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El fuego
El fuego negro
Un relato sobre el pasado y las consecuencias de huir de él. Se debe aprender del pasado
5-12-2012
~ 1 ~
Capítulo I
David y divela
David era un universitario como otro cualquiera, con sus estudios y sus exámenes, no
obstante no era demasiado sociable. A Sara, su única amiga, la veía durante las clases y
rara vez fuera de la universidad, ya no digamos invitarla a su casa o ir él a la suya. Era
un chico distante y de semblante frío e inmutable, aunque le gustaban los animales, en
especial los gatos, y no soportaba ver como alguien los maltrataba. Su pelo negro y
lacio no tenía ningún peinado en especial, simplemente caía por su cabeza un poco más
largo por delante y por arriba que por atrás y por los lados, nunca se lo dejaba crecer
demasiado pues de lo contrario le molestaba en los ojos. Solía vestir con ropajes negros,
incluso en verano, pero para no salir casi nada a la calle su piel tenía un tono moreno
clarito en lugar del blanco que debería tener por pasar tanto tiempo alejado del Sol.
Su día a día era siempre el mismo pero con pequeñas variables. Solía ir a la parada del
bus por las mañanas temprano y hablar con Sara de camino a la facultad y entre clases.
No tomaba demasiados apuntes, solo lo más básico, pero siempre sacaba notas que no
bajaban del 9, por lo visto la informática se le daba de fábula. Al acabar las clases
volvía a su casa acompañando por el camino a Sara hasta la suya. Si tenía algún trabajo
lo hacía y luego empleaba el tiempo en realizar las tareas de la casa, pues vivía solo en
un piso de estudiante, viendo la televisión y mirando las noticias en internet para
mantenerse informado. De vez en cuando mantenía una videoconferencia con Sara para
explicarle alguna cosa que no entendía y necesitaba para algún trabajo o examen.
Al contrario que David, Sara era vivaracha y alegre, lo suficiente para reír por los dos.
Si os preguntáis entonces como es que son amigos, pues dio la casualidad de que ella
era nueva en la ciudad y también en la universidad, por lo que no conocía a nadie, y no
se atrevía a meterse en los grupos de amigos ya formados, de hecho no se atrevía a
entablar conversación con nadie, pero se fijó en una de sus clases que unas filas más
adelante había alguien que nunca hablaba con nadie y que parecía que siempre estaba
solo, a primera vista su cara le pareció triste, y notó que tenían algo en común, ninguno
de los dos tenía amigos en aquella universidad, por lo que se armó de valor y al finalizar
la clase se propuso alcanzarlo antes de que pudiera desaparecer entre la multitud para
poder iniciar una conversación con él. Ese es el motivo de que dos personas tan
diferentes se lleven tan bien, se tienen el uno al otro, y aunque David no pone mucho de
su parte en las conversaciones, Sara se conformaba pues con pocas palabras David sabía
expresar toneladas de información, hasta tal punto que se preguntó y le preguntó más de
una vez que como es que estaba en ingeniería informática en lugar de alguna carrera de
letras como filología o literatura, a lo que siempre respondía “ Una vez sabes hablar no
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necesitas volver a aprenderlo” con su tono de voz neutro, tirando a grave por ser un
chico, pero frío como su expresión. A lo que Sara podía sacar mil significados y todos
serían correctos, pero lo básico que quería transmitirle, y ella lo sabía perfectamente, era
que si sabía hablar tan bien como ella decía, ¿Por qué iba a estudiar carreras para
perfeccionar el habla o entender su procedencia?
Cada vez que le preguntaba por su pasado él desviaba el tema de forma tan sutil que
hasta que estaba sola en casa y se ponía a pensar no se daba cuenta de que había
cambiado de tema, no obstante siempre le acababa sacando algo de información, y pieza
por pieza se hace un puzle. Pero tampoco le podía preguntar todos los días pues lo
conocía ya bien y sabía que de hacerlo tardaría mucho tiempo en que volviera a
responderle a preguntas personales, ella también podía ser sutil.
Sin embargo una parte de su pasado estaba a punto de llamar a su puerta uno de los
últimos días de clase de ese curso, cuando ya solo le faltaba un año para acabar la
carrera, ese pasado tenía nombre y era Divela, y era un pasado al que David no quería
volver. Literalmente, Divela llamó al timbre de David, que se levantó del sofá mientras
veía la tele, extrañado porque nadie le visitaba. Al abrir la puerta y ver el tono de piel, la
vestimenta, los ojos y un tatuaje peculiar en su mano cerró la puerta antes de que
pudiese articular un “hola”. Pero la visita no se dio por vencida y timbraba sin parar,
perturbando la permanente paz del piso de David, por lo que decidió que era mejor
lidiar con ella unos minutos y que le dejara en paz para siempre.
“Vaya, por fin te dignas a abrirme” “¿Quieres que vuelva a cerrar?” “No nono. Es que
llevo buscándote desde hace meses” “¿Y tú eres…? “Mi nombre es Divela y te he
buscado porque eres la única persona que puede ayudarme a cumplir mi objetivo”
“¿Qué yo soy la única persona que puede ayudarte?” “Sí, porque controlas la llama
oscura” En ese momento David tiró de ella y cerró la puerta con el cerrojo. “Cállate, no
debes decir eso en un lugar en el que puedan oírte” Entonces levantó su voz más de lo
normal, casi parecía que gritaba. David se disponía a echarla de su casa, pero la chica se
refugió en el típico “pero si aún no sabes mi historia”. David pensó que escucharía su
historia para ver si así lo dejaba en paz.
Divela, una habitante del Submundo, y su familia y amigos habían estado años
sufriendo continuos saqueos de bandidos y ya habían muerto muchas personas que
conocía, por lo que al ser la única maga de entre sus conocidos decidió volverse más
fuerte para protegerlos, pero el poder que ella quería residía en el Inframundo y
necesitaba a alguien capaz de abrirle la puerta, y las únicas personas conocidas con
tanto poder son los magos del fuego negro. Pero David se negó, dijo que ya no era un
mago, solo era un estudiante humano y le dijo que se fuese a buscar un mago del fuego
negro al Submundo de donde vino, que allí tenía que haber más. Dicho todo esto la echó
de la casa y no la volvió a oír en todo el día.
Pero la buena suerte no dura para siempre, pues los días siguientes le asaltaba por la
calle para convencerlo, pero su respuesta era siempre la misma. Un día lo sorprendió
por el camino de vuelta a su casa después de hacer unas compras, y volvieron a discutir
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el tema, pero esa vez había alguien escuchando, Sara, que había salido a pasear y se
acercaba a la tienda para comprar algo de beber.
Ya en las vacaciones de verano, si Sara quería ver algo a David, tenía que ir a su casa
alguna vez. Su casa era como su personalidad, casi sin muebles, no tenía cuadros
adornando las paredes, plantas o jarrones, ni siquiera figuras. Tenía lo necesario, la
cocina con sus utensilios, la cama, la televisión, el ordenador y una mesa de trabajo, por
el resto, la casa era tétrica, pues siempre la mantenía en penumbra. Llamó al timbre y
David la invitó a pasar, en principio iban a pasar la tarde hablando, viendo alguna serie
o jugando al trivial, pero el verdadero motivo de la visita de Sara era otro.
A mitad de una partida de trívial, Sara soltó un “Lo sé”, lo cual confundió a David. Era
curioso, Sara juraría que era la primera vez que lo veía desconcertado, pero decidió no
reírse ya que podría tomárselo a mal. “Sé que eres un mago que vino de otro mundo”
comentó para aclarar la situación y la mente de David “Te oí el otro día hablar con una
chica un poco rara” “¿Y no se te ha pasado por la cabeza que simplemente fuera una
chalada?” “Bueno, al principio si, pero últimamente han estado pasando cosas raras en
mi entorno, y bueno, me preguntaba si yo podría ser una maga”. David sabía que no
tenía sentido prolongar más la mentira, por lo que contestó a su pregunta como si
siempre hubiese sabido que era un mago “Sí, es posible. A veces pasa algo de energía
del Submundo y llega hasta este, el Intramundo, y si se derrama esa energía en alguien
pequeño, en vías de desarrollo, puede acabar convertido en mago, o también puede ser
que algún pariente tuyo proviniese del Submundo.” “Entonces ¿Soy una maga?” “Solo
hay un modo de averiguarlo, el Ritual de los Elementos”. El Ritual de los Elementos
consistía en colocar alrededor del supuesto mago los símbolos de los 8 elementos
básicos (fuego, agua, aire, tierra, hielo, luz, oscuridad y relámpago) y hacer que el sujeto
sometido a dicho ritual medite y se relaje por completo, dejando así que su energía fluya
hacia el elemento con el que tiene más empatía, escogiendo así el tipo de mago que será.
Para sorpresa de David, resultó ser una maga luminosa, que controla la luz. Fue una
sorpresa pues magas de luz hay muy pocas, y las que existen están encerradas en un
convento secreto para protegerlas pues tienen un poder asombroso que de lograr usar
alguien equivocado, causaría desastres por todos lados. Aún estaba pensando como
decírselo cuando se abrió la ventana y entró Divela. “Hola, me pareció notar una
alteración en la magia por aquí, como en este mundo la magia es tan escasa, a la mínima
se nota” “¿Qué haces aquí de nuevo? No me obligues a usar la magia para expulsarte
para siempre de aquí.” “No hace falta ser tan agresivo, creí que al volver a practicar algo
de magia estarías dispuesto a acompañarme. Pero, por lo que veo es un Ritual de los
Elementos. Veamos que ha salido” Divela se quedó con la misma cara de asombro que
David
Sara ya se cansó y preguntó acerca de su elemento. Por supuesto, lo que oyó no fue para
nada lo que esperaba al principio del ritual, nunca imaginó ser una maga, y mucho
menos tener tanto poder como decían que tenía. “Un momento, antes dijiste algo sobre
que David te acompañase, ¿para qué?” Divela procedió a explicar con detalle la
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situación por la que estaban pasando su familia y amigos, tal vez exagerándola un
poquito pues imaginaba que si lograba convencer a Sara, tal vez pudiera lograr que
David le ayudase. Tal y como ella pensó, una historia tan trágica conmovió a Sara que
se puso de su parte y también trató de convencer a su sombrío amigo. “Venga, ¿Es que
no tienes corazón? Con todo ese poder que dice que tienes ¿Por qué no le vas a ayudar?
Además, yo también quiero ver ese mundo del que provenís.” “Es decir, ¿quieres que
ayude a esta completa extraña, te enseñe magia y arriesgue nuestras vidas por nada?”
“No sería por nada, ayudarías mucho a su familia e impedirías las injusticias que se
llevan a cabo en su región” Esas palabras, por mucho que David no quisiera, lo
convencieron. Sara sabía que la justicia, por alguna extraña razón era algo de lo más
importante para su amigo y no podría negarse después de decirle que podría impartir
justicia. “De acuerdo, quedamos mañana antes del alba en el callejón al este de la plaza
central. Si no sois puntuales olvidaos de ir.”
Esa noche ninguno pudo dormir. Sara esperaba con impaciencia el momento de partir
hacia un mundo desconocido del que, sin saberlo, formaba parte de alguna forma,
también estaba el hecho de que iba a pasar con David mucho más tiempo de las
vacaciones de verano del que esperaba. Divela estaba contenta de haber logrado su
objetivo y David solo podía pensar en que volvería a su pasado, un pasado que había
decidido dejar atrás. Fue al armario y apartó las camisas y pantalones colgados de las
perchas para dejar a la vista el fondo del mueble, lo empujó un poco y lo apartó hacia un
lado, allí estaba, negra como el azabache pero con un tono morado por los bordes, con
la punta, los extremos de la cruz y el final de la empuñadura ardiendo con fuego negro,
obviamente metida en su vaina también negra como la misma noche. La cogió,
empaquetó unas pocas cosas y se sentó a esperar en el sofá del salón, pues sabía que no
lograría conciliar el sueño esa noche, mientras pensaba “¿Cómo me he dejado meter en
este lío? La palabra justicia me pierde.”
A la hora acordada estaba todo el mundo en el lugar de reunión para irse al Submundo.
David hizo unos pases con los brazos, se agachó y tocó el suelo con la palma de su
mano izquierda, segundos después apareció de la nada una luz que formaba un círculo
de conjuros, el más complejo que hubiera visto nunca Divela y el primero que veía Sara.
Estaba conformado por un círculo central en el que estaba inscrito el símbolo de puerta,
a este lo rodeaba otro círculo y en el espacio que mediaba entre los bordes de ambos
había un texto escrito en rahel, el idioma del submundo. Estos dos estaban metidos
dentro del pentágono que formaban las aristas de una estrella de cinco puntas que tenía
en cada una de sus puntas una runa (apertura, destino, enlace, transporte y cierre) y a
este pentáculo lo rodeaban innumerables símbolos y figuras. Una vez todos dentro del
círculo de conjuros, este se duplicó creando otro en el aire, a la altura de la cintura de
David, el tercero a la altura de su pecho y el cuarto los pasaba a todos. Una luz cegadora
los rodeó e hizo perder el conocimiento a Sara, que no estaba acostumbrada a ese tipo
de viajes ni al contacto directo con una magia tan poderosa.
Cuando Sara despertó se encontraban en un bosque y David y Divela discutían. Se
incorporó y se acercó a ellos para ver qué pasaba. Por lo visto habían aparecido fuera de
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los límites del reino de Fharts, su destino, debido a que los viajes entre mundos dentro
del reino estaban vetados si no se contaba con un permiso especial para ello, y no era su
caso. Debido a que esta fue la última noticia que tuvo David del Submundo gracias a un
mercader que solía visitarle, tomó precauciones y los hizo aparecer fuera del reino, a
partir de ahí tendrían que andar. “A un par de horas de camino desde aquí hay un
pequeño pueblo en el que podremos abastecernos e informarnos.”. Mientras andaban,
Sara se percató de que la ropa de David había cambiado con respecto a la que llevaba en
el Intramundo, ahora vestía unas botas negras con unos adornos de cintas de cuero, unos
pantalones de un material indefinido que parecían rotos al final de las perneras, una
camiseta negra y una capa con mangas que poco después de la rodilla se arqueaba hasta
quedar casi horizontal y cuyo final era muy parecido al de los pantalones, también
llevaba dos anillos. Su ropa también había cambiado un poco, llevaba pantalones
marrones metidos por dentro de unas botas negras, una camiseta de su talla exacta de
color blanco y una capa de viaje también blanca.
Mientras pensaba en la ropa, le pareció ver algo en la espalda de su amigo, tras unos
minutos de fijarse, se dio cuenta de que llevaba una espada negra, pero lo que era más
raro era que parecía como si la propia espada ardiese. “Al fin te has dado cuenta de que
llevo una espada, la verdad, pensaba que Divela la encontraría antes.” “Pero David, ¿no
es peligroso que te vean con semejante espadón a la espalda, y más cuando es negra y…
llameante?” “Primero, en este mundo yo solía llamarme Sércicus, Sércicus Al Surander,
así que, por favor, llámame así. Segundo, en este mundo ir armado es, o era, de lo más
normal. Tercero, ¿acaso no acabas de verla, después de llevar una hora caminando
detrás de mí?” “¿Eso significa que está protegida con algún hechizo de ocultación?”
“No, esta espada está hecha enteramente de fuego oscuro solidificado, de ahí que sea
negra, tenga este brillo tan raro y que arda como el fuego normal. Una de sus
propiedades al estar hecha con fuego negro es que pasa desapercibida. Al igual que una
hoguera es algo que destaca, una llama oscura se oculta, pasa desapercibida a la mente.”
Una vez en el pueblo, de nombre Irmel, Sara pudo dejar descansar a sus pobres piernas
que no estaban acostumbradas a semejantes caminatas, y se cansaba todavía más al
pensar que después de comer algo y abastecerse de lo necesario (lo que significaría más
peso), le esperaban otras ocho horas de paseo. Sércicus y Divela fueron por las tiendas
de comida y mercancías del pueblo, compraron comida suficiente para una semana de
viaje y algunos objetos que creían necesarios, como tres telpats (rocas con runas de
contacto mental inscritas) para poder comunicarse si se separaban, algunos utensilios
para cocinar la comida, algunas pociones energéticas y otras de curación, polvo de
sueño instantáneo (pues sabía que las primeras noches Sara no podría conciliar el sueño
en aquel nuevo mundo para ella), un poco de jabón, algo de ropa de recambio y algunos
papiros y tinta.
La comida del Submundo a Sara le pareció igual a la del Intramundo, de hecho la carne
provenía de los mismos animales y las verduras eran las mismas, pero tenían un toque
especial, su sabor era más fuerte, más natural. No solo era eso, ya había comido carne
recién cazada, sin los productos químicos que se le pone para conservarla, sabía
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diferente, como si tuviera algún ingrediente especial. Tal vez fuera la magia que existía
en el ambiente de ese mundo, la luz más tenue, la atmósfera sin contaminación, eran
muchos los factores que podían ser la causa del cambio de sabor en la comida. No
obstante, le gustó el sabor más fuerte, en parte porque desde que viajaron al Submundo
todo le había parecido imaginario, como un sueño, y el sabor de esa comida le parecía
más real que ningún otro y eso la llevaba de vuelta a la realidad.
Comieron en una posada vacía y alejada, pero con buen servicio. Todos comieron filete
de ternera con tomate y una ensalada para todos. La verdad era que con lo buena que
estaba la comida el posadero no les pidió más de 12 ruens con 40 sens, Sércicus le dejó
20 sens de propina y se fueron. “Por cierto, ¿de donde has sacado el dinero con el que
comprasteis todo esto y pagaste la comida?” “Bueno, yo soy uno de los fundadores de la
hermandad del Triple Tormento y como tal me corresponde un salario sacado de la
cuenta bancaria de la hermandad, y como he estado unos cuantos años fuera, ahora al
volver parece que tengo bastante acumulado.” En el submundo se vivía en una especie
de edad media, sin electricidad, con un rey con poder, un ejército que funcionaba como
fuerzas del orden público… Por lo tanto también había gremios de trabajadores y
hermandades de gente que tenía algo en común. Por entrar y permanecer en una
hermandad había que pagar a no ser que fueras un fundador. Al pertenecer a una
hermandad te asegurabas de tener siempre amigos, protección e incluso se podía pedir
dinero de la hermandad a los fundadores cuando hiciera falta urgente, con la promesa de
devolverlo y pagar las cuotas atrasadas, sin ningún interés, pues no se trataba de una
sociedad con ánimo de lucro, sino de un grupo de gente que se ayudaba entre ella.
Los Triple Tormento era una de las hermandades más poderosas y reconocidas, nadie se
metía con un miembro suyo a sabiendas, aunque habían bajado un poco de categoría
desde que algunos de sus fundadores desaparecieron. Al usar su dinero acumulado
probablemente en unos días los encargados de finanzas de la hermandad se enterarían
de que había regresado uno de sus líderes perdidos e irían a su encuentro, y a Sércicus
no le apetecía nada dar explicaciones a sus Hermanos y cofundadores, y mucho menos
al Consejo Negro.
Ya era noche cerrada y Sara y compañía ya habían montado un campamento y estaban
cenando. La comida de la posada y la que prepararon en medio del bosque no tenían ni
punto de comparación, pero Sara sabía que debía comer o sino sería una carga para sus
amigos. Al acabar su plato de estofado de carne, Sara volvió a fijarse en la espada negra
que descansaba apoyada en un tronco a escasos metros de Sércicus y de ella, la
curiosidad le pudo y fue alargando el brazo para cogerla, pero cuando le faltaban un par
de centímetros para alcanzarla, su amigo le agarró la muñeca con brusquedad y la apartó
del arma. “Oye, si no quieres que la gente toque tus cosas no hace falta ser tan bruto,
solo tenías que decirlo” “No se trata de eso, es que esta espada no está hecha para que
cualquiera la empuñe, de haberla tocado, tu mano se habría quemado y quedado
completamente inmóvil para el resto de tu vida” El miedo de Sara empezó a hacerse
evidente, y Divela también preguntó por curiosidad “Y… ¿y eso por qué?” “Os lo he
dicho antes, está hecha con fuego negro sólido, si alguien toca el fuego se quema a no
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ser que sepa controlarlo, pues esto es lo mismo, si no sabes dominar el fuego negro un
toque de Kurontsu quemaría e inutilizaría la parte del cuerpo que la tocase.” “Pero no
comprendo algo Dav… estoo Sércicus. ¿Si solo existen 8 elementos y el fuego negro no
es uno de ellos, como es posible que lo domines?” “El fuego negro no es un elemento,
es la combinación de 3 elementos, fuego, hielo y oscuridad, todos se unen para formar
el fuego negro. Existen muchas personas capaces de realizar más de un conjuro a la vez
a las que se les ocurrió gastar bromas haciendo juegos con el fuego y la oscuridad
haciendo creer a la gente por un rato que dominaban el fuego negro, pero no poseía más
que una de sus cualidades, la de quemar. Dicho fuego quema, congela, absorbe y
desintegra a la vez o emplea únicamente las cualidades que su invocador quiera utilizar.
Si tocases a Kurontsu, te quemaría la piel y congelaría los nervios, si eres demasiado
débil incluso podría desintegrar aquella parte que la tocó.” Esa información unida al
cansancio por el viaje dejó a Sara tan exhausta que no hizo falta el polvo de sueño
instantáneo para que se durmiese.
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Capítulo II
Aprendiendo
Magia
Al día siguiente Sércicus levantó temprano a Sara para comenzar su entrenamiento en
las artes mágicas. Primero le explicó los dos tipos de poderes mágicos que existen “Por
un lado tenemos los poderes Acon y por otro los poderes Elementales. Los primeros no
precisan de círculo de invocación y son por ejemplo la telepatía, levitación, escudos,
alquimia o entendimiento animal entre otros. Nos centraremos por el momento en estos
primeros para desbloquear y potenciar tus poderes mágicos” Comenzaron por el más
sencillo de todos los conjuros Acon, la telepatía. Sara pensaba que los consejos e
instrucciones que le daba eran muy parecidos a los que se encontraban por internet para
desarrollar dicho poder, pero le hacía caso y lo intentaba con todas sus fuerzas. Para
obtener mejor rendimiento, pues no es que tuvieran tiempo ilimitado, le vendó los ojos
para que se concentrase más y no se distrajese con nada. Él pensaba en un objeto y ella
tenía que adivinar que era. “Al principio no escucharás ninguna voz ni palabra en tu
mente, ni verás imágenes, únicamente percibirás ideas”. Tal y como pensaba Sércicus,
Sara era buena alumna y aprendía rápido (tal vez debido al elemento al que estaba
ligada). En apenas una hora logró adivinar que Sércicus pensaba en una manzana y
durante la hora que les restaba antes de reanudar su viaje hicieron pruebas cada vez más
complicadas, como pensando en cubiertos, posadas, molinos y demás objetos más
complejos.
Tras un par de horas de viaje se encontraron con otro pueblo, este mucho más grande
que el anterior, se llamaba Eirin y era uno de los pueblos mercaderes más importantes
de todo el reino de Fharts y entonces Sércicus les dijo a sus amigas, que ya estaban más
que cansadas de caminar, “Alegraos, una vez pasemos por ese pueblo no tendréis que
volver a caminar para proseguir nuestro viaje. Compraremos unos caballos”. Una vez en
el banco para sacar crédito suficiente como para comprar un par de caballos de buena
raza y bien entrenados, Sércicus no estaba del todo seguro de si los encargados de
finanzas de los Triple Tormento ya habrían revisado las cuentas y notado que había
regresado, de modo que como uno de los fundadores de la hermandad y por tanto uno
de los dueños de la cuenta bancaria pidió a los banqueros los registros de las últimas
transacciones y gestiones de la cuenta de la hermandad. En el Submundo, sin necesidad
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de medios de comunicación modernos cada día a la noche se actualizaban todos los
registros de todas las entidades bancarias para que el cliente no tuviera que esperar a la
traída de información de la sucursal que quisiera. Dicha actualización se realizaba
mientras todavía estaban cerradas y se llevaba a cabo con halcones y águilas como
medio de mensajería. Todas las sucursales enviaban sus aves con los registros diarios a
la sede central del banco donde se recopilaba toda la información y se reenviaba
totalmente completa de vuelta a todos los bancos. Cada reino tenía su propio banco y si
tenías el dinero almacenado en el banco de un reino y querías sacarlo en otro te
cobraban una comisión por enviar el papeleo pertinente al banco de otro reino para que
enviasen el dinero retirado. Las cuentas bancarias no eran como las del Intramundo,
sino que se pagaba una cuota mensual por tenerlas abiertas y no generaba beneficios.
