El documento habla sobre el tiempo de Adviento y su significado. Explica que el Adviento es un tiempo de espera de 4 semanas para prepararse para celebrar el nacimiento de Jesús y su venida como Salvador. Se divide en dos partes, la primera nos recuerda la segunda venida de Jesús y nos invita a examinar nuestra vida, mientras que la segunda parte nos abre a celebrar que Dios se hizo hombre para salvarnos de nuestros pecados. El Adviento nos prepara para celebrar la Navidad reconociendo nuestra necesidad de salvación por Jesús.
1. Arzobispado de Arequipa
Domingo 30
Noviembre
2014
LA COLUMNA
De Mons. Javier Del Río Alba
TIEMPO DE ESPERANZA
Comenzamos un nuevo tiempo de
Adviento, que nos prepara para celebrar la
Navidad. Si bien cada año celebramos el
Adviento, no se trata de una mera repetición
cíclica o rutinaria de algo ya vivido en el
pasado, sino que cada vez es un tiempo
nuevo, porque nuestra propia situación, las
circunstancias en las que nos encontramos
y el mismo acontecer de Dios son nuevos,
es decir distintos a los años anteriores.
El Adviento dura alrededor de cuatro
semanas. Es un tiempo de espera, en el que
la Iglesia se prepara para celebrar el
nacimiento de Jesús y para acogerlo como
nuestro Salvador. El Adviento está dividido
en dos partes. La primera nos recuerda la
parusía del Señor, o sea su segunda venida,
y nos invita a levantar los ojos hacia Jesús
que vuelve. Es el mismo Hijo de Dios que
hace más de dos mil años se encarnó y se
hizo hombre en el seno de la Virgen María,
resucitó de la muerte, subió al Cielo y ahora
regresa para juzgar a vivos y muertos y
llevar a plenitud su Reino. La primera etapa
del tiempo de Adviento, entonces, tiene por
finalidad recordarnos que Jesús volverá en
su gloria para llevar al Cielo a aquellos que
estén dispuestos a ir con Él y que lo ponen
de manifiesto tratando de ajustar su vida
cotidiana al Evangelio que nos dejó como
legado.
Vivir de esta manera la primera parte del
Adviento nos dispone a examinar cómo
estamos llevando nuestra vida. Y si somos
sinceros llegaremos a la conclusión de que
nuestros buenos propósitos y nuestras
solas fuerzas no son suficientes para que
Jesús nos lleve al Cielo. Si, sin defendernos
ni tratar de autojustificarnos, nos dejamos
iluminar por la Palabra de Dios, veremos
que todavía tenemos muchos pecados.
Reconocer esto nos abre a celebrar bien la
segunda parte del Adviento, porque brota
en nosotros el deseo, o hasta la necesidad,
de que Jesús venga a salvarnos. De esta
manera, el Adviento nos prepara para la
Navidad, porque en ella celebramos que
Dios se hace hombre para cargar con
nuestros pecados y, a través de su propia
carne, clavarlos en la Cruz y darnos a
cambio su Espíritu Santo que hace posible
que vivamos conforme al Evangelio,
capacitándonos para pasar de una vida
egoísta, de pecado, a una vida de gracia y
buenas obras.
El pecado nos impide ser felices, porque
nos quita la vida divina, nos carcome por
dentro, nos cierra al amor y nos deja en la
cárcel de nuestro yo. En este contexto, si
vivimos bien el tiempo de Adviento, brota en
nuestro corazón el deseo de que Jesús
venga en esta Navidad a salvarnos para
que, cuando regrese en su segunda venida,
nos encuentre santos e inmaculados ante Él
por el amor, nos encuentre con los brazos
abiertos de par en par para dejarlo que nos
abrace y que, como Buen Pastor, nos ponga
sobre sus hombros y nos lleve al Reino de
los Cielos para el cual nos creó y donde
quiere que vivamos con Dios por toda la
eternidad.
¡Buen Tiempo de Adviento para todos!
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa