1. un vez más, el Ministerio de Justicia, Derechos Humanos y Cultos en-trega
a los ecuatorianos un libro sobre cuestiones estrechamente vin-culadas
al campo de su competencia, esta vez sobre dos temas angulares de
la justicia y los derechos de la persona, como son la igualdad y la no discri-minación,
estudiados por autores de merecido predicamento internacional
y por jóvenes estudiosos nacionales que, cada día, se afianzan en el escenario
nacional como los forjadores del moderno pensamiento jurídico, tan nece-sitado
de actualización.
Antes de hacer un breve resumen de los estudios que se publican en
Igualdad y no discriminación. El reto de la diversidad, quiero destacar varios
de sus méritos singulares.
En él escriben sociólogos y filósofos del derecho que lucen sus conoci-mientos
con brillantez y éxito en Europa y en Latinoamérica; son, pues, au-tores
consagrados que honran al Ecuador al autorizar la publicación de
ensayos de innegable valor científico para nuestros lectores que, aunque es-critos
para un universo de lectores más extenso y mejor informado, serán
de mucho provecho para nuestros abogados y juristas. Su sabiduría se con-firma
al haber aceptado aparecer junto a ecuatorianos jóvenes que, con ta-lento
y preparación solvente, comienzan a entregarnos los tempranos frutos
de sus conocimientos, para incorporar al Ecuador el estudio de temas sobre
los cuales no hemos podido salir de nociones anacrónicas y de viejos pre-juicios.
A estos dos aportes se suma el de maestros latinoamericanos cuyo
pensamiento nos ayudará a afianzar los esfuerzos de los autores nacionales
y encarnar en la realidad de nuestro subcontinente las reflexiones teóricas
de cuestiones actuales.
xiJ ULIO C ÉSAR T RUJILLO V ÁSQUEZ
El otro mérito que quiero relievar, entre tantos otros que caracterizan a
este libro, es el haber iniciado el contacto de nuestros editores con el mundo,
a través de autores de los que sabemos, tan sólo, por sus publicaciones fuera
de las fronteras patrias. Destaco este esfuerzo por sacarnos del aldeanismo
que nos abruma y en el que, por desgracia, se sienten cómodos muchos que
deberían otear los más innovadores horizontes en los que se mueve el pensa-miento
social y, en nuestro caso, el de las ciencias políticas y jurídicas que
tratan de organizar el Estado y la sociedad contemporáneos. Esto no significa
que desconozcamos algunos esfuerzos aislados de editores nacionales, pero
son tan escasos que pasan desapercibidos.
Boaventura de Sousa Santos
El estudio de la igualdad y no discriminación comienza con el capítulo de
Boaventura de Sousa Santos, portugués cosmopolita, que trata de la igualdad,
libertad y ciudadanía, como categorías que caracterizan a la modernidad,
pero que al no eliminar la desigualdad y exclusión las regula como excepcio-nes
de aquellas. Luego de algunas reflexiones sobre el conflicto entre estas y
aquellas, centra su atención en la forma cómo el desarrollo capitalista resuelve
la contradicción mediante un sistema que él llama de “pertenencia jerarqui-
2. zada”, en el que el trabajo y sus portadores son incorporados a la sociedad en
cuanto se subordinan a los dueños del capital, mientras que los que se rebelan
son excluidos, en términos de Foucault. En esta forma de integración es clave
el Estado providencia que suaviza la desigualdad, sobre todo, mediante la
provisión de bienes y servicios para los hipo-suficientes.
Para de Sousa Santos el Estado providencia está en crisis, lo que para las
fuerzas progresistas presenta serias dificultades, en tanto que para los neoli-berales
esto significa que el Estado providencia ha fallado y acaso en se en-cuentra
en sus postrimerías, pero lo cierto es que, primero, el supuesto fin
del este Estado social, para sus corifeos, sirve de justificativo para su prédica
de que deje de subsidiar a los débiles, mas no necesariamente a los poderosos,
ni para que deje de cumplir su función represiva, en especial contra los in-conformes
con los supuestos paraísos en que viven los detentadores de cual-quier
forma de poder. Este discurso, los ecuatorianos lo escuchamos hasta
hace poco con estentórea difusión y aún lo oímos ahora aunque con discreta
xiiP RESENTACIÓN
publicidad. Segundo, el Estado sigue siendo el campo de lucha que no de-bemos
abandonar, si bien para esto debemos reinventarlo.
