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José Acevedo Jiménez

El Marfil
¿Hasta dónde es capaz de llegar un hombre por su ambición?; sin
escrúpulos y ambicioso, el cazador furtivo, era responsable de la matanza de
más de cien elefantes africanos a lo largo de su carrera. Capaz de hacer
cualquier cosa, con tal de obtener Los preciados colmillos, a Cook, poco le
importaba que la población de elefantes estuviera en peligro de extinción.
Ni siquiera el anuncio de prohibición del comercio de marfil impediría que
Albert J. Cook fuera tras la caza del Loxodonta africana.
- ¡Déjalo Cook!, tenemos suficiente marfil para satisfacer la demanda de
nuestros compradores.
- Si algo he aprendido en todos estos años Taylor, es que nunca es
suficiente. Los compradores jamás se sacian, siempre quieren más y
más y mientras me ofrezcan sus verdes billetes le estaré dando lo que
quieren.
- Debemos marcharnos, no podremos ocultar los cadáveres. ¡Esto será
un escándalo mañana!
- Te preocupas demasiado Taylor; ¡mira esos enormes colmillos, son los
más grandes que he visto!; no me iré hasta tener su cabeza.- Le decía
Cook a su compañero mientras le apuntaba, con el rifle, a un elefante
macho de gran tamaño que se encontraba a escasos metros de ellos.
La bestia, de unos siete mil trescientos kilogramos, adoptó una postura de
defensa al notar la presencia de los cazadores. Orejas hacia atrás, cabeza
baja, se dirigió hacia Cook quien fijamente, con el ojo puesto en la mira del
rifle, apuntaba a la cabeza del animal. Un solo disparo bastó para segar la
vida del gran mamífero y, con él, fueron cinco los elefantes asesinados
aquella tarde.
Cook y sus acompañantes, habían teñido de rojo la verde sabana. Los rayos
del Sol poniente eran testigos de lo sucedido; mientras los sonidos de la
noche, que se acercaba, lloraban a los caídos.
¡Pobre del hombre cruel y ambicioso!, que vende su alma por comprar los
placeres de un mundo enfermo y corrompido. Y mientras, el cazador,
celebraba, alejado del lugar de la masacre, levantando copas entre taberna y
bar; el universo conspiraba en su contra, y es que más temprano que tarde,
todo se paga y “quien a hierro mata de la misma manera ha de morir”.
- La siguiente ronda va por mi nombre. - Le dijo Cook a los compañeros
de parranda, tratando de impresionar a la servidora. Como buen
cazador, había fijado la vista en su nueva presa, pero no se trataba de
una bestia sino de una mujer.
Elena se llamaba la joven y hermosa mujer. Trabajaba como camarera en el
bar para costear sus estudios.
Ebrio, Cook, se dirigió hacia ella. La pretendió con palabras indecentes,
impropias de un caballero, cosa que por supuesto el cazador no era.
- Ves esto, puedo pagarte bien si decides estar conmigo.- Le dijo, ante la
negativa de Elena.
- ¡Acaso me confunde con una mujerzuela, hágame el favor y me
respeta!
- ¡No me hagas quedar en ridículo! Dame aunque sea un besito.- Dijo el
cazador tomándola por el brazo derecho.
- ¡Suélteme, suélteme bruto!
- ¡Vamos, dame solo uno! - Expresó Cook, sujetándola por la cadera y
obligándola a acercarse a su cuerpo.
- ¡Suéltame, suéltame! – Gritaba la joven mujer golpeando y aruñando
el rostro del cazador.
- ¡No escuchó a la señorita! Ha dicho que la suelte. – Dijo con voz de
mando, y arma sobada, el dueño de lugar.
- ¡No ha pasado nada, no pasado nada! – exclamó Taylor – ¡Ya nos
vamos, cierto Cook! - añadió. Cook no estaba muy contento, y sin
agregar palabras, recogió sus cosas y se marchó en compañía de sus
secuaces.
Habían transcurrido casi dos días de la matanza cuando los guarda parques
encontraron los cadáveres amontonados, era la mayor masacre, registrada
en un solo caso, en años. Todos los cuerpos, tenían el rostro mutilado,
obviamente, para desprender los colmillos de marfil.
- Tantas muertes, sólo por remover unos colmillos.- Dijo Jack, uno de los
guardianes. – ¡Malditos cazadores! – Exclamó.
- Más que los cazadores, los responsables son las personas que
comercian el marfil. – Agregó Charles.
En pocas horas, la noticia corría como río fuera de cause. Los noticiarios y
demás medios de comunicación, en todo el mundo, informaban lo sucedido
en cálido continente.
- Te lo advertí Cook, te dije que sería un escándalo. – Le dijo Taylor a
Cook, al ver la noticia por un canal local.
