Trabajo de Penélope Almengló en el que muestra cómo vivió la ciudad de Sanlúcar de Barrameda los duros mees del confinamiento durante la pandemia de covid.
3. Prólogo
La luz
Aproximadamente, a diez mil kilómetros de Wuhan, en China
Central, se encuentra Sanlúcar de Barrameda, una ciudad de
casi setenta mil habitantes hecha de luz. Transcurre el mes de
diciembre de 2019 y Wuhan empieza a ocupar buena parte de
los informativos internacionales. Miles de cabeceras, boletines
y noticieros se hacen eco de la aparición de un tipo de corona-
virus desconocido para el país asiático y que trae consigo una
sintomatología muy similar a la de la gripe.
La noticia va adquiriendo cada día más relevancia en la vida
cotidiana y el avance de la destrucción de la COVID-19 no pasa
desapercibida por ningún país del mundo. Al finalizar el mes
de enero esta infección ya traspasa fronteras y llega a Europa.
Francia, Italia e incluso Alemania se ven afectadas en pequeña
medida por esta situación que, a principios de marzo, la Orga-
nización Mundial de la Salud se ve obligada a declarar pande-
mia global. Los casos avanzan. España también se contagia de
esta catástrofe y la última hora en la península casi siempre
versa sobre un importante foco en una residencia de mayores
en Madrid. La tragedia ha comenzado.
El suceso azota a todo el país. Tenerife, Barcelona, Málaga, y
cómo no, a Sanlúcar de Barrameda, ciudad ubicada frente al
Parque Natural de Doñana y donde desemboca el Río Guadal-
quivir. Un municipio costero, donde muere el sol. Una locali-
dad con una importante carga turística que llega a duplicar su
población en los meses de verano. ¿Por qué será que todo el
que viaja a Sanlúcar repite? ¿será por sus monumentos? El Cas-
tillo de Santiago, el Palacio de Orleans-Borbón, el Palacio de
Medina Sidonia… ¿Será por su oro líquido conocido como
Manzanilla? ¿por haberse convertido hace quinientos años en
Puerta de América? Sanlúcar es diferente. Sanlúcar es luz. No
hablamos de luz en el sentido literal, sino en el más abstracto.
El fulgor de Sanlúcar lo reflejan sus habitantes, los sanluque-
ños. Su buena acogida, su júbilo, el ambiente que se respira.
Con más de ciento setenta kilómetros cuadrados la ciudad es
la viva imagen de la alegría. Una ciudad de tradiciones, pero
también de artistas. Una ciudad de emprendedores y de artífi-
ces. Una ciudad solidaria, que nunca se detiene. El sentido más
abstracto de la luz lo refleja Sanlúcar con su calidez, sus atar-
deceres, su copa de Manzanilla al medio día y el centelleo de
la vida en sus fuentes. Sanlúcar es luz.
Al llegar el mes de marzo el sol brilla resplandeciente en la ciu-
dad, como es costumbre en esta época del año. Los turistas em-
piezan a ocupar Sanlúcar. Los lugareños pasean por el centro.
Unos van de compras, otros a tomar algo en compañía, porque
así es Sanlúcar, una tierra donde nunca te verás solo. La jornada
concluye distinta, esa tarde de viernes hay una gran preocupa-
ción en el ambiente. Una pandemia se expande por el mundo y
este rincón del sur ya está alerta. ¿Cómo van a pensar estos ve-
cinos que de un día para otro oirán en las noticias que desde
esa misma noche no pueden salir a la calle? ¿cómo van a en-
frentarse a ese reto setenta mil personas acostumbradas al sol,
a la playa, al olor y sabor de la Manzanilla en las tabernas de
la ciudad, a los besos, abrazos y quedadas entre amigos? Ese
sábado 14 de marzo la luz es secuestrada, encarcelada.
4. Comienza un momento duro para Sanlúcar. Ya no queda luz en
el exterior. Por mucha materia prima de la que un lugar dis-
ponga, la luz es mucho más. Es quien la compone. Los opera-
rios, los trabajadores, los transeúntes… Quienes compran y
quienes venden. Quienes conducen un autobús con alegría o
quienes te sirven un plato con su mejor sonrisa. El reflejo de la
alegría en las calles, el olor a Manzanilla, a alimentos frescos,
a mar, han desaparecido. Una pandemia mundial los ha secues-
trado, los ha confinado. En un abrir y cerrar de ojos la ciudad
experimenta un cambio. No se oye nada, solo el bullicio del
viento, el cantar de los pájaros y el romper de las olas. Las má-
quinas de limpieza y las sirenas de la policía. Todo ha cam-
biado.
En un momento de desasosiego, inquietud e incógnita la luz va
más allá. Se reinventa. Esa luz que antes resplandecía por las
calles y avenidas, ahora destella con más intensidad, pero de
otra forma. Sigue presa, pero no por eso deja de resplandecer.
Ahora, el interior de cada domicilio, cada comercio de barrio,
cada asociación, es luz. Sanlúcar muestra su lado más fraternal
y solidario y lucha con todas sus fuerzas para no apagarse. Los
comercios locales incorporan reparto a domicilio, más horas de
trabajo, pero siempre con la misma sonrisa. El Ayuntamiento
intensifica las labores de limpieza y desinfección y renueva día
a día la compra de EPIs y viricidas. Los artistas se graban en
sus casas y lo comparten gratuitamente a través de la redes so-
ciales y animan los largos días de confinamiento de sus vecinos.
Los medios de comunicación cada vez se vuelven más esen-
ciales y la televisión local, Costa Noroeste, trabaja día y noche
para informar de forma rigurosa y entretener a los vecinos. Pro-
gramas en directo con cada vez menos personal y grabaciones
de todo lo que transcurre en la ciudad. Reportajes, pasatiempos
y miles de ideas. La solidaridad también se aviva, se fortalece.
Cientos de personas aportan su granito de arena. Elaboración
de mascarillas, reparto de guantes, geles, voluntarios que hacen
la compra a domicilio, vecinos que colaboran en la desinfec-
ción. Luz. Una vez más, la ciudad nunca deja de resplandecer.
Todo ello es lo que esta obra refleja a través de sus imágenes.
El progreso de una ciudad tan intensa durante el confinamiento.
Días y días en los que Sanlúcar de Barrameda saca su mejor
sonrisa, pone la otra mejilla y echa un órdago a la vida. Toda la
maquinaria está en marcha, porque, aunque el sol se ausente,
esta luz no se puede apagar.
5. 1. Extrañeza
La ciudad que un día rebosaba felicidad. La que tan solo un
mes antes desbordaba alegría en las terrazas y olor a Manza-
nilla por las esquinas. Las bodegas embotellando, los prime-
ros rayos cálidos de sol que anuncian los bañistas, ansiosos
de que llegue la primavera. Ilusión y preparativos es lo que
Sanlúcar respira a principios de marzo. La ciudad caracteri-
zada por su gente pierde, a mediados de mes, su esencia, su
materia prima. La ciudad de los atardeceres. La ciudad de la
pasión.
6.
7.
8. 2. Emoción
El vecindario aplaude y baila al ritmo de “Resistiré”. Saben
que resistirirán. Que lo conseguirán y que, por muy malas no-
ticias que transmita el informativo, nadie les podrá arrebatar
esos pequeños ratos de convivencia y hermandad. Algunos se
han conocido durante el confinamiento, a pesar de llevar más
de 20 años compartiendo muros.
9.
10. 3. Tesón
El confinamiento no es igual de difícil para todo el mundo.
Algunos llevan toda una vida confinados en los pocos me-
tros cuadrados que permite un barco pesquero. Algunos ya
están acostumbrados a la soledad del mar. Una ciudad con
una materia prima tan importante como el pescado o el ma-
risco no puede cesar su actividad y los marineros tapan su
sonrisa bajo una mascarilla para demostrar cada día su
tesón y su amor por el trabajo.
11.
12.
13.
14.
15.
16. 4. Miedo
A pesar de que los sanitarios advierten una y otra vez que no está del
todo clara la efectividad de las mascarillas la histeria es colectiva. Al-
gunas farmacias muestran pósters con las pautas a seguir, otras, solo ad-
vierten algo importante: “No tenemos mascarillas ni geles
hidroalcohólicos”. Sin embargo, un atisbo de esperanza llega cuando el
distribuidor trae nuevos suministros. Los teléfonos echan humo. Los
vecinos saturan una y otra vez las líneas con la misma cuestión: “¿Tenéis
mascarillas?”.
17.
18.
