Ezequías, al comenzar su reinado en Jerusalén, convocó a los líderes espirituales para restaurar el culto a Dios. Les recordó que Dios los había escogido para servirle y ofrecerle sacrificios. Junto con los sacerdotes y levitas, Ezequías limpió y reabrió rápidamente el templo, devolviendo la adoración a Dios y restaurando la ciudad.