- ¡Relájate Taylor, no hay testigos! – expresó el cazador con una
malévola sonrisa – Los medios se harán eco de la noticia por unos días,
luego quedará en el olvido y volveremos al negocio. – Agregó confiado.
Tal como lo había predicho Cook, la noticia fue el tema principal de los
medios por unos días, pero a tres meses de la matanza otras cosas eran de
mayor importancia; aquello había entrado en el baúl del olvido. Dejando las
puertas abiertas para que Cook y sus amigos volvieran actuar.
La mañana anunciaba el milagro de la vida en la sabana. Los herbívoros
pastaban, mientras los carnívoros bostezaban y descansaban satisfechos de
la caza del día anterior, eran tiempos de abundancia.
Con el transcurrir de las horas, el astro rey se iba poniendo en su cenit.
Muchos de los animales se guarecían del implacable Sol a la sombra de algún
árbol de esos que crecen aislados y sobrepasan la altura de los pastizales,
imperaba la calma total.
Sin previo aviso, aquella quietud fue interrumpida por el sonido de un jeep.
Eran los cazadores que habían regresado. No era el mejor tiempo para iniciar
una cacería clandestina, pero la fiebre por el marfil provocaba un extraño e
incomprensible efecto sobre Cook.
- ¡A tu derecha, gira a la derecha, Taylor! – Gritó Cook al avistar una
manada de elefantes.
La manada estaba compuesta por siete hembras adultas, dos críos y un
macho de unos diez años, por lo general los machos son expulsados de la
manada al alcanzar la madurez sexual, al cumplir los doce años de edad.
La matriarca, líder de la manada y la miembro más vieja, había notado la
presencia de los cazadores que se encontraban a unos escasos diez metros
de distancia. Ante la actitud defensiva de la hembra, Cook se encontraba
listo para disparar; dos tiros se escucharon, mismos que dispersaron la
manada. Pero no habían salido del arma de Cook, los guardaparques habían
llegado al lugar.
Tras la llegada de los guardaparques, ambos grupos se enfrentaron. Hubo
una gran resistencia por parte del grupo de Cook, pero claramente estaban
en desventaja. Sin municiones, se rindieron todos menos Cook.
- ¡Alto, alto o disparo! – Gritó uno de los guardaparques al ver a Cook
que escapaba. Ojo puesto en mira, disparó.
- Déjalo Jack, no irá muy lejos. – Dijo otro de los guardaparques.
Minutos más tarde, la paz volvió a reinar en la sabana. En el cielo se veían los
buitres que volaban en círculos, y sobre el pasto yacía el cadáver de Cook.

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El Marfil

  • 1. José Acevedo Jiménez El Marfil ¿Hasta dónde es capaz de llegar un hombre por su ambición?; sin escrúpulos y ambicioso, el cazador furtivo, era responsable de la matanza de más de cien elefantes africanos a lo largo de su carrera. Capaz de hacer cualquier cosa, con tal de obtener Los preciados colmillos, a Cook, poco le importaba que la población de elefantes estuviera en peligro de extinción. Ni siquiera el anuncio de prohibición del comercio de marfil impediría que Albert J. Cook fuera tras la caza del Loxodonta africana. - ¡Déjalo Cook!, tenemos suficiente marfil para satisfacer la demanda de nuestros compradores. - Si algo he aprendido en todos estos años Taylor, es que nunca es suficiente. Los compradores jamás se sacian, siempre quieren más y más y mientras me ofrezcan sus verdes billetes le estaré dando lo que quieren. - Debemos marcharnos, no podremos ocultar los cadáveres. ¡Esto será un escándalo mañana! - Te preocupas demasiado Taylor; ¡mira esos enormes colmillos, son los más grandes que he visto!; no me iré hasta tener su cabeza.- Le decía Cook a su compañero mientras le apuntaba, con el rifle, a un elefante macho de gran tamaño que se encontraba a escasos metros de ellos. La bestia, de unos siete mil trescientos kilogramos, adoptó una postura de defensa al notar la presencia de los cazadores. Orejas hacia atrás, cabeza baja, se dirigió hacia Cook quien fijamente, con el ojo puesto en la mira del rifle, apuntaba a la cabeza del animal. Un solo disparo bastó para segar la
  • 2. vida del gran mamífero y, con él, fueron cinco los elefantes asesinados aquella tarde. Cook y sus acompañantes, habían teñido de rojo la verde sabana. Los rayos del Sol poniente eran testigos de lo sucedido; mientras los sonidos de la noche, que se acercaba, lloraban a los caídos. ¡Pobre del hombre cruel y ambicioso!, que vende su alma por comprar los placeres de un mundo enfermo y corrompido. Y mientras, el cazador, celebraba, alejado del lugar de la masacre, levantando copas entre taberna y bar; el universo conspiraba en su contra, y es que más temprano que tarde, todo se paga y “quien a hierro mata de la misma manera ha de morir”. - La siguiente ronda va por mi nombre. - Le dijo Cook a los compañeros de parranda, tratando de impresionar a la servidora. Como buen cazador, había fijado la vista en su nueva presa, pero no se trataba de una bestia sino de una mujer. Elena se llamaba la joven y hermosa mujer. Trabajaba como camarera en el bar para costear sus estudios. Ebrio, Cook, se dirigió hacia ella. La pretendió con palabras indecentes, impropias de un caballero, cosa que por supuesto el cazador no era. - Ves esto, puedo pagarte bien si decides estar conmigo.- Le dijo, ante la negativa de Elena. - ¡Acaso me confunde con una mujerzuela, hágame el favor y me respeta! - ¡No me hagas quedar en ridículo! Dame aunque sea un besito.- Dijo el cazador tomándola por el brazo derecho. - ¡Suélteme, suélteme bruto! - ¡Vamos, dame solo uno! - Expresó Cook, sujetándola por la cadera y obligándola a acercarse a su cuerpo. - ¡Suéltame, suéltame! – Gritaba la joven mujer golpeando y aruñando el rostro del cazador.
