isla Dawson, hay un importante dirigente socialista, feligrés de la parroquia, muy conocido.
Tiene sobrinos en nuestro Colegio. Don Tito Palestro tiene una enfermedad crónica y necesita
medicamentos. Su esposa se los lleva a José Miguel que se los hace llegar al destinatario.
Este hecho nos trajo molestias, pues hubo alguien que vio entrar en las oficinas
parroquiales a la esposa de ese feligrés. Fuimos denunciados, curas comunistas, de encubrir a
uno de los jerarcas más buscados de la UP del barrio que no se había entregado a los militares.
Esos curas comunistas, decían, tienen escondida gente importante en un imaginario
subterráneo que une la parroquia con una antigua bodega de vinos que está al otro lado de la
Gran Avenida. Allanamiento por los carabineros. José Miguel los recibe con calma y se
aclaran las cosas."
"Llega gente a la parroquia buscando asilo. Tres o cuatro matrimonios uruguayos con
algunos niños que quieren salir de Chile. Sólo tienen lo puesto. Al menos ellos nos guisan y
vaya si comen. Un marianista, José Pascual, los lleva en la camioneta de la comunidad al lugar
señalado por la embajada de Suecia para hacerlos salir del país... Pasa con nosotros un mes
una pareja; él tiene señales en las muñecas. Nadie pregunta qué ha pasado, ni quien los ha
traído, ni si están casados, ni siquiera su nombre. Es más seguro así..."
"Una de las personas que busca asilo es una mujer de apenas 20 años. Acaba de salir
de un centro de detención, tiene tres hijos y sólo la calle para correr. José Miguel no se lo
piensa dos veces y la acoge en el Hogar parroquial para ancianos que está al otro lado de la
calle. José Miguel se preocupará de que haga cursos, que aprenda; llega ser una competente
jefa del Hogar durante años..."
Todo esto le hace sufrir mucho a José Miguel. El padre Alfonso Gil, su provincial en
aquellos días, amigo y confidente, escribe:
"En todo ese tiempo su acción y su presencia fueron nítidamente sacerdotales. Muchos
chilenos deben a su intervención 'mucho', quizá la posibilidad del exilio y hasta la vida. Recibí
de José Miguel muchas confidencias sobre esta acción de misericordia y también sobre sus
propias tensiones y perplejidades de conciencia..."
Quiso renunciar a la Escuela Militar. El 1 de noviembre de ese año, se desahoga
diciendo:
"Me quedo por ahora en la Escuela Militar: el Cardenal me ha pedido que no lo deje
por nada del mundo".
Intermedio.
Pero tanta tensión y tanto trabajo le agotan. El 20 de julio de 1975 pide un año
sabático en España:
"Me encuentro cansado, psíquicamente más que físicamente. A fines del 73 estuve a
punto de quebrarme por un surmenaje. Desde entonces estoy muy tenso. Los problemas que he
tenido que afrontar: detenidos, familias divididas, cesantes, incluso la problemática parroquial
con casos humanos de todo tipo... Todo esto me hace estar intranquilo, con insomnios. Me doy
cuenta de que me he vuelto agresivo, desconfiado y suspicaz. Lo cual no era habitual a mi
modo de ser...
Hasta el 73 inclusive, tuve la oportunidad de participar en la FIDE; CONFERRE,
Instituto de Pastoral. Esto me permitía estar al corriente de una problemática muy útil. Estos
dos últimos años me he mantenido al margen de todo, por precaución e higiene mental. No he
querido pensar..."
Sí, se sentía cansado. A Dios gracias, pasará el año 1976 en Madrid, haciendo unos
cursos de renovación. Sus padres, ancianos, su hermano con su familia pudieron disfrutar más
ampliamente de su presencia.
A su vuelta de España, muy repuesto, sigue siendo el hombre disponible para todo lo
que haga falta. De 1977 a 1983 seguirá en la parroquia de San Miguel y dando clases en el
Colegio parroquial. Del Noviciado le piden que dé algunos cursos a los novicios. Por cierto
que en el año 1981 le sucede una nueva aventura. Nos la narra Miguel Ángel Ferrando:
"Un grupo de 18 personas, de ellas una abuela con dos nietos, 'se tomó' la iglesia
parroquial para protestar no recuerdo de qué. La iglesia y la casa parroquial estuvieron
rodeadas por la policía y los carabineros varios días, pero no entraron. La vida de la
comunidad siguió relativamente normal y el culto se reanudó aunque los nuevos inquilinos
seguían dentro. Como éramos, según algunos, 'curas comunistas' era evidente para algunos
feligreses que la 'toma' la habíamos organizado nosotros. Suculento manjar para los
periodistas. No hicimos caso. José Miguel era el párroco y manejó bien el asunto, dejándose
aconsejar. No estábamos de acuerdo con la 'toma', pero tampoco podíamos entregar a la
policía a unas personas, algunas de ellas llevadas allí con engaño. Nuestros inquilinos
pudieron salir con cuentagotas y con tal discreción que ninguno fue aprehendido al salir..."
Un profesor muy estimado...
¿Cómo era el José Miguel educador? Cedo la palabra al padre Miguel Ángel Ferrando:
"Era un profesor de Filosofía muy apreciado, un excelente rector de colegio, un estupendo
capellán. Cuando levantaba la ceja temblaba del Colegio. Los primeros días de clase era feroz
con los alumnos, los aterraba; poco a poco iba aflojando y al final de curso era amigo de
todos. Durante unos cuantos años dio clase en el Colegio Parroquial San Miguel, que siempre
ha sido mixto. La misma táctica con las alumnas: feroz al principio, un amigo muy querido al
final. Riéndose me contaba que una vez una mamá vino con su hija a hablar con él, a petición
de la chica enojada porque decía haber sido víctima de una injusticia. Con el susto
correspondiente para la pobre hija, la mamá comenzó sin preámbulos a decir algo así: 'Padre,
yo he sido alumna de usted y estoy segura de que tiene usted toda la razón y que usted ha
hecho muy bien poniendo una mala nota a mi hija."
"José Miguel poseía un alma profunda y comprometidamente pastoral. Se sentía cerca
de la gente y la gente cerca de él. Dio cariño, apoyo, palabra juiciosa, realista y oportuna:
acompañó con la amistad y santificó con los sacramentos. Amaba y era amado, aunque sin
pródigas manifestaciones externas. En la parroquia de San Miguel prodigó hacia todos su
atención. Siempre hablaba con especial cariño de su Hogar para ancianos". Así nos lo retrata
del padre Alfonso Gil.
Misión en Ancud: toxoplasmosis.
Como cada verano (invierno en Europa), José Miguel se entrega con entusiasmo a las
misiones rurales. Pero al terminar las de 1980, localizadas en Ancud, no se siente nada bien.
Tiene molestias en el hígado, en el riñón y en la vista. ¿Qué ha pasado? Será la oftalmóloga
quien lo descubra: tiene toxoplasmosis, una penosa enfermedad que va a arrastrar como una
pesada cruz el resto de su vida. Le causa perturbaciones molestas; y empalmará con el
cáncer que segó su vida. Se trata de un parásito que se aloja en la sangre cabalgando sobre los
hematíes a los que roba parte del oxígeno que acarrean al organismo.
Durante las misiones, durmió varias noches con su grupo en un galpón donde se
recogen las ovejas en invierno. Allí debió seguramente agarrar esta infección incurable. Tiene
que someterse a medicación y a un régimen severo de comidas. Cuando se descuida y las
defensas bajan, los índices de presencia de los parásitos son altos y causan problemas
fisiológicos y psicológicos. Pero escuchemos al mismo José Miguel en carta de abril de 1980:
"El parásito nunca se va a eliminar totalmente (...). Te mentiría si te dijera que estoy
indiferente, la 'incógnita' me preocupa y a veces me desaliento interiormente o me pongo
nervioso y en consecuencia agresivo. Tengo que descansar, llevar un régimen estricto... Pero
en general estoy bien, es decir alegre, optimista y con buen ánimo. Encuentro mucha
comprensión y ayuda en todos los Hermanos... (...)
Rezo bastante y eso me da mucha paz. En el IMLP de la catequesis del año pasado han
surgido algunas comunidades [del Movimiento Marianista] más. (...) Como tengo bastante
tiempo libre me dedico a recibir gente en la Parroquia, pues no falta gente con problemas y
que vienen a pedir consejo..."
Va a tener que batallar con esta dificultad. A veces deja de controlarse y se descuida
en el régimen. Entonces está de mal genio, brusco... lo que luego le hace sufrir. En esos
momentos la enfermedad acelera también la despoblación de células grises en el cerebro.
Entonces José Miguel exagera o dice cosas un tanto extrañas: "Hasta que nos dimos cuenta
del problema alguno pensaba que José Miguel se había vuelto mentiroso", comenta el padre
Miguel Ángel Ferrando.
Superándose.
Pero poco a poco José Miguel va aprendiendo a convivir con la enfermedad, a
cuidarse, y consigue llevar una vida casi normal. En octubre de 1981 me escribe una carta
aludiendo a mi elección como superior general, y con su chunga habitual me dice:
"Como soy el que más te conoce de los que estamos por acá, aquí me tienes dedicado
a cantar 'las glorias, loores y virtudes' del nuevo Superior General"
¿Hace falta un director para Linares? Allí estará José Miguel para ponerse al frente de
1984 a 1988. Vuelve a ser párroco en Santiago de 1989 a 1994. En 1994 lo destinan al
Noviciado y finalmente en 1999 a Linares.
Siempre interesado por la Compañía de María en su conjunto, ha seguido de cerca la
labor del Capítulo General y está entusiasmado con la nueva Regla de Vida. Me escribirá con
cierta frecuencia. Me va a hacer partícipe de sus esperanzas, de lo que desea de mí:
"Es lo que esperamos del nuevo superior general - me escribe en mayo del 1984 -: una
persona que con la Regla de Vida en la mano, nos vaya ubicando en nuestro ser marianista en
el momento en que estamos viviendo. Creo que hay que poner un poco de marcha lenta en el
hacer, para fortificar el ser".
En esta misma carta me da cuenta de su nombramiento como director de la comunidad
y Colegio de Linares:
"Estoy feliz. José María Arnaiz me lo propuso en los retiros. Me lo hizo de modo muy
delicado: Se agradece el modo, pero para mí la cosa estaba muy clara: si hice voto de
obediencia no es para que le anden pidiendo a uno este tipo de favores. Acepté
inmediatamente. Dejé después de doce años la Parroquia San Miguel. Ha sido un período muy
lindo de mi vida. Con experiencias muy profundas, aparte del ministerio y trabajo
sacerdotales. El golpe militar con toda la labor de presos, refugiados, escondidos; los cuatro
días encerrado cuando la 'toma'; la incorporación a nuestra tarea marianista del Colegio
Parroquial, etc... Bueno, ya estoy en Linares. He tomado el colegio con ganas y gracias a Dios
creo que he comenzado bien. Los Hermanos muy majos; un buen equipo de profesores
seglares, un Obispo extraordinario..."
Es el José Miguel entusiasta, optimista, lleno de buena voluntad... Lo que no ve muy
clara es la situación del país: "La situación de Chile como país está mal. En cualquier
momento puede saltar la chispa." La experiencia de Ancud no le ha echado atrás. Los veranos
seguirá yendo a misiones de otro modo. En noviembre de 1987 me escribe:
"Estamos terminando el curso y preparando ya los campamentos de los chicos y los
trabajos de misiones. Yo voy a ir tres semanas de enero al Vicariato apostólico de la
Araucanía, para dar un curso de Cristología y Mariología a los catequistas indígenas de los
indios mapuches."
En relación con esto, su sobrina Ana, entonces pequeña, cuenta una anécdota de "su
tío de Chile", como le gusta llamarlo:
"Esperaba especialmente impaciente la llegada de mi tío de Chile, porque ese año le
había pedido un traje de Indio (yo sabía, por las anécdotas e historias que él contaba que iba
entre los indios). ¡Cuál no fue mi desilusión, y supongo que la suya, cuando de su maleta sacó
un poncho precioso de indio! Y yo le dije: 'Esto no lo quiero, ¿dónde están las plumas? Estos
no son indios de verdad'..."
