Este documento presenta el inicio de una investigación antropológica sobre la cultura Nivaklé del Gran Chaco. El antropólogo, motivado por curiosidad académica, decide estudiarlos para su tesis doctoral. Sin embargo, su asesor, el Dr. Lasalle, muestra recelo debido a la desaparición misteriosa de un colega, el Dr. Benjamin Malloy, tras realizar trabajo de campo entre los Nivaklé. A pesar de las advertencias, el antropólogo decide continuar con su plan y viaja al territorio Nivaklé para
Este documento presenta un resumen de la revista "Lo Maravilloso" de 1909. Incluye una sección titulada "Del Ambiente" que describe a un notable médium llamado José Sánchez en Cayey, Puerto Rico y algunas de sus curaciones rápidas. También incluye una sección de "Tribuna Libre" donde Gastón Mery critica las declaraciones de William Stead sobre la comunicación con espíritus, argumentando que las manifestaciones espiritistas son demoníacas.
El documento presenta un resumen de 3 oraciones de un artículo de la revista "Lo Maravilloso" sobre nuevos fenómenos de materialización espirita ocurridos en el Círculo Franklin de Costa Rica. Describe cómo la médium Mary Brown se materializó sosteniendo una luciérnaga y escribió una nota en inglés, la cual fue traducida al español por el espíritu Miguel Ruiz a través de la médium. También relata cómo Miguel Ruiz transportó a los tres hermanitos de la médium Ofelia a una
Este documento presenta un resumen del contenido de la revista "Lo Maravilloso". En su editorial, la revista discute los desafíos de investigar fenómenos psíquicos y parapsicológicos dado el escepticismo y burla común hacia estos temas. También anuncia varios artículos en la revista sobre mediums famosos y sus demostraciones, así como relatos de fenómenos paranormales ocurridos en Italia.
Este documento presenta un resumen de una historia sobre una niña francesa de 10 años llamada Susana Bertin que afirma haber tenido visiones de Juana de Arco. Susana dice que ha visto a Juana de Arco 15 veces desde julio del año pasado, siempre los viernes, pidiendo que se construya una capilla en su honor. Los vecinos no creen la historia y se burlan de Susana y sus abuelos. Un médico examinó a Susana y encontró que no tenía alucinaciones, pero no puede verificar si las visiones son real
El documento presenta una serie de testimonios de los residentes de una granja en Bretaña sobre ruidos y fenómenos extraños que ocurren regularmente, especialmente de noche. Los residentes describen escuchar ruidos como si alguien estuviera manipulando el armario o golpeando las puertas, y uno dice que siente como si alguien le oprimiera el estómago. El vicario de la iglesia local exorcizó la propiedad y desde entonces los ruidos solo ocurren fuera de la casa. A pesar de los sucesos, los residentes
Tan lejos de la última palabra (fragmento)José Gutierrez
El documento presenta un diálogo filosófico y jurídico entre un profesor y un estudiante sobre un controvertido proyecto de castigar con la pena de muerte ciertos delitos menores para generar un efecto disuasivo en la sociedad. El estudiante expresa sus dudas sobre la viabilidad y justificación legal de tal proyecto, mientras que el profesor defiende la necesidad de medidas drásticas dado el estado de deterioro moral de la sociedad.
Este documento es una edición de 1909 de la revista "Lo Maravilloso", que cubre temas de psicología y fenómenos inexplicados. Incluye artículos sobre mediumnidad, comunicación con el más allá, y tres faquires que visitaron la tumba de Steinheil para comunicarse con su espíritu. También anuncia mejoras planeadas para la revista y aumenta el número de páginas de forma temporal.
Este documento presenta un resumen de los primeros dos capítulos del libro "A los jóvenes" de Piotr Kropotkin. En el primer capítulo, Kropotkin describe las condiciones de pobreza y enfermedad que un joven médico podría encontrar y cómo esto podría llevarlo a cuestionar el sistema y unirse al socialismo. En el segundo capítulo, plantea escenarios similares para un joven abogado y cómo podría llegar a comprender la injusticia inherente en el sistema legal vigente.
Este documento presenta un resumen de la revista "Lo Maravilloso" de 1909. Incluye una sección titulada "Del Ambiente" que describe a un notable médium llamado José Sánchez en Cayey, Puerto Rico y algunas de sus curaciones rápidas. También incluye una sección de "Tribuna Libre" donde Gastón Mery critica las declaraciones de William Stead sobre la comunicación con espíritus, argumentando que las manifestaciones espiritistas son demoníacas.
El documento presenta un resumen de 3 oraciones de un artículo de la revista "Lo Maravilloso" sobre nuevos fenómenos de materialización espirita ocurridos en el Círculo Franklin de Costa Rica. Describe cómo la médium Mary Brown se materializó sosteniendo una luciérnaga y escribió una nota en inglés, la cual fue traducida al español por el espíritu Miguel Ruiz a través de la médium. También relata cómo Miguel Ruiz transportó a los tres hermanitos de la médium Ofelia a una
Este documento presenta un resumen del contenido de la revista "Lo Maravilloso". En su editorial, la revista discute los desafíos de investigar fenómenos psíquicos y parapsicológicos dado el escepticismo y burla común hacia estos temas. También anuncia varios artículos en la revista sobre mediums famosos y sus demostraciones, así como relatos de fenómenos paranormales ocurridos en Italia.
Este documento presenta un resumen de una historia sobre una niña francesa de 10 años llamada Susana Bertin que afirma haber tenido visiones de Juana de Arco. Susana dice que ha visto a Juana de Arco 15 veces desde julio del año pasado, siempre los viernes, pidiendo que se construya una capilla en su honor. Los vecinos no creen la historia y se burlan de Susana y sus abuelos. Un médico examinó a Susana y encontró que no tenía alucinaciones, pero no puede verificar si las visiones son real
El documento presenta una serie de testimonios de los residentes de una granja en Bretaña sobre ruidos y fenómenos extraños que ocurren regularmente, especialmente de noche. Los residentes describen escuchar ruidos como si alguien estuviera manipulando el armario o golpeando las puertas, y uno dice que siente como si alguien le oprimiera el estómago. El vicario de la iglesia local exorcizó la propiedad y desde entonces los ruidos solo ocurren fuera de la casa. A pesar de los sucesos, los residentes
Tan lejos de la última palabra (fragmento)José Gutierrez
El documento presenta un diálogo filosófico y jurídico entre un profesor y un estudiante sobre un controvertido proyecto de castigar con la pena de muerte ciertos delitos menores para generar un efecto disuasivo en la sociedad. El estudiante expresa sus dudas sobre la viabilidad y justificación legal de tal proyecto, mientras que el profesor defiende la necesidad de medidas drásticas dado el estado de deterioro moral de la sociedad.
Este documento es una edición de 1909 de la revista "Lo Maravilloso", que cubre temas de psicología y fenómenos inexplicados. Incluye artículos sobre mediumnidad, comunicación con el más allá, y tres faquires que visitaron la tumba de Steinheil para comunicarse con su espíritu. También anuncia mejoras planeadas para la revista y aumenta el número de páginas de forma temporal.
Este documento presenta un resumen de los primeros dos capítulos del libro "A los jóvenes" de Piotr Kropotkin. En el primer capítulo, Kropotkin describe las condiciones de pobreza y enfermedad que un joven médico podría encontrar y cómo esto podría llevarlo a cuestionar el sistema y unirse al socialismo. En el segundo capítulo, plantea escenarios similares para un joven abogado y cómo podría llegar a comprender la injusticia inherente en el sistema legal vigente.
Este documento describe dos encuentros que tuvo Joseph Smith con entes en 1820 y 1823 que cambiaron el curso de su vida. En 1820, cuando tenía 14 años, Smith experimentó una visión de Dios Padre y Jesucristo en un bosque cerca de su casa. Tres años después, en 1823, Smith afirmó ver a un ángel llamado Moroni en su habitación, quien le dijo que había sido elegido para traducir unas placas sagradas que contenían la historia de los primeros habitantes de América. Estos encuentros llevaron a Smith a fundar
El documento presenta una entrevista con Nacho Ares, director de la Revista de Arqueología. Ares habla sobre su trayectoria profesional como egiptólogo y escritor, así como sobre su trabajo actual como director de la revista. También discute sobre la intersección entre el estudio del misterio y la ciencia arqueológica, defendiendo que es posible encontrar un punto de equilibrio entre ambos campos.
El documento describe la experiencia de un periodista que se infiltró durante un año en el mundo de los videntes y santeros en España. Explica que algunos famosos, políticos y empresarios acuden a videntes y santeros no por fe privada, sino para lucrarse o ganar fama, convirtiéndose en un referente para otros que buscan éxito. Esto ha ayudado a que el negocio de la videncia crezca, ya que los comerciantes usan la fama de estas personas para atraer más clientes. El autor busca
Este documento resume varios artículos de la revista "El Ojo Crítico" incluyendo:
1. Una entrevista con Miguel Blanco que discute las tácticas militares para dividir a la comunidad ufóloga y mantener enfrentamientos entre ellos.
2. Un artículo que aporta documentos oficiales nunca antes publicados sobre la relación entre militares y investigadores OVNI en España, mostrando cómo los militares utilizan a los ufólogos.
3. Reseñas y resúmenes de varios casos OVNI
Este documento contiene tres resúmenes de opiniones sobre la revista "El Ojo Crítico". Antonio Luis Moyano, autor de libros sobre misterios en España, alaba la labor de divulgación de la revista pero pide mayor autocrítica y menos errores ortográficos. Javier García Blanco, redactor jefe de la revista Año Cero, destaca cómo los artículos de la revista le han ayudado a evolucionar hacia un enfoque más crítico sobre el misterio. Christian Pérez, director de Misteriosonline.com,
Este documento presenta el libro "En el nombre del Síndrome de Down: Vida y reflexiones de una luchadora" escrito por Paloma García-Sicilia Montero, una mujer con síndrome de Down. El prólogo describe cómo conoció a Paloma en 1991 y quedó sorprendido por su capacidad intelectual y su deseo de escribir un libro sobre su vida. El libro contiene 25 capítulos donde Paloma comparte sus experiencias y reflexiones sobre tener síndrome de Down. El prólogo también proporciona algunos detalles sobre la personal
Este artículo revisa el mito de los "hombres de negro" en los casos OVNI. El primer avistamiento que incluyó a un hombre de negro resultó ser un fraude, como se descubrió posteriormente. Aunque esta primera referencia era falsa, la idea se popularizó en la ufología. El artículo analiza el primer caso que incluyó a un hombre de negro de manera crítica, señalando que fue un engaño orquestado por los testigos originales. Sin embargo, a pesar de sus orígenes falsos, la leyenda de
El documento resume opiniones y felicitaciones de varios investigadores y editores sobre el boletín "El Ojo Crítico" y su editor Manuel Carballal con motivo de la publicación de su número 50. En general, destacan la excelente labor realizada a lo largo de 12 años de forma independiente y sin censuras; la calidad informativa de los artículos; y el esfuerzo y pasión puestos en cada número a pesar de las dificultades.
Este documento contiene comentarios de varios investigadores y escritores sobre la revista "El Ojo Crítico" y su importancia. Reconocen su labor independiente y crítica a lo largo de 12 años, manteniendo un espíritu rebelde y buscando la verdad sin complejos. Destacan su valor como referente para la investigación y divulgación de temas considerados tabú. Felicitan al editor por haber llegado al número 50 a pesar de las dificultades, demostrando pasión e ilusión por su trabajo.
El documento presenta un resumen de tres párrafos del capítulo 1 de "A los jóvenes" de Piotr Kropotkin. En él, Kropotkin se dirige a los jóvenes que están comenzando su vida laboral y les plantea diferentes escenarios sobre cómo podrían usar sus conocimientos para ayudar a los más necesitados. Les insta a no dedicarse solo a la ciencia por el placer individual, sino a usarla para mejorar la vida de la humanidad y luchar contra las desigualdades sociales.
Sobrevivir es la única herramienta de Sonia Conde frente a la crisis, económica y existencial. Un experimento misterioso al que se somete por falta de dinero cambiará su destino, ya que se verá envuelta en una trama de crimen y corrupción política. Sonia tratará de reconducir su vida profesional como periodista freelance y buscará un imposible: el amor. A través de su diario personal y sin secretos podrás conocer sus aventuras.
Este documento presenta un resumen de tres capítulos del libro "El sanador herido" de Henri Nouwen. El primer capítulo describe la difícil situación del "hombre de la era atómica" que ha perdido la fe en la técnica y vive con la amenaza de la autodestrucción. Se caracteriza por una ruptura con la historia, una ideología fragmentada y la búsqueda de inmortalidad. El segundo capítulo analiza la condición de una generación que sufre. El tercer capítulo explora la condición del hombre que sufre. El document
El documento resume 20 años de publicación de la revista El Ojo Crítico. Se destaca que a lo largo de estos años la revista se ha esforzado por ofrecer un enfoque honesto e imparcial en el estudio de anomalías, aunque apasionado. A pesar de las críticas recibidas, la revista continúa publicándose de forma gratuita gracias al esfuerzo de su equipo. El objetivo de la revista es resolver misterios a través de una búsqueda de la verdad basada en hechos, sin importar las em
C.g. jung lo inconsciente en la vida psiquica normal y patMayra Jimenez
Este documento resume los comienzos del psicoanálisis y la psicología. Explica que la psicología evolucionó de una visión filosófica a un enfoque empírico experimental. Señala que el psicoanálisis surgió cuando Freud introdujo un nuevo método para estudiar los trastornos nerviosos que se centraba en los procesos psíquicos inconscientes. Sin embargo, sus primeras ideas no fueron ampliamente aceptadas en la comunidad médica de la época.
Este documento resume una conversación entre el autor y el experto en espionaje Domingo Pastor Petit sobre operaciones militares secretas que se han ocultado tras avistamientos OVNI en España. Pastor Petit revela que tras algunos incidentes OVNI se escondían en realidad maniobras de espionaje y operaciones secretas llevadas a cabo por agencias de inteligencia. En algunos casos, la clasificación de esta información ha llevado incluso al asesinato de agentes de inteligencia españoles que trataban de acceder a los de
El documento presenta un resumen de 6 casos OVNI reportados en España en agosto de 1961. Incluye información básica como la fecha, lugar, tipo de objeto avistado, valoración de los testigos, detalles del avistamiento y clasificación de cada caso.
Lobsang rampa tu para siempre-usted y la eternidadManuel Luján
El autor presenta instrucciones para estudiar el documento de manera efectiva. Sugiere elegir un día y lugar fijos para la lectura semanal, en una posición cómoda y relajada. Recomienda leer primero de forma global y luego detallada, tomando notas sobre las partes difíciles. El objetivo es comprender los conceptos a nivel subconsciente más que memorizar.
