Un avión se estrelló contra un automóvil en una autopista, matando a 155 personas excepto a una niña llamada Cecilia. Cecilia sobrevivió porque su madre la abrazó para protegerla cuando el avión se estrelló. La historia compara este abrazo protector con los brazos salvadores de Jesucristo, quien murió en la cruz para salvar a la humanidad del pecado.

1. Dios te bendiga y te guarde
El
Evangelizador
Editorial Cristiana “El Maestro Silencioso” Coordinador:
Dr. Luis A. Silva Cisneros. Tel. 0241 8233566.
Email: luissilvamd@hotmail.com
DIA ESPECIAL (I)
Contenido
1. ¡Hoy es día de inventario!
2. Invitación.
3. Ocurrió así.
4. ¡…Brazos Que Salvan!
5. A la hora que no pensáis
dañando fatalmente a otros
que viajaban en sus automóvi-
les. La catástrofe fue evidente
¡Murieron 155 personas! Sólo
hubo un sobreviviente: Ceci-
lia ¡esa hermosa niña! En
verdad la muerte sorprende a
muchos, los que manejaban
sus carros por la autopista se cuidaban del carro de atrás
y del carro de al frente pero nunca de un avión en el ai-
re… y así ocurrió, desde allí les llegó su muerte. Verdad:
No sabemos ni cuándo ni cómo vamos a morir “Está
establecido para los hombres que mueran…”. Hebreos
9:27. Hay una fecha ya establecida que ni se adelanta ni
se atrasa. Y como no sabemos cuándo llegará ese mo-
mento debemos estar preparados, pues dijo el profeta
Amós 4:12 “Prepárate para venir al encuentro con tu
Dios”. Pero Cecilia que venía en el avión y tenía todas
las posibilidades de morir, resultó ilesa. Definitivamente
al que le toca le toca, no es obra de la casualidad.
Llegaron las brigadas de rescate al sitio para ver
qué podían hacer, y en medio de tantos hierros doblados
y quemados encontraron a Cecilia, estaba sana y salva,
realmente era un milagro. Ellos dedujeron que la niña
vendría en alguno de los automóviles de la autopista,
pero la gran sorpresa de ellos fue que al chequear la lista
de pasajeros del vuelo 225 de Northwest Airlines allí
estaba en la lista Cecilia de 4 años de edad.
Luego, ella contó que fue lo que ocurrió aquel
16 de agosto de 1987 dentro del avión en los momentos
de terror y suspenso. Ante la voz de alarma y la realidad
de la caída violenta del avión por el aire, Paula Chican,
la mamá de Cecilia, se desabrochó el cinturón de seguri-
dad, se puso de rodillas frente a su hija y la abrazó fuer-
temente, protegiéndola con su propio cuerpo. Así Cecilia
no salió disparada en el impacto al caer el avión, el cuer-
po de su madre recibió todo el dolor y le salvó. Quiero
hablarte de esos brazos que salvan “El Eterno Dios es tu
refugio, y acá los brazos eternos” Deuteronomio 33:27.
Recuerdas los brazos de Cristo, estaban abiertos a todo
lo que le daban cuando estaba crucificado, era la muestra
más grande del amor Divino, indudablemente brazos
¡Que salvan! Esas manos heridas significan mucho, pues
la muerte de Cristo es la muestra más grande del amor
de Dios, es como el abrazo que recibió Cecilia, El cuer-
po de Cristo recibió el impacto, los golpes y la ira de
Dios en la cruz para la salvación de todos los que se
refugian en ÉL. ¿Has sentido los efectos de un abrazo?
Aquel que estuvo dispuesto a abrir sus brazos para
ser crucificado tiene hoy sus brazos abiertos para salvarte.
¿Te acuerdas del hijo pródigo y el abrazo que su Padre le
dio? (Lucas 15:11-24) Ese fue un abrazo de perdón, ¡Dios
quiere perdonarte! Paula abrazó a Cecilia para salvarla y el
padre del hijo pródigo abrazó a su hijo para perdonarle, Dios
quiere darte la muestra más grande de sus afectos por ti…
Procura no olvidar estas palabras tan importantes que te voy a
citar antes de terminar este artículo: “Dios muestra su amor
para con nosotros, en que siendo aun pecadores, Cristo mu-
rió por nosotros”. Romanos 5:8.
Imagínate que la vida es como ir volando en un
avión al que le están fallando los motores, Cristo va a tu lado
y te ofrece abrazarte para salvarte, él promete llevar todo el
impacto, fuego y dolor para darte vida, de lo contrario la
muerte es segura ¿Lo aceptarías? Así es la salvación del alma,
es confiar en este Salvador que ya sufrió el impacto de la
muerte, se llama Jesucristo, su amor perfecto, puede abrazarte
y salvarte ahora mismo ¿Qué harás?