En estos años, José Miguel se mete de lleno a ayudar en el Movimiento Marianista que
surge potente en Chile. Se entusiasma con la figura de Faustino, cuya causa de beatificación
acaba de iniciarse, y procura darlo a conocer en todas partes. Cuando se funda el Movimiento
Faustino lo apoyará con toda su alma. Como de costumbre está también atento a lo que
sucede en el país:
"En Chile estamos cada vez peor. Los militares cada día más prepotentes y los pobres
pagando el pato. Todo el que no sea de ellos o piense como ellos es comunista. A la Iglesia la
atacan y desprestigian siempre que pueden. Acaban de expulsar del país a tres sacerdotes
franceses muy amigos nuestros, de la parroquia colindante con la nuestra de Santa Adriana.
Acusados de propaganda subversiva contra el gobierno (¡!)."
Para entonces, José Miguel ya había renunciado a la Escuela Militar y hacía tiempo
que había tomado la nacionalidad chilena para estar más cerca de todos.
Un corazón de dimensiones planetarias
Las mil preocupaciones que comporta la vida diaria de un colegio o una parroquia
nunca impidieron a José Miguel una visión mucho más amplia. Le preocupa la vida de la
Iglesia en general y de la Compañía de María en particular. Siempre que hay Capítulo General
se interesa por el temario que va a tratar, por las orientaciones que va a tomar. Nunca fue
delegado a un Capítulo General, pero creo que no hay capítulo al que no haya enviado una
'moción', una sugerencia, alguna carta a alguno de los delegados. Ya en su tiempo de
seminario, envía una moción sobre las Misiones, evidentemente. En mi tiempo de Superior
General, no hay carta en la no me hable de la Compañía en su conjunto. Mi circular sobre "La
pobreza religiosa" (1985) le entusiasma:
"Acabo de leerla por segunda vez. Te la agradezco. Me ha hecho mucho bien. (...) A lo
largo de su lectura he ido reflexionado muchas cosas a nivel personal y otras mirando a la SM.
en la Iglesia. Te las digo, no erigiéndome en juez, sino con la confianza y amistad que sabes
tenemos desde hace tantos años. (...)"
No es del caso copiar aquí sus reflexiones sobre la pobreza o sobre la formación en la
Compañía, o sobre la fidelidad a la vida de oración o sobre la Regla de Vida... Con mucho
gusto le enviaba siempre mis publicaciones. Dice su noticia necrológica:
"Fue un marianista de corazón grande. Amaba mucho a la Compañía. Se mantenía
informado y leía todo lo que se publicaba. Su interés le llevaba a responder ampliamente a
todas las encuestas, enviar mociones a los Capítulos, mantener correspondencia con muchos
religiosos. Impulsor de la Familia Marianista, incentivó la llegada de las Hermanas
Marianistas a Chile y ha colaborado ampliamente con las Comunidades laicas Marianistas.
Siempre preocupado por las vocaciones nativas, manifestaba mucha cercanía y apoyo a los
hermanos chilenos".
"De su personalidad, dice Alfonso Gil, marcaría en primer lugar su sello cristiano de fe
esperanzada e inclinada a la misericordia. José Miguel era profundamente bondadoso y no
anidaban en él rencores duraderos: Tuvo ocasiones en las que dio la nota de magnanimidad.
Sus grandes amores - Cristo, María, la Iglesia, el hombre, la Compañía de María - le
posibilitaron volar alto y no quedar enredado en insignificancias. Hasta pudo volar demasiado
alto alguna vez sobre la realidad que necesitaba ser mejor medida en cantidad y matizada en
calidad".
Un libro: "Los marianistas en Chile"
En 1994 va destinado al noviciado para ayudar en la formación de los novicios. Allí
pone toda su sabiduría marianista al servicio de los futuros marianistas de varios países de
América Latina. Andrés Tocalini, seminarista marianista argentino, evoca aquellas clases en
una 'carta' que escribe, desde Roma, al José Miguel 'del cielo' ante el anuncio de su
fallecimiento:
"Al pasar por los retratos de los Superiores Generales (paso varias veces al día) no he
podido dejar de recordar las anécdotas de tus clases sobre Historia de la Compañía en el
Noviciado. Historias llenas de pasión por la misión marianista. Las intuiciones del Fundador,
su vida larga y fecunda, sus dificultades y dolores. No había tanta pasión para recordar a
aquellos que le hicieron tanto sufrir o que en los primeros tiempos empezaron a tergiversar el
carisma fundacional. Sí, muchos detalles claros y bien contextualizados. Pero todo tu amor a
la Compañía de María se traducía en generosas descripciones biográficas de aquellos que le
fueron fieles. Allí estaban Teresa de Lamourous, Adela, el rebelde pero fiel Lalanne, el
espiritual Chevaux, los hermanos Rothea y los Meyer, el estratega Simler de la nueva
expansión misionera en los comienzos del siglo XX... y tantos y tantos... Hasta hace no
mucho, en tus viajes de Linares a Santiago para los chequeos médicos, seguías dando tus
clases a los novicios latinoamericanos. No será fácil encontrar reemplazante..."
En junio de 1996 me escribe desde el noviciado una larga carta en la que me habla de
sus ocupaciones y preocupaciones:
"Verás que el Movimiento Faustino va afianzándose. En realidad, yo trabajo poco en
el mismo, pues a mi edad, me cuesta ya un poco conectar con los chicos, pero apoyo todo lo
que puedo."
Y al final, añade:
"Me estoy dedicando de lleno a la elaboración de la Historia de la Compañía en lo que
me compete de América Latina, concretamente en Chile. ¡Cuánto bien oculto y desconocido
tenemos! Y ¡qué Hermanos más formidables nos han precedido! Pero eso es otro tema que
daría para mucho."
El fruto de sus investigaciones y trabajos será un estupendo libro de 251 páginas. Muy
bien escrito, riguroso en sus datos, que se lee muy a gusto. Saldrá publicado en 1999, con el
título: "Los marianistas en Chile (1949 - 1999)". Su éxito será una de sus grandes alegrías.
"Ha tenido una aceptación que yo no esperaba. He recibido muchas cartas (...). Si ello sirve
para conocer mejor a la Compañía y su trabajo y se traduce en nuevas vocaciones, bendito sea
Dios."
"Me dio una ramalazo..."
Desde 1999, está en la comunidad de Linares. El 10 de julio de 2001, estaba
preparando su viaje a España, para visitar a su familia. "Ese día, me escribe, me dio un
ramalazo de la cintura hacia abajo, que me paralizó las piernas y me dejó todo el cuerpo con
unos dolores terribles..." Le llevan en ambulancia a Santiago al Hospital Clínico de la
Universidad Católica. El 14, día crítico, le sube la presión y la temperatura de modo
alarmante...
"Comenzó a entrarme una angustia terrible... Me quedé dormido. Al despertarme no sé
cuándo, vi en torno a mi cama a varios Hermanos y un montón de gente. El padre Miguel
Ángel me había dado la bendición y lloraba; yo también lloré, di a todos las gracias, pedí
oraciones y me quedé dormido. Al despertar estaba más tranquilo; la mayoría de los dolores
habían desaparecido, debido a las medicinas, y comencé a sentir sensibilidad en las piernas.
Pero me volvió la intranquilidad por la película que te pasa por la mente: 'ya estoy inválido,
qué será de mí, quién me cuidará, quién me vestirá, quedaré en la cama, quién me bañará, qué
haré, etc. etc. Un médico me dijo: 'Padre, cuidado con pasarse películas raras; reaccione en
positivo'. En realidad, no sé cómo, me sobrepuse y recé el Padre nuestro y el Acordaos;
invoqué al Fundador y acepté la voluntad de Dios ('Sea hecha, alabada...'). Es más, di las
gracias por la enfermedad y me puse en sus manos. Lo que sí hice intensamente fue pedir
fuerzas para soportar lo que viniera. Te digo que en ese momento me vino una paz interior y
una calma grandísimas..."
Diagnóstico: mieloma canceroso que afecta a las membranas que están entre las
vértebras lumbares, cuatro de las cuales están quebradas. Durante cuatro meses debe llevar
una como coraza de plástico; quimioterapia, radioterapia... Pudo incluso, con muchas
precauciones, viajar a España: Madrid, Vitoria... Y de nuevo a Linares. Procura ser útil y,
como de costumbre, se mete en mil pequeñas tareas: celebrar la eucaristía, confesar, taller de
filosofía en el Colegio, asesor de tres comunidades del Movimiento Marianista... Me escribe
en junio 2002:
"Como ves, procuro ser útil dentro de mis limitaciones... (...) Estoy contento,
optimista, muy confiado en la bondad de Dios y de la Santísima Virgen. Me siento muy cerca
de ellos, protegido por ellos. Acepto plenamente su voluntad. Pero francamente te digo que
tengo a veces miedo. Miedo a desanimarme, a que me falte la fe y la fortaleza. Por eso te pido
que reces por mí. Más que nada para que no decaiga mi confianza en la voluntad de Dios..."
Cita en el Cielo
En esa misma carta me dice que lo más probable es que nunca más vuelva a España.
Lo presiente:
"...por eso es muy probable que tú y yo ya no volvamos a vernos en este mundo. Así
que la próxima cita y conversación será en el cielo. ¿Te imaginas una charla de tú a tú 'per
omnia secula seculorum'?. Con todo espero que tendremos tiempo todavía para escribirnos
alguna carta. Así que espero tus noticias: todo lo de Faustino me interesa..."
Le escribo y le envío noticias. Pero a él le cuesta mucho escribir. Su última carta es
una felicitación de Navidad 2003:
"Aquí me tienes, José María. Me cuesta mucho escribir a mano y más a máquina. El
cáncer de a poco me va minando, pero estoy contento, con mucha paz interior y sobre todo
con mucha confianza en Dios y en la santísima Virgen. ¡¡¡Qué no disminuya mi fe!!! He
podido ser útil todo este año, aparte de rezar más: He dado normalmente clase de Filosofía a
los mayores del Colegio. Asesoro comunidades..."
Efectivamente nos cuenta el padre Ferrando, "en Linares, hasta unos meses antes de
caer para no levantarse más, todavía daba algunas clases de Filosofía a un grupo de alumnos
mayores, porque el profesor se enfermó. Los mismos alumnos se lo habían pedido... Hasta las
11 no está en condiciones de tomar un taxi y acercarse al colegio; a mediodía los padres se lo
pelean para llevarlo de nuevo a casa..."
Durante unos meses José Miguel estuvo yendo y viniendo con frecuencia de Linares a
Santiago para controlar su cáncer, que seguía su avance inexorable. Por fin decidió quedarse
en Santiago, en la comunidad del IMLP. Hace tiempo que anda con bastón, pero a partir de
febrero de 2004 incluso con bastón apenas se puede mover. Hacia el 10 ó el 12 de abril el
padre Miguel Ángel Ferrando le administra la unción de los enfermos. José Miguel ya no se
levanta de la cama ni para decir misa. "Le di sus últimas comuniones". Los religiosos de la
comunidad pensaron que hacía falta una enfermera que lo cuidara de noche. De pronto,
enterada, aquella mujer a la que él escondió en el Asilo de Ancianos durante el golpe militar,
pidió por favor ser ella quien lo cuidara. Fueron unas cinco o seis noches. Ella estaba a su
lado con Amador Rojo, cuando José Miguel expiró el 29 de abril. Los religiosos, que en ese
momento estaban en la capilla haciendo la meditación de la mañana, acudieron
inmediatamente. "Le cerré materialmente los ojos".
No es de extrañar que su despedida en el funeral fuera multitudinaria. Se despedía a un
amigo, a un hermano, a una persona entrañable.