Este documento presenta un resumen de tres oraciones o menos del siguiente artículo:
El artículo discute la obra y pensamiento de Miguel de Unamuno. Examina cómo Unamuno utilizó su pasión para transmitir su visión del alma española y la importancia de considerar la manera en que Unamuno expresó sus pensamientos en lugar de analizarlos intelectualmente. También explora brevemente las ideas de Unamuno sobre la educación y la dificultad de definirla.
Bertrand Russell escribe un prefacio explicando que de forma repentina sintió el deseo de escribir cuentos, a pesar de nunca haberlo hecho antes. El primer capítulo presenta a un doctor llamado Murdoch Mallako que dice "fabricar horrores" en su consulta. Varios vecinos salen horrorizados de la consulta. El narrador intenta investigar sin éxito qué sucede. Dudoso sobre si el doctor es realmente un filántropo o algo más siniestro, decide vigilarlo de cerca.
Este documento resume un caso OVNI de 1976 en Benacazón, España, donde un labrador llamado Miguel Fernández Carrasco afirmó haber sido agredido por extraterrestres. Por primera vez, un juez redactó diligencias judiciales por una agresión OVNI. Estos documentos judiciales inéditos se mantuvieron extraviados durante décadas hasta que El Ojo Crítico los localizó y publicó en exclusiva. Además, localizaron e interrogaron al protagonista del caso. El autor presenta una nueva hipótesis alternativa sobre este incidente
The Influence of Mitigation Policies of the International Climate Change Regi...Rosane Borges
The Influence of Mitigation Policies of the International Climate Change Regime in the Reduction of Greenhouse Gases in the Area of Transport
R. M. Borges
International Relations
Pontifícia Universidade Católica de Minas Gerais – PUCMinas, Belo Horizonte, Brazil
Abstract
This article aims to examine the evolution of Greenhouse Gases – GHG emissions in the transportation sector in Megacities and their countries of origin, to discuss the effectiveness of the International Climate Change Regime - ICCR. It starts by analyzing National Communications from 17 countries of the United Nations Framework Convention on Climate Change and 5 National Inventories, where the 31 Megacities of the study are located. One can conclude that the ICCR has influence on the adoption of policies and domestic GHG mitigation actions in 14 of the countries and they have proven effective in 3 of them - Japan, France and the United States, from 2000 to 2011. Regarding the Megacities, 18 of them reported GHG mitigation policies for the transportation sector and 10 of them have goals to reduce GHG in the coming years. Concerning the distribution of the countries within the categories listed in the Kyoto Protocol, it is relevant to the Conferences of the Parties - COPs to address the discussion on the current validity of the initial division that was made among the members of this Protocol, in view of the results that have been submitted by countries in relation to GHG emissions reductions. The use of more efficient and available technologies to reduce emissions in the transportation sector could be faster implemented in these countries, in line with other policies of mitigation and actions adopted by the national and local authorities and citizens.
Keywords: international negotiations, climate change, environmental impact, effectiveness of international regimes, mitigation policies, mitigation technologies, transportation sector, Megacities and their countries of origin.
Este documento describe dos encuentros que tuvo Joseph Smith con entes en 1820 y 1823 que cambiaron el curso de su vida. En 1820, cuando tenía 14 años, Smith experimentó una visión de Dios Padre y Jesucristo en un bosque cerca de su casa. Tres años después, en 1823, Smith afirmó ver a un ángel llamado Moroni en su habitación, quien le dijo que había sido elegido para traducir unas placas sagradas que contenían la historia de los primeros habitantes de América. Estos encuentros llevaron a Smith a fundar
El documento presenta una entrevista con Nacho Ares, director de la Revista de Arqueología. Ares habla sobre su trayectoria profesional como egiptólogo y escritor, así como sobre su trabajo actual como director de la revista. También discute sobre la intersección entre el estudio del misterio y la ciencia arqueológica, defendiendo que es posible encontrar un punto de equilibrio entre ambos campos.
El documento describe la experiencia de un periodista que se infiltró durante un año en el mundo de los videntes y santeros en España. Explica que algunos famosos, políticos y empresarios acuden a videntes y santeros no por fe privada, sino para lucrarse o ganar fama, convirtiéndose en un referente para otros que buscan éxito. Esto ha ayudado a que el negocio de la videncia crezca, ya que los comerciantes usan la fama de estas personas para atraer más clientes. El autor busca
Este documento resume varios artículos de la revista "El Ojo Crítico" incluyendo:
1. Una entrevista con Miguel Blanco que discute las tácticas militares para dividir a la comunidad ufóloga y mantener enfrentamientos entre ellos.
2. Un artículo que aporta documentos oficiales nunca antes publicados sobre la relación entre militares y investigadores OVNI en España, mostrando cómo los militares utilizan a los ufólogos.
3. Reseñas y resúmenes de varios casos OVNI
Este documento contiene tres resúmenes de opiniones sobre la revista "El Ojo Crítico". Antonio Luis Moyano, autor de libros sobre misterios en España, alaba la labor de divulgación de la revista pero pide mayor autocrítica y menos errores ortográficos. Javier García Blanco, redactor jefe de la revista Año Cero, destaca cómo los artículos de la revista le han ayudado a evolucionar hacia un enfoque más crítico sobre el misterio. Christian Pérez, director de Misteriosonline.com,
Este documento presenta el libro "En el nombre del Síndrome de Down: Vida y reflexiones de una luchadora" escrito por Paloma García-Sicilia Montero, una mujer con síndrome de Down. El prólogo describe cómo conoció a Paloma en 1991 y quedó sorprendido por su capacidad intelectual y su deseo de escribir un libro sobre su vida. El libro contiene 25 capítulos donde Paloma comparte sus experiencias y reflexiones sobre tener síndrome de Down. El prólogo también proporciona algunos detalles sobre la personal
Este artículo revisa el mito de los "hombres de negro" en los casos OVNI. El primer avistamiento que incluyó a un hombre de negro resultó ser un fraude, como se descubrió posteriormente. Aunque esta primera referencia era falsa, la idea se popularizó en la ufología. El artículo analiza el primer caso que incluyó a un hombre de negro de manera crítica, señalando que fue un engaño orquestado por los testigos originales. Sin embargo, a pesar de sus orígenes falsos, la leyenda de
El documento resume opiniones y felicitaciones de varios investigadores y editores sobre el boletín "El Ojo Crítico" y su editor Manuel Carballal con motivo de la publicación de su número 50. En general, destacan la excelente labor realizada a lo largo de 12 años de forma independiente y sin censuras; la calidad informativa de los artículos; y el esfuerzo y pasión puestos en cada número a pesar de las dificultades.
Este documento contiene comentarios de varios investigadores y escritores sobre la revista "El Ojo Crítico" y su importancia. Reconocen su labor independiente y crítica a lo largo de 12 años, manteniendo un espíritu rebelde y buscando la verdad sin complejos. Destacan su valor como referente para la investigación y divulgación de temas considerados tabú. Felicitan al editor por haber llegado al número 50 a pesar de las dificultades, demostrando pasión e ilusión por su trabajo.
El documento presenta un resumen de tres párrafos del capítulo 1 de "A los jóvenes" de Piotr Kropotkin. En él, Kropotkin se dirige a los jóvenes que están comenzando su vida laboral y les plantea diferentes escenarios sobre cómo podrían usar sus conocimientos para ayudar a los más necesitados. Les insta a no dedicarse solo a la ciencia por el placer individual, sino a usarla para mejorar la vida de la humanidad y luchar contra las desigualdades sociales.
Sobrevivir es la única herramienta de Sonia Conde frente a la crisis, económica y existencial. Un experimento misterioso al que se somete por falta de dinero cambiará su destino, ya que se verá envuelta en una trama de crimen y corrupción política. Sonia tratará de reconducir su vida profesional como periodista freelance y buscará un imposible: el amor. A través de su diario personal y sin secretos podrás conocer sus aventuras.
Este documento presenta un resumen de tres capítulos del libro "El sanador herido" de Henri Nouwen. El primer capítulo describe la difícil situación del "hombre de la era atómica" que ha perdido la fe en la técnica y vive con la amenaza de la autodestrucción. Se caracteriza por una ruptura con la historia, una ideología fragmentada y la búsqueda de inmortalidad. El segundo capítulo analiza la condición de una generación que sufre. El tercer capítulo explora la condición del hombre que sufre. El document
El documento resume 20 años de publicación de la revista El Ojo Crítico. Se destaca que a lo largo de estos años la revista se ha esforzado por ofrecer un enfoque honesto e imparcial en el estudio de anomalías, aunque apasionado. A pesar de las críticas recibidas, la revista continúa publicándose de forma gratuita gracias al esfuerzo de su equipo. El objetivo de la revista es resolver misterios a través de una búsqueda de la verdad basada en hechos, sin importar las em
C.g. jung lo inconsciente en la vida psiquica normal y patMayra Jimenez
Este documento resume los comienzos del psicoanálisis y la psicología. Explica que la psicología evolucionó de una visión filosófica a un enfoque empírico experimental. Señala que el psicoanálisis surgió cuando Freud introdujo un nuevo método para estudiar los trastornos nerviosos que se centraba en los procesos psíquicos inconscientes. Sin embargo, sus primeras ideas no fueron ampliamente aceptadas en la comunidad médica de la época.
Este documento resume una conversación entre el autor y el experto en espionaje Domingo Pastor Petit sobre operaciones militares secretas que se han ocultado tras avistamientos OVNI en España. Pastor Petit revela que tras algunos incidentes OVNI se escondían en realidad maniobras de espionaje y operaciones secretas llevadas a cabo por agencias de inteligencia. En algunos casos, la clasificación de esta información ha llevado incluso al asesinato de agentes de inteligencia españoles que trataban de acceder a los de
El documento presenta un resumen de 6 casos OVNI reportados en España en agosto de 1961. Incluye información básica como la fecha, lugar, tipo de objeto avistado, valoración de los testigos, detalles del avistamiento y clasificación de cada caso.
Lobsang rampa tu para siempre-usted y la eternidadManuel Luján
El autor presenta instrucciones para estudiar el documento de manera efectiva. Sugiere elegir un día y lugar fijos para la lectura semanal, en una posición cómoda y relajada. Recomienda leer primero de forma global y luego detallada, tomando notas sobre las partes difíciles. El objetivo es comprender los conceptos a nivel subconsciente más que memorizar.
Este documento presenta un resumen de tres oraciones o menos del siguiente artículo:
El artículo discute la obra y pensamiento de Miguel de Unamuno. Examina cómo Unamuno utilizó su pasión para transmitir su visión del alma española y la importancia de considerar la manera en que Unamuno expresó sus pensamientos en lugar de analizarlos intelectualmente. También explora brevemente las ideas de Unamuno sobre la educación y la dificultad de definirla.
Bertrand Russell escribe un prefacio explicando que de forma repentina sintió el deseo de escribir cuentos, a pesar de nunca haberlo hecho antes. El primer capítulo presenta a un doctor llamado Murdoch Mallako que dice "fabricar horrores" en su consulta. Varios vecinos salen horrorizados de la consulta. El narrador intenta investigar sin éxito qué sucede. Dudoso sobre si el doctor es realmente un filántropo o algo más siniestro, decide vigilarlo de cerca.
Este documento resume un caso OVNI de 1976 en Benacazón, España, donde un labrador llamado Miguel Fernández Carrasco afirmó haber sido agredido por extraterrestres. Por primera vez, un juez redactó diligencias judiciales por una agresión OVNI. Estos documentos judiciales inéditos se mantuvieron extraviados durante décadas hasta que El Ojo Crítico los localizó y publicó en exclusiva. Además, localizaron e interrogaron al protagonista del caso. El autor presenta una nueva hipótesis alternativa sobre este incidente
The Influence of Mitigation Policies of the International Climate Change Regi...Rosane Borges
The Influence of Mitigation Policies of the International Climate Change Regime in the Reduction of Greenhouse Gases in the Area of Transport
R. M. Borges
International Relations
Pontifícia Universidade Católica de Minas Gerais – PUCMinas, Belo Horizonte, Brazil
Abstract
This article aims to examine the evolution of Greenhouse Gases – GHG emissions in the transportation sector in Megacities and their countries of origin, to discuss the effectiveness of the International Climate Change Regime - ICCR. It starts by analyzing National Communications from 17 countries of the United Nations Framework Convention on Climate Change and 5 National Inventories, where the 31 Megacities of the study are located. One can conclude that the ICCR has influence on the adoption of policies and domestic GHG mitigation actions in 14 of the countries and they have proven effective in 3 of them - Japan, France and the United States, from 2000 to 2011. Regarding the Megacities, 18 of them reported GHG mitigation policies for the transportation sector and 10 of them have goals to reduce GHG in the coming years. Concerning the distribution of the countries within the categories listed in the Kyoto Protocol, it is relevant to the Conferences of the Parties - COPs to address the discussion on the current validity of the initial division that was made among the members of this Protocol, in view of the results that have been submitted by countries in relation to GHG emissions reductions. The use of more efficient and available technologies to reduce emissions in the transportation sector could be faster implemented in these countries, in line with other policies of mitigation and actions adopted by the national and local authorities and citizens.
Keywords: international negotiations, climate change, environmental impact, effectiveness of international regimes, mitigation policies, mitigation technologies, transportation sector, Megacities and their countries of origin.
Creación de una nueva categoría del longboard: el oddboard. Portfolio planner...Alba Lucena Zaher
Lanzar y conceptualizar el producto Star Rover, un
longboard con un mecanismo de 8 ruedas. Poner el foco e
identificar targets que puedan estar interesados. Y crear un
Naming y un concepto creativo. Nos dirigimos a personas peculiares con algún tipo de rareza, aunque al fin y al cabo todos somos un poco así. Invención de la categoría del oddboard.
The audit plan outlines a three day external audit of the Furniture-Wood Factory production and shipping processes to assess compliance with ISO 9001:2008. The audit will involve interviews with management, observation of production and quality assurance activities, and review of documentation related to order tracking, export, and quality assurance. The audit will be conducted by lead auditor Faustino Asprilla and auditor Giovanni Hernandez from May 18-20, 2011 at the FWF production plant and offices in Portland, USA.
Este documento propone la consolidación de los estudios jurídicos críticos en América Latina. Argumenta que estos estudios se han desarrollado de manera desordenada debido a la desconexión entre investigadores de diferentes países. Para consolidar el campo, se necesita una comunidad activa de estudiosos y un debate sobre los temas y enfoques de investigación más adecuados. El documento sugiere que los temas centrales de estudio deben ser la pluralidad jurídica, la ineficacia del derecho e instrumental y el autoritarismo. A
Este documento describe un blog sobre eventos equinos y el registro de caballos. El blog tiene como objetivo informar a la comunidad ecuestre sobre eventos en Colombia y promover los servicios de registro de caballos de Luisa Fernanda Zapata. El documento analiza las estrategias de marketing digital como redes sociales y correo electrónico para dar a conocer estos servicios a empresas, particulares y amantes de los caballos. También presenta un plan de acción y monitoreo para mejorar la comunicación digital.