La reinvención del Estado exige, sin embargo, una democracia mejor y
más completa que la meramente representativa, lo cual nos debe estimular
para enriquecerla con las instituciones de la democracia participativa, cuyo
éxito es responsabilidad de todos y, en especial, de los que desde el ejercicio
del poder pueden bastardearla y a quienes, por tanto, debemos prevenirlos
de su grave responsabilidad si es que fracasa. El advenimiento del nuevo Es-tado
depende también, para el autor de este capítulo, del reconocimiento de
la multiculturalidad que para nosotros, diría yo, significa respeto a la pluri-nacionalidad
y la consecuente reorganización del Estado.
Norberto Bobbio
El ensayo “La naturaleza del prejuicio. Racismo, hoy. Iguales y diferentes” se
publica, en el Ecuador, por la generosa autorización de Ediciones Temas de
Hoy, S. A. y forma parte de la obra Elogio de la Templanza y otros escritos mo-rales.
Las primeras páginas están dedicadas a dar un agudo y clarísimo con-cepto
del prejuicio, sus clases y diversas formas, de la discriminación, como
su consecuencia. Los motivos de la discriminación, la siempre incompleta
enunciación de sus motivos, su sustentación en la desigualdad y la diferencia
de las desigualdades naturales y sociales. Esta distinción, aunque no fácil,
nos debe servir para fijar las que, por provenir de la injusticia y del prejuicio,
debemos eliminar y las que Bobbio menciona entre las naturales, respetarlas
y dar un trato diferente a los diferentes cuando las diferencias son objetivas
y compatibles con la dignidad humana. La clasificación de la discriminación
en jurídicas, sociales y políticas me parece de suma utilidad para discernir
los medios para combatirla. Comparto, por cierto, la tesis de que el remedio
para las actuales y las futuras formas y motivos de la discriminación es la edu-
3. cación de calidad para todos.
Presenta fecundas reflexiones sobre el racismo, uno de los grandes pro-blemas
cuando el autor vivía y que, con lúcida perspicacia, prevé que se agra-vara
más tarde, como de hecho ha ocurrido. Pueblo de emigrantes califica al
italiano (¿y cuál no?); distingue bien la especie de migración del pasado con
xiiiJ ULIO C ÉSAR T RUJILLO V ÁSQUEZ
la actual que obliga a los receptores a convivir inesperada e intempestiva-mente
con grupos humanos de quienes conocen “poco las costumbres, nada
la lengua, con los cuales consigue comunicarse solo con gestos o con palabras
chapurreadas”, con la consiguiente inevitable desconfianza que se extiende y
profundiza por los prejuicios; de los cuales el étnico lo considera, con razón,
el más peligroso. A continuación de recordar la pregunta de Jesús a los fariseos
diciendo: “¿Quién esté libre de prejuicios que lance la primera piedra?”, ana-liza
las razones del prejuicio étnico, como son el temor de que extraños entren
en nuestro espacio, sin haberlos invitado; el miedo a competir con ellos, los
siempre insuficientes puestos de trabajo y, sobre todo, la nunca científica-mente
demostrada superioridad de una cultura sobre otra. Mucho bien nos
haría seguir a Bobbio, en sus reflexiones sobre los extremos criminales a los
que este prejuicio puede llevar a los pueblos y meditar humildemente si no
anida, en nuestro corazón y en nuestra cabeza, ese horrendo prejuicio,
cuando juzgamos a los indios y a los negros que, con los mestizos, ocupamos
este bello rincón del universo. Las diversas formas de racismo de las que se
ocupa el maestro italiano no son ajenas a nosotros, desde la, a veces, desme-dida
exaltación de las virtudes del norte, a la discriminación, como negación
o restricción de los derechos humanos, a los “otros”, aunque no lleguemos,
al extremo del racismo ideológico del que, por desgracia, no estamos exentos
todos, aunque, por fortuna, los que lo abrazan son pocos, poquísimos y de
manera vergonzante; hipócrita la denomina Bobbio.