José Miguel era profundamente humano
Por eso quiero terminar esta semblanza con unas líneas, sacadas del folleto que la
Familia Marianista de Chile le ha dedicado:
"Detrás de la apariencia de hombre serio, incluso hosco, se escondía un corazón lleno
de sensibilidad, de bondad, compasión y ternura, que muchos pudieron experimentar. Sabía
gozar de la vida, dedicar tiempo a cultivar la amistad y el diálogo, a festejar el nacimiento de
un niño, la puesta de argollas de una pareja o el matrimonio de los muchos que acudieron a
él. Sabía amenizar las reuniones con testimonios muy personales y con un peculiar sentido del
humor. Disfrutaba del campo, de la comida chilena, del buen vino, de un buen espectáculo y
de una buena película; de la música clásica y de una buena novela; de revistas serias y de
Condorito, que le ayudaba a ver la vida con humor. Pero también era el hombre que sufría
con el dolor ajeno. Acompañó a muchos en los momentos difíciles de la enfermedad, de la
crisis matrimonial, de dificultades económicas, incluso en la persecución. Son muchos los que
están profundamente agradecidos a este buen religioso y sacerdote José Miguel".
¡Gracias, José Miguel, por tu vida!
José María Salaverri sm
Agradezco a todos los que me han proporcionado materiales para esta
biografía: Miguel Ángel Ferrando, Alfonso Gil, Jesús Gómez, hermanos marianistas y
amigos. También a toda su familia y en especial a su sobrina Ana. Gracias.

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Biografía del Hermano Marianista José Miguel Cañabate (1929 - 2004

  • 1. Querido José Miguel... José Miguel Cañabate (1929 - 2004) Esta semblanza biográfica de José Miguel Cañabate está escrita desde la amistad. Nace de un doble cariño. Ante todo del cariño de mi amistad con él. Una de esas amistades fuertes y duraderas que nacen en la vida religiosa, marcadas por el común amor a Cristo, a María, a la Iglesia, a la gran mies que hay que evangelizar. Sólo coincidimos dos años en una misma comunidad, allá en los inicios de nuestra vida apostólica en el Colegio de San Felipe Neri de Cádiz (1948-1950). Dos años tan sólo, pero que nos hermanaron profundamente. Éramos jóvenes, entusiastas, 'inficionados' por el virus misionero, apasionados por la tarea de la educación, sentíamos profundamente en nosotros la necesidad de comunicar el tesoro de nuestra fe cristiana. José Miguel conservó hasta el último momento ese fuego de amor al Señor y a los demás que le consumía. El segundo cariño que me ha impulsado a escribir estas líneas es el amor a la Familia Marianista. Cuando José Miguel escribía su historia de "Los Marianistas en Chile", me decía en una carta su inmenso gozo por lo que iba descubriendo: "¡Cuánto bien oculto y desconocido tenemos! Y ¡qué Hermanos más formidables nos han precedido!" Pienso que él también ha sido uno de esos Hermanos formidables. Por eso quiero dejar este pequeño recuerdo de su vida, aunque sea breve, para gozo de todos los que le han conocido o le conozcan a través de estas líneas. He procurado dejarle la palabra a él. A través de las cartas que se han conservado. Personalmente tengo 53. Escritas con la espontaneidad y la claridad que le caracterizaba. No se andaba con florituras, le gustaba ir al grano. Por eso expresan bien su sentir. Para su publicación aquí en España, he pedido la hospitalidad de "Zaragoza SM", el órgano de comunicación de nuestra Provincia. José Miguel fue antiguo alumno de nuestro Colegio de Santa María de Vitoria. Amó mucho a su colegio y toda su vida se interesó por él. Creo que el Colegio puede estar orgulloso de él. Quiero dedicar sobre todo esta semblanza a toda la Familia Marianista de Chile. Para ello, hago mío este deseo expresado por uno de ellos: "Que el don de su vida, entregada abundantemente, fructifique en vida marianista en este Chile que tanto quiso. Desde el cielo será nuestro promotor vocacional." ¿Un 'acontecimiento insignificante'? En la mañana del 16 de agosto de 1944, siendo yo novicio en Elorrio, me llamó el padre José Asenjo, maestro de novicios: - Esta tarde va a llegar uno de los jóvenes del colegio de Vitoria que van a ingresar en el noviciado. Se llama José Miguel Cañabate... ¿Lo conoce usted? - No. Debe ser más joven y no lo recuerdo.
  • 2. - No importa. Usted se encargará de acompañarle en estos días. Para que se vaya ambientando... Así quedé constituido en ángel de la guarda visible de José Miguel. Él lo recordará toda la vida. A principios de agosto de 1994, me escribía felicitándome por mis "bodas de oro" como marianista, y me decía: "Yo me acuerdo de otro acontecimiento más insignificante. Hace cincuenta años, el 16 de agosto hacia las 5 de la tarde, me dabas la bienvenida en el noviciado de Elorrio. Tú me recibiste. ¿Te acuerdas?" Lo califica de 'acontecimiento insignificante'. Pero no lo es. Un año antes, exactamente el mismo día de agosto, había yo desembarcado en el noviciado. Recuerdo haber llorado mucho la noche anterior. Y recuerdo que por la mañana, reprimiendo la lógica nostalgia y convencido que era el Señor que me llamaba, me había ido decididamente a tomar el tren para Elorrio. Algo parecido le pasó a José Miguel. También él venía convencido de que Dios le llamaba y allí estaba, dispuesto a todo. Ese momento no es un 'acontecimiento insignificante': la prueba es que, tanto él como yo, lo hemos recordado siempre con claridad meridiana. ¡Cuántos que hubieran podido ser excelentes religiosos no fueron capaces de superar ese momento del 'salto en el vacío' hacia una nueva vida! Una foto de familia. A finales de julio de ese mismo año de 1944 la familia Cañabate Fernández se hizo una foto 'de estudio', como recuerdo... y despedida. Todos están con sus mejores trajes. Sentados a cada lado, sus padres. A la derecha su mamá, Juana Fernández, vestida de oscuro, ligeramente vuelta hacia la izquierda, mirando hacia la cámara. A la izquierda, su padre, Vidal Cañabate, ligeramente vuelto hacia la derecha. Ellos enmarcan a sus dos hijos, José Miguel y Enrique, el hermano seis años más joven, vestido de marinero. José Miguel, en pie, con traje de chaqueta claro y corbata a rayas, parece dominar la escena. Tiene un rostro amable y serio a la vez. Detrás de sus gafas, que le dan un aire como de más edad de la que tiene, se adivina una mirada decidida. Efectivamente en la foto sólo tiene catorce años y diez meses (ver foto). La familia vive en Vitoria, en la calle Postas nº 10. José Miguel había nacido el 29 de septiembre de 1929. Y bautizado el 6 de octubre siguiente. Por eso cuando llega a Elorrio es tan joven que no va a poder iniciar oficialmente el noviciado con los demás de su grupo el 12 de septiembre. Le falta poco, pero no tiene todavía los 15 años que exigía el Derecho canónico de entonces. Tendrá que esperar: hará sus promesas de novicio marianista el 10 de noviembre. ¿Una edad demasiado tierna para un compromiso que va a abarcar toda la vida entera? ¡Es eso tan relativo! Dios llama cuando quiere y la respuesta fiel no depende de la edad. Es cierto que el Derecho canónico actual exige los diecisiete años cumplidos para iniciar el noviciado. Pero dudo mucho que esta norma haya mejorado la perseverancia. Tal vez en aquellos tiempos teníamos una ventaja: no existía la sociedad de la abundancia; se vivía - ¡qué remedio!, pero aceptado como normal - austeramente. Por ejemplo, tanto José Miguel como yo tuvimos que llevar al noviciado nuestra 'cartilla de racionamiento'... Al llegar al noviciado, José Miguel lo tenía claro. Sabía a qué venía y lo que quería: ser marianista, sacerdote y misionero en el Japón. Sabía perfectamente que eso implicaba
  • 3. renuncias. Sabía que era Cristo quien le llamaba... Y lo sabían sus padres que, lejos de oponerse, supieron fiarse del Señor y de su hijo. Aquel 16 de agosto, charlando, José Miguel y yo, ambos vitorianos, nos sentimos felices al ver que de nuestra ciudad natal y de nuestro Colegio, ingresaban cinco novicios. Además nos dimos cuenta que teníamos algo en común: el deseo de ser misioneros en el Japón. José Miguel conservará siempre un cariño profundo por su colegio de Vitoria. Aquel colegio gozaba entonces de un admirable espíritu marianista y misionero, bajo la sabia dirección del padre Francisco Armentia. Allí está la raíz de muchas de las iniciativas que luego desarrollará y llevará a cabo. Servir a Dios siendo sacerdote misionero El año de noviciado, un año en la paz y sosiego de Elorrio, pasa rápido. El padre José Asenjo, su maestro de novicios, está contento con él: "Serio, concienzudo, ponderado, muy buena voluntad. Espíritu religioso excelente". Pero en medio de la paz de España, van llegando los ecos de la guerra mundial que destroza medio mundo. Una buena noticia: el dos de mayo de 1945, Alemania capitula, mientras la guerra sigue haciendo furor en Extremo Oriente. En pleno verano, llega desde el Japón una noticia terrible: el 6 de agosto, una bomba de una potencia increíble arrasa la ciudad de Hiroshima; unos días después - el 9 - otra bomba del mismo tipo cae sobre Nagasaki. El mundo marianista - y con él los novicios de Elorrio - se angustia: ¿qué habrá sido de nuestros hermanos? Por fin se supo: el Colegio Estrella del Mar, de los marianistas japoneses, se había salvado por su situación geográfica en la bahía de Nagasaki. No así la Escuela apostólica de Urakami, que resultó borrada del mapa: providencialmente no había nadie allí aquel día. Con este telón de fondo, el 14 de septiembre, José Miguel escribe al padre Provincial, pidiendo comprometerse con los votos: "Llevado de un santo entusiasmo de entregarme a Jesús y María, le dirijo estas palabras a fin de que se digne admitirme a la emisión de mis primeros votos en la Compañía de María. He meditado atentamente los compromisos que voy a contraer, así como las dificultades que puedo encontrar en cumplirlos, pues estoy convencido que la vida del marianista es vida de abnegación y sacrificio; y también las ventajas y consuelos que me proporciona el estado religioso. Y después de haber pensado esto seriamente me he decidido sin vacilar a entregarme a Jesús y María en la vida religiosa Es mi deseo servir a Dios en la Compañía siendo un celoso y abnegado sacerdote misionero, pues ese es mi deseo desde que empecé a notar en mí la vocación religiosa, y porque creo que es el mejor medio de pagar al Señor los innumerables beneficios que me ha hecho. Pero si Vd. cree que yo puedo ser más útil a la Compañía siendo hermano docente, estoy dispuesto a serlo, pues mi único anhelo es alcanzar la perfección haciendo siempre la voluntad de Dios". Lo que aquí expresa no son meras palabras, fruto de un fervor de novicio. Van a ser las constantes de su propia vida religiosa: entusiasmo por su vocación; exigencia, abnegación
  • 4. y sacrificio; amor a la Compañía de María; intento de superación, deseo de hacer la voluntad de Dios, aceptación incondicional de la obediencia... y empeño por ser misionero. El 11 de noviembre de 1945, en la capilla del noviciado de Elorrio, en presencia de sus padres y de los nuevos novicios que acaban de ingresar, José Miguel "para gloria de la Santísima Trinidad, honor de María y la salvación de su alma, promete a Dios y hace voto de guardar por un año la pobreza, la castidad y la obediencia según las Constituciones de la Compañía de María". Por un año oficialmente, pero en su corazón su consagración a María es para la vida entera... "Cada día más entusiasmado..." Al día siguiente toma el tren de Madrid para juntarse con sus compañeros que habían profesado en septiembre. Van todos a continuar sus estudios en el Escolasticado de Nuestra Señora del Pilar de Carabanchel Alto. "Escolasticado": así se llamaba entonces la casa donde los jóvenes religiosos proseguían sus estudios. En Carabanchel, casi noventa religiosos jóvenes se preparaban para su futura tarea de educadores. Allí, José Miguel terminará su bachillerato e iniciará su licenciatura en Filosofía y Letras. Don Jesús Martínez de San Vicente, director del Centro, juzga así a nuestro José Miguel: "Bastante buena inteligencia. Serio y concienzudo. Buena voluntad. Sencillo y dócil. Se trabaja bien. Servicial. Impulsivo a veces. Muy cumplidor de sus deberes religiosos". Son rasgos que le van señalando curso tras curso. José Miguel está en pleno desarrollo físico y espiritual. Al llegar a Elorrio mide 1.63; al final de su Escolasticado llega a 1.73. Y se nos señala que su salud es buena. Desde el punto de vista espiritual, él mismo se retrata en las cartas que escribe para la renovación de sus votos. Así en marzo de 1947: "Cada día estoy más entusiasmado con el sublime ideal marianista... (...) También renuevo mis sentimientos de entera sumisión a la voluntad de Dios, manifestada por mis superiores; estoy dispuesto a todo lo que ellos me manden, pues mi único deseo es alcanzar la santidad cumpliendo siempre la voluntad de Jesús y María..." En Carabanchel se respira un ambiente misionero. El 14 de marzo de 1946, parte hacia Argentina un pequeño contingente de religiosos jóvenes que van a proseguir sus estudios en aquel país. El Japón está presente en la mente y el deseo de todos. Se sigue con atención todas las noticias que de allí llegan. Era práctica habitual que los escolásticos dieran pequeñas conferencias a sus compañeros sobre temas de su elección. En mayo de 1947, el que esto escribe les entretiene con una pequeña charla sobre "María y el Japón". En agosto de 1947, el Superior General, padre Silvestre José Juergens emprende la visita a las casas marianistas de Japón. En una larga circular, fechada el 8 de enero de 1948, da cuenta de sus impresiones; y al final, entre otras recomendaciones, dice: "Jóvenes religiosos de todas las Provincias, en particular de las de América, serán bienvenidos en Japón. Deben estar prestos a enfrentarse con un trabajo difícil, exigente, con mucha paciencia. Pero sus valientes y generosos predecesores franceses en este amplio campo de apostolado misionero han demostrado que su trabajo será recompensado con frutos duraderos y excelentes".