Tamizaje clínico cardiovascular en la poblaciónLina-Luisa
Este documento describe las herramientas utilizadas para el tamizaje clínico cardiovascular en la población, incluyendo la fonocardiografía, la toma de presión arterial y la electrocardiografía. Gracias al desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación, es posible implementar estos métodos de manera masiva y no invasiva para detectar enfermedades cardiacas de manera temprana. El tamizaje clínico es importante debido a la alta prevalencia de enfermedades cardiacas silenciosas que pueden manifestarse
This white paper examines how technology impacts the cost structure of business process outsourcing (BPO). It finds that while software licenses typically represent only 3-5% of a BPO provider's total costs, technology directly drives process automation and impacts operational costs. Technology enables economies of scale, supports ongoing process optimization, and allows for remote labor arbitrage. The implementation of technology, including consulting services and upgrades, accounts for about 15% of BPO costs. Staffing and administrative costs make up the majority at around 80%. The paper emphasizes that minimizing software costs alone is not enough - the effects of standardization and automation on reducing labor costs through economies of scale must also be considered to fully understand how technology impacts BPO costs.
Este documento presenta las directrices para implementar un Programa de Vigilancia Epidemiológica (PVE) para prevenir la neumoconiosis en empresas. El PVE busca identificar y controlar la exposición a material particulado, detectar tempranamente cambios en la salud de trabajadores expuestos mediante exámenes periódicos, y diseñar intervenciones específicas para casos sospechosos o confirmados de neumoconiosis. El documento explica los objetivos, justificación, alcance y componentes del PVE, incluy
El documento presenta una lista de productos electrónicos como teléfonos, tabletas, computadoras portátiles y de escritorio, monitores, accesorios y software. Se detallan las especificaciones y precios de cada producto.
The document outlines plans for Intergalactic Golf to implement over 1,400 golf facilities globally by 2020. These facilities will include miniature golf courses, driving ranges, par 3 courses, and multi-sport complexes. Intergalactic Golf aims to make golf more accessible and affordable. It will produce programming and host tournaments to popularize and market golf on a global scale. The first phase of facilities will be opened in cities across North America, the Middle East, Europe, and Africa starting in 2012.
This document outlines terms and conditions for associates of Sportron International (Pty) Ltd., including definitions of key terms, payment methods, and rebate structures. Associates are independent contractors who purchase Sportron products and can earn rebates. Products have assigned personal product points (PPP) and rebate points (RP) values. To remain active and qualify for rebates, associates must purchase at least 100 PPP of products each month or apply a coupon that allows a one-month grace period before lapsing. Rebates are paid based on RP values from product purchases and an associate's network of other associates.
This is material of IT Infrastructure sharing session that we regularly held at Tokopedia.
This slide describe how Cloud computing will slowly change our mindset about IT infrastructure. And, if you are a system administrator, you will see some aspects to be consider.
1) La compañía Tecnimán S.A. realizó el mantenimiento de 7 computadores de la empresa Diseño Gráfico Espacio Creativo S.A. del 18 al 19 de diciembre de 2009.
2) Se realizó una copia de seguridad de la información de los computadores y se entregó un informe detallado con la configuración de uno de los computadores.
3) El costo de los materiales, mano de obra y arriendo de instalaciones fue asumido por Diseño Gráfico Espacio Creativo S.A
This document lists different types of "Lions" which appear to be categories or divisions within an advertising or marketing organization. It includes Brand Content & Entertainment Lions, Cyber Lions, Design Lions, Direct Lions (And Promo & Activation) Lions, Film Craft Lions, Film Lions, For Good Lions, Media Lions, Mobile Lions, Outdoor Lions, PR Lions, Press Lions, Radio Lions, Titanium Lions. The document ends by saying more thoughts on these Lions from Cannes 2012 will follow shortly.
La Unión Europea ha acordado un embargo petrolero contra Rusia en respuesta a la invasión de Ucrania. El embargo forma parte de un sexto paquete de sanciones y prohibirá la mayoría de las importaciones de petróleo ruso en la UE a finales de este año. Algunos estados miembros aún dependen en gran medida del petróleo ruso y se les ha concedido una exención, pero se espera que todo el petróleo ruso quede prohibido para fines de 2023.
The document discusses the decimal and binary number systems. It explains that computers use binary, which represents numbers as sequences of 0s and 1s, because their internal workings are based on two states of electricity - on or off. It then shows how to convert between decimal and binary, and how to perform arithmetic operations like addition, subtraction, multiplication and division in binary. Some examples of these binary operations are provided. Finally, it gives some practice problems to convert between decimal and binary, and perform binary arithmetic.
La candidata tiene 17 años de experiencia en el sector energético, con maestría en negocios internacionales y especializaciones en gerencia de hidrocarburos y relaciones internacionales. Ha ocupado cargos como asesora en el Departamento Nacional de Planeación, la Superintendencia de Servicios Públicos, y el Ministerio de Minas y Energía, donde participó en procesos de regulación energética, privatización de empresas estatales, y estructuración de proyectos.
Este documento resume la historia de Nathaniel Peaslee, quien sufrió una extraña amnesia en 1908 que duró 5 años. Durante ese tiempo, hablaba y actuaba de manera anormal, como si viniera de otro lugar. Solo su hijo Wingate permaneció a su lado. Peaslee recuperó la memoria en 1913, pero su familia lo rechazó, excepto Wingate. Ahora Peaslee escribe sobre su experiencia para advertir a otros.
22. Aprender a hablar en publico hoy_ Juan Antonio Vallejo-Nagera.pdfssuserf63230
Este documento presenta un capítulo introductorio de un libro sobre cómo hablar en público de forma efectiva. Explica que la capacidad de expresarse ante otros es una habilidad valiosa y que, aunque causa temor al principio, puede aprenderse con práctica. Además, distingue entre ser un gran orador y simplemente poder transmitir ideas de manera convincente, señalando que lo segundo es más útil y accesible para la mayoría de las personas.
Este documento discute el auge reciente de escépticos que buscan desacreditar investigaciones sobre ovnis y otros fenómenos extraños. Sugiere que algunos ex investigadores de ovnis se convirtieron en escépticos debido a su incapacidad para aceptar que nunca podrían saber con certeza la verdad sobre los ovnis. También argumenta que ser escéptico es beneficioso para la fama y el negocio, y que atacar a otros investigadores sirve para satisfacer viejas rencillas personales. En general, cuestiona las motivaciones de
A la muerte de su padre,el protagosnista regresa a España. aquí encuentra una joven de la que se enamora, esta muere en un asalto y el inicia un viaje que ella tenía programado, su sorpresa es cuando encuentra una civilización mucho mas adelantada que la nuestra
Este documento es el primer capítulo de la novela "El Túnel" de Ernesto Sábato. Presenta la historia de Juan Pablo Castel, un pintor que mató a su amante María Iribarne. Castel describe su primer encuentro con María en una exposición donde fue la única que entendió una pequeña escena en uno de sus cuadros. Aunque intentó encontrarla de nuevo, no la volvió a ver hasta meses después cuando la reconoció caminando por la calle. Castel había pensado mucho en cómo hablarle si se volvían a encontrar.
Este documento presenta un resumen del libro "Ética para Amador" escrito por Fernando Savater para su hijo Amador. El libro consta de 9 capítulos que tratan sobre la ética y la filosofía de la vida a través de la historia en un lenguaje sencillo dirigido a adolescentes. En el prólogo, Savater explica que el libro busca estimular el desarrollo del pensamiento crítico en los lectores más que proveer respuestas morales concretas. El primer capítulo introduce el tema de la ética y explica que es
Este documento presenta un resumen del libro "Ética para Amador" escrito por Fernando Savater para su hijo Amador. El libro consta de 9 capítulos que tratan sobre la ética y la filosofía de la vida a través de la historia en un lenguaje sencillo dirigido a adolescentes. En el prólogo, Savater explica que el libro busca estimular el desarrollo del pensamiento crítico en los lectores más que proveer respuestas definitivas. El capítulo uno introduce el tema de la ética discutiendo cómo distinguir entre lo
Este documento presenta un aviso antipagógico sobre el libro "Ética para Amador" de Fernando Savater. No es un manual de ética ni pretende resolver debates morales, sino estimular el pensamiento libre. Explica que la ética no es solo para estudios avanzados, sino parte esencial de cualquier educación. El libro está dirigido a adolescentes para que lo lean con libertad y lo critiquen, más que para adoctrinarlos.
Este documento presenta un aviso antipagógico sobre el libro "Ética para Amador" de Fernando Savater. No es un manual de ética ni pretende dar respuestas concretas a problemas morales, sino estimular la reflexión moral. El autor cree que la ética es parte esencial de la educación y no debe usarse para sustituir catecismos religiosos. El libro está dirigido a adolescentes y busca fomentar el pensamiento libre más que fabricar ciudadanos bienpensantes.
Este documento presenta el primer capítulo de la novela "El signo de los cuatro" de Arthur Conan Doyle. Narra una conversación entre Sherlock Holmes y el doctor Watson sobre el uso de drogas como la cocaína por parte de Holmes para estimular su mente. Aunque Holmes defiende sus hábitos, Watson expresa su preocupación por los efectos dañinos a largo plazo. También discuten sobre el trabajo de detective de Holmes y sus métodos deductivos.
Simon Bolivar nació en Capaya, Venezuela el 25 de julio de 1783. Capaya es un pequeño pueblo fundado por frailes dominicos y habitado originalmente por indígenas. Es conocido por sus ríos y atractivos turísticos como cuevas y una iglesia colonial. Capaya se considera la cuna natal de Simón Bolívar aunque también se discute que pudo haber nacido en una hacienda cercana. Anualmente se conmemora el cumpleaños de Bolívar en Capaya con un gran pastel.
Este documento presenta un prólogo y el primer capítulo de un libro de ética escrito por Fernando Savater para adolescentes. En el prólogo, Savater explica que escribió el libro para estimular el pensamiento independiente de los lectores más que para adoctrinarlos. En el capítulo 1, introduce el tema de la ética explicando que, a diferencia de otras ciencias, la ética es importante para vivir bien y tomar buenas decisiones sobre cómo tratar a los demás.
Este documento presenta un prólogo y el primer capítulo de un libro de ética escrito por Fernando Savater para adolescentes. En el prólogo, Savater explica que escribió el libro para estimular el pensamiento independiente de los lectores más que para adoctrinarlos. En el capítulo 1, introduce el tema de la ética explicando que, a diferencia de otras ciencias, la ética es importante para vivir bien y tomar buenas decisiones sobre cómo tratar a los demás.
Este prólogo presenta al Primer Astrólogo, un anciano que está estudiando el horóscopo de un niño llamado Rampa. Mientras descansa de su trabajo, observa la ciudad de Lhasa y la Gran Catedral a lo lejos. Llama la atención sobre Rampa y su criado, que se acercan a caballo. El astrólogo sonríe al verlos y continúa observándolos hasta que desaparecen tras una saliente rocosa de la montaña.
Este documento presenta un resumen de la vida de Juanito Santa Cruz desde su época de estudiante universitario hasta después de graduarse. Describe sus travesuras de juventud y cómo luego se volvió muy aplicado a sus estudios. Habla de su cercana relación con su madre Barbarita, quien estaba orgullosa de sus logros pero también temía por su salud. Finalmente, da detalles sobre su apariencia y personalidad cuando el narrador lo conoció años después de graduarse.
Este documento presenta un resumen de un artículo de la revista Lo Maravilloso sobre la materialización del espíritu de un suicida en Costa Rica. El espíritu se apareció en una sesión espiritista y conversó con los presentes, mostrando arrepentimiento por su suicidio. Uno de los asistentes usó su voluntad para transmitir consuelo y esperanza al espíritu, lo que tuvo un efecto maravilloso en él. El caso proporciona un fuerte argumento para los defensores de las ideas esp
El documento presenta un relato de un hombre que mientras huía de una plaga en Nueva York se refugió en una cabaña junto al río Hudson. Un día mientras observaba un cerro vio una enorme criatura desconocida descender por la ladera. Más tarde le contó a su amigo lo sucedido, pero este no le creyó y pensó que estaba delirando. El hombre quedó perturbado por no saber si había sido real la visión o un presagio de locura.
Este capítulo presenta a Juanito Santa Cruz, un joven de familia rica que estudió en la universidad donde pasó de ser travieso a aplicado en sus estudios. Terminó las carreras de Derecho y Filosofía y Letras. A los 24 años ya no le interesaban tanto los estudios y se interesó más por el mundo tangible. Su familia era adinerada y respetada, y él era guapo, simpático e inteligente, por lo que tenía muchas probabilidades de tener éxito en la vida social.
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José Luis Jiménez Rodríguez
Junio 2024.
“La pedagogía es la metodología de la educación. Constituye una problemática de medios y fines, y en esa problemática estudia las situaciones educativas, las selecciona y luego organiza y asegura su explotación situacional”. Louis Not. 1993.
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7. El Samtotaj y otros cuentos
EL SAMTOTAJ
Uno
El reporte que leerán a continuación responde
a múltiples causas, tanto así que resultará difícil (in-
cluso lo es hoy día para mí mismo) de ajustar a una
determinada clasificación. En principio, fue motivado
por cuestiones académicas, pero fue asumiendo aris-
tas tan extraordinarias que acabó siendo ésto; infor-
me, confesión, infidencia, testimonio de poderes aje-
nos al ámbito de nuestra cultura. Y, por sobre todo e-
llo, producto de la necesidad de alertar a los etnógra-
fos -aficionados, noveles o experimentados- acerca de
las dramáticas experiencias que puede acarrear el he-
cho de meter las narices donde primero el Dr. Malloy,
y luego yo, tuvimos la desgracia de hacerlo.
No había oído hablar del Dr. Benjamin Malloy
hasta 1996, cuando llegué a la instancia de tener que
formular la tesis tendiente a mi propio doctorado en
Antropología. Luego de barajar numerosas temáticas
y grupos étnicos, me decidí por los Nivaklé 1 del Gran
Chaco por varias razones, algunas de orden práctico
(el territorio en el que debía llevar a cabo el trabajo de
1
Grupo étnico también conocido como “Chulupi” y “Ashlush-
lay”, correspondiente a la familia lingüística Mataco-Mataguayo.
7
8. Gabriel Cebrián
campo era relativamente cercano, varios de los posi-
bles informantes manejaban la lengua española, etcé-
tera); y otras de orden intelectual, ya que consideraba
fascinante esa paradójica cosmovisión que adunaba u-
na marcada ingenuidad con rituales chamánicos extre-
madamente sofisticados. También en este orden de
fundamentos debe considerarse la escasa atención que
este grupo étnico ha suscitado -comparado con otras
culturas americanas- tanto entre los estudiosos como
entre el gran público, circunstancia sorprendente te-
niendo en cuenta lo ya dicho en cuanto a la comple-
jidad y riqueza de sus tradiciones esotéricas. Y es esta
misma característica la que me obligará más adelante
a fatigarlos con conceptualizaciones y terminología
propias de esa cultura, las que si bien hubiesen sido
más oportunas y necesarias en el caso de haber pro-
seguido con el plan original –esto es, la tesis doctoral-
continúan siendo imprescindibles para comprender u-
na serie de sucesos que, no obstante la más puntillosa
explicitación, continuarán siendo esquivos a los cáno-
nes de raciocinio que nos son consustanciales. Pero
todo a su tiempo.