19. 5. Seguridad
Los servicios municipales de limpieza recorren a
diario 170 kilómetros cuadrados para tranquilizar
a los ciudadanos. Utilizan hipoclorito de sodio y
un viricida indicado contra la COVID-19. Todos
llevan EPIs específicos y paran cada hora para re-
cargar el depósito de agua donde disuelven los
químicos. Para muchos vecinos, su presencia
transmite más seguridad que la de la policía.
20.
21.
22. 6. Corazón
No cabe duda alguna de que el elemento que da
todo el sabor a los platos es el amor. A la orilla de
las playas de Bonanza se encuentra una cristalera
donde, muy probablemente, podría ubicarse un
restaurante con estrellas Michelín. Pero no. Lo que
esas maravillosas vistas aguardan no es otra cosa
que amor y solidaridad. Donde muere la luz se en-
cuentra la cocina solidaria de Bonanza preparando
más de quinientas comidas diarias que reparten los
Servicios Sociales y las parroquias. Los alimentos
son donados por el Ayuntamiento y por héroes
anónimos. Cooperativas, grandes supermercados,
todos están del lado de la vida. Al igual que las
manos que cortan, pelan y remueven cada plato
con su mayor ilusión.
23.
24.
25.
26. 7. Solidaridad
Las asociaciones de mujeres se reúnen, de la mano de Cáritas Interparro-
quial, para elaborar mascarillas y donarlas a los cuerpos de seguridad y
sanitarios de la localidad. Todo detalle es poco para las personas que se
están jugando la vida por sus familiares. Ellos son sus héroes.
27.
28. 8. Control
Siete policías luchan porque se cumpla el Estado
de Alarma. Su propósito es mantener el orden y
evitar las aglomeraciones. Ubicados en la ave-
nidaAl-Andalus dan el alto a todos los vehículos
que por ahí circulan: “¿Motivo del desplaza-
miento?”, interpelan a los conductores, quienes,
a través de su mascarilla, argumentan entre titu-
beos y nerviosismo por qué han salido hoy de
casa.
29.
30.
31. 9. Fe
El silencio exterior ayuda al silencio interior. Circunstancias especiales son las
que vive Sanlúcar en este Viernes Santo y que hoy se ven plasmadas en sus ofi-
cios. Una ciudad silenciosa, donde no cabe la posibilidad de que los católicos
acudan a conmemorar el fallecimiento de Cristo. Una jornada en la que, por mu-
chas trabas que se impongan, la fe supera montañas. Desde la parroquia de Santo
Domingo Sanlúcar vive los oficios del Viernes Santo. Miles de ciudadanos se
pegan a sus pantallas y siguen, a través de medios digitales y de la televisión, una
tradición que trasciende de generación en generación. ¿Creerían las antiguas de-
votas que en un día tan ansiado no podrían acudir a orar como tenían por cos-
tumbre? Costumbres que son inamovibles y que un día, sin esperarlo, cambian
tras un duro golpe.
32.
33.
34.
35.
36. 10. Cooperación
Las cooperativas hortofrutícolas no han dejado de
trabajar ni un solo día puesto que los productos de
la tierra son considerados de primera necesidad.
Eso sí, se han extremado las precauciones desde
el minuto cero. Mascarillas, guantes e incluso ter-
mómetros a la entrada del trabajo. Desde antes del
amanecer ya están los campos a rebosar de traba-
jadores poniendo todo su esfuerzo para que las
Arenas Finas sanluqueñas mantengan su denomi-
nación de origen. Ellas también aportan lo que tie-
nen. Dos palets de “papas” y tapines van directos
a la cocina solidaria de Bonanza para que muchas
familias necesitadas tengan alimentos que poner
en su mesa.
37.
38.
39. 11. Esencialidad
Tras los primeros días del Estado de Alarma el Gobierno tuvo que limitar la actividad
presencial de muchas empresas y dividió los sectores por esenciales y no esenciales.
La televisión en Sanlúcar no ha sido una excepción. Cada día busca una nueva forma
de llegar al ciudadano. Periodistas al pie del cañón, demostrando su vocación y pro-
fesionalidad, realizadores vía telemática, presentadores que no se quedan sin ideas
para entretener a los ciudadanos, montadores que se merecen un homenaje. Y es que,
a pesar de los pocos medios, de la inmensa caída de la publicidad, del miedo por
proteger a sus familias… Costa Noroeste Televisión no deja de lado su esencialidad
ni su carácter de servicio público.