Al volver el banquero con los documentos necesarios para revisar los últimos
movimientos en la cuenta H457TT (nombre con el que estaba registrada.La H hacía
referencia a que se trataba de una cuenta de hermandad, el número 457 a que era la
cuadrigentésima quincuagésimo séptima cuenta de hermandad abierta en ese banco, y
las letras TT eran las iniciales del nombre de la hermandad. Por lo que, salvo por el
número, era una cuenta fácil de recordar para los miembros) Por lo visto todavía no se
había efectuado ninguna gestión desde su retirada de fondos en Irmel el día anterior.
Eso significaba que ese mismo día se enterarían de sus transacciones sin falta, por lo
que retiró unos cuantos augons de más para no tener que volver por los bancos en una
temporada. El sistema monetario trataba de 3 monedas diferentes, los augons, ruens y
sens. 100 sens hacían un ruen, y 250 ruens hacían un augon. Una barra de pan solía
costar cerca de 12 sens, una buena comida de lujo unos 50 ruens y un buen caballo unos
82 augons, 84 augons con 20 ruens con un carruaje. Sércicus pagó 174 augons por 3
caballos pura raza, es decir, 58 augons por cada uno, una ganga, pues esos caballos de
no ser por la crisis, la época de rebajas en el mercado equino y un pequeño regateo, le
habrían salido por 79 augons cada uno. Eran uno negro, uno blanco y uno marrón.
Por el camino preguntaron a Divela sobre ella, que tipo de maga era; qué se le daba
bien; qué profesión quería ejercer… Así descubrieron que era una maga de tierra y que
quería ser boticaria. Le encantaban las plantas y sus propiedades, pero todavía no había
tenido acceso a demasiado conocimiento sobre ellas debido a la condición económica de
su familia, por eso quiere detener a los bandidos, para que no les roben más y poder
permitirse algún lujo. Su padre era agricultor, y su madre trabajaba de ayudante de un
herborista. Debido a las profesiones de sus padres aprendió bastante sobre las
propiedades de las plantas y como cuidarlas. Pero una ayudante de herborista apenas
conocía los efectos de las plantas comparado con su jefe. Los herboristas eran los que
más sabían sobre plantas y donde recolectarlas, se encargaban de proveer a los
boticarios de productos para sus remedios y demás potingues.
A medio camino de la ciudad más cercana, para la que faltaban 3 días de viaje a caballo,
los asaltó un grupo de bandidos escondidos en las lides del bosque próximo al camino.
Como suelen hacer los bandidos les pidieron todo lo que tuvieran de valor, y si les
satisfacía el botín les dejarían quedarse con parte de la comida y el agua. Sara estaba
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muerta de miedo, en la vida la habían asaltado unos bandidos y no pensaba con claridad.
Divela sabía que a pesar de poseer magia apenas sabía un par de conjuros y no podría
con todos, por lo que estaba esperando a ver como reaccionaba Sércicus. Por su parte,
Sércicus se limitó a preparar en su mente un conjuro repulsor para cuando estuvieran
demasiado cerca y se dispusieran a atacar, pues sería el momento en el que fueran más
vulnerables y no quería desperdiciar conjuros contra unos simples bandidos. Mas no
hizo falta el uso de la magia, un joven a galope sobre un caballo marrón y blanco saltó
sobre los asaltantes derribando a dos de ellos, luego propinó patadas y puñetazos tan
poderosos que envió a 5 metros a los que quedaban en pie. A ninguno le quedaron ganas
de levantarse de nuevo. “No deberíais caminar solos por estos caminos, hay muchos
bandidos y no siempre habrá alguien para ayudaros. Mi nombre es Moastry (leído
moustri). Y si no fuera impertinencia ni molestia me gustaría saber el nombre de la
gente a quien acabo de socorrer.” Sara y Divela no salían de su asombro. Sara no podía
creer la fuerza que tenía, y Divela no podía creer que los salvara él y no Sércicus. “Mi
nombre es Divela, y esta es Sara. Oye Serc, eres un maleducado, preséntate” Sércicus
estaba preocupado pensando en varias cosas a la vez, pero sacó tiempo para presentarse
a su inesperada compañía. “Buenas, yo soy Sércicus. ¿Tú no serás del reino de Spaer?
Desde luego de por aquí no eres.” “Vaya, ¿Se me nota mucho?” “Bueno, el hecho de
tener ese pelo azul no es una prueba por sí mismo, pero si vas repartiendo leches a la
gente de esa forma…” “Comprendo, veo que no he salvado a alguien tan tonto como
parecía. Lo digo porque andabais solo 3 cuando lo normal es juntarse varios grupos en
caravanas de más de 10, para evitar estos problemas” “Te doy las gracias por haber
acudido en ayuda de gente a la que no conoces de nada, pero en verdad no
necesitábamos de ayuda, yo soy un mago y ellas mis aprendices.” Cierto, Divela no se
había dado cuenta, pero para ser más poderosa no solo necesitaba el poder que yacía
encerrado en el Inframundo, sino controlar sus propios poderes mágicos, y eso solo lo
conseguiría con alguien que le enseñase. “Vaya, entonces es verdad que no estabais en
apuros. ¿Acaso os dirigís hacia Eirindrel?” “Pues da la casualidad de que sí, quieres
acompañarnos, así dormiremos más con más gente haciendo turnos.” “Pues vale,
supongo que cuantos más mejor”
Los habitantes de Spaer nacían dotados de una fuerza sobrehumana a la hora de golpear
con sus brazos y piernas. Al principio se les podía distinguir por el color azul de su pelo,
pero con el paso de los años y las alianzas y pactos entre reinos, las sangres se fueron
mezclando y ya no era un método seguro para determinar si alguien se trataba de un
spaenense o no. De todos modos lo que más le preocupaba a Sércicus no era la
procedencia ni las intenciones de su nuevo compañero de viaje, sino el hecho de que era
imposible que en dos años los bandidos hubieran invadido por las buenas un camino
principal como era el que recorrían en aquellos momentos y que comunicaba por vía
directa dos de las ciudades más importantes de reino de Fharts: Eirindrel, situada en un
punto por el que había que pasar para ir y volver del mar con mercancías; y Portda, la
ciudad portuaria más importante del reino por sus pesqueros y su sal marina. Eso
implicaba que algo no iba bien en el reino, e incluso en el peor de los casos se tardaría
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mucho más en que los bandidos ocuparan los caminos principales, por lo menos 10
años. Algo raro pasaba y Sércicus no lograba verlo.
La verdad era que Moastry era bastante vivaracho y alegre, con lo que nunca se
aburrían. Cuando llegó la hora de acampar Sércicus pidió a Divela que tratase de
encender un fuego con la magia. A pesar de no ser su elemento asociado, cualquier
mago puede controlar hasta cierto punto los otros elementos. A Moastry se le encargó
de dar agua a los caballos en algún riachuelo y luego atarlos y ponerles comida.
Mientras tanto, Sércicus y Sara fueron a recoger leña para mantener el fuego avivado
una vez lo hubiera encendido Divela. Durante la recolección Sara se fijó en que el pelo
de Sércicus parecía mucho más claro que cuando entraron en el Submundo, como si en
vez de negro se tratase de un gris oscuro. Pensó que podría ser porque llevaban un par
de días sin darse una ducha en condiciones y no había ríos ni lagunas hasta que llegaran
a Eirindrel, donde podrían dormir en una cama de verdad y darse una buena ducha en
una posada.Cuando volvieron Sara aún no había encendido el fuego, por lo visto no
conocía el círculo de conjuros para encender una hoguera y solo llevaba encima
preparados círculos del elemento tierra. Sércicus le explicó como era el círculo, pero
debía dibujarlo ella, cuantas más veces lo hiciera y aún más si no lo había visto hecho
ninguna vez antes lo aprendería, era lo que llamó Memoria Muscular. Una vez has
hecho un dibujo muchas veces al final basta con pensar en dibujarlo para que la mano se
te mueva sola y cree dicho dibujo.
Sércicus explicó a Moastry la causa de que Sara no haría guardias. Al provenir de un
mundo en el que no hacían falta aún no estaba acostumbrada a todo aquello y necesitaba
descansar para recuperar energías, pues su cuerpo apenas soportaba el agotador viaje.
Sércicus hizo la primera guardia, de hecho dijo que él siempre haría la primera guardia,
la peor, pues al alba vuelve a tocarte vigilar, pero no explicó el porqué. Sara ya sabía sus
razones para escoger esa guardia, y al amanecer comprobó que no habían cambiado,
pues la despertó para su sesión de entrenamiento. Como ya tenía bastante desarrollada la
telepatía pasaron a algo más físico, la telekinesis o habilidad para mover objetos con la
mente. “Bien, esto es muy parecido a la telepatía, pero en vez de concentrarte en
mandarme un mensaje a la mente concéntrate en enviar una orden a esa piedra de ahí.
Algo simple, que se eleve y se quede flotando en el aire. Para que te resulte más fácil
imagina la piedra flotando en el aire como tú quieres y mueve el brazo como si fuera
más largo y estuvieras agarrando la piedra.” A pesar de seguir los consejos, Sara solo
logró provocar un leve tembleque a la piedra que ni por asomo se quería mover de su
sitio. En 2 horas lo máximo que logró fue que la susodicha piedra diera un saltito casi
imperceptible y luego llegó la hora de desmontar el campamento y reanudar el camino.
Mientras recorrían el sendero que los llevaría a Eirindrel en dos días más, Sércicus les
dio deberes a sus aprendices. A Sara le dijo que tratara de levantar la misma piedra de la
palma de su mano durante el camino, y a Divela que repasara el círculo hasta que
pudiera hacerlo en un santiamén y sin pensar en cómo era, para ello le dio unos papeles,
una pluma y un bote de tinta de los que comprara en Irmel. Mientras las chicas estaban
concentradas en sus tareas, Sércicus y Moastry hablaban e intercambiaban información.
~ 12 ~
“Hala, por lo que cuentas, el Intramundo debe ser un lugar asombroso: transportes
automáticos, redes de comunicación a distancia, luz en todos lados que no proviene del
fuego, pájaros de metal con personas dentro, aparatos que generan frío sin mediar la
magia…” “Si, bueno, en realidad lo que hacen estos últimos aparatos no es generar frío,
sino quitar calor. En el Intramundo se rigen por la Física, no por la Magia. Y la Física
dice y demuestra que generar frío es imposible” Moastry se le quedó mirando sin
comprender. “En fin, déjalo en que quitan el calor de un lugar y lo dejan frío. Y por aquí
que noticias hay, aparte de que se hayan vetado los viajes entre mundos.” “Pero si
cuando yo nací ya estaban vetados. Pues sí que has pasado tiempo fuera. Pero, espera un
momento. ¿No decías que solo habías permanecido en el Intramundo 2 años?” “Sí, por
lo que la única explicación que encuentro es que tengas 2 años y hayas crecido como las
semillas de floración rápidas” “No, la ley de veto entre mundos lleva vigente 27 años.
¿En qué año te fuiste?” “En el 12.564.” Los años no van por la misma medida en el
Intramundo que en el resto de mundos. Esto es debido a que en el Intramundo se ha
empezado a contar los años en positivo desde el nacimiento de Cristo, mientras que en
el resto de mundos no hubo tal acontecimiento y se empezó a contar desde que a un tipo
le dio por empezar a contabilizar los años. “¿Ves? Ahora estamos en el 12.594, han
pasado 30 años desde que te fuiste, no dos.” La noticia dejó a Sércicus pensativo.
¿Cómo podía haberse retrasado 28 años entre la salida del Submundo y la entrada en el
Intramundo? Era algo que tenía que investigar, y le iba a llevar tiempo. Se instalarían en
su casa de Eirindrel y reabrirían su negocio para no levantar sospechas. Se quedarían
allí hasta que hubiera llegado al fondo del asunto. Divela no se podía quejar, ya había
hecho mucho por ella, y no la iba a llevar al Inframundo hasta que hubiese alcanzado su
máximo potencial, cosa que podría hacer en el patio de entrenamientos mágicos de su
casa.
Para cuando llegaron a Eirindrel Sara ya podía mantener flotando una piedra del tamaño
de un puño y Divela sabía dibujar el círculo de conjuros más básico de fuego, el de
tierra y el de agua. Pero Sara comenzaba a impacientarse, ya que después de tantos días
de camino sin más descanso que para comer y dormir; sin ríos ni lagos donde darse un
baño quería lavarse y acomodarse lo antes posible. “Oye Sércicus. ¿Por qué no paramos
en esta posada? Parece buena y ya nos hemos saltado otras tres que parecían estar bien.”
“No vamos a ninguna posada.” “¿Qué? ¿Quieres decir que repostaremos y
continuaremos el viaje?” Sara ya empezaba a creer que no iba a dejarle tiempo ni para
lavarse el pelo. “No es eso. En esta ciudad poseo una casa. Tiene aseos donde lavarte,
camas mullidas para descansar y un patio para entrenamientos de magia, lo que nos
viene de perlas.” Aunque Sara pareció aliviada, Divela y Moastry se extrañaron de que
la casa tuviera un patio para entrenar, por lo que ambos sospechaban lo mismo, pero sin
necesidad de mediar palabra ni telepatía, pura coincidencia.
Al llegar al lugar donde los dirigía Sércicus sus sospechas se vieron confirmadas, y Sara
se sorprendió también. Su casa era más bien una villa de las de la antigua Roma, con
tres pisos de alto, unos 90 metros de largo y cerca de 50 de ancho. Solo la casa ocupaba
lo mismo que un campo de fútbol. Estaba rodeada por un jardín enmarcado por una
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vaya de piedra y rejas de metal, con un patio trasero reformado como pista de
entrenamiento y aún con el espacio de entrenamiento también quedó sitio para ponerle
una piscina. Era más que una casa, una mansión de las que tenían los nobles y
adinerados en el pasado. “¿Pero de dónde has sacado semejante caserón?” Divela no
pudo aguantarse, al fin y al cabo creía que viajaba con un mago que no poseía nada y
por eso se fue a otro mundo. “Bueno, mi familia es rica, pero siempre quiso que nos
granjeásemos nuestras vidas, por lo que nos dieron a cada uno una casa y unos ahorros
para montar un negocio, invertir…” “¿Entonces tienes un hermano?” “Sí, ¿Por?” “Poco
después de conocernos te pregunté si tenías hermanos y me dijiste que no” “Bueno,
supón que quisieras conocerlo o visitar su tumba en caso de decirte que estaba muerto,
me vería en un apuro pues no tenía planeado que conocieras todo esto.” “Sí, claro,
tienes razón. Y ¿Qué hiciste con ese dinero para invertir?” “Monté un negocio, de lo
que mejor se me da y lo que más me gusta aparte de la magia. Una herrería. Conseguí
que mi herrería fuera de las más famosas de este reino y otros más.” A Sara le pareció
ver como el rostro, normalmente inexpresivo, de su amigo se iluminaba un poco, de
forma casi imperceptible, y su voz mostraba pasión por lo que decía, y no su habitual
tono neutro. Se dio cuenta de lo poco que lo conocía, pero le hizo feliz ver como sí
existía una chispa de vida en él.
Al acabar de darse una buena ducha, Sara fue a la habitación que le había asignado
Sércicus. Abrió el armario para colgar sus escasas prendas de vestir y se encontró con
una buena gama de vestidos, camisones y ropa informal y deportiva para mujeres, por lo
que se imaginó que en otra época en esa casa vivieron mujeres, tal vez novias de
Sércicus, o incluso su esposa. La verdad era que pudieron haber sido muchos los
motivos de que tuviera ropa de mujer en su casa, pero el descubrir que realmente
conocía tan poco a su mejor amigo le hacía desconfiar de todo. Antes de nada preguntó
a Sércicus si esa ropa era para ella. Lo pilló yendo hacia el baño para ducharse él
también, ni siquiera se frenó “Claro, ¿Por qué sino crees que te puse en esa
habitación?”. Se puso un camisón blanco de su talla (bueno, un pelín más grande) y bajó
a la cocina para ir preparando la cena. Puede que en un principio pareciera que solo Sara
y Divela cocinasen, pero es que Sércicus y Moastry estaban lavándose en los dos baños
de la casa (los más limpios y únicos operativos) que antes ocuparan ellas. Por otra
banda, Sércicus pagaba todo y la casa era suya y ellas eran sus invitadas, por lo que
parecía justo que él se librase de ciertas tareas, pero a Moastry lo pondrían a trabajar
según acabase en el baño.
Sércicus bajó de la segunda planta con un pijama de dos piezas y una bata de verano.
Pero algo dejó a todos impactados. Su pelo se había vuelto blanco como la nieve recién
caída. Resultó que su pelo siempre había sido blanco, de nacimiento, pero en el
Intramundo es muy extraño ver a alguien con el pelo blanco, por lo que para pasar
desapercibido se lo teñía de negro, el color de pelo más común en dicho mundo. A cada
acto de Sércicus, Sara notaba que lo conocía menos, pero se despejó las dudas de la
cabeza basándose en que si no fuera su amigo de verdad no estaría enseñándole a hacer
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magia, cobijándola en su casa ni pagándole la comida y dejándole ropa. Eran signos de
que existía una verdadera amistad entre ellos.
Sércicus siguió levantando a Sara temprano por las mañanas para enseñarle magia, pero
esa vez también llamó a Divela. Como ya no había que hacer guardias no había
problemas de sueño por levantarla antes de tiempo. Comenzó explicándole a Sara que
debía seguir entrenando la telekinesis hasta poder levantar una roca de su tamaño.
Mientras Sara realizaba el entrenamiento, Sércicus se centró en enseñarle a Divela la
magia desde la base, los conjuros Acon, empezando por la telepatía.
Por la tarde Sércicus llevó a todos a la herrería, Moastry; a pesar de ser un viajero se
quedó con ellos porque por primera vez sentía que encajaba en un grupo. Pasaron toda
la tarde limpiando y ordenando el local para su reapertura y estudiando los tipos de
aceros, armas y armaduras y sus cualidades para explicárselas a los clientes. También
tenía un catálogo en el que dibujaba todo lo nuevo que fabricaba y detallaba los
materiales empleados y sus cualidades para tener una guía que mirar o enseñar a los
clientes. Al final del día Sara, Divela y Moastry ya sabían diferenciar una espada ropera
de un florete y se decidió que ellas siguieran entrenando por la mañana en la casa
mientras que Moastry y Sércicus trabajarían en la herrería, Moastry como dependiente y
Sércicus en la forja de atrás. Mientras que por la tarde no se encendería la forja y
mientras Sércicus realizaba su investigación y Moastry hacía lo que quisiera, ambas
trabajarían en el mostrador de la tienda atendiendo a los clientes. Por supuesto aquello
era una herrería, no solo vendían armas y armaduras, sino también herraduras, barras de
metal, herramientas de trabajo como azadas, rastrillos o palas…
A la mañana siguiente Sércicus les dijo a Sara y a Divela que seguirían practicando con
la telekinesis hasta que fueran capaces de lanzarse y detener objetos de un peso
considerable. En la forja Sércicus se encontraba como pez en el agua. Desde pequeño le
apasionaban la forja y los metales, por lo que siempre tuvo un grado de conocimiento de
metales y armas muy superior a muchas personas, incluso algunas de esas personas eran
expertos en armas. Él quería aprender a forjar, pero en su familia no había nadie con
dicha profesión que le enseñase, y por supuesto que no iban a permitir que probase a
hacerlo el solo al igual que no le dejaban aprender magia por sí mismo. Pero un día
caminando por la calle cuando tenía 13 años, se encontró con un hombre que llevaba la
mejor espada que había visto en la vida, y como es normal, le habló al propietario sobre
la maravilla que llevaba a la espalda. Ese hombre resultó ser el mejor herrero de todos
los reinos, el alumno del aprendiz del maestro de la forja, ZaitRoh El Acero, es decir el
segundo en heredar los conocimientos del mejor forjador de la historia. Al ver como un
zagal de aquella edad se interesaba hasta tal punto por los metales decidió que lo
convertiría en su pupilo y le enseñaría el arte de la forja al estilo ZaitRoh.
Por supuesto que eso no impidió que siguiera estudiando magia, o de lo contrario no
habría llegado a ser lo que era entonces. Pronto su paz se vio perturbada pues Moastry
le dijo que había una persona que quería verle. “Tiene un arma muy parecida a alguna
de las que tienes en el catálogo, una túnica de viaje de color azul grisáceo y tiene el pelo
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de color rojo como la sangre” Al oír esto último Sércicus dejó el proceso de fabricación
de una herradura y salió rápido a la tienda. “Hombre, hermano, creí que ya no volvería a
verte nunca” “Nunca te librarás de mi para siempre y lo sabes Tácicus.” Luego de unos
segundos de silencio y aunque parezca increíble en el caso de Sércicus, ambos se
echaron a reír y se abrazaron. Moastry entró en la tienda y vio la escena. De hecho
ahora que lo veía sin la cara tapada, aquel hombre era idéntico a Sércicus salvo por el
pelo. Sércicus le explicó que se llamaba Tácicus y era su hermano gemelo, pero, por
causas que sin mucho conocimiento atribuyeron al poder que albergaba Sércicus, tenían
el pelo de diferente color. Ni siquiera en el Submundo es algo habitual tener el pelo
blanco.
A la hora de la comida, Tácicus se fue con ellos a la casa de Sércicus. Como era de
esperar, causó expectación y confusión la presencia del pelirrojo. “Serc, ¿Quién es él?
Creí que se trataba de pasar desapercibidos por completo.” “Es mi hermano gemelo
Tácicus Al Surander.” Más que obvio que esto dejó de piedra a las dos chicas, sobre
todo a Sara, quien según recuperaba la confianza descubría que no conocía de nada a su
amigo. “¿Cómo es que estuviste tanto tiempo fuera sin avisar ni nada? 30 años sin
verte” “Bueno, es que por unos motivos u otros para mí solo han pasado 2 años.” En ese
momento Sara dejó el tenedor en la mesa y se metió en la conversación ya que las
cuentas no le cuadraban. “Un momento. Si para ti han pasado 2 años y para él 30,
¿Cómo es posible que tengáis el mismo aspecto?” “Los hermanos se miraron y se
echaron a reír. “¿Y porque iba a parecer más viejo que yo? Somos magos, bastante
poderosos ambos, así que apenas envejecemos. Yo tengo 119 años, lo que significa que
él aun siendo mi gemelo tiene 147 años. Pero no te confundas, sigo siendo más
poderoso que tú y esos años no te dan más sabiduría que la que ya tenías.” 119 años, a
Sara le pareció inverosímil, si aparentaba 20, como ella, y sin embargo tenía casi 6
veces más edad que ella. “Bueno, veo que has aprendido a no romper las espadas, si no
recuerdo mal, y es imposible que me haya olvidado en 2 años, esa es la misma espada
que te forjé yo. Una espada del tipo viento. La verdad es que no estaba del todo seguro
de si una espada, aun siendo mágica del elemento viento, sería capaz de resistir tu
habilidad para romper armas.” “Ya ves, los años me han vuelto más responsable.
Aunque la verdad es que en unas cuantas ocasiones me parecía que se iba a romper. Ni
después de 30 años he logrado una consonancia total con ella.” “El viento es un
elemento cambiante, caprichoso e impredecible, si tu personalidad no es así por
naturaleza, entonces necesitarás gran estabilidad y concentración para dominarla y
prever sus movimientos” Sara estaba confundida, y Divela también un poco. Moastry ya
había ojeado la parte del manual en la que venían ese tipo de espadas y no sentía ya
ninguna curiosidad. “¿Pero es que la espada piensa? Yo la veo quieta, sin moverse. Se
pueden predecir sus movimientos.” “No, una espada como esta no está del todo muerta.
Posee magia, o por lo menos la capacidad de mantener magia de un elemento
exclusivamente, en este caso el viento. Con ella se hace más sencillo un combate, pues
no se necesita un círculo de conjuros para invocar los hechizos básicos. Pero si no eres
capaz de controlarla, esos hechizos pueden volverse en tu contra, o incluso la propia
espada negarse a acertar con tus movimientos.”