Ni bien hube tomado la decisión de orientar
mi estudio en esa dirección, acordé una entrevista con
el Dr. Matías Lasalle, a quien había escogido para a-
padrinarme en la empresa. Nos encontramos en el bu-
ffet de la Universidad, y allí, café de por medio, le co-
muniqué mis planes. A contrario de lo que había yo
previsto, no sólo no se mostró entusiasmado con el
proyecto, sino que pareció disgustado.
8
9. El Samtotaj y otros cuentos
-¿Los Nivaklé, le parece? –Inquirió, con gesto
adusto y ceño fruncido. Pasé a comentarle somera-
mente las motivaciones que me impulsaban en ese
sentido, más o menos en los términos que lo hice más
arriba. Me escuchó sin pronunciar palabra, y perma-
neció en silencio aún después que mi alegato había
concluido. Comencé a sentirme incómodo y me vi o-
bligado a preguntarle las razones de su evidente con-
trariedad.
-Usted sabe, todas esas cuestiones vinculadas
al chamanismo, tan en boga actualmente, flaco favor
suelen hacerle a la objetividad científica que todo in-
vestigador serio pretende, o debería pretender. Hay
demasiada basura romántica de esa estofa polucionan-
do la seriedad de nuestra disciplina. Sobre todo a par-
tir de los dislates publicados por esos pseudocientífi-
cos, llámense Carlos Castaneda, Florinda Donner y
todos los orates que compraron su receta. Me fastidia
sobre todo el paso atrás que sus pergeños nos han
causado.
-Usted no irá a creer que voy a incurrir en sin-
sentidos como ésos, ¿o sí? –Pregunté, algo molesto
por lo que consideré un prejuzgamiento irrelevante.
-No lo creería si hubiese usted elegido cual-
quier otro grupo, pero tratándose de los Nivaklé...
-¿Qué tienen de particular?
-Probablemente nada –dijo, meneando la cabe-
za, como arrepintiéndose de haber argumentado en el
sentido que lo había hecho. –Está bien, si está tan de-
cidido, voy a apoyarlo y ayudarlo en lo que esté a mi
alcance para bien de su tesis.
9
10. Gabriel Cebrián
-Una buena manera de ayudarme –aventuré,
presa de gran curiosidad- sería que me dijese los mo-
tivos que lo llevaron a plantear dudas sobre la oportu-
nidad de investigar sobre ellos.
-Tal vez sean cuestiones personales, que no
vienen al caso. Déjeme ver... ¿sobre qué autores se ha
basado para escoger esa cultura?
Referí entonces a varios autores, argentinos,
brasileños, paraguayos, europeos; y a diversas publi-
caciones, tanto tradicionales como extraídas de la In-
ternet. Me escuchó, asintiendo con la cabeza a medida
que los iba mencionando. Cuando acabé la lista, se
quedó mirándome un momento y luego dijo:
-Todos esos autores están muy bien, al menos
los que conozco. Pero es una lástima que no pueda
contar con la información que podría darle la auto-
ridad máxima en este tema. Estoy hablando de mi a-
migo Benjamin Malloy. ¿Oyó hablar de él?
-No, no recuerdo... ¿Malloy, dice?
-Benjamin Malloy.
-¿Y por qué no puedo contar con información
de su parte? ¿No dice acaso que es amigo suyo?
-Es, o era, no sé. La cuestión es que fue a ha-
cer sus trabajos de campo entre los Nivaklé y algo es-
pantoso parece haberle ocurrido. Al principio me en-
vió algunas cartas, de las que lo único que puedo de-
cir es que evidencian un deterioro progresivo de su
psique. Algo o alguien debió afectarlo de un modo
que no puedo llegar a imaginar. De hecho, nunca más
se supo nada de él. Una pérdida lamentable, la ver-
dad, tratándose de un brillante científico. Para serle
10
11. El Samtotaj y otros cuentos
franco, le digo que si había alguien de quien no espe-
raba semejante actitud, ciertamente era él.
-¿Podría leer esas cartas? –Aventuré.
-Eso es imposible, por más de una razón. Fun-
damentalmente, el expreso pedido de reserva que for-
muló Malloy respecto de ellas. Y en segundo lugar,
no quisiera poner a su alcance elementos que pudie-
ran incidir en su ánimo. Ya ve que me hace poca gra-
cia el mero hecho de que vaya usted allí, y si con-
siento es porque pretender disuadirlo implicaría, en
cierto modo, mi aceptación de las fantasías aberrantes
que con tanto ahínco trato de combatir. Vaya, haga un
estudio exhaustivo y demuestre palmariamente el ca-
rácter primitivo y fantástico de las prácticas chamáni-
cas de esa gente, claro que sin obviar todas sus carac-
terísticas llamativas y lo elaborado de sus ritos. Pero
sobre todo, cuídese mucho. No ingiera ninguna pó-
cima que vayan a ofrecerle, ni se entusiasme demasia-
do con los prodigios que puedan mostrarle. Conserve
todo el tiempo su rigor epistemológico y su ecuanimi-
dad. Y, lo más importante, al primer atisbo de confu-
sión, deje todo y vuelva inmediatamente. No quisiera
perder ahora a uno de mis mejores discípulos, ya tuve
bastante con la pérdida de mi viejo y querido amigo
Malloy.
-Tendré muy en cuenta su consejo, usted sabe
la consideración que le profeso.
-Espero que lo haga, sinceramente. Y no vaya
a tomar lo que le digo como un indicio de credulidad
ni reblandecimiento senil. Es simplemente que no
quiero más avatares como el que acabo de transmitir-
11
12. Gabriel Cebrián
le, y sé muy bien por experiencia que a veces los más
palurdos suelen ostentar como contraparte una picar-
día maliciosa, una capacidad de sugestión que si no es
tomada en cuenta, si es desdeñada, puede causar seve-
ros trastornos. Si se mantiene conciente de esto, no
tendrá problemas.
De más está decir que todas las advertencias
que el Dr. Lasalle me formuló, y sobre todo la historia
de la desaparición de su colega y amigo, el Dr.
Benjamin Malloy, no hicieron más que excitar mi
curiosidad y aumentar las ansias de llevar a cabo mi
plan; tanto así que aún a pesar de que los tardíos
calores del verano harían casi intolerable mi estancia
en el norte, decidí adelantar el viaje.
Dos
Así es que el viernes 15 de marzo de 1996,
bien temprano, tomé la ruta 11. Debido a la intención
de optimizar mis recursos –dado que no sabía cuánto
tiempo podía insumir la empresa- no encendí el aire
acondicionado de la camioneta, por el consumo extra
de combustible que ello habría ocasionado; lo que re-
dundó en varias horas de calor agobiante, especial-
mente hacia el mediodía. Asumí, de todos modos, que
era un buen entrenamiento previo, una especie de a-
climatamiento en función de las tórridas jornadas de
trabajo que seguramente sobrevendrían. Conduje sin
12
13. El Samtotaj y otros cuentos
detenerme más que para reaprovisionarme de com-
bustible e ir al baño, así que hacia la media tarde es-
taba ya en la ciudad formoseña de Clorinda. Allí me
entrevisté con un anciano algo excéntrico llamado
Alcides Liboreiro, tal como me había indicado el Dr.
Lasalle que hiciese. El viejo era una suerte de etnó-
logo aficionado, que había desarrollado tales intereses
a partir de su desempeño como baqueano en infinidad
de expediciones como la que yo encaraba. Claro que
los achaques propios de la edad le impedían seguir
oficiando en tal carácter, mas no por ello su fuego se
había apagado. Mostró mucho entusiasmo y predispo-
sición para ayudarme, e hizo los debidos honores a las
cervezas que le convidé, que fueron muchas. No fue
hasta que estuvo ebrio que conseguí que me hablara
de su conocimiento personal de Benjamin Malloy, o
“El Gringo”, como él lo llamaba. Al principio se ha-
bía mostrado reticente, pero luego de la ingesta alco-
hólica sus reservas cedieron (de hecho, al derivar el
diálogo hacia Malloy estaba contradiciendo, de entra-
da nomás, los consejos del Dr. Lasalle, pero no era
aquella una oportunidad para desperdiciar). El Gringo
era un gran hombre, dijo, a pesar de ser Norteameri-
cano. Quería mucho a loj’ indio, y ellos también lo
querían. Casi todos, bah. Algunos no. Tanto se identi-
ficó con los de las tolderías que se las dio de Toiyé 2 ,
y ansí le fue. ¡Un Toiyé samtó 3 , vaya cosa que se le
jué a ocurrir al gringo loco ése! Ió sé que lo hizo de
2
Entre los Nivaklé, chamán, médico brujo.
3
Persona no Nivaklé.
13
14. Gabriel Cebrián
gau-cho, nomás, pa’yudarlos, vio, pero fíjese que
dispara-te, pensar que los otros Toiyés lo iban a
acetar ansí nomás, sin hacerle la guerra. Sobre todo
ese Uj-Toi-yé 4 malvado que se hace llamar
Coicheyik, que quie-re decir “loco”. Se juntó con
todos los otros Toiyés, que hacen lo que les dice
porque le tienen miedo, vio, y entre todos juntos le
sacaron el alma, al pobre Gringo. No sé si murió,
aclaró, respondiendo a mis ansiosas preguntas, pero
en el estado que queda uno cuando estos brujos le
sacan el alma, no hace mucha diferencia, créame. Si
quiere averiguar qué jué de él, tiene que ir por áhi
por las tolderías que están en las ajueras de Pozo
Colorado. Si va, tenga cuidáo y sea discreto, no vaia
a ser cosa que termine usté también desalmáo. Hay
que cuidarse de esa gente. Uno los ve ansí, brutos,
perdidos de borrachos, y capaz que se confía. Pero
con esos brujos no se jode. Usté va’ pen-sar que soy
un viejo chocho, que se anda creiendo cualquier
bolazo que le dicen, pero igual hágame ca-so, no se
confíe.
Pasé la noche en un hotel del centro. Aprove-
ché para dormir en una cama cómoda y tomar una
buena comida, quién sabe cuándo volvería a darme
esos lujos (había traído una pequeña carpa de tipo
iglú y los mínimos enseres necesarios, dado que que-
ría mostrarme ante los Nivaklé lo más humilde que
me fuera posible, a efectos de estimular su empatía
4
Gran chamán
14
15. El Samtotaj y otros cuentos
hacia mi persona). A la mañana siguiente emprendí el
último tramo del viaje, pasé al Paraguay atravesando
el Pilcomayo por el Puente San Ignacio de Loyola y,
pasado el mediodía, llegué a Pozo Colorado, en el
Departamento de Villa Hayes. Deambulé por entre los
bosques al sur de la ciudad en busca del “Lechigua-
no”, un mestizo llamado en realidad Eusebio Fernán-
dez, quien me había sido recomendado por el viejo
Liboreiro para que estableciera los contactos pertinen-
tes y, en caso de tratar con informantes que no ha-
blaran español, para oficiar de “lenguaraz”. Como las
indicaciones que el viejo me había dado eran por de-
más vagas, y encima las chozas desperdigadas en el
bosque carecían de referencias precisas, me llevó un
buen par de horas dar con él. Finalmente hallé su
precaria vivienda, enclavada en medio de una espe-
sura tan cerrada que la luz del sol apenas si conseguía
atravesarla, lo que le daba un cierto aire ominoso. Tal
vez hayan sido los aprontes tan inquietantes que La-
salle y el propio Liboreiro me habían formulado; lo
cierto es que cavilé que si alguien me asesinaba y me
arrojaba por allí, entre la fronda, jamás me hallarían,
y correría así la misma suerte que el “Gringo” Benja-
min Malloy. Mas me dije que era muy temprano para
caer en esa clase de consideraciones alarmistas. No
sabía entonces que los sucesos que sobrevendrían hu-
biesen justificado zozobras muchísimo mayores aún.
Golpeé las manos a modo de llamada, y un par
de perros flacos salió a chumbarme. La cortina de tela
que colgaba en la puerta se descorrió, y un hombre
moreno, también delgado, de unos treintaitantos años,
15
16. Gabriel Cebrián
pelo renegrido, lacio y bastante largo, y mirada torva,
me preguntó qué quería.
-Estoy buscando a Eusebio Fernández.
-¿Pa’qué lo busca?
-¿Es usted?
-Depende de pa’ lo que lo busque.
-El viejo Alcides Liboreiro, de Clorinda, me
dijo que lo viera.
-Iá me lo figuraba, ió. Usté es uno de esos que
vienen pa’ estudiá’ loj’indio.
-Sí, pues. Espero que usted pueda ayudarme.
-Eso depende, también.
-Claro que le pagaré por ello, no vaya a creer
que pretendo que me ayude gratis.
-¿Y cuánto me piensa pagá?
-Y, en principio... unos cincuenta guaraníes
diarios.
-Cincuenta, eh... no había sido muy suelto de
mano, el mozo.
-Y tengo una carabina 22 en la camioneta, que
le puedo dar.
-Eso es otra cosa. ¿Y qué es lo que quiere que
haga, ió?
-Ayudarme a sacar información de los Niva-
klé. Me dijo el viejo Alcides que usted se da bastante
maña para eso.
-Pué ser, pué ser. Traiga la carabina, pa’ver,
nomás.
Le alcancé la carabina y la miró, tratando de
disimular la codicia. Supe entonces que el pez había
mordido el anzuelo. Me preguntó si tenía balas, y le
16
17. El Samtotaj y otros cuentos
dije que le podía dar tres cajas de cincuenta tiros.
Cerramos trato. Nos sentamos a beber una chicha de
maíz bastante fuerte que convidó él, y yo ofrecí
cigarrillos argentinos, que aceptó de muy buen grado.
Al cabo dijo:
-Yo no soy Eusebio Fernandez.
-Ah, ¿no? –Pregunté alarmado, creyendo que
había perdido el tiempo.
-No sé quién es ese Eusebio Fernandez –acla-
ró-. Las autoridades me han dicho así pa’darme la li-
breta de identidá. Yo soy Nivaklé, como mi madre.
Tengo un nombre indio, pero tampoco lo uso. Puede
llamarme Lechiguano, nomás, que ansí me conocen
todos.
Tres
Pese a la primera impresión, el Lechiguano re-
sultó ser un hombre muy simpático y gracioso. Pasa-
mos la tarde tomando chicha y tereré 5 , y hablando ge-
neralidades (no quise entrar en tema de buenas a pri-
meras, quería terminar de ganar su confianza). Al caer
el sol fuimos en mi camioneta a buscar carne y vino.