  • 5. Animado por esta recomendación, en marzo de ese año 1948, en su petición de renovación de votos, José Miguel, reitera al padre provincial su deseo de ser misionero: "Cada día estoy más convencido de que, y por mera gracia de Dios y de nuestra Madre, estoy en la Compañía de María... Pienso que la mejor manera de corresponder a este don es entregarme totalmente a ellos. Este año lo estoy pasando francamente bien; he tenido mis dificultades, mis momentos de cobardía por ponerme triste, pero no han sido más que unos momentos, y lejos de desalentarme, me han servido para entusiasmarme más por mi vocación y el ideal marianista. Además estas cosas no las temo, pues sé que tienen que venir y con la ayuda de Dios lo puedo todo. Varias veces le he manifestado el deseo de ser misionero. Esta idea cada día la tengo más enraizada en el corazón; me sirve para animarme y para entusiasmarme..." Cádiz 1948 - 1953 Principios de septiembre de 1948. En el pequeño salón de actos del Escolasticado de Carabanchel, los jóvenes profesos de 1945 van a recibir su primera 'obediencia', su primer destino comunitario. Hay un silencio expectante. '¿Dónde me tocará?', se pregunta silenciosamente cada uno. Don Jesús San Vicente va entregando a cada uno la papeleta firmada por el Provincial: - Don José Miguel Cañabate... ¡a Cádiz, al Colegio de San Felipe Neri de Puerta Tierra! También aquí me tocó recibir a José Miguel. Yo había sido enviado a esta comunidad en septiembre de 1947, poco después de la terrible explosión que destrozó el barrio de San Severino, hizo muchos destrozos en la ciudad y también dañó el Colegio de San Felipe, que estaba ampliando su internado. El director del Colegio y superior de la comunidad era el padre Victoriano Pardo. Recuerdo el recibimiento que nos hizo a los cuatro jóvenes que salimos allí a comunidad aquel año: "¿Qué se cree el provincial? ¡Esto parece la Santa Infancia!". Y dirigiéndose a mí: "¡Y para colmo me dicen que le ponga a Vd. a dar clase en los mayores!" En septiembre de 1948 el provincial le volvió a enviar una nueva remesa de 'Santa Infancia', José Miguel entre ellos. Pero este año protestó menos... y en adelante pedirá que le manden más jóvenes, ¡más Santa Infancia! Salíamos con un entusiasmo enorme, y disponibles a todo lo que hiciera falta: desde dar clases, estar con los internos, organizar deportes, llevar los grupos de Congregación mariana... Y plenamente entregados a lo que hoy día se llama 'pastoral'. El espíritu de la comunidad era excelente. Nos acogían todos con los brazos abiertos, siempre dispuestos a ayudar y orientarnos a nosotros, los jóvenes. Allí estaba el veterano don Ciriaco Alzola con su Peña Excursionista, don Raimundo Urréjola que además de sus clases de ciencias, atendía con gran cariño a los pobres del barrio; don Amideo Palacios que mantenía siempre el buen humor con su 'hilaroterapia'; don Agapito Alonso, don Ángel Chomón... por citar tan sólo a algunos. El capellán, padre José María Ruiz, nos entusiasmaba organizando el Domund, la Semana de la Vocación, el Día Chaminade, los Ejercicios... y sobre todo el trabajo por las vocaciones, una labor a la que José Miguel se va a entregar en cuerpo y alma durante toda su vida. Sí, José Miguel se siente a sus anchas en este ambiente. Al final de su primer año de educador, escribe: "Después de algunas dificultades sin importancia ya me he amoldado al nuevo género de vida. Y el contacto directo con las almas me ha animado más en mi vocación".
  • 6. Los superiores marianistas que visitan el Colegio se muestran más que satisfechos de su trabajo. Don Antonio Martínez, inspector, resume así sus impresiones: "Joven religioso, entregado, activo, trabaja con entusiasmo. Tiene autoridad en clase; sus explicaciones son claras y bien ordenadas. Los niños tienen confianza en él. Su espíritu de familia y su celo apostólico son grandes". Los domingos después de la misa colegial en el Oratorio de San Felipe Neri, el de las Cortes de Cádiz, nos gusta ir los dos a pasear hasta el puerto "a ver barcos". Nos ayuda a soñar un poco. El Japón en el corazón En enero de 1949 pasó por Cádiz el padre Silvestre José Juergens, el superior general de los Marianistas. José Miguel y yo aprovechamos para hablarle del Japón. Nos pidió paciencia y discernimiento. Conservo la estampa japonesa que hice firmar al que entonces llamábamos "Buen Padre". El año 1950 era un año doblemente "santo": Año Santo para la Iglesia universal y centenario de la muerte del padre Chaminade para los marianistas. En Cádiz se preparó por todo lo alto la peregrinación a Zaragoza que, en la semana de Pascua, iba a ser el culmen de ese Año Chaminade. Cádiz organizó un tren especial para doscientas personas... Una auténtica proeza en aquellos tiempos en que el tren de Cádiz a Madrid tardaba casi ¡24 horas! Pero estábamos acostumbrados y lo tomábamos con buen humor. Entre otras celebraciones, el 12 de abril, un numeroso grupo de jóvenes religiosos íbamos a hacer la profesión perpetua, nada menos que en la Basílica del Pilar. José Miguel, con su entusiasmo habitual, quería estar entre ellos. Pero tenía una pega: le faltaban varios meses para cumplir los 21 años que exigía el Derecho canónico. No se desanima; hasta dos cartas escribe al Superior General, suplicándole le consiga una dispensa. "...le pido la gracia de que me permita hacer, en este año doblemente santo, mis votos perpetuos. (...) Además desde que se despertó en mí la idea de la vocación, tengo el deseo de ser sacerdote y misionero en el Japón..." Tendrá que esperar un año más. En julio de 1950, la Provincia marianista de España se escinde en dos: la provincia de Madrid y la de Zaragoza. En principio cada religioso quedaba en la comunidad en la que estaba. Varios 'gaditanos' estábamos haciendo los ejercicios anuales en Madrid. De pronto, el nuevo provincial de Zaragoza, padre Florentino Fernández me llama: 'Escriba a Cádiz que le manden todas sus cosas aquí. Queda destinado a la comunidad de San Sebastián'. José Miguel y yo nos dimos un abrazo y prometimos escribirnos. Durante años fuimos fieles a esa promesa. En febrero de 1951, llega una triste noticia, que impresiona a todos, pero sobre todo a José Miguel. Muere en Segovia un joven marianista, Venancio Madinabeitia. Compañero suyo de clase en el colegio de Vitoria y novicio con él en Elorrio. Un gran consuelo: su vida y su muerte han sido las de un santo. Poco después, José Miguel vuelve a la carga para ser admitido a los votos perpetuos: Escribe al padre Juergens:
  • 7. "Es mi deseo ser sacerdote y misionero en el Japón. Tengo esta idea desde pequeño; ella me animó en los años difíciles de mi adolescencia, ella fue el motivo principal por el que entré en la vida religiosa y finalmente esta idea es la que me anima en todo momento, en mis ratos alegres, en mis penas y en mis actividades con los alumnos. Y ahora este ideal que me entusiasma más que nunca, veo que ya se puede realizar, y por eso con el consejo de mi confesor, me dirijo a usted para que disponga de mí como le plazca... ... No tome este deseo como una idea descabellada de un joven de 21 años. Me he pasado muchos ratos ante el Santísimo meditando en esto. Sé perfectamente lo que pido y por qué lo pido. Sé que me entrego a una vida dura y de continuo sacrificio, en la que están ausentes todas las alegrías, salvo aquellas que Dios envía a los que han sabido dárselo todo. Me doy cuenta de lo que tengo que dejar y de lo que tengo que soportar..." El 26 de agosto de 1951, en su Colegio de Santa María de su Vitoria natal, pronuncia sus votos perpetuos. En cuanto a lo de ir a misiones, se le dice que después de terminar la carrera y el seminario. En las cartas que me escribe me habla "de todo": desde sus deseos de ir al Japón hasta del trabajo entusiasta que se hace por las vocaciones, que en estos años van saliendo numerosas de Cádiz. También incluye detalles graciosos pues tiene un fuerte sentido del humor. Por citar algo, he aquí unas líneas de una larga carta de marzo 1952: "Yo sigo muy contento y muy animado. Me están entrando ganas de volver a escribir al Buen Padre. Estoy recibiendo muchas cartas del Japón. Este año estoy recibiendo más tragos amargos que nunca. Unas veces por causa de los chicos, otras por causa mía, a veces aunque me arreglo bien con todos me encuentro solo, y desde luego con ninguno me las entiendo como con usted, pero estos pensamientos duran unos instantes; basta un pensamiento en nuestra Madre y se arregla todo. También he tenido grandes alegrías sobre todo en la Semana de la Vocación. Hay ocho que piensan en vocación. Rece para que alguno el año que viene, D. m., vaya al noviciado... (...) Al perro de don Celestino le pilló un tranvía; ahora hay otro que vino no sé de dónde; apareció un día en una ducha. Es blanco con manchas de canela y se llama cocreta". En Cádiz, animados por el padre José María Ruiz, había una auténtica preocupación por las vocaciones. Estábamos convencidos que el Señor y María seguían llamando y que había jóvenes generosos capaces de responder. En las cartas que nos escribimos hay una 'sección' fija: el noticiario vocacional. Allí están los nombres de muchos de los que hoy son marianistas. Este aspecto será una constante en el apostolado de José Miguel. Los fallos nunca le desalentarán. Vuelvo a la carta anterior: La Congregación pita 'cañón'... Juntamente con don Manuel Campo he formado una Peña ciclista con chicos de Segundo a Cuarto. Va viento en popa... ...Como detalle le diré que el embajador del Japón en Madrid es antiguo alumno y lo primero que hizo al llegar fue mandar una carta al padre Francisco Armentia, ofreciéndose incondicionalmente para todo..." Lleva el Japón en el corazón. Se escribe regularmente con don Santos Montoya y el padre Leonardo Madinabeitia que es maestro de novicios allí. En el mes de octubre de este mismo año, me dice: "De lo mío: se lo volví a repetir al padre Armentia (provincial de Madrid) y me dijo que, si una vez sacerdote seguía en las mismas ideas, no sería él quien se opondría..." El 21 de julio de 1953, está en Gredos estudiando duro con otros marianistas jóvenes. Escribe una carta entusiasta:
  • 8. "Nuestra Provincia va imponente. El padre Armentia está resultando magnífico. El padre José María Ruiz, nuevo director del Colegio, formidable en todos los aspectos, idolatrado por comunidad, chicos y familias... ...El 1 de noviembre se va a inaugurar en Cádiz (Círculo Mercantil - Calle Ancha) una Exposición misional, patrocinada por el Ayuntamiento. La SM va a intervenir y el padre José María ha dicho que nuestro stand tiene que ser el mejor por encima de todo. Ya estamos reuniendo cosas. Don Santos y el padre Leonardo me dicen que por medio de un amigo que viene a ver a su familia, me mandan algo". No sé si el stand marianista resultó el mejor. Me mandó una foto de él, no muy clara, que aún conservo. Pero por esas fechas José Miguel ya no estaba en Cádiz, sino en Madrid. Intermedio madrileño. El 12 de septiembre de 1953, me escribe desde Gredos una larga carta al seminario de Friburgo: "El día 6 aterrizó por aquí el padre Armentia y en la comida repartió 'obediencias'. Yo voy a Madrid para asistir como oficial a la Uni. Siento salir de Cádiz; después de cinco años se dejan buenas raíces. Pero voy contento de ir al Pilar, pues me ayudará a terminar fácilmente la licenciatura (que ya tengo ganas) y poder ir al Seminario con todo terminado. El padre Armentia ha dicho que no mandará a nadie hasta los 25 años cumplidos. Siento no coincidir con usted algún curso..." "Con usted...": en aquellas fechas siempre nos tratábamos de usted. Y a los niños también. Tres meses después ya se encuentra plenamente integrado en la comunidad, en el colegio y harto de la universidad. Sigue escribiéndose con alumnos de Cádiz. Anuncia que la exposición misional ha sido un éxito. Sigue soñando en el Japón y me pregunta si yo lo he olvidado: "El padre Leonardo me ha escrito una carta fantástica como todas las suyas. Está esperando con ansia el día que vayan jóvenes sacerdotes al Japón. Créame que yo cada día tengo más ganas. ¿A Vd. se le ha volado el santo al cielo?" De pronto hay algo que va a torcer su trayectoria. En agosto de 1954 me escribe para felicitarme por mi ordenación sacerdotal. Está feliz porque acabó la licenciatura y está preocupado por el giro que van tomando las cosas: "Aquí con eso de que el Nuncio dijo a los superiores de órdenes religiosas que la misión de España está en América, lo del Japón ni lo tientes..." Poco tiempo ha permanecido en Madrid, pero ha trabajado mucho, incluso con los chicos. El padre Armentia, su provincial, que le conoce bien pues fue su director en Vitoria, lo retrata así en su informe: "Prototipo del 'fiel israelita'. Es religioso de una pieza. No entiende, o por lo menos no admite componendas, ni medias tintas. Piadosísimo. Trabajador incansable; muy abnegado; ansioso de perfeccionamiento propio y de la Compañía de María".