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Al ponerse al día, Sércicus se enteró de que su hermano se había dedicado
profesionalmente al mercado, era mercader y le había ido muy bien hasta que el nuevo
rey llegó al poder hacía 27 años y las relaciones comerciales con el resto de reinos se
vieron diezmadas por no querer contacto con un reino con un rey tan malvado. Por eso
se unió a la resistencia y con su gran red de contactos comerciales ayudó de forma muy
significativa a preparar una revolución, pero esas cosas llevaban tiempo. Por lo pronto
el ejército del reino seguía superando en número y en fuerzas a la resistencia, incluso en
número de magos. “Bueno, ya sabes. Hasta que no se planee ningún golpe a gran escala
ni se lleve a cabo la revolución solo asaltamos a los recaudadores de impuestos para
dejarles solo la recaudación que había antes del nuevo reinado y devolver el resto a los
ciudadanos. ¿Y tú? ¿Quieres unirte a la resistencia? Nos vendría muy bien un mago del
fuego negro que además es herrero.” “No, gracias. Pero ahora mismo tengo otros
compromisos y mis propios objetivos.” “Quieres averiguar la causa de la transición
temporal ¿No?” “Me lees la mente hermano.” “Será porque somos gemelos.” En efecto,
Sércicus aún estaba revisando la inmensa biblioteca de su casa en busca de alguna pista
sobre la desincronización temporal. No había encontrado más que especulaciones sobre
círculos de conjuros con una dinámica diferente que, en teoría, permitirían el control de
un tercer tipo de magia, la temporal. Sércicus los había revisado todos y no mostraban
signos de parecerse a un círculo de paso entre mundos ni de funcionar para lograr el
propósito con el que fueron creados, de hecho daban toda la impresión de colapsar en
cuanto se activasen. Al día siguiente iría a la biblioteca de Eirindrel a buscar toda la
información sobre el tiempo y los círculos de paso a otros mundos.
Esa misma noche Divela oyó ruidos en la cocina, y como no le dejaban dormir fue a
mirar quien era. Al asomarse por la puerta pudo ver a un ser grotesco, de color rojo, con
seis extremidades y con cuernos. “De… de…. de… DEMONIOO”. Gritó a pleno
pulmón, lo que causó no solo la interrupción del sueño del resto de habitantes de la
casa, sino también que la atención del demonio, la cual se hallaba sobre los muebles de
la cocina, se depositase en ella. Cuando se abalanzó, Divela empleó la telekinesia para
tirarle un mueble roto encima y desviarlo. El golpe apenas hizo daño al demonio, pero
dio tiempo a Sércicus, Moastry, Sara y Tácicus a llegar a la cocina. Al ver a la criatura,
Sércicus reaccionó rápidamente con un conjuro para encerrarlo en una prisión esférica.
El conjuro era una variación del conjuro de escudo, más grande, resistente y con forma
esférica.
Mientras el demonio golpeaba las paredes de su prisión casi invisible, los soñolientos
habitantes de la casa hablaban. “¿Pero como ha llegado hasta aquí un demonio? ¿Es que
ya te has olvidado de que cuando nos enseñaron los conjuros protectores nos dijeron
que debían ponerse rodeando la casa para prevenir a los demonios?” “Sí que los tiene,
pero con el paso de los años deben de haberse deteriorado. Como para mí solo han
pasado 2 años me olvidé de renovarlos. De todos modos, es raro que un demonio salga
del Inframundo, en especial uno tan débil.” “No le des demasiadas vueltas hermano, a
veces consiguen pasar las barreras y ya está. El caso es que deberíamos llamar a un
clérigo ya que son los únicos que se saben los exorcismos.” En ese instante Sércicus se
~ 17 ~
dio la vuelta y se dirigió hasta donde estaba el demonio, y con voz alta, clara y firme
recitó: “Deo redtirdfresdctiseacquumtoxareszoulzertermkoufirtesdemonexpulmuste”
Que se podría traducir por: En nombre de los Dioses te ordeno que abandones este
mundo y vuelvas a pudrirte en tu miseria y la de tus congéneres. Yo te exorcizo. En el
instante en el que acabó de decir la última palabra una cadena candente apareció
rodeando con un grillete el cuello del demonio, se abrió un agujero debajo de él y la
cadena se tensó. Tiraba hacia el agujero mientras el demonio se resistía y chillaba. Al
final acabó por ser devorado por el misterioso portal. “¿Te sabes los exorcismos?” “No
todos, y de todas formas ese era uno de los más simples, me figuré que sería suficiente
para un demonio de esa categoría.” “Pero… ¿Qué acaba de pasar?” “Sara, las preguntas
sobre esto mejor mañana. Ahora es tarde y todos tenemos sueño.” A Sara no le quedó
más remedio que irse a la cama y aguantarse. Le ayudó a conciliar el sueño el hecho de
que se tenía que levantar temprano para seguir practicando magia.
A la mañana siguiente Sércicus se dirigió a la biblioteca de Eirindrel junto con su
hermano para revisar los pergaminos que pudieran estar relacionados con su
desincronización temporal. Se sorprendió del estado de abandono y de la falta de libros
y pergaminos que caracterizaban a la que antaño fuera una de las mejores bibliotecas de
todo Fharts. “Se debe a que al nuevo rey solo le interesa el dinero y las tierras. No se
preocupa en absoluto por la cultura o el bienestar del pueblo. Esa fue la principal causa
que hizo que se creara la resistencia.” “Es una aberración que un rey descuide la cultura
y la grandeza de su país, pero lo que es imperdonable es el estado de pobreza y malestar
de toda la gente que no es de los barrios ricos. Un rey así no debería reinar ni existir.
Puedes contar conmigo para la resistencia. De todos modos no puedo llevar al
inframundo a esas dos. Aún les falta mucho entrenamiento.” La biblioteca estaba
situada en los barrios pobres de Eirindrel para asegurar que todo el pueblo pudiera
acceder al saber comunitario. Al ir a la biblioteca Sércicus vio el verdadero estado del
pueblo llano. Los que no eran ricos pasaban hambre, y los ricos eran los pobres de
antaño. Estas circunstancias hicieron que se percatara de la pésima gestión del reino que
hacía el nuevo rey Orildar. “¿Entonces os unís a la resistencia?” “No puedo hablar por
Moastry ni por Sara, pues no tienen nada que ver con este reino y Moastry no está bajo
mi tutela.” “Bueno, habrá que tratar de convencerles, nunca viene mal una maga más, y
desde luego nos vendría de perlas un spaenense.” A Sércicus se le ensombreció el rostro
y miró con una mirada siniestra a su hermano. “Sara debe decidir por sí misma si quiere
unirse o no. No debe ser influenciada por ti ni por nadie para que se decante por ningún
bando, al fin y al cabo ella no solo no es de este reino, sino que tampoco pertenece a
este mundo. Ha de tomar sus propias decisiones.” A Tácicus se le quitaron las ganas de
discutir con su hermano las circunstancias y se tragó todo lo que se le ocurría.
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Capítulo III
Un spaenense
especial
Tal y como esperaba al ver la escasez de libros, no encontró ni una sola pista sobre los
círculos de conjuros ni los saltos en el tiempo. Su hermano por el contrario, encontró
interesante un grimorio sobre los demonios y sus exorcismos. Era un grimorio básico
con demonios de poco poder, hasta la clase neffim. “Hermano, ahora entiendo porque
sabes los exorcismos. Están en rahel antiguo, antes de que fuera traducido con la magia
para que todos se entendieran y tú y yo lo estudiamos de pequeños. Son fáciles, como
frases que a todos se nos ocurrirían, del tipo: vete de aquí demonio, vuelve a tu mundo,
por el poder de los Dioses te exorcizo…” “¿Es que anoche no escuchaste el exorcismo
que recité?” “Bueno, estaba ocupado oyendo los chillidos del demonio y calmando a las
chicas.” “Nunca cambiarás. Si no atiendes a lo que te rodea no esperes aprender nada
nuevo. Bueno, me voy, aún es temprano por lo que iré a la herrería a forjar algo,
supongo que unos clavos.” “Pues yo me voy a dar un paseo por los alrededores de la
ciudad. Estaré en casa para comer”
De pronto se le vino a la cabeza a Sércicus que si no había libros en Eirindrel y se unían
a la resistencia su estancia duraría menos de lo esperado, y ni Sara ni Divela sabían
cómo defenderse adecuadamente. No podía cambiar el modo de aprendizaje de magia
pues de lo contrario nunca llegarían a su máximo potencial, por lo que decidió
interrumpirlo temporalmente para enseñarles el arte de la espada, pero primero deberían
tener una espada. “A partir de hoy vuestro aprendizaje de magia queda paralizado. En su
lugar aprenderéis a defenderos con una espada.”. Dicho esto les dio a ambas sendas
espadas de madera para el entrenamiento. Ya habían aprendido que llevarle al contraria
era como hablar con una piedra, por lo que ni se molestaron en preguntar el motivo,
tarde o temprano lo descubrirían.
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Pasaron los días, y con cada día les enseñaba movimientos nuevos que ensayaban hasta
lograr cierta perfección y luego empleaban en un combate. Al poco rato comprendieron
que debían usar en cada combate todas las técnicas que supieran, lo que incluía la poca
magia que conocían. Pronto se convirtieron en unas luchadoras capaces y Sércicus
decidió acabar de forjar sus espadas y armaduras. Una espada pequeña, larga y letal con
una guardia en forma del símbolo de la luz para Sara y otra más grande y por lo tanto
más pesada y lenta con una guardia en forma del símbolo de la tierra para Divela. Las
armaduras estaban hechas a medida, eran de color marrón (la de Divela) y Blanco (la de
Sara) y constaban de un peto, una hombrera para el brazo de la espada, protectores de
brazos y piernas y un guante de cota de malla metálica fina para la mano que empuñaba
la espada.
Al final de su entrenamiento en el arte de la espada Sércicus preguntó a Sara si quería
colaborar con la resistencia, a lo que por supuesto respondió que sí, que no había nada
que la atara al Intramundo, al fin y al cabo no tenía ninguna familia allí. Sércicus
suspiró, se imaginaba que diría que sí, pero eso significaba poner en peligro a alguien
que no tenía nada que ver con el Submundo y que estaba a su cargo. “Divela, mañana
no esperes por nadie para reanudar el entrenamiento de magia, Sara y yo nos iremos
temprano. Vete empaquetando lo que quieras llevar” “¿Pero a dónde vamos?”
“Tranquila, no te voy a llevar de vuelta al Intramundo, pero ya verás a donde vamos
cuando lleguemos” Preguntó a Moastry si podría vigilar la herrería un poco más de
tiempo y se fue a la cama, el día siguiente iba a ser duro, volvería a verla, y no le hacía
demasiada gracia.
Aunque Sércicus le dijo que hiciera las maletas no sacaron a los caballos de los establos
ni se dirigieron a la salida de la ciudad, todo lo contrario, iban hacia el centro. El centro
de Eirindrel era asombroso comparado con cualquier ciudad del Intramundo, tenía una
forma de octógono perfecto, con ocho salidas entre tiendas y en cada esquina de la
figura geométrica se encontraba un templo de cada elemento. En el centro de la plaza
había una fuente con una estatua enorme encima representando el Octamenón, el
símbolo de todos los elementos (un octógono en el que cada vértice era un símbolo de
elemento), que representaba que esa ciudad fue fundada para todos los elementos y no
está protegida únicamente por un Dios. Sara supuso que se dirigían al templo de la luz,
a lo mejor para realizar algún tipo de ritual de iniciación en la magia elemental o
cualquier cosa. Cuando entraron le pareció que nunca había visto nada que fuera tan
blanco como las piedras usadas para construir el templo, y mientras estaba embobada
con la limpieza absoluta y blanca Sércicus aguardaba a alguien.
Apareció de pronto en un destello de luz y se dirigió a hablar con Sara, pero Sércicus le
cortó el paso y le dijo que tenía un favor que pedirle. “Hola hermana, quisiera hablar
con vuestra madre superiora” “Ninguna persona que no sea mago de luz puede entrar en
el Monasterio Lumínico, por lo que comprenderás que siendo hombre no te deje”
“Bueno, es importante, así que si no puedo ir decidle que venga aquí” “Imposible, la
madre superiora no puede salir del convento a no ser que albergue un sentimiento de
amor verdadero por alguien.” “Pues en ese caso no tengo más remedio que decirle que
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le vaya a preguntar a su superiora si puedo pasar a verla, dígale el apellido Surander.”
“No he venido con la finalidad de serviros de recadera señor, sino para llevarme a esa
joven que se esconde detrás de vos.” “Bueno, pues no se la podrá llevar hasta que
entregue mi mensaje y pueda hablar con la madre superiora Adre Seri Coist. Y créame,
puedo impedir que se la lleve” “Le llevaré su recado”. La monja de la luz se fue como
llegó, con un destello de luz, pero dejó un reguero de confusión en la mente de Sara.
“No entiendo. ¿Por qué me quiere llevar?” “La magia de luz aunque todas las personas
con magia pueden usarla, solo mujeres están vinculadas a ella, es decir, solo hay magas
de luz. Existen disciplinas dentro de ese tipo de magia que son muy poderosas, y
también peligrosas. Por ello a todas las magas de luz se las confina en un convento
donde aprenderán magia, para que ninguna persona logre aprovecharse de esa magia
usando a una maga de luz.” “Pero yo no quiero ir a ese convento, quiero seguir viajando
contigo, unirme a esa revolución.” “Y precisamente porque tú escoges tu destino al no
pertenecer a este mundo y no tener nada que ver con sus asuntos, no te envío al
Intramundo de nuevo, sino que te protejo en ese convento hasta que aprendas a usar la
magia de luz para defenderte.” “Pero si me capturan y no se utilizarla no les serviría de
nada” “Y por lo tanto te matarían. De todas formas hace tiempo que existe un conjuro
para extraer la magia de la gente y emplear los hechizos de un elemento como si fueran
propios, usando al mago como una batería.”
En ese mismo instante volvió a aparecer la monja y accedió a llevarlo al convento a
hablar con la madre superiora. Abrió un portal delante de ellos y todos pasaron a través
de él. Una vez en el convento Sara casi no podía mantener los ojos abiertos, pues el
templo era tan blanco y estaba dotado de una luz más potente que en el resto del
submundo. “Sara, ahora yo voy a negociar con la madre superiora para que una vez
acabes los estudios de magia pertinentes y yo venga a buscarte puedas salir, pero tú te
tienes que ir instalando aquí para una temporada. Es el momento de la despedida,
tranquila, volverás a verme, no pienso caer en batalla” Mientras Sércicus decía aquellas
palabras Sara se esforzaba por mantener la compostura y no romper a llorar y a rogarle
que no la abandonara allí (aunque ella supiera que solo era temporal y para su propia
protección), se le iba a hacer raro no tenerle cerca. Se dieron un largo abrazo en el que
Sara notó la magia de Kurontsu atravesando incluso su funda, concebida para atrapar la
magia y no sucumbir ante ella. Tomaron caminos contrarios, ambos guiados por una
monja que conduciría a Sara a su habitación y a Sércicus al salón principal.
Según entró por la puerta del salón Sércicus oyó perfectamente la voz de la madre
superiora “SÉRCICUS AL SURANDER. ¿Cómo eres tan osado de exigir una audiencia
con la madre superiora de la Orden de la Luz y no saludar como es debido a una vieja
amiga?” “Tan alegre como siempre, nadie diría que tienes más de 60 años (aunque
tuviera 145 según los nuevos cálculos de Sércicus)” “No conseguirás nada
piropeándome, aunque si lo que quieres es que me vaya contigo solo tienes que
pedirlo.” “Me temo que, a pesar de lo prometido, los motivos que me traen aquí son
completamente diferentes.” La cara de Adre Seri Coist ya no parecía tan alegre de
repente. “¿A qué has venido entonces? Entrar en este convento no es algo que puedas
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hacer solo porque seas amigo de la madre superiora.” “Conozco las reglas básicas de
este monasterio, más he de rogarte que incumplas otra de ellas. Conmigo traje a una
chica llamada Sara, a pesar de ser del Intramundo es una maga de luz y por eso decidí
que el mejor sitio donde podía estar dada la situación comprometida de Fharts era aquí.
Pero necesito que cuando venga a buscarla la dejes salir de nuevo” Adre no daba crédito
a lo que oía y no se esforzaba por ocultar su asombro. “Me estás pidiendo que vulnere el
fin con el que fue creado este monasterio. Solo la madre superiora puede abandonar el
monasterio y los templos de la luz, ya que es la más poderosa de toda la Orden de la
Luz.” “Por favor, ella rehusará regresar al Intramundo pues quiere unirse a la resistencia
contra el régimen del rey Orildar, pero aún no tiene capacidad de defensa ni de ataque
suficiente, no es lo suficientemente fuerte como para arriesgarme a que la capturen y
descubran el elemento al que está ligada. Este es el único lugar donde estará a salvo y
podrá aprender magia tranquila, pues nadie conoce el paradero de este monasterio. Ella
solo está de paso, no merece que le obliguemos a permanecer encerrada en un
monasterio de un mundo que no es el suyo.” Cuanto más escuchaba más ganas de
partirle la cara le entraban por todo el interés que ponía en esa chica, pero nunca supo
negarle un favor a Sércicus y no iba a empezar entonces.
El peliblanco dijo que volvería en tres meses, tiempo que estimaba suficiente para
adquirir suficiente destreza en la magia, también confiaba en que la madre superiora
vigilara de cerca a su amiga.
“Y bien Moastry ¿Te unirás a la resistencia?” “Sí, me encantará ayudar en todo lo que
pueda.” Con esa respuesta Tácicus obtuvo todo lo que quería oír, con un spaenense y un
mago del fuego negro entre sus filas la resistencia no podía perder. Pero Sércicus
también obtuvo el dato que quería para corroborar su teoría. “No te fuiste de Spaer solo
porque querías conocer mundo ¿Verdad?”, la pregunta pilló por sorpresa a Moastry y se
quedó un rato pensando hasta que al final contestó “No, la verdad es que no fue solo por
eso.” “No eras aceptado entre tu gente, fue eso lo que te motivó a exiliarte.” “Pero ¿Por
qué no iba a ser aceptado? Tiene el pelo azul y la fuerza combativa de un spaenense, y
no tiene cara de haber cometido ningún acto para que lo martiricen así.” “Moastry no es
un spaenense como el resto Tácicus, su fuerza de combate no le abandona en ningún
momento. En otras palabras, siempre es tan fuerte como cuando combate, ¿Me
equivoco?” “No. Por lo general los spaenenses son muy abiertos a todo, pero cuando me
rechazaron por ser diferente me di cuenta de que solo son tolerantes con lo que viene de
fuera de Spaer, pues son otros reinos, otras costumbres. Pero no son capaces de tolerar
un mínimo cambio en su vida dentro de su reino, por eso, cuando supieron que las
fuerzas no me abandonaban nunca, dejaron de hablarme y comenzaron a susurrar a mis
espaldas. No podía ir a ningún lado sin sentirme observado, por eso decidí irme lejos de
allí, aunque eso significara dormir a la intemperie el resto de mis días.”
Al principio a Divela y a Tácicus les costó un poco asimilar la información, pero al ver
las caras de Sércicus y Moastry se dieron cuenta de que no era broma en absoluto y no
volvieron a tocar el tema. Divela reanudó su entrenamiento de magia, como su
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telekinesis había mejorado muchísimo Sércicus decidió que era hora de enseñarle el
siguiente conjuro Acon, los escudos.
Capítulo IV
Espada de
tierra
Le explicó que los escudos creados con magia venían muy bien a la hora de luchar con
una espada, pues no pesan y no necesitan de reflejos físicos para manifestarse, por no
mencionar que son mucho más resistentes e incluso pueden repeler ciertos ataques
mágicos. Si se lo explicó no fue solo para que se diera cuenta de lo prácticos que son,
sino para que se tomase con entusiasmo su aprendizaje. Comparado con el resto de
conjuros Acon que había aprendido hasta entonces, los escudos no representaban
ningún reto, pues se trataba de imaginar una barrera transparente, cosa que podía hacer
fácilmente imaginando un cristal. Este truco le valió para aprender a materializar el
escudo, pero cuando Sércicus le lanzó una piedra y le hizo ver que su escudo no valía
nada, pues se rompía enseguida. “Un escudo es aquello que crees que es, adopta la
forma que tienes en mente y las cualidades que piensas dentro de un límite. Si piensas
en un trozo de cristal materializarás un pedazo de cristal frente a ti, con su misma
fragilidad. Al principio está bien, para familiarizarte con el proceso de materialización,
pero…” “Pero si quiero un escudo que resista ataques he de materializarlo como si fuera
de cristal pero con propiedades de resistencia mejores que el metal.”. A Sércicus le
gustaba que le interrumpiera, así se daba cuenta de los progresos de su alumna.
Para comprobar los avances de Divela se batieron en duelo con espadas. Sércicus no usó
a Kurontsu, sino que en su lugar cogió una espada con una guardia en forma de estrella
de hielo aún sin bautizar. Los movimientos de Divela eran fuertes y contundentes, pero
también bastante rápidos para una espada tan pesada y una chica bruta, aun así no eran
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rivales para los de Sércicus, rápidos, precisos y sin pérdidas de energía. Aunque
Sércicus no iba a golpear de verdad sí que fingía bien que lo iba a hacer para que el
escudo comenzara a arraigar en el subconsciente de la chica como un reflejo más,
tampoco se iba a dejar dar, pero en lugar de esquivar todos los envites dejaba que
alguno chocase contra algún escudo, para no desanimarla. Cuando vio la guardia de
Divela abierta durante demasiado tiempo puso fin al duelo con una sola estocada,
Divela la notó como un témpano atravesándola suavemente, pero cuando miró su torso
no había herida. “Espadas de recepción y acumulación mágica, también llamadas
espadas mágicas. Las reconocerás por su guardia en forma del símbolo de algún
elemento, hay muy pocas en el mundo y ahora mismo hay 4 en esta casa.”. Divela miró
su espada ignorando la sensación de frío que sentía todavía en el vientre y se dio cuenta
de que la guardia era muy parecida al símbolo de la tierra, el cual era un cuadrado, pero
duplicado para proteger ambos lados de la espada con un cuadrado. “Una es la mía
¿No?” “Sí, otra la tiene Tácicus, otra está en la sala de armas y la otra la tengo aquí
mismo. ¿Recuerdas el día que apareció Tácicus? Os hablé un poco sobre este tipo de
espadas, que hay que dominarse a uno mismo y al elemento que se usa para poder
emplearla al máximo. Si te obedece es porque aún no está activada, solo está preparada
para retener magia, en el momento en que deposites en ella un poco de magia de tierra
despertará y juzgará si puedes blandirla.”
Un mes más tarde el líder de la Resistencia llegó a Irmel junto con Tácicus para conocer
al que sería su salvación, o al menos eso creía. “Así que tú eres el que forjará espadas
mágicas para la Resistencia.” “Sí y no” “¿Qué quieres decir?” “Quiero decir que forjaré
espadas y armaduras para tus hombres, pero las espadas mágicas no han de darse a
cualquiera a la ligera, además, solo pueden blandirlas magos. Así que yo decidiré por mi
propia cuenta a quien le doy una.” El líder asintió y se fue con Tácicus dándole la razón
en que su hermano podía dar mucho miedo con una mera mirada.
Al revisar los materiales de la herrería para hacer inventario, Sércicus se fijó en que le
iba haciendo falta más Metal Blanco, lo cual no le hacía gracia ninguna. Dejó a Moastry
encargado de la tienda mientras hacía un viaje para buscar más Metal. Decidió llevarse
a Divela con él a pesar de lo duro del viaje para que se fortaleciese su carácter. Se
dirigían a las Montañas de las Nieves Imperecederas, donde, como bien dice su nombre,
nunca se va la nieve. Dijo a Divela que no llevara demasiado equipaje, solo lo justo y
mantas extra, pues después de media jornada a caballo tendrían que ir a pie cargando
con todo. “¿Oye, y porque las llaman así?” “¿No lo ves acaso? Aquí la nieve nunca se
va y hay ventiscas todos los días.” “No. Me refería a su otro nombre, las Montañas
Fantasma.” “Ah. ¿Sientes el frío?” “Sí, pero es normal, hace frío.” “Pero llevas tu ropa,
una capa y dos mantas encima, todo ello imbuido con conjuros de calor, así que hay dos
preguntas clave. ¿Por qué tienes frío? Y ¿De dónde viene este frío?”. Sércicus le explicó
que las montañas estaban malditas, que hacía tiempo, mucho tiempo muchas personas
murieron allí, pero no se les permitió ir a Infierno, sino que quedaron allí atrapados,
como espíritus, sombras de lo que eran, llenando del frío de la muerte las montañas, de
ahí la nieve que nunca se va y el frío, pero la causa de que ese frío se te metiera en los
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huesos por muchas mantas que llevaras era que no se trataba de un frío normal, sino frío
de ultratumba.
