"Cien Días vistos por Cinep n.° 93: el campo de la paz"
El abandono del chocó y del pacífico
1. El abandono del Chocó y del Pacífico: un asunto de animosidad étnica
Fuente: Observatorio Realidades sociales, núm. 17
Por: Germán Ayala Osorio. Comunicador social y politólogo
“El abandono del Chocó” es el titular de un editorial del diario EL
ESPECTADOR del 15 de julio de 2014. No se trata de una nueva
constatación. El medio impreso tan solo se sirve de la historia para
confirmar lo que ya el país conoce y que parece no dispuesto a
cambiar: el abandono no sólo del Chocó, sino del Pacífico colombiano.
Y así lo expresa: “ya es un lugar común hablar del territorio del
Chocó como uno ampliamente abandonado por Colombia entera,
como uno dejado a la deriva por el establecimiento todo: siempre se
hace referencia a él en unos términos por demás categóricos e
invariables: “territorio alejado”, “la periferia”, “abandonado por el
Estado”… Tan así son las cosas que esas etiquetas parecen haber
vuelto infinitamente lineal su situación, perpetuándola de esta forma
en el tiempo: ha permanecido así, al parecer, desde siempre, como si
las palabras que usamos para describirlo nos hubieran condenado a
vivirlo en un estado de no retorno: nada se hace. Solo está ahí y ya
(1).
2. Los ‘expertos’ hablan de razones estructurales: no hay vías de
penetración, es una zona inhóspita, alejada de los centros urbanos de
desarrollo, en especial de la capital. Los actores armados y las
cruentas dinámicas del conflicto armado interno desarrolladas allí no
permiten pensar en grandes inversiones. Otros aducen razones
culturales asociadas a las prácticas culturales de indígenas y
afrocolombianos que sobreviven bajo el relativo amparo de la
propiedad colectiva.
Pero la verdad es que detrás del histórico abandono estatal de la
zona del Pacífico, incluyendo por supuesto el Chocó, se advierte una
suerte de animadversión étnica de una cultura ‘blanca’ y mestiza,
hacia los afrocolombianos e indígenas.
El no hacer nada por el desarrollo sostenible del Pacífico, responde a
una animosidad que despiertan los negros y los indígenas en
funcionarios públicos con capacidad decisiva alrededor de las formas
como el Estado debería de hacer presencia en el territorio del Choco
Biogeográfico. La ojeriza o la inquina hacia las comunidades
asentadas allí se oculta, claro está, en el amor coyuntural que
despiertan en millones de colombianos los deportistas negros que
triunfan globalmente en disciplinas como el atletismo y el fútbol,
entre otros.
Allí aparecen admiradores furtivos que aparentan reconocimiento, al
tiempo que miran con desdén los territorios y la misma propiedad
colectiva que da sentido a cientos de miles de afrocolombianos que
viven en esteros, ríos y en las marañas de la manigua que aún cubre
la extensa zona del Pacífico.
Esa no reconocida animosidad hacia lo afro y lo indígena se sostiene
en anacrónicos sentimientos de una esclavitud deseada en el
inconsciente de muchos que se erigen como verdaderos patrones
neofeudales, que miran con desprecio la cultura de no acumulación
de los afrocolombianos y de las comunidades indígenas.
Eso sí, nadie va a reconocer que lo planteado aquí tiene algún
asidero. Por supuesto que no. Pero es una tesis sugestiva y
provocativa que se sostiene en la observación de un abandono
histórico, que busca, junto con las acciones violentas de los actores
armados y de diversas empresas nacionales y multinacionales allí
asentadas para explotar recursos como la madera y el oro, entre
otros, obligar a negros e indígenas a que abandonen sus territorios
colectivos y llegar, en calidad de desplazados o de migrantes por
razones económicas y socio ambientales, a ciudades como Cali,
Pereira y Medellín, para continuar soportando la inquina y la
malquerencia de una sociedad y de una cultura dominante que aún
3. habla de ‘blancos’, desconociendo de esta forma los procesos de
mestizaje dados en Colombia.
Llegan a esos centros urbanos para seguir siendo violentados, pero
esta vez por la industria cultural a través de los discursos noticiosos y
publicitarios, con los que los estigmatizan y/o los invisibilizan como
ciudadanos y sujetos de derecho.
El abandono del Chocó y del Pacífico, como bien lo reconoce el citado
editorial, se explica junto a la tesis de la animadversión étnica no
declarada y la precariedad de un Estado que funciona con los criterios
que produce esa animosidad. Es decir, el Estado no debe, no puede
hacer presencia en rigor de la función pública en zonas en donde
vivan negros e indígenas. Y esto se comprueba en lugares urbanos
con mayoría de población afrocolombiana. Para citar apenas el
ejemplo del Oriente de Cali o el llamado Distrito de Aguablanca, en
donde el Estado local poco se esmera para construir espacios amenos
desde una perspectiva ambiental y del ornato. Esa es una clara
muestra de animosidad.
Termina el editorial de EL ESPECTADOR con la esperanza de un
cambio que muy seguramente no llegará: “Ya ha llegado la hora de
que cese la indiferencia y que el Estado se ponga los pantalones en
este asunto. Mucho más allá de la seguridad armada (que al parecer
se hace necesaria), lo que hay que llevar a este prominente territorio
del Pacífico colombiano es el Estado Social de Derecho, esa fórmula
que en el papel tuvo cabida en Colombia hace 23 años y que allá no
llegó nunca”(2)
Por Germán Ayala Osorio, comunicador social y politólogo
Fuentes consultadas:
(1) http://www.elespectador.com/opinion/editorial/choco-y-el-
abandono-articulo-504635
(2) http://www.elespectador.com/opinion/editorial/choco-y-el-
abandono-articulo-504635