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Colección de cuentos.
Escritos por alumnos/as
de 5º de educación primaria.

Año 2013.
Índice de cuentos.
Título:

Autor/a:

Página

El payaso de los cuadros .................................................... Ana Moraleja ................... 3
El bosque de la muerte ....................................................... Alberto Moreno................ 4
Maldición en el bosque....................................................... Yohanna González ........... 5
El misterio del gato negro .................................................. Ignacio Mera .................... 6
Una cueva terrorífica .......................................................... Carlota Rodríguez ............ 7
La sombra del cuchillo ....................................................... Samuel Nicolás ................ 8
La casa 666 ......................................................................... Daniel Palacios .............. 10
Un despiste mortal .............................................................. Adrián Lajo .................... 11
El campamento nocturno .................................................... Rubén González ............. 13
El cementerio abandonado ................................................. Raúl Ibáñez .................... 14
La casa encantada de los cinco hermanos .......................... Rocío Camarón .............. 15
La isla Bridgehouse ............................................................ Amanda Capdepont ....... 18
El campamento Chupacabras ............................................. Víctor Elvira .................. 20
El fantasma de la casa abandonada .................................... Victoria Catediano ......... 22
El misterioso payaso del cementerio .................................. Laura Pascual ................. 23
Invasión zombi ................................................................... Raúl Tapias .................... 24
La isla de los zombis .......................................................... Miguel Prieto ................. 26
El castillo de terror ............................................................. Alex Peña ....................... 27
Veinte terrores para halloween ........................................... María Merino ................. 27
Un cuento de halloween ..................................................... Alicia Xu Díez ............... 28
Miedo en la antigua cárcel.................................................. Alex Jiménez.................. 29
El terror de la fiesta de halloween ...................................... María Ramos .................. 31
El castillo ............................................................................ Silvia Amor .................... 33
El payaso de los cuadros.
Todo empezó la noche del 31 de octubre, halloween, cuando Paula, Daniel Irene,
Fernando y Carla salieron disfrazados de momias a pedir caramelos por el vecindario.
Hacía mucho frio y empezaba a llover, la luna estaba llena y brillante, lo cual
alumbraba las calles, y el
silencio dejaba oír los aullidos
de los perros.
Paula, que era la más miedosa,
vio como alguien le seguía y
se escondía tras las esquinas, y
cuando se lo dijo al resto no la
creyeron porque sabían que
era muy miedosa.
Cuando habían recorrido tres
calles oyeron un extraño ruido
y Daniel pudo ver al hombre
que les seguía. Llevaba un abrigo largo, negro y con capucha pero no pudo verle la
cara.
Después de un rato llamando a las casas, tuvieron que pasar por el cementerio, para ir
a la siguiente casa. Les habían dicho que allí daban muchos caramelos.
-Que miedo -dijo Paula
-Vamos, no seas miedica -dijo Fernando
haciéndose el valiente.
Cuando habían rodeado el cementerio se
encontraron la casa. Era muy siniestra y
daba mucho miedo. Todo estaba rodeado de
tumbas esqueletos, calaveras y cosas así.
Llamarón a la puerta, y estaba abierta.
Entraron y vieron que no había nadie;
cuando, de repente, Daniel desapareció.
Todos se asustaron. Un fuerte ruido los pilló
por sorpresa y, de repente, Irene no estaba.
Y así fueron desapareciendo uno a uno.
Ellos no se dieron cuenta; pero en un cuadro
había un payaso y cada vez que desaparecía
un niño, como tenía la mano con cinco
dedos, iba quitando cada vez uno.
¿Quién sabe? A lo mejor algún día entras a
la casa y… ¡desapareces!
Ana Moraleja, 5º B.
El bosque de la muerte.
Unos niños y sus padres decidieron ir a pasar el fin de semana a una casa al lado del
llamado “Bosque de la Muerte”.
El viernes al llegar allí vieron que la casa estaba vieja y entraron a dejar las maletas.
Cada uno se fue a elegir su habitación.
Esa noche decidieron ir a explorar el “Bosque de la Muerte”, cogieron las linternas y
se fueron por un sendero. Se oían los búhos entre los árboles y el viento sonaba entre
las hojas.
Al seguir caminando oyeron un ruido, y al
momento un niño y sus padres desaparecieron
sin dejar rastro; pero nadie se dio cuenta.
Decidieron irse a casa y al llegar se dieron
cuenta de que faltaban tres de ellos y se
asustaron mucho.
Llamaron a la policía, pero los teléfonos no
funcionaban.
Por la mañana decidieron ir a un pueblo que
estaba cerca; pero al salir no encontraron los
coches y se adentraron en el bosque para
buscarles. Solo encontraron sus linternas, y en
ese momento desapareció otra de las familias,
y los que quedaban salieron corriendo
chocando con los cadáveres de la primera
familia que tenia las tripas fuera del cuerpo.
Muy
asustados
siguieron
corriendo,
adentrándose aún más en el bosque, y, en ese momento, el niño que quedaba
desapareció detrás de un árbol. Sus padres muy asustados lo buscaron, pero no le
encontraron y lo que si vieron fue a las otras dos familias con caras muy raras que se
acercaban a ellos con muy malas intenciones.
El padre de este niño sacó el arma que llevaba y disparó a los zombis, pero esto no les
afectaba. Entonces los padres salieron corriendo del bosque, encerrándose en la casa
hasta la mañana siguiente en la que el dueño de la casa vino a buscarles; pues se
había dado cuenta de que no les había contado que nunca debían entre en el bosque
por la noche, porque era un bosque encantado al que no le gustaban las visitas de
personas.
Alberto Moreno, 5º B.
Maldición en el bosque.
Esta historia que ahora os voy a contar ocurrió hace mucho tiempo en un bosque
abandonado de mi pueblo.
Estábamos mi hermano, mis amigos, mis primos y yo jugando en el parque; cuando,
de repente, mi hermano Jorge dijo:
- ¡Podíamos jugar al escondite!
A todos nos pareció una buena idea; así que no nos lo pensamos dos veces y nos
pusimos a jugar.
Entonces mi primo Pablo se puso a contar, mientras los demás nos fuimos a buscar
un buen escondite.
Yo me fui a esconder al antiguo bosque que había en el pueblo, y también me
siguieron mi hermano Jorge, mi amigo Carlos, mi prima Paula y mi amiga Nerea.
Una vez que entramos en el bosque nos pusimos a buscar un sitio donde escondernos.
Mi hermano Jorge, mi amiga Nerea y yo nos escondimos detrás de unos matorrales
que había; mientras que mi amigo Carlos y mi prima Paula se fueron a esconder a
otro sitio.
Después de un rato oímos a mi primo Pablo decir:
- Cuarenta y ocho, cuarenta y nueve y… cincuenta. ¡Allá voy!
Yo estaba mirando por un hueco que había en un matorral a mi primo Pablo, que
estaba bastante inquieto buscando a todo el mundo. Cuando, de repente, oí a mi prima
Paula gritar:
- ¡Aaaaaaaaaah!
Yo me di la vuelta, y vi una especie de figura fantasmagórica muy parecida a una
bruja.
Nos quedamos mirándola hasta que ella nos preguntó con un tono muy serio:
- ¿Cómo os llamáis?
Nosotros respondimos:
- Yo me llamo Jorge.
- Yo soy Nerea.
- Y yo, Daniel.
Nos quedamos otro rato mirándola y de repente vimos que sacó una especie de varita
mágica; pero al poco tiempo se la guardó.
Mi hermano Jorge que era muy preguntón le dijo:
- ¿Para qué tienes esa varita mágica?
Ella no quiso responder, permaneciendo callada.
Así que nos pusimos a mirar por el hueco del matorral a Pablo.
Mi amiga Nerea le preguntó a Jorge que si iban a buscar a los demás que había en el
bosque, mientras yo me ocupaba de vigilar que Pablo no nos encontrara; pero Jorge
no respondió.
- Jorge, Jorge, ¿dónde estás? -Dijo gritando mi amiga Nerea.
A lo lejos oímos una voz que decía:
- ¡Estoy aquí! ¡Estoy aquí!
Nosotros no sabíamos de dónde venía aquella voz; pero lo que sí sabíamos es que
aquella era la voz de mi hermano Jorge.
Nerea dijo:
- Lo mismo le ha atrapado la bruja y está perdido en el bosque, o la bruja le ha
convertido en caracol. Porque si te das cuenta, Daniel, ahora mismo la bruja no está
aquí.
Yo le dije a Nerea que se estuviera tranquila, que a Jorge no le pasaría nada.
Estuvimos toda la tarde en el bosque,
corriendo de un lado a otro, de aquí
para allá; pero no conseguimos
encontrar a mi hermano.
No nos dimos cuenta, pero ya se había
empezado a hacer de noche y el
bosque estaba muy oscuro.
Estábamos muy cansados y nos
quedamos dormidos allí.
A la mañana siguiente también
estuvimos buscando a Jorge. Como no adelantábamos mucho decidimos separarnos
uno por cada lado.
De repente, oí decir a Nerea:
- ¡Está aquí, lo he encontrado!
Yo fui donde estaba ella; pero llegamos tarde, porque el cuerpo de Jorge ya estaba sin
vida.
Noté que alguien me tocó la espalda. Temblando, me di la vuelta, y me di cuenta de
que era mi amigo Carlos y mi prima Paula.
Tristes nos fuimos a casa y se lo explicamos a nuestros padres.
Ya ha pasado casi un año desde que ocurrió esto. Sin embargo aún puedo escuchar su
voz en mi cabeza.
Yohanna González, 5º B

El misterio del gato negro.
Érase una vez tres niños que se fueron de excusión a un bosque. Mientras caminaban
vieron un montón de tierra y decidieron ver lo que era. Lo desenterraron y se
sorprendieron al ver que había un gato negro muerto. Se asustaron mucho; pero uno
de ellos, llamado Juan, decidió volver a enterrarlo.
Continuaron con su excursión y, al ver que se les hacía de
noche, decidieron acampar.
Estuvieron cenando y contando historias de miedo, alrededor de
una hoguera que habían encendido para no quedarse fríos.
Estuvieron todo el tiempo acordándose del gato negro que se
habían encontrado muerto y, más tarde, decidieron irse a dormir.
Por la mañana, cuando se despertaron, Juan salió de su tienda de campaña y observó
que el gato negro estaba encima de la rama de un árbol. Empezó a gritar,
despertando a sus amigos, y les dijo que el gato negro estaba encima de la rama de un
árbol. Les preguntó que quién lo había colocado allí, porque él no había sido, a lo que
sus amigos respondieron que ellos tampoco lo habían hecho.
Era todo un misterio, pues nadie lo había puesto en el árbol.
Decidieron bajarlo y enterrarlo de nuevo; pero cuando fueron a bajarlo, revivió y
empezó a moverse hacia ellos, con la boca abierta, llena de sangre, los dientes muy
afilados y una mirada terrorífica.
Los niños, asustados, se fueron corriendo a sus casas y contaron a sus padres lo que
les había sucedido.
Al día siguiente fueron sus padres para comprobarlo, pero el gato negro ya no estaba.
Cuentan algunas personas que, a veces, cuando pasean por ese lugar se oyen los
maullidos de un gato.
Ignacio Mera, 5º B.

Una cueva terrorífica.
Todo comenzó en un pequeño pueblo, a las afueras de Valladolid. Yo había quedado
con mis amigos Jorge, Paula y Miguel en la plaza para jugar.
La plaza de nuestro pueblo no era una plaza normal; porqué no estaba en mitad del
pueblo, donde suelen estar las plazas, sino al lado de unas tierras situadas casi a las
afueras del pueblo. No sé por qué, la plaza en su lado derecho tenía un gran muro.
Bueno, como decía, mis amigos y yo estábamos jugando con la pelota en la plaza;
cuando, de repente, Jorge tiró la pelota sin querer al otro lado del muro.
-¡Jorge! -gritó Paula.
-¡Ahora vas tú a por ella! -le dije yo.
A Jorge no le quedó otra que ir a por la pelota.
Estuvimos esperando unos 15 minutos, cuando oímos a Jorge gritar:
-¡Chicos, tenéis que venir a ver esto!
Nosotros fuimos rápidamente.
Cuando llegamos lo único que vimos fue un sendero con un pequeño cartel al lado
derecho del camino en el que ponía: “NO PASAR”.
Pero no importaba; pues siempre tenía que haber alguno que dijera:
-¡Va, es una bobada!, ¿Qué nos puede pasar? -Y esta vez era Miguel quien lo había
dicho.
Como suele pasar, al final seguimos el sendero.
Tras un buen rato andando, empezó a anochecer. Y fue Miguel quien de nuevo dijo:
-Ya casi es de noche, será mejor que demos media vuelta.
-¿Por qué? ¿Tienes miedo? -dije yo.
-¿Yo? ¿Miedo? ¿No serás tú?
Tras una larga discusión entre Miguel y yo llegamos a una cueva enorme.
Entonces Paula dijo:
-¿Para esto hemos venido hasta aquí? ¿Para ver una cueva?
-¿Por qué no entramos? -Dijo Jorge.
¿Y cómo no? Entramos.
Cuando iba a preguntar a Paula qué hora era, me di cuenta de que estaba sola.
Empecé a temblar de miedo. Grité, pero nadie me escucho.
Esa cueva era muy grande, y pensé que lo mejor era buscar la salida yo sola.
Tras un buen rato andando, me encontré, tirado en el suelo, un brazo ensangrentado,
y eché a correr lo más rápido que pude.
Más tarde, vi una pierna. Y a continuación, una
cabeza.
Al minuto siguiente vi una cazuela enorme, llena
de brazos, piernas y cabezas de personas. Y
también vi al cocinero del comedor del colegio
removiéndola. Me miró unos segundos y yo,
temblando de miedo, corrí como nunca antes lo
había hecho.
Segundos más tarde, vi la salida de la cueva, y escuché las voces de mis amigos
llamándome.
Mientras les decía que corrieran hacia el pueblo, les expliqué lo que me había
sucedido, y, cuando todos pudimos entrar en mi casa para refugiarnos, llamé a la
policía que en unos diez minutos llegó y cogieron al cocinero del colegio y se lo
llevaron a la cárcel.
¡Lo peor de esta historia es que no logré encontrar mi balón!
Carlota Rodríguez, 5º B.

La sombra del cuchillo.
Era la noche de Halloween. Todos los niños estaban por la calle, pidiendo caramelos.
Había un grupo de tres amigos. Se llamaban Pedro David y Elena.
Los tres iban disfrazados: David, de Frankenstain; Pedro, de
demonio, y Elena de Drácula.
Planearon entre ellos ir a pedir donde nunca nadie se había
atrevido. Era la mansión de las sombras.
Cuando entraron en el jardín había una especie de neblina que
adormecía los sentidos, y que nada más entrar te hacía temblar.
Cuando ya estaban dentro del jardín, de repente sobrevolaron sus cabezas cientos de
murciélagos. Se pegaron un susto que casi se caen.
Iban avanzando poco a poco todos agarrados y muertos de miedo. Se acercaron para
llamar a la puerta y....¡ZAS¡ La puerta se abrió de repente.
Entraron muy despacio y otra vez ¡ZAS¡
La puerta se cerró de golpe.
- ¿¡Hola!? Dijo David.
- ¿Hay alguien? -Continuó Elena.
- Solo ve... veni..venimos a pedir
caramelos. -Siguió Pedro, que estaba
aterrorizado.
Por detrás apareció una sombra negra
que pasó muy rápido. Se giraron, pero
no había nada.
- ¿Qué ha sido eso? -Preguntó Elena.
Todos notaban la presencia de alguien o
algo, pero no se veía nada. Avanzaron y, al pisar una baldosa, el suelo se derrumbó.
Cayeron a un sótano oscuro. A cada paso que daban crujía más el suelo. ¿Se caerían
otra vez?
De nuevo pasó una sombra. Los tres se giraron.
Oyeron cómo puertas y ventanas se abrían solas, pero seguían sin ver a nadie.
Subieron por unas escaleras que encontraron y volvieron a la planta de arriba.
Intentaron abrir la puerta para salir; pero no había forma de abrirla. Vieron varias
puertas a su alrededor y, de repente, unos enormes ojos rojos les miraban desde la
oscuridad.
Los tres amigos retrocedieron unos pasos.
Los ojos desaparecieron de repente.
Se dirigieron a una de las puertas que habían visto y David, que era el más valiente de
los tres, preguntó:
- ¿La abrimos?
David se dispuso a abrirla y...
¡Había un hombre con un cuchillo enorme!
La hoja brillaba en la oscuridad y estaba
ensangrentada.
Echaron a correr a lo largo de un pasillo.
De repente, Elena vio un armario y dijo a
sus amigos:
- Chicos, vamos a meternos dentro, quizás
aquí no nos encuentre. ¡Tenemos que intentarlo!
Los tres se metieron dentro del armario y, procurando no meter ruido, cerraron la
puerta.
A través de las grietas de la madera, vieron cómo un hombre pasaba de un lado a
otro, acercándose a veces hasta temer lo peor.
Podían notar el olor de la sangre que iba dejando a su paso.
Los tres amigos notaban su corazón cada vez más acelerado.
Cuando pasó un rato sin ver cerca al hombre del cuchillo, decidieron que lo mejor era
saltar por la ventana que habían visto en el extremo del pasillo.
A pesar de la altura, pensaron que si lograban saltar, estarían a salvo.
Con mucho miedo aún, saltó primero David, y a continuación, Elena. Pero un crujido
en la madera hizo que de nuevo apareciera detrás de Pedro la sombra del hombre del
cuchillo.
Pedro, aterrorizado, saltó tan deprisa, que al caer se torció un tobillo. Pero entre
David y Elena, que esperaban abajo, y agarrándolo por debajo de los brazos,
consiguieron salir de allí lo rápidamente.
Los tres amigos tuvieron una noche de Halloween inolvidable.
Nunca más volvieron a salir a pedir caramelos.
Samuel Nicolás, 5º B.