Divela sabía que Sércicus se enfadaría, pero se lo tenía que preguntar. “¿Por qué no
haces espadas mágicas para todos?” “A pesar de no haber tenido educación supongo
que habrás oído hablar de la Guerra de Gares y los 100 sanguinarios.” Divela asintió,
dudaba que existiera alguien en todo el Submundo que no conociera esa Guerra.
“Entonces deja que amplíe tus conocimientos sobre la misma. En el año 3589 se desató
una guerra, duró poco, pero fue la más sangrienta de la historia, pues uno de los bandos
creó un grupo compuesto por 100 magos que lo arrasaron todo a su paso sin sufrir ni
una sola baja, diezmaron ejércitos, conquistaron ciudades fortificadas y cometieron
genocidio, pero no solo por el hecho de ser magos, sino porque alguien forjó para ellos
espadas mágicas, ese alguien fue ZaitRoh, El Acero, quien consideró oportuno dar
armas poderosas al bando que defendía el país de los atacantes, pero solo unos pocos
eran nobles de espíritu, la gran mayoría sucumbieron ante el poder y se volvieron
mezquinos y con sed de sangre y poder. Por ese motivo ZaitRoh decidió destruir casi
todas las espadas mágicas de dicho grupo y asegurarse de que ningún conocedor de su
técnica de forja cometiera el mismo error.”. Divela ya no sabía que era peor, si seguir
hablando o callar y volver a notar el frío en los huesos. Decidió que era más fácil
aguantar el frío que someterse a las duras palabras de Sércicus.
Llegaron a la mena de metal y Sércicus volvió a trazar con su fuego negro las líneas ya
desaparecidas que había en el suelo para activar el conjuro que les permitiría extraer el
metal de una tacada, aplicó su magia y un gran bloque de metal se deslizó fuera de la
pared de la cueva. “¿Cómo vamos a llevarlo a la ciudad?” “¿Alguna vez has bajado en
trineo?” Le respondió Sércicus con una inquietante sonrisa. Llevó flotando el bloque
hasta la ladera de la montaña, donde la dejó y se subieron encima. Inscribió otro círculo
de conjuros en él e hizo unos amarres para que no se cayeran. De pronto el bloque
comenzó a descender a toda velocidad por la montaña. Con la ayuda del conjuro que le
había inscrito, Sércicus sorteaba todos los obstáculos moviendo el bloque a un lado o a
otro. Divela no se había sentido más aterrada en la vida, pero en un par de minutos le
cogió gusto, y cuando llegaron abajo le hizo prometer que la volvería a llevar con él
cuando necesitara más Metal Blanco. Cargaron el bloque al carruaje y regresaron a
Irmel.
A su llegada no se esperaban para nada la visita que tenían esperándoles en casa, nada
más y nada menos que Adre Seri Coist. Divela se sorprendió porque no sabía que
esperaban visita y no sabía quién era, pero ni Sércicus se lo esperaba, tenía cara de
pánico incluso. En un intento de coger fuerzas tragó saliva y comenzó una
conversación. “¿Qué haces aquí?” “Serc, ha ocurrido algo terrible, y solo se me ha
ocurrido venir hasta aquí.” Hablaba entrecortadamente, pero muy atropellada. Se notaba
su ansiedad, a pesar de parecer el tipo de mujer que no se angustia por nada. “A ver,
cálmate. ¿Qué ha ocurrido?”
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Un grupo de monjas no estaba de acuerdo con la política, demasiado liberal para ellas,
que estaba llevando a cabo Adre, permitiendo la entrada de hombres y la marcha de
magas de luz solo por petición de un antiguo amigo. En su opinión no debería regentar
el convento alguien capaz de quebrantar sus normas más básicas y por eso la
derrocaron, pero fue más rápida y se escapó antes de que pudieran encerrarla. Nadie
más del convento aparte de Sara sabía dónde vivía Sércicus. Al oír eso Sércicus no daba
crédito, había metido a Sara en un lugar del que no podría salir.
Capítulo IV
Incursión
El día siguiente fue muy ajetreado, apenas si habían dormido y tenían que ir al
monasterio de la luz para rescatar a Sara. A Adre en realidad poco le importaba si Sara
pasaba o no el resto de su vida allí, pero quería recuperar su monasterio y no faltar a la
promesa que le hizo a Sércicus. A Divela no le hacía demasiada gracia tener que luchar
contra un monasterio lleno de magas de luz, pero sabía que no le quedaba otro remedio.
Sércicus no durmió ni un minuto, no habría podido estando como estaba rebosante de
ira. Moastry no iría porque tenía poco que hacer ante magas de luz cuando estaba
especializado en combates cuerpo a cuerpo. Adre les transportaría al monasterio con
una teletransportación de luz, pero al no formar parte ya del monasterio no podría
aparecer en él, tendrían que conformarse con quedarse fuera de este y del campo mágico
que lo protegía.
Una vez allí Adre les explicó que el monasterio no estaba en realidad en ninguna parte
de Ders (el continente donde estaban los 7 reinos y que conformaba todo el planeta en el
Submundo), sino en una dimensión diferente creada por la luz en el Submundo, y que
aparte de esa protección prácticamente perfecta tenían un escudo alrededor de los
terrenos del monasterio para más seguridad. Sugirió buscar algún punto flaco en el
escudo o alguna brecha, tenía ya 120 siglos y probablemente alguno de los símbolos se
hubiera borrado parcialmente o diluido o emborronado debido al clima. Sércicus le
explicó que eso era completamente imposible, los conjuros de círculo cerrado de larga o
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perpetua duración como aquel, se protegían a sí mismos contra factores no humanos que
los pudieran debilitar o deshacer, así que sacó a Kurontsu de su funda, la primera vez
que cualquiera de las dos veía a Sércicus con la espada negra enarbolada. “Os voy a
mostrar el alcance de una espada elemental.” Y con estas palabras levantó la espada
sobre su cabeza y con un rápido y fuerte golpe la bajó hasta que tocó el suelo. Mientras
que descendía la espada ardía con más intensidad y en los últimos momentos liberó un
haz de fuego negro hacia adelante y hacia arriba, creando una especie de muro de llamas
que cortó por la mitad la barrera y se perdía de vista en los confines de aquella extraña
dimensión.
Cuando las magas de luz se movilizaron ya era tarde, la barrera estaba rota y no tenían
forma de encontrar a los intrusos y, lo que menos sospecharían sería que estuvieran
camuflados entre ellas vistiendo sus hábitos. Sércicus tuvo que minar lo máximo posible
la magia de Kurontsu y esconderla bajo la toga del convento que había tomado
“prestada”. No podía llevarla al descubierto porque las magas de luz no se llaman así
por nada, uno de los poderes únicos de la luz consiste en la visión, que permite ver las
cosas ocultas con conjuros débiles o patrones elementales. Para llegar dentro del
convento Adre había realizado un conjuro de teletransporte mientras que las monjas
estaban aún conmocionadas por la barrera resquebrajada y deshaciéndose en el cielo.
“¿A dónde vamos ahora?” “Sobre estas horas las alumnas más recientes deberían estar
en el aula 11 del ala este para recibir una clase teórica de las posibilidades de la luz.”
“Genial, un convento tan grande como una ciudad lleno de monjas que nos buscan para
eliminarnos, tenemos que ir al ala este y estamos en el extremo del ala oeste. No podría
ir peor.” “Podrían encontrarnos.” Ambos asintieron mirando el uno para el otro y le
dieron la razón a Divela, las cosas siempre pueden empeorar.
Adre los guió a través del complejo entramado de pasillos y patios hacia su destino en el
aula 11. Las monjas estaban demasiado ocupadas buscando por todos los medios a los
intrusos que no tenían tiempo para fijarse y dudar de las personas que vestían sus
hábitos. Al tomar aquellos hábitos para disfrazarse Sércicus advirtió a Divela de que si
se le ocurría reírse dejaría de enseñarle magia, así que aunque no podía reprimir una
sonrisa de vez en cuando sabía que no debía reírse de él por nada del mundo. Ya cerca
del final del trayecto las monjas estaban más atentas y estuvieron a punto de
descubrirles varias veces, en una ocasión se salvaron gracias a Divela, que podía pasar
por una alumna más, y como el convento era demasiado grande era normal que no
conocieran a todas, el caso era evitar que se fijaran en Sércicus o Adre, sino estarían
perdidos.
Al entrar en el aula 11 se la encontraron vacía. Habían trasladado a todas las alumnas a
sus habitaciones debido a la alarma por intrusos mientras no los encontraban. Adre dijo
que les guiaría hasta la habitación de Sara, pero que estaba en uno de los lugares que ya
habían pasado, todas las habitaciones de las alumnas se hallaban en el centro del
monasterio. Divela y Sércicus ya estaban hartos de andar por ese convento, y por si
fuera poco tenían que reandar algo más de 1 km de pasillos y patios. Por fin llegaron a
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la habitación de Sara cuando las monjas empezaban a impacientarse por no encontrar a
un intruso tan poderoso que pudo viajar hasta el lugar donde se hallaba el monasterio y
romper su barrera, algunas ya elucubraban sobre si se trataba de la anterior madre
superiora Adre Seri Coist, que pretendía recuperar su puesto por la fuerza. Otras, las
más tradicionales (las que apoyaron la moción de censura contra Adre) pensaban que se
trataba de gente que pretendía usar el poder más peligroso concedido a las magas de luz
y que habían conseguido la información sobre como viajar al monasterio de la mano de
Adre al sentirse traicionada y que ya no tenía nada que ver con aquella institución. Se
alegraron de que todavía no hubiera ni una hipótesis que se acercase a la realidad en
cualquier factor que no fuera la antigua madre superiora.
Entraron en la habitación sin llamar antes a la puerta, y se encontraron a una Sara pálida
y temblorosa muerta de miedo por los rumores sobre intrusos, y la perspectiva de
quedarse allí de forma permanente después de la destitución de Adre no le agradaba
tampoco. Su cara pasó del pánico al alivio en cuestión de segundos y corrió a echarse en
brazos de su amigo. “Te dije que te sacaría de aquí, con permiso o sin él.”. En ese
mismo instante un par de monjas entraron en la habitación y llamaron al resto. Los
habían encontrado debido a los conjuros de aviso en las puertas de las alumnas y que
avisaban de cuando se abrían y se cerraban. Adre trató de realizar un rápido conjuro de
teletransportación de luz, pero tardó demasiado al ser tantos que a una de las monjas le
dio tiempo a contrarrestarlo mientras la otra preparaba un conjuro que Sércicus adivinó
(por los símbolos del círculo de conjuros) que se trataba de una bola de luz, si te daba
podía quemarte y dejarte ciego, un 2X1. Pero desenvainó a Kurontsu a tiempo de
absorber su ataque. La monja dio un respingo al ver que no se trataba solo de un objeto
mágico, sino de un objeto de magia, que tenía la propiedad de absorber o rechazar
cualquier ataque generado con magia. Sércicus aprovechó ese momento para dar
instrucciones telepáticas a su grupo. “Divela, clava tu espada en el suelo y canaliza el
conjuro escudo a través de ella como si fuera un amplificador conduciéndolo a donde yo
generaré el mío, los dos conjuros juntos potenciados por el poder de tu espada de tierra
deberían resistir sus ataques. Adre, realiza un conjuro con un doble círculo escribiendo
el conjuro de teletransporte de luz en el de dentro y el de contrarrestar en el de fuera.
Sara, ayuda a Adre pasándole parte de tu poder.” Mientras les transmitía estas órdenes
otras monjas ya habían aparecido y cargaban sus conjuros contra ellos. Sércicus los
desvió todos mientras Divela clavaba la espada en el suelo y se concentraba en el
conjuro. Sércicus recibió un “ya estoy lista” mental y se concentró en su propio escudo,
el más fuerte que había creado jamás, poniendo todo su poder en ello. Los ataques de las
monjas eran incapaces de atravesar el escudo, así que intentaron usar conjuros de tierra
para mover el suelo que tenían debajo y de lo que no les podría proteger el escudo, pero
fallaron. La espada de tierra de Divela clavada en el suelo hacía las veces de captador y
de amplificador, por lo que los conjuros de tierra de las monjas quedaban anulados,
había otro poder controlador de la tierra en aquella sala, y estaba transmitiendo energía
a las piedras. Al final Adre consiguió acabar el conjuro y salieron de aquel monasterio
que se la tenía jurada.
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El viaje fue un poco brusco, y por eso todos se desmayaron, pero cuando Sara y Divela
recobraron el conocimiento se encontraron en medio de un bosque como no habían visto
en sus vidas, con árboles más altos que los rascacielos de Nueva York y de un grosor
parecido o mayor al de un edificio. Ni Sércicus ni Adre sabían dónde estaban. Adre les
explicó que en un lugar donde se estaban realizando tantos conjuros de luz había
muchas interferencias y probablemente fuera eso lo que los había desviado de su ruta.
“Pero basta con hacer otro teletransporte y ya ¿No?” Sara siempre trataba de encontrar
las soluciones más sencillas, pero no todo respondía a lo simple. “¿Es que aún no te han
enseñado la mecánica de los portales y transportes instantáneos en ese convento? Para
transportarte con un conjuro tienes que saber las coordenadas de donde te encuentras,
por lo menos aproximarlas o reducirlas lo máximo posible, pero no sabemos nada de
este sitio. Podríamos usar las rudimentarias coordenadas que utilizaban los primeros
usuarios de teletransportes, pero sería complicado por no decir imposible determinar
una posición exacta con ellas.” Sércicus parecía perdido por primera vez en todo el
tiempo que hacía que Sara lo conocía. “¿Y porque?” En esta ocasión Adre se adelantó,
no quería que Sércicus se llevara todo el protagonismo. “Las coordenadas antiguas son
medidas de elementos del entorno en una escala de 1 a 100. Podríamos decir que aquí el
componente plantas estaría en torno a 87, hay pocos lugares en el mundo donde puedas
encontrar esa cantidad, pero los hay, el agua sobre 78 diría yo, tierra 65, fuego 12… Si
quisiéramos viajar hasta aquí con el método antiguo introduciendo esas coordenadas
podríamos acabar en cualquier lugar con coordenadas semejantes, es un método
impreciso. Pero si encontrásemos a alguien podríamos obtener todos los datos que
necesitamos para abrir un portal.”. En base a esa premisa se pusieron a andar por el
frondoso bosque mientras aún era de día. Cuando empezaba a anochecer se toparon con
luces a lo lejos y corrieron hacia allí. Nadie daba crédito a lo que veían sus ojos, ni
siquiera los 2 más experimentados. Lo que había allí eran casas construidas en los
árboles, incluso dentro de los mismos, pero en esas casas vivían seres que no habían
visto hasta entonces y que creían de leyendas, elfos.
En realidad los elfos no se diferencian tanto de los humanos normales tanto como puede
creerse en un principio, lo más destacable eran sus orejas puntiagudas, por lo demás
podrían hacerse pasar por humanos perfectamente. Una característica de todos los elfos
aparte de las orejas era que tenían una cara perfilada y perfectamente simétrica, con
rasgos suaves y agradables, que les hacían parecer jóvenes humanos aspirantes a mister
universo.
Los elfos, como es normal, se mostraron contrariados al principio, pero eran gente
amable y ayudaron en todo a sus inesperados visitantes. A pesar de hablar en otro
idioma les entendían porque el lenguaje rahel era mágico y se traducía a todos los
oyentes. Los elfos les ofrecieron hospedaje, comida y se comprometieron a ayudarles en
todo lo que estuviera en sus manos. Si se fiaron de ellos lo suficiente como para
mostrarles en un mapa la localización exacta de la isla era porque Sércicus era un mago
del fuego negro, como dejaba ver su espada. Con esos datos al fin tenían una vía de
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escape, pero estaban agotados de la batalla y de caminar todo el día, por lo que
decidieron aceptar su oferta de alojamiento y descansar hasta el día siguiente.
Era la primera vez en mucho tiempo que dormían hasta tan tarde. Cuando se levantaron
era ya mediodía y el poblado elfo bullía de actividad: los pescadores ya regresaban de la
costa con la pesca del día, los cazadores volvían por entre los árboles con presas frescas,
algunas mujeres se dirigían a los huertos a por verduras y frutas para la comida. Los
integrantes del ejército (si a un grupo tan reducido de 100 se le podía llamar ejército)
desfilaban de un lado para otro alrededor del pueblo para impedir ataques
(principalmente de animales salvajes, puesto que por allí no había nadie más). Según
vieron al asomarse por la barandilla de la terraza de la casa-árbol en la que durmieron,
los elfos tenían la costumbre de comer todos juntos en la plaza en una mesa enorme, por
lo que cada uno no desenvolvía las actividades por uno mismo, sino por el resto.
Antes de comer Sércicus quiso ver la herrería, puesto que ya que los elfos eran reales,
tal vez sus famosos aceros también lo fuesen. En cuanto puso un pie en aquella forja se
sintió como en casa, pues daba igual el lugar o el método empleado, una forja siempre
era una forja. Quiso poner a prueba la legendaria resistencia de las armas de los elfos,
así que el herrero le dio una espada. Sércicus la apoyó ente 2 soportes y lanzó una
estocada sobre ella con Kurontsu. No pasó nada, simplemente absorbiera el impacto.
“Una espada antimagia, así que de aquí proceden las pocas que se conocen.”
Sércicus fue corriendo a ver al líder de los elfos para contarles lo que estaba a punto de
pasar. “Y por eso si Orildar consigue hacerse con la suya y dominar todos los reinos
obtendrá el poder de Orden y no solo someterá a su voluntad a todo aquel que quiera,
sino que podrá ver más allá y descubrirá esta isla, queriendo invadirla y por tanto
perdiendo vuestra libertad y vuestra paz.” “Eso sería terrible, tal y como dices, pero
¿Qué sugieres que hagamos?” “Luchar junto a nosotros. Tenéis un ejército bien
entrenado, contaríamos con el factor sorpresa, y conocéis la forma de hacer espadas que
repelan la magia, con vuestra ayuda el éxito estará garantizado y vuestro pueblo seguirá
conservando la libertad y el anonimato, pues solo nosotros sabemos ahora donde se
encuentra esta isla y ya sabéis que somos de fiar.” El elfo parecía contrariado, pero
Sércicus sabía que no le había dejado ninguna salida posible para responder con una
negativa. De una forma todos perdían, de la otra solo Orildar perdía. “Muy bien, a la
comida anunciaré que iremos a la guerra. ¿Cuánto tiempo tenemos para prepararnos?”
“Yo diría que unos 4 meses. Dejaré un portal permanente que una esta isla con el
continente, pero estará oculto y solo yo podré abrirlo.” Apenas tardó un par de minutos
en calcular las coordenadas con sus ecuaciones de movimiento para empezar a pintar el
círculo que sería el portal en una pared, con tinta mágica, indeleble sin el conjuro
adecuado. Se trataba de un dibujo con 4 circunferencias concéntricas y en los anillos
entre estas se hallaban las coordenadas (el anillo más interno), la ecuación de rotación
(el del medio) y la ecuación de traslación (el exterior). Cruzándolo todo había una
estrella de 4 puntas que tenía escritas las runas de transporte, espacio, permanencia y
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contraseña en cada una de las puntas (la de transporte es para indicar que sirve para
mover objetos o personas, la de espacio indica a través de que se mueven [solo
necesaria porque sin ella no funciona, pues al cambiarla por una runa como la de tiempo
no pasa nada], la de permanencia para indicar que el portal se replicará en el lugar de
destino y permanecerá como su gemelo, y la de contraseña para que nadie más pueda
activarlo)
Aparecieron cerca de la costa y, después de que Sércicus hiciera los preparativos para
ocultar el portal, Adre los teletransportó a la casa donde habían vivido el último mes.
Habían acabado de enviar un mensaje a los miembros de la resistencia para que
acudieran a una reunión para informarles de los cambios en cuanto al ataque al palacio
de Calien cuando llamaron a su puerta. Al abrir Sércicus los reconoció al instante, pero
en el fondo ya se lo esperaba, aunque no con tanto retraso. Eran miembros de la
Hermandad del Triple Tormento. “Os habéis hecho de rogar bastante.” “Teníamos
asuntos más importantes que atender, pero al fin pudimos prestaros la atención que os
merecéis como uno de los líderes del Triple Tormento.” “Cállate, no hemos venido aquí
por eso. ¿Podemos hablar en privado Sércicus?” El hombre que lo dijo surgió de detrás
de los otros 2 que llamaron a la puerta, Sércicus sabía quién era, y que si quería hablar
en privado no se trataba de nada concerniente a la hermandad, sino a los que la dirigen
desde las sombras, el Consejo Negro.
Capítulo V
Consejo Negro
El Consejo Negro era un grupo de 5 magos del fuego negro, los mejor considerados.
Dirigían la hermandad del Triple Tormento, que solo admitía a magos de hielo, fuego y
oscuridad, para camuflar las verdaderas intenciones de esta, que se trataban de captar
magos del fuego negro antes siquiera de que tomaran la primera lección de magia para
poder educarlos en las enseñanzas de la llama oscura. “No hace falta que me convenzas,
ya tenía pensado ir yo mismo hasta la fortaleza de Boron.” “Bueno, pues entonces
vayamos de inmediato.” Un portal negro como la noche misma apareció en la
habitación de Sércicus, lo atravesaron y al otro lado había lo que parecía el interior de
un castillo de piedra, iluminado por antorchas y con una gran puerta justo enfrente de
ellos. Abrieron la puerta y entraron a la estancia donde les aguardaban los miembros del
Consejo Negro. “Ha pasado mucho tiempo Al Surander.” “Sí maestro Gaub, pero me
temo que más para vosotros que para mí. Al viajar al Intramundo, parece ser que algún
fallo se produjo en el círculo de conjuros, porque llegué a ese mundo 28 años más tarde
de lo que salí de este.” “¿Algún fallo? El Surander que yo tenía por alumno ya hubiera
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descubierto ese fallo.” “Me temo que no sea tan fácil, todos los libros, manuscritos,
rollos y pergaminos que contuvieran algo sobre los viajes en el tiempo fueron
eliminados o bien nunca existieron. Por eso accedí a venir aquí por las buenas, por la
Gran Biblioteca.” “Siento interrumpiros, pero antes de ir a la biblioteca debemos hablar
ciertos asuntos.” El que habló esa vez era el maese Rel, el más impaciente de todos.
“Bueno, con eso creo que tenemos cerrado el primer punto, pero en el siguiente deberás
explicarnos porque te has aliado con los Rebeldes del reino de Fharts.” “El motivo es
simple, el que mueve a todo mago del fuego negro, la justicia.” “Una rebelión no
compete a la justicia, y mucho menos a un mago de la llama oscura.” “Sí cuando el rey
en cuestión pretende, no solo esclavizar a Fharts violando las leyes de justicia naturales,
sino que pretende obtener el Poder de Orden. Corre el rumor de que varias monjas de la
luz fueron raptadas por su guardia personal en los templos de luz.” Quedaron bastante
sorprendidos por la noticia y deliberaron durante un rato. “Si el caso está tan mal
entonces considero que la Orden Oscura debe actuar y colaborar con esos rebeldes.
Votemos.” Los votos fueron 3 a favor y 2 en contra. La verdad es que no eran
demasiados magos en la Orden Oscura, unos 30 contando a Sércicus y al Consejo, y no
sabía si eso serviría de algo contra el poder de luz que estaba reuniendo Orildar.