  • 9. Así será hasta el fin de su vida. A principios de septiembre de 1954 me comunica una gran alegría: "¿Se acuerda de Paco Gómez del Río, aquel mejicano de mi curso de Vitoria? ¿Qué quiso ir al noviciado y tuvo unos líos imponentes con su familia? Pues bien: ha terminado la carrera de clásicas y ha estado todo el curso dando clase aquí, en el Pilar. Hemos charlado largo y tendido y me ha dicho que en los siete años que han pasado no se le ha quitado la idea de la vocación. Y que en cuanto termine el doctorado irá al noviciado..." Efectivamente, Paco será marianista, sacerdote y provincial de Madrid. Por desgracia, morirá prematuramente. Mientras tanto José Miguel tiene un nuevo destino: Tánger. Misionando en Tánger. "Me dijeron en los retiros que me quedaría en Madrid, pero, a última hora, papeleta que te tienes, y a Tánger de titular de la cartera de filosofía", así me lo comunica en una carta de noviembre de 1954. Como de costumbre se adapta inmediatamente y se siente feliz... "...Ya no añoro Madrid. Usted también la gozaría aquí. Es una obra magnífica (...) Es una obra dura y difícil, que exige mucho sacrificio y ahí te quiero ver escopeta. Usted sabe que a ambientes frívolos, la relación debe ser frailes fervorosísimos..." Efectivamente, por su estatuto especial de Zona Internacional, Tánger es una ciudad, como dice duramente José Miguel, "de ambiente podrido": "...añada a esto la mezcla entre los chicos de cristianos, moros, indios y judíos. Varios casos de chicos cristianos peores que sus compañeros paganos. Cinco iglesias y ninguna facilidad para comulgar y hacer visitas al Santísimo, pues están mal situadas y a los chicos les pilla lejos... Una auténtica misión. Me he entregado a trabajar con todas mis ganas..." Filosofía, latín, castellano, religión... y hasta deportes ("porque otro no ha querido encargarse"). Pero, 'la obra de su corazón' es la Congregación mariana: "Tengo sólo doce congregantes, pero son estupendos"... Y consigue maravillas: "Aquí en medio de esta cloaca, me he encontrado con los mejores chicos, que practican su catolicismo por convicción", y me cita casos concretos que sería largo señalar aquí. No es de extrañar que los superiores marianistas en el informe de sus visitas se hagan lenguas de él. El padre Francisco Armentia, su provincial, escribe: "De extraordinaria bondad y generosidad. Es alma de Dios. Y muy de la familia. Siempre dispuesto a cooperar en cualquier obra buena. Y si se queda solo, trabaja solo. Siempre alegre y de buen humor. Inflexible en el cumplimiento de su deber. Se entrega a la labor apostólica con mucho espíritu sobrenatural y también con un poco de infantil ingenuidad." Don Antonio Martínez, inspector, remacha el clavo: "Joven religioso de hondas convicciones; observante, piadoso, animado de gran celo apostólico. Como profesor tiene autoridad, trabaja y hace trabajar a los alumnos; prepara las clases con cuidado y se entrega a sus tareas con abnegación. Por su conducta seria y ejemplar se ha ganado la confianza de los alumnos que le estiman en alto grado y le consultan sus problemas. Ejerce entre los alumnos mayores del Colegio una influencia grande."
  • 10. Pero no ha olvidado su querido Japón: el 7 de enero de 1955 vuelve a la carga y escribe al Superior general, recordando su disponibilidad. "Si no fuera por el Seminario, me quedaría un año más aquí..." Seminarista en Friburgo 1955-1959. "Ante mi seminario, como es natural, impaciencia y un poco de canguelo por la grandeza del sacerdocio y las miserias de uno, pero voy optimista". Así me escribe el 5 de agosto de 1955 ('¡la Virgen Blanca!'), en una simpática carta desde Tánger, en la que se lamenta de no haber podido hablar conmigo ('¡cinco años sin vernos!'), y que termina como buen vitoriano: "Me despido a los acordes del Celedón y de un cohete"... Al Seminario Marianista Internacional de Friburgo de Suiza llega con inmensas ganas. El padre Alfonso Gil, que será luego su provincial y amigo en América del Sur, lo recuerda: "El primer año suyo en Friburgo coincidió con el último mío en 1956: Allí lo conocí en su entusiasmo joven, en su sencillez impulsiva, en su solidez espiritual, en sus sueños, en su dedicación al estudio y hasta en su osadía de ponerse al frente de la original 'orquesta hispánica', en su primera presentación, sin apenas conocimientos musicales y menos de dirección". Efectivamente, José Miguel no se arredra por nada. Su francés nunca será bueno, pero se entenderá muy bien con todos, sin ningún complejo; siempre buen compañero, optimista y servicial. Tengo bastantes cartas suyas, escritas desde el Seminario. Se lanza a vivirlo con pasión, con deseos de aprender, de ensanchar horizontes, de espiritualidad. Está convencido que un sacerdote marianista tiene que ser 'sal y luz'. En su convencimiento a veces se pone nervioso ante los fallos que ve. Por eso el padre Noël Le Mire, el superior del Seminario, dice de él: "Vivo, personalidad fuerte, dueño de sí, equilibrado, inspira confianza. Una persona excelente, que corre el riesgo de ser demasiado cortante. No se da cuenta a veces del efecto de sus intervenciones, pero pone tanta buena voluntad que se le perdona. Me parece exigente sobre la vida religiosa para los demás y para sí mismo". José Miguel se trabaja y el mismo superior señala un año más tarde: "Ha hecho mucho progresos en lo de su estilo cortante. Se ha hecho más humano y más generoso. Fundo grandes esperanzas sobre este futuro sacerdote. Ha mostrado muchas veces que sabe ser compasivo, sin sensiblerías. Y sabe muy bien dar los consejos más pertinentes." Además de sus estudios teológicos, procura aprovechar todas las ocasiones para formarse prácticamente en la pastoral. Conferencias de personalidades de paso. Me escribe, por ejemplo: "Un sacerdote francés el padre Boulard nos ha dado tres conferencias sobre sociología religiosa. Fenomenal. Muchas ideas prácticas para nuestro apostolado. Vivimos en el guindo en muchas cosas". Para la revista "Études marianistes" redacta un interesante trabajo de investigación sobre "Los Hermanos obreros y su puesto en la misión apostólica de la Compañía de María".
  • 11. En su segundo verano, los seminaristas van a otro país de Europa. José Miguel elige Roma. Me escribe una carta entusiasta con todas sus actividades: estudio, visitas culturales, visita despaciosa al Museo de Misiones del Vaticano, contacto con el Movimiento del "Mundo Mejor" del padre Lombardi; asistencia al Congreso Mundial de la JOC... Se siente feliz, pues "...en la delegación de Marruecos, venían seis antiguos alumnos, uno de ellos presidente de la delegación. Vinieron solos, pues el franciscano se puso enfermo. Como sabían que yo estaba allí, me localizaron y me hicieron 'consiliario extra oficial'. Con ellos estuve todo el tiempo". Al principio del curso 1957-58 se entera que he sido nombrado director del Colegio de Nuestra Señora del Pilar de Valencia. Copio lo que me escribe, pues refleja muy bien su sentir, y lo practicará más tarde: "De felicitaciones, creo que 'inter nos', eso no merece la pena. Bien están para las grandes ocasiones: profesión, ordenación, bodas de oro... pero por lo demás ¡psch!, ante Dios da lo mismo ser superior o cocinero. Un día se lo dimos todo, y ahora se trata de hacer lo que Él quiera. Le han encajado eso, así que pecho al agua y a santificarse como 'dire' de Valencia. No le faltarán la ayuda de Dios y de la Santísima Virgen, y verá cómo no le faltarán consuelos y dichas..." Según se va acercando la fecha de la ordenación, está hecho un 'divino impaciente' al estilo de san Francisco Javier. Escribe varias cartas al padre Pablo José Hoffer, nuevo superior general y al padre Severiano Ayastuy, su provincial. Son cartas hermosas, reveladoras de una generosidad sin límites. Imposible transcribirlas enteras. Repite lo que tantas veces les ha dicho. Al padre Ayastuy: "A esto tengo que añadir un motivo más íntimo y personal. Cada día me siento más admirado por la cantidad de gracias que Dios me va concediendo en mi vida. Es mi deseo corresponder plenamente a ellas, dándole todo de verdad". Y en la carta (1958) en la que pide al padre Hoffer ser ordenado sacerdote escribe: "...los años de seminario van pasando normalmente. Ha sido aquí donde sobre todo se han asentado mis convicciones. Durante mi vida religiosa nunca el ideal se ha visto turbado por dudas o vacilaciones en la vocación. Mis problemas y vacilaciones han sido de otra índole. (...) Quisiera recordarle otro asunto: mi deseo de ser misionero. Lo he recordado en muchas ocasiones por escrito. Renuevo este ofrecimiento. Pero quisiera hacer una pequeña rectificación: sobre todo después de haber leído su circular sobre América. No limito mi ofrecimiento al Japón, me ofrezco sencillamente a los superiores para donde sea. No tengo preferencia". Como de costumbre entonces, José Miguel fue ordenado sacerdote al tercer año de teología, en Friburgo el 20 de julio de 1958. Se siente inmensamente feliz. Se ha cumplido una etapa. Un año más y sabrá su destino definitivo. Por fin, el 29 de abril de 1959, recibe una carta del padre Pablo José Hoffer: "(...) He hablado con el padre Provincial. Nos hemos puesto de acuerdo en que este año se le enviará las misiones. Pero todavía no tenemos claro si será para América del Sur o para el Japón..."