El antídoto es siempre el mismo: la educación y la educación democrá-tica,
que se ha de inspirar y ha de desarrollar en los hombres y mujeres los
“principios universales, como la libertad, la justicia, el respeto al otro, la to-lerancia,
la no violencia”, de modo que podamos conciliar con espontaneidad
la igualdad entre iguales y el respeto al derecho a la diferencia de los diferen-tes,
y, al mismo tiempo, tratar a estos y a aquellos como iguales en lo que
son iguales y, como diferentes en lo que no lo son, huyendo a la vez del et-nocentrismo
y la xenofobia que, según el autor, son obstáculos para la con-vivencia
y comunicación entre gentes diferentes, cuya común dignidad nunca
puede ser sacrificada en aras de supuestas diferencias que subordinan el ser
humano a mitos racionalmente insostenibles.
4. Igualdad, discriminación y
diversidad
Por: Dr. Ramiro Rivadeneira Silva
Asesor del Tribunal Constitucional
HE CONSIDERADO QUE UNO DE LOS GAVES
PROBLEMAS en nuestra sociedad es no saber reconocer la
existencia del otro. Bien sea que la actuación del ser humano
se ejerza con conciencia o inconciencia solemos encerrarnos
en nuestros intereses, grandes o pequeños, y olvidarnos, en
ocasiones, que existe otra persona cuyos derechos debemos
respetar, y en otras les pasamos por encima arrolladoramente
sin considerar siquiera la gravedad del asunto. Mencionar
ejemplos cotidianos sería interminable, pero para enfatizar
en algunos pensemos en nuestra conducta al momento de
conducir un vehículo frente a los peatones, al querer evitar
la fila frente a quienes la realizan, al fumar en espacios
públicos cerrados, al "palanquearnos" un favor por cualquier
motivo, al declarar menos ingresos de lo que realmente
percibimos, al corromper y ser corrompidos, etc., etc. En
todos estos casos de alguna manera afectamos a otras
personas, aunque no las conozcamos. Sus derechos pasan a
situarse en un punto muerto, y el respeto, tan añorado,
nuevamente en el olvido.
La discriminación
La situación, socialmente hablando, toma características
graves cuando el desconocimiento del otro se traduce
categóricamente en discriminación, es decir, cuando de
cualquier modo se desconoce la igualdad de las personas
plasmada en la diversidad que comporta el género humano;
y, en el Ecuador esta situación es parte de nuestro contexto,
pues cualquier análisis objetivo nos lleva a la conclusión que
aún vivimos en una sociedad que excluye al que no es igual,
bien sea por motivos de género, etnia, edad, pensamiento,
creencias, etc. Citar ejemplos que solemos vivirlos quizás no
llame la atención porque la costumbre es mala consejera al
5. momento de pensar si nuestra actuación o la del otro son
correctas. Decir, por ejemplo, que las labores domésticas son
para mujeres y la vida pública para hombres en gran parte de
ecuatorianos no genera reacción, igual ocurre cuando
insultamos o escuchamos insultar con términos como indio
o negro, cuando hablamos a la niñez o a la juventud con una
postura superior por la extraña creencia que su capacidad no
ha igualado a la nuestra, cuando las personas de derecha
menosprecian a las de izquierda o viceversa, cuando
aquellos que profesan una religión ridiculizan a aquellos que
profesan otra.
Sin embargo, ¿qué pensaría usted si de la noche a la mañana
se encuentra con situaciones que las consideraba superadas?,
imagínese ejemplos atípicos, así como una universidad que
en sus aulas acepte solamente hombres o una que exija a sus
estudiantes indígenas a usar pelo corto, jubilados a los que
se les ha prohibido cobrar su pensión por ser negros,
imposibilidad de que personas sin un cierto nivel económico
comprobado participen en cargos públicos, persecución
política por pertenecer a la religión católica o por ser
marxista, ¿los considera discriminatorios?, ¿reaccionaría
inmediatamente ante estas situaciones por su carácter
discriminatorio?. Las personas no solemos ver las
situaciones discriminatorias de las que formamos parte cada
día sino hasta que estas son socialmente superadas, y este
hecho repercute de manera muy grave en el desarrollo
armónico social.
Discriminar es dar un trato diferenciado a una persona o
grupo (no necesariamente minoritario) en razón de sus
características específicas, y que tal trato diferenciado tenga
por fin limitar o anular el reconocimiento y goce de sus
derechos humanos en cualquier ámbito de su vida .
Discriminar es pues atentar violentamente al derecho a la
igualdad, pero una igualdad comprendida no solamente en el
aspecto jurídico sino básicamente en el aspecto social. La
igualdad, socialmente comprendida, tiene como principio
aceptar la diversidad.