Al terminar la reunión a Sércicus se le permitió acceder a la Gran Biblioteca que
contenía todos los textos que existieron alguna vez. Después de horas revisando los
libros dio con el único que contenía algo relacionado con los viajes en el tiempo, su
sorpresa fue máxima al ver que quien lo escribió era nada menos que ZaitRoh, el
creador de la técnica de forjado que usaba él. Escribió su teoría sobre las alteraciones en
los círculos de viaje entre mundos: Al pasar en un viaje entre mundos por el Vacío,
lugar donde no existe el tiempo, es posible alterar los círculos de conjuros
modificándolos para añadirles coordenadas temporales para viajar a través del tiempo,
pues al no existir este en el Vacío, todos los puntos temporales de los mundos están
unidos en un solo punto de ese espacio entre mundos y desde él se puede viajar a
cualquiera de esos puntos estableciendo las coordenadas deseadas. Según anotó al
final del manuscrito tenía la intención de destruir por completo el documento nada más
acabar de redactarlo, sabiendo que se guardaría una copia mágica en la biblioteca de los
magos del fuego negro.

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El fuego

  • 1. El fuego El fuego negro Un relato sobre el pasado y las consecuencias de huir de él. Se debe aprender del pasado 5-12-2012
  • 2. ~ 1 ~ Capítulo I David y divela David era un universitario como otro cualquiera, con sus estudios y sus exámenes, no obstante no era demasiado sociable. A Sara, su única amiga, la veía durante las clases y rara vez fuera de la universidad, ya no digamos invitarla a su casa o ir él a la suya. Era un chico distante y de semblante frío e inmutable, aunque le gustaban los animales, en especial los gatos, y no soportaba ver como alguien los maltrataba. Su pelo negro y lacio no tenía ningún peinado en especial, simplemente caía por su cabeza un poco más largo por delante y por arriba que por atrás y por los lados, nunca se lo dejaba crecer demasiado pues de lo contrario le molestaba en los ojos. Solía vestir con ropajes negros, incluso en verano, pero para no salir casi nada a la calle su piel tenía un tono moreno clarito en lugar del blanco que debería tener por pasar tanto tiempo alejado del Sol. Su día a día era siempre el mismo pero con pequeñas variables. Solía ir a la parada del bus por las mañanas temprano y hablar con Sara de camino a la facultad y entre clases. No tomaba demasiados apuntes, solo lo más básico, pero siempre sacaba notas que no bajaban del 9, por lo visto la informática se le daba de fábula. Al acabar las clases volvía a su casa acompañando por el camino a Sara hasta la suya. Si tenía algún trabajo lo hacía y luego empleaba el tiempo en realizar las tareas de la casa, pues vivía solo en un piso de estudiante, viendo la televisión y mirando las noticias en internet para mantenerse informado. De vez en cuando mantenía una videoconferencia con Sara para explicarle alguna cosa que no entendía y necesitaba para algún trabajo o examen. Al contrario que David, Sara era vivaracha y alegre, lo suficiente para reír por los dos. Si os preguntáis entonces como es que son amigos, pues dio la casualidad de que ella era nueva en la ciudad y también en la universidad, por lo que no conocía a nadie, y no se atrevía a meterse en los grupos de amigos ya formados, de hecho no se atrevía a entablar conversación con nadie, pero se fijó en una de sus clases que unas filas más adelante había alguien que nunca hablaba con nadie y que parecía que siempre estaba solo, a primera vista su cara le pareció triste, y notó que tenían algo en común, ninguno de los dos tenía amigos en aquella universidad, por lo que se armó de valor y al finalizar la clase se propuso alcanzarlo antes de que pudiera desaparecer entre la multitud para poder iniciar una conversación con él. Ese es el motivo de que dos personas tan diferentes se lleven tan bien, se tienen el uno al otro, y aunque David no pone mucho de su parte en las conversaciones, Sara se conformaba pues con pocas palabras David sabía expresar toneladas de información, hasta tal punto que se preguntó y le preguntó más de una vez que como es que estaba en ingeniería informática en lugar de alguna carrera de letras como filología o literatura, a lo que siempre respondía “ Una vez sabes hablar no
  • 3. ~ 2 ~ necesitas volver a aprenderlo” con su tono de voz neutro, tirando a grave por ser un chico, pero frío como su expresión. A lo que Sara podía sacar mil significados y todos serían correctos, pero lo básico que quería transmitirle, y ella lo sabía perfectamente, era que si sabía hablar tan bien como ella decía, ¿Por qué iba a estudiar carreras para perfeccionar el habla o entender su procedencia? Cada vez que le preguntaba por su pasado él desviaba el tema de forma tan sutil que hasta que estaba sola en casa y se ponía a pensar no se daba cuenta de que había cambiado de tema, no obstante siempre le acababa sacando algo de información, y pieza por pieza se hace un puzle. Pero tampoco le podía preguntar todos los días pues lo conocía ya bien y sabía que de hacerlo tardaría mucho tiempo en que volviera a responderle a preguntas personales, ella también podía ser sutil. Sin embargo una parte de su pasado estaba a punto de llamar a su puerta uno de los últimos días de clase de ese curso, cuando ya solo le faltaba un año para acabar la carrera, ese pasado tenía nombre y era Divela, y era un pasado al que David no quería volver. Literalmente, Divela llamó al timbre de David, que se levantó del sofá mientras veía la tele, extrañado porque nadie le visitaba. Al abrir la puerta y ver el tono de piel, la vestimenta, los ojos y un tatuaje peculiar en su mano cerró la puerta antes de que pudiese articular un “hola”. Pero la visita no se dio por vencida y timbraba sin parar, perturbando la permanente paz del piso de David, por lo que decidió que era mejor lidiar con ella unos minutos y que le dejara en paz para siempre. “Vaya, por fin te dignas a abrirme” “¿Quieres que vuelva a cerrar?” “No nono. Es que llevo buscándote desde hace meses” “¿Y tú eres…? “Mi nombre es Divela y te he buscado porque eres la única persona que puede ayudarme a cumplir mi objetivo” “¿Qué yo soy la única persona que puede ayudarte?” “Sí, porque controlas la llama oscura” En ese momento David tiró de ella y cerró la puerta con el cerrojo. “Cállate, no debes decir eso en un lugar en el que puedan oírte” Entonces levantó su voz más de lo normal, casi parecía que gritaba. David se disponía a echarla de su casa, pero la chica se refugió en el típico “pero si aún no sabes mi historia”. David pensó que escucharía su historia para ver si así lo dejaba en paz. Divela, una habitante del Submundo, y su familia y amigos habían estado años sufriendo continuos saqueos de bandidos y ya habían muerto muchas personas que conocía, por lo que al ser la única maga de entre sus conocidos decidió volverse más fuerte para protegerlos, pero el poder que ella quería residía en el Inframundo y necesitaba a alguien capaz de abrirle la puerta, y las únicas personas conocidas con tanto poder son los magos del fuego negro. Pero David se negó, dijo que ya no era un mago, solo era un estudiante humano y le dijo que se fuese a buscar un mago del fuego negro al Submundo de donde vino, que allí tenía que haber más. Dicho todo esto la echó de la casa y no la volvió a oír en todo el día. Pero la buena suerte no dura para siempre, pues los días siguientes le asaltaba por la calle para convencerlo, pero su respuesta era siempre la misma. Un día lo sorprendió por el camino de vuelta a su casa después de hacer unas compras, y volvieron a discutir
  • 4. ~ 3 ~ el tema, pero esa vez había alguien escuchando, Sara, que había salido a pasear y se acercaba a la tienda para comprar algo de beber. Ya en las vacaciones de verano, si Sara quería ver algo a David, tenía que ir a su casa alguna vez. Su casa era como su personalidad, casi sin muebles, no tenía cuadros adornando las paredes, plantas o jarrones, ni siquiera figuras. Tenía lo necesario, la cocina con sus utensilios, la cama, la televisión, el ordenador y una mesa de trabajo, por el resto, la casa era tétrica, pues siempre la mantenía en penumbra. Llamó al timbre y David la invitó a pasar, en principio iban a pasar la tarde hablando, viendo alguna serie o jugando al trivial, pero el verdadero motivo de la visita de Sara era otro. A mitad de una partida de trívial, Sara soltó un “Lo sé”, lo cual confundió a David. Era curioso, Sara juraría que era la primera vez que lo veía desconcertado, pero decidió no reírse ya que podría tomárselo a mal. “Sé que eres un mago que vino de otro mundo” comentó para aclarar la situación y la mente de David “Te oí el otro día hablar con una chica un poco rara” “¿Y no se te ha pasado por la cabeza que simplemente fuera una chalada?” “Bueno, al principio si, pero últimamente han estado pasando cosas raras en mi entorno, y bueno, me preguntaba si yo podría ser una maga”. David sabía que no tenía sentido prolongar más la mentira, por lo que contestó a su pregunta como si siempre hubiese sabido que era un mago “Sí, es posible. A veces pasa algo de energía del Submundo y llega hasta este, el Intramundo, y si se derrama esa energía en alguien pequeño, en vías de desarrollo, puede acabar convertido en mago, o también puede ser que algún pariente tuyo proviniese del Submundo.” “Entonces ¿Soy una maga?” “Solo hay un modo de averiguarlo, el Ritual de los Elementos”. El Ritual de los Elementos consistía en colocar alrededor del supuesto mago los símbolos de los 8 elementos básicos (fuego, agua, aire, tierra, hielo, luz, oscuridad y relámpago) y hacer que el sujeto sometido a dicho ritual medite y se relaje por completo, dejando así que su energía fluya hacia el elemento con el que tiene más empatía, escogiendo así el tipo de mago que será. Para sorpresa de David, resultó ser una maga luminosa, que controla la luz. Fue una sorpresa pues magas de luz hay muy pocas, y las que existen están encerradas en un convento secreto para protegerlas pues tienen un poder asombroso que de lograr usar alguien equivocado, causaría desastres por todos lados. Aún estaba pensando como decírselo cuando se abrió la ventana y entró Divela. “Hola, me pareció notar una alteración en la magia por aquí, como en este mundo la magia es tan escasa, a la mínima se nota” “¿Qué haces aquí de nuevo? No me obligues a usar la magia para expulsarte para siempre de aquí.” “No hace falta ser tan agresivo, creí que al volver a practicar algo de magia estarías dispuesto a acompañarme. Pero, por lo que veo es un Ritual de los Elementos. Veamos que ha salido” Divela se quedó con la misma cara de asombro que David Sara ya se cansó y preguntó acerca de su elemento. Por supuesto, lo que oyó no fue para nada lo que esperaba al principio del ritual, nunca imaginó ser una maga, y mucho menos tener tanto poder como decían que tenía. “Un momento, antes dijiste algo sobre que David te acompañase, ¿para qué?” Divela procedió a explicar con detalle la
  • 5. ~ 4 ~ situación por la que estaban pasando su familia y amigos, tal vez exagerándola un poquito pues imaginaba que si lograba convencer a Sara, tal vez pudiera lograr que David le ayudase. Tal y como ella pensó, una historia tan trágica conmovió a Sara que se puso de su parte y también trató de convencer a su sombrío amigo. “Venga, ¿Es que no tienes corazón? Con todo ese poder que dice que tienes ¿Por qué no le vas a ayudar? Además, yo también quiero ver ese mundo del que provenís.” “Es decir, ¿quieres que ayude a esta completa extraña, te enseñe magia y arriesgue nuestras vidas por nada?” “No sería por nada, ayudarías mucho a su familia e impedirías las injusticias que se llevan a cabo en su región” Esas palabras, por mucho que David no quisiera, lo convencieron. Sara sabía que la justicia, por alguna extraña razón era algo de lo más importante para su amigo y no podría negarse después de decirle que podría impartir justicia. “De acuerdo, quedamos mañana antes del alba en el callejón al este de la plaza central. Si no sois puntuales olvidaos de ir.” Esa noche ninguno pudo dormir. Sara esperaba con impaciencia el momento de partir hacia un mundo desconocido del que, sin saberlo, formaba parte de alguna forma, también estaba el hecho de que iba a pasar con David mucho más tiempo de las vacaciones de verano del que esperaba. Divela estaba contenta de haber logrado su objetivo y David solo podía pensar en que volvería a su pasado, un pasado que había decidido dejar atrás. Fue al armario y apartó las camisas y pantalones colgados de las perchas para dejar a la vista el fondo del mueble, lo empujó un poco y lo apartó hacia un lado, allí estaba, negra como el azabache pero con un tono morado por los bordes, con la punta, los extremos de la cruz y el final de la empuñadura ardiendo con fuego negro, obviamente metida en su vaina también negra como la misma noche. La cogió, empaquetó unas pocas cosas y se sentó a esperar en el sofá del salón, pues sabía que no lograría conciliar el sueño esa noche, mientras pensaba “¿Cómo me he dejado meter en este lío? La palabra justicia me pierde.” A la hora acordada estaba todo el mundo en el lugar de reunión para irse al Submundo. David hizo unos pases con los brazos, se agachó y tocó el suelo con la palma de su mano izquierda, segundos después apareció de la nada una luz que formaba un círculo de conjuros, el más complejo que hubiera visto nunca Divela y el primero que veía Sara. Estaba conformado por un círculo central en el que estaba inscrito el símbolo de puerta, a este lo rodeaba otro círculo y en el espacio que mediaba entre los bordes de ambos había un texto escrito en rahel, el idioma del submundo. Estos dos estaban metidos dentro del pentágono que formaban las aristas de una estrella de cinco puntas que tenía en cada una de sus puntas una runa (apertura, destino, enlace, transporte y cierre) y a este pentáculo lo rodeaban innumerables símbolos y figuras. Una vez todos dentro del círculo de conjuros, este se duplicó creando otro en el aire, a la altura de la cintura de David, el tercero a la altura de su pecho y el cuarto los pasaba a todos. Una luz cegadora los rodeó e hizo perder el conocimiento a Sara, que no estaba acostumbrada a ese tipo de viajes ni al contacto directo con una magia tan poderosa. Cuando Sara despertó se encontraban en un bosque y David y Divela discutían. Se incorporó y se acercó a ellos para ver qué pasaba. Por lo visto habían aparecido fuera de
  • 6. ~ 5 ~ los límites del reino de Fharts, su destino, debido a que los viajes entre mundos dentro del reino estaban vetados si no se contaba con un permiso especial para ello, y no era su caso. Debido a que esta fue la última noticia que tuvo David del Submundo gracias a un mercader que solía visitarle, tomó precauciones y los hizo aparecer fuera del reino, a partir de ahí tendrían que andar. “A un par de horas de camino desde aquí hay un pequeño pueblo en el que podremos abastecernos e informarnos.”. Mientras andaban, Sara se percató de que la ropa de David había cambiado con respecto a la que llevaba en el Intramundo, ahora vestía unas botas negras con unos adornos de cintas de cuero, unos pantalones de un material indefinido que parecían rotos al final de las perneras, una camiseta negra y una capa con mangas que poco después de la rodilla se arqueaba hasta quedar casi horizontal y cuyo final era muy parecido al de los pantalones, también llevaba dos anillos. Su ropa también había cambiado un poco, llevaba pantalones marrones metidos por dentro de unas botas negras, una camiseta de su talla exacta de color blanco y una capa de viaje también blanca. Mientras pensaba en la ropa, le pareció ver algo en la espalda de su amigo, tras unos minutos de fijarse, se dio cuenta de que llevaba una espada negra, pero lo que era más raro era que parecía como si la propia espada ardiese. “Al fin te has dado cuenta de que llevo una espada, la verdad, pensaba que Divela la encontraría antes.” “Pero David, ¿no es peligroso que te vean con semejante espadón a la espalda, y más cuando es negra y… llameante?” “Primero, en este mundo yo solía llamarme Sércicus, Sércicus Al Surander, así que, por favor, llámame así. Segundo, en este mundo ir armado es, o era, de lo más normal. Tercero, ¿acaso no acabas de verla, después de llevar una hora caminando detrás de mí?” “¿Eso significa que está protegida con algún hechizo de ocultación?” “No, esta espada está hecha enteramente de fuego oscuro solidificado, de ahí que sea negra, tenga este brillo tan raro y que arda como el fuego normal. Una de sus propiedades al estar hecha con fuego negro es que pasa desapercibida. Al igual que una hoguera es algo que destaca, una llama oscura se oculta, pasa desapercibida a la mente.” Una vez en el pueblo, de nombre Irmel, Sara pudo dejar descansar a sus pobres piernas que no estaban acostumbradas a semejantes caminatas, y se cansaba todavía más al pensar que después de comer algo y abastecerse de lo necesario (lo que significaría más peso), le esperaban otras ocho horas de paseo. Sércicus y Divela fueron por las tiendas de comida y mercancías del pueblo, compraron comida suficiente para una semana de viaje y algunos objetos que creían necesarios, como tres telpats (rocas con runas de contacto mental inscritas) para poder comunicarse si se separaban, algunos utensilios para cocinar la comida, algunas pociones energéticas y otras de curación, polvo de sueño instantáneo (pues sabía que las primeras noches Sara no podría conciliar el sueño en aquel nuevo mundo para ella), un poco de jabón, algo de ropa de recambio y algunos papiros y tinta. La comida del Submundo a Sara le pareció igual a la del Intramundo, de hecho la carne provenía de los mismos animales y las verduras eran las mismas, pero tenían un toque especial, su sabor era más fuerte, más natural. No solo era eso, ya había comido carne recién cazada, sin los productos químicos que se le pone para conservarla, sabía
  • 7. ~ 6 ~ diferente, como si tuviera algún ingrediente especial. Tal vez fuera la magia que existía en el ambiente de ese mundo, la luz más tenue, la atmósfera sin contaminación, eran muchos los factores que podían ser la causa del cambio de sabor en la comida. No obstante, le gustó el sabor más fuerte, en parte porque desde que viajaron al Submundo todo le había parecido imaginario, como un sueño, y el sabor de esa comida le parecía más real que ningún otro y eso la llevaba de vuelta a la realidad. Comieron en una posada vacía y alejada, pero con buen servicio. Todos comieron filete de ternera con tomate y una ensalada para todos. La verdad era que con lo buena que estaba la comida el posadero no les pidió más de 12 ruens con 40 sens, Sércicus le dejó 20 sens de propina y se fueron. “Por cierto, ¿de donde has sacado el dinero con el que comprasteis todo esto y pagaste la comida?” “Bueno, yo soy uno de los fundadores de la hermandad del Triple Tormento y como tal me corresponde un salario sacado de la cuenta bancaria de la hermandad, y como he estado unos cuantos años fuera, ahora al volver parece que tengo bastante acumulado.” En el submundo se vivía en una especie de edad media, sin electricidad, con un rey con poder, un ejército que funcionaba como fuerzas del orden público… Por lo tanto también había gremios de trabajadores y hermandades de gente que tenía algo en común. Por entrar y permanecer en una hermandad había que pagar a no ser que fueras un fundador. Al pertenecer a una hermandad te asegurabas de tener siempre amigos, protección e incluso se podía pedir dinero de la hermandad a los fundadores cuando hiciera falta urgente, con la promesa de devolverlo y pagar las cuotas atrasadas, sin ningún interés, pues no se trataba de una sociedad con ánimo de lucro, sino de un grupo de gente que se ayudaba entre ella. Los Triple Tormento era una de las hermandades más poderosas y reconocidas, nadie se metía con un miembro suyo a sabiendas, aunque habían bajado un poco de categoría desde que algunos de sus fundadores desaparecieron. Al usar su dinero acumulado probablemente en unos días los encargados de finanzas de la hermandad se enterarían de que había regresado uno de sus líderes perdidos e irían a su encuentro, y a Sércicus no le apetecía nada dar explicaciones a sus Hermanos y cofundadores, y mucho menos al Consejo Negro. Ya era noche cerrada y Sara y compañía ya habían montado un campamento y estaban cenando. La comida de la posada y la que prepararon en medio del bosque no tenían ni punto de comparación, pero Sara sabía que debía comer o sino sería una carga para sus amigos. Al acabar su plato de estofado de carne, Sara volvió a fijarse en la espada negra que descansaba apoyada en un tronco a escasos metros de Sércicus y de ella, la curiosidad le pudo y fue alargando el brazo para cogerla, pero cuando le faltaban un par de centímetros para alcanzarla, su amigo le agarró la muñeca con brusquedad y la apartó del arma. “Oye, si no quieres que la gente toque tus cosas no hace falta ser tan bruto, solo tenías que decirlo” “No se trata de eso, es que esta espada no está hecha para que cualquiera la empuñe, de haberla tocado, tu mano se habría quemado y quedado completamente inmóvil para el resto de tu vida” El miedo de Sara empezó a hacerse evidente, y Divela también preguntó por curiosidad “Y… ¿y eso por qué?” “Os lo he dicho antes, está hecha con fuego negro sólido, si alguien toca el fuego se quema a no
  • 8. ~ 7 ~ ser que sepa controlarlo, pues esto es lo mismo, si no sabes dominar el fuego negro un toque de Kurontsu quemaría e inutilizaría la parte del cuerpo que la tocase.” “Pero no comprendo algo Dav… estoo Sércicus. ¿Si solo existen 8 elementos y el fuego negro no es uno de ellos, como es posible que lo domines?” “El fuego negro no es un elemento, es la combinación de 3 elementos, fuego, hielo y oscuridad, todos se unen para formar el fuego negro. Existen muchas personas capaces de realizar más de un conjuro a la vez a las que se les ocurrió gastar bromas haciendo juegos con el fuego y la oscuridad haciendo creer a la gente por un rato que dominaban el fuego negro, pero no poseía más que una de sus cualidades, la de quemar. Dicho fuego quema, congela, absorbe y desintegra a la vez o emplea únicamente las cualidades que su invocador quiera utilizar. Si tocases a Kurontsu, te quemaría la piel y congelaría los nervios, si eres demasiado débil incluso podría desintegrar aquella parte que la tocó.” Esa información unida al cansancio por el viaje dejó a Sara tan exhausta que no hizo falta el polvo de sueño instantáneo para que se durmiese.
  • 9. ~ 8 ~ Capítulo II Aprendiendo Magia Al día siguiente Sércicus levantó temprano a Sara para comenzar su entrenamiento en las artes mágicas. Primero le explicó los dos tipos de poderes mágicos que existen “Por un lado tenemos los poderes Acon y por otro los poderes Elementales. Los primeros no precisan de círculo de invocación y son por ejemplo la telepatía, levitación, escudos, alquimia o entendimiento animal entre otros. Nos centraremos por el momento en estos primeros para desbloquear y potenciar tus poderes mágicos” Comenzaron por el más sencillo de todos los conjuros Acon, la telepatía. Sara pensaba que los consejos e instrucciones que le daba eran muy parecidos a los que se encontraban por internet para desarrollar dicho poder, pero le hacía caso y lo intentaba con todas sus fuerzas. Para obtener mejor rendimiento, pues no es que tuvieran tiempo ilimitado, le vendó los ojos para que se concentrase más y no se distrajese con nada. Él pensaba en un objeto y ella tenía que adivinar que era. “Al principio no escucharás ninguna voz ni palabra en tu mente, ni verás imágenes, únicamente percibirás ideas”. Tal y como pensaba Sércicus, Sara era buena alumna y aprendía rápido (tal vez debido al elemento al que estaba ligada). En apenas una hora logró adivinar que Sércicus pensaba en una manzana y durante la hora que les restaba antes de reanudar su viaje hicieron pruebas cada vez más complicadas, como pensando en cubiertos, posadas, molinos y demás objetos más complejos. Tras un par de horas de viaje se encontraron con otro pueblo, este mucho más grande que el anterior, se llamaba Eirin y era uno de los pueblos mercaderes más importantes de todo el reino de Fharts y entonces Sércicus les dijo a sus amigas, que ya estaban más que cansadas de caminar, “Alegraos, una vez pasemos por ese pueblo no tendréis que volver a caminar para proseguir nuestro viaje. Compraremos unos caballos”. Una vez en el banco para sacar crédito suficiente como para comprar un par de caballos de buena raza y bien entrenados, Sércicus no estaba del todo seguro de si los encargados de finanzas de los Triple Tormento ya habrían revisado las cuentas y notado que había regresado, de modo que como uno de los fundadores de la hermandad y por tanto uno de los dueños de la cuenta bancaria pidió a los banqueros los registros de las últimas transacciones y gestiones de la cuenta de la hermandad. En el Submundo, sin necesidad
  • 10. ~ 9 ~ de medios de comunicación modernos cada día a la noche se actualizaban todos los registros de todas las entidades bancarias para que el cliente no tuviera que esperar a la traída de información de la sucursal que quisiera. Dicha actualización se realizaba mientras todavía estaban cerradas y se llevaba a cabo con halcones y águilas como medio de mensajería. Todas las sucursales enviaban sus aves con los registros diarios a la sede central del banco donde se recopilaba toda la información y se reenviaba totalmente completa de vuelta a todos los bancos. Cada reino tenía su propio banco y si tenías el dinero almacenado en el banco de un reino y querías sacarlo en otro te cobraban una comisión por enviar el papeleo pertinente al banco de otro reino para que enviasen el dinero retirado. Las cuentas bancarias no eran como las del Intramundo, sino que se pagaba una cuota mensual por tenerlas abiertas y no generaba beneficios. Al volver el banquero con los documentos necesarios para revisar los últimos movimientos en la cuenta H457TT (nombre con el que estaba registrada.La H hacía referencia a que se trataba de una cuenta de hermandad, el número 457 a que era la cuadrigentésima quincuagésimo séptima cuenta de hermandad abierta en ese banco, y las letras TT eran las iniciales del nombre de la hermandad. Por lo que, salvo por el número, era una cuenta fácil de recordar para los miembros) Por lo visto todavía no se había efectuado ninguna gestión desde su retirada de fondos en Irmel el día anterior. Eso significaba que ese mismo día se enterarían de sus transacciones sin falta, por lo que retiró unos cuantos augons de más para no tener que volver por los bancos en una temporada. El sistema monetario trataba de 3 monedas diferentes, los augons, ruens y sens. 100 sens hacían un ruen, y 250 ruens hacían un augon. Una barra de pan solía costar cerca de 12 sens, una buena comida de lujo unos 50 ruens y un buen caballo unos 82 augons, 84 augons con 20 ruens con un carruaje. Sércicus pagó 174 augons por 3 caballos pura raza, es decir, 58 augons por cada uno, una ganga, pues esos caballos de no ser por la crisis, la época de rebajas en el mercado equino y un pequeño regateo, le habrían salido por 79 augons cada uno. Eran uno negro, uno blanco y uno marrón. Por el camino preguntaron a Divela sobre ella, que tipo de maga era; qué se le daba bien; qué profesión quería ejercer… Así descubrieron que era una maga de tierra y que quería ser boticaria. Le encantaban las plantas y sus propiedades, pero todavía no había tenido acceso a demasiado conocimiento sobre ellas debido a la condición económica de su familia, por eso quiere detener a los bandidos, para que no les roben más y poder permitirse algún lujo. Su padre era agricultor, y su madre trabajaba de ayudante de un herborista. Debido a las profesiones de sus padres aprendió bastante sobre las propiedades de las plantas y como cuidarlas. Pero una ayudante de herborista apenas conocía los efectos de las plantas comparado con su jefe. Los herboristas eran los que más sabían sobre plantas y donde recolectarlas, se encargaban de proveer a los boticarios de productos para sus remedios y demás potingues. A medio camino de la ciudad más cercana, para la que faltaban 3 días de viaje a caballo, los asaltó un grupo de bandidos escondidos en las lides del bosque próximo al camino. Como suelen hacer los bandidos les pidieron todo lo que tuvieran de valor, y si les satisfacía el botín les dejarían quedarse con parte de la comida y el agua. Sara estaba
  • 11. ~ 10 ~ muerta de miedo, en la vida la habían asaltado unos bandidos y no pensaba con claridad. Divela sabía que a pesar de poseer magia apenas sabía un par de conjuros y no podría con todos, por lo que estaba esperando a ver como reaccionaba Sércicus. Por su parte, Sércicus se limitó a preparar en su mente un conjuro repulsor para cuando estuvieran demasiado cerca y se dispusieran a atacar, pues sería el momento en el que fueran más vulnerables y no quería desperdiciar conjuros contra unos simples bandidos. Mas no hizo falta el uso de la magia, un joven a galope sobre un caballo marrón y blanco saltó sobre los asaltantes derribando a dos de ellos, luego propinó patadas y puñetazos tan poderosos que envió a 5 metros a los que quedaban en pie. A ninguno le quedaron ganas de levantarse de nuevo. “No deberíais caminar solos por estos caminos, hay muchos bandidos y no siempre habrá alguien para ayudaros. Mi nombre es Moastry (leído moustri). Y si no fuera impertinencia ni molestia me gustaría saber el nombre de la gente a quien acabo de socorrer.” Sara y Divela no salían de su asombro. Sara no podía creer la fuerza que tenía, y Divela no podía creer que los salvara él y no Sércicus. “Mi nombre es Divela, y esta es Sara. Oye Serc, eres un maleducado, preséntate” Sércicus estaba preocupado pensando en varias cosas a la vez, pero sacó tiempo para presentarse a su inesperada compañía. “Buenas, yo soy Sércicus. ¿Tú no serás del reino de Spaer? Desde luego de por aquí no eres.” “Vaya, ¿Se me nota mucho?” “Bueno, el hecho de tener ese pelo azul no es una prueba por sí mismo, pero si vas repartiendo leches a la gente de esa forma…” “Comprendo, veo que no he salvado a alguien tan tonto como parecía. Lo digo porque andabais solo 3 cuando lo normal es juntarse varios grupos en caravanas de más de 10, para evitar estos problemas” “Te doy las gracias por haber acudido en ayuda de gente a la que no conoces de nada, pero en verdad no necesitábamos de ayuda, yo soy un mago y ellas mis aprendices.” Cierto, Divela no se había dado cuenta, pero para ser más poderosa no solo necesitaba el poder que yacía encerrado en el Inframundo, sino controlar sus propios poderes mágicos, y eso solo lo conseguiría con alguien que le enseñase. “Vaya, entonces es verdad que no estabais en apuros. ¿Acaso os dirigís hacia Eirindrel?” “Pues da la casualidad de que sí, quieres acompañarnos, así dormiremos más con más gente haciendo turnos.” “Pues vale, supongo que cuantos más mejor” Los habitantes de Spaer nacían dotados de una fuerza sobrehumana a la hora de golpear con sus brazos y piernas. Al principio se les podía distinguir por el color azul de su pelo, pero con el paso de los años y las alianzas y pactos entre reinos, las sangres se fueron mezclando y ya no era un método seguro para determinar si alguien se trataba de un spaenense o no. De todos modos lo que más le preocupaba a Sércicus no era la procedencia ni las intenciones de su nuevo compañero de viaje, sino el hecho de que era imposible que en dos años los bandidos hubieran invadido por las buenas un camino principal como era el que recorrían en aquellos momentos y que comunicaba por vía directa dos de las ciudades más importantes de reino de Fharts: Eirindrel, situada en un punto por el que había que pasar para ir y volver del mar con mercancías; y Portda, la ciudad portuaria más importante del reino por sus pesqueros y su sal marina. Eso implicaba que algo no iba bien en el reino, e incluso en el peor de los casos se tardaría
  • 12. ~ 11 ~ mucho más en que los bandidos ocuparan los caminos principales, por lo menos 10 años. Algo raro pasaba y Sércicus no lograba verlo. La verdad era que Moastry era bastante vivaracho y alegre, con lo que nunca se aburrían. Cuando llegó la hora de acampar Sércicus pidió a Divela que tratase de encender un fuego con la magia. A pesar de no ser su elemento asociado, cualquier mago puede controlar hasta cierto punto los otros elementos. A Moastry se le encargó de dar agua a los caballos en algún riachuelo y luego atarlos y ponerles comida. Mientras tanto, Sércicus y Sara fueron a recoger leña para mantener el fuego avivado una vez lo hubiera encendido Divela. Durante la recolección Sara se fijó en que el pelo de Sércicus parecía mucho más claro que cuando entraron en el Submundo, como si en vez de negro se tratase de un gris oscuro. Pensó que podría ser porque llevaban un par de días sin darse una ducha en condiciones y no había ríos ni lagunas hasta que llegaran a Eirindrel, donde podrían dormir en una cama de verdad y darse una buena ducha en una posada.Cuando volvieron Sara aún no había encendido el fuego, por lo visto no conocía el círculo de conjuros para encender una hoguera y solo llevaba encima preparados círculos del elemento tierra. Sércicus le explicó como era el círculo, pero debía dibujarlo ella, cuantas más veces lo hiciera y aún más si no lo había visto hecho ninguna vez antes lo aprendería, era lo que llamó Memoria Muscular. Una vez has hecho un dibujo muchas veces al final basta con pensar en dibujarlo para que la mano se te mueva sola y cree dicho dibujo. Sércicus explicó a Moastry la causa de que Sara no haría guardias. Al provenir de un mundo en el que no hacían falta aún no estaba acostumbrada a todo aquello y necesitaba descansar para recuperar energías, pues su cuerpo apenas soportaba el agotador viaje. Sércicus hizo la primera guardia, de hecho dijo que él siempre haría la primera guardia, la peor, pues al alba vuelve a tocarte vigilar, pero no explicó el porqué. Sara ya sabía sus razones para escoger esa guardia, y al amanecer comprobó que no habían cambiado, pues la despertó para su sesión de entrenamiento. Como ya tenía bastante desarrollada la telepatía pasaron a algo más físico, la telekinesis o habilidad para mover objetos con la mente. “Bien, esto es muy parecido a la telepatía, pero en vez de concentrarte en mandarme un mensaje a la mente concéntrate en enviar una orden a esa piedra de ahí. Algo simple, que se eleve y se quede flotando en el aire. Para que te resulte más fácil imagina la piedra flotando en el aire como tú quieres y mueve el brazo como si fuera más largo y estuvieras agarrando la piedra.” A pesar de seguir los consejos, Sara solo logró provocar un leve tembleque a la piedra que ni por asomo se quería mover de su sitio. En 2 horas lo máximo que logró fue que la susodicha piedra diera un saltito casi imperceptible y luego llegó la hora de desmontar el campamento y reanudar el camino. Mientras recorrían el sendero que los llevaría a Eirindrel en dos días más, Sércicus les dio deberes a sus aprendices. A Sara le dijo que tratara de levantar la misma piedra de la palma de su mano durante el camino, y a Divela que repasara el círculo hasta que pudiera hacerlo en un santiamén y sin pensar en cómo era, para ello le dio unos papeles, una pluma y un bote de tinta de los que comprara en Irmel. Mientras las chicas estaban concentradas en sus tareas, Sércicus y Moastry hablaban e intercambiaban información.
  • 13. ~ 12 ~ “Hala, por lo que cuentas, el Intramundo debe ser un lugar asombroso: transportes automáticos, redes de comunicación a distancia, luz en todos lados que no proviene del fuego, pájaros de metal con personas dentro, aparatos que generan frío sin mediar la magia…” “Si, bueno, en realidad lo que hacen estos últimos aparatos no es generar frío, sino quitar calor. En el Intramundo se rigen por la Física, no por la Magia. Y la Física dice y demuestra que generar frío es imposible” Moastry se le quedó mirando sin comprender. “En fin, déjalo en que quitan el calor de un lugar y lo dejan frío. Y por aquí que noticias hay, aparte de que se hayan vetado los viajes entre mundos.” “Pero si cuando yo nací ya estaban vetados. Pues sí que has pasado tiempo fuera. Pero, espera un momento. ¿No decías que solo habías permanecido en el Intramundo 2 años?” “Sí, por lo que la única explicación que encuentro es que tengas 2 años y hayas crecido como las semillas de floración rápidas” “No, la ley de veto entre mundos lleva vigente 27 años. ¿En qué año te fuiste?” “En el 12.564.” Los años no van por la misma medida en el Intramundo que en el resto de mundos. Esto es debido a que en el Intramundo se ha empezado a contar los años en positivo desde el nacimiento de Cristo, mientras que en el resto de mundos no hubo tal acontecimiento y se empezó a contar desde que a un tipo le dio por empezar a contabilizar los años. “¿Ves? Ahora estamos en el 12.594, han pasado 30 años desde que te fuiste, no dos.” La noticia dejó a Sércicus pensativo. ¿Cómo podía haberse retrasado 28 años entre la salida del Submundo y la entrada en el Intramundo? Era algo que tenía que investigar, y le iba a llevar tiempo. Se instalarían en su casa de Eirindrel y reabrirían su negocio para no levantar sospechas. Se quedarían allí hasta que hubiera llegado al fondo del asunto. Divela no se podía quejar, ya había hecho mucho por ella, y no la iba a llevar al Inframundo hasta que hubiese alcanzado su máximo potencial, cosa que podría hacer en el patio de entrenamientos mágicos de su casa. Para cuando llegaron a Eirindrel Sara ya podía mantener flotando una piedra del tamaño de un puño y Divela sabía dibujar el círculo de conjuros más básico de fuego, el de tierra y el de agua. Pero Sara comenzaba a impacientarse, ya que después de tantos días de camino sin más descanso que para comer y dormir; sin ríos ni lagos donde darse un baño quería lavarse y acomodarse lo antes posible. “Oye Sércicus. ¿Por qué no paramos en esta posada? Parece buena y ya nos hemos saltado otras tres que parecían estar bien.” “No vamos a ninguna posada.” “¿Qué? ¿Quieres decir que repostaremos y continuaremos el viaje?” Sara ya empezaba a creer que no iba a dejarle tiempo ni para lavarse el pelo. “No es eso. En esta ciudad poseo una casa. Tiene aseos donde lavarte, camas mullidas para descansar y un patio para entrenamientos de magia, lo que nos viene de perlas.” Aunque Sara pareció aliviada, Divela y Moastry se extrañaron de que la casa tuviera un patio para entrenar, por lo que ambos sospechaban lo mismo, pero sin necesidad de mediar palabra ni telepatía, pura coincidencia. Al llegar al lugar donde los dirigía Sércicus sus sospechas se vieron confirmadas, y Sara se sorprendió también. Su casa era más bien una villa de las de la antigua Roma, con tres pisos de alto, unos 90 metros de largo y cerca de 50 de ancho. Solo la casa ocupaba lo mismo que un campo de fútbol. Estaba rodeada por un jardín enmarcado por una
  • 14. ~ 13 ~ vaya de piedra y rejas de metal, con un patio trasero reformado como pista de entrenamiento y aún con el espacio de entrenamiento también quedó sitio para ponerle una piscina. Era más que una casa, una mansión de las que tenían los nobles y adinerados en el pasado. “¿Pero de dónde has sacado semejante caserón?” Divela no pudo aguantarse, al fin y al cabo creía que viajaba con un mago que no poseía nada y por eso se fue a otro mundo. “Bueno, mi familia es rica, pero siempre quiso que nos granjeásemos nuestras vidas, por lo que nos dieron a cada uno una casa y unos ahorros para montar un negocio, invertir…” “¿Entonces tienes un hermano?” “Sí, ¿Por?” “Poco después de conocernos te pregunté si tenías hermanos y me dijiste que no” “Bueno, supón que quisieras conocerlo o visitar su tumba en caso de decirte que estaba muerto, me vería en un apuro pues no tenía planeado que conocieras todo esto.” “Sí, claro, tienes razón. Y ¿Qué hiciste con ese dinero para invertir?” “Monté un negocio, de lo que mejor se me da y lo que más me gusta aparte de la magia. Una herrería. Conseguí que mi herrería fuera de las más famosas de este reino y otros más.” A Sara le pareció ver como el rostro, normalmente inexpresivo, de su amigo se iluminaba un poco, de forma casi imperceptible, y su voz mostraba pasión por lo que decía, y no su habitual tono neutro. Se dio cuenta de lo poco que lo conocía, pero le hizo feliz ver como sí existía una chispa de vida en él. Al acabar de darse una buena ducha, Sara fue a la habitación que le había asignado Sércicus. Abrió el armario para colgar sus escasas prendas de vestir y se encontró con una buena gama de vestidos, camisones y ropa informal y deportiva para mujeres, por lo que se imaginó que en otra época en esa casa vivieron mujeres, tal vez novias de Sércicus, o incluso su esposa. La verdad era que pudieron haber sido muchos los motivos de que tuviera ropa de mujer en su casa, pero el descubrir que realmente conocía tan poco a su mejor amigo le hacía desconfiar de todo. Antes de nada preguntó a Sércicus si esa ropa era para ella. Lo pilló yendo hacia el baño para ducharse él también, ni siquiera se frenó “Claro, ¿Por qué sino crees que te puse en esa habitación?”. Se puso un camisón blanco de su talla (bueno, un pelín más grande) y bajó a la cocina para ir preparando la cena. Puede que en un principio pareciera que solo Sara y Divela cocinasen, pero es que Sércicus y Moastry estaban lavándose en los dos baños de la casa (los más limpios y únicos operativos) que antes ocuparan ellas. Por otra banda, Sércicus pagaba todo y la casa era suya y ellas eran sus invitadas, por lo que parecía justo que él se librase de ciertas tareas, pero a Moastry lo pondrían a trabajar según acabase en el baño. Sércicus bajó de la segunda planta con un pijama de dos piezas y una bata de verano. Pero algo dejó a todos impactados. Su pelo se había vuelto blanco como la nieve recién caída. Resultó que su pelo siempre había sido blanco, de nacimiento, pero en el Intramundo es muy extraño ver a alguien con el pelo blanco, por lo que para pasar desapercibido se lo teñía de negro, el color de pelo más común en dicho mundo. A cada acto de Sércicus, Sara notaba que lo conocía menos, pero se despejó las dudas de la cabeza basándose en que si no fuera su amigo de verdad no estaría enseñándole a hacer
  • 15. ~ 14 ~ magia, cobijándola en su casa ni pagándole la comida y dejándole ropa. Eran signos de que existía una verdadera amistad entre ellos. Sércicus siguió levantando a Sara temprano por las mañanas para enseñarle magia, pero esa vez también llamó a Divela. Como ya no había que hacer guardias no había problemas de sueño por levantarla antes de tiempo. Comenzó explicándole a Sara que debía seguir entrenando la telekinesis hasta poder levantar una roca de su tamaño. Mientras Sara realizaba el entrenamiento, Sércicus se centró en enseñarle a Divela la magia desde la base, los conjuros Acon, empezando por la telepatía. Por la tarde Sércicus llevó a todos a la herrería, Moastry; a pesar de ser un viajero se quedó con ellos porque por primera vez sentía que encajaba en un grupo. Pasaron toda la tarde limpiando y ordenando el local para su reapertura y estudiando los tipos de aceros, armas y armaduras y sus cualidades para explicárselas a los clientes. También tenía un catálogo en el que dibujaba todo lo nuevo que fabricaba y detallaba los materiales empleados y sus cualidades para tener una guía que mirar o enseñar a los clientes. Al final del día Sara, Divela y Moastry ya sabían diferenciar una espada ropera de un florete y se decidió que ellas siguieran entrenando por la mañana en la casa mientras que Moastry y Sércicus trabajarían en la herrería, Moastry como dependiente y Sércicus en la forja de atrás. Mientras que por la tarde no se encendería la forja y mientras Sércicus realizaba su investigación y Moastry hacía lo que quisiera, ambas trabajarían en el mostrador de la tienda atendiendo a los clientes. Por supuesto aquello era una herrería, no solo vendían armas y armaduras, sino también herraduras, barras de metal, herramientas de trabajo como azadas, rastrillos o palas… A la mañana siguiente Sércicus les dijo a Sara y a Divela que seguirían practicando con la telekinesis hasta que fueran capaces de lanzarse y detener objetos de un peso considerable. En la forja Sércicus se encontraba como pez en el agua. Desde pequeño le apasionaban la forja y los metales, por lo que siempre tuvo un grado de conocimiento de metales y armas muy superior a muchas personas, incluso algunas de esas personas eran expertos en armas. Él quería aprender a forjar, pero en su familia no había nadie con dicha profesión que le enseñase, y por supuesto que no iban a permitir que probase a hacerlo el solo al igual que no le dejaban aprender magia por sí mismo. Pero un día caminando por la calle cuando tenía 13 años, se encontró con un hombre que llevaba la mejor espada que había visto en la vida, y como es normal, le habló al propietario sobre la maravilla que llevaba a la espalda. Ese hombre resultó ser el mejor herrero de todos los reinos, el alumno del aprendiz del maestro de la forja, ZaitRoh El Acero, es decir el segundo en heredar los conocimientos del mejor forjador de la historia. Al ver como un zagal de aquella edad se interesaba hasta tal punto por los metales decidió que lo convertiría en su pupilo y le enseñaría el arte de la forja al estilo ZaitRoh. Por supuesto que eso no impidió que siguiera estudiando magia, o de lo contrario no habría llegado a ser lo que era entonces. Pronto su paz se vio perturbada pues Moastry le dijo que había una persona que quería verle. “Tiene un arma muy parecida a alguna de las que tienes en el catálogo, una túnica de viaje de color azul grisáceo y tiene el pelo
  • 16. ~ 15 ~ de color rojo como la sangre” Al oír esto último Sércicus dejó el proceso de fabricación de una herradura y salió rápido a la tienda. “Hombre, hermano, creí que ya no volvería a verte nunca” “Nunca te librarás de mi para siempre y lo sabes Tácicus.” Luego de unos segundos de silencio y aunque parezca increíble en el caso de Sércicus, ambos se echaron a reír y se abrazaron. Moastry entró en la tienda y vio la escena. De hecho ahora que lo veía sin la cara tapada, aquel hombre era idéntico a Sércicus salvo por el pelo. Sércicus le explicó que se llamaba Tácicus y era su hermano gemelo, pero, por causas que sin mucho conocimiento atribuyeron al poder que albergaba Sércicus, tenían el pelo de diferente color. Ni siquiera en el Submundo es algo habitual tener el pelo blanco. A la hora de la comida, Tácicus se fue con ellos a la casa de Sércicus. Como era de esperar, causó expectación y confusión la presencia del pelirrojo. “Serc, ¿Quién es él? Creí que se trataba de pasar desapercibidos por completo.” “Es mi hermano gemelo Tácicus Al Surander.” Más que obvio que esto dejó de piedra a las dos chicas, sobre todo a Sara, quien según recuperaba la confianza descubría que no conocía de nada a su amigo. “¿Cómo es que estuviste tanto tiempo fuera sin avisar ni nada? 30 años sin verte” “Bueno, es que por unos motivos u otros para mí solo han pasado 2 años.” En ese momento Sara dejó el tenedor en la mesa y se metió en la conversación ya que las cuentas no le cuadraban. “Un momento. Si para ti han pasado 2 años y para él 30, ¿Cómo es posible que tengáis el mismo aspecto?” “Los hermanos se miraron y se echaron a reír. “¿Y porque iba a parecer más viejo que yo? Somos magos, bastante poderosos ambos, así que apenas envejecemos. Yo tengo 119 años, lo que significa que él aun siendo mi gemelo tiene 147 años. Pero no te confundas, sigo siendo más poderoso que tú y esos años no te dan más sabiduría que la que ya tenías.” 119 años, a Sara le pareció inverosímil, si aparentaba 20, como ella, y sin embargo tenía casi 6 veces más edad que ella. “Bueno, veo que has aprendido a no romper las espadas, si no recuerdo mal, y es imposible que me haya olvidado en 2 años, esa es la misma espada que te forjé yo. Una espada del tipo viento. La verdad es que no estaba del todo seguro de si una espada, aun siendo mágica del elemento viento, sería capaz de resistir tu habilidad para romper armas.” “Ya ves, los años me han vuelto más responsable. Aunque la verdad es que en unas cuantas ocasiones me parecía que se iba a romper. Ni después de 30 años he logrado una consonancia total con ella.” “El viento es un elemento cambiante, caprichoso e impredecible, si tu personalidad no es así por naturaleza, entonces necesitarás gran estabilidad y concentración para dominarla y prever sus movimientos” Sara estaba confundida, y Divela también un poco. Moastry ya había ojeado la parte del manual en la que venían ese tipo de espadas y no sentía ya ninguna curiosidad. “¿Pero es que la espada piensa? Yo la veo quieta, sin moverse. Se pueden predecir sus movimientos.” “No, una espada como esta no está del todo muerta. Posee magia, o por lo menos la capacidad de mantener magia de un elemento exclusivamente, en este caso el viento. Con ella se hace más sencillo un combate, pues no se necesita un círculo de conjuros para invocar los hechizos básicos. Pero si no eres capaz de controlarla, esos hechizos pueden volverse en tu contra, o incluso la propia espada negarse a acertar con tus movimientos.”
