El Sr. Muro ayudaba a niños pobres de su comunidad intercambiando alimentos por canicas. Un niño llamado Toño cambió su canica azul favorita por peras. Años después, cuando el Sr. Muro murió, tres hombres que habían sido ayudados de niños como Toño asistieron a su funeral para devolverle el favor dejando canicas rojas en su ataúd.