El documento habla sobre la Virgen María y su papel central en el Adviento. Explica que María, aunque era una joven humilde, fue elegida por Dios para ser la madre de Jesús desde antes de su nacimiento. Describe la Anunciación, cuando el ángel Gabriel le dijo a María que concebiría a un hijo, a lo que ella aceptó a pesar de los posibles sufrimientos que enfrentaría. El documento concluye diciendo que así como Dios eligió a María, quiere que en Navidad Jesús nazca en cada uno de nosotros
Arzobispo Arequipa sobre María y el mejor regalo de Navidad
1. Arzobispado de Arequipa
Domingo 14
Diciembre
2014
LA COLUMNA
De Mons. Javier Del Río Alba
EL MEJOR REGALO DE NAVIDAD
Junto con Juan el Bautista, a quien le dediqué
esta columna la semana pasada, otro personaje
central del Adviento es la Virgen María, aquella
mujer en la que Dios prepara la llegada del
Mesías. María es una joven sencilla, de un
barrio humilde de Galilea, a quien Dios eligió,
incluso antes de su nacimiento, para ser la
madre de Jesús. En previsión del nacimiento de
Cristo y de la obra de nuestra salvación que Él
iba a realizar, desde el mismo momento en que
la Virgen María fue concebida en el seno de su
m a d r e , D i o s i n t e r v i n o d e u n m o d o
extraordinario y la preservó del pecado original.
Esto significa que, desde el inicio de su
existencia, María estuvo llena de la gracia de
Dios. Por eso, como nos lo relatan los
evangelios, cuando el arcángel Gabriel le
anuncia que será la madre de Jesús, comienza
justamente con esas palabras: “¡Alégrate, llena
de gracia!”, usándose en la versión en griego
del Evangelio el tiempo perfecto del verbo, para
significar que María había sido y continuaba
estando llena de la gracia de Dios, es decir de la
presencia divina.
Así, pues, a lo largo de toda su vida María vivió
llena de la presencia de Dios. Pese a ello,
cuando el ángel le anunció que concebiría un
hijo en su seno, ella no comprendió cómo podría
ser eso posible ya que nunca había tenido
relaciones íntimas con un varón. Ante lo cual el
arcángel Gabriel le explica que lo que nacería
de ella no sería obra de la carne ni de la sangre,
sino del Espíritu Santo, es decir, del mismo
Espíritu que había intervenido en el momento
de su propia concepción. El Espíritu Santo te
cubrirá con su sombra, le dice Gabriel a María,
de modo que quien nacerá en ti será el Hijo de
Dios y tú le pondrás por nombre Jesús, que
significa Dios salva, Dios viene a salvarnos.
Como podemos comprender, la anunciación es
un momento muy importante en la vida de la
santísima Virgen María. Ella tiene la posibilidad
de aceptar el anuncio del ángel, pero también,
en su libertad, tiene la posibilidad de rechazarlo.
María sabía que salir embarazada sin estar
casada le acarrearía un enorme sufrimiento.
¿Cómo explicarle a José, su prometido, lo que
le estaba sucediendo? ¿Creería José que era
una obra del Espíritu Santo? ¿Lo creería la
gente? ¿Es que alguno de nosotros creería si su
novia o una amiga o familiar le dice que está
embarazada del Espíritu Santo? María sopesa
las circunstancias. Ella sabe que aceptar este
encargo de Dios le ocasionaría muchos
sufrimientos, sabe que su fama se podría ver
seriamente afectada e incluso su vida puesta en
peligro, porque en esa época el pecado de
adulterio era castigado con la lapidación. Sin
embargo, María acepta, porque sabe que Dios
siempre dispone lo mejor para todos. Sabe
también que si Dios la había elegido a ella, ella
sería la primera beneficiada, como poco
después lo declarará llena de alegría:
“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se
alegra mi Espíritu en Dios mi Salvador, porque
ha mirado la humillación (la pequeñez) de su
sierva”.
Pues bien, el Adviento que estamos viviendo
nos quiere recordar que, así como Dios eligió a
María para que sea la madre de su Hijo, también
Dios quiere que en esta Navidad su hijo Jesús
nazca en cada uno de nosotros. Está en nuestra
libertad, movida por la gracia del Espíritu Santo,
responderle como María: hágase en mí según
tu palabra. Ojalá que todos lo hagamos, para
que podamos experimentar la belleza de la vida
divina en nuestro interior. Sería nuestro mejor
regalo de Navidad.
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa