1. Monfero, 9 de noviembre de 2014
Querida Malala:
En el día de la violencia de género, querría dedicarte esta carta. Después de escuchar tu historia, llegué a una conclusión: por mucho que se diga que hombres y mujeres seamos iguales, no, la verdad es que no lo somos, esta desigualdad es incomprensible.
Te voy a contar una historia parecida a la tuya, pero no en el tercer mundo, aquí en Europa, en el primero. Era una mujer con una vida feliz, en su casa todo marchaba bien, había estudiado y tenían un trabajo estable. Pero un día conoció a un hombre, que se acabó convirtiendo en su marido, al cabo de unos años, la mujer perdió su trabajo y tuvieron que vivir del sueldo del hombre. Al no traer dinero a casa, el hombre adquirió un cierto poder.
La mujer comenzó a notar una sombra, una sombra pesada y pegajosa como el alquitrán. Esta sensación se hacía más grande a medida que su marido ganaba poder, su relación, acabo siendo una bomba de relojería. Una bomba que un día tuvo un detonante llamado paliza. Ella sólo había visto un vestido que le gustaba y lo compró, al hacer esto se retrasó y no pudo ponerse al servicio de su marido; éste al llegar a casa, le dio una bofetada y le preguntó quién se creía ella, a continuación observó la bolsa y cogió el vestido, lo quemó. La mujer protestó pensando que no se iba a propasar de una bofetada pero no fue así. Para resumir, el hombre está en la cárcel y la mujer, sencillamente, ya no está. Al menos él está entre rejas.
Y con esta historia explico, que tú te arriesgaste por lo que creías y por la defensa de todas las mujeres. Aunque no lo parezca, has cambiado un poco el pensamiento de todo el mundo y en tu país, seguramente, casi no tuvo repercusión pero, en el mío, sí. En estos momentos en todo el mundo siguen ocurriendo casos de violencia de género, pero también hay más mentes pensando en la igualdad.
Gracias por tu sacrificio.
Andrea Brage.