Con el asado a las brasas que preparé, y luego de una
copiosa ingesta alcohólica, sentí que había superado
cualquier reserva que pudiera haber quedado en mi
pintoresco compañero. Cerca de la medianoche, y ya
5
Infusión en agua fría de yerba mate.
17
18. Gabriel Cebrián
bastante ebrio, iba a disponerme a armar mi carpa, pe-
ro me dijo que tenía un jergón de más en su choza.
No me agradó la idea, temía al mal de chagas o a
cualquier otro agente infeccioso que pudiese atacarme
en el interior de esa precaria vivienda, pero no me a-
treví a rehusar su hospitalidad. Evacué intestino y ve-
jiga en el monte e ingresé. Era una cabaña típica, de
un solo ambiente. Contaba con una cocina a leña de
lo más antigua, una mesa cuadrada y pequeña, tres
bancos y los dos jergones cubiertos por petates que
parecían no haber sido limpiados nunca. Claro que és-
ta era una presunción inducida sobre todo por el pre-
juicio, dado que a la trémula luz de unas cuantas velas
colocadas en un plato con asa, no podía advertirse su
real condición. El Lechiguano seguía bebiendo. Le
deseé buenas noches y me tendí de costado en mi jer-
gón. No respondió nada, simplemente se quedó mi-
rándome. Muy incómodo, y por cierto bastante preo-
cupado, cerré los ojos.
Seguramente fue debido al gran consumo de
alcohol que me quedé dormido, teniendo en cuenta
las circunstancias. Pero no duré mucho en ese estado.
Pocas veces, si no ninguna, he despertado con tal so-
bresalto: afuera, hacia el frente de la choza, el Lechi-
guano había comenzado a cantar de un modo por
demás vocinglero. No entendí lo que decían las pala-
bras; sin embargo estuve seguro que eran correspon-
dientes a la lengua Nivaklé, por cuanto me sonaban
semejantes al puñado de voces sueltas que conocía de
ella. Cuando los pelos erizados de todo mi cuerpo de-
18
19. El Samtotaj y otros cuentos
jaron de emanar su estática, recordé que los hechice-
ros de esa cultura llamaban a sus espíritus auxiliares,
los Sichées, mediante cánticos específicos. Eso signi-
ficaba que el propio Lechiguano era un Toiyé, y no un
simple contacto o traductor, como me había dicho Li-
boreiro. Aunque tal vez estuviese dando rienda suelta
a su borrachera, sólo eso. Me incorporé y salí de la
choza. El Lechiguano se veía como una masa oscura,
aposentada unos cinco metros adelante. Continuaba
cantando. Me senté junto a la puerta, sigilosamente.
Luego de unos pocos minutos los cánticos amainaron,
y se oyó un rumor como de alas batiendo, en la copa
de los árboles linderos al claro en el que estaba em-
plazada la cabaña. Miré hacia arriba y pude ver una
sombra alada descendiendo hasta posarse frente al
Lechiguano, quien a esa altura ya había callado total-
mente, como si la función del cántico hubiese sido la
invocación al ave, o lo que fuera. Todo aquel evento,
que se desarrollaba en una penumbra casi total, estaba
imbuido de un fuerte sentido de irrealidad, que halló
su paroxismo en la extravagante resolución: la som-
bra pequeña, con movimientos como de ave, se acer-
có hasta fundirse con la sombra grande, presuntamen-
te el Lechiguano; y a continuación, con un batir de a-
las ahora portentoso, las dos sombras –que quizá ha-
yan sido ya una sola- emprendieron el vuelo hacia el
profundo cielo de la noche. Me abalancé hacia el lu-
gar en el que momentos antes mi empleado-anfitrión
cantaba, y no había nada ni nadie. Me sentí mareado,
y vomité. Enseguida sentí un dolor punzante en el
vientre, y un rumor en las tripas. Apenas tuve tiempo
19
20. Gabriel Cebrián
de bajarme los pantalones. La chicha, el vino, el tere-
ré, el susto, todo ello había coadyuvado para desem-
bocar en esa catarsis orgánica. Tuve que limpiarme
con el calzoncillo, y luego lo arrojé por ahí. Aún tem-
blando, volví a la choza, adonde me esperaba una
nueva y desquiciante sorpresa: el Lechiguano estaba
allí, durmiendo plácidamente en su jergón. ¿Cómo
podía ser? Había oído su voz cantando a gritos allí
fuera; y luego lo había visto, aunque sonara a delirio,
desaparecer en un vuelo increíble. Jadeando, lo con-
miné a levantarse. Ni aún sacudiéndolo conseguí des-
pertarlo. Más que dormido, parecía en trance. No pu-
de volver a pegar un ojo, como podrán comprender.
Intenté tranquilizarme recordando una y otra vez las
palabras del Dr. Lasalle: los más palurdos suelen os-
tentar como contraparte una picardía maliciosa, una
capacidad de sugestión que si no es tomada en cuen-
ta, si es desdeñada, puede causar severos trastornos.
Tal vez hubiese sido sólo una triquiñuela de esas a las
que los aborígenes suelen ser tan afectos, y yo había
caído de pies y manos en la tramoya. Cualquier otra
hipótesis me resultaba demasiado inquietante y, de to-
dos modos, no resistiría el menor análisis, en términos
de rigurosidad. Ocupé el tiempo de aquella vigilia
forzada para asimilar el evento en dichos términos, de
acuerdo a los cánones metodológicos en los que había
sido entrenado. Si el Lechiguano era Toiyé, se supo-
nía que en estado de sueño o de trance podía despegar
su doble mágico, su alma psíquica, llamada por ellos
Sa’c’aclít; elemento éste que, acorde a la función ar-
quetípica atribuida a esta clase de entidades, era el
20
21. El Samtotaj y otros cuentos
que propiciaba todos los contactos con los demás en-
tes de existencia espiritual -especialmante con los Si-
chées, que como ya señalé antes, son una especie de
seres incorpóreos que pueden ser controlados y utili-
zados por los Toiyés 6 -. Supuse que la explicación que
él eventualmente daría, ante mi requerimiento, se iba
a ajustar a estas pautas. Al menos él tendría una ma-
nera de explicar lo sucedido, aunque esa explicación
valiera un comino para nuestras estructuras mentales.
Por mi parte, me devanaba los sesos tratando de opo-
ner otra, de corte racional, a la extrañeza de lo ocurri-
do; pero me veía en figurillas para articular una inter-
pretación que no pasara lisa y llanamente por la aluci-
nación, o al menos por la sugestión, y no podía evitar
sentir que tal argumento comportaba un flagrante so-
fisma, una negación dogmática, casi fraudulenta. Pero
pensando en ello, se me ocurrió otra posibilidad:
solamente había visto un bulto negro, y creí reconocer
la voz del Lechiguano en el estentóreo canto, lo que
no excluía la posibilidad de que alguien más, de voz
parecida, o remedándolo, se hubiese hecho pasar por
6
Quiero expresar aquí que, en función del carácter si se quiere
anecdótico de la presente crónica, estoy tratando de acotar las
denominaciones y conceptos Nivaklé a su mínima expresión –
quizá no debiera omitir, entre otros ítems, la clasificación
exhaustiva de los Sichées y la nomenclatura de ellos mismos
según su utilidad y características-; ello en pos de no atosigar al
lector poco interesado en esta suerte de especificaciones (cosa
que sabrán comprender los que las encontrarían útiles o
atrayentes, a quienes invito a investigar los numerosos artículos
y bibliografías existentes en la red referidos a esta cultura).
21
22. Gabriel Cebrián
él. Aún más, la sombra bien podía haber sido un bulto
atado a un sistema de sogas y poleas, quién sabe, y el
propio Lechiguano haber cantado desde un sitio cer-
cano, para luego aprovechar mi estupor para ingresar
a la cabaña sin que yo lo advirtiese. Estaba claro que
algo así había sucedido, toda vez que las otras lectu-
ras de los sucesos se inscribían en supercherías de
suyo insostenibles. Me tranquilizó bastante la certeza
que me vino de que había sido sólo un embuste, y me
felicité por estar actuando según lo aconsejado por el
Dr. Lasalle, oponiendo ecuanimidad y sentido común
a esas truculentas y primitivas bastedades.
Cuatro
Poco después de la salida del sol, el Lechigua-
no se levantó como si nada. Se estiró y salió de la
choza. Unos minutos depués volvió cargando una cu-
beta con agua, virtió un tanto en una gran pava negra
de tizne, la posó en una de las aberturas de la cocina y
comenzó a encender el fuego.
-Buenos días –saludé.
-Ah, estaba dispierto...
-Sí, he permanecido despierto toda la noche.
-¿Es que mi casa no es cómoda pa’usté?
-No, sucede que me alarmó alguien que estaba
cantando a los gritos, ahí afuera. Es raro que no lo ha-
ya escuchado –insinué.
22
23. El Samtotaj y otros cuentos
-No, no es nada raro, eso. Yo, cuando duermo,
duermo, vea.
-Pues sí, ni que lo diga.
-Aparte no podría haberlo escucháo.
-¿Por qué?
-Porque era mi Sa’c’aclít el que cantó anoche.
Meneé la cabeza, sonriendo irónicamente, y
dije:
-Estaba seguro de que iba a decir algo como e-
so.
-Y yo estaba seguro que usté estaba seguro de
que iba a decir eso. Por eso lo dije.
-Dejémonos de juegos, ¿quiere?
-Si a usté le parece que yo vuá estar jugando
con cosas de ésas...
-Entonces, usted es un Toiyé...
-Puede decir que me he visto obligáo a hacer-
me Toiyé. Jamás me gustaron esas cosas de brujo, y e-
so. Pero llegó un punto en el que tenía que aprender o
me moría.
-¿Le gustaría contarme cómo fue que se vio o-
bligado a aprender?
-Es un asunto un poco largo, vea.
-No importa, tómese su tiempo.
-Y pa’colmo tiene que ver con el asunto que
fui a atender anoche, y que tiene que ver con usté.
-¿Conmigo?
-Y, sí, pué. Tuve que irlo a ver al Coicheyik. –
Recordé ni bien lo dijo que ése era el apodo del Uj-
Toiyé, del gran hechicero loco que el viejo Liboreiro
había señalado como el causante de la desaparición de
23
24. Gabriel Cebrián
Malloy, lo que redundó en un recrudecimiento de mis
temores. Pregunté entonces qué podía tener que ver e-
so conmigo, y me respondió: -La última vez que vino
uno como usté me armó un problema terrible.
-¿Malloy? –Aventuré.
-¡No me diga que lo conoce!
-No lo conozco, solamente oí hablar de él.
-Ah, menos mal.
-¿Y qué problema habría, si lo conociera?
-Pa’ mí, ninguno. Pa’ los Toiyés de por acá, ni
le cuento –aclaró, mientras retiraba la pava del fuego
y preparaba una infusión con hierbas que despedían
un aroma desconocido para mí. Me ofreció, pero re-
husé, a cuento de la advertencia que oportunamente
me había formulado Lasalle respecto de beber subs-
tancias que no conociera. En cambio, fui hasta la ca-
mioneta a buscar café. Los perros flacos vinieron a
olisquearme, y entonces caí en la cuenta que la noche
anterior, durante los extraños sucesos, no habían es-
tado por allí, o al menos no se habían hecho ver. Tal
vez el instinto los conducía a alejarse de esa suerte de
manifestaciones. Me preparé café, y en ese entretanto
guardamos silencio, un silencio que presagiaba gran-
des revelaciones, una especie de calma chicha antes
de la tempestad. Ya sentados a la mesa, decidí ir al
grano:
-Me ayudaría mucho que comenzara por el
mero principio, y me cuente la historia de Malloy y
cómo fue que eso le complicó la vida.
-Ió no quería ser Toiyé. Siempre me pareció
cosa de locos, eso de andar con espíritus, y esas co-
24
25. El Samtotaj y otros cuentos
sas. Tá bien que alguien tiene que curar, pero no era
mi preferencia. Pero siempre me ievé bien con eios,
nunca un problema. Y cuando un gringo quería ver-
los, lo ievaba y lo dejaba que se arregle. Eios les mos-
traban sus cosas, le sacaban unos cuantos guaraníes y
se iban, todos contentos. Hasta que vino el loco ése
que usté dice. Jué por su culpa que me tuve que hacer
Toiyé.
-Mire, Lechiguano, no lo entiendo muy bien.
Cuénteme las cosas desde el principio, déme los deta-
lles.
-Bueno, ió no soy de hablar bien, qué quiere
que haga. Le estoy contando como puedo, pué.
-Está bien, pero trate de explicarme las cosas
porque yo tampoco soy un gran “entendedor” –dije,
con cierta connivencia.
-Es lo que trato de hacer. Resulta que vino el
Gringo y, como siempre, lo ievé a hablar con los Toi-
yés comunes, que le empezaron a enseñar sus cosas.
Pero sabe qué pasa, todos los Toiyés de por acá lo tie-
nen al Coicheyik de jefe, vio, porque es el más pode-
roso y todos le tienen miedo. Iba todo bien hasta que
se enfermó una niñita, la hija ‘el Bocanegra. El Boca-
negra es uno que hizo negocio con los samtó y se vi-
no bastante rico, vio. Pero eso a costa de su gente, que
no fue más su gente, entonces. Pero se hizo ladero y
compadre con el Coicheyik, sobre todo porque le daba
mucho dinero, y porque entre los dos, uno con su ma-
gia y el otro con su riqueza, eran los que mandaban.
Ansí que ni bien la gurisa se puso mala, corrieron a
buscarlo, al Coicheyik, quién mejor que él pa’curarla.
25
26. Gabriel Cebrián
No más la vio dijo que le habían hecho un daño, pero
no sabían quién podía haber sido, porque como le de-
cía, todos los Toiyés de por acá eran práticamente sus
esclavos, y jamás se hubieran atrevido a hacerle nada
a la hija’el Bocanegra. Esa mesma noche se juntaron
todos, tomaron chicha, cantaron, llamaron a to’los Si-
chées de eios, que eran muchísimos, todos juntos. Te-
nían cabaios, pájaros, víboras y to’los necesarios pa’
buscar el Sa’c’aclít de la gurisa, que así es como eios
embrujan a la gente, vio, le sacan el Sa’c’aclít y se lo
ievan y lo escuenden en cualquiera de los otros mun-
dos, hasta que la persona se muere. Entonces eios van
y pelean... no, los Sichées de eios van y pelean contra
los del que se lo robó, y si ganan lo recuperan y lo tra-
en de güelta, ansí la persona se cura. Güeno, la cosa
es que atravesaron el Tulhitaj, la tierra de la noche,
donde agarraron unos cuantos Cuvaiuchás, que son
los cabaios más rápidos y más bravos pa’l combate, y
se jueron pa’l mundo amariio (que está bastante cerca
de éste) porque por el color de la gurisa se pensaron
que su Sa’c’aclít debía estar prisionero por ahí. Die-
ron güelta todo y no la pudieron encontrar. Y cuando
se estaban por ir, vinieron unos Chivosís 7 , que aiá son
chiquititos y amariios, como to’ en ese mundo, y les
dijeron que había venido un Samtotaj 8 y se había es-
7
Seres pequeños que habitan los distintos mundos experimenta-
dos por los Toiyés, y que cuando son dominados por éstos se
transforman en sus Sichées.