  • 12. Santiago de Chile. Siguiendo las nuevas normas tuvo que hacer un año de pastoral en Madrid. Pero ya sabe dónde va a ir: a Chile. Se prepara concienzudamente. A principios de 1960 ya está en Santiago. Destinado al Colegio Miguel León Prado, un colegio en la comuna de San Miguel. Procura enterarse bien de la problemática latinoamericana y chilena de estos años, los peligros que amenazan, concretamente el comunismo ("tres mil sudamericanos - escribe - irán este curso con beca a la Universidad de la Amistad de Moscú, de ellos 250 chilenos") y el protestantismo o las sectas. Han ido a América Latina en estos años, siguiendo el llamado de Pío XII y de Juan XXIII, muchos sacerdotes, religiosas y religiosos, de España sobre todo. Está muy contento en el Colegio. Con su entusiasmo habitual enumera los buenos resultados obtenidos por el equipo marianista que anima el Colegio: en estudios, en deportes y sobre todo en la Congregación mariana... En agosto, a mitad de curso escribe al padre Severiano Ayastuy, provincial de Madrid, que le ha pedido un informe de cómo van las cosas en el aspecto religioso: "Gracias a Dios las cosas van bien, cada vez mejor. Siguiendo las indicaciones que usted dejó al marchar, se ha puesto una misa voluntaria a las ocho todos los días. Al principio no venía casi nadie, hoy vienen ya unos quince (esto es extraordinario por estas latitudes). Estos son fijos y todos los días se añaden algunos más. Los sábados llegan a treinta... (...) La Congregación bien. Esta primera parte del curso me he dedicado a los de 6º, pues quiero tener un grupo que responda bien para poder comenzar el año que viene con los antiguos. (...) A la dirección espiritual dedico todo el tiempo libre... Ejercicios espirituales cerrados para chicos. Colaboraron de modo admirable don Gabino, don Teodoro y don Alfonso..." Siempre optimista, está feliz en la comunidad, con los chicos, con todo... Al final de este su primer curso, escribe: "A ver si pronto conseguimos vocaciones. Pero esto está muy lejano. Contento si la gente va a misa y trae sus hijos a bautizar: ahora éstas son las dos campañas. Dentro de una hora iré a la parroquia, pues esta tarde tenemos 180 bautizos del barrio de las latas. Es un 'cacao' de miedo, pero bonito y en medio de todo grandioso. Y también risible, sobre todo al poner el nombre. Hay quien propone Voltaire, Caupolicán, Lautaro...¡la monda! El otro día el padre de un chico se pegó un tiro (cosa bastante frecuente) y yo en la casa arreglando en lo posible todo el jaleo. Los chicos llorando agarrados a mi sotana. No deseo a nadie esta papeleta... Aquí el mes de María, el mes de las flores, lo tenemos en noviembre..." Estas sencillas líneas nos dan el 'tono' de lo que van a ser sus cuarenta y cuatro años pasados en Chile: generosidad y entrega total en los colegios y en las parroquias, preferencia por los más pobres, cercanía a todos los que sufren, consejero y consolador... En septiembre de 1962, el cardenal Raúl Silva, arzobispo de Santiago, había convocado a todos los superiores mayores religiosos para exponerles el plan, y pedir ayuda, para la Gran Misión que el episcopado chileno promovía para todo el país entre los años 1963 y 1964. José Miguel formó parte de la Comisión organizadora, en nombre de las congregaciones de Hermanos.
  • 13. El 23 de febrero de 1963, en carta al padre Ayastuy, le habla de la participación marianista en la Gran Misión: "Para la misión de la zona rural, fui destinado a la zona de Malloco; de jefe de misioneros iba un sacerdote chileno extraordinario. La parroquia estaba dividida en cuatro puestos; el mío estaba en la parroquia misma. El equipo estaba formado por cuatro religiosas, don Rafael Morales, tres antiguos del Colegio y tres chicas de Acción Católica. El equipo nuestro armonizó desde el primer momento. Don Rafael con los chicos se dedicó a la catequesis de los niños y lo hicieron formidable. (...) Yo la predicación, la supervisión de la catequesis, confesiones. Todo resultó muy bien. Confesiones extraordinarias, muchas comuniones, se arreglaron 14 matrimonios; más de 400 confirmaciones, a todos se les pasó examen. Al terminar el pueblo en masa nos despedía y lloraba mucha gente..." A partir de este año, los marianistas, y José Miguel entre ellos, participarán en las misiones que a partir de entonces se organizarán en todo Chile para consolidar los resultados de la Gran Misión. Linares. A principios de de 1965 se erige una nueva provincia marianista, titulada de los Andes, y que comprende las obras y comunidades de Argentina y Chile. José Miguel es enviado a Linares, a 300 kilómetros al sur de Santiago. Será el superior de la comunidad y director de las dos obras marianistas de allí: el Instituto Linares y la Escuela San Miguel. Las dos obras, pertenecientes a la diócesis, con muchas deficiencias en edificios y medios. Sobre todo la Escuela es pobre entre las pobres. Con su entusiasmo habitual se entrega de lleno a la tarea. Poco a poco va a conseguir mucho. En abril de 1965 me escribe una carta a Vitoria, donde he sido nombrado director. Me pide que 'su' colegio de Vitoria, que celebra los 75 años de su fundación, ayude a estos pobres. "Ya sabrá que me han nombrado superior de las dos obras que tenemos aquí. Con la diferencia que para los mismos alumnos tengo la mitad de religiosos. Y lo más probable que nuestro Colegio es como la peor escuela de allí. Y la escuela nuestra, no la hay en España igual. Para informes puede preguntarle a mi padre cuando lo vea. En honor a la verdad le diré que el señor Obispo ha tomado cartas en el asunto y a cámara lenta han comenzado a construir un nuevo pabellón de clases. En cuatro meses dos obreros han cavado las fosas para los cimientos. Quiero acabar con tanta mugre y pobreza. Espero que la nueva escuela esté terminada para el curso que viene, pero ahora hay que dotarla... Y yo no tengo 'ni cobre'... Me atrevo a pedir a ese colegio una colecta extraordinaria para poder comprar platos y cucharas para el comedor (350 bocas). Me dirá ¿dónde comen ahora? ¡En latas! La foto lo atestigua. Así sólo se puede dar leche en polvo y un pan; y en invierno quiero darles alubias y patatas, que también las tengo que pedir. Importe total: un millón de pesos, es decir 15.000 pesetas (...)" El nuevo inspector de la provincia, don Teodoro Martínez, resume así sus impresiones sobre la labor de José Miguel en Linares: "Hombre entusiasta y con iniciativas. Muy al tanto de las cosas y de los problemas de actualidad. A veces vive un poco en su mundo, lo que le hace aparecer como distraído (y a veces lo es). Tiene cualidades para el trato con la gente, con los alumnos mayores y con los padres de los alumnos. Piadoso y bien formado religiosamente. Gusta de la doctrina segura, sin ser amante de lo novelero. A veces su mucha actividad le hace perder en profundidad.
  • 14. Está acertando plenamente en la dirección de la comunidad que se le ha confiado. Hay un magnífico espíritu y ha llevado a los Hermanos una verdadera preocupación apostólica. Muy en línea de la renovación litúrgica. Colabora ampliamente con la jerarquía de la diócesis." Estamos en plena finalización del Concilio Vaticano II, que José Miguel ha seguido muy de cerca. En 1966 envía un informe a Roma, al padre Armentia, sobre las posibilidades apostólicas de Linares, partiendo de nuestras obras como bases apostólicas. Sueña con una Escuela Normal de Maestros... que se quedará en sueño. A finales de ese año se lleva una gran alegría: yo he sido enviado a Colombia. Momentos difíciles El año 1968 trae cambios. El padre Alfonso Gil es nombrado provincial de los Andes con sede en Buenos Aires. José Miguel le remplaza al frente del Colegio Miguel León Prado. Como ya lo hizo en Linares se entrega de lleno a la tarea. En este año 1968 le caen dos nuevas responsabilidades: va a ser el delegado del provincial en Chile. Y en octubre, el teniente coronel Carlos Ossandón, que había tenido sus hijos en el Instituto Linares, muy amigo de los marianistas y ahora subdirector de la Escuela Militar, le pide que dé clases de Ética a los cadetes. Lo va a hacer con mucho aprovechamiento de muchos de sus alumnos. Por eso en octubre de este año recibe el nombramiento de "Capellán ad-honorem de la Escuela Militar". El padre Alfonso Gil, en una de sus visitas, lo describe así: "Bueno, ponderado, activo, afectuoso bajo una capa de brusquedad, decidido, con gran preocupación por los demás. (...) Realiza una gran labor en la Compañía. Ha tenido pleno éxito. Se impone que ponga limitaciones a sus actividades y compromisos a los que está propenso a prodigarse... Abierto a las necesidades de la Iglesia. Es de los que ponen su mano en el arado y no mira atrás". En julio de 1970, José Miguel escribe al padre Alfonso Gil, proponiéndole que "el padre José María Salaverri venga predicarnos los ejercicios espirituales en febrero de 1971". Así se acuerda. En septiembre hay elecciones. Los resultados dan a Salvador Allende, candidato socialista, líder de la Unidad Popular, 32.000 votos más que a su oponente Alessandri, conservador. En su toma de posesión, el 4 de noviembre, dice que le gustaría seguir los pasos de Cuba. En la U. P. había también cristianos, así que a pesar de su marxismo declarado, se mantuvo la libertad de conciencia y de religión. En la Gran Avenida, se levantó una estatua al Che Guevara... Recuerdo aquellos ejercicios y aquel tiempo en que pudimos charlar largo y tendido. En julio escribe: "...en las Jornadas Marianistas, nos hemos planteado con valentía nuestra actitud y futuro en un país que rápidamente va hacia la socialización". El padre Alfonso Gil, provincial, ha dejado clara la postura que deben tener los religiosos: "Estamos como religiosos, sacerdotes y educadores cristianos, para llegar hasta el fondo del hombre, lo cual es común a los de derecha, a los de izquierda o a los de centro... No demos cariz político alguno a nuestra misión y presencia..." A principios de 1973, se le nombra párroco de la parroquia de San Miguel, recién asumida por la Compañía de María. José Miguel, hombre polivalente, se lanza con entusiasmo a sus nuevas tareas.