  • 17. ~ 16 ~ Al ponerse al día, Sércicus se enteró de que su hermano se había dedicado profesionalmente al mercado, era mercader y le había ido muy bien hasta que el nuevo rey llegó al poder hacía 27 años y las relaciones comerciales con el resto de reinos se vieron diezmadas por no querer contacto con un reino con un rey tan malvado. Por eso se unió a la resistencia y con su gran red de contactos comerciales ayudó de forma muy significativa a preparar una revolución, pero esas cosas llevaban tiempo. Por lo pronto el ejército del reino seguía superando en número y en fuerzas a la resistencia, incluso en número de magos. “Bueno, ya sabes. Hasta que no se planee ningún golpe a gran escala ni se lleve a cabo la revolución solo asaltamos a los recaudadores de impuestos para dejarles solo la recaudación que había antes del nuevo reinado y devolver el resto a los ciudadanos. ¿Y tú? ¿Quieres unirte a la resistencia? Nos vendría muy bien un mago del fuego negro que además es herrero.” “No, gracias. Pero ahora mismo tengo otros compromisos y mis propios objetivos.” “Quieres averiguar la causa de la transición temporal ¿No?” “Me lees la mente hermano.” “Será porque somos gemelos.” En efecto, Sércicus aún estaba revisando la inmensa biblioteca de su casa en busca de alguna pista sobre la desincronización temporal. No había encontrado más que especulaciones sobre círculos de conjuros con una dinámica diferente que, en teoría, permitirían el control de un tercer tipo de magia, la temporal. Sércicus los había revisado todos y no mostraban signos de parecerse a un círculo de paso entre mundos ni de funcionar para lograr el propósito con el que fueron creados, de hecho daban toda la impresión de colapsar en cuanto se activasen. Al día siguiente iría a la biblioteca de Eirindrel a buscar toda la información sobre el tiempo y los círculos de paso a otros mundos. Esa misma noche Divela oyó ruidos en la cocina, y como no le dejaban dormir fue a mirar quien era. Al asomarse por la puerta pudo ver a un ser grotesco, de color rojo, con seis extremidades y con cuernos. “De… de…. de… DEMONIOO”. Gritó a pleno pulmón, lo que causó no solo la interrupción del sueño del resto de habitantes de la casa, sino también que la atención del demonio, la cual se hallaba sobre los muebles de la cocina, se depositase en ella. Cuando se abalanzó, Divela empleó la telekinesia para tirarle un mueble roto encima y desviarlo. El golpe apenas hizo daño al demonio, pero dio tiempo a Sércicus, Moastry, Sara y Tácicus a llegar a la cocina. Al ver a la criatura, Sércicus reaccionó rápidamente con un conjuro para encerrarlo en una prisión esférica. El conjuro era una variación del conjuro de escudo, más grande, resistente y con forma esférica. Mientras el demonio golpeaba las paredes de su prisión casi invisible, los soñolientos habitantes de la casa hablaban. “¿Pero como ha llegado hasta aquí un demonio? ¿Es que ya te has olvidado de que cuando nos enseñaron los conjuros protectores nos dijeron que debían ponerse rodeando la casa para prevenir a los demonios?” “Sí que los tiene, pero con el paso de los años deben de haberse deteriorado. Como para mí solo han pasado 2 años me olvidé de renovarlos. De todos modos, es raro que un demonio salga del Inframundo, en especial uno tan débil.” “No le des demasiadas vueltas hermano, a veces consiguen pasar las barreras y ya está. El caso es que deberíamos llamar a un clérigo ya que son los únicos que se saben los exorcismos.” En ese instante Sércicus se
  • 18. ~ 17 ~ dio la vuelta y se dirigió hasta donde estaba el demonio, y con voz alta, clara y firme recitó: “Deo redtirdfresdctiseacquumtoxareszoulzertermkoufirtesdemonexpulmuste” Que se podría traducir por: En nombre de los Dioses te ordeno que abandones este mundo y vuelvas a pudrirte en tu miseria y la de tus congéneres. Yo te exorcizo. En el instante en el que acabó de decir la última palabra una cadena candente apareció rodeando con un grillete el cuello del demonio, se abrió un agujero debajo de él y la cadena se tensó. Tiraba hacia el agujero mientras el demonio se resistía y chillaba. Al final acabó por ser devorado por el misterioso portal. “¿Te sabes los exorcismos?” “No todos, y de todas formas ese era uno de los más simples, me figuré que sería suficiente para un demonio de esa categoría.” “Pero… ¿Qué acaba de pasar?” “Sara, las preguntas sobre esto mejor mañana. Ahora es tarde y todos tenemos sueño.” A Sara no le quedó más remedio que irse a la cama y aguantarse. Le ayudó a conciliar el sueño el hecho de que se tenía que levantar temprano para seguir practicando magia. A la mañana siguiente Sércicus se dirigió a la biblioteca de Eirindrel junto con su hermano para revisar los pergaminos que pudieran estar relacionados con su desincronización temporal. Se sorprendió del estado de abandono y de la falta de libros y pergaminos que caracterizaban a la que antaño fuera una de las mejores bibliotecas de todo Fharts. “Se debe a que al nuevo rey solo le interesa el dinero y las tierras. No se preocupa en absoluto por la cultura o el bienestar del pueblo. Esa fue la principal causa que hizo que se creara la resistencia.” “Es una aberración que un rey descuide la cultura y la grandeza de su país, pero lo que es imperdonable es el estado de pobreza y malestar de toda la gente que no es de los barrios ricos. Un rey así no debería reinar ni existir. Puedes contar conmigo para la resistencia. De todos modos no puedo llevar al inframundo a esas dos. Aún les falta mucho entrenamiento.” La biblioteca estaba situada en los barrios pobres de Eirindrel para asegurar que todo el pueblo pudiera acceder al saber comunitario. Al ir a la biblioteca Sércicus vio el verdadero estado del pueblo llano. Los que no eran ricos pasaban hambre, y los ricos eran los pobres de antaño. Estas circunstancias hicieron que se percatara de la pésima gestión del reino que hacía el nuevo rey Orildar. “¿Entonces os unís a la resistencia?” “No puedo hablar por Moastry ni por Sara, pues no tienen nada que ver con este reino y Moastry no está bajo mi tutela.” “Bueno, habrá que tratar de convencerles, nunca viene mal una maga más, y desde luego nos vendría de perlas un spaenense.” A Sércicus se le ensombreció el rostro y miró con una mirada siniestra a su hermano. “Sara debe decidir por sí misma si quiere unirse o no. No debe ser influenciada por ti ni por nadie para que se decante por ningún bando, al fin y al cabo ella no solo no es de este reino, sino que tampoco pertenece a este mundo. Ha de tomar sus propias decisiones.” A Tácicus se le quitaron las ganas de discutir con su hermano las circunstancias y se tragó todo lo que se le ocurría.
  • 19. ~ 18 ~ Capítulo III Un spaenense especial Tal y como esperaba al ver la escasez de libros, no encontró ni una sola pista sobre los círculos de conjuros ni los saltos en el tiempo. Su hermano por el contrario, encontró interesante un grimorio sobre los demonios y sus exorcismos. Era un grimorio básico con demonios de poco poder, hasta la clase neffim. “Hermano, ahora entiendo porque sabes los exorcismos. Están en rahel antiguo, antes de que fuera traducido con la magia para que todos se entendieran y tú y yo lo estudiamos de pequeños. Son fáciles, como frases que a todos se nos ocurrirían, del tipo: vete de aquí demonio, vuelve a tu mundo, por el poder de los Dioses te exorcizo…” “¿Es que anoche no escuchaste el exorcismo que recité?” “Bueno, estaba ocupado oyendo los chillidos del demonio y calmando a las chicas.” “Nunca cambiarás. Si no atiendes a lo que te rodea no esperes aprender nada nuevo. Bueno, me voy, aún es temprano por lo que iré a la herrería a forjar algo, supongo que unos clavos.” “Pues yo me voy a dar un paseo por los alrededores de la ciudad. Estaré en casa para comer” De pronto se le vino a la cabeza a Sércicus que si no había libros en Eirindrel y se unían a la resistencia su estancia duraría menos de lo esperado, y ni Sara ni Divela sabían cómo defenderse adecuadamente. No podía cambiar el modo de aprendizaje de magia pues de lo contrario nunca llegarían a su máximo potencial, por lo que decidió interrumpirlo temporalmente para enseñarles el arte de la espada, pero primero deberían tener una espada. “A partir de hoy vuestro aprendizaje de magia queda paralizado. En su lugar aprenderéis a defenderos con una espada.”. Dicho esto les dio a ambas sendas espadas de madera para el entrenamiento. Ya habían aprendido que llevarle al contraria era como hablar con una piedra, por lo que ni se molestaron en preguntar el motivo, tarde o temprano lo descubrirían.
  • 20. ~ 19 ~ Pasaron los días, y con cada día les enseñaba movimientos nuevos que ensayaban hasta lograr cierta perfección y luego empleaban en un combate. Al poco rato comprendieron que debían usar en cada combate todas las técnicas que supieran, lo que incluía la poca magia que conocían. Pronto se convirtieron en unas luchadoras capaces y Sércicus decidió acabar de forjar sus espadas y armaduras. Una espada pequeña, larga y letal con una guardia en forma del símbolo de la luz para Sara y otra más grande y por lo tanto más pesada y lenta con una guardia en forma del símbolo de la tierra para Divela. Las armaduras estaban hechas a medida, eran de color marrón (la de Divela) y Blanco (la de Sara) y constaban de un peto, una hombrera para el brazo de la espada, protectores de brazos y piernas y un guante de cota de malla metálica fina para la mano que empuñaba la espada. Al final de su entrenamiento en el arte de la espada Sércicus preguntó a Sara si quería colaborar con la resistencia, a lo que por supuesto respondió que sí, que no había nada que la atara al Intramundo, al fin y al cabo no tenía ninguna familia allí. Sércicus suspiró, se imaginaba que diría que sí, pero eso significaba poner en peligro a alguien que no tenía nada que ver con el Submundo y que estaba a su cargo. “Divela, mañana no esperes por nadie para reanudar el entrenamiento de magia, Sara y yo nos iremos temprano. Vete empaquetando lo que quieras llevar” “¿Pero a dónde vamos?” “Tranquila, no te voy a llevar de vuelta al Intramundo, pero ya verás a donde vamos cuando lleguemos” Preguntó a Moastry si podría vigilar la herrería un poco más de tiempo y se fue a la cama, el día siguiente iba a ser duro, volvería a verla, y no le hacía demasiada gracia. Aunque Sércicus le dijo que hiciera las maletas no sacaron a los caballos de los establos ni se dirigieron a la salida de la ciudad, todo lo contrario, iban hacia el centro. El centro de Eirindrel era asombroso comparado con cualquier ciudad del Intramundo, tenía una forma de octógono perfecto, con ocho salidas entre tiendas y en cada esquina de la figura geométrica se encontraba un templo de cada elemento. En el centro de la plaza había una fuente con una estatua enorme encima representando el Octamenón, el símbolo de todos los elementos (un octógono en el que cada vértice era un símbolo de elemento), que representaba que esa ciudad fue fundada para todos los elementos y no está protegida únicamente por un Dios. Sara supuso que se dirigían al templo de la luz, a lo mejor para realizar algún tipo de ritual de iniciación en la magia elemental o cualquier cosa. Cuando entraron le pareció que nunca había visto nada que fuera tan blanco como las piedras usadas para construir el templo, y mientras estaba embobada con la limpieza absoluta y blanca Sércicus aguardaba a alguien. Apareció de pronto en un destello de luz y se dirigió a hablar con Sara, pero Sércicus le cortó el paso y le dijo que tenía un favor que pedirle. “Hola hermana, quisiera hablar con vuestra madre superiora” “Ninguna persona que no sea mago de luz puede entrar en el Monasterio Lumínico, por lo que comprenderás que siendo hombre no te deje” “Bueno, es importante, así que si no puedo ir decidle que venga aquí” “Imposible, la madre superiora no puede salir del convento a no ser que albergue un sentimiento de amor verdadero por alguien.” “Pues en ese caso no tengo más remedio que decirle que
  • 21. ~ 20 ~ le vaya a preguntar a su superiora si puedo pasar a verla, dígale el apellido Surander.” “No he venido con la finalidad de serviros de recadera señor, sino para llevarme a esa joven que se esconde detrás de vos.” “Bueno, pues no se la podrá llevar hasta que entregue mi mensaje y pueda hablar con la madre superiora Adre Seri Coist. Y créame, puedo impedir que se la lleve” “Le llevaré su recado”. La monja de la luz se fue como llegó, con un destello de luz, pero dejó un reguero de confusión en la mente de Sara. “No entiendo. ¿Por qué me quiere llevar?” “La magia de luz aunque todas las personas con magia pueden usarla, solo mujeres están vinculadas a ella, es decir, solo hay magas de luz. Existen disciplinas dentro de ese tipo de magia que son muy poderosas, y también peligrosas. Por ello a todas las magas de luz se las confina en un convento donde aprenderán magia, para que ninguna persona logre aprovecharse de esa magia usando a una maga de luz.” “Pero yo no quiero ir a ese convento, quiero seguir viajando contigo, unirme a esa revolución.” “Y precisamente porque tú escoges tu destino al no pertenecer a este mundo y no tener nada que ver con sus asuntos, no te envío al Intramundo de nuevo, sino que te protejo en ese convento hasta que aprendas a usar la magia de luz para defenderte.” “Pero si me capturan y no se utilizarla no les serviría de nada” “Y por lo tanto te matarían. De todas formas hace tiempo que existe un conjuro para extraer la magia de la gente y emplear los hechizos de un elemento como si fueran propios, usando al mago como una batería.” En ese mismo instante volvió a aparecer la monja y accedió a llevarlo al convento a hablar con la madre superiora. Abrió un portal delante de ellos y todos pasaron a través de él. Una vez en el convento Sara casi no podía mantener los ojos abiertos, pues el templo era tan blanco y estaba dotado de una luz más potente que en el resto del submundo. “Sara, ahora yo voy a negociar con la madre superiora para que una vez acabes los estudios de magia pertinentes y yo venga a buscarte puedas salir, pero tú te tienes que ir instalando aquí para una temporada. Es el momento de la despedida, tranquila, volverás a verme, no pienso caer en batalla” Mientras Sércicus decía aquellas palabras Sara se esforzaba por mantener la compostura y no romper a llorar y a rogarle que no la abandonara allí (aunque ella supiera que solo era temporal y para su propia protección), se le iba a hacer raro no tenerle cerca. Se dieron un largo abrazo en el que Sara notó la magia de Kurontsu atravesando incluso su funda, concebida para atrapar la magia y no sucumbir ante ella. Tomaron caminos contrarios, ambos guiados por una monja que conduciría a Sara a su habitación y a Sércicus al salón principal. Según entró por la puerta del salón Sércicus oyó perfectamente la voz de la madre superiora “SÉRCICUS AL SURANDER. ¿Cómo eres tan osado de exigir una audiencia con la madre superiora de la Orden de la Luz y no saludar como es debido a una vieja amiga?” “Tan alegre como siempre, nadie diría que tienes más de 60 años (aunque tuviera 145 según los nuevos cálculos de Sércicus)” “No conseguirás nada piropeándome, aunque si lo que quieres es que me vaya contigo solo tienes que pedirlo.” “Me temo que, a pesar de lo prometido, los motivos que me traen aquí son completamente diferentes.” La cara de Adre Seri Coist ya no parecía tan alegre de repente. “¿A qué has venido entonces? Entrar en este convento no es algo que puedas
  • 22. ~ 21 ~ hacer solo porque seas amigo de la madre superiora.” “Conozco las reglas básicas de este monasterio, más he de rogarte que incumplas otra de ellas. Conmigo traje a una chica llamada Sara, a pesar de ser del Intramundo es una maga de luz y por eso decidí que el mejor sitio donde podía estar dada la situación comprometida de Fharts era aquí. Pero necesito que cuando venga a buscarla la dejes salir de nuevo” Adre no daba crédito a lo que oía y no se esforzaba por ocultar su asombro. “Me estás pidiendo que vulnere el fin con el que fue creado este monasterio. Solo la madre superiora puede abandonar el monasterio y los templos de la luz, ya que es la más poderosa de toda la Orden de la Luz.” “Por favor, ella rehusará regresar al Intramundo pues quiere unirse a la resistencia contra el régimen del rey Orildar, pero aún no tiene capacidad de defensa ni de ataque suficiente, no es lo suficientemente fuerte como para arriesgarme a que la capturen y descubran el elemento al que está ligada. Este es el único lugar donde estará a salvo y podrá aprender magia tranquila, pues nadie conoce el paradero de este monasterio. Ella solo está de paso, no merece que le obliguemos a permanecer encerrada en un monasterio de un mundo que no es el suyo.” Cuanto más escuchaba más ganas de partirle la cara le entraban por todo el interés que ponía en esa chica, pero nunca supo negarle un favor a Sércicus y no iba a empezar entonces. El peliblanco dijo que volvería en tres meses, tiempo que estimaba suficiente para adquirir suficiente destreza en la magia, también confiaba en que la madre superiora vigilara de cerca a su amiga. “Y bien Moastry ¿Te unirás a la resistencia?” “Sí, me encantará ayudar en todo lo que pueda.” Con esa respuesta Tácicus obtuvo todo lo que quería oír, con un spaenense y un mago del fuego negro entre sus filas la resistencia no podía perder. Pero Sércicus también obtuvo el dato que quería para corroborar su teoría. “No te fuiste de Spaer solo porque querías conocer mundo ¿Verdad?”, la pregunta pilló por sorpresa a Moastry y se quedó un rato pensando hasta que al final contestó “No, la verdad es que no fue solo por eso.” “No eras aceptado entre tu gente, fue eso lo que te motivó a exiliarte.” “Pero ¿Por qué no iba a ser aceptado? Tiene el pelo azul y la fuerza combativa de un spaenense, y no tiene cara de haber cometido ningún acto para que lo martiricen así.” “Moastry no es un spaenense como el resto Tácicus, su fuerza de combate no le abandona en ningún momento. En otras palabras, siempre es tan fuerte como cuando combate, ¿Me equivoco?” “No. Por lo general los spaenenses son muy abiertos a todo, pero cuando me rechazaron por ser diferente me di cuenta de que solo son tolerantes con lo que viene de fuera de Spaer, pues son otros reinos, otras costumbres. Pero no son capaces de tolerar un mínimo cambio en su vida dentro de su reino, por eso, cuando supieron que las fuerzas no me abandonaban nunca, dejaron de hablarme y comenzaron a susurrar a mis espaldas. No podía ir a ningún lado sin sentirme observado, por eso decidí irme lejos de allí, aunque eso significara dormir a la intemperie el resto de mis días.” Al principio a Divela y a Tácicus les costó un poco asimilar la información, pero al ver las caras de Sércicus y Moastry se dieron cuenta de que no era broma en absoluto y no volvieron a tocar el tema. Divela reanudó su entrenamiento de magia, como su
  • 23. ~ 22 ~ telekinesis había mejorado muchísimo Sércicus decidió que era hora de enseñarle el siguiente conjuro Acon, los escudos. Capítulo IV Espada de tierra Le explicó que los escudos creados con magia venían muy bien a la hora de luchar con una espada, pues no pesan y no necesitan de reflejos físicos para manifestarse, por no mencionar que son mucho más resistentes e incluso pueden repeler ciertos ataques mágicos. Si se lo explicó no fue solo para que se diera cuenta de lo prácticos que son, sino para que se tomase con entusiasmo su aprendizaje. Comparado con el resto de conjuros Acon que había aprendido hasta entonces, los escudos no representaban ningún reto, pues se trataba de imaginar una barrera transparente, cosa que podía hacer fácilmente imaginando un cristal. Este truco le valió para aprender a materializar el escudo, pero cuando Sércicus le lanzó una piedra y le hizo ver que su escudo no valía nada, pues se rompía enseguida. “Un escudo es aquello que crees que es, adopta la forma que tienes en mente y las cualidades que piensas dentro de un límite. Si piensas en un trozo de cristal materializarás un pedazo de cristal frente a ti, con su misma fragilidad. Al principio está bien, para familiarizarte con el proceso de materialización, pero…” “Pero si quiero un escudo que resista ataques he de materializarlo como si fuera de cristal pero con propiedades de resistencia mejores que el metal.”. A Sércicus le gustaba que le interrumpiera, así se daba cuenta de los progresos de su alumna. Para comprobar los avances de Divela se batieron en duelo con espadas. Sércicus no usó a Kurontsu, sino que en su lugar cogió una espada con una guardia en forma de estrella de hielo aún sin bautizar. Los movimientos de Divela eran fuertes y contundentes, pero también bastante rápidos para una espada tan pesada y una chica bruta, aun así no eran
  • 24. ~ 23 ~ rivales para los de Sércicus, rápidos, precisos y sin pérdidas de energía. Aunque Sércicus no iba a golpear de verdad sí que fingía bien que lo iba a hacer para que el escudo comenzara a arraigar en el subconsciente de la chica como un reflejo más, tampoco se iba a dejar dar, pero en lugar de esquivar todos los envites dejaba que alguno chocase contra algún escudo, para no desanimarla. Cuando vio la guardia de Divela abierta durante demasiado tiempo puso fin al duelo con una sola estocada, Divela la notó como un témpano atravesándola suavemente, pero cuando miró su torso no había herida. “Espadas de recepción y acumulación mágica, también llamadas espadas mágicas. Las reconocerás por su guardia en forma del símbolo de algún elemento, hay muy pocas en el mundo y ahora mismo hay 4 en esta casa.”. Divela miró su espada ignorando la sensación de frío que sentía todavía en el vientre y se dio cuenta de que la guardia era muy parecida al símbolo de la tierra, el cual era un cuadrado, pero duplicado para proteger ambos lados de la espada con un cuadrado. “Una es la mía ¿No?” “Sí, otra la tiene Tácicus, otra está en la sala de armas y la otra la tengo aquí mismo. ¿Recuerdas el día que apareció Tácicus? Os hablé un poco sobre este tipo de espadas, que hay que dominarse a uno mismo y al elemento que se usa para poder emplearla al máximo. Si te obedece es porque aún no está activada, solo está preparada para retener magia, en el momento en que deposites en ella un poco de magia de tierra despertará y juzgará si puedes blandirla.” Un mes más tarde el líder de la Resistencia llegó a Irmel junto con Tácicus para conocer al que sería su salvación, o al menos eso creía. “Así que tú eres el que forjará espadas mágicas para la Resistencia.” “Sí y no” “¿Qué quieres decir?” “Quiero decir que forjaré espadas y armaduras para tus hombres, pero las espadas mágicas no han de darse a cualquiera a la ligera, además, solo pueden blandirlas magos. Así que yo decidiré por mi propia cuenta a quien le doy una.” El líder asintió y se fue con Tácicus dándole la razón en que su hermano podía dar mucho miedo con una mera mirada. Al revisar los materiales de la herrería para hacer inventario, Sércicus se fijó en que le iba haciendo falta más Metal Blanco, lo cual no le hacía gracia ninguna. Dejó a Moastry encargado de la tienda mientras hacía un viaje para buscar más Metal. Decidió llevarse a Divela con él a pesar de lo duro del viaje para que se fortaleciese su carácter. Se dirigían a las Montañas de las Nieves Imperecederas, donde, como bien dice su nombre, nunca se va la nieve. Dijo a Divela que no llevara demasiado equipaje, solo lo justo y mantas extra, pues después de media jornada a caballo tendrían que ir a pie cargando con todo. “¿Oye, y porque las llaman así?” “¿No lo ves acaso? Aquí la nieve nunca se va y hay ventiscas todos los días.” “No. Me refería a su otro nombre, las Montañas Fantasma.” “Ah. ¿Sientes el frío?” “Sí, pero es normal, hace frío.” “Pero llevas tu ropa, una capa y dos mantas encima, todo ello imbuido con conjuros de calor, así que hay dos preguntas clave. ¿Por qué tienes frío? Y ¿De dónde viene este frío?”. Sércicus le explicó que las montañas estaban malditas, que hacía tiempo, mucho tiempo muchas personas murieron allí, pero no se les permitió ir a Infierno, sino que quedaron allí atrapados, como espíritus, sombras de lo que eran, llenando del frío de la muerte las montañas, de ahí la nieve que nunca se va y el frío, pero la causa de que ese frío se te metiera en los
  • 25. ~ 24 ~ huesos por muchas mantas que llevaras era que no se trataba de un frío normal, sino frío de ultratumba. Divela sabía que Sércicus se enfadaría, pero se lo tenía que preguntar. “¿Por qué no haces espadas mágicas para todos?” “A pesar de no haber tenido educación supongo que habrás oído hablar de la Guerra de Gares y los 100 sanguinarios.” Divela asintió, dudaba que existiera alguien en todo el Submundo que no conociera esa Guerra. “Entonces deja que amplíe tus conocimientos sobre la misma. En el año 3589 se desató una guerra, duró poco, pero fue la más sangrienta de la historia, pues uno de los bandos creó un grupo compuesto por 100 magos que lo arrasaron todo a su paso sin sufrir ni una sola baja, diezmaron ejércitos, conquistaron ciudades fortificadas y cometieron genocidio, pero no solo por el hecho de ser magos, sino porque alguien forjó para ellos espadas mágicas, ese alguien fue ZaitRoh, El Acero, quien consideró oportuno dar armas poderosas al bando que defendía el país de los atacantes, pero solo unos pocos eran nobles de espíritu, la gran mayoría sucumbieron ante el poder y se volvieron mezquinos y con sed de sangre y poder. Por ese motivo ZaitRoh decidió destruir casi todas las espadas mágicas de dicho grupo y asegurarse de que ningún conocedor de su técnica de forja cometiera el mismo error.”. Divela ya no sabía que era peor, si seguir hablando o callar y volver a notar el frío en los huesos. Decidió que era más fácil aguantar el frío que someterse a las duras palabras de Sércicus. Llegaron a la mena de metal y Sércicus volvió a trazar con su fuego negro las líneas ya desaparecidas que había en el suelo para activar el conjuro que les permitiría extraer el metal de una tacada, aplicó su magia y un gran bloque de metal se deslizó fuera de la pared de la cueva. “¿Cómo vamos a llevarlo a la ciudad?” “¿Alguna vez has bajado en trineo?” Le respondió Sércicus con una inquietante sonrisa. Llevó flotando el bloque hasta la ladera de la montaña, donde la dejó y se subieron encima. Inscribió otro círculo de conjuros en él e hizo unos amarres para que no se cayeran. De pronto el bloque comenzó a descender a toda velocidad por la montaña. Con la ayuda del conjuro que le había inscrito, Sércicus sorteaba todos los obstáculos moviendo el bloque a un lado o a otro. Divela no se había sentido más aterrada en la vida, pero en un par de minutos le cogió gusto, y cuando llegaron abajo le hizo prometer que la volvería a llevar con él cuando necesitara más Metal Blanco. Cargaron el bloque al carruaje y regresaron a Irmel. A su llegada no se esperaban para nada la visita que tenían esperándoles en casa, nada más y nada menos que Adre Seri Coist. Divela se sorprendió porque no sabía que esperaban visita y no sabía quién era, pero ni Sércicus se lo esperaba, tenía cara de pánico incluso. En un intento de coger fuerzas tragó saliva y comenzó una conversación. “¿Qué haces aquí?” “Serc, ha ocurrido algo terrible, y solo se me ha ocurrido venir hasta aquí.” Hablaba entrecortadamente, pero muy atropellada. Se notaba su ansiedad, a pesar de parecer el tipo de mujer que no se angustia por nada. “A ver, cálmate. ¿Qué ha ocurrido?”