Marcos Tulio Sequera M.V.
A la hora que no pensáis
Murray McCheyne, el predicador escocés, preguntó una no-
che en una reunión de amigos, si pensaban que el Señor vol-
vería esa misma noche. Uno tras otro le contestaron que no.
Cuando todos hubieron respondido, McCheyne repitió solem-
nemente el texto: Por tanto, también vosotros estad prepara-
dos; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no
pensáis. Mateo 24:44.
Favor Memorizar
Jesús dijo:
Venid a mi todos los que están trabajados y
cargados y yo os haré descansar.
Mateo 11:18.
¡Hoy es día de in-
ventario!
Aquel día lo vi distinto. Te-
nía la mirada enfocada en lo
distante. Casi ausente. Pienso
ahora que tal vez presentía
que ese era el último día de
su vida. Me aproximé y le
dije: -¡Buen día, abuelo! Y él
extendió su silencio. Me senté junto a su sillón y
luego de un misterioso instante, exclamó: ¡Hoy
es día de inventario, hijo! ¿Inventario? Pre-
gunté sorprendido. Sí. ¡El inventario de las cosas
perdidas! - me contestó con cierta energía y no
sé si con tristeza o alegría.
Y prosiguió: - Del lugar de donde yo
vengo, las montañas quiebran el cielo como
monstruosas presencias constantes. Siempre tuve
deseos de escalar la más alta. Nunca lo hice, no
tuve el tiempo ni la voluntad suficiente para so-
breponerme a mi inercia existencial. Recuerdo
también a Mara, aquella chica que amé en silen-
cio por cuatro años; hasta que un día se marchó
del Pueblo, sin yo saberlo. - ¿Sabes algo? Tam-
bién estuve a punto de estudiar ingeniería, pero
mis padres no pudieron pagarme los estudios.

2. La madre de Chávelo y sus hermanas eran
cristianas, pero la verdad es que él pensaba que el evan-
gelio era algo que nunca necesitaría. Cierto día mien-
tras compartía en el bar llegó la noticia: “Fulano murió
en el Seguro”. Ese fulano era otro de los visitantes asi-
duos de ese bar y “amigo” de todos. Al momento al-
guien respondió: “Al fin se murió ese viejo fastidioso y
borracho”. Esas palabras golpearon el corazón de Chá-
velo e iluminaron la oscuridad en las que el pecado lo
había mantenido. Chávelo pensó: “Así van a decir de
mí el día cuando yo muera”. Salió apresurado de ese
lugar con el propósito de no volver jamás y buscar a
Dios para cambiar la vida miserable que lo llevaba a la
misma perdición.
Llegó a la casa y allí estaba su madre sentada,
una ancianita ciega y sus hermanas que salían al velorio
del aquel vecino. Luego se echó a las piernas de su ma-
dre diciendo “Mamá yo quiero ser salvo”. Ella sorpren-
dida pensó que era otra más de sus manías de borracho.
Pero él insistía: “¡Mamá yo quiero ser salvo!”. Ella
decía “¡Chávelo, hijo, pero tú estás borracho!”. Por la
insistencia de él, ella le aconsejó ir para hablar con el
hermano Eliseo Rojas que estaba cerca de aquel lugar.
Para allá salió Chávelo, resuelto a solucionar el asunto
de su salvación lo más pronto posible. Aquella conver-
sación hizo que Chávelo dirigiera su mirada a Jesucris-
to. Le leyeron Juan 3:16 así: “Porque de tal manera
amó Dios a Chávelo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que si Chávelo cree en él, Chávelo no se pierda,
mas tenga vida eterna”. Entendió que Jesucristo había
venido a “buscar y salvar lo que se había perdido”.
Entendió que Cristo en su amor por nosotros, había
venido a morir por nuestros pecados. Ese día Chávelo
abrió su corazón para recibir a Cristo como su Salvador
y Señor.
No pasaron muchos días para que todos los
que lo conocían se dieran cuenta del gran cambió ope-
rado en su ser. Una vez le oí pedir en una reunión de
predicación del Evangelio el himno que dice: “Cuán
glorioso es el cambio operado en mí ser, Viniendo a
mi vida el Señor.
Dr. Bernardo Chirinos.
¡…Brazos Que Salvan!