La casa 666.
Un día unos padres con sus dos hijos tuvieron que mudarse a otra casa porque la que
tenían era muy pequeña.
El padre se llamaba Antonio; la medre, Laura; el hijo, Rubén, y la hija, Sara.
Antonio vio una casa por internet y fueron a ver cómo era. Estaba a las afueras de un
pueblo llamado Infierno. Los dueños les dieron la llaves y se fueron en el coche
corriendo. Ellos llegaron en la casa y vieron que era el
número 666.
Cuando entraron vieron que era enorme. Tenía quince
habitaciones y cinco baños. El salón era gigantesco, con
una escalinata que subía al piso superior. Era muy alto y
con una gran lámpara de araña en el centro del techo. Las
paredes estaban llenas de candelabros y de cuadros con
retratos de las personas que vivieron allí tiempo atrás
Como era tarde, cada uno escogió su habitación y se fueron a dormir.
Esa noche Rubén no se podía dormir porque oía puertas de armarios que chirriaban y
se abrían, pasos por el pasillo, el ruido del viento y la lluvia…
Se levantó de la cama y fue a mirar con la linterna. Bajó al salón y no vio nada. De
repente se encendió la tele y apareció en la pantalla un demonio y debajo ponía:
¡“Vais a morir”! Subió a la habitación de Sara y la despertó. Bajaron corriendo al
salón y se oyó a su padre gritar: ¡Aaaaaaahhhhh!
Había un fantasma. Se metió dentro del cuerpo de Antonio y fue a por Sara y Rubén.
Éstos salieron corriendo y se encerraron en el baño. Rubén le pidió a su hermana que
esperase allí y que si no volvía en tres minutos era porque le habría matado el
fantasma con su padre dentro.
El hermano cogió una pistola que su padre tenía escondida en el altillo de un armario
por si alguna vez entraban ladrones a robar.
Fue al baño y llamó; pero su hermana tenía un fantasma dentro, como su padre.
Empezó a buscar a su madre, que se había escondido dentro de un armario. Intentaron
escapar, pero las llaves las tenía su padre.
El niño y la madre salieron del armario y corrieron al salón, y, sin darse cuenta, Laura
se apoyó en una estatua de piedra. De repente la estatua giró y se abrió un hueco en la
pared. Entraron para ver qué había y entonces vieron a Antonio y a Sara metiéndose
cadáveres de personas para dárselos a un demonio que después se los comía.
Entonces el demonio, Antonio y Sara les
vieron y fueron a por ellos.
El demonio, como se ve en la foto, tenía
un aspecto horrible.
De repente el demonio cogió a la madre
y la mató. Rubén sacó la pistola y mató
al demonio, a su padre y a su hermana.
Cogió las llaves a su padre y el teléfono
para llamar a la policía.
Cuando llegó la policía enterraron los
cuerpos y al demonio.
La policía se llevó a Rubén en el coche y,
a mitad del camino, éste se dio cuenta de
que los demonios son inmortales, y entonces se quedó pálido.
El demonio salió de la tierra y gritó: “¡Nadie me vencerá, jajajajajaja!”
Daniel Palacios, 5º B.

Un despiste mortal.
Fred es un niño de dieciséis años que vivía en Land City. Un día volviendo del
colegio, se encontró a su amigo Carl, al que hacía mucho tiempo que no veía, y le
preguntó qué estudiaba, y Carl le respondió que era Mago.
Al llegar a casa, Fred se puso a jugar con su colección secreta de
juguetes que tenía escondida en un baúl en su habitación, pero eran
muy frágiles y se le rompieron enseguida.
Al día siguiente, y en secreto, le suplicó a Carl que le creara un ejército
viviente para jugar con él, y Carl le dijo:
- Es muy peligroso, ¿estás seguro de esa decisión?
- Totalmente seguro.
- Está bien…
El fin de semana, Carl a las doce de la noche, sacó su caldero y se puso a hacer el
conjuro:
- ¡Bilibimbilibambilibum! derF ereiuq euq oticréje le aglas euQ!
Y… “¡voila!” Salió el hechizo y los muñecos.
- Ahora tendré que ponerlos a la luz de la luna… ¡Y no hay mejor sitio que el
cementerio!
Y allí fue. Estaba tan tétrico como siempre, con sus
lápidas, sus ramas espinosas, también venenosas y sus
cipreses. Al lado de la entrada había dos búhos negros. A
la izquierda de los búhos, estaban las malvadas ramas
venenosas, y debajo la tumba de Isabel, la tía de Carl,
junto a la de su tío Mikael, al que asesinaron el año
pasado, igual que a Isabel.
- Auuuuuhhhh…..auuuuuuuuuuhhhhhhhh…auuuuhhh…
- ¡Cállate ya!
Y Carl le dio en la cabeza al lobo con una piedra, y le
tumbó.
- ¡Por fin se calló!
Puso a los muñecos apoyados en una lápida, pero de repente oyó pasos y voces:
- ¿Hola? ¿Hay alguien?
- ¡Carne fresca!…
Y salió… un monstruo horrible con la boca roja y la cara verde. Tenía la camiseta y
los pantalones rotos, y apenas se veía carne, casi todo eran huesos amarillentos,
aparte de todo tipo de objetos como cuchillos, navajas y cuchillas ensangrentadas
clavados en su tórax, en la parte izquierda hasta el fondo.
- ¡Aaaaaaaaaaaaahh!…
El zombi “se quitó” la cabeza:
- Tranquilo, que soy yo, ¡Fred!
- ¡Qué susto!
- ¿Ese es el ejército que te pedí?
- Sí, ¡a que mola!
- ¡Pues claro que sí!
- ¡Ya está! Mañana tan solo habrá que recogerlos.
- ¡Gracias, gracias, graciasssss, tío!
- No… hay… de… qué ¡No me dejas respirar con este súper-abrazo!
- Oh, perdón.
- Nada, nada.
- Guay.
Los muñecos empezaron a iluminarse, a dar gritos terroríficos y dar destellos raros.
- Oh oh.
- ¿Qué pasa?
- ¡Un momento!…
… ¡Oh nooooo!
- ¿Qué?
- ¡No tenía que haberles dado la luz lunaaar! ¡Ahora serán… ZOMBIES!
- ¿Quéeeeeeeeeeeeeee?
- ¡Lo dichoooooooo!
Los muñecos se rompieron y se crearon cinco agujeros tridimensionales subatómicos
gigantes y de ellos salieron: Wa-Ji, el ninja; Ucarreuca, el cavernícola; Hamtor, el
vikingo, El Caballero Verde y Atila-el-Huno, y empezaron a sacar sus armas:
estrellas de metal, porras de madera, martillos de piedra, espadas y sables.
- ¡Hauuu!
- ¡Uknekcu!
- ¡Iaaaar!
- ¡…!
- ¡Haaaaaaaaaar!
- ¡Corre, tío! ¡CORREEEEEEEE!
- ¿Tío? ¿TIOOO? ¡Maldito seaaaaas!
Pero Carl ya estaba en su casa con el anti-conjuro.
- ¡Vamos, vamos…! ¡BINGOOOOO! A ver… Esto por aquí, eso por allá y… ¡Ya!
Fue corriendo al cementerio; pero… ¡demasiado tarde!
Los zombis se hicieron gigantes porque se alimentaron con Fred, y el anti-conjuro era
para zombis medianos.
Los zombis cogieron a Carl, le mataron, dejaron marcado el suelo con su sangre. Se
lo comieron, y volvieron allá de donde vinieron.
Los agujeros se cerraron para siempre.
Adrián Lajo, 5º B.

El campamento nocturno.
Había cuatro niños en un campamento, que se llamaban Jaime, Carlos, Enrique y
Agustín. Al lado del campamento había una casa vieja, entre un bosque lleno de
árboles y donde siempre parecía de noche. Los cuatro niños fueron a ver qué había
dentro de la casa, una casa de donde salían unos ruidos.
Cuando estaban entrando en la casa, crujían todas las tablas de lo viejas que eran; las
puertas se abrían y cerraban solas por el aire. Dentro de la casa había sillas, y mesas
rotas tiradas por el suelo.
Jaime fue el primero que entró en una de las habitaciones y allí encontró esqueletos
con espadas, A Jaime se le cayó un esqueleto encima y del susto, se echó a llorar.
Cuando Carlos entró en la segunda habitación salieron zombis con lanzas y le
arrinconaron contra la pared; pero consiguió salir rápidamente de allí y así se escapó
de las lanzas y de los zombis.
Enrique fue el siguiente en abrir la puerta de la tercera habitación y, como sus
compañeros, el susto que se llevó fue alucinante. Nada más abrir la puerta, le salió un
fantasma por detrás, le tocó un poco en el hombro y le cerró la puerta. ¡Huuuuf! le
comenzaron a temblar las piernas y se quedó sin voz.
El más miedoso fue Agustín que entró en una de las habitaciones que quedaban sin
visitar. El susto fue grande para Agustín. En la habitación le salieron brujas con
escobas, y le dijeron que se arrimase a la puerta o le convertirían en sapo.
Nuestros miedosos amigos acabaron todos en la misma habitación, donde se contaron
las aventuras y pensaron en la forma de salir de la vieja casa.
Lograron salir por una ventana que estaba rota y se fueron escondiendo entre los
árboles del bosque para que no les vieran los monstruos.
Luego, a lo lejos vieron una casa pequeña y fueron a investigar. Por una ventanilla de
la casa vieron a unos señores que se estaban poniendo los trajes de esqueletos, brujas,
zombis y fantasmas.
Cuando los señores salieron de la casa se les acercaron los niños y les preguntaron:
- ¿Por qué nos estabais asustando?
Y los señores, sin contestar, les metieron para la casa y les ataron con cuerdas en una
habitación oscura. Les tiraron las lanzas y los niños creían que les iban a matar.
Los señores prepararon unas cajas grandes para meterles y asustarles todavía más.
Los niños, al darse cuenta, hicieron unos monigotes y les metieron en las cajas.
Al día siguiente todavía era de noche cuando los señores iban a por las cajas. Los
niños fueron detrás de ellos con mucho miedo y Jaime, Carlos, Enrique y Agustín
asustaron a los señores de tal manera que les hicieron meterse en las cajas.
Los niños muertos de risa les taparon con tierra hasta que les pidieron perdón por
asustarles.
Fue entonces cuando los niños se fueron al campamento, con miedo, pero contentos
de haber tenido una aventura.
Rubén González, 5º B.

El cementerio abandonado.
Era una noche oscura y tenebrosa. Todos dormían tranquilamente hasta que unos
gritos se esparcieron por toda la ciudad.
- ¡Aaahh! ¡Aaahh!
Solo una persona se despertó. Se asomó a una ventana pero
no vio nada. Él salió a investigar. Claro que él creía que los
gritos venían del cementerio abandonado.
Sigilosamente se fue acercando al cementerio.
Cuando llegó, una figura espectral apareció por sorpresa; pero solo era una estatua.
Se llevó un gran susto; volvió a casa y se volvió a dormir.
Al día siguiente, se volvieron a oír esos gritos de por la noche. Avisó a toda la gente y
les dijo:
- No salgáis de vuestras casas; es por vuestro propio bien.
Toda la gente le hizo caso y se quedó en sus casas. Fue entonces cuando el chico
volvió al cementerio; pero esta vez no iba solo, le acompañaba un policía.
El policía dijo:
-Oye, ¿dónde viste esa figura?
Él le contestó:
-Ahí, al lado de la tumba de los muertos.
El chico no se había dado cuenta de que esa estatua era un fantasma. Y cuando
llegaron la estatua no estaba.
Al caer la noche se volvieron a oír esos gritos. Esta vez se iban acercando más.
Entonces el chico se asomó a la ventana, y es cuando vio una sombra acercarse.
Rápidamente fue a ver al policía y los dos fueron camino del cementerio. El policía
dijo:
- ¡Corre escóndete! Yo prepararé una trampa para capturarle.
Pero, como era tardísimo, los dos se quedaron dormidos. Y qué suerte tuvieron,
porque el fantasma no les vio.
Al día siguiente los dos se despertaron, pero no se acordaban de nada. Volvieron a
sus casas y… ¡no había nadie! Entonces empezaron a recordar.
¡Oh no, el fantasma!
Salieron a investigar otras casas, y comprobaron que tampoco había nadie.
No se podían creer lo que estaba pasando. Ellos volvieron por la noche al cementerio
abandonado; pero, cuando llegaron, zombis y fantasmas les rodearon. ¡Habían salido
de la tumba!
Fue cuando, al quedarse abierta las lápidas, toda la gente logró escapar. Entonces
ellos dos dijeron:
- ¡Es inútil escapar! ¡Moriremos!
Y así fue. Desde ese día no se les volvió a ver por la
ciudad. Además a la entrada del cementerio ponía, “si
entráis, moriréis”.
Por eso nunca más se ha sabido nada de ellos.
Raúl Ibáñez 5º B.

La casa encantada de los cinco hermanos.
Había cinco hermanos que eran huérfanos. Se llamaban Juan, Marcos, Clara, Ramón
e Iris.
Juan, que era el mayor, tenía quince años, era alto y delgado. Era muy bueno con los
demás, le gustaba mucho cocinar.
Marcos tenía trece años, era bajito, gordo y muy despistado. Le gustaba mucho hablar
y comer.
Clara tenía diez años, era alta y gordita. Le gustaba cuidar a los demás.
Ramón tenía también diez años, era bajito y muy delgado. Le gusta encontrar cosas
nuevas.
Iris la más pequeña tenía nueve años era alta, muy ágil y le gustaba resolver
misterios.
Vivían en una casa muy alejada del pueblo. El pueblo se llamaba Isla Desierta.
Vamos que el nombre era un poco mentiroso no era una isla ni tampoco estaba
desierto. En el pueblo había mucha gente.
La gente del pueblo, desde que se murieron
los padres de los niños llamaba a la casa la
casa de la muerte; porque allí habían muerto
sus padres y estaban enterrados en el jardín.
Tenía un jardín con pinos muy altos y
grisáceos; la casa era negra y hacía mucho
ruido. Hacía ruido porque las paredes decían
“os voy a matar”.
Claro que los del pueblo lo decían porque lo
oían gritar. No sabían si eran las paredes o
los cinco hermanos a coro. Pero eso empezó
a suceder cuando murieron sus padres.
Cuando los padres estaban vivos, la casa era muy bonita, de color amarillo y un jardín
con rosas. Ahora está muy mal y fea.
El mayor de los cinco hermanos se levantó de la cama y fue a ver a Iris, la más
pequeña, porque tenía miedo. En realidad todos tenían miedo y se habían metido en
la cama grande donde se murieron sus padres.
A la mañana siguiente se levantaron y no encontraron a Iris. Salieron al jardín y no
encontraron a nadie. Marcos y Ramón se repartieron la buscaban por toda la casa;
Juan y Clara, por el pueblo.
¡No la encontraron!
Los cuatro estaban muy preocupados cuando apareció un diablo cubierto de fuego.
Era un diablo horripilante, gordo y muy grande que le gusta raptar y matar gente. Les
dijo a los hermanos:
- Voy a matar a vuestra hermana cuando me sea posible.
Y les devolvió a su hermana.
Le preguntaron a Iris que por qué la había cogido, y ésta dijo que no se acordaba de
nada y se fue a dormir. Los demás se dividieron.
Clara se quedó cuidando de su hermana; Marcos
fue a comprar el pan, y Ramón, a poner la mesa.
Cuando llegó Marcos, llevaron a Iris al médico.
Le recetó unas pastillas que se llamaban
quitasueños. Se las tomó y, en principio, parecía
que mejoraba. Pero no; cada vez empeoraba
más, porque el diablo quería matarla.
La llevaron al hospital y allí mejoró muchísimo.
Se le quitaron todos los males que tenía.
Pasado un tiempo ya no apareció el diablo; pero
sí unos zombis, que querían matar a Ramón.
Eran verdes, con parches en la ropa, que la
tenían rota, y con la cara cortada.
A Iris le daban mucho miedo, pero tenía que ayudar a su hermano. Cogió un palo que
tenía escondido y justo, cuando iba a pegarle, salió un espíritu y la atrapo.
Llegó el diablo, que dijo que él estaba primero para matarlos.
Aparecieron Juan, Marcos y Clara con un cuchillo y otro palo.
Con mucho esfuerzo mataron a los zombis, al diablo y a los espíritus. Desde aquel día
empezaron a pasar cosas muy raras, como si la casa estuviera más encantada.
La casa ya no gritaba; las paredes ahora se movían; salían pinchos y cuchillos para
que los que pasaran se los clavaran.
Los hermanos empezaron a llorar. Estaban muy asustados y pasaban como podían
para no hacerse daño.
Al cabo de un mes apareció una bruja; volvió a hechizar la casa y le dijo a los
hermanos:
- Os voy hacer la vida imposible, hasta que queráis morir.
La bruja desapareció.
La bruja era muy fea, con la cara verde y una verruga en el final de su larga y
puntiaguda nariz. Vestía con un vestido largo negro. Tenía el pelo negro como el
carbón. Llevaba un gorro puntiagudo bien derecho.
Los cinco hermanos ya se sabían dónde estaban las trampas.
Iris y Clara se preguntaban que por qué les sucedía eso desde que sus padres
murieron.
Marcos iba andando cuando se despisto, salieron unos bloques que iban hacia él y lo
aplastaron. Cuando Juan le vio, ya estaba muerto; y llamó a sus hermanos para
contárselo.
Los hermanos estaban desconsolados. Juan creía que él tenía la culpa, porque al ser el
mayor los tenía que cuidar. Llevaron a Marcos a una iglesia para que el cura
celebrara una misa. Juan habló con el cura. El cura le dijo:
- No tienes la culpa, es de esa maldita bruja.
Entraron al cementerio, que por la noche daba mucho miedo. Decidieron llevar a sus
padres al cementerio y desde aquel día la bruja, el diablo, los espíritus y los zombis
desaparecieron de sus vidas.
La casa volvió a ser otra vez como cuando vivían sus padres. El jardín perdió los
árboles feos y se llenó de rosas. Los cuatro hermanos pensaron que era por haber
enterrado a sus padres en el cementerio, juntos con su hermano.
La casa seguía encantada; pero esta vez era para bien, porque se hacían las cosas
solas.
Los cuatro hermanos descansaron porque ahora sabían que sus padres y su hermano
descansaban juntos y los estaban cuidando.
Rocío Camarón, 5ºB.
La isla Bridgehouse.
Érase una vez un joven que vivía en un pequeño
pueblecito y nunca había visto el mar. Se llamaba Darío.
Al cumplir los dieciocho años decidió irse de aventuras.
Fue al puerto de Huelva y trabajó como aprendiz en una
fábrica de barcos. Allí aprendió todo lo necesario para
poder manejar una pequeña embarcación que se compró
con sus ahorros.
Cuando empezó su viaje no sabía a dónde dirigirse, sólo
quería conocer mundo. Así que montó en su barco y partió hacia el oeste. Pasó
muchos días sin ver tierra y cuando llegó a las islas Azores unos marineros le
hablaron de la isla más bonita del mundo: la isla Bridgehouse.
Todo en esa isla era maravilloso: las plantas, los pájaros, las cascadas, los lagos… Y
pensó que ese sería su siguiente destino.
Cuando salió hacia Bridgehouse estaba emocionado y pensó que sería fácil llegar;
pero no fue así. Pasó más de tres semanas intentando llegar a donde le habían dicho
que se encontraba la isla, pero no la encontró. Finalmente, cuando ya iba a dejar de
buscar, vio a lo lejos un islote con una montaña en el
centro. Al acercarse vio un embarcadero con un cartel
muy roto en el que ponía: “BRIDGEHOUSE”.
Lo que le pareció muy extraño es que en el mar el
tiempo era muy soleado pero la isla estaba cubierta por
una niebla muy rara que nunca se movía. Además, no
había flores, ni se oían pájaros, ni cascadas. Todo estaba
como muerto.
Empezó a explorar la isla y lo primero que encontró fue
algo que parecía un laberinto. Se dio la vuelta y vio un letrero que ponía
“LABERINTO”. Entonces lo tuvo claro.
Entró allí y se encontró con una estatua de un toro con la piel arrancada, o al menos
eso creía él. Cuando pasó al toro, se dio la vuelta al oír un ruido, y, al no ver nada,
siguió contemplando el laberinto. Las paredes estaban cubiertas por un seto de un
verde apagado muy, muy, muy oscuro y con flores negras. Allí Darío se sentía un
poco asustado. Al volver a oír ese extraño ruido se volvió y, para su sorpresa, vio que
la estatua del toro ya no estaba. En su lugar, había una extraña piedra que recogió y
guardó en su mochila.
Pensó en regresar a su barco, pero la puerta del laberinto se había cerrado momentos
antes.
- ¡Me quedaré aquí para siempre! -Gritó Darío.
Él estaba muy asustado, pero siguió el camino.
Tras andar un buen rato por ese complicado laberinto encontró un cruce de caminos.
Darío era zurdo, así que decidió ir por la izquierda, gran elección por su parte, ya que
allí se encontraba ¡el final del laberinto!
Al salir pudo contemplar un montón de carteles en los que ponían cosas; o, según él,
bobadas como estas: “Aquí te espera tu final” o “No pases si quieres conservar tu
vida”.
- ¡Jo! Esta isla está llena de carteles, ¡no puedo creer tantas paparruchas que dicen
esos marineros! Aquí no he visto todavía ninguna flor ni bellos prados. Me han
mentido esos marineros que vengan ellos a esta isla tan rara. -Dijo Darío y continuó
su camino.
Mientras hablaba consigo
mismo no se dio cuenta de que
había llegado a una plaza que
era espantosa; tenía basura por
todas partes y muchos grafitis
y árboles secos. Era realmente
triste.
En ese momento un papel llegó
volando hasta aterrizar a sus
pies. Era una fotografía; una
fotografía de cómo era antiguamente la plaza: tenía forma cuadrada y cuatro árboles
formando un cuadrado algo más pequeño; entre los árboles se encontraban cuatro
bancos formando también un cuadrado, volaban pájaros… Esa plaza era simplemente
perfecta.
En la foto pudo ver también que cerca de la ciudad se encontraba una pequeña colina
en la que estaba situado un bellísimo parque de atracciones; así que decidió
investigar.
Cuando consiguió divisar la colina entre la densa niebla que allí se había formado se
dirigió hacia ella. La hierba de la colina estaba recubierta por una espesísima capa de
barro resbaladizo, y además estaba el problema de la densa niebla que no le dejaba
ver más que lo que tenía delante de sus narices. Por lo tanto cada vez que se
encontraba una piedra tropezaba y se ensuciaba por completo a causa del barro, y, al
estar tan resbaladizo, rodaba colina abajo hasta que algo pudiera pararle.
Finalmente Darío consiguió llagar a la cima y por fin divisó el parque de atracciones
abandonado. La verdad es que no le extrañó que cerrase; ya que solo tenía dos
atracciones una era un circo y otra un mirador.
Primero, subió el mirador. Al abrir la puerta se encontró que tenía que subir unas
viejas escaleras para poder observar lo que le estaba ocurriendo a su barco. Así que
tuvo que arriesgarse a subir por aquellas escaleras tan antiguas y oxidadas. Cuando
estaba a mitad de la escalera, un escalón se rompió y él estuvo a punto de caer por el
agujero, de no ser porque una señora vieja y arrugada, con un sombrero amarillo de
forma octogonal, una capa rosa, una camiseta morada y unos pantalones verdes le
agarró la mano y le subió hasta el mirador.
Cuando Darío quiso darse cuenta, la señora vieja y arrugada ya no estaba.
Antes de sufrir otro accidente, decidió mirar por el telescopio y comprobar que su
barco seguía en buen estado.
Pudo ver que a su pequeña barca se le acercaba una sombra. Recordó que de pequeño
había oído hablar a sus padres del fantasma de BRIDGEHOUSE al que la gente
llamaba Shadow; porque no creo que alguien haya ido a preguntarle a un fantasma
cómo se llama.
Después Darío fue al circo para ver si la señora estaba allí para que le pudiera ayudar
a llegar a su barco, y sí, allí estaba tan arrugada como siempre. Entonces ella le
enseñó una habitación en la que solo había un agujero que no parecía acabar nunca, y
cuando se agachó para comprobarlo la señora le empujó dentro y Darío pudo
comprobar por sí mismo que sí que tenía fondo, en el que estaba colocado un enorme
trampolín en el que rebotó con fuerza y salió volando, atravesó la carpa del circo y
cayó justo al lado de su barco.
Lo primero que hizo, incluso antes de preguntarse cómo había podido ir a aterrizar
justamente allí, fue intentar escapar de aquella isla infernal; pero al intentar arrancar
su barca comprobó que esa extraña sombra le había robado el motor.
Darío decidió, aunque muerto de miedo ir a buscar a Shadow para que le devolviera
su motor.
Fue a la plaza, era el único lugar de la isla que conocía, y al ya no haber niebla pudo
ver claramente un nuevo camino y lo siguió hasta el cementerio de la isla, y al doblar
una esquina se encontró cara a hocico con un toro y oyó a Shadow gritar:
- ¡¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA!!
Entonces Darío le pegó un tiro al toro entre los ojos
con la pistola que se había encontrado en el suelo.
En ese momento apareció la señora vieja y arrugada;
pero esta vez con una expresión distinta en la cara,
como si estuviera poseída, y sí, así era, lo estaba. Así
que solo se le ocurrió una cosa: sacar su pistola y
dispararla. De esa manera Shadow murió y
misteriosamente la señora recobró la vida cuando
Darío le colocó la piedra que antes se guardó en su
mochila y que casualmente era mágica.
Darío encontró su motor y pudo volver a navegar y se
llevó un recuerdo: la señora vieja y arrugada.
Pero cuando estaban navegando sufrieron una gran tormenta y naufragaron, aunque
pudieron llegar hasta una isla desierta en la que tuvieron que sobrevivir.
Amanda Capdepont, 5º B.