40.
41.
42.
43.
44. 12. Incógnita
Los placeros de Sanlúcar miran de izquierda a derecha y la imagen es desoladora. Cada
día son menos los puestos que permanecen abiertos. Eso no quita que sigan dando cada
día su mejor sonrisa para alegrar a sus clientes. Dan los buenos días como si de una can-
ción de ilusión se tratara. Mañana es Jueves Santo, quedan cuatro días de vacaciones
para algunos, pero de no recibir dinero a otros.
45.
46.
47.
48.
49. 13. Voluntariado
Veinte personas. Personas humanas, con problemas, con familia, con vivienda,
con gastos. Personas que durante todo el año se hacen llamar voluntarios de
Protección Civil, pero que durante esta cuarentena se han transformado en
portadores de buenas noticias. Todo el día marchan de un lugar a otro con el
único propósito de colaborar. Distribuyen mascarillas y EPIs entre los nego-
cios, llevan la comida a Cáritas, recogen las donaciones… No tienen una ocu-
pación fija, ni una rutina. Van a donde la necesidad les llame.
50.
51.
52. 14. Ductilidad
A todo. Los profesionales de
verdad son capaces de adap-
tarse a todo. Hay batallas que
están pausadas, pero ahí fuera
hay una necesidad de coopera-
ción inmensa. Han disminuido
los incendios, las impruden-
cias, los avisos de personas y
animales atrapados, pero los
Bomberos no se quedan quie-
tos. El Consorcio también sale
a las calles, pero esta vez no se
conforma con simples gotas de
agua, dan un paso más allá y
sacan sus camiones llenos de
lejía por todos los rincones
donde los operarios de limpieza
no pueden llegar. De lunes a
viernes lanzan cañones de de-
sinfección hacia farmacias y
centros de salud como si de
fuegos se trataran. La mecánica
es parecida, el escenario irreco-
nocible.
53.
54.
55. 15. Apoyo
Cada gesto, cada pequeña acción,
es un mundo para aquellos que
necesitan cooperación. Entre
otras plataformas, nace Yo no me
quedo quieto, un grupo de sanlu-
queños que día a día se unen para
fabricar pantallas, mascarillas y
kits de protección. Van cargados
de guantes, geles desinfectantes,
mascarillas, algunos caramelos
para los más pequeños y mucha
solidaridad. Los productos que
distribuyen son fruto de las dona-
ciones que otros vecinos aportan.
Tienen activo un Bizum para
pagar portes de equipos que man-
dan a otros hospitales y la com-
pra de algunos materiales.
56.
57.
58. 16. Cotidianiedad
Cada día es una nueva oportunidad para empezar un libro, una serie, un curso online. Los
ciudadanos se reinventan. Buscan innovar cada día, seguir trabajando, a pesar de estar con-
finados en casa y no haber sabido usar nunca las tecnologías. Los melancólicos releen sus
libros favoritos y los más curiosos prueban nuevas recetas. Los pequeños tienden a ser los
que más se aburren y los que necesitan más atención.
59.
60.
61. 17. Aplausos
El Hospital Virgen del Camino
está de celebración. Es 29 de
abril y suman nueve días sin nin-
gún caso positivo de COVID-19,
pero no se puede bajar la guardia.
De momento se contabilizan die-
ciocho positivos, catorce altas, un
fallecido y tres pacientes deriva-
dos a otros hospitales. El centro
hospitalario lleva a rajatabla un
protocolo de actuación, todas las
personas tienen que entrar con
mascarilla, distancia mínima,
solo se atienden pacientes prefe-
rentes y, si hay sospecha de
SARS Co-V, se aísla al paciente
en habitaciones perfectamente
acondicionadas. Cuando se pasea
por la planta preparada para pa-
cientes de coronavirus se respira
algo distinto a hace pocas sema-
nas, huele a tranquilidad, a
calma. Es una sensación cercana
a la victoria, aunque agridulce.
Es importante tener en cuenta
que los test continúan realizán-
dose casi a diario. La lucha sigue,
y estos héroes se han ganado, uno
a uno, cada aplauso recibido.
62.
63.
64.
65.
66.
67. A la izquierda, imágenes reales de un quirófano durante una operación a un paciente con COVID-19. A la derecha, proceso de rehabilitación
a un paciente que se recupera de la misma enfermedad.