Apenas habían despegado y alzado vuelo cuan-
do ya era inevitable mantener el control del avión. Este
se vino a pique y cayó en una importante autopista
Además, el trabajo en la carpintería de mi padre
no me permitía viajar. ¡Tantas cosas no concluidas, tan-
tas oportunidades perdidas! Luego, su mirada se hun-
dió aún más en el vacío y se humedecieron sus ojos. Y
continuó: En los treinta años que estuve casado con Rita,
creo que sólo cuatro o cinco veces le dije "te amo". Lue-
go de un breve silencio, regresó de su viaje mental y mi-
rándome a los ojos me dijo: - "Este es mi inventario de
cosas perdidas, la revisión de mi vida. A mí ya no me
sirve. A ti sí. Te lo dejo como regalo para que puedas
hacer tu inventario a tiempo".
De acuerdo con la palabra de Dios “.. Está esta-
blecido para los hombres que mueran una sola vez, y
después de esto el juicio” Hebreos 9:27 En ese día del
Juicio Final estarán tres clases de libros según está escrito
en la palabra de Dios: el libro de nuestros hechos o de las
obras. El libro de los que nacieron de nuevo (libro de la
vida) y el libro de los libros “La Palabra de Dios”. Basa-
do en ellos serán juzgados los seres humanos y el que no
se halló inscrito en el libro de la vida por no haber nacido
de nuevo (aceptando a Cristo como su Señor y Salvador
personal) lamentablemente será lanzado al lago de fuego.
(Apocalipsis 20:11-15; Lucas 21:33; Juan 12:48).
Luego, con cierta alegría en el rostro, continuó
con entusiasmo y casi divertido: ¿Sabes qué he descu-
bierto en estos días? ¿Qué, abuelo? --Aguardó unos se-
gundos y no contestó, sólo me interrogó nuevamente:
¿Cuál es el pecado más grave en la vida de un hom-
bre? La pregunta me volvió a sorprender y sólo atiné
a decir, con inseguridad: No lo había pensado. Supongo
que matar a otros seres humanos, odiar al prójimo y
desearle el mal. ¿Tener malos pensamientos, tal vez?
Movió su cara de lado a lado, como reacción a mi res-
puesta errada. Me miró intensamente, como remarcando
el momento y en tono grave y firme me señaló: El pecado
más grave en la vida de un ser humano es el pecado
por omisión. Jesús dijo: “... pecado, por cuanto no
creen en mí” Juan 16:8-9. Y lo más doloroso es descu-
brir las cosas perdidas sin tener tiempo para encontrarlas
y recuperarlas. El abuelo tenía razón, pero a los pecados
por omisión hay que agregarles los pecados por comisión
(lo malo que hacemos). No hay la menor duda que somos
pecadores.
Al día siguiente, regresé temprano a casa,
luego del entierro del abuelo, para realizar en
forma urgente mi propio inventario de las cosas
perdidas. El expresarnos nos deja muchas satis-
facciones, así que no tengas miedo, y procura no
quedarte con las ganas de nada.....antes de que sea
demasiado tarde....
Es hora de hacer tu inventario y ver qué has hecho
con Cristo y con tu vida. ¿Has sido indiferente, has posterga-
do el día de salvación o ya te has decidido a recibirlo y se-
guirlo? Ojalá que Cristo quién dio su vida en el Calvario por
ti y por mí pueda entrar a tu corazón ahora mismo como tu
Señor y Salvador personal, formando parte de tu inventario y
así estarás preparado para el presente y para la eternidad. Je-
sús dijo: “.....yo he venido para que tengan vida, y para
que la tengan en abundancia” Juan 10:10. “Venid a mí
todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré
descansar” Mateo 11:28. Ven a él ahora y ya Cristo con la
vida eterna, comenzarán a formar parte de tu inventario.
Adaptado por: Dr. Luis A. Silva Cisneros
Ocurrió así
A José Isabel todos lo llamaban “Chávelo”. Era un
hombre con inquietudes. Incursionó en el arte del toreo y
recuerdo haber visto su foto vestido de torero. Descubrió que
tenía habilidades para manejar el pincel y se dedicó a la pin-
tura, especialmente la de la publicidad. Muchos avisos publi-
citarios de Puerto Cabello fueron pintados por él. Al mismo
tiempo que iban aumentando sus ingresos iban aumentando
“sus amigos”. Era frecuente verlo en el bar compartiendo con
ellos el fin de semana. Se casó y nacieron dos hijos. Sin em-
bargo, el licor iba poco a poco controlando
su vida más y más. En eso invertía gran parte
de su dinero. Aquel hogar que se inició con
tantas ilusiones se fue deteriorando hasta el
punto en el que perdió su esposa y sus hijos,
pero conservó a “sus amigos” y sus hábitos
etílicos. Se reía mucho, pero no era feliz.
Parecía un hombre lleno, pero estaba vacío.
Ocurrió así y así ha ocurrido en la vida de
muchos hombres esclavizados por el vicio y
las drogas.