8
Cuerpo etérico de un Toiyé Samtó, es decir, un hechicero no
Nivaklé.
26
27. El Samtotaj y otros cuentos
cuendido en el aquiotayúc... ¿sabe lo que es el aquio-
tayúc?
-No.
-Es un árbol que los Toiyés usan pa’escuen-
derse, y pa’escuender el Sa’c’aclít que se han robáo.
Mientras estén a cubierto de las ramas del aquiotayúc,
los otros Toiyés no pueden hacerle nada. La cosa es
que jueron pa’l aquiotayúc de ese mundo, y lo vieron.
-Era Malloy –aventuré.
-Pues sí, era ese Gringo del infierno. Por su
culpa me tuve que hacer Toiyé.
-No se adelante, siga contando, por favor.
-La cosa es que se cansaron de esperar que el
Samtotaj saliera del árbol pa’ matarlo y recuperar el
Sa’c’aclít de la hija ‘el Bocanegra. Pero el gringo era
bicho, ni mierda qu’iba a salí. Ansí que se golvieron y
le dijeron al Bocanegra que la única forma de recupe-
rá el Sa’c’aclít de la gurisa era buscarlo al gringo en
este mundo pa’matarlo. Como no sabían adónde esta-
ba, y el que lo había ievado con eios era ió, se vinie-
ron pa’cá y me preguntaron. Ió hacía como un mes
que no lo veía. Se los dije y no me creieron. Hasta me
golpearon y todo, vea. Dispué se jueron, y me di por
muerto. No por los palos, que no jué pa’tanto, sino
porque seguramente m’iban a embrujá. Ansí que no
me quedé quieto. Agarré y me juí pa’ Pedro Peña 9 ,
adonde estaba mi agüelo Nivakle. Mi agüelo era un
Toiyé de los güenos, había aprendido la brujería dire-
tamente de los Sichées, no como ahura que son los
9
Ciudad paraguaya de Doctor Pedro P. Peña.
27
28. Gabriel Cebrián
otros los que enseñan, y lo güelven loco a uno con iu-
ios y chicha. Fíjese cómo sería de güeno mi agüelo
que antes que iegara, él iá sabía todo. Y más le digo,
se lo había ido a ver al gringo aiá al aquiotayúc que se
había escuendido, porque sus Sichées iá le habían
contáo todo. Habló con el gringo y le dijo que tenía
que devolver el Sa’c’aclít de la gurisa, que si no, el
Coicheyik y sus aiudantes nos iban a matar a todos. El
gringo le respondió qu’el Bocanegra y ese Coicheyik
estaban vendiendo gente pa’los ingenios, como escla-
vos. y que estaban matando a los Nivaklé por dinero,
que él les iba a enseñá a no ser tan hijue’putas. Mi a-
güelo trató de convencerlo, le dijo mil veces que ansí
no era, que la magia del Coicheyik era fuerte, y más
con la de los otros que él dominaba, y que íbamos a
terminar todos embrujáos o muertos, pero el gringo
seguía en la suia, decía que iba a defender a los nues-
tro’ hasta lo último, y qué sé ió cuanta cosa así, de
comunista, dijo el agüelo. Como venía el asunto, no
había mucho pa’elegí, el Coicheyik nos iba a hacer la
guerra y lo único que se podía hacer entonces era pe-
leá. Ansí que arregló con el gringo pa’ que cualquier
cosa nos aiudara, y se golvió. Esa mesma noche me
dio bastante chicha, me enseñó a cantá pa iamar al
aguilucho que me iba a dá como Sichée, y dispué me
escupió adentro ‘e la boca, que ansí se hace cuando el
que le da a uno la magia la ha recibido diretamente de
los Sichées. Y me hice Toiyé, nomás, pa’tratá de con-
servar la vida. Y soy de los voladores, como se dice
ando en avión, porque mi Sichée principal, el que
m’escupió el agüelo, es pájaro.
28
29. El Samtotaj y otros cuentos
Cinco
(Voy a insertar aquí una suerte de pausa refle-
xiva, y ello en atención a un doble propósito: primero,
el de transmitir mi situación mental al momento de o-
ír el discurso que el Lechiguano soltaba, casi sin to-
mar en cuenta mi capacidad de interpretación del mis-
mo -cosa que al propio tiempo dará al lector la opor-
tunidad de comprender mejor el contexto-. En segun-
do término, y ahora sí exclusivamente en función de
no atosigar, el de aflojar un poco la cuerda semánti-
ca.)
Cuando el Lechiguano comenzó a contar esta
historia -por otra parte una típica historia de indios
como tantas que había yo leído, incluso de los Niva-
klé-, estuve tentado a interrumpirlo, a increparlo por
lo que supuse una falta de consideración rayana en el
menosprecio; pero ello habría significado romper lan-
zas con el único informante que había conseguido
hasta el momento. Así que, atenido entonces a lo que
contaba, puedo decir que, palabras más, palabras me-
nos, casi todas las vinculadas al chamanismo me eran
conocidas, como también varias de las prácticas que
relataba, así que no me costó gran cosa interpretarlas.
Incluso, en una tarea como la que había emprendido,
era básico dejar hablar libremente al sujeto, y en todo
caso después separar la paja del trigo. Así que me ar-
mé de paciencia y escuché atentamente. Todo parecía
indicar que se trataba de un cuento más, quizá refrito
29
30. Gabriel Cebrián
de miles de otros similares, y en ningún momento se
me cruzó por la mente que algo como aquello pudiese
efectivamente haber ocurrido. Pensé que el Lechigua-
no, atado de pies y manos a la visión del mundo de
sus ancestros, había desarrollado una distorsión men-
tal típica. Y quizá lo mismo habría pasado con el pro-
pio Malloy, quien -aunque proveniente de otra cultu-
ra, completamente diversa- había caído en las trampas
de aquella gente y se había disturbado en un sentido
análogo. No iba a ser el primer científico que resulta-
ba víctima de un proceso semejante.
En función de todas estas consideraciones, y
sin dejar de prestar oídos, me sentí en crisis respecto
de la finalidad de mi empresa, de qué diablos estaba
haciendo allí. Si era el acopio de material para una te-
sis, más me convenía buscar algún informante menos
conflictivo, tomar unas cuantas notas, regresar, afinar
la pluma y hasta luego. Pero eso significaba renunciar
a todo el sentido de aventura que el destino parecía
poner a mi alcance. ¿Y si hallaba a Malloy? ¿Y si
conseguía hablar con él, reportearlo, o quizá devol-
verlo al mundo civilizado? Resolví no tomar decisio-
nes en lo inmediato, tener la cuerda a mi informante;
aunque permaneciendo alerta, impermeable a todo in-
tento de sugestión o de involucramiento en los con-
flictos que pudiera tener con sus vecinos, hechiceros
o no.
-Me dijo que la salida suya de anoche tenía
que ver conmigo –dije, aprovechando un breve impa-
sse en su discurso, tratando de focalizar la conversa-
ción en carriles más prácticos.
30
31. El Samtotaj y otros cuentos
-Sí, pué, iá ve lo que me pasó la última vez
que me metí a presentarles gringos a los Toiyés. No le
vuá mentir, los guaraníes y la escopeta me vienen
bien, y por eso me la jugué. Pero no da pa’tanto, vio.
Si había lío le degolvía todo y a otra cosa.
-¿Y qué le dijeron los Toiyés?
-Que me ande con cuidáo, que me fije bien si
no era usté otro loco como el gringo ése y dispué al-
borotaba a toda la gente. Me dijeron que si lej hacía
otra vez la mesma cagada no iba a tené tanta suerte
como la otra vez. Así que usté dirá...
-¿Qué pasó la otra vez?
-Y, si no me deja terminar de contá... la otra
vez pasó que nomás el agüelo me alcanzó a dar el Si-
chée, vimos venir pa’l rancho un ejército de Iautói,
que son...
-Si, ya sé, los Sichées domados por los brujos,
¿no?
-Tal cual, vea. Eran como qué sé ió cuántos.
Daba miedo, la verdá. El agüelo entonce empezó a
cantá y se vinieron los sei o siete que lo aiudaban a él,
pero se los veía asutáos, nomás. Y claro, no quisieron
peleá. Despacito se fueron iendo con loj’otro, como
quien no quiere la cosa, vio. Y ió sentía como que me
aleteaban, adentro. Se nota que el aguilucho que me
había dao el agüelo quería salí, nomás. Ió sabía que
tenía que cantá pa’sacarlo, pero ni mierda iba a cantá.
A ver si loj’otro se pensaban que quería peliá ió tam-
bién... y usté por lo visto iá sabe, no le tengo que decí
lo que pasó con el agüelo, ¿verdá?
-¿Los Iautói lo mataron?
31
32. Gabriel Cebrián
-No, ve que no sabe tanto como dice... se mu-
rió solo. Cualquiera sabe que cuando un Sichée le da
el poder a uno, diretamente, como era el caso de mi a-
güelo, se hace uno con su alma; y cuando se le va, se
la ieva, y el Toiyé se muere. Ansí que el viejo se echó
por ahí, a morir. Y entonces vino el Coicheyik en per-
sona y se me plantó. Ió bajé la cabeza, estaba tem-
blando como una hoja, y pa´colmo el pajarraco me a-
leteaba, y me aleteaba, me hacía dar gana de vomitá.
Estaba siguro qu’iba a morir ahí mesmo. Pero no. El
desgraciáo me dijo que me quedara con el pajarraco,
que a él no le iban en falta Iautói. Que total la hija’el
Bocanegra ya había muerto, y no había ná’que hacer-
le, y que ió iba a viví nada más si hacía todo lo que él
me mandara. Y aquí estoy, pué. Tengo que hacé lo
que me dice, pero al meno’ no soy el único, es lo que
hacen todos los Toiyé de Pozo Coloráo y de otros la-
dos más. Lo único que le puedo decí es que el gringo
hijo‘e puta ése, encima que armó todo el lío, ni apa-
reció más. Mató a esa gurisa inocente al ñudo, que era
una niñita que na’ tenía que vé con las cagadas que
hacía el padre. Y pa’ colmo nos dejó en la estaqueada,
al agüelo y a mí. Ansí que no le debo nada al mierda
ése, y si el Coicheyik me pidiera aiuda pa’matarlo,
pues se la daría de mil amores. Pero el muy cobarde
parece que se ha quedáo aiá, en el mundo amariio,
bien cobijáo abajo del aquiotayúc, vaia a sabé’ espe-
rando qué cosa. Y hace bien en no salí, porque en
cuanto salga lo destripan.
-¿Cómo, lo destripan? ¿Acaso no es su Sa’c’a-
clít el que está ahí?
32
33. El Samtotaj y otros cuentos
-Pero sí, hombre, ej una forma de decí, nomá.
-Pero si su Sa’c’aclít está ahí, su cuerpo, digo
el cuerpo de todos los días, debe estar en otro lado, ¿o
no?
-Sí, pero puede está en cualquier parte. Puede
está en Francia, si quiere. Por eso hay que agarrarlo
ahí.
-Entonces, digo yo, ¿no?, si usted tiene tanto
miedo de ese Coicheyik, o si está tan cansado de ser-
virle, ¿por qué no se va a cualquier lado, lejos de acá,
y listo?
-No, pero si ió no le temo al Coicheyik. Aparte
que la vida no es tan mala, vea. Mi pájaro me ieva a
volá por tós los mundos que puede, me enseña, y si
no tengo más Iautói que él, es nomás porque no me
da la gana. Aparte me hago el que vuelo bajito, ansí
no me dan mucho que curá, me dan a curá cosas fá-
ciles, andá’verlo a éste que le duele la muela, andá
vela’aqueia que no se le pasa la regla, y cosas como
ésa. Y sabe qué, don... a mí déjeme con eso de la ciu-
dá, de la Uropa y la Norteamérica. Pa’ mí ésos son los
que están locos. La verdá, no me veo entre los Samtó.
Como sea, prefiero el monte. Ió le tengo miedo a los
suios, como usté le tiene miedo a los míos.
-No, pero si yo...
-Deje, deje, no diga más ná. Ustedes vienen y
estudian y escriben historias que dicen que es cosa ‘e
locos nomás porque en el fondo les da miedo. No
digo a usté, digo a tós los gringos que vienen por acá
con ese asunto. A mí también me daba un poco de
33
34. Gabriel Cebrián
miedo, pero antes. Cuando uno aprende se da cuenta
de que no es tan jodido como parecía.
Seis
Esa tarde salimos a cazar, dado que el Lechi-
guano estaba ansioso por probar la carabina, a la que
llamaba “escopeta”. Demostró tener muy buena pun-
tería, derribando a dos pecaríes pequeños con sendos
disparos “en el codiio” (como decía él), en las costi-
llas justo al lado de la articulación de la pata delante-
ra, ya que de ese modo, según me explicó, el tiro de
carabina daba directamente en el corazón del animal.
Volvimos cargando uno cada uno, y en el calor de la
tarde el esfuerzo casi fue demasiado para mí. Mien-
tras me recuperaba, bebiendo abundante agua y co-
miendo algo de las provisiones que había traído con-
migo, ví que él, completamente fresco y sin demostrar
el menor síntoma de cansancio, se puso a cuerear los
animales, con llamativa pericia. Una vez limpios, los
trozó muniéndose de machete y cuchillo, y separó dos
cuartos traseros. El resto lo introdujo en un fuentón de
metal, y luego lo cubrió con sal gruesa. Después co-
menzó a encender un gran fuego, atravesó las porcio-
nes en unos fierros y los plantó de modo que fueran
recibiendo el calor de las llamas. Comenté que era
mucha comida para nosotros dos.
34
35. El Samtotaj y otros cuentos
-Pasa que van a venir invitáos –me aclaró. –
Van a venir el viejo Zuleque y el Alhutáj. El viejo Zu-
leque es víbora, y el Alhutaj, iguana.
-Son los emisarios de Coicheyik, que quieren
ver qué se trae el gringo nuevo, ¿verdad?
-Sí, pué. Ansí que no se haga el loco. Su vida
y la mía dependen de usté.
-¿Y cómo se supone que tengo que actuar?
-Con rispeto, con humildá. Sobre todo, escu-
che, y no se ponga pesáo con preguntas; no hable de
cosas raras, ni se haga el sabihondo. Y tampoco se ca-
gue en los calzones si los Toiyés empiezan a iamar a
sus Iautói y a hacé sus cosas.
-No sé si estoy preparado, todavía, para en-
contrarme con ellos –dije, presa de una alarma cre-
ciente.
-Mire, amigo –me respondió, con tono de fas-
tidio-, eso que acaba de decí es una estupidez. Ten-
dría que haber estáo peparáo ni bien se dispuso a ve-
nir pa’cá. ¿O qué se creió, que ésto es guasa? Déjese
de mariconeadas de niño fino y aguánteselas. Y si no,
no me haga perdé tiempo y mándese a mudá, pero
bien lejos. No vaia a sé’ cosa que dispué se la anden
agarrando conmigo.
Debo haberme ruborizado. Fuera como fuera,
el Lechiguano tenía razón. Me sentí un pusilánime, y
éste fue el factor que me impidió en esta última co-
yuntura, especie de bisagra en la historia, optar por lo
que a ultranza hubiese sido mi salvación: huir de allí
como de la peste. En lugar de ello, le espeté con cierta
altanería, producto del orgullo mancillado:
35
36. Gabriel Cebrián
-Estaba hablando de conocer mejor algunas
cosas, no de cuestiones de ánimo.
Y él se quedó mirándome, socarrón, perfecta-
mente al tanto de mis azarosas maniobras psicológi-
cas.
Mientras caía la tarde y la carne iba asándose,
comenzamos a beber chicha. Si bien era importante
para mí mantener el juicio alerta y los sentidos des-
piertos en orden a lo que vendría, necesitaba un buen
par de tragos. Además, rehusar el convite habría sido
lo mismo que manifestar abiertamente mi zozobra in-
terior, cosa a la que no estaba dispuesto luego del co-
nato verbal referido precedentemente. Mientras bebía-
mos y fumábamos en silencio, y sumido como estaba
en un puntilloso análisis de la situación en la que me
había involucrado, caí en la cuenta de un detalle que
no era menor, ni mucho menos. ¿Cómo y cuándo ha-
bía sido concertada la cita con los Toiyés? Desde el
mismo momento en el que había dado con Eusebio
Fernández, o “El Lechiguano”, como prefería ser lla-
mado, no me había separado ni un momento de él. Es-
tuve tentado a preguntárselo, y no lo hice porque de
ese modo exhibiría nuevamente mi preocupación; en
balde, pues estaba seguro de conocer la respuesta que
me daría. Diría que había sido su Sa’c’aclít, durante
el viaje astral de la noche anterior. Lo malo del caso
es que yo no era capaz de imaginar ninguna otra hipó-
tesis que pudiera oponérsele. Me esforcé tratando de
dilucidar algún medio por el cual, según códigos esta-
blecidos de antemano, pudo él dar aviso a los hechi-
ceros, pero no pude recordar hecho ni situación algu-
36
37. El Samtotaj y otros cuentos
na que trasuntara el menor indicio de algo así. Las ú-
nicas veces que lo había perdido de vista había sido
cuando uno u otro había ido a los matorrales a atender
sus necesidades fisiológicas, pero habían sido lapsos
muy breves. Costaba creer que en alguno de ellos hu-
biese tomado contacto con alguien, quizás un mensa-
jero. Aunque pareciera muy improbable, era lo único
que podía explicarlo en términos de normalidad. El
Lechiguano, como si hubiese estado al tanto de mis
lucubraciones, me miró fijamente, echó al coleto un
buen trago de chicha, dio una calada al cigarrillo y me
dijo:
-Oiga, deje de buscar la quinta pata al gato.
No se preocupe, hombre, por lo meno’ de antemano.
Guarde sus fuerzas pa’cuando las vaia a necesitá.
-¿Para qué necesitaría de mis fuerzas? ¿Acaso
los Toiyés vienen a confrontar?
-No creo, vio, pero con esta gente nunca se sa-
be, pué. Si le digo qué se traen, le miento. Capaz ni e-
ios mismos lo saben. Son de atuá’ ansí, a lo que salga.
Por eso le digo, que no lo vean cagáo porque si no la
vaca por áhi se le güelve toro. Igual, ahorita nomá lo
vamu’a sabé. –Y añadió, cabeceando en dirección a
mis espaldas. -Ahí vienen.
Me volví de golpe, casi en movimiento reflejo,
justo para ver venir por el sendero abierto en pleno
bosque a dos individuos; uno viejo, de cabellera larga
y blanca, estatura baja, enjuto, como doblados sus
huesos por el peso de los años. Caminaba apoyándose
en un cayado de palo. El otro, en vivo contraste, era
37
38. Gabriel Cebrián
un joven indígena de contextura atlética, como de me-
tro noventa de altura.
-Como iá le dije, el viejo es Zuleque, que es
víbora, y el otro alto es el Alhutáj, que es iguana. Son
los escamosos del Coicheyik. No les demuestre mie-
do, porque por áhi se ponen pícaros y cuando empie-
zan a jodé’, vaia a sabé adónde termina la guasa.
-No tengo miedo.
-‘tonce dígaselo a su cara, pué.
Al momento de efectuar las presentaciones,
muy ceremoniosamente por cierto, tendí la mano al
Zuleque y me respondió con una inclinación de cabe-
za, haciendo caso omiso de mi modo de saludar, así
que la retiré e incliné la cabeza a mi vez, actitud que
repetí al serme presentado el Alhutáj. El Lechiguano
se apresuró a servirles chicha. Tomaron sus vasos,
metieron los dedos en racimo y esparcieron unas go-
tas sobre la tierra. Luego la bebieron de un trago y es-
tiraron el vaso para que les sirviera más. Ya servidos,
ocuparon dos de los tres bancos. El anfitrión me indi-
có ocupar el restante, y se acercó un tocón de quebra-
cho para él. A continuación se produjo un silencio
que me resultó muy embarazoso, y fue a caballo de e-
sa sensación que me encontré diciendo al anciano:
-Es un verdadero honor para mí conocer a un
Toiyé como usted.
El anciano me miró y no dijo nada. Sin embar-
go la respuesta la dio el Alhutáj:
-El viejo ‘e mierda éste no sabe hablá español.
A gatas si habla en su lengua, de achacáo qu’está – y
38
39. El Samtotaj y otros cuentos
tanto él como el Lechiguano soltaron ruidosas carca-
jadas. El viejo, por su parte, se sonrió, como adivi-
nando el tenor del diálogo. El Alhutáj continuó di-
ciendo: -¿Ansí que usté quiere aprendé las cosa ‘e los
Nivaklé?
Aproveché la pregunta para tratar de tomar
cierta iniciativa, ya que de todos modos estaba si-
guiendo las indicaciones del Lechiguano, en el senti-
do de que no debía mostrarme avasallado, así que re-
pregunté:
-¿Y ustedes cómo se han enterado?
El Alhutáj y el Lechiguano se miraron como
sorprendidos. El primero volvió a inquirir:
-¿Cómo, cómo noj enteramo’? El hombre acá,
su amigo, noj dijo.
-Claro, pero no puedo darme cuenta de cuándo
fue que se los dijo, si desde que llegué hemos estado
juntos...
-Sabé que pasa, Alhutáj, que al mozo le gusta
hacerse el tonto. Iá le dije que jué mi Sa’c’aclít, pero
resulta que le dá por hacerse el duro de cabeza, y ter-
quea, pué.
-Ah, no, mire, mozo, si empezamo’ansí más
vale ni empezamo, vio. Si un gringo anda queriendo
averiguá cosa’e nosotro, lo primero y principal que
tiene que hacé es no faltarno’al rispeto, vea –me re-
criminó, meneando la cabeza y con gesto muy serio.
-No lo tome así, nada más lejos de mi inten-
ción que faltarles el respeto.
-Entonces no lo haga. Y si le da por terquear,
les iamo a mis Iautói y dispué me cuenta.
39
40. Gabriel Cebrián
-No se moleste, ya entendí –dije, provocando
una nueva explosión de hilaridad.
Fue en ese preciso momento, en lo azaroso de
la situación a la que me había expuesto, dominado
psicológicamente, totalmente a merced de aquellos
locos tal vez peligrosos, que por primera vez desée no
haberme involucrado nunca en semejante empresa.
Siete
Mientras el Lechiguano se ocupaba del asado,
conversaron cosas de su gente, chismorrearon, bah.
De cuando en cuando se dirigían a mí para contarme
algunas historias de brujería, de curaciones, de sus
problemas con los Samtó y cómo éstos los explota-
ban, en fin, todo pareció volver a los carriles norma-
les, y renació en mí la esperanza de que el asunto fi-
nalmente se limitara a recopilar unos cuantos datos,
para luego marcharme. Tal vez me había dejado im-
presionar más de la cuenta, aunque buenas razones
había tenido el Dr. Lasalle para advertirme respecto
de la malicia y poder de sugestión de aquella gente.
La chicha corría sin pausa, y aunque estaba medio
mareado, no me atrevía a decirles que no cuando me
servían. Tal vez haya sido el alcohol lo que me llevó a
ingresar en un ánimo más templado, más distendido.
Dimos buena cuenta de la carne, excelente-
mente asada y sabrosa, mientras el diálogo permane-
40
41. El Samtotaj y otros cuentos
cía acotado a los contenidos antedichos. Lo único que
me resultaba raro en aquel contexto era el mutismo
observado todo el tiempo por el Zuleque, quien no
obstante escudriñaba atentamente a cada uno que to-
mara la palabra. Cuando la voracidad fue saciada,
permanecimos bebiendo chicha. Ya estaba a punto de
caer dormido (recordarán que la noche anterior la ha-
bía pasado en vela) cuando, repentina y sentenciosa-
mente, el anciano me miró y dijo algo en Nivaklé. Por
alguna razón, las luces de alarma encendieron instan-
táneamente mis entendederas. El Lechiguano, enton-
ces, me formuló la traducción:
-Dice el Zuleque que si quiere sabé las cosas
de los Toiyés, tiene que tomá el Vatlhuquéi.
Mi instinto no había fallado, había hecho muy
bien en alarmarme. Según tenía entendido, el Vatlhu-
quéi era una poción alucinógena por demás poderosa,
hecha a base de una maceración de raíces, hojas y flo-
res de distintas variedades de Datura, vulgarmente
conocida como Floripón o Floripondio. Precisamente
por esa característica fuertemente visionaria era con-
siderada por muchos pueblos aborígenes como una de
las principales avenidas hacia el poder espiritual y las
virtudes chamánicas. En función de ello, y dispuesto a
negarme hasta las últimas consecuencias, comencé a
argumentar que quería conocer sus costumbres única-
mente en teoría, y que de ningún modo quería conver-
tirme en Toiyé. Entonces volvió a hablar el Zuleque,
sin esperar traducción alguna, seguramente al tanto
del tenor de mi negativa por los factores metalingüís-
ticos de expresión tan evidentes que habían acompa-
41
42. Gabriel Cebrián
ñado mi negativa. Cuando terminó de hablar, con to-
no tan perentorio y dramático que consiguió intimi-
darme aún más de lo que ya estaba, fue el Alhutáj
quien tradujo esta vez:
-Dice el viejo que no ha venío hasta acá al ñu-
do, y que si no hace lo que se le manda la locura del
Vatlhuquéi no va´ser ná’ comparáo con las cosas que
le va’cer vé. Y crealé, pué. El viejo es como to’ viejo,
cabrón y malváo. ¿No’cierto, “Lechi”?
El Lechiguano se tomó unos instantes antes de
responder, durante los cuales deseé fervorosamente
que la mínima lealtad que pudiera haberle generado
en el poco tiempo que nos conocíamos lo hiciera ma-
nifestarse a mi favor; mas, evidentemente, el miedo a
contrariar a los esbirros del Coicheyik prevaleció, co-
sa harto previsible:
-Nadie quiere golverlo Toiyé, aparte no creo
que le dé pa’eso. Pasa que no le pueden enseñá las co-
sa’ d’eios si no las ve. Esas cosa’ no se pueden contá,
hay que verla’.
Insistí entonces en que no era necesario llegar
a tanto, que para lo que yo necesitaba me sobraba con
que me hablaran de las cosas de las que sí se podía
hablar, que les pagaría bien por la información y que
jamás volvería a molestarlos. Esta vez fue el Alhutáj
quien, visiblemente fastidiado por mi actitud, tomó la
palabra:
-Vea, mozo, más le vale hacerle caso al Zule-
que y dejarse´jodé. Iá le dije que la pacencia no es su
juerte. Tómese unoj minuto pa’ponerse en orden, de-
mientras el viejo priepara el Vatlhuquéi. Y no se prio-
42
43. El Samtotaj y otros cuentos
cupe, ni se haga el taimáo. Ej un honor el que le’
stamo’ haciendo. No cualquiera viene y le convida-
mo’, ¿entiende? Lo único que falta es que encima se
venga a hacé el cagón.
Miré al Lechiguano, que se encogió de hom-
bros, como señalándome que mi suerte estaba echada.
Las amenazas no habían sido en vano, ya que estaba
yo seguro que de no hacer lo que me pedían, iba a
provocarme males mayores. Así que traté de tranqui-
lizarme, me dije que un etnógrafo alguna vez tenía
que pasar por una eventualidad semejante, respiré
hondo y traté de tomar un coraje que al parecer no te-
nía. Temblando como una hoja, vi al Zuleque sacar de
entre sus ropas un paquete envuelto en diario, y mani-
pular unas picaduras vegetales. A continuación las
puso en un cuenco que sacó asimismo de algún plie-
gue entre sus harapos y pidió algo al Lechiguano. És-
te se levantó y puso una lata con agua sobre los res-
coldos. Al rato tomó un trapo, la retiró y la vertió en
el cuenco que el viejo sostenía con sus dos manos. El
viejo comenzó a cantar, y entretanto yo casi gemía un
llanto al que pugnaba por reprimir.
Ocho
El viejo, sin dejar de cantar ni por un momen-
to, se dirigió hacia mí, y creo que si hubiese sido el
mismísimo Satán que lo hacía me habría provocado
menos desasosiego. Los otros dos permanecían senta-
43
44. Gabriel Cebrián
dos en sus lugares, como expectantes. Cuando estuvo
frente a mí, me tendió el cuenco, al que tomé con ma-
nos temblorosas. Bebí un poco y sentí un gusto acre y
a la vez dulzón, como de vegetales fermentados, real-
mente asqueroso. Lo más horrible que he probado en
mi vida. Hice una violenta arcada, que a punto estuvo
de hacerme volcar el resto, cosa que, de haberme atre-
vido, hubiese hecho de buena gana. Oí a los otros dos
que a gritos me decían que terminara de beber de una
vez, y que por nada del mundo dejase caer una sola
gota. Respiré hondo y pasé el resto de un gran trago;
entonces sentí que mi pecho se partía, a resultas de la
brutal arcada que sobrevino. Sin embargo conseguí
mantenerlo en el estómago.