La igualdad ante la Ley
El numeral 3 del Art. 23 de la Constitución Política del
Estado reconoce como derecho fundamental a "la igualdad
ante la ley". En el entendido de que esta norma fuera única
respecto a la igualdad de las personas, tendría grandes
limitantes en la vida diaria de ellas, especialmente de
algunos grupos que por sus características especiales
requieren de un tratamiento diferenciado (no
discriminatorio) para nivelar sus oportunidades frente a otras
personas, pues de no ocurrir así, el trato que se brindaría al
grupo de características especiales sería discriminatorio
aunque se manifieste que todos somos iguales ante la ley.
6. Para aclarar reflexionemos en varias situaciones sencillas:
¿considera usted que una mujer embarazada o con hijos
tiene las mismas oportunidades de obtener trabajo que un
hombre soltero?, qué decir de profesionales jóvenes frente a
quienes se encuentran en la tercera edad, de personas con
alguna disfunción física frente a quienes no tienen ninguna,
o de personas homosexuales frente a personas
heterosexuales ¿Cree usted que en los casos propuestos,
aunque se trate de personas que tienen la misma capacidad y
sean considerados iguales ante la ley, gozan de las mismas
oportunidades?
La igualdad es pues, dar un trato igual a quienes son iguales
y un trato positivamente diferente a quienes son diferentes.
La verdadera igualdad nace de fijarse en las diferencias,
pero con el ánimo de alcanzar un fin positivo, pues la
igualdad es universal en nuestra condición de seres
humanos, pero individual en nuestra condición de diversos.
En las sociedades como la ecuatoriana existe mucha
diversidad humana, de ahí la necesidad de que si queremos
poner en práctica la igualdad reconocida como derecho,
debemos aplicarla en función de la diversidad.
Lamentablemente, la diversidad ha sido entendida como
sinónimo de exclusión. Separamos a quienes son diferentes
(diversos) pues somos inclusivos solamente con quienes son
nuestros iguales, perdiéndonos a cada instante la
oportunidad histórica de fomentar una sociedad democrática
y unida rica en cultura y concepciones diversas a las
nuestras, pues darle una genuina dirección al concepto,
aplicándolo en nuestra vida práctica no disminuye, por el
contrario, enriquece.
¿Por qué nuestra sociedad es excluyente con
quienes son diferentes o diversos?
Considero que la respuesta la encontramos en el proceso de
desarrollo histórico, en el cual, el poder hegemónico ha dado
las pautas a seguir para formar un "modelo" de desarrollo,
modelo que ha jerarquizado los comportamientos otorgando
a cada uno de sus titulares un rol social que cumplir. Este
modelo nacido de la necesidad de tomar y mantener el
poder, y que bajo ningún concepto se lo puede equiparar con
un proyecto nacional, como en su momento ha ocurrido con
el clero, la milicia, la oligarquía, entre otros, se ha encargado
de generar un sistema de convivencia humana que proteja
sus propios intereses, y para ello fue necesario la
explotación antes que el desarrollo, la decisión privativa
antes que la participación popular, la exclusión antes que la
inclusión.
Este sistema que sin duda ha cambiado y que sigue
cambiando, de todas formas, nos ha paralizado en cierto
7. estándar de comportamiento de forma tal que muchas de las
situaciones que en otras culturas resultan ahora
inconcebibles siguen rigiendo nuestra convivencia, y para
mal nuestro, frente a ellas no hemos sabido asumir una
actitud crítica, sino por el contrario, muy cómoda al
momento de acoplarlas a nuestras vidas. Es pues necesario
que las personas cuestionemos, con una visión futurista,
ciertos comportamientos sociales que resultan
discriminatorios.
Lamento estimado lector si el presente artículo no abarca los
aspectos jurídicos que se espera de una página judicial, pues
bien se podría hacer mención y análisis de varias normas
constitucionales y legales, e inclusive del ordenamiento
internacional de los derechos humanos como la Convención
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, el Pacto
de Derechos Civiles y Políticos o tantos otros que abordan el
tema de la igualdad, pero es que la conclusión es sencilla: la
igualdad es un derecho que no se lo impone por decreto,
bien puede ser reconocido como tal, pero su verdadera
existencia debe nacer de una actuación social de respeto y
solidaridad, debe venir de la conciencia, la conciencia de la
existencia del otro.