  • 3. - ¡No escuchó a la señorita! Ha dicho que la suelte. – Dijo con voz de mando, y arma sobada, el dueño de lugar. - ¡No ha pasado nada, no pasado nada! – exclamó Taylor – ¡Ya nos vamos, cierto Cook! - añadió. Cook no estaba muy contento, y sin agregar palabras, recogió sus cosas y se marchó en compañía de sus secuaces. Habían transcurrido casi dos días de la matanza cuando los guarda parques encontraron los cadáveres amontonados, era la mayor masacre, registrada en un solo caso, en años. Todos los cuerpos, tenían el rostro mutilado, obviamente, para desprender los colmillos de marfil. - Tantas muertes, sólo por remover unos colmillos.- Dijo Jack, uno de los guardianes. – ¡Malditos cazadores! – Exclamó. - Más que los cazadores, los responsables son las personas que comercian el marfil. – Agregó Charles. En pocas horas, la noticia corría como río fuera de cause. Los noticiarios y demás medios de comunicación, en todo el mundo, informaban lo sucedido en cálido continente. - Te lo advertí Cook, te dije que sería un escándalo. – Le dijo Taylor a Cook, al ver la noticia por un canal local. - ¡Relájate Taylor, no hay testigos! – expresó el cazador con una malévola sonrisa – Los medios se harán eco de la noticia por unos días, luego quedará en el olvido y volveremos al negocio. – Agregó confiado. Tal como lo había predicho Cook, la noticia fue el tema principal de los medios por unos días, pero a tres meses de la matanza otras cosas eran de mayor importancia; aquello había entrado en el baúl del olvido. Dejando las puertas abiertas para que Cook y sus amigos volvieran actuar. La mañana anunciaba el milagro de la vida en la sabana. Los herbívoros pastaban, mientras los carnívoros bostezaban y descansaban satisfechos de la caza del día anterior, eran tiempos de abundancia.
  • 4. Con el transcurrir de las horas, el astro rey se iba poniendo en su cenit. Muchos de los animales se guarecían del implacable Sol a la sombra de algún árbol de esos que crecen aislados y sobrepasan la altura de los pastizales, imperaba la calma total. Sin previo aviso, aquella quietud fue interrumpida por el sonido de un jeep. Eran los cazadores que habían regresado. No era el mejor tiempo para iniciar una cacería clandestina, pero la fiebre por el marfil provocaba un extraño e incomprensible efecto sobre Cook. - ¡A tu derecha, gira a la derecha, Taylor! – Gritó Cook al avistar una manada de elefantes. La manada estaba compuesta por siete hembras adultas, dos críos y un macho de unos diez años, por lo general los machos son expulsados de la manada al alcanzar la madurez sexual, al cumplir los doce años de edad. La matriarca, líder de la manada y la miembro más vieja, había notado la presencia de los cazadores que se encontraban a unos escasos diez metros de distancia. Ante la actitud defensiva de la hembra, Cook se encontraba listo para disparar; dos tiros se escucharon, mismos que dispersaron la manada. Pero no habían salido del arma de Cook, los guardaparques habían llegado al lugar. Tras la llegada de los guardaparques, ambos grupos se enfrentaron. Hubo una gran resistencia por parte del grupo de Cook, pero claramente estaban en desventaja. Sin municiones, se rindieron todos menos Cook. - ¡Alto, alto o disparo! – Gritó uno de los guardaparques al ver a Cook que escapaba. Ojo puesto en mira, disparó. - Déjalo Jack, no irá muy lejos. – Dijo otro de los guardaparques. Minutos más tarde, la paz volvió a reinar en la sabana. En el cielo se veían los buitres que volaban en círculos, y sobre el pasto yacía el cadáver de Cook.