  • 15. 11 de septiembre de 1973: golpe militar" Una nueva circunstancia le va a causar problemas. La "revolución a la chilena" se convierte en una pura utopía por una serie de errores y circunstancias que no vienen a cuento aquí. El hecho es que el 11 de septiembre, un golpe militar derroca el gobierno de Allende. José Miguel tiene que presentarse inmediatamente en la Escuela Militar. Fue una época muy difícil para él. Cuenta el padre Miguel Ángel Ferrando: "Ese día me doy de frente con José Miguel que sale precipitadamente de casa. Me pregunta dónde voy. Voy a dar clase en el Seminario Pontificio. Muy serio me conmina a que me quede en casa; hay golpe militar; tiene que presentarse en la Escuela Militar; no sabe cuándo regresará. Regresa dos días más tarde. José Miguel, capellán militar con grado de teniente, pasa muchas horas en la Escuela Militar, que se ha convertido en centro de detención para jerarcas de la Unidad Popular que se han entregado voluntariamente. Tiene una actitud muy generosa con ellos y lleva noticias a sus familiares. Entre los detenidos, que luego irán a la isla Dawson, hay un importante dirigente socialista, feligrés de la parroquia, muy conocido. Tiene sobrinos en nuestro Colegio. Don Tito Palestro tiene una enfermedad crónica y necesita medicamentos. Su esposa se los lleva a José Miguel que se los hace llegar al destinatario. Este hecho nos trajo molestias, pues hubo alguien que vio entrar en las oficinas parroquiales a la esposa de ese feligrés. Fuimos denunciados, curas comunistas, de encubrir a uno de los jerarcas más buscados de la UP del barrio que no se había entregado a los militares. Esos curas comunistas, decían, tienen escondida gente importante en un imaginario subterráneo que une la parroquia con una antigua bodega de vinos que está al otro lado de la Gran Avenida. Allanamiento por los carabineros. José Miguel los recibe con calma y se aclaran las cosas." "Llega gente a la parroquia buscando asilo. Tres o cuatro matrimonios uruguayos con algunos niños que quieren salir de Chile. Sólo tienen lo puesto. Al menos ellos nos guisan y vaya si comen. Un marianista, José Pascual, los lleva en la camioneta de la comunidad al lugar señalado por la embajada de Suecia para hacerlos salir del país... Pasa con nosotros un mes una pareja; él tiene señales en las muñecas. Nadie pregunta qué ha pasado, ni quien los ha traído, ni si están casados, ni siquiera su nombre. Es más seguro así..." "Una de las personas que busca asilo es una mujer de apenas 20 años. Acaba de salir de un centro de detención, tiene tres hijos y sólo la calle para correr. José Miguel no se lo piensa dos veces y la acoge en el Hogar parroquial para ancianos que está al otro lado de la calle. José Miguel se preocupará de que haga cursos, que aprenda; llega ser una competente jefa del Hogar durante años..." Todo esto le hace sufrir mucho a José Miguel. El padre Alfonso Gil, su provincial en aquellos días, amigo y confidente, escribe: "En todo ese tiempo su acción y su presencia fueron nítidamente sacerdotales. Muchos chilenos deben a su intervención 'mucho', quizá la posibilidad del exilio y hasta la vida. Recibí de José Miguel muchas confidencias sobre esta acción de misericordia y también sobre sus propias tensiones y perplejidades de conciencia..." Quiso renunciar a la Escuela Militar. El 1 de noviembre de ese año, se desahoga diciendo: "Me quedo por ahora en la Escuela Militar: el Cardenal me ha pedido que no lo deje por nada del mundo". Intermedio.
  • 16. Pero tanta tensión y tanto trabajo le agotan. El 20 de julio de 1975 pide un año sabático en España: "Me encuentro cansado, psíquicamente más que físicamente. A fines del 73 estuve a punto de quebrarme por un surmenaje. Desde entonces estoy muy tenso. Los problemas que he tenido que afrontar: detenidos, familias divididas, cesantes, incluso la problemática parroquial con casos humanos de todo tipo... Todo esto me hace estar intranquilo, con insomnios. Me doy cuenta de que me he vuelto agresivo, desconfiado y suspicaz. Lo cual no era habitual a mi modo de ser... Hasta el 73 inclusive, tuve la oportunidad de participar en la FIDE; CONFERRE, Instituto de Pastoral. Esto me permitía estar al corriente de una problemática muy útil. Estos dos últimos años me he mantenido al margen de todo, por precaución e higiene mental. No he querido pensar..." Sí, se sentía cansado. A Dios gracias, pasará el año 1976 en Madrid, haciendo unos cursos de renovación. Sus padres, ancianos, su hermano con su familia pudieron disfrutar más ampliamente de su presencia. A su vuelta de España, muy repuesto, sigue siendo el hombre disponible para todo lo que haga falta. De 1977 a 1983 seguirá en la parroquia de San Miguel y dando clases en el Colegio parroquial. Del Noviciado le piden que dé algunos cursos a los novicios. Por cierto que en el año 1981 le sucede una nueva aventura. Nos la narra Miguel Ángel Ferrando: "Un grupo de 18 personas, de ellas una abuela con dos nietos, 'se tomó' la iglesia parroquial para protestar no recuerdo de qué. La iglesia y la casa parroquial estuvieron rodeadas por la policía y los carabineros varios días, pero no entraron. La vida de la comunidad siguió relativamente normal y el culto se reanudó aunque los nuevos inquilinos seguían dentro. Como éramos, según algunos, 'curas comunistas' era evidente para algunos feligreses que la 'toma' la habíamos organizado nosotros. Suculento manjar para los periodistas. No hicimos caso. José Miguel era el párroco y manejó bien el asunto, dejándose aconsejar. No estábamos de acuerdo con la 'toma', pero tampoco podíamos entregar a la policía a unas personas, algunas de ellas llevadas allí con engaño. Nuestros inquilinos pudieron salir con cuentagotas y con tal discreción que ninguno fue aprehendido al salir..." Un profesor muy estimado... ¿Cómo era el José Miguel educador? Cedo la palabra al padre Miguel Ángel Ferrando: "Era un profesor de Filosofía muy apreciado, un excelente rector de colegio, un estupendo capellán. Cuando levantaba la ceja temblaba del Colegio. Los primeros días de clase era feroz con los alumnos, los aterraba; poco a poco iba aflojando y al final de curso era amigo de todos. Durante unos cuantos años dio clase en el Colegio Parroquial San Miguel, que siempre ha sido mixto. La misma táctica con las alumnas: feroz al principio, un amigo muy querido al final. Riéndose me contaba que una vez una mamá vino con su hija a hablar con él, a petición de la chica enojada porque decía haber sido víctima de una injusticia. Con el susto correspondiente para la pobre hija, la mamá comenzó sin preámbulos a decir algo así: 'Padre, yo he sido alumna de usted y estoy segura de que tiene usted toda la razón y que usted ha hecho muy bien poniendo una mala nota a mi hija." "José Miguel poseía un alma profunda y comprometidamente pastoral. Se sentía cerca de la gente y la gente cerca de él. Dio cariño, apoyo, palabra juiciosa, realista y oportuna: acompañó con la amistad y santificó con los sacramentos. Amaba y era amado, aunque sin pródigas manifestaciones externas. En la parroquia de San Miguel prodigó hacia todos su
  • 17. atención. Siempre hablaba con especial cariño de su Hogar para ancianos". Así nos lo retrata del padre Alfonso Gil. Misión en Ancud: toxoplasmosis. Como cada verano (invierno en Europa), José Miguel se entrega con entusiasmo a las misiones rurales. Pero al terminar las de 1980, localizadas en Ancud, no se siente nada bien. Tiene molestias en el hígado, en el riñón y en la vista. ¿Qué ha pasado? Será la oftalmóloga quien lo descubra: tiene toxoplasmosis, una penosa enfermedad que va a arrastrar como una pesada cruz el resto de su vida. Le causa perturbaciones molestas; y empalmará con el cáncer que segó su vida. Se trata de un parásito que se aloja en la sangre cabalgando sobre los hematíes a los que roba parte del oxígeno que acarrean al organismo. Durante las misiones, durmió varias noches con su grupo en un galpón donde se recogen las ovejas en invierno. Allí debió seguramente agarrar esta infección incurable. Tiene que someterse a medicación y a un régimen severo de comidas. Cuando se descuida y las defensas bajan, los índices de presencia de los parásitos son altos y causan problemas fisiológicos y psicológicos. Pero escuchemos al mismo José Miguel en carta de abril de 1980: "El parásito nunca se va a eliminar totalmente (...). Te mentiría si te dijera que estoy indiferente, la 'incógnita' me preocupa y a veces me desaliento interiormente o me pongo nervioso y en consecuencia agresivo. Tengo que descansar, llevar un régimen estricto... Pero en general estoy bien, es decir alegre, optimista y con buen ánimo. Encuentro mucha comprensión y ayuda en todos los Hermanos... (...) Rezo bastante y eso me da mucha paz. En el IMLP de la catequesis del año pasado han surgido algunas comunidades [del Movimiento Marianista] más. (...) Como tengo bastante tiempo libre me dedico a recibir gente en la Parroquia, pues no falta gente con problemas y que vienen a pedir consejo..." Va a tener que batallar con esta dificultad. A veces deja de controlarse y se descuida en el régimen. Entonces está de mal genio, brusco... lo que luego le hace sufrir. En esos momentos la enfermedad acelera también la despoblación de células grises en el cerebro. Entonces José Miguel exagera o dice cosas un tanto extrañas: "Hasta que nos dimos cuenta del problema alguno pensaba que José Miguel se había vuelto mentiroso", comenta el padre Miguel Ángel Ferrando. Superándose. Pero poco a poco José Miguel va aprendiendo a convivir con la enfermedad, a cuidarse, y consigue llevar una vida casi normal. En octubre de 1981 me escribe una carta aludiendo a mi elección como superior general, y con su chunga habitual me dice: "Como soy el que más te conoce de los que estamos por acá, aquí me tienes dedicado a cantar 'las glorias, loores y virtudes' del nuevo Superior General" ¿Hace falta un director para Linares? Allí estará José Miguel para ponerse al frente de 1984 a 1988. Vuelve a ser párroco en Santiago de 1989 a 1994. En 1994 lo destinan al Noviciado y finalmente en 1999 a Linares.
  • 18. Siempre interesado por la Compañía de María en su conjunto, ha seguido de cerca la labor del Capítulo General y está entusiasmado con la nueva Regla de Vida. Me escribirá con cierta frecuencia. Me va a hacer partícipe de sus esperanzas, de lo que desea de mí: "Es lo que esperamos del nuevo superior general - me escribe en mayo del 1984 -: una persona que con la Regla de Vida en la mano, nos vaya ubicando en nuestro ser marianista en el momento en que estamos viviendo. Creo que hay que poner un poco de marcha lenta en el hacer, para fortificar el ser". En esta misma carta me da cuenta de su nombramiento como director de la comunidad y Colegio de Linares: "Estoy feliz. José María Arnaiz me lo propuso en los retiros. Me lo hizo de modo muy delicado: Se agradece el modo, pero para mí la cosa estaba muy clara: si hice voto de obediencia no es para que le anden pidiendo a uno este tipo de favores. Acepté inmediatamente. Dejé después de doce años la Parroquia San Miguel. Ha sido un período muy lindo de mi vida. Con experiencias muy profundas, aparte del ministerio y trabajo sacerdotales. El golpe militar con toda la labor de presos, refugiados, escondidos; los cuatro días encerrado cuando la 'toma'; la incorporación a nuestra tarea marianista del Colegio Parroquial, etc... Bueno, ya estoy en Linares. He tomado el colegio con ganas y gracias a Dios creo que he comenzado bien. Los Hermanos muy majos; un buen equipo de profesores seglares, un Obispo extraordinario..." Es el José Miguel entusiasta, optimista, lleno de buena voluntad... Lo que no ve muy clara es la situación del país: "La situación de Chile como país está mal. En cualquier momento puede saltar la chispa." La experiencia de Ancud no le ha echado atrás. Los veranos seguirá yendo a misiones de otro modo. En noviembre de 1987 me escribe: "Estamos terminando el curso y preparando ya los campamentos de los chicos y los trabajos de misiones. Yo voy a ir tres semanas de enero al Vicariato apostólico de la Araucanía, para dar un curso de Cristología y Mariología a los catequistas indígenas de los indios mapuches." En relación con esto, su sobrina Ana, entonces pequeña, cuenta una anécdota de "su tío de Chile", como le gusta llamarlo: "Esperaba especialmente impaciente la llegada de mi tío de Chile, porque ese año le había pedido un traje de Indio (yo sabía, por las anécdotas e historias que él contaba que iba entre los indios). ¡Cuál no fue mi desilusión, y supongo que la suya, cuando de su maleta sacó un poncho precioso de indio! Y yo le dije: 'Esto no lo quiero, ¿dónde están las plumas? Estos no son indios de verdad'..." En estos años, José Miguel se mete de lleno a ayudar en el Movimiento Marianista que surge potente en Chile. Se entusiasma con la figura de Faustino, cuya causa de beatificación acaba de iniciarse, y procura darlo a conocer en todas partes. Cuando se funda el Movimiento Faustino lo apoyará con toda su alma. Como de costumbre está también atento a lo que sucede en el país: "En Chile estamos cada vez peor. Los militares cada día más prepotentes y los pobres pagando el pato. Todo el que no sea de ellos o piense como ellos es comunista. A la Iglesia la atacan y desprestigian siempre que pueden. Acaban de expulsar del país a tres sacerdotes franceses muy amigos nuestros, de la parroquia colindante con la nuestra de Santa Adriana. Acusados de propaganda subversiva contra el gobierno (¡!)."