El campamento Chupacabras.
Todo empieza en un campamento alegre con varios niños de quinto curso; pero los
que más fama tuvieron fueron estos tres: Víctor Daniel y Raúl.
Daniel tenía fama por las llaves de lucha y por lo guapo que era.
Raúl tenía fama por la ventana que rompió y por lo fuerte que era.
Víctor tenía fama por lo bueno que era al baloncesto y por buen amigo.
En el primer día se sonó un fantástico y feroz ruido por la noche, pero ya estábamos
todos dormidos y no lo oímos.
En el segundo, todos hicimos un juego muy divertido, menos el niño que había
fallecido. Aquel día Víctor vio como una sombra fue rápidamente para el niño y en
ese instante murió.
-Fue terrorífico -dijo Víctor intentando que unos se asustaran.
-¡Buah! Yo a esa sombra la pego un puñetazo y le mando para Murcia -dijo Raúl
enfadándose.
Llegó el tercer día, fuimos al comedor e inesperadamente apareció otra vez la sombra
y otro niño fallecido. Todos asustados empezaron a hablar. Víctor, Raúl y Daniel
empezaron a sospechar. Querían averiguar quién era esa sombra y rápido, porque
solo quedaban cuatro días.
Cuarto día. Tenían la primera excursión y era a un río y a una cueva.
-Bien, en la cueva tendremos la oportunidad de saber quién es esa sombra -dijo
Daniel.
Y justo fue así. Lo averiguaron, pero eso les costó la muerte de una monitora.
Así era la bestia:
Quinto día y segunda excursión.
Ahora querían saber qué quería
de ellos.
En la excursión había varias
actividades: tirolina, caballos y
painball.
En la tirolina apareció el
chupacabra., Con sus largas
garras y afilados dientes mató a todos los niños menos a los más famosos, y a todos
los monitores menos a uno que se llamaba David y que todo el mundo le conocía
como Duvi
Entonces David, Víctor, Raúl y Daniel se fueron para matar al chupacabras. Ya era
el penúltimo día y como muriera alguien estaban perdidos.
Ese día fueron a un parque acuático. Claramente pensaron que un chupacabras no iba
a ir a un parque acuático, y no pasó eso. David, el monitor, se montó en el tobogán
negro y de repente salió sangre al final del tobogán. Solo quedábamos tres. Ya nos
hartamos y juramos que ninguno de nosotros tres morirá antes de que el chupacabras
muriera.
Pensamos que era seguro que el chupacabras vivía en el bosque, y así fue; pero en un
pino ponía:
Solo los tres niños capaces de llegar hasta aquí y saber quién es la bestia pasará. Tomad
las espadas que encontraréis y matad a la leyenda del gran campamento.

-¡Genial! Así podré vengarme de todos los que han muerto -dijo Raúl, en tono
malvado.
-¡Bien! ¡Se va a enterar ese chupacabras! ¡No me rendiré hasta que salga toda su
sangre! -dijo Daniel con rabia.
-¡Vale! ¿A qué esperamos? Vamos allá a saborear la gran venganza -dijo Víctor.
Encontraron al chupacabras; pero se le veía preparado.
-Quizás esas calaveras y cadáveres lo explican todo -dijo Víctor.
Raúl no se cortó y fue derecho y con muchísima rabia hacia la bestia. Le hizo un gran
arañazo en el ojo, y la bestia, muy cabreada, le devolvió otro gran arañazo en la cara.
-Sabía que pasaría esto -dijo Raúl.
Así que sacó tres navajas y las repartió.
Víctor con, mucha rabia, fue y le sacó un
ojo, y Dani iba a hacer el toque final, pero
entonces se esfumó y una voz con tono
enfadado dijo:
-¡Pasad al inframundo!
Nosotros entramos y era un sitio lleno de
fuego y almas malvadas mezcladas entre
piedras de volcán.
Dani, de un espadazo, le abrió las tripas, y Raúl y Víctor le clavaron las navajas en
toda la cabeza.
Lo bueno de todo es que mataron al chupacabras; pero lo malo es que se tuvieron
que quedar el resto de sus vidas en el cruel inframundo
Víctor Elvira, 5º B.

El fantasma de la casa abandonada.
Una tarde de verano de muchísimo calor, cuatro amigos que pasaban sus vacaciones
en un pueblecito de Valladolid, decidieron ir a la casa abandonada del pueblo.
Estíbaliz, Andrea, Jorge y Juan, que así se llamaban
los niños, cogieron su merienda y después de dar un
beso a sus abuelos se fueron a la aventura.
Fueron andando, imaginando cómo era la casa, si
encontrarían algún tesoro o quién habría vivido allí.
Era una casa antigua, grande, daba una sensación de
misterio.
Cuando llegaron la puerta estaba abierta y Jorge,
que era el más decidido de todos, animó a los demás
a entrar. La casa estaba vacía, aunque había todavía
algunos cuadros de antepasados, libros viejos y
velas. Todo estaba lleno de polvo y telarañas.
Daban ganas de echar a correr; pero Jorge propuso
jugar al escondite. Todos se fueron a esconder y
Jorge contaba. Estíbaliz entró en una de las
habitaciones y se escondió en el armario. Andrea se escondió en el hueco de debajo
de las escaleras y Juan en el sótano. Allí no le encontraría nadie.
Empezaba a anochecer y sólo se oían ruidos. Jorge encendió una de las velas y
comenzó a buscar a sus amigos. Se recorrió toda la casa. No encontraba a sus
compañeros de juego: ¿dónde estarían?
Comenzaron a oírse ruidos que cada vez se hacían más fuertes, y se oyeron gritos de
terror y angustia.
Al ver un ser terrorífico, del susto se cayó al suelo.
-No podrás salir de aquí -le susurraba.
Seguro que sus amigos ya habrían muerto.
Sin saber cómo, se levantó y salió corriendo, con la cara pálida, y sin parar de correr
llegó al pueblo.
Allí estaban todos sus amigos riéndose. Jorge entendió que todo había sido una
broma pesada de sus amigos, que no olvidaría en su vida y que contaría a sus nietos.
Victoria Catediano, 5º B.

El misterioso payaso del cementerio.
Era 31 de octubre, los niños del colegio estaban muy entusiasmados, porque iba a ser
una noche muy especial: Halloween.
En el colegio corría la leyenda de un payaso que vivía en el cementerio y que aquel
que lo descubriera moriría.
Rocío y Laura le hicieron una apuesta a Peter su profesor de quinto curso.
Rocío dijo:
-Vamos a ir todas las chicas de la clase al cementerio para entrar en la casa
abandonada y descubrir al payaso.
Peter, asombrado dijo:
-¡Si conseguís salir vivas de allí podréis bailar en el carnaval del colegio!
-¡Entendido! -dijeron las chicas haciéndose las fuertes.
Llegó la noche y las chicas se reunieron en la casa de Laura. Desde allí se dirigieron
al cementerio. Cuando llegaron, abrieron la verja muy despacio, siendo descubiertas
por el chirriar de sus bisagras oxidadas. El fuerte viento agitaba las copas de los
cipreses, con forma de brazos que parecía que las querían atrapar.
Se escabulleron hacia la casa del antiguo vigilante del cementerio; donde residía el
payaso, avergonzado por su aspecto. Sigilosamente llamaron con los nudillos a la
puerta.
-¡Pom! ¡Pom! ¡Pom!.
Mientras esperaban que alguien les contestara, las piernas les temblaban como si
fueran de gelatina. De repente, la puerta se abrió y nadie había detrás de ella.
En silencio, se dirigieron a través del vestíbulo hasta llegar a un enorme salón Al
fondo había un sillón giratorio que comenzó a dar vueltas muy despacio. El corazón
les latía cada vez más fuerte. De repente hizo su aparición un enorme payaso de nariz
roja y ojos saltones. Tenía una boca que parecía que quería comérselas y de ella
salieron unas palabras:
-¿Quién se atreve a molestarme? ¿A qué habéis venido jovencitas?
Temblorosas, sólo pudieron decir:
-¡¿Truco o trato?!
-¡Será trato! Yo os daré caramelos para
todo el año y vosotras no diréis que me
habéis visto. De lo contrario los
caramelos se volverán venenosos y
moriréis.
Ellas no estaban convencidas de que el
payaso pudiera convertir los caramelos
en veneno, y lo que hicieron fue
contárselo a todos los niños de la clase;
pero ninguno preguntó lo que había
pasado.
Peter, como no se creía lo de los caramelos, pidió que le dieran uno. Todos le
recomendaron que no lo hiciera, pero Peter no hizo caso; cogió el caramelo y se lo
comió. Pasados unos minutos murió.
Desde aquel triste día ningún alumno del colegio dudó de la leyenda del payaso, y
desde entonces nadie más volvió a molestarlo en su tranquila casa del cementerio.
Laura Pascual, 5º B.

Invasión zombi.
Un día volvía a mi casa con mis amigos, Víctor, Alberto y Daniel. También iba mi
hermano, Mario. Ya era tarde porque nos habíamos quedado en el colegio jugando a
baloncesto. Cuando llegamos a casa comimos y se me ocurrió una idea: salir a
explorar. Y así lo hicimos.
Empezamos a explorar y encontramos un callejón oscuro.
Daniel propuso ir por ahí. Nos metimos por el callejón y
encontramos… ¡un castillo zombie!
Daniel propuso que diéramos la vuelta, pero… ¡había zombis
tapando la salida!
Empezamos a correr hacia el castillo, pero uno de los zombis
atrapó a Mario. Todos los zombis se tiraron encima de Mario,
y cuando se pusieron de pie ¡Mario era un zombi!
Cuando llegamos al castillo la puerta estaba cerrada, entre
todos la tiramos a patadas. Había cuatro salas. Entramos en la
primera, estaba todo oscuro. ¡Pum! La puerta se cerró de
golpe.
De pronto oímos un relincho y apareció una figura de un
caballo y un jinete con una lanza. Cuando se acercó, me di cuenta de que el jinete no
tenía cabeza.
El jinete intentó embestir a Víctor; pero éste lo esquivó. Víctor sacó un balón de
baloncesto y lo tiró al suelo. El caballo pisó el balón, resbaló y cayó al suelo junto al
jinete. Yo aproveché para quitar la lanza al jinete y clavársela en el corazón.
Abrimos la puerta; pero había zombis tapándola.
Daniel cogió una antorcha de una pared y se la lanzó a los zombis. La llama se
extendió y quemó a todos los zombis.
Entramos en la segunda sala y Daniel lanzó un grito de dolor: ¡Tenía una flecha
clavada en la mano! Se la quitó y en el mismo instante una figura esquelética, con un
arco y flechas, se abalanzó sobre Alberto; sin embargo éste lo esquivó. Víctor hizo
ruido y el arquero le lanzó una flecha que le dio de lleno en el pie. Por suerte llevaba
botas de una capa muy gruesa y sólo le rozó el pie. Yo le lancé una piedra a la cabeza
que le dio de lleno, y la cabeza saltó por los aires.
Salimos rápidamente de la sala y entramos en la tercera. La puerta se cerró y se oyó
un tremendo rugido que venía del techo. Miré arriba y vi ¡un león con alas! que se
lanzó encima de Alberto, clavándole las garras en el brazo. Víctor le arreó una patada
en el trasero y el león se dio la vuelta mirándole amenazante. Víctor salió corriendo y
el león detrás; yo quise ponerle la zancadilla, pero sólo le rocé. Víctor se dio la vuelta
y saltó por encima del león, que al darse la vuelta cayó de espaldas.
Salimos de la tercera sala y entramos en la cuarta. Era una sala con un trono en el
medio. El trono estaba hecho con huesos bordados de oro. Inmediatamente se abrió la
puerta y entró un esqueleto con una corona, montado en un dragón de huesos; el león,
y cinco zombis. El león le intentó clavar
las garras a Alberto que al verlo le lanzó
la mochila y el león se la comió entera.
Daniel empezó a pegar patadas a una
tubería; al final un trozo de metal se
rompió y Daniel se la metió en la boca y
el león se tragó el trozo de metal. Le
sentó mal y se fue.
El dragón me embistió y me tiró por el
suelo. Después le lanzó una llamarada a
Víctor, que se agachó a tiempo. Daniel
sacó de su mochila una cuerda y ató a
Mario, dejándole en un rincón de la sala. Yo estaba buscando algo de fuego para
aniquilar a los zombis. Al fin encontré una antorcha y se la lancé a los zombis; pero
solo destrocé a tres. El último huyó, y al huir pisó una antorcha y se evaporó. El
esqueleto le lanzó una espada a Daniel, aunque solo le rozó la camiseta. Acto seguido
el dragón le lanzó una llamarada, pero Daniel se tiró a un lado y lo esquivó. Yo
aproveché su distracción para subirme al dragón por detrás y quitarle la corona al
esqueleto, que cayó al suelo junto al dragón.
Mario volvió a la normalidad y salimos de allí para no volver jamás.
Raúl Tapias, 5º B.
LA ISLA DE LOS ZOMBIES
Era una noche de finales de agosto. El mar estaba revuelto cuando empezó la
tormenta. Los truenos resonaban en las bodegas del barco. El viento soplaba con
fuerza y rompió la vela mayor.
El barco era un gran velero que tenía como destino las Islas del Caribe. Iba protegido
con cincuenta cañones y transportaba un gran cargamento de pólvora y armas. La
tripulación nunca había visto una tormenta igual, no conseguían controlar el barco y
cuando llegó una gran ola el barco se fue a pique. Los marineros llegaron nadando a
una isla desierta, aparecida en medio del océano como un fantasma.
Todos los marineros menos el capitán, Ojo Tuerto, se fueron reuniendo en la playa;
nadie sabía lo que le había pasado. El último que lo vio con vida fue el joven
grumete, Micke, nadando junto a la aleta de un tiburón.
-¿Se habrá ahogado?- dijo.
-¿Se lo habrá comido el tiburón?- comento otro.
Todos los hombres estaban cansados, tenían mucho frío y miedo. Empezaron a
recoger leña para hacer una hoguera y poco después estaban todos roncando. Todos
menos el grumete que no podía dormir pensando en su capitán.
A la mañana siguiente se separaron para inspeccionar la
isla y encontrar algo que comer. De repente escucharon
un grito y cuando volvieron a reunirse faltaba uno de
sus compañeros. Decidieron no separarse hasta saber lo
que había sucedido; pero cada noche, uno a uno, iban
desapareciendo el resto de los marineros. Los que
quedaban tenían cada vez más miedo. No entendían qué
era lo que estaba pasando.
Cuando solo quedaban Micke y otros dos marineros,
decidieron construir una balsa para escapar. Tenían más miedo a quedarse en la isla
que a los tiburones. Y fue en ese momento cuando descubrieron el misterio: un grupo
de zombis, dirigidos por Ojo Tuerto, les tenía rodeados. Todos tenían los ojos
blancos, la cara verde y echaban espuma por la boca.
No podían escapar. Por un lado el océano y los tiburones, y por el otro los monstruos.
Cuando Micke iba a ser atacado por uno de ellos despertó.
-¡Que alivio!
Miro asustado a su alrededor y descubrió a su hermano tirando de su mano. Todo
había sido una pesadilla.
No volvería a leer cuentos de zombis antes de dormir.
Miguel Prieto, 5º B.
El castillo del terror.
Había una vez, un castillo terrorífico, donde vivían muchos
monstruos y un vampiro llamado Malagar.
Un día llegó un ser humano y todos los monstruos se
asustaron, y Malagar dijo:
- ¿De dónde ha salido este ser humano?
Se enfadó tanto que fueron a destruir el pueblo de donde
llegó el ser humano.
Esa noche unos amigos de aquel ser humano salieron a pasear; pero oyeron un ruido
y se asustaron.
De repente… ¡sorpresa! Estaban rodeados de vampiros; pero al encender la linterna
todos los vampiros se alejaron de la luz, y uno de los humanos preguntó:
- ¿Tienen miedo a la luz?
Se les ocurrió una idea: llevarían una vela para que no se acercasen; y hasta aquí todo
salió bien.
Se dirigieron todos juntos al castillo llevando en sus manos grandes velas y un
silbato.
Entraron en el salón que
estaba lleno de sillas y un
gran trono. Allí vieron
sentado a Malagar.
El que llevaba el silbato
sopló tan fuerte que todos
empezaron a mover las
velas para asustarlo.
Malagar que era un vampiro muy atrevido y con poderes mágicos, se convirtió en un
dragón.
Todos se asustaron al ver la llama de fuego que deshizo todas las velas. Y todos
salieron corriendo.
Malagar, al ver que se escapaban, se convirtió en un vampiro volador y salió del
castillo volando detrás de ellos, sin darse cuenta que estaba amaneciendo. Entonces
los rayos del sol lo convirtió en ceniza.
Alex Peña, 5º B.