Cuando pude separar mi atención de los seve-
ros desajustes digestivos advertí que ahora eran los
tres los que cantaban, enredando melodías diferentes
en una armonía disonante, sobre ritmos aleatorios. El
cuadro era en verdad tétrico para mí. Casi como in-
merso en una cuestión de supervivencia comencé a a-
nalizar los procesos fisiológicos que la infusión co-
menzaba a provocarme. Sentía como un nivel de agua
en mi garganta, como si hubiese estado lleno de líqui-
do hasta allí; también una cierta pesadez estomacal, o
una sensación como de malestar hepático, no podía
precisar muy bien, pero allí estaba, haciéndome temer
una eventual intoxicación más severa que la lógica
para ese tipo de ingesta. Mas poco a poco fue pasan-
do, y lo que advertí a continuación fue la brillantez
que emanaba de los pocos elementos a mi alrededor
que producían luz, que eran los rescoldos, las estrellas
44
45. El Samtotaj y otros cuentos
y la luna. Era como un brillo líquido, acuoso, por lo
que deduje que algo estaba pasando con mis ojos, y
recordé que uno de los efectos nocivos de la intoxica-
ción con esta clase de alcaloides es el glaucoma. Esta-
ba ahora entre dos mundos, pavorosos ambos, ya que
temía tanto a cuestiones de salud corporal como a o-
tras de corte supersticioso, animista. Y no sólo mi
presión ocular parecía estar incrementándose, sino
también la sanguínea, impulsándome a moverme, a
no quedarme allí quieto, entre esos tres bultos en las
sombras que rato antes había podido identificar sin in-
conveniente, y ahora no atinaba a discernir quién era
cada uno. Pero aquí se acabó el tiempo de los análisis
y comenzó el de la acción, mal que ello pudiese pe-
sarme: algo revoloteó sobre nuestras cabezas, levanté
la vista y sólo pude verlo dirigirse en picada hacia mí.
Me impactó a la altura del plexo solar, provocándome
un dolor lacerante. Me llevé las manos hacia allí y no
hallé nada, aunque enseguida, con certeza desquician-
te, supe que lo que fuese que hubiese sido se había in-
crustado dentro mío, lo sentía moverse en mi interior.
Grité, presa del pánico, y entonces el Alhutáj me dijo:
-No grite como una gurisa, no sea cagón. Ej la
lechuza que le ha dáo el Zuleque pa’ que pueda vé a
l’oscuro –Ni bien lo dijo me dí cuenta que podía ver
casi como si hubiésemos estado a pleno día. –¿Cómo
va’ cruzá el Tulhitaj, la tierra de la noche, ‘tonce, si
no ve una mierda? Tiene que iegá’ al mundo amariio,
que queda abajo, abajo de acá y del Tulhitaj.
-No quiero ir a ninguna parte –dije, y di una
pitada al cigarrillo. Los tres casi se mueren de risa, y
45
46. Gabriel Cebrián
ahí fue que me percaté de que no tenía ningún cigarri-
llo entre los dedos. El criterio de realidad se me esta-
ba escabullendo velozmente, por más que tratara de a-
ferrarme a él con desesperación. La sensación de agua
al cuello se hacía cada vez más intolerable, y ello en
un nivel físico. El Lechiguano me alcanzó entonces
un vaso con agua, y lo bebí con avidez. El agua me a-
placó un poco. Comencé a caminar por una planicie
cenicienta que se iba oscureciendo, y reparé en la im-
posibilidad de ello, puesto que la cabaña del Lechi-
guano estaba rodeada de varias hectáreas cuadradas
de bosque tupido, solamente atravesado por unos
cuantos senderos angostos abiertos a fuerza de ma-
chete. Me volví de golpe, y pude ver que la planicie
polvorienta y oscura se extendía por todo el derredor
hasta el plomizo horizonte. Y que estaba solo.
Continué caminando en la misma dirección en
la que venía, total era indistinto. Si todo aquello era
una alucinación, como seguramente lo era, en algún
momento debía terminar. Además prefería aquello,
por sombrío o tétrico que pudiera verse, a la fanfarria
de espíritus que había supuesto de antemano iba a a-
tosigarme. Claro que esta ocurrencia pareció ser la a-
pertura formal a eso que precisamente más temía. U-
nos cincuenta metros adelante había unas cuantas for-
mas un poco más oscuras, semejantes a arbustos. Me
quedé parado unos instantes, indeciso entre cambiar
de dirección o no. Un impulso, quizá producto de una
suerte de curiosidad morbosa, me llevó a continuar.
Cuando estuve cerca, si bien me costaba enfocar un
poco la visión (además del escaso contraste entre a-
46
47. El Samtotaj y otros cuentos
quellos objetos y el fondo), comprobé que eran arbus-
tos, absolutamente quietos en una atmósfera sin el
menor indicio de brisa, casi como que siquiera hubie-
se aire. Esa observación me valió un sofoco, el que a
su vez me hizo pensar en la validez que parecía co-
brar la mente sobre la materia en ese extraño mundo.
Pensé que mi cuerpo estaría desmayado, intoxicado
en el claro del Lechiguano; pero la sensación física en
ese raro paraje era rotunda, sobre todo esa sensación
de líquido al nivel de la glotis que me esforzaba por
tragar y no podía, y que generaba una paradójica y a-
brasadora sed. Mi cuerpo físico estaba allí, eso era
quizá lo único evidente para mí en ese trance. Y que
ese mundo, que daba toda la sensación de estar muer-
to, en algún lugar existía; instintiva e intuitivamente
experimentaba su entidad.
Mas todas estas absurdas consideraciones me-
tafísicas -que mi mente parecía articular en busca de
vacuos asideros- fueron interrumpidas por uno de los
presuntos arbustos, que dijo La eternidad está sucia.
Extrañamente, sentí que esa era la frase con más sen-
tido que había oído en toda mi vida. Ostentaba para
mí un profundo carácter oracular (como a veces ocu-
rre en sueños, que una locución trivial alcanza signifi-
cados trascendentales). No sé que es lo que estoy ha-
ciendo aquí, balbuceé, y vi que en uno de los arbustos
negruzcos se había formado una cabeza humana, aun-
que muy alargada y con una nariz de puente cóncavo
y puntiaguda. Esa cosa antropomorfa lucía como si
padeciera un raro sindrome, de hecho había visto al-
gunas deformidades semejantes con anterioridad. I-
47
48. Gabriel Cebrián
maginé que esos casos patológicos del mundo cotidia-
no se daban porque individuos que debían haber naci-
do aquí, habían -vaya a saber por qué causa-, equivo-
cado el mundo, plano dimensional o lo que fuere. Se-
mejante lucubración me pareció entonces de suyo evi-
dente. La cosa en el arbusto miró hacia abajo y dijo
Cuando me muera voy a estar muy solo. Eso me arro-
jó a un nuevo dilema. Un objeto fantástico, una aluci-
nación, venía a plantearme sus conflictos psicológi-
cos. Y lo peor del asunto era que yo era por demás
susceptible a cualquier emocionalidad que el hombre-
arbusto arrojara sobre el tapete, en una corriente de e-
norme empatía, que operaba aún reñida con cualquier
volición de mi parte. Algo ofuscado, inquirí ¿Acaso
ustedes también mueren?, y, asumiendo nuevamente
aires oraculares, me respondió Todo está muerto.
Nuestras experiencias solamente son las ilusiones que
nos dejan hacernos. Todo está muerto, pero la muerte
final es la muerte de la ilusión. Esto ya no me conmo-
vió, hasta me pareció un poco cursi. Atormentado por
la sed y la sensación en mi laringe pregunté entonces
adónde podía conseguir un poco de agua, y los arbus-
tos -que no lo eran finalmente-, comenzaron una es-
pecie de ronda de bailes tribales en mi derredor, y
prorrumpieron en cánticos similares a los del Zuleque
y los otros. Me dí cuenta que se trataba de Sichées,
que en ese mundo adoptaban la forma de homúnculos
oscuros. O al menos eso creí. Pero este súbito movi-
miento me arrojó a un estado de pánico, en el que vo-
ciferaba pidiéndoles que terminaran con eso. Mas no
solamente no se detuvieron, sino que sus cantos pare-
48
49. El Samtotaj y otros cuentos
cieron convocar a nuevas presencias. Esta vez se tra-
taba de cuatro mujeres, que llegaron danzando frené-
ticamente desde lo que parecían ser los cuatro puntos
cardinales de ese mundo. Ingresaron en el círculo de-
limitado por el baile de los Sichées, y pude ver sus o-
jos, que a pesar de ser demasiado acuosos tenían un
brillo de locura y ferocidad. Yo continuaba gritando,
ya sin sentido, por el mero hecho de expresar un te-
rror primario. Las mujeres comenzaron a chillar y a
reír de modo espeluznante. Tenían aspecto de aborí-
genes, estaban desnudas, sus cuerpos eran morenos y
bien formados. A pesar del miedo, no pude dejar de
sentir la profunda sensualidad que emanaba de sus
formas y de sus movimientos. Me encontré excitado,
y ello me llevó a un paroxismo de pavor, por cuanto
me resultaba evidente que así estaba abriendo la puer-
ta que me haría vulnerable a lo que fuera que preten-
dieran hacerme. Y como parecía suceder en ese lugar,
el pensamiento determinaba el derrotero de las accio-
nes. Tres de ellas se abalanzaron sobre mí, y con fuer-
za irresistible me derribaron. Caí boca arriba y una
me sujetó de las muñecas. Las otras dos hicieron lo
propio con mis piernas. Yo no paraba de chillar; y era
ello, junto con los cánticos de los Sichées y las risas
diabólicas de las mujeres, lo que configuraba una
suerte de sinfonía macabra. Entonces la cuarta mujer,
danzando casi obscenamente, de piernas abiertas y sa-
cudimientos pélvicos, se acercó, apoyó un pie a cada
lado de mi cuerpo y sin dejar de contorsionarse, clavó
su mirada líquida y feroz en mis ojos y fue acercando
su vulva hacia mi plexo solar, en balanceos rítmicos,
49
50. Gabriel Cebrián
alimentando en mí una libido sacrílega, tan poderosa
como repulsiva a la vez. Cuando finalmente sus geni-
tales tomaron contacto con mi piel, sentí una quema-
zón tremenda, como si hubiese sido un hierro canden-
te el que me tocaba, y si bien no había dejado ni por
un momento de gritar, mis alaridos alcanzaron su má-
ximo volumen. Luego la negrura me tragó.
Nueve
Era de día cuando desperté en el jergón de la
cabaña del Lechiguano. Me sentía débil, afiebrado, y
era presa de una terrible sed. Fui a incorporarme para
beber algo y experimenté un dolor lacerante en el ple-
xo. El Lechiguano estaba tomando mate a mi lado,
cosa que no había advertido, y me forzó a mantener la
posición horizontal. Quería exigirle todo tipo de ex-
plicaciones, pero mis fuerzas solamente alcanzaron
para pedir un poco de agua. Me la alcanzó, y hasta
sostuvo mi cabeza erguida para que bebiese sin incor-
porarme. A continuación, con manos temblorosas, a-
brí mi camisa y vi una venda en el sitio en el cual el
ave me había impactado y luego la mujer me había a-
poyado su sexo. Al mismo tiempo sentí un olor acre,
similar al de la poción que había tomado la noche an-
terior, seguramente de algún ungüento que me habían
colocado. La sensación de fatiga, acompañada por u-
na profunda melancolía, me impedía dar voz a todas
las preguntas que se agolpaban en mi cerebro. Sin
50
51. El Samtotaj y otros cuentos
embargo el Lechiguano, al tanto de mi preocupación,
comenzó a hablar, y dijo:
-La verdá compadre que no se ha portáo muy
bien que digamo’, anoche. Los Toiyés se jueron bas-
tante disconforme’ –quise expresar que era yo quien
debía estar agraviado por lo que me habían hecho, pe-
ro no tuve fuerzas para hacerlo. –Primero que nada,
no jué capaz de iegar hasta el mundo amariio, se ago-
tó nomás en el Tulhitaj, cosa que ni a los Nivaklé más
pendejos les pasa. Dispué agarró p’al monte, y si no
lo paramos vaia a sabé adónde termina. Áhi jue cuan-
do se puso a gritar como loco, los Sichées nos mira-
ban como diciendo ‘¿a quién mierda noj han tráido?’
A la final se tiró ansí, de panza nomá, sobre un tronco
prendido que había quedao del asáu. Y si no lo saca-
mo’, ahora mesmo estaría más crocante que lo’ pecarí
que comimo’ anoche. Había resultáo loco, el hombre.
Capaz de matarse ante’ de mirá el mundo nuestro. Y
eso que pa’eso dice que vino...
La explicación no me resultó suficiente. De al-
gún modo exacerbó mi estado depresivo. Tan vívida
había sido la experiencia de la noche anterior, tan
contundente su carácter existencial, que el propio
mundo cotidiano ahora me resultaba, en un nivel in-
terno, tan aparente como presuntamente lo era el otro.
Mi criterio de realidad se veía en una profunda crisis,
y eso me provocaba una angustia raigal, a cuenta del
sinsentido consecuente, que me atosigaba. El hecho
de haber experimentado la rigurosidad de los códigos
de otro modo de existencia me habían llevado a la e-
videncia de que ésta no es más que una visión dentro
51
52. Gabriel Cebrián
de un amplio espectro de otras posibles, y por primera
vez en mi vida consideré la posibilidad de que los he-
chiceros -de cualquier etnia que fuere- realmente te-
nían acceso a códigos de otros mundos tan tangibles
como éste. Y si digo “tangibles” y no “reales” es por-
que la sensación que me quedaba era de la inexisten-
cia, a ultranza, de todos ellos. Inexistencia que por o-
tra parte no empecía en lo absoluto la capacidad de
desentrañar dichos códigos y así interactuar en cual-
quiera de ellos. Ya lo había dicho el Sichée-arbusto:
Todo está muerto. Nuestras experiencias solamente
son las ilusiones que nos dejan hacernos. Todo está
muerto, pero la muerte final es la muerte de la ilu-
sión. Ahora sí la frase tenía sentido. Un sentido tan
desgarrador y amargo que lo hacía insoslayable, a mi
pesar. Y tal marco emocional se veía empeorado por
la certeza de haber dado ya el paso, de haber cruzado
la peligrosa línea que el Dr. Lasalle tanto me había
recomendado que no traspasase.
Una especie de voluntad de supervivencia, sin
embargo, halló espacio suficiente como para hacerme
caer en la cuenta de que, para salir de la oprobiosa si-
tuación en la que me había metido, tenía que reponer-
me, física y mentalmente. Y para ello lo primero era
descansar, tratar de dormir. Así lo hice, y la fatiga me
ayudó. Cuando volví a despertar estaba solo, y ya me
sentía bastante mejor. El sol casi se había ido. Me su-
bí a la camioneta y manejé hasta Pozo Colorado, con
la intención de hacer que un médico revisara la que-
madura. No pensaba, por nada del mundo, regresar a
casa del Lechiguano ni volver a tener trato con nin-
52
53. El Samtotaj y otros cuentos
gún Nivaklé. Una vez medicado correctamente, em-
prendería el regreso a Buenos Aires y barajaría cual-
quier otra temática menos comprometida para mi te-
sis. Durante el viaje, me reproché ácidamente el he-
cho