  • 26. ~ 25 ~ Un grupo de monjas no estaba de acuerdo con la política, demasiado liberal para ellas, que estaba llevando a cabo Adre, permitiendo la entrada de hombres y la marcha de magas de luz solo por petición de un antiguo amigo. En su opinión no debería regentar el convento alguien capaz de quebrantar sus normas más básicas y por eso la derrocaron, pero fue más rápida y se escapó antes de que pudieran encerrarla. Nadie más del convento aparte de Sara sabía dónde vivía Sércicus. Al oír eso Sércicus no daba crédito, había metido a Sara en un lugar del que no podría salir. Capítulo IV Incursión El día siguiente fue muy ajetreado, apenas si habían dormido y tenían que ir al monasterio de la luz para rescatar a Sara. A Adre en realidad poco le importaba si Sara pasaba o no el resto de su vida allí, pero quería recuperar su monasterio y no faltar a la promesa que le hizo a Sércicus. A Divela no le hacía demasiada gracia tener que luchar contra un monasterio lleno de magas de luz, pero sabía que no le quedaba otro remedio. Sércicus no durmió ni un minuto, no habría podido estando como estaba rebosante de ira. Moastry no iría porque tenía poco que hacer ante magas de luz cuando estaba especializado en combates cuerpo a cuerpo. Adre les transportaría al monasterio con una teletransportación de luz, pero al no formar parte ya del monasterio no podría aparecer en él, tendrían que conformarse con quedarse fuera de este y del campo mágico que lo protegía. Una vez allí Adre les explicó que el monasterio no estaba en realidad en ninguna parte de Ders (el continente donde estaban los 7 reinos y que conformaba todo el planeta en el Submundo), sino en una dimensión diferente creada por la luz en el Submundo, y que aparte de esa protección prácticamente perfecta tenían un escudo alrededor de los terrenos del monasterio para más seguridad. Sugirió buscar algún punto flaco en el escudo o alguna brecha, tenía ya 120 siglos y probablemente alguno de los símbolos se hubiera borrado parcialmente o diluido o emborronado debido al clima. Sércicus le explicó que eso era completamente imposible, los conjuros de círculo cerrado de larga o
  • 27. ~ 26 ~ perpetua duración como aquel, se protegían a sí mismos contra factores no humanos que los pudieran debilitar o deshacer, así que sacó a Kurontsu de su funda, la primera vez que cualquiera de las dos veía a Sércicus con la espada negra enarbolada. “Os voy a mostrar el alcance de una espada elemental.” Y con estas palabras levantó la espada sobre su cabeza y con un rápido y fuerte golpe la bajó hasta que tocó el suelo. Mientras que descendía la espada ardía con más intensidad y en los últimos momentos liberó un haz de fuego negro hacia adelante y hacia arriba, creando una especie de muro de llamas que cortó por la mitad la barrera y se perdía de vista en los confines de aquella extraña dimensión. Cuando las magas de luz se movilizaron ya era tarde, la barrera estaba rota y no tenían forma de encontrar a los intrusos y, lo que menos sospecharían sería que estuvieran camuflados entre ellas vistiendo sus hábitos. Sércicus tuvo que minar lo máximo posible la magia de Kurontsu y esconderla bajo la toga del convento que había tomado “prestada”. No podía llevarla al descubierto porque las magas de luz no se llaman así por nada, uno de los poderes únicos de la luz consiste en la visión, que permite ver las cosas ocultas con conjuros débiles o patrones elementales. Para llegar dentro del convento Adre había realizado un conjuro de teletransporte mientras que las monjas estaban aún conmocionadas por la barrera resquebrajada y deshaciéndose en el cielo. “¿A dónde vamos ahora?” “Sobre estas horas las alumnas más recientes deberían estar en el aula 11 del ala este para recibir una clase teórica de las posibilidades de la luz.” “Genial, un convento tan grande como una ciudad lleno de monjas que nos buscan para eliminarnos, tenemos que ir al ala este y estamos en el extremo del ala oeste. No podría ir peor.” “Podrían encontrarnos.” Ambos asintieron mirando el uno para el otro y le dieron la razón a Divela, las cosas siempre pueden empeorar. Adre los guió a través del complejo entramado de pasillos y patios hacia su destino en el aula 11. Las monjas estaban demasiado ocupadas buscando por todos los medios a los intrusos que no tenían tiempo para fijarse y dudar de las personas que vestían sus hábitos. Al tomar aquellos hábitos para disfrazarse Sércicus advirtió a Divela de que si se le ocurría reírse dejaría de enseñarle magia, así que aunque no podía reprimir una sonrisa de vez en cuando sabía que no debía reírse de él por nada del mundo. Ya cerca del final del trayecto las monjas estaban más atentas y estuvieron a punto de descubrirles varias veces, en una ocasión se salvaron gracias a Divela, que podía pasar por una alumna más, y como el convento era demasiado grande era normal que no conocieran a todas, el caso era evitar que se fijaran en Sércicus o Adre, sino estarían perdidos. Al entrar en el aula 11 se la encontraron vacía. Habían trasladado a todas las alumnas a sus habitaciones debido a la alarma por intrusos mientras no los encontraban. Adre dijo que les guiaría hasta la habitación de Sara, pero que estaba en uno de los lugares que ya habían pasado, todas las habitaciones de las alumnas se hallaban en el centro del monasterio. Divela y Sércicus ya estaban hartos de andar por ese convento, y por si fuera poco tenían que reandar algo más de 1 km de pasillos y patios. Por fin llegaron a
  • 28. ~ 27 ~ la habitación de Sara cuando las monjas empezaban a impacientarse por no encontrar a un intruso tan poderoso que pudo viajar hasta el lugar donde se hallaba el monasterio y romper su barrera, algunas ya elucubraban sobre si se trataba de la anterior madre superiora Adre Seri Coist, que pretendía recuperar su puesto por la fuerza. Otras, las más tradicionales (las que apoyaron la moción de censura contra Adre) pensaban que se trataba de gente que pretendía usar el poder más peligroso concedido a las magas de luz y que habían conseguido la información sobre como viajar al monasterio de la mano de Adre al sentirse traicionada y que ya no tenía nada que ver con aquella institución. Se alegraron de que todavía no hubiera ni una hipótesis que se acercase a la realidad en cualquier factor que no fuera la antigua madre superiora. Entraron en la habitación sin llamar antes a la puerta, y se encontraron a una Sara pálida y temblorosa muerta de miedo por los rumores sobre intrusos, y la perspectiva de quedarse allí de forma permanente después de la destitución de Adre no le agradaba tampoco. Su cara pasó del pánico al alivio en cuestión de segundos y corrió a echarse en brazos de su amigo. “Te dije que te sacaría de aquí, con permiso o sin él.”. En ese mismo instante un par de monjas entraron en la habitación y llamaron al resto. Los habían encontrado debido a los conjuros de aviso en las puertas de las alumnas y que avisaban de cuando se abrían y se cerraban. Adre trató de realizar un rápido conjuro de teletransportación de luz, pero tardó demasiado al ser tantos que a una de las monjas le dio tiempo a contrarrestarlo mientras la otra preparaba un conjuro que Sércicus adivinó (por los símbolos del círculo de conjuros) que se trataba de una bola de luz, si te daba podía quemarte y dejarte ciego, un 2X1. Pero desenvainó a Kurontsu a tiempo de absorber su ataque. La monja dio un respingo al ver que no se trataba solo de un objeto mágico, sino de un objeto de magia, que tenía la propiedad de absorber o rechazar cualquier ataque generado con magia. Sércicus aprovechó ese momento para dar instrucciones telepáticas a su grupo. “Divela, clava tu espada en el suelo y canaliza el conjuro escudo a través de ella como si fuera un amplificador conduciéndolo a donde yo generaré el mío, los dos conjuros juntos potenciados por el poder de tu espada de tierra deberían resistir sus ataques. Adre, realiza un conjuro con un doble círculo escribiendo el conjuro de teletransporte de luz en el de dentro y el de contrarrestar en el de fuera. Sara, ayuda a Adre pasándole parte de tu poder.” Mientras les transmitía estas órdenes otras monjas ya habían aparecido y cargaban sus conjuros contra ellos. Sércicus los desvió todos mientras Divela clavaba la espada en el suelo y se concentraba en el conjuro. Sércicus recibió un “ya estoy lista” mental y se concentró en su propio escudo, el más fuerte que había creado jamás, poniendo todo su poder en ello. Los ataques de las monjas eran incapaces de atravesar el escudo, así que intentaron usar conjuros de tierra para mover el suelo que tenían debajo y de lo que no les podría proteger el escudo, pero fallaron. La espada de tierra de Divela clavada en el suelo hacía las veces de captador y de amplificador, por lo que los conjuros de tierra de las monjas quedaban anulados, había otro poder controlador de la tierra en aquella sala, y estaba transmitiendo energía a las piedras. Al final Adre consiguió acabar el conjuro y salieron de aquel monasterio que se la tenía jurada.
  • 29. ~ 28 ~ El viaje fue un poco brusco, y por eso todos se desmayaron, pero cuando Sara y Divela recobraron el conocimiento se encontraron en medio de un bosque como no habían visto en sus vidas, con árboles más altos que los rascacielos de Nueva York y de un grosor parecido o mayor al de un edificio. Ni Sércicus ni Adre sabían dónde estaban. Adre les explicó que en un lugar donde se estaban realizando tantos conjuros de luz había muchas interferencias y probablemente fuera eso lo que los había desviado de su ruta. “Pero basta con hacer otro teletransporte y ya ¿No?” Sara siempre trataba de encontrar las soluciones más sencillas, pero no todo respondía a lo simple. “¿Es que aún no te han enseñado la mecánica de los portales y transportes instantáneos en ese convento? Para transportarte con un conjuro tienes que saber las coordenadas de donde te encuentras, por lo menos aproximarlas o reducirlas lo máximo posible, pero no sabemos nada de este sitio. Podríamos usar las rudimentarias coordenadas que utilizaban los primeros usuarios de teletransportes, pero sería complicado por no decir imposible determinar una posición exacta con ellas.” Sércicus parecía perdido por primera vez en todo el tiempo que hacía que Sara lo conocía. “¿Y porque?” En esta ocasión Adre se adelantó, no quería que Sércicus se llevara todo el protagonismo. “Las coordenadas antiguas son medidas de elementos del entorno en una escala de 1 a 100. Podríamos decir que aquí el componente plantas estaría en torno a 87, hay pocos lugares en el mundo donde puedas encontrar esa cantidad, pero los hay, el agua sobre 78 diría yo, tierra 65, fuego 12… Si quisiéramos viajar hasta aquí con el método antiguo introduciendo esas coordenadas podríamos acabar en cualquier lugar con coordenadas semejantes, es un método impreciso. Pero si encontrásemos a alguien podríamos obtener todos los datos que necesitamos para abrir un portal.”. En base a esa premisa se pusieron a andar por el frondoso bosque mientras aún era de día. Cuando empezaba a anochecer se toparon con luces a lo lejos y corrieron hacia allí. Nadie daba crédito a lo que veían sus ojos, ni siquiera los 2 más experimentados. Lo que había allí eran casas construidas en los árboles, incluso dentro de los mismos, pero en esas casas vivían seres que no habían visto hasta entonces y que creían de leyendas, elfos. En realidad los elfos no se diferencian tanto de los humanos normales tanto como puede creerse en un principio, lo más destacable eran sus orejas puntiagudas, por lo demás podrían hacerse pasar por humanos perfectamente. Una característica de todos los elfos aparte de las orejas era que tenían una cara perfilada y perfectamente simétrica, con rasgos suaves y agradables, que les hacían parecer jóvenes humanos aspirantes a mister universo. Los elfos, como es normal, se mostraron contrariados al principio, pero eran gente amable y ayudaron en todo a sus inesperados visitantes. A pesar de hablar en otro idioma les entendían porque el lenguaje rahel era mágico y se traducía a todos los oyentes. Los elfos les ofrecieron hospedaje, comida y se comprometieron a ayudarles en todo lo que estuviera en sus manos. Si se fiaron de ellos lo suficiente como para mostrarles en un mapa la localización exacta de la isla era porque Sércicus era un mago del fuego negro, como dejaba ver su espada. Con esos datos al fin tenían una vía de
  • 30. ~ 29 ~ escape, pero estaban agotados de la batalla y de caminar todo el día, por lo que decidieron aceptar su oferta de alojamiento y descansar hasta el día siguiente. Era la primera vez en mucho tiempo que dormían hasta tan tarde. Cuando se levantaron era ya mediodía y el poblado elfo bullía de actividad: los pescadores ya regresaban de la costa con la pesca del día, los cazadores volvían por entre los árboles con presas frescas, algunas mujeres se dirigían a los huertos a por verduras y frutas para la comida. Los integrantes del ejército (si a un grupo tan reducido de 100 se le podía llamar ejército) desfilaban de un lado para otro alrededor del pueblo para impedir ataques (principalmente de animales salvajes, puesto que por allí no había nadie más). Según vieron al asomarse por la barandilla de la terraza de la casa-árbol en la que durmieron, los elfos tenían la costumbre de comer todos juntos en la plaza en una mesa enorme, por lo que cada uno no desenvolvía las actividades por uno mismo, sino por el resto. Antes de comer Sércicus quiso ver la herrería, puesto que ya que los elfos eran reales, tal vez sus famosos aceros también lo fuesen. En cuanto puso un pie en aquella forja se sintió como en casa, pues daba igual el lugar o el método empleado, una forja siempre era una forja. Quiso poner a prueba la legendaria resistencia de las armas de los elfos, así que el herrero le dio una espada. Sércicus la apoyó ente 2 soportes y lanzó una estocada sobre ella con Kurontsu. No pasó nada, simplemente absorbiera el impacto. “Una espada antimagia, así que de aquí proceden las pocas que se conocen.” Sércicus fue corriendo a ver al líder de los elfos para contarles lo que estaba a punto de pasar. “Y por eso si Orildar consigue hacerse con la suya y dominar todos los reinos obtendrá el poder de Orden y no solo someterá a su voluntad a todo aquel que quiera, sino que podrá ver más allá y descubrirá esta isla, queriendo invadirla y por tanto perdiendo vuestra libertad y vuestra paz.” “Eso sería terrible, tal y como dices, pero ¿Qué sugieres que hagamos?” “Luchar junto a nosotros. Tenéis un ejército bien entrenado, contaríamos con el factor sorpresa, y conocéis la forma de hacer espadas que repelan la magia, con vuestra ayuda el éxito estará garantizado y vuestro pueblo seguirá conservando la libertad y el anonimato, pues solo nosotros sabemos ahora donde se encuentra esta isla y ya sabéis que somos de fiar.” El elfo parecía contrariado, pero Sércicus sabía que no le había dejado ninguna salida posible para responder con una negativa. De una forma todos perdían, de la otra solo Orildar perdía. “Muy bien, a la comida anunciaré que iremos a la guerra. ¿Cuánto tiempo tenemos para prepararnos?” “Yo diría que unos 4 meses. Dejaré un portal permanente que una esta isla con el continente, pero estará oculto y solo yo podré abrirlo.” Apenas tardó un par de minutos en calcular las coordenadas con sus ecuaciones de movimiento para empezar a pintar el círculo que sería el portal en una pared, con tinta mágica, indeleble sin el conjuro adecuado. Se trataba de un dibujo con 4 circunferencias concéntricas y en los anillos entre estas se hallaban las coordenadas (el anillo más interno), la ecuación de rotación (el del medio) y la ecuación de traslación (el exterior). Cruzándolo todo había una estrella de 4 puntas que tenía escritas las runas de transporte, espacio, permanencia y
  • 31. ~ 30 ~ contraseña en cada una de las puntas (la de transporte es para indicar que sirve para mover objetos o personas, la de espacio indica a través de que se mueven [solo necesaria porque sin ella no funciona, pues al cambiarla por una runa como la de tiempo no pasa nada], la de permanencia para indicar que el portal se replicará en el lugar de destino y permanecerá como su gemelo, y la de contraseña para que nadie más pueda activarlo) Aparecieron cerca de la costa y, después de que Sércicus hiciera los preparativos para ocultar el portal, Adre los teletransportó a la casa donde habían vivido el último mes. Habían acabado de enviar un mensaje a los miembros de la resistencia para que acudieran a una reunión para informarles de los cambios en cuanto al ataque al palacio de Calien cuando llamaron a su puerta. Al abrir Sércicus los reconoció al instante, pero en el fondo ya se lo esperaba, aunque no con tanto retraso. Eran miembros de la Hermandad del Triple Tormento. “Os habéis hecho de rogar bastante.” “Teníamos asuntos más importantes que atender, pero al fin pudimos prestaros la atención que os merecéis como uno de los líderes del Triple Tormento.” “Cállate, no hemos venido aquí por eso. ¿Podemos hablar en privado Sércicus?” El hombre que lo dijo surgió de detrás de los otros 2 que llamaron a la puerta, Sércicus sabía quién era, y que si quería hablar en privado no se trataba de nada concerniente a la hermandad, sino a los que la dirigen desde las sombras, el Consejo Negro. Capítulo V Consejo Negro El Consejo Negro era un grupo de 5 magos del fuego negro, los mejor considerados. Dirigían la hermandad del Triple Tormento, que solo admitía a magos de hielo, fuego y oscuridad, para camuflar las verdaderas intenciones de esta, que se trataban de captar magos del fuego negro antes siquiera de que tomaran la primera lección de magia para poder educarlos en las enseñanzas de la llama oscura. “No hace falta que me convenzas, ya tenía pensado ir yo mismo hasta la fortaleza de Boron.” “Bueno, pues entonces vayamos de inmediato.” Un portal negro como la noche misma apareció en la habitación de Sércicus, lo atravesaron y al otro lado había lo que parecía el interior de un castillo de piedra, iluminado por antorchas y con una gran puerta justo enfrente de ellos. Abrieron la puerta y entraron a la estancia donde les aguardaban los miembros del Consejo Negro. “Ha pasado mucho tiempo Al Surander.” “Sí maestro Gaub, pero me temo que más para vosotros que para mí. Al viajar al Intramundo, parece ser que algún fallo se produjo en el círculo de conjuros, porque llegué a ese mundo 28 años más tarde de lo que salí de este.” “¿Algún fallo? El Surander que yo tenía por alumno ya hubiera
  • 32. ~ 31 ~ descubierto ese fallo.” “Me temo que no sea tan fácil, todos los libros, manuscritos, rollos y pergaminos que contuvieran algo sobre los viajes en el tiempo fueron eliminados o bien nunca existieron. Por eso accedí a venir aquí por las buenas, por la Gran Biblioteca.” “Siento interrumpiros, pero antes de ir a la biblioteca debemos hablar ciertos asuntos.” El que habló esa vez era el maese Rel, el más impaciente de todos. “Bueno, con eso creo que tenemos cerrado el primer punto, pero en el siguiente deberás explicarnos porque te has aliado con los Rebeldes del reino de Fharts.” “El motivo es simple, el que mueve a todo mago del fuego negro, la justicia.” “Una rebelión no compete a la justicia, y mucho menos a un mago de la llama oscura.” “Sí cuando el rey en cuestión pretende, no solo esclavizar a Fharts violando las leyes de justicia naturales, sino que pretende obtener el Poder de Orden. Corre el rumor de que varias monjas de la luz fueron raptadas por su guardia personal en los templos de luz.” Quedaron bastante sorprendidos por la noticia y deliberaron durante un rato. “Si el caso está tan mal entonces considero que la Orden Oscura debe actuar y colaborar con esos rebeldes. Votemos.” Los votos fueron 3 a favor y 2 en contra. La verdad es que no eran demasiados magos en la Orden Oscura, unos 30 contando a Sércicus y al Consejo, y no sabía si eso serviría de algo contra el poder de luz que estaba reuniendo Orildar. Al terminar la reunión a Sércicus se le permitió acceder a la Gran Biblioteca que contenía todos los textos que existieron alguna vez. Después de horas revisando los libros dio con el único que contenía algo relacionado con los viajes en el tiempo, su sorpresa fue máxima al ver que quien lo escribió era nada menos que ZaitRoh, el creador de la técnica de forjado que usaba él. Escribió su teoría sobre las alteraciones en los círculos de viaje entre mundos: Al pasar en un viaje entre mundos por el Vacío, lugar donde no existe el tiempo, es posible alterar los círculos de conjuros modificándolos para añadirles coordenadas temporales para viajar a través del tiempo, pues al no existir este en el Vacío, todos los puntos temporales de los mundos están unidos en un solo punto de ese espacio entre mundos y desde él se puede viajar a cualquiera de esos puntos estableciendo las coordenadas deseadas. Según anotó al final del manuscrito tenía la intención de destruir por completo el documento nada más acabar de redactarlo, sabiendo que se guardaría una copia mágica en la biblioteca de los magos del fuego negro.