Veinte terrores para halloween.
Eran cinco chicos que querían celebrar halloween en un callejón oscuro.
Un día llegaron al callejón que habían previsto para celebrarlo y se disfrazaron de
vampiros, esqueletos y monstruos.
Así estaban cuando se les apareció gente con la máscara de Anonymus y con navajas.
Tuvieron que luchar un buen rato, y lo malo fue que uno de los cinco chavales murió
porque uno de los enmascarados saco un revólver de calibre 50 y lo mató.
Pasado un rato aquello se llenó de gente. Unos llamaban a la policía; otros, a la
ambulancia; en fin, que media hora después ya estaban allí dos coches de policía y
una ambulancia para llevar el cadáver del pobre chico.
De lo que nadie se dio cuenta es que, para entonces, los chicos con las mascaras de
Anonymus y los 4 chavales restantes no estaban. ¿A dónde habrían ido? Pues bien yo
os lo contaré. Fueron un par de manzanas más allá de donde se había armado el
escándalo, dispuestos a matarse unos a otros.
Yo pude contemplar perfectamente la pelea, pues estaba detrás de un enorme cubo de
basura y no me veían. Hubo algo que me llamó la atención y fue el hecho de ver una
sombra de tres metros que los
seguía todo el rato. Yo,
intrigada, fui a ver qué era;
pero se me olvido que estaban
los dos bandos luchando, y me
vieron.
Asustados por si llamaba a la
policía,
me
estuvieron
persiguiendo por un parque.
Después
de
una
larga
persecución, llegamos a un
lugar muy frondoso del parque y lo que más me asusto es que la figura de tres metros
me susurró algo al oído:
- Sigue y no te pares -fue lo que me dijo.
Yo seguí, y los chicos siguieron persiguiéndome. A los cinco minutos dejé de oír sus
pasos.
Pasó un día, dos, tres, incluso semanas y los chicos siguieron sin aparecer. No volví a
acercarme a ese parque en toda mi vida.
María Merino, 5º B.

Un cuento para halloween.
El bosque del horror es un lugar tenebroso, oscuro donde viven brujas, zombis,
hombres lobo y toda clase de monstruos.
El bosque del horror está a un kilómetro de aquí, al lado de un pueblo sin nombre.
Era el año 2113. La noche era de tormenta y la luna estaba llena, pero las nubes la
tapaban y el perro de mi vecina aullaba. Oí pasos y muchos ruidos como “¡Aaaaah!”
Era mi otra vecina, Mari Luz, que se vuelve un poco loca las noches de luna llena.
Me quedé en silencio y ya no se volvió a oír nada.
Por la mañana vi una marca en la puerta de la vieja de al lado.
Era esta:
Medusa es una mujer con los cabellos de serpiente y si la miras a los
ojos te conviertes en una estatua de piedra.
La historia de Medusa la leí en un viejo libro que me encontré en la
casa de mis abuelos, no muy lejos del bosque del horror.
Decidida, fui a llamar a la policía; pero no contestaba nadie. ¡Se habían
convertido en estatuas de piedra!
Quise llamar mi madrina; pero no me cogió el teléfono porque toda la familia menos
mis padres estaban petrificados. Mis padres se habían ido a Francia con sus amigos.
Yo no sabía qué hacer.
Fui a la habitación y me encontré con un libro que explicaba cómo se deshacía el
hechizo de Medusa. Empecé a preparar el antídoto, aunque me di cuenta de que los
ingredientes de la receta iban a ser difíciles de encontrar. Esta era la receta:
Cuatro pelos de loba, ocho ancas de rana, un tarro de caracoles sin
conchas, un frasquito de veneno y, lo más asqueroso de todo el mundo, una
cucaracha pisada por mí.
Caí en la cuenta de que tenía un amigo mago. Lo llamé y me dijo que me daría todo
menos la cucaracha, porque la tenía que pisar yo misma si es que quería salvar a mi
familia, amigos y vecinos. Estaba dispuesta a ello; sin embargo cuando dije que sí,
noté que mi amigo también estaba petrificándose. Entonces, a toda prisa, fui a
preparar el antídoto y conseguí desencantar a todo el mundo. De esa manera Medusa
se desvaneció en el aire.
- ¿Qué ha pasado?
De repente, me vi en el teatro acabando la función de Halloween. ¡Buf! Me había
metido tanto en el personaje que me lo imaginé como si fuera la realidad.
Llegué a casa y en la puerta de mi vecina aún se podía ver la marca de Medusa.
¡Aaaaaah! ¿Imaginación o realidad?
Alici Xu Díez, 5º B.

Miedo en la antigua cárcel.
Estaba a punto de tocar el timbre del colegio cuando la profesora nos estaba
explicando el trabajo para la noche Halloween.
El trabajo era que teníamos que hacer una película en grupos y, claro, tenía que ser de
miedo.
Juan, Iñigo, Pablo, Fernando y yo decidimos hacer la película juntos. Juan propuso ir
a grabar al bosque de noche; pero Fernando propuso algo que daba más miedo:
- Vamos a la antigua cárcel de la ciudad.
Iñigo, que era el más miedoso se negaba. Yo le pregunté a Fernando:
- ¿Y cómo se supone que vamos a entrar?
Él metió la mano en el bolsillo y sacó como una especie de llave que tenía un
pequeño letrero en el que se podía apreciar unas letras un poco borrosas; pero se veía
perfectamente lo que ponía: “cárcel de Villamuriel, año 1901”.
Nos quedamos alucinados. De repente Fernando dijo:
- Esta noche a las diez. Sin falta, Iñigo.
- Vendré.
- Ya veremos -dijo Fernando.
De pronto:
- Riiiiiinnnggg -sonó el timbre y la profesora dijo que recogiésemos.
Como mi madre es muy vaga, no le da la gana de venir a recogerme al colegio.
Al llegar a casa, como siempre, le digo a mi madre qué hemos hecho y qué tenemos
que hacer. Pero no le dije lo de la película, porque seguramente no me dejaría ir.
Al caer la noche mi madre se fue a la cama, y yo salí disparado a donde habíamos
quedado
Estábamos todos, y Fer
abrió la puerta de la
cárcel. Estaba todo
oscuro e Iñigo ya estaba
temblando. Entonces se
oyó una voz siniestra y susurrante:
- Si eres inteligente podrás salir de aquí con vida y si no, mala suerte. ¡Jajajaja!”.
Se cerraron las puertas de golpe y estábamos más que asustados.
Fer nos contó que, según la leyenda, hubo un preso condenado a cadena perpetua y
que su fantasma sigue aquí. Íñigo sacó su cámara y empezó a grabar.
Yo les dije que seguramente habría un ventanuco para salir de allí.
- Ahora que lo pienso, sí lo hay; -dijo Fer- pero lo malo es que está en la celda del
preso.
- Fer, ¿cóomo sabes tanto de esto? -pregunté.
- Mi abuelo trabajó aquí. Mírala, allí está, la 317.¡No, no, no, el fantasma! -gritó Fer.
Nos dimos la vuelta y echamos a correr!
- ¡A la celda! -dijo alguien.
- Vale -dije.
Fer, Juan y yo llegamos juntos, pero Iñigo no estaba.
- Iñigooooo -gritamos todos.
- Aaaallá voy. ¡Aaaaah!
- ¡Corre! -gritamos todos juntos.
- Ya voy a llegar.
- Sniff, sniff.
- Juan, ¿qué te pasa?
Que casi pierdo a mi mejor amigo.
- A ver, chicos, ahora ¿qué hacemos, ir a la comisaría o a casa?
- A casa, vale. ¡Ah, y nada de esto ha pasado! Hasta mañana.
Alex Jiménez, 5º B
El terror de la fiesta de halloween.
El día 31 de octubre, ahí estaba José, peinándose. Estaba muy emocionado porque esa
noche era la fiesta de Halloween. Él se disfrazaba de vampiro; pero cuando iba a
pintarse la sangre, llamaron al timbre. Era María, su mejor amiga.
Se sobresaltó al oír el timbre y, cuando se miró al espejo, vio a un chico de 13 años,
con el pelo negro, los ojos azules y pintalabios rojo por toda la barbilla.
Pensó que cuando se estaba pintando la sangre, del susto que se dio, movió el
pintalabios.
Cuando se quitó el pintalabios, salió del baño, abrió la puerta y vio a María. Le
gustaba estar siempre estaba con ella.
María es alta, delgada, morena y tiene los ojos marrones. Tiene 12 años y los dos van
a segundo de la ESO.
A los dos les encanta cocinar, leer, ver la tele… Pero sobre todo: ¡pasárselo bien!
Lo primero que hizo María fue dedicarle una sonrisa. Luego le pregunto:
- ¿No te importa que lleve a mi hermana pequeña, verdad?
José negó con la cabeza y dijo:
- Por supuesto que no. ¿Cuántos años tiene? -preguntó.
- Tiene 10 años y se llama Laura.
Entonces María se apartó y detrás de ella se vio a una niña muy tímida decir:
- Hola.
- Hola -contestó José.
Laura es una niña muy guapa, tiene los ojos verdes y el pelo marrón y largo.
Al oír eso, la madre de José, que se llama Ana, les dijo que se llevasen también a
Rocío, la hermana pequeña de José, y así jugaba con ella.
Rocío tenía 10 años y era rubia y muy maja.
Al irse, se despidieron de su madre y de su tía Amanda.
- Adiós -dijeron todos a la vez.
La fiesta era en casa de Victoria, una amiga de José y María.
María iba disfrazada de bruja junto con su hermana. Rocío, la hermana de José, iba
de diablillo.
Cuando iban de camino a la fiesta, José iba corriendo de una acera a otra, y como iba
en círculos, de tanto dar vueltas se mareó.
Cuando se despertó todo había cambiado por completo.
- Por tu culpa vamos a llegar tarde a la fiesta -dijo María, muy enfadada.
- No ha sido culpa mía -me he mareado.
- Si no estuvieras haciendo el bobo no te habría pasado -dijo María, estando aún José
en el suelo.
Su hermana también parecía bastante enfadada, porque le dijo:
- Se lo voy a decir a mamá.
- ¡Basta ya! -dijo Rocío.
Cuando llegaron a la fiesta, vieron la casa. Daba bastante miedo porque era fría,
estaba muy oscura y había mucho ruido.
Al entrar, allí estaba Victoria; sentada en un trono muy alto. En él, ponía: REINA DE
LA FIESTA.
Victoria es una niña alta, con los ojos azules y el pelo rubio. Desprendía una mirada
alegre y una sonrisa.
Había una piñata, globos, ponche, gominolas,
juegos…
Pero ya no quedaban gominolas de fresa.
- ¡Por tu culpa! -dijo María.
- ¿Por qué por la mía? -preguntó.
- Porque si no te hubieses desmayado
habríamos llegado antes -dijo María muy
enfadada.
La fiesta era perfecta menos por una cosa: las luces parpadeaban. Le preguntó a
Victoria que por qué, y le respondió que se pusieron a parpadear justo cuando ellos
entraron.
Al oír eso, José se asustó, pero enseguida se tranquilizó. También estaban Alicia,
Luis y Rubén.
De repente, las luces se apagaron. Cuándo de nuevo se encendieron, todo el mundo
siguió con lo suyo; menos Victoria, que era imposible que siguiera a lo suyo, porque
no estaba.
José le dijo a María:
- Se ha muerto, ¿no? Me da mucha pena.
- A mí también. Porque si ella no está, nadie rellenará el ponche.
- Que egoísta- dijo Luis.
- ¿Pues sabes que te digo? ¡Que ojalá seas tú el siguiente!
De pronto se volvieron a apagar las luces, y Luis ya no estaba.
José se quedó con la boca abierta y sospecho de María. Porque últimamente María
estaba muy rara.
Para consolarse todos, José dio un golpe a la piñata. Y en vez de salir caramelos, salió
Victoria, que no se movía ni decía nada.
- La verdad es que esta… -estaba diciendo José,
cuando María le interrumpió.
- No nos cuentes más rollos.
José, lleno de furia, no pudo contenerse más y
dijo:
- Te voy a…
Pero antes de que acabara, las luces se apagaron.
María ya no estaba. José sospechó de sí mismo;
aunque en el fondo sabía que él no había sido.
Uno por uno, todos fueron desapareciendo. Hasta
que solo quedaron José y su hermana Laura.
José se dijo a sí mismo: no me puedo creer que vaya a matar a mi hermana. Pero de
pronto se dio cuenta de que él no había matado a nadie.
Entonces eso quiere decir que…
Pero, antes de que pudiera seguir, la luz se apagó y vio a una sombra enorme con un
cuchillo abalanzarse sobre él.
En ese instante se despertó.
Lo primero que vio fue a María que le decía:
- ¿Estás bien? Te has desmayado.
- Perfectamente -respondió José.
Y enseguida le dio un fuerte abrazo a María.
María Ramos, 5º B.

El castillo.
Era de noche y llovía, y yo estaba en la plaza y tenía que volver a casa. A mitad del
camino, me encontré con un castillo. No sabía si entrar o no, pero al final la
curiosidad me pudo y entré. Había un cartel en el que ponía “cuidado con el
dragón”; así que procuré no hacer ruido al andar, ya que estaba dormido. Abrí una
puerta que me condujo a una pequeña sala, donde me encontré con un mago. Se
acercó a mí y me dijo:
- Si quieres salir, tendrás que superar unas pruebas. Primera: reúne los ingredientes
necesarios para el chef, ¡están en su boca! Segunda: debes robar unos hechizos a la
bruja. Tercera: ve a comprobar el acuario de los peces mutantes y encuentra un
espejo. La cuarta y última consistirá en colocar el espejo en la puerta y así poder leer
el mensaje secreto que las abre.
Perfecto, ya sabía lo que tenía que hacer. Primero fui a la cocina a buscar al chef, que
era un gigante.
- ¿Cómo subo hasta su boca? –pensé-. ¡Ya sé!, utilizaré un cuchillo a modo de piolet.
Tardé más de media hora en llegar hasta su boca, y una vez llegué, casi me caigo del
asco al ver sus dientes podridos, y los asquerosos gusanos que salían de los agujeros
de sus caries.
- ¿Cuáles son los ingredientes que necesitas? -le pregunté
- Grrrr -gruñó, apestándome con su aliento fétido-, escarabajo muerto, pelo de araña
greñuda, pata de rana y moho de queso.
Entonces me puse manos a la obra. Al principio no conseguía encontrar el escarabajo
porque con lo negro que era se camuflaba en una de las negras muelas del gigante;
pero al final lo encontré. Tardé mucho en encontrar la pata de rana. La araña estaba
escondida en una caries; intenté cortarla un pelo con mi cuchillo, pero la maté sin
querer; así que acabé arrancándoselo con mis propias manos, y se lo di todo al
cocinero.
¡Primera prueba superada!
Ahora tocaba la segunda prueba, y busqué a la bruja. Estaba dormida con un perro;
así que me acerqué con mucho cuidado para no despertarlos; pero estaba dormida
encima del libro de hechizos. Le robé la varita y su escoba; su perro se despertó y
comenzó a ladrar, pero fui rápida y me elevé con la escoba. La bruja era más fea que
el cocinero y tenía una verruga que le ocupaba media cara. ¡Menos mal que no se
despertó! Solo se dio la vuelta dejando accesible el libro de hechizos, del que me
apoderé en un momento y me fui rápida y sigilosamente de allí. ¡Me había salvado
por un pelo!
Me encaminé a mi tercera prueba, y lo primero que hice fue comprar el acuario y…
¡Había una pecera muy grande rota! Leí la inscripción que indicaba la especie:
“Tibuhombre: mezcla de tiburón martillo y hombre, puede respirar tanto en la tierra
como bajo el mar, nada y corre muy rápido”. Seguí el rastro de las pisadas, volando
en mi escoba, hasta que lo encontré. Me acerqué a él y le clavé el cuchillo en la
cabeza.
Después de aquello, seguí por un pasillo lleno de cuadros que se movían y de pronto
se abrió una puerta, en la que había una frase escrita al revés, que descifré leyendo su
reflejo en el espejo:
¡Has superado todas las pruebas! Tardaste mucho, pero lo conseguiste. ¡Adiós! ¡Jajajaja!