  • 19. Para entonces, José Miguel ya había renunciado a la Escuela Militar y hacía tiempo que había tomado la nacionalidad chilena para estar más cerca de todos. Un corazón de dimensiones planetarias Las mil preocupaciones que comporta la vida diaria de un colegio o una parroquia nunca impidieron a José Miguel una visión mucho más amplia. Le preocupa la vida de la Iglesia en general y de la Compañía de María en particular. Siempre que hay Capítulo General se interesa por el temario que va a tratar, por las orientaciones que va a tomar. Nunca fue delegado a un Capítulo General, pero creo que no hay capítulo al que no haya enviado una 'moción', una sugerencia, alguna carta a alguno de los delegados. Ya en su tiempo de seminario, envía una moción sobre las Misiones, evidentemente. En mi tiempo de Superior General, no hay carta en la no me hable de la Compañía en su conjunto. Mi circular sobre "La pobreza religiosa" (1985) le entusiasma: "Acabo de leerla por segunda vez. Te la agradezco. Me ha hecho mucho bien. (...) A lo largo de su lectura he ido reflexionado muchas cosas a nivel personal y otras mirando a la SM. en la Iglesia. Te las digo, no erigiéndome en juez, sino con la confianza y amistad que sabes tenemos desde hace tantos años. (...)" No es del caso copiar aquí sus reflexiones sobre la pobreza o sobre la formación en la Compañía, o sobre la fidelidad a la vida de oración o sobre la Regla de Vida... Con mucho gusto le enviaba siempre mis publicaciones. Dice su noticia necrológica: "Fue un marianista de corazón grande. Amaba mucho a la Compañía. Se mantenía informado y leía todo lo que se publicaba. Su interés le llevaba a responder ampliamente a todas las encuestas, enviar mociones a los Capítulos, mantener correspondencia con muchos religiosos. Impulsor de la Familia Marianista, incentivó la llegada de las Hermanas Marianistas a Chile y ha colaborado ampliamente con las Comunidades laicas Marianistas. Siempre preocupado por las vocaciones nativas, manifestaba mucha cercanía y apoyo a los hermanos chilenos". "De su personalidad, dice Alfonso Gil, marcaría en primer lugar su sello cristiano de fe esperanzada e inclinada a la misericordia. José Miguel era profundamente bondadoso y no anidaban en él rencores duraderos: Tuvo ocasiones en las que dio la nota de magnanimidad. Sus grandes amores - Cristo, María, la Iglesia, el hombre, la Compañía de María - le posibilitaron volar alto y no quedar enredado en insignificancias. Hasta pudo volar demasiado alto alguna vez sobre la realidad que necesitaba ser mejor medida en cantidad y matizada en calidad". Un libro: "Los marianistas en Chile" En 1994 va destinado al noviciado para ayudar en la formación de los novicios. Allí pone toda su sabiduría marianista al servicio de los futuros marianistas de varios países de América Latina. Andrés Tocalini, seminarista marianista argentino, evoca aquellas clases en una 'carta' que escribe, desde Roma, al José Miguel 'del cielo' ante el anuncio de su fallecimiento:
  • 20. "Al pasar por los retratos de los Superiores Generales (paso varias veces al día) no he podido dejar de recordar las anécdotas de tus clases sobre Historia de la Compañía en el Noviciado. Historias llenas de pasión por la misión marianista. Las intuiciones del Fundador, su vida larga y fecunda, sus dificultades y dolores. No había tanta pasión para recordar a aquellos que le hicieron tanto sufrir o que en los primeros tiempos empezaron a tergiversar el carisma fundacional. Sí, muchos detalles claros y bien contextualizados. Pero todo tu amor a la Compañía de María se traducía en generosas descripciones biográficas de aquellos que le fueron fieles. Allí estaban Teresa de Lamourous, Adela, el rebelde pero fiel Lalanne, el espiritual Chevaux, los hermanos Rothea y los Meyer, el estratega Simler de la nueva expansión misionera en los comienzos del siglo XX... y tantos y tantos... Hasta hace no mucho, en tus viajes de Linares a Santiago para los chequeos médicos, seguías dando tus clases a los novicios latinoamericanos. No será fácil encontrar reemplazante..." En junio de 1996 me escribe desde el noviciado una larga carta en la que me habla de sus ocupaciones y preocupaciones: "Verás que el Movimiento Faustino va afianzándose. En realidad, yo trabajo poco en el mismo, pues a mi edad, me cuesta ya un poco conectar con los chicos, pero apoyo todo lo que puedo." Y al final, añade: "Me estoy dedicando de lleno a la elaboración de la Historia de la Compañía en lo que me compete de América Latina, concretamente en Chile. ¡Cuánto bien oculto y desconocido tenemos! Y ¡qué Hermanos más formidables nos han precedido! Pero eso es otro tema que daría para mucho." El fruto de sus investigaciones y trabajos será un estupendo libro de 251 páginas. Muy bien escrito, riguroso en sus datos, que se lee muy a gusto. Saldrá publicado en 1999, con el título: "Los marianistas en Chile (1949 - 1999)". Su éxito será una de sus grandes alegrías. "Ha tenido una aceptación que yo no esperaba. He recibido muchas cartas (...). Si ello sirve para conocer mejor a la Compañía y su trabajo y se traduce en nuevas vocaciones, bendito sea Dios." "Me dio una ramalazo..." Desde 1999, está en la comunidad de Linares. El 10 de julio de 2001, estaba preparando su viaje a España, para visitar a su familia. "Ese día, me escribe, me dio un ramalazo de la cintura hacia abajo, que me paralizó las piernas y me dejó todo el cuerpo con unos dolores terribles..." Le llevan en ambulancia a Santiago al Hospital Clínico de la Universidad Católica. El 14, día crítico, le sube la presión y la temperatura de modo alarmante... "Comenzó a entrarme una angustia terrible... Me quedé dormido. Al despertarme no sé cuándo, vi en torno a mi cama a varios Hermanos y un montón de gente. El padre Miguel Ángel me había dado la bendición y lloraba; yo también lloré, di a todos las gracias, pedí oraciones y me quedé dormido. Al despertar estaba más tranquilo; la mayoría de los dolores habían desaparecido, debido a las medicinas, y comencé a sentir sensibilidad en las piernas. Pero me volvió la intranquilidad por la película que te pasa por la mente: 'ya estoy inválido, qué será de mí, quién me cuidará, quién me vestirá, quedaré en la cama, quién me bañará, qué haré, etc. etc. Un médico me dijo: 'Padre, cuidado con pasarse películas raras; reaccione en positivo'. En realidad, no sé cómo, me sobrepuse y recé el Padre nuestro y el Acordaos; invoqué al Fundador y acepté la voluntad de Dios ('Sea hecha, alabada...'). Es más, di las
  • 21. gracias por la enfermedad y me puse en sus manos. Lo que sí hice intensamente fue pedir fuerzas para soportar lo que viniera. Te digo que en ese momento me vino una paz interior y una calma grandísimas..." Diagnóstico: mieloma canceroso que afecta a las membranas que están entre las vértebras lumbares, cuatro de las cuales están quebradas. Durante cuatro meses debe llevar una como coraza de plástico; quimioterapia, radioterapia... Pudo incluso, con muchas precauciones, viajar a España: Madrid, Vitoria... Y de nuevo a Linares. Procura ser útil y, como de costumbre, se mete en mil pequeñas tareas: celebrar la eucaristía, confesar, taller de filosofía en el Colegio, asesor de tres comunidades del Movimiento Marianista... Me escribe en junio 2002: "Como ves, procuro ser útil dentro de mis limitaciones... (...) Estoy contento, optimista, muy confiado en la bondad de Dios y de la Santísima Virgen. Me siento muy cerca de ellos, protegido por ellos. Acepto plenamente su voluntad. Pero francamente te digo que tengo a veces miedo. Miedo a desanimarme, a que me falte la fe y la fortaleza. Por eso te pido que reces por mí. Más que nada para que no decaiga mi confianza en la voluntad de Dios..." Cita en el Cielo En esa misma carta me dice que lo más probable es que nunca más vuelva a España. Lo presiente: "...por eso es muy probable que tú y yo ya no volvamos a vernos en este mundo. Así que la próxima cita y conversación será en el cielo. ¿Te imaginas una charla de tú a tú 'per omnia secula seculorum'?. Con todo espero que tendremos tiempo todavía para escribirnos alguna carta. Así que espero tus noticias: todo lo de Faustino me interesa..." Le escribo y le envío noticias. Pero a él le cuesta mucho escribir. Su última carta es una felicitación de Navidad 2003: "Aquí me tienes, José María. Me cuesta mucho escribir a mano y más a máquina. El cáncer de a poco me va minando, pero estoy contento, con mucha paz interior y sobre todo con mucha confianza en Dios y en la santísima Virgen. ¡¡¡Qué no disminuya mi fe!!! He podido ser útil todo este año, aparte de rezar más: He dado normalmente clase de Filosofía a los mayores del Colegio. Asesoro comunidades..." Efectivamente nos cuenta el padre Ferrando, "en Linares, hasta unos meses antes de caer para no levantarse más, todavía daba algunas clases de Filosofía a un grupo de alumnos mayores, porque el profesor se enfermó. Los mismos alumnos se lo habían pedido... Hasta las 11 no está en condiciones de tomar un taxi y acercarse al colegio; a mediodía los padres se lo pelean para llevarlo de nuevo a casa..." Durante unos meses José Miguel estuvo yendo y viniendo con frecuencia de Linares a Santiago para controlar su cáncer, que seguía su avance inexorable. Por fin decidió quedarse en Santiago, en la comunidad del IMLP. Hace tiempo que anda con bastón, pero a partir de febrero de 2004 incluso con bastón apenas se puede mover. Hacia el 10 ó el 12 de abril el padre Miguel Ángel Ferrando le administra la unción de los enfermos. José Miguel ya no se levanta de la cama ni para decir misa. "Le di sus últimas comuniones". Los religiosos de la comunidad pensaron que hacía falta una enfermera que lo cuidara de noche. De pronto, enterada, aquella mujer a la que él escondió en el Asilo de Ancianos durante el golpe militar, pidió por favor ser ella quien lo cuidara. Fueron unas cinco o seis noches. Ella estaba a su lado con Amador Rojo, cuando José Miguel expiró el 29 de abril. Los religiosos, que en ese
  • 22. momento estaban en la capilla haciendo la meditación de la mañana, acudieron inmediatamente. "Le cerré materialmente los ojos". No es de extrañar que su despedida en el funeral fuera multitudinaria. Se despedía a un amigo, a un hermano, a una persona entrañable. José Miguel era profundamente humano Por eso quiero terminar esta semblanza con unas líneas, sacadas del folleto que la Familia Marianista de Chile le ha dedicado: "Detrás de la apariencia de hombre serio, incluso hosco, se escondía un corazón lleno de sensibilidad, de bondad, compasión y ternura, que muchos pudieron experimentar. Sabía gozar de la vida, dedicar tiempo a cultivar la amistad y el diálogo, a festejar el nacimiento de un niño, la puesta de argollas de una pareja o el matrimonio de los muchos que acudieron a él. Sabía amenizar las reuniones con testimonios muy personales y con un peculiar sentido del humor. Disfrutaba del campo, de la comida chilena, del buen vino, de un buen espectáculo y de una buena película; de la música clásica y de una buena novela; de revistas serias y de Condorito, que le ayudaba a ver la vida con humor. Pero también era el hombre que sufría con el dolor ajeno. Acompañó a muchos en los momentos difíciles de la enfermedad, de la crisis matrimonial, de dificultades económicas, incluso en la persecución. Son muchos los que están profundamente agradecidos a este buen religioso y sacerdote José Miguel". ¡Gracias, José Miguel, por tu vida! José María Salaverri sm Agradezco a todos los que me han proporcionado materiales para esta biografía: Miguel Ángel Ferrando, Alfonso Gil, Jesús Gómez, hermanos marianistas y amigos. También a toda su familia y en especial a su sobrina Ana. Gracias.