La estatua del Príncipe Feliz, ubicada en el centro de la ciudad, donó sus joyas y láminas de oro para ayudar a los pobres a través de una golondrina. La golondrina entregó los regalos del Príncipe a un niño enfermo, un escritor hambriento y una niña que vendía fósforos. Finalmente, la golondrina murió de agotamiento a los pies del Príncipe, ahora ciego y desnudo.