La puerta se abrió y salí a la calle. Era de día. Corrí a mi casa y desayuné un montón.
Silvia Amor, 5º B.

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Cuentos de miedo de 5o primaria

  • 1. Colección de cuentos. Escritos por alumnos/as de 5º de educación primaria. Año 2013.
  • 2. Índice de cuentos. Título: Autor/a: Página El payaso de los cuadros .................................................... Ana Moraleja ................... 3 El bosque de la muerte ....................................................... Alberto Moreno................ 4 Maldición en el bosque....................................................... Yohanna González ........... 5 El misterio del gato negro .................................................. Ignacio Mera .................... 6 Una cueva terrorífica .......................................................... Carlota Rodríguez ............ 7 La sombra del cuchillo ....................................................... Samuel Nicolás ................ 8 La casa 666 ......................................................................... Daniel Palacios .............. 10 Un despiste mortal .............................................................. Adrián Lajo .................... 11 El campamento nocturno .................................................... Rubén González ............. 13 El cementerio abandonado ................................................. Raúl Ibáñez .................... 14 La casa encantada de los cinco hermanos .......................... Rocío Camarón .............. 15 La isla Bridgehouse ............................................................ Amanda Capdepont ....... 18 El campamento Chupacabras ............................................. Víctor Elvira .................. 20 El fantasma de la casa abandonada .................................... Victoria Catediano ......... 22 El misterioso payaso del cementerio .................................. Laura Pascual ................. 23 Invasión zombi ................................................................... Raúl Tapias .................... 24 La isla de los zombis .......................................................... Miguel Prieto ................. 26 El castillo de terror ............................................................. Alex Peña ....................... 27 Veinte terrores para halloween ........................................... María Merino ................. 27 Un cuento de halloween ..................................................... Alicia Xu Díez ............... 28 Miedo en la antigua cárcel.................................................. Alex Jiménez.................. 29 El terror de la fiesta de halloween ...................................... María Ramos .................. 31 El castillo ............................................................................ Silvia Amor .................... 33
  • 3. El payaso de los cuadros. Todo empezó la noche del 31 de octubre, halloween, cuando Paula, Daniel Irene, Fernando y Carla salieron disfrazados de momias a pedir caramelos por el vecindario. Hacía mucho frio y empezaba a llover, la luna estaba llena y brillante, lo cual alumbraba las calles, y el silencio dejaba oír los aullidos de los perros. Paula, que era la más miedosa, vio como alguien le seguía y se escondía tras las esquinas, y cuando se lo dijo al resto no la creyeron porque sabían que era muy miedosa. Cuando habían recorrido tres calles oyeron un extraño ruido y Daniel pudo ver al hombre que les seguía. Llevaba un abrigo largo, negro y con capucha pero no pudo verle la cara. Después de un rato llamando a las casas, tuvieron que pasar por el cementerio, para ir a la siguiente casa. Les habían dicho que allí daban muchos caramelos. -Que miedo -dijo Paula -Vamos, no seas miedica -dijo Fernando haciéndose el valiente. Cuando habían rodeado el cementerio se encontraron la casa. Era muy siniestra y daba mucho miedo. Todo estaba rodeado de tumbas esqueletos, calaveras y cosas así. Llamarón a la puerta, y estaba abierta. Entraron y vieron que no había nadie; cuando, de repente, Daniel desapareció. Todos se asustaron. Un fuerte ruido los pilló por sorpresa y, de repente, Irene no estaba. Y así fueron desapareciendo uno a uno. Ellos no se dieron cuenta; pero en un cuadro había un payaso y cada vez que desaparecía un niño, como tenía la mano con cinco dedos, iba quitando cada vez uno. ¿Quién sabe? A lo mejor algún día entras a la casa y… ¡desapareces! Ana Moraleja, 5º B.
  • 4. El bosque de la muerte. Unos niños y sus padres decidieron ir a pasar el fin de semana a una casa al lado del llamado “Bosque de la Muerte”. El viernes al llegar allí vieron que la casa estaba vieja y entraron a dejar las maletas. Cada uno se fue a elegir su habitación. Esa noche decidieron ir a explorar el “Bosque de la Muerte”, cogieron las linternas y se fueron por un sendero. Se oían los búhos entre los árboles y el viento sonaba entre las hojas. Al seguir caminando oyeron un ruido, y al momento un niño y sus padres desaparecieron sin dejar rastro; pero nadie se dio cuenta. Decidieron irse a casa y al llegar se dieron cuenta de que faltaban tres de ellos y se asustaron mucho. Llamaron a la policía, pero los teléfonos no funcionaban. Por la mañana decidieron ir a un pueblo que estaba cerca; pero al salir no encontraron los coches y se adentraron en el bosque para buscarles. Solo encontraron sus linternas, y en ese momento desapareció otra de las familias, y los que quedaban salieron corriendo chocando con los cadáveres de la primera familia que tenia las tripas fuera del cuerpo. Muy asustados siguieron corriendo, adentrándose aún más en el bosque, y, en ese momento, el niño que quedaba desapareció detrás de un árbol. Sus padres muy asustados lo buscaron, pero no le encontraron y lo que si vieron fue a las otras dos familias con caras muy raras que se acercaban a ellos con muy malas intenciones. El padre de este niño sacó el arma que llevaba y disparó a los zombis, pero esto no les afectaba. Entonces los padres salieron corriendo del bosque, encerrándose en la casa hasta la mañana siguiente en la que el dueño de la casa vino a buscarles; pues se había dado cuenta de que no les había contado que nunca debían entre en el bosque por la noche, porque era un bosque encantado al que no le gustaban las visitas de personas. Alberto Moreno, 5º B.
  • 5. Maldición en el bosque. Esta historia que ahora os voy a contar ocurrió hace mucho tiempo en un bosque abandonado de mi pueblo. Estábamos mi hermano, mis amigos, mis primos y yo jugando en el parque; cuando, de repente, mi hermano Jorge dijo: - ¡Podíamos jugar al escondite! A todos nos pareció una buena idea; así que no nos lo pensamos dos veces y nos pusimos a jugar. Entonces mi primo Pablo se puso a contar, mientras los demás nos fuimos a buscar un buen escondite. Yo me fui a esconder al antiguo bosque que había en el pueblo, y también me siguieron mi hermano Jorge, mi amigo Carlos, mi prima Paula y mi amiga Nerea. Una vez que entramos en el bosque nos pusimos a buscar un sitio donde escondernos. Mi hermano Jorge, mi amiga Nerea y yo nos escondimos detrás de unos matorrales que había; mientras que mi amigo Carlos y mi prima Paula se fueron a esconder a otro sitio. Después de un rato oímos a mi primo Pablo decir: - Cuarenta y ocho, cuarenta y nueve y… cincuenta. ¡Allá voy! Yo estaba mirando por un hueco que había en un matorral a mi primo Pablo, que estaba bastante inquieto buscando a todo el mundo. Cuando, de repente, oí a mi prima Paula gritar: - ¡Aaaaaaaaaah! Yo me di la vuelta, y vi una especie de figura fantasmagórica muy parecida a una bruja. Nos quedamos mirándola hasta que ella nos preguntó con un tono muy serio: - ¿Cómo os llamáis? Nosotros respondimos: - Yo me llamo Jorge. - Yo soy Nerea. - Y yo, Daniel. Nos quedamos otro rato mirándola y de repente vimos que sacó una especie de varita mágica; pero al poco tiempo se la guardó. Mi hermano Jorge que era muy preguntón le dijo: - ¿Para qué tienes esa varita mágica? Ella no quiso responder, permaneciendo callada. Así que nos pusimos a mirar por el hueco del matorral a Pablo. Mi amiga Nerea le preguntó a Jorge que si iban a buscar a los demás que había en el bosque, mientras yo me ocupaba de vigilar que Pablo no nos encontrara; pero Jorge no respondió. - Jorge, Jorge, ¿dónde estás? -Dijo gritando mi amiga Nerea. A lo lejos oímos una voz que decía: - ¡Estoy aquí! ¡Estoy aquí! Nosotros no sabíamos de dónde venía aquella voz; pero lo que sí sabíamos es que aquella era la voz de mi hermano Jorge. Nerea dijo:
  • 6. - Lo mismo le ha atrapado la bruja y está perdido en el bosque, o la bruja le ha convertido en caracol. Porque si te das cuenta, Daniel, ahora mismo la bruja no está aquí. Yo le dije a Nerea que se estuviera tranquila, que a Jorge no le pasaría nada. Estuvimos toda la tarde en el bosque, corriendo de un lado a otro, de aquí para allá; pero no conseguimos encontrar a mi hermano. No nos dimos cuenta, pero ya se había empezado a hacer de noche y el bosque estaba muy oscuro. Estábamos muy cansados y nos quedamos dormidos allí. A la mañana siguiente también estuvimos buscando a Jorge. Como no adelantábamos mucho decidimos separarnos uno por cada lado. De repente, oí decir a Nerea: - ¡Está aquí, lo he encontrado! Yo fui donde estaba ella; pero llegamos tarde, porque el cuerpo de Jorge ya estaba sin vida. Noté que alguien me tocó la espalda. Temblando, me di la vuelta, y me di cuenta de que era mi amigo Carlos y mi prima Paula. Tristes nos fuimos a casa y se lo explicamos a nuestros padres. Ya ha pasado casi un año desde que ocurrió esto. Sin embargo aún puedo escuchar su voz en mi cabeza. Yohanna González, 5º B El misterio del gato negro. Érase una vez tres niños que se fueron de excusión a un bosque. Mientras caminaban vieron un montón de tierra y decidieron ver lo que era. Lo desenterraron y se sorprendieron al ver que había un gato negro muerto. Se asustaron mucho; pero uno de ellos, llamado Juan, decidió volver a enterrarlo. Continuaron con su excursión y, al ver que se les hacía de noche, decidieron acampar. Estuvieron cenando y contando historias de miedo, alrededor de una hoguera que habían encendido para no quedarse fríos. Estuvieron todo el tiempo acordándose del gato negro que se habían encontrado muerto y, más tarde, decidieron irse a dormir.
  • 7. Por la mañana, cuando se despertaron, Juan salió de su tienda de campaña y observó que el gato negro estaba encima de la rama de un árbol. Empezó a gritar, despertando a sus amigos, y les dijo que el gato negro estaba encima de la rama de un árbol. Les preguntó que quién lo había colocado allí, porque él no había sido, a lo que sus amigos respondieron que ellos tampoco lo habían hecho. Era todo un misterio, pues nadie lo había puesto en el árbol. Decidieron bajarlo y enterrarlo de nuevo; pero cuando fueron a bajarlo, revivió y empezó a moverse hacia ellos, con la boca abierta, llena de sangre, los dientes muy afilados y una mirada terrorífica. Los niños, asustados, se fueron corriendo a sus casas y contaron a sus padres lo que les había sucedido. Al día siguiente fueron sus padres para comprobarlo, pero el gato negro ya no estaba. Cuentan algunas personas que, a veces, cuando pasean por ese lugar se oyen los maullidos de un gato. Ignacio Mera, 5º B. Una cueva terrorífica. Todo comenzó en un pequeño pueblo, a las afueras de Valladolid. Yo había quedado con mis amigos Jorge, Paula y Miguel en la plaza para jugar. La plaza de nuestro pueblo no era una plaza normal; porqué no estaba en mitad del pueblo, donde suelen estar las plazas, sino al lado de unas tierras situadas casi a las afueras del pueblo. No sé por qué, la plaza en su lado derecho tenía un gran muro. Bueno, como decía, mis amigos y yo estábamos jugando con la pelota en la plaza; cuando, de repente, Jorge tiró la pelota sin querer al otro lado del muro. -¡Jorge! -gritó Paula. -¡Ahora vas tú a por ella! -le dije yo. A Jorge no le quedó otra que ir a por la pelota. Estuvimos esperando unos 15 minutos, cuando oímos a Jorge gritar: -¡Chicos, tenéis que venir a ver esto! Nosotros fuimos rápidamente. Cuando llegamos lo único que vimos fue un sendero con un pequeño cartel al lado derecho del camino en el que ponía: “NO PASAR”. Pero no importaba; pues siempre tenía que haber alguno que dijera: -¡Va, es una bobada!, ¿Qué nos puede pasar? -Y esta vez era Miguel quien lo había dicho. Como suele pasar, al final seguimos el sendero. Tras un buen rato andando, empezó a anochecer. Y fue Miguel quien de nuevo dijo: -Ya casi es de noche, será mejor que demos media vuelta. -¿Por qué? ¿Tienes miedo? -dije yo.
  • 8. -¿Yo? ¿Miedo? ¿No serás tú? Tras una larga discusión entre Miguel y yo llegamos a una cueva enorme. Entonces Paula dijo: -¿Para esto hemos venido hasta aquí? ¿Para ver una cueva? -¿Por qué no entramos? -Dijo Jorge. ¿Y cómo no? Entramos. Cuando iba a preguntar a Paula qué hora era, me di cuenta de que estaba sola. Empecé a temblar de miedo. Grité, pero nadie me escucho. Esa cueva era muy grande, y pensé que lo mejor era buscar la salida yo sola. Tras un buen rato andando, me encontré, tirado en el suelo, un brazo ensangrentado, y eché a correr lo más rápido que pude. Más tarde, vi una pierna. Y a continuación, una cabeza. Al minuto siguiente vi una cazuela enorme, llena de brazos, piernas y cabezas de personas. Y también vi al cocinero del comedor del colegio removiéndola. Me miró unos segundos y yo, temblando de miedo, corrí como nunca antes lo había hecho. Segundos más tarde, vi la salida de la cueva, y escuché las voces de mis amigos llamándome. Mientras les decía que corrieran hacia el pueblo, les expliqué lo que me había sucedido, y, cuando todos pudimos entrar en mi casa para refugiarnos, llamé a la policía que en unos diez minutos llegó y cogieron al cocinero del colegio y se lo llevaron a la cárcel. ¡Lo peor de esta historia es que no logré encontrar mi balón! Carlota Rodríguez, 5º B. La sombra del cuchillo. Era la noche de Halloween. Todos los niños estaban por la calle, pidiendo caramelos. Había un grupo de tres amigos. Se llamaban Pedro David y Elena. Los tres iban disfrazados: David, de Frankenstain; Pedro, de demonio, y Elena de Drácula. Planearon entre ellos ir a pedir donde nunca nadie se había atrevido. Era la mansión de las sombras. Cuando entraron en el jardín había una especie de neblina que adormecía los sentidos, y que nada más entrar te hacía temblar. Cuando ya estaban dentro del jardín, de repente sobrevolaron sus cabezas cientos de murciélagos. Se pegaron un susto que casi se caen.
  • 9. Iban avanzando poco a poco todos agarrados y muertos de miedo. Se acercaron para llamar a la puerta y....¡ZAS¡ La puerta se abrió de repente. Entraron muy despacio y otra vez ¡ZAS¡ La puerta se cerró de golpe. - ¿¡Hola!? Dijo David. - ¿Hay alguien? -Continuó Elena. - Solo ve... veni..venimos a pedir caramelos. -Siguió Pedro, que estaba aterrorizado. Por detrás apareció una sombra negra que pasó muy rápido. Se giraron, pero no había nada. - ¿Qué ha sido eso? -Preguntó Elena. Todos notaban la presencia de alguien o algo, pero no se veía nada. Avanzaron y, al pisar una baldosa, el suelo se derrumbó. Cayeron a un sótano oscuro. A cada paso que daban crujía más el suelo. ¿Se caerían otra vez? De nuevo pasó una sombra. Los tres se giraron. Oyeron cómo puertas y ventanas se abrían solas, pero seguían sin ver a nadie. Subieron por unas escaleras que encontraron y volvieron a la planta de arriba. Intentaron abrir la puerta para salir; pero no había forma de abrirla. Vieron varias puertas a su alrededor y, de repente, unos enormes ojos rojos les miraban desde la oscuridad. Los tres amigos retrocedieron unos pasos. Los ojos desaparecieron de repente. Se dirigieron a una de las puertas que habían visto y David, que era el más valiente de los tres, preguntó: - ¿La abrimos? David se dispuso a abrirla y... ¡Había un hombre con un cuchillo enorme! La hoja brillaba en la oscuridad y estaba ensangrentada. Echaron a correr a lo largo de un pasillo. De repente, Elena vio un armario y dijo a sus amigos: - Chicos, vamos a meternos dentro, quizás aquí no nos encuentre. ¡Tenemos que intentarlo! Los tres se metieron dentro del armario y, procurando no meter ruido, cerraron la puerta. A través de las grietas de la madera, vieron cómo un hombre pasaba de un lado a otro, acercándose a veces hasta temer lo peor. Podían notar el olor de la sangre que iba dejando a su paso. Los tres amigos notaban su corazón cada vez más acelerado. Cuando pasó un rato sin ver cerca al hombre del cuchillo, decidieron que lo mejor era saltar por la ventana que habían visto en el extremo del pasillo. A pesar de la altura, pensaron que si lograban saltar, estarían a salvo.
  • 10. Con mucho miedo aún, saltó primero David, y a continuación, Elena. Pero un crujido en la madera hizo que de nuevo apareciera detrás de Pedro la sombra del hombre del cuchillo. Pedro, aterrorizado, saltó tan deprisa, que al caer se torció un tobillo. Pero entre David y Elena, que esperaban abajo, y agarrándolo por debajo de los brazos, consiguieron salir de allí lo rápidamente. Los tres amigos tuvieron una noche de Halloween inolvidable. Nunca más volvieron a salir a pedir caramelos. Samuel Nicolás, 5º B. La casa 666. Un día unos padres con sus dos hijos tuvieron que mudarse a otra casa porque la que tenían era muy pequeña. El padre se llamaba Antonio; la medre, Laura; el hijo, Rubén, y la hija, Sara. Antonio vio una casa por internet y fueron a ver cómo era. Estaba a las afueras de un pueblo llamado Infierno. Los dueños les dieron la llaves y se fueron en el coche corriendo. Ellos llegaron en la casa y vieron que era el número 666. Cuando entraron vieron que era enorme. Tenía quince habitaciones y cinco baños. El salón era gigantesco, con una escalinata que subía al piso superior. Era muy alto y con una gran lámpara de araña en el centro del techo. Las paredes estaban llenas de candelabros y de cuadros con retratos de las personas que vivieron allí tiempo atrás Como era tarde, cada uno escogió su habitación y se fueron a dormir. Esa noche Rubén no se podía dormir porque oía puertas de armarios que chirriaban y se abrían, pasos por el pasillo, el ruido del viento y la lluvia… Se levantó de la cama y fue a mirar con la linterna. Bajó al salón y no vio nada. De repente se encendió la tele y apareció en la pantalla un demonio y debajo ponía: ¡“Vais a morir”! Subió a la habitación de Sara y la despertó. Bajaron corriendo al salón y se oyó a su padre gritar: ¡Aaaaaaahhhhh! Había un fantasma. Se metió dentro del cuerpo de Antonio y fue a por Sara y Rubén. Éstos salieron corriendo y se encerraron en el baño. Rubén le pidió a su hermana que esperase allí y que si no volvía en tres minutos era porque le habría matado el fantasma con su padre dentro. El hermano cogió una pistola que su padre tenía escondida en el altillo de un armario por si alguna vez entraban ladrones a robar. Fue al baño y llamó; pero su hermana tenía un fantasma dentro, como su padre.
  • 11. Empezó a buscar a su madre, que se había escondido dentro de un armario. Intentaron escapar, pero las llaves las tenía su padre. El niño y la madre salieron del armario y corrieron al salón, y, sin darse cuenta, Laura se apoyó en una estatua de piedra. De repente la estatua giró y se abrió un hueco en la pared. Entraron para ver qué había y entonces vieron a Antonio y a Sara metiéndose cadáveres de personas para dárselos a un demonio que después se los comía. Entonces el demonio, Antonio y Sara les vieron y fueron a por ellos. El demonio, como se ve en la foto, tenía un aspecto horrible. De repente el demonio cogió a la madre y la mató. Rubén sacó la pistola y mató al demonio, a su padre y a su hermana. Cogió las llaves a su padre y el teléfono para llamar a la policía. Cuando llegó la policía enterraron los cuerpos y al demonio. La policía se llevó a Rubén en el coche y, a mitad del camino, éste se dio cuenta de que los demonios son inmortales, y entonces se quedó pálido. El demonio salió de la tierra y gritó: “¡Nadie me vencerá, jajajajajaja!” Daniel Palacios, 5º B. Un despiste mortal. Fred es un niño de dieciséis años que vivía en Land City. Un día volviendo del colegio, se encontró a su amigo Carl, al que hacía mucho tiempo que no veía, y le preguntó qué estudiaba, y Carl le respondió que era Mago. Al llegar a casa, Fred se puso a jugar con su colección secreta de juguetes que tenía escondida en un baúl en su habitación, pero eran muy frágiles y se le rompieron enseguida. Al día siguiente, y en secreto, le suplicó a Carl que le creara un ejército viviente para jugar con él, y Carl le dijo: - Es muy peligroso, ¿estás seguro de esa decisión? - Totalmente seguro. - Está bien… El fin de semana, Carl a las doce de la noche, sacó su caldero y se puso a hacer el conjuro: - ¡Bilibimbilibambilibum! derF ereiuq euq oticréje le aglas euQ! Y… “¡voila!” Salió el hechizo y los muñecos.
  • 12. - Ahora tendré que ponerlos a la luz de la luna… ¡Y no hay mejor sitio que el cementerio! Y allí fue. Estaba tan tétrico como siempre, con sus lápidas, sus ramas espinosas, también venenosas y sus cipreses. Al lado de la entrada había dos búhos negros. A la izquierda de los búhos, estaban las malvadas ramas venenosas, y debajo la tumba de Isabel, la tía de Carl, junto a la de su tío Mikael, al que asesinaron el año pasado, igual que a Isabel. - Auuuuuhhhh…..auuuuuuuuuuhhhhhhhh…auuuuhhh… - ¡Cállate ya! Y Carl le dio en la cabeza al lobo con una piedra, y le tumbó. - ¡Por fin se calló! Puso a los muñecos apoyados en una lápida, pero de repente oyó pasos y voces: - ¿Hola? ¿Hay alguien? - ¡Carne fresca!… Y salió… un monstruo horrible con la boca roja y la cara verde. Tenía la camiseta y los pantalones rotos, y apenas se veía carne, casi todo eran huesos amarillentos, aparte de todo tipo de objetos como cuchillos, navajas y cuchillas ensangrentadas clavados en su tórax, en la parte izquierda hasta el fondo. - ¡Aaaaaaaaaaaaahh!… El zombi “se quitó” la cabeza: - Tranquilo, que soy yo, ¡Fred! - ¡Qué susto! - ¿Ese es el ejército que te pedí? - Sí, ¡a que mola! - ¡Pues claro que sí! - ¡Ya está! Mañana tan solo habrá que recogerlos. - ¡Gracias, gracias, graciasssss, tío! - No… hay… de… qué ¡No me dejas respirar con este súper-abrazo! - Oh, perdón. - Nada, nada. - Guay. Los muñecos empezaron a iluminarse, a dar gritos terroríficos y dar destellos raros. - Oh oh. - ¿Qué pasa? - ¡Un momento!… … ¡Oh nooooo! - ¿Qué? - ¡No tenía que haberles dado la luz lunaaar! ¡Ahora serán… ZOMBIES! - ¿Quéeeeeeeeeeeeeee? - ¡Lo dichoooooooo! Los muñecos se rompieron y se crearon cinco agujeros tridimensionales subatómicos gigantes y de ellos salieron: Wa-Ji, el ninja; Ucarreuca, el cavernícola; Hamtor, el vikingo, El Caballero Verde y Atila-el-Huno, y empezaron a sacar sus armas: estrellas de metal, porras de madera, martillos de piedra, espadas y sables.
  • 13. - ¡Hauuu! - ¡Uknekcu! - ¡Iaaaar! - ¡…! - ¡Haaaaaaaaaar! - ¡Corre, tío! ¡CORREEEEEEEE! - ¿Tío? ¿TIOOO? ¡Maldito seaaaaas! Pero Carl ya estaba en su casa con el anti-conjuro. - ¡Vamos, vamos…! ¡BINGOOOOO! A ver… Esto por aquí, eso por allá y… ¡Ya! Fue corriendo al cementerio; pero… ¡demasiado tarde! Los zombis se hicieron gigantes porque se alimentaron con Fred, y el anti-conjuro era para zombis medianos. Los zombis cogieron a Carl, le mataron, dejaron marcado el suelo con su sangre. Se lo comieron, y volvieron allá de donde vinieron. Los agujeros se cerraron para siempre. Adrián Lajo, 5º B. El campamento nocturno. Había cuatro niños en un campamento, que se llamaban Jaime, Carlos, Enrique y Agustín. Al lado del campamento había una casa vieja, entre un bosque lleno de árboles y donde siempre parecía de noche. Los cuatro niños fueron a ver qué había dentro de la casa, una casa de donde salían unos ruidos. Cuando estaban entrando en la casa, crujían todas las tablas de lo viejas que eran; las puertas se abrían y cerraban solas por el aire. Dentro de la casa había sillas, y mesas rotas tiradas por el suelo. Jaime fue el primero que entró en una de las habitaciones y allí encontró esqueletos con espadas, A Jaime se le cayó un esqueleto encima y del susto, se echó a llorar. Cuando Carlos entró en la segunda habitación salieron zombis con lanzas y le arrinconaron contra la pared; pero consiguió salir rápidamente de allí y así se escapó de las lanzas y de los zombis. Enrique fue el siguiente en abrir la puerta de la tercera habitación y, como sus compañeros, el susto que se llevó fue alucinante. Nada más abrir la puerta, le salió un fantasma por detrás, le tocó un poco en el hombro y le cerró la puerta. ¡Huuuuf! le comenzaron a temblar las piernas y se quedó sin voz. El más miedoso fue Agustín que entró en una de las habitaciones que quedaban sin visitar. El susto fue grande para Agustín. En la habitación le salieron brujas con escobas, y le dijeron que se arrimase a la puerta o le convertirían en sapo.
  • 14. Nuestros miedosos amigos acabaron todos en la misma habitación, donde se contaron las aventuras y pensaron en la forma de salir de la vieja casa. Lograron salir por una ventana que estaba rota y se fueron escondiendo entre los árboles del bosque para que no les vieran los monstruos. Luego, a lo lejos vieron una casa pequeña y fueron a investigar. Por una ventanilla de la casa vieron a unos señores que se estaban poniendo los trajes de esqueletos, brujas, zombis y fantasmas. Cuando los señores salieron de la casa se les acercaron los niños y les preguntaron: - ¿Por qué nos estabais asustando? Y los señores, sin contestar, les metieron para la casa y les ataron con cuerdas en una habitación oscura. Les tiraron las lanzas y los niños creían que les iban a matar. Los señores prepararon unas cajas grandes para meterles y asustarles todavía más. Los niños, al darse cuenta, hicieron unos monigotes y les metieron en las cajas. Al día siguiente todavía era de noche cuando los señores iban a por las cajas. Los niños fueron detrás de ellos con mucho miedo y Jaime, Carlos, Enrique y Agustín asustaron a los señores de tal manera que les hicieron meterse en las cajas. Los niños muertos de risa les taparon con tierra hasta que les pidieron perdón por asustarles. Fue entonces cuando los niños se fueron al campamento, con miedo, pero contentos de haber tenido una aventura. Rubén González, 5º B. El cementerio abandonado. Era una noche oscura y tenebrosa. Todos dormían tranquilamente hasta que unos gritos se esparcieron por toda la ciudad. - ¡Aaahh! ¡Aaahh! Solo una persona se despertó. Se asomó a una ventana pero no vio nada. Él salió a investigar. Claro que él creía que los gritos venían del cementerio abandonado. Sigilosamente se fue acercando al cementerio. Cuando llegó, una figura espectral apareció por sorpresa; pero solo era una estatua. Se llevó un gran susto; volvió a casa y se volvió a dormir. Al día siguiente, se volvieron a oír esos gritos de por la noche. Avisó a toda la gente y les dijo: - No salgáis de vuestras casas; es por vuestro propio bien. Toda la gente le hizo caso y se quedó en sus casas. Fue entonces cuando el chico volvió al cementerio; pero esta vez no iba solo, le acompañaba un policía. El policía dijo: -Oye, ¿dónde viste esa figura?
  • 15. Él le contestó: -Ahí, al lado de la tumba de los muertos. El chico no se había dado cuenta de que esa estatua era un fantasma. Y cuando llegaron la estatua no estaba. Al caer la noche se volvieron a oír esos gritos. Esta vez se iban acercando más. Entonces el chico se asomó a la ventana, y es cuando vio una sombra acercarse. Rápidamente fue a ver al policía y los dos fueron camino del cementerio. El policía dijo: - ¡Corre escóndete! Yo prepararé una trampa para capturarle. Pero, como era tardísimo, los dos se quedaron dormidos. Y qué suerte tuvieron, porque el fantasma no les vio. Al día siguiente los dos se despertaron, pero no se acordaban de nada. Volvieron a sus casas y… ¡no había nadie! Entonces empezaron a recordar. ¡Oh no, el fantasma! Salieron a investigar otras casas, y comprobaron que tampoco había nadie. No se podían creer lo que estaba pasando. Ellos volvieron por la noche al cementerio abandonado; pero, cuando llegaron, zombis y fantasmas les rodearon. ¡Habían salido de la tumba! Fue cuando, al quedarse abierta las lápidas, toda la gente logró escapar. Entonces ellos dos dijeron: - ¡Es inútil escapar! ¡Moriremos! Y así fue. Desde ese día no se les volvió a ver por la ciudad. Además a la entrada del cementerio ponía, “si entráis, moriréis”. Por eso nunca más se ha sabido nada de ellos. Raúl Ibáñez 5º B. La casa encantada de los cinco hermanos. Había cinco hermanos que eran huérfanos. Se llamaban Juan, Marcos, Clara, Ramón e Iris. Juan, que era el mayor, tenía quince años, era alto y delgado. Era muy bueno con los demás, le gustaba mucho cocinar. Marcos tenía trece años, era bajito, gordo y muy despistado. Le gustaba mucho hablar y comer. Clara tenía diez años, era alta y gordita. Le gustaba cuidar a los demás. Ramón tenía también diez años, era bajito y muy delgado. Le gusta encontrar cosas nuevas. Iris la más pequeña tenía nueve años era alta, muy ágil y le gustaba resolver misterios.
  • 16. Vivían en una casa muy alejada del pueblo. El pueblo se llamaba Isla Desierta. Vamos que el nombre era un poco mentiroso no era una isla ni tampoco estaba desierto. En el pueblo había mucha gente. La gente del pueblo, desde que se murieron los padres de los niños llamaba a la casa la casa de la muerte; porque allí habían muerto sus padres y estaban enterrados en el jardín. Tenía un jardín con pinos muy altos y grisáceos; la casa era negra y hacía mucho ruido. Hacía ruido porque las paredes decían “os voy a matar”. Claro que los del pueblo lo decían porque lo oían gritar. No sabían si eran las paredes o los cinco hermanos a coro. Pero eso empezó a suceder cuando murieron sus padres. Cuando los padres estaban vivos, la casa era muy bonita, de color amarillo y un jardín con rosas. Ahora está muy mal y fea. El mayor de los cinco hermanos se levantó de la cama y fue a ver a Iris, la más pequeña, porque tenía miedo. En realidad todos tenían miedo y se habían metido en la cama grande donde se murieron sus padres. A la mañana siguiente se levantaron y no encontraron a Iris. Salieron al jardín y no encontraron a nadie. Marcos y Ramón se repartieron la buscaban por toda la casa; Juan y Clara, por el pueblo. ¡No la encontraron! Los cuatro estaban muy preocupados cuando apareció un diablo cubierto de fuego. Era un diablo horripilante, gordo y muy grande que le gusta raptar y matar gente. Les dijo a los hermanos: - Voy a matar a vuestra hermana cuando me sea posible. Y les devolvió a su hermana. Le preguntaron a Iris que por qué la había cogido, y ésta dijo que no se acordaba de nada y se fue a dormir. Los demás se dividieron. Clara se quedó cuidando de su hermana; Marcos fue a comprar el pan, y Ramón, a poner la mesa. Cuando llegó Marcos, llevaron a Iris al médico. Le recetó unas pastillas que se llamaban quitasueños. Se las tomó y, en principio, parecía que mejoraba. Pero no; cada vez empeoraba más, porque el diablo quería matarla. La llevaron al hospital y allí mejoró muchísimo. Se le quitaron todos los males que tenía. Pasado un tiempo ya no apareció el diablo; pero sí unos zombis, que querían matar a Ramón. Eran verdes, con parches en la ropa, que la tenían rota, y con la cara cortada. A Iris le daban mucho miedo, pero tenía que ayudar a su hermano. Cogió un palo que tenía escondido y justo, cuando iba a pegarle, salió un espíritu y la atrapo. Llegó el diablo, que dijo que él estaba primero para matarlos.
  • 17. Aparecieron Juan, Marcos y Clara con un cuchillo y otro palo. Con mucho esfuerzo mataron a los zombis, al diablo y a los espíritus. Desde aquel día empezaron a pasar cosas muy raras, como si la casa estuviera más encantada. La casa ya no gritaba; las paredes ahora se movían; salían pinchos y cuchillos para que los que pasaran se los clavaran. Los hermanos empezaron a llorar. Estaban muy asustados y pasaban como podían para no hacerse daño. Al cabo de un mes apareció una bruja; volvió a hechizar la casa y le dijo a los hermanos: - Os voy hacer la vida imposible, hasta que queráis morir. La bruja desapareció. La bruja era muy fea, con la cara verde y una verruga en el final de su larga y puntiaguda nariz. Vestía con un vestido largo negro. Tenía el pelo negro como el carbón. Llevaba un gorro puntiagudo bien derecho. Los cinco hermanos ya se sabían dónde estaban las trampas. Iris y Clara se preguntaban que por qué les sucedía eso desde que sus padres murieron. Marcos iba andando cuando se despisto, salieron unos bloques que iban hacia él y lo aplastaron. Cuando Juan le vio, ya estaba muerto; y llamó a sus hermanos para contárselo. Los hermanos estaban desconsolados. Juan creía que él tenía la culpa, porque al ser el mayor los tenía que cuidar. Llevaron a Marcos a una iglesia para que el cura celebrara una misa. Juan habló con el cura. El cura le dijo: - No tienes la culpa, es de esa maldita bruja. Entraron al cementerio, que por la noche daba mucho miedo. Decidieron llevar a sus padres al cementerio y desde aquel día la bruja, el diablo, los espíritus y los zombis desaparecieron de sus vidas. La casa volvió a ser otra vez como cuando vivían sus padres. El jardín perdió los árboles feos y se llenó de rosas. Los cuatro hermanos pensaron que era por haber enterrado a sus padres en el cementerio, juntos con su hermano. La casa seguía encantada; pero esta vez era para bien, porque se hacían las cosas solas. Los cuatro hermanos descansaron porque ahora sabían que sus padres y su hermano descansaban juntos y los estaban cuidando. Rocío Camarón, 5ºB.
  • 18. La isla Bridgehouse. Érase una vez un joven que vivía en un pequeño pueblecito y nunca había visto el mar. Se llamaba Darío. Al cumplir los dieciocho años decidió irse de aventuras. Fue al puerto de Huelva y trabajó como aprendiz en una fábrica de barcos. Allí aprendió todo lo necesario para poder manejar una pequeña embarcación que se compró con sus ahorros. Cuando empezó su viaje no sabía a dónde dirigirse, sólo quería conocer mundo. Así que montó en su barco y partió hacia el oeste. Pasó muchos días sin ver tierra y cuando llegó a las islas Azores unos marineros le hablaron de la isla más bonita del mundo: la isla Bridgehouse. Todo en esa isla era maravilloso: las plantas, los pájaros, las cascadas, los lagos… Y pensó que ese sería su siguiente destino. Cuando salió hacia Bridgehouse estaba emocionado y pensó que sería fácil llegar; pero no fue así. Pasó más de tres semanas intentando llegar a donde le habían dicho que se encontraba la isla, pero no la encontró. Finalmente, cuando ya iba a dejar de buscar, vio a lo lejos un islote con una montaña en el centro. Al acercarse vio un embarcadero con un cartel muy roto en el que ponía: “BRIDGEHOUSE”. Lo que le pareció muy extraño es que en el mar el tiempo era muy soleado pero la isla estaba cubierta por una niebla muy rara que nunca se movía. Además, no había flores, ni se oían pájaros, ni cascadas. Todo estaba como muerto. Empezó a explorar la isla y lo primero que encontró fue algo que parecía un laberinto. Se dio la vuelta y vio un letrero que ponía “LABERINTO”. Entonces lo tuvo claro. Entró allí y se encontró con una estatua de un toro con la piel arrancada, o al menos eso creía él. Cuando pasó al toro, se dio la vuelta al oír un ruido, y, al no ver nada, siguió contemplando el laberinto. Las paredes estaban cubiertas por un seto de un verde apagado muy, muy, muy oscuro y con flores negras. Allí Darío se sentía un poco asustado. Al volver a oír ese extraño ruido se volvió y, para su sorpresa, vio que la estatua del toro ya no estaba. En su lugar, había una extraña piedra que recogió y guardó en su mochila. Pensó en regresar a su barco, pero la puerta del laberinto se había cerrado momentos antes. - ¡Me quedaré aquí para siempre! -Gritó Darío. Él estaba muy asustado, pero siguió el camino. Tras andar un buen rato por ese complicado laberinto encontró un cruce de caminos. Darío era zurdo, así que decidió ir por la izquierda, gran elección por su parte, ya que allí se encontraba ¡el final del laberinto! Al salir pudo contemplar un montón de carteles en los que ponían cosas; o, según él, bobadas como estas: “Aquí te espera tu final” o “No pases si quieres conservar tu vida”.
  • 19. - ¡Jo! Esta isla está llena de carteles, ¡no puedo creer tantas paparruchas que dicen esos marineros! Aquí no he visto todavía ninguna flor ni bellos prados. Me han mentido esos marineros que vengan ellos a esta isla tan rara. -Dijo Darío y continuó su camino. Mientras hablaba consigo mismo no se dio cuenta de que había llegado a una plaza que era espantosa; tenía basura por todas partes y muchos grafitis y árboles secos. Era realmente triste. En ese momento un papel llegó volando hasta aterrizar a sus pies. Era una fotografía; una fotografía de cómo era antiguamente la plaza: tenía forma cuadrada y cuatro árboles formando un cuadrado algo más pequeño; entre los árboles se encontraban cuatro bancos formando también un cuadrado, volaban pájaros… Esa plaza era simplemente perfecta. En la foto pudo ver también que cerca de la ciudad se encontraba una pequeña colina en la que estaba situado un bellísimo parque de atracciones; así que decidió investigar. Cuando consiguió divisar la colina entre la densa niebla que allí se había formado se dirigió hacia ella. La hierba de la colina estaba recubierta por una espesísima capa de barro resbaladizo, y además estaba el problema de la densa niebla que no le dejaba ver más que lo que tenía delante de sus narices. Por lo tanto cada vez que se encontraba una piedra tropezaba y se ensuciaba por completo a causa del barro, y, al estar tan resbaladizo, rodaba colina abajo hasta que algo pudiera pararle. Finalmente Darío consiguió llagar a la cima y por fin divisó el parque de atracciones abandonado. La verdad es que no le extrañó que cerrase; ya que solo tenía dos atracciones una era un circo y otra un mirador. Primero, subió el mirador. Al abrir la puerta se encontró que tenía que subir unas viejas escaleras para poder observar lo que le estaba ocurriendo a su barco. Así que tuvo que arriesgarse a subir por aquellas escaleras tan antiguas y oxidadas. Cuando estaba a mitad de la escalera, un escalón se rompió y él estuvo a punto de caer por el agujero, de no ser porque una señora vieja y arrugada, con un sombrero amarillo de forma octogonal, una capa rosa, una camiseta morada y unos pantalones verdes le agarró la mano y le subió hasta el mirador. Cuando Darío quiso darse cuenta, la señora vieja y arrugada ya no estaba. Antes de sufrir otro accidente, decidió mirar por el telescopio y comprobar que su barco seguía en buen estado. Pudo ver que a su pequeña barca se le acercaba una sombra. Recordó que de pequeño había oído hablar a sus padres del fantasma de BRIDGEHOUSE al que la gente llamaba Shadow; porque no creo que alguien haya ido a preguntarle a un fantasma cómo se llama. Después Darío fue al circo para ver si la señora estaba allí para que le pudiera ayudar a llegar a su barco, y sí, allí estaba tan arrugada como siempre. Entonces ella le enseñó una habitación en la que solo había un agujero que no parecía acabar nunca, y
  • 20. cuando se agachó para comprobarlo la señora le empujó dentro y Darío pudo comprobar por sí mismo que sí que tenía fondo, en el que estaba colocado un enorme trampolín en el que rebotó con fuerza y salió volando, atravesó la carpa del circo y cayó justo al lado de su barco. Lo primero que hizo, incluso antes de preguntarse cómo había podido ir a aterrizar justamente allí, fue intentar escapar de aquella isla infernal; pero al intentar arrancar su barca comprobó que esa extraña sombra le había robado el motor. Darío decidió, aunque muerto de miedo ir a buscar a Shadow para que le devolviera su motor. Fue a la plaza, era el único lugar de la isla que conocía, y al ya no haber niebla pudo ver claramente un nuevo camino y lo siguió hasta el cementerio de la isla, y al doblar una esquina se encontró cara a hocico con un toro y oyó a Shadow gritar: - ¡¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA!! Entonces Darío le pegó un tiro al toro entre los ojos con la pistola que se había encontrado en el suelo. En ese momento apareció la señora vieja y arrugada; pero esta vez con una expresión distinta en la cara, como si estuviera poseída, y sí, así era, lo estaba. Así que solo se le ocurrió una cosa: sacar su pistola y dispararla. De esa manera Shadow murió y misteriosamente la señora recobró la vida cuando Darío le colocó la piedra que antes se guardó en su mochila y que casualmente era mágica. Darío encontró su motor y pudo volver a navegar y se llevó un recuerdo: la señora vieja y arrugada. Pero cuando estaban navegando sufrieron una gran tormenta y naufragaron, aunque pudieron llegar hasta una isla desierta en la que tuvieron que sobrevivir. Amanda Capdepont, 5º B. El campamento Chupacabras. Todo empieza en un campamento alegre con varios niños de quinto curso; pero los que más fama tuvieron fueron estos tres: Víctor Daniel y Raúl. Daniel tenía fama por las llaves de lucha y por lo guapo que era. Raúl tenía fama por la ventana que rompió y por lo fuerte que era. Víctor tenía fama por lo bueno que era al baloncesto y por buen amigo. En el primer día se sonó un fantástico y feroz ruido por la noche, pero ya estábamos todos dormidos y no lo oímos.
  • 21. En el segundo, todos hicimos un juego muy divertido, menos el niño que había fallecido. Aquel día Víctor vio como una sombra fue rápidamente para el niño y en ese instante murió. -Fue terrorífico -dijo Víctor intentando que unos se asustaran. -¡Buah! Yo a esa sombra la pego un puñetazo y le mando para Murcia -dijo Raúl enfadándose. Llegó el tercer día, fuimos al comedor e inesperadamente apareció otra vez la sombra y otro niño fallecido. Todos asustados empezaron a hablar. Víctor, Raúl y Daniel empezaron a sospechar. Querían averiguar quién era esa sombra y rápido, porque solo quedaban cuatro días. Cuarto día. Tenían la primera excursión y era a un río y a una cueva. -Bien, en la cueva tendremos la oportunidad de saber quién es esa sombra -dijo Daniel. Y justo fue así. Lo averiguaron, pero eso les costó la muerte de una monitora. Así era la bestia: Quinto día y segunda excursión. Ahora querían saber qué quería de ellos. En la excursión había varias actividades: tirolina, caballos y painball. En la tirolina apareció el chupacabra., Con sus largas garras y afilados dientes mató a todos los niños menos a los más famosos, y a todos los monitores menos a uno que se llamaba David y que todo el mundo le conocía como Duvi Entonces David, Víctor, Raúl y Daniel se fueron para matar al chupacabras. Ya era el penúltimo día y como muriera alguien estaban perdidos. Ese día fueron a un parque acuático. Claramente pensaron que un chupacabras no iba a ir a un parque acuático, y no pasó eso. David, el monitor, se montó en el tobogán negro y de repente salió sangre al final del tobogán. Solo quedábamos tres. Ya nos hartamos y juramos que ninguno de nosotros tres morirá antes de que el chupacabras muriera. Pensamos que era seguro que el chupacabras vivía en el bosque, y así fue; pero en un pino ponía: Solo los tres niños capaces de llegar hasta aquí y saber quién es la bestia pasará. Tomad las espadas que encontraréis y matad a la leyenda del gran campamento. -¡Genial! Así podré vengarme de todos los que han muerto -dijo Raúl, en tono malvado. -¡Bien! ¡Se va a enterar ese chupacabras! ¡No me rendiré hasta que salga toda su sangre! -dijo Daniel con rabia. -¡Vale! ¿A qué esperamos? Vamos allá a saborear la gran venganza -dijo Víctor. Encontraron al chupacabras; pero se le veía preparado. -Quizás esas calaveras y cadáveres lo explican todo -dijo Víctor. Raúl no se cortó y fue derecho y con muchísima rabia hacia la bestia. Le hizo un gran arañazo en el ojo, y la bestia, muy cabreada, le devolvió otro gran arañazo en la cara. -Sabía que pasaría esto -dijo Raúl.
  • 22. Así que sacó tres navajas y las repartió. Víctor con, mucha rabia, fue y le sacó un ojo, y Dani iba a hacer el toque final, pero entonces se esfumó y una voz con tono enfadado dijo: -¡Pasad al inframundo! Nosotros entramos y era un sitio lleno de fuego y almas malvadas mezcladas entre piedras de volcán. Dani, de un espadazo, le abrió las tripas, y Raúl y Víctor le clavaron las navajas en toda la cabeza. Lo bueno de todo es que mataron al chupacabras; pero lo malo es que se tuvieron que quedar el resto de sus vidas en el cruel inframundo Víctor Elvira, 5º B. El fantasma de la casa abandonada. Una tarde de verano de muchísimo calor, cuatro amigos que pasaban sus vacaciones en un pueblecito de Valladolid, decidieron ir a la casa abandonada del pueblo. Estíbaliz, Andrea, Jorge y Juan, que así se llamaban los niños, cogieron su merienda y después de dar un beso a sus abuelos se fueron a la aventura. Fueron andando, imaginando cómo era la casa, si encontrarían algún tesoro o quién habría vivido allí. Era una casa antigua, grande, daba una sensación de misterio. Cuando llegaron la puerta estaba abierta y Jorge, que era el más decidido de todos, animó a los demás a entrar. La casa estaba vacía, aunque había todavía algunos cuadros de antepasados, libros viejos y velas. Todo estaba lleno de polvo y telarañas. Daban ganas de echar a correr; pero Jorge propuso jugar al escondite. Todos se fueron a esconder y Jorge contaba. Estíbaliz entró en una de las habitaciones y se escondió en el armario. Andrea se escondió en el hueco de debajo de las escaleras y Juan en el sótano. Allí no le encontraría nadie. Empezaba a anochecer y sólo se oían ruidos. Jorge encendió una de las velas y comenzó a buscar a sus amigos. Se recorrió toda la casa. No encontraba a sus compañeros de juego: ¿dónde estarían?
  • 23. Comenzaron a oírse ruidos que cada vez se hacían más fuertes, y se oyeron gritos de terror y angustia. Al ver un ser terrorífico, del susto se cayó al suelo. -No podrás salir de aquí -le susurraba. Seguro que sus amigos ya habrían muerto. Sin saber cómo, se levantó y salió corriendo, con la cara pálida, y sin parar de correr llegó al pueblo. Allí estaban todos sus amigos riéndose. Jorge entendió que todo había sido una broma pesada de sus amigos, que no olvidaría en su vida y que contaría a sus nietos. Victoria Catediano, 5º B. El misterioso payaso del cementerio. Era 31 de octubre, los niños del colegio estaban muy entusiasmados, porque iba a ser una noche muy especial: Halloween. En el colegio corría la leyenda de un payaso que vivía en el cementerio y que aquel que lo descubriera moriría. Rocío y Laura le hicieron una apuesta a Peter su profesor de quinto curso. Rocío dijo: -Vamos a ir todas las chicas de la clase al cementerio para entrar en la casa abandonada y descubrir al payaso. Peter, asombrado dijo: -¡Si conseguís salir vivas de allí podréis bailar en el carnaval del colegio! -¡Entendido! -dijeron las chicas haciéndose las fuertes. Llegó la noche y las chicas se reunieron en la casa de Laura. Desde allí se dirigieron al cementerio. Cuando llegaron, abrieron la verja muy despacio, siendo descubiertas por el chirriar de sus bisagras oxidadas. El fuerte viento agitaba las copas de los cipreses, con forma de brazos que parecía que las querían atrapar. Se escabulleron hacia la casa del antiguo vigilante del cementerio; donde residía el payaso, avergonzado por su aspecto. Sigilosamente llamaron con los nudillos a la puerta. -¡Pom! ¡Pom! ¡Pom!. Mientras esperaban que alguien les contestara, las piernas les temblaban como si fueran de gelatina. De repente, la puerta se abrió y nadie había detrás de ella. En silencio, se dirigieron a través del vestíbulo hasta llegar a un enorme salón Al fondo había un sillón giratorio que comenzó a dar vueltas muy despacio. El corazón les latía cada vez más fuerte. De repente hizo su aparición un enorme payaso de nariz roja y ojos saltones. Tenía una boca que parecía que quería comérselas y de ella salieron unas palabras:
  • 24. -¿Quién se atreve a molestarme? ¿A qué habéis venido jovencitas? Temblorosas, sólo pudieron decir: -¡¿Truco o trato?! -¡Será trato! Yo os daré caramelos para todo el año y vosotras no diréis que me habéis visto. De lo contrario los caramelos se volverán venenosos y moriréis. Ellas no estaban convencidas de que el payaso pudiera convertir los caramelos en veneno, y lo que hicieron fue contárselo a todos los niños de la clase; pero ninguno preguntó lo que había pasado. Peter, como no se creía lo de los caramelos, pidió que le dieran uno. Todos le recomendaron que no lo hiciera, pero Peter no hizo caso; cogió el caramelo y se lo comió. Pasados unos minutos murió. Desde aquel triste día ningún alumno del colegio dudó de la leyenda del payaso, y desde entonces nadie más volvió a molestarlo en su tranquila casa del cementerio. Laura Pascual, 5º B. Invasión zombi. Un día volvía a mi casa con mis amigos, Víctor, Alberto y Daniel. También iba mi hermano, Mario. Ya era tarde porque nos habíamos quedado en el colegio jugando a baloncesto. Cuando llegamos a casa comimos y se me ocurrió una idea: salir a explorar. Y así lo hicimos. Empezamos a explorar y encontramos un callejón oscuro. Daniel propuso ir por ahí. Nos metimos por el callejón y encontramos… ¡un castillo zombie! Daniel propuso que diéramos la vuelta, pero… ¡había zombis tapando la salida! Empezamos a correr hacia el castillo, pero uno de los zombis atrapó a Mario. Todos los zombis se tiraron encima de Mario, y cuando se pusieron de pie ¡Mario era un zombi! Cuando llegamos al castillo la puerta estaba cerrada, entre todos la tiramos a patadas. Había cuatro salas. Entramos en la primera, estaba todo oscuro. ¡Pum! La puerta se cerró de golpe. De pronto oímos un relincho y apareció una figura de un
  • 25. caballo y un jinete con una lanza. Cuando se acercó, me di cuenta de que el jinete no tenía cabeza. El jinete intentó embestir a Víctor; pero éste lo esquivó. Víctor sacó un balón de baloncesto y lo tiró al suelo. El caballo pisó el balón, resbaló y cayó al suelo junto al jinete. Yo aproveché para quitar la lanza al jinete y clavársela en el corazón. Abrimos la puerta; pero había zombis tapándola. Daniel cogió una antorcha de una pared y se la lanzó a los zombis. La llama se extendió y quemó a todos los zombis. Entramos en la segunda sala y Daniel lanzó un grito de dolor: ¡Tenía una flecha clavada en la mano! Se la quitó y en el mismo instante una figura esquelética, con un arco y flechas, se abalanzó sobre Alberto; sin embargo éste lo esquivó. Víctor hizo ruido y el arquero le lanzó una flecha que le dio de lleno en el pie. Por suerte llevaba botas de una capa muy gruesa y sólo le rozó el pie. Yo le lancé una piedra a la cabeza que le dio de lleno, y la cabeza saltó por los aires. Salimos rápidamente de la sala y entramos en la tercera. La puerta se cerró y se oyó un tremendo rugido que venía del techo. Miré arriba y vi ¡un león con alas! que se lanzó encima de Alberto, clavándole las garras en el brazo. Víctor le arreó una patada en el trasero y el león se dio la vuelta mirándole amenazante. Víctor salió corriendo y el león detrás; yo quise ponerle la zancadilla, pero sólo le rocé. Víctor se dio la vuelta y saltó por encima del león, que al darse la vuelta cayó de espaldas. Salimos de la tercera sala y entramos en la cuarta. Era una sala con un trono en el medio. El trono estaba hecho con huesos bordados de oro. Inmediatamente se abrió la puerta y entró un esqueleto con una corona, montado en un dragón de huesos; el león, y cinco zombis. El león le intentó clavar las garras a Alberto que al verlo le lanzó la mochila y el león se la comió entera. Daniel empezó a pegar patadas a una tubería; al final un trozo de metal se rompió y Daniel se la metió en la boca y el león se tragó el trozo de metal. Le sentó mal y se fue. El dragón me embistió y me tiró por el suelo. Después le lanzó una llamarada a Víctor, que se agachó a tiempo. Daniel sacó de su mochila una cuerda y ató a Mario, dejándole en un rincón de la sala. Yo estaba buscando algo de fuego para aniquilar a los zombis. Al fin encontré una antorcha y se la lancé a los zombis; pero solo destrocé a tres. El último huyó, y al huir pisó una antorcha y se evaporó. El esqueleto le lanzó una espada a Daniel, aunque solo le rozó la camiseta. Acto seguido el dragón le lanzó una llamarada, pero Daniel se tiró a un lado y lo esquivó. Yo aproveché su distracción para subirme al dragón por detrás y quitarle la corona al esqueleto, que cayó al suelo junto al dragón. Mario volvió a la normalidad y salimos de allí para no volver jamás. Raúl Tapias, 5º B.
  • 26. LA ISLA DE LOS ZOMBIES Era una noche de finales de agosto. El mar estaba revuelto cuando empezó la tormenta. Los truenos resonaban en las bodegas del barco. El viento soplaba con fuerza y rompió la vela mayor. El barco era un gran velero que tenía como destino las Islas del Caribe. Iba protegido con cincuenta cañones y transportaba un gran cargamento de pólvora y armas. La tripulación nunca había visto una tormenta igual, no conseguían controlar el barco y cuando llegó una gran ola el barco se fue a pique. Los marineros llegaron nadando a una isla desierta, aparecida en medio del océano como un fantasma. Todos los marineros menos el capitán, Ojo Tuerto, se fueron reuniendo en la playa; nadie sabía lo que le había pasado. El último que lo vio con vida fue el joven grumete, Micke, nadando junto a la aleta de un tiburón. -¿Se habrá ahogado?- dijo. -¿Se lo habrá comido el tiburón?- comento otro. Todos los hombres estaban cansados, tenían mucho frío y miedo. Empezaron a recoger leña para hacer una hoguera y poco después estaban todos roncando. Todos menos el grumete que no podía dormir pensando en su capitán. A la mañana siguiente se separaron para inspeccionar la isla y encontrar algo que comer. De repente escucharon un grito y cuando volvieron a reunirse faltaba uno de sus compañeros. Decidieron no separarse hasta saber lo que había sucedido; pero cada noche, uno a uno, iban desapareciendo el resto de los marineros. Los que quedaban tenían cada vez más miedo. No entendían qué era lo que estaba pasando. Cuando solo quedaban Micke y otros dos marineros, decidieron construir una balsa para escapar. Tenían más miedo a quedarse en la isla que a los tiburones. Y fue en ese momento cuando descubrieron el misterio: un grupo de zombis, dirigidos por Ojo Tuerto, les tenía rodeados. Todos tenían los ojos blancos, la cara verde y echaban espuma por la boca. No podían escapar. Por un lado el océano y los tiburones, y por el otro los monstruos. Cuando Micke iba a ser atacado por uno de ellos despertó. -¡Que alivio! Miro asustado a su alrededor y descubrió a su hermano tirando de su mano. Todo había sido una pesadilla. No volvería a leer cuentos de zombis antes de dormir. Miguel Prieto, 5º B.
  • 27. El castillo del terror. Había una vez, un castillo terrorífico, donde vivían muchos monstruos y un vampiro llamado Malagar. Un día llegó un ser humano y todos los monstruos se asustaron, y Malagar dijo: - ¿De dónde ha salido este ser humano? Se enfadó tanto que fueron a destruir el pueblo de donde llegó el ser humano. Esa noche unos amigos de aquel ser humano salieron a pasear; pero oyeron un ruido y se asustaron. De repente… ¡sorpresa! Estaban rodeados de vampiros; pero al encender la linterna todos los vampiros se alejaron de la luz, y uno de los humanos preguntó: - ¿Tienen miedo a la luz? Se les ocurrió una idea: llevarían una vela para que no se acercasen; y hasta aquí todo salió bien. Se dirigieron todos juntos al castillo llevando en sus manos grandes velas y un silbato. Entraron en el salón que estaba lleno de sillas y un gran trono. Allí vieron sentado a Malagar. El que llevaba el silbato sopló tan fuerte que todos empezaron a mover las velas para asustarlo. Malagar que era un vampiro muy atrevido y con poderes mágicos, se convirtió en un dragón. Todos se asustaron al ver la llama de fuego que deshizo todas las velas. Y todos salieron corriendo. Malagar, al ver que se escapaban, se convirtió en un vampiro volador y salió del castillo volando detrás de ellos, sin darse cuenta que estaba amaneciendo. Entonces los rayos del sol lo convirtió en ceniza. Alex Peña, 5º B. Veinte terrores para halloween. Eran cinco chicos que querían celebrar halloween en un callejón oscuro. Un día llegaron al callejón que habían previsto para celebrarlo y se disfrazaron de vampiros, esqueletos y monstruos.
  • 28. Así estaban cuando se les apareció gente con la máscara de Anonymus y con navajas. Tuvieron que luchar un buen rato, y lo malo fue que uno de los cinco chavales murió porque uno de los enmascarados saco un revólver de calibre 50 y lo mató. Pasado un rato aquello se llenó de gente. Unos llamaban a la policía; otros, a la ambulancia; en fin, que media hora después ya estaban allí dos coches de policía y una ambulancia para llevar el cadáver del pobre chico. De lo que nadie se dio cuenta es que, para entonces, los chicos con las mascaras de Anonymus y los 4 chavales restantes no estaban. ¿A dónde habrían ido? Pues bien yo os lo contaré. Fueron un par de manzanas más allá de donde se había armado el escándalo, dispuestos a matarse unos a otros. Yo pude contemplar perfectamente la pelea, pues estaba detrás de un enorme cubo de basura y no me veían. Hubo algo que me llamó la atención y fue el hecho de ver una sombra de tres metros que los seguía todo el rato. Yo, intrigada, fui a ver qué era; pero se me olvido que estaban los dos bandos luchando, y me vieron. Asustados por si llamaba a la policía, me estuvieron persiguiendo por un parque. Después de una larga persecución, llegamos a un lugar muy frondoso del parque y lo que más me asusto es que la figura de tres metros me susurró algo al oído: - Sigue y no te pares -fue lo que me dijo. Yo seguí, y los chicos siguieron persiguiéndome. A los cinco minutos dejé de oír sus pasos. Pasó un día, dos, tres, incluso semanas y los chicos siguieron sin aparecer. No volví a acercarme a ese parque en toda mi vida. María Merino, 5º B. Un cuento para halloween. El bosque del horror es un lugar tenebroso, oscuro donde viven brujas, zombis, hombres lobo y toda clase de monstruos. El bosque del horror está a un kilómetro de aquí, al lado de un pueblo sin nombre. Era el año 2113. La noche era de tormenta y la luna estaba llena, pero las nubes la tapaban y el perro de mi vecina aullaba. Oí pasos y muchos ruidos como “¡Aaaaah!” Era mi otra vecina, Mari Luz, que se vuelve un poco loca las noches de luna llena. Me quedé en silencio y ya no se volvió a oír nada.
  • 29. Por la mañana vi una marca en la puerta de la vieja de al lado. Era esta: Medusa es una mujer con los cabellos de serpiente y si la miras a los ojos te conviertes en una estatua de piedra. La historia de Medusa la leí en un viejo libro que me encontré en la casa de mis abuelos, no muy lejos del bosque del horror. Decidida, fui a llamar a la policía; pero no contestaba nadie. ¡Se habían convertido en estatuas de piedra! Quise llamar mi madrina; pero no me cogió el teléfono porque toda la familia menos mis padres estaban petrificados. Mis padres se habían ido a Francia con sus amigos. Yo no sabía qué hacer. Fui a la habitación y me encontré con un libro que explicaba cómo se deshacía el hechizo de Medusa. Empecé a preparar el antídoto, aunque me di cuenta de que los ingredientes de la receta iban a ser difíciles de encontrar. Esta era la receta: Cuatro pelos de loba, ocho ancas de rana, un tarro de caracoles sin conchas, un frasquito de veneno y, lo más asqueroso de todo el mundo, una cucaracha pisada por mí. Caí en la cuenta de que tenía un amigo mago. Lo llamé y me dijo que me daría todo menos la cucaracha, porque la tenía que pisar yo misma si es que quería salvar a mi familia, amigos y vecinos. Estaba dispuesta a ello; sin embargo cuando dije que sí, noté que mi amigo también estaba petrificándose. Entonces, a toda prisa, fui a preparar el antídoto y conseguí desencantar a todo el mundo. De esa manera Medusa se desvaneció en el aire. - ¿Qué ha pasado? De repente, me vi en el teatro acabando la función de Halloween. ¡Buf! Me había metido tanto en el personaje que me lo imaginé como si fuera la realidad. Llegué a casa y en la puerta de mi vecina aún se podía ver la marca de Medusa. ¡Aaaaaah! ¿Imaginación o realidad? Alici Xu Díez, 5º B. Miedo en la antigua cárcel. Estaba a punto de tocar el timbre del colegio cuando la profesora nos estaba explicando el trabajo para la noche Halloween. El trabajo era que teníamos que hacer una película en grupos y, claro, tenía que ser de miedo. Juan, Iñigo, Pablo, Fernando y yo decidimos hacer la película juntos. Juan propuso ir a grabar al bosque de noche; pero Fernando propuso algo que daba más miedo: - Vamos a la antigua cárcel de la ciudad. Iñigo, que era el más miedoso se negaba. Yo le pregunté a Fernando:
  • 30. - ¿Y cómo se supone que vamos a entrar? Él metió la mano en el bolsillo y sacó como una especie de llave que tenía un pequeño letrero en el que se podía apreciar unas letras un poco borrosas; pero se veía perfectamente lo que ponía: “cárcel de Villamuriel, año 1901”. Nos quedamos alucinados. De repente Fernando dijo: - Esta noche a las diez. Sin falta, Iñigo. - Vendré. - Ya veremos -dijo Fernando. De pronto: - Riiiiiinnnggg -sonó el timbre y la profesora dijo que recogiésemos. Como mi madre es muy vaga, no le da la gana de venir a recogerme al colegio. Al llegar a casa, como siempre, le digo a mi madre qué hemos hecho y qué tenemos que hacer. Pero no le dije lo de la película, porque seguramente no me dejaría ir. Al caer la noche mi madre se fue a la cama, y yo salí disparado a donde habíamos quedado Estábamos todos, y Fer abrió la puerta de la cárcel. Estaba todo oscuro e Iñigo ya estaba temblando. Entonces se oyó una voz siniestra y susurrante: - Si eres inteligente podrás salir de aquí con vida y si no, mala suerte. ¡Jajajaja!”. Se cerraron las puertas de golpe y estábamos más que asustados. Fer nos contó que, según la leyenda, hubo un preso condenado a cadena perpetua y que su fantasma sigue aquí. Íñigo sacó su cámara y empezó a grabar. Yo les dije que seguramente habría un ventanuco para salir de allí. - Ahora que lo pienso, sí lo hay; -dijo Fer- pero lo malo es que está en la celda del preso. - Fer, ¿cóomo sabes tanto de esto? -pregunté. - Mi abuelo trabajó aquí. Mírala, allí está, la 317.¡No, no, no, el fantasma! -gritó Fer. Nos dimos la vuelta y echamos a correr! - ¡A la celda! -dijo alguien. - Vale -dije. Fer, Juan y yo llegamos juntos, pero Iñigo no estaba. - Iñigooooo -gritamos todos. - Aaaallá voy. ¡Aaaaah! - ¡Corre! -gritamos todos juntos. - Ya voy a llegar. - Sniff, sniff. - Juan, ¿qué te pasa? Que casi pierdo a mi mejor amigo. - A ver, chicos, ahora ¿qué hacemos, ir a la comisaría o a casa? - A casa, vale. ¡Ah, y nada de esto ha pasado! Hasta mañana. Alex Jiménez, 5º B
  • 31. El terror de la fiesta de halloween. El día 31 de octubre, ahí estaba José, peinándose. Estaba muy emocionado porque esa noche era la fiesta de Halloween. Él se disfrazaba de vampiro; pero cuando iba a pintarse la sangre, llamaron al timbre. Era María, su mejor amiga. Se sobresaltó al oír el timbre y, cuando se miró al espejo, vio a un chico de 13 años, con el pelo negro, los ojos azules y pintalabios rojo por toda la barbilla. Pensó que cuando se estaba pintando la sangre, del susto que se dio, movió el pintalabios. Cuando se quitó el pintalabios, salió del baño, abrió la puerta y vio a María. Le gustaba estar siempre estaba con ella. María es alta, delgada, morena y tiene los ojos marrones. Tiene 12 años y los dos van a segundo de la ESO. A los dos les encanta cocinar, leer, ver la tele… Pero sobre todo: ¡pasárselo bien! Lo primero que hizo María fue dedicarle una sonrisa. Luego le pregunto: - ¿No te importa que lleve a mi hermana pequeña, verdad? José negó con la cabeza y dijo: - Por supuesto que no. ¿Cuántos años tiene? -preguntó. - Tiene 10 años y se llama Laura. Entonces María se apartó y detrás de ella se vio a una niña muy tímida decir: - Hola. - Hola -contestó José. Laura es una niña muy guapa, tiene los ojos verdes y el pelo marrón y largo. Al oír eso, la madre de José, que se llama Ana, les dijo que se llevasen también a Rocío, la hermana pequeña de José, y así jugaba con ella. Rocío tenía 10 años y era rubia y muy maja. Al irse, se despidieron de su madre y de su tía Amanda. - Adiós -dijeron todos a la vez. La fiesta era en casa de Victoria, una amiga de José y María. María iba disfrazada de bruja junto con su hermana. Rocío, la hermana de José, iba de diablillo. Cuando iban de camino a la fiesta, José iba corriendo de una acera a otra, y como iba en círculos, de tanto dar vueltas se mareó. Cuando se despertó todo había cambiado por completo. - Por tu culpa vamos a llegar tarde a la fiesta -dijo María, muy enfadada. - No ha sido culpa mía -me he mareado. - Si no estuvieras haciendo el bobo no te habría pasado -dijo María, estando aún José en el suelo. Su hermana también parecía bastante enfadada, porque le dijo: - Se lo voy a decir a mamá. - ¡Basta ya! -dijo Rocío. Cuando llegaron a la fiesta, vieron la casa. Daba bastante miedo porque era fría, estaba muy oscura y había mucho ruido.
  • 32. Al entrar, allí estaba Victoria; sentada en un trono muy alto. En él, ponía: REINA DE LA FIESTA. Victoria es una niña alta, con los ojos azules y el pelo rubio. Desprendía una mirada alegre y una sonrisa. Había una piñata, globos, ponche, gominolas, juegos… Pero ya no quedaban gominolas de fresa. - ¡Por tu culpa! -dijo María. - ¿Por qué por la mía? -preguntó. - Porque si no te hubieses desmayado habríamos llegado antes -dijo María muy enfadada. La fiesta era perfecta menos por una cosa: las luces parpadeaban. Le preguntó a Victoria que por qué, y le respondió que se pusieron a parpadear justo cuando ellos entraron. Al oír eso, José se asustó, pero enseguida se tranquilizó. También estaban Alicia, Luis y Rubén. De repente, las luces se apagaron. Cuándo de nuevo se encendieron, todo el mundo siguió con lo suyo; menos Victoria, que era imposible que siguiera a lo suyo, porque no estaba. José le dijo a María: - Se ha muerto, ¿no? Me da mucha pena. - A mí también. Porque si ella no está, nadie rellenará el ponche. - Que egoísta- dijo Luis. - ¿Pues sabes que te digo? ¡Que ojalá seas tú el siguiente! De pronto se volvieron a apagar las luces, y Luis ya no estaba. José se quedó con la boca abierta y sospecho de María. Porque últimamente María estaba muy rara. Para consolarse todos, José dio un golpe a la piñata. Y en vez de salir caramelos, salió Victoria, que no se movía ni decía nada. - La verdad es que esta… -estaba diciendo José, cuando María le interrumpió. - No nos cuentes más rollos. José, lleno de furia, no pudo contenerse más y dijo: - Te voy a… Pero antes de que acabara, las luces se apagaron. María ya no estaba. José sospechó de sí mismo; aunque en el fondo sabía que él no había sido. Uno por uno, todos fueron desapareciendo. Hasta que solo quedaron José y su hermana Laura. José se dijo a sí mismo: no me puedo creer que vaya a matar a mi hermana. Pero de pronto se dio cuenta de que él no había matado a nadie. Entonces eso quiere decir que… Pero, antes de que pudiera seguir, la luz se apagó y vio a una sombra enorme con un cuchillo abalanzarse sobre él. En ese instante se despertó.
  • 33. Lo primero que vio fue a María que le decía: - ¿Estás bien? Te has desmayado. - Perfectamente -respondió José. Y enseguida le dio un fuerte abrazo a María. María Ramos, 5º B. El castillo. Era de noche y llovía, y yo estaba en la plaza y tenía que volver a casa. A mitad del camino, me encontré con un castillo. No sabía si entrar o no, pero al final la curiosidad me pudo y entré. Había un cartel en el que ponía “cuidado con el dragón”; así que procuré no hacer ruido al andar, ya que estaba dormido. Abrí una puerta que me condujo a una pequeña sala, donde me encontré con un mago. Se acercó a mí y me dijo: - Si quieres salir, tendrás que superar unas pruebas. Primera: reúne los ingredientes necesarios para el chef, ¡están en su boca! Segunda: debes robar unos hechizos a la bruja. Tercera: ve a comprobar el acuario de los peces mutantes y encuentra un espejo. La cuarta y última consistirá en colocar el espejo en la puerta y así poder leer el mensaje secreto que las abre. Perfecto, ya sabía lo que tenía que hacer. Primero fui a la cocina a buscar al chef, que era un gigante. - ¿Cómo subo hasta su boca? –pensé-. ¡Ya sé!, utilizaré un cuchillo a modo de piolet. Tardé más de media hora en llegar hasta su boca, y una vez llegué, casi me caigo del asco al ver sus dientes podridos, y los asquerosos gusanos que salían de los agujeros de sus caries. - ¿Cuáles son los ingredientes que necesitas? -le pregunté - Grrrr -gruñó, apestándome con su aliento fétido-, escarabajo muerto, pelo de araña greñuda, pata de rana y moho de queso. Entonces me puse manos a la obra. Al principio no conseguía encontrar el escarabajo porque con lo negro que era se camuflaba en una de las negras muelas del gigante; pero al final lo encontré. Tardé mucho en encontrar la pata de rana. La araña estaba escondida en una caries; intenté cortarla un pelo con mi cuchillo, pero la maté sin querer; así que acabé arrancándoselo con mis propias manos, y se lo di todo al cocinero. ¡Primera prueba superada! Ahora tocaba la segunda prueba, y busqué a la bruja. Estaba dormida con un perro; así que me acerqué con mucho cuidado para no despertarlos; pero estaba dormida encima del libro de hechizos. Le robé la varita y su escoba; su perro se despertó y comenzó a ladrar, pero fui rápida y me elevé con la escoba. La bruja era más fea que
  • 34. el cocinero y tenía una verruga que le ocupaba media cara. ¡Menos mal que no se despertó! Solo se dio la vuelta dejando accesible el libro de hechizos, del que me apoderé en un momento y me fui rápida y sigilosamente de allí. ¡Me había salvado por un pelo! Me encaminé a mi tercera prueba, y lo primero que hice fue comprar el acuario y… ¡Había una pecera muy grande rota! Leí la inscripción que indicaba la especie: “Tibuhombre: mezcla de tiburón martillo y hombre, puede respirar tanto en la tierra como bajo el mar, nada y corre muy rápido”. Seguí el rastro de las pisadas, volando en mi escoba, hasta que lo encontré. Me acerqué a él y le clavé el cuchillo en la cabeza. Después de aquello, seguí por un pasillo lleno de cuadros que se movían y de pronto se abrió una puerta, en la que había una frase escrita al revés, que descifré leyendo su reflejo en el espejo: ¡Has superado todas las pruebas! Tardaste mucho, pero lo conseguiste. ¡Adiós! ¡Jajajaja! La puerta se abrió y salí a la calle. Era de día. Corrí a mi casa y desayuné un montón. Silvia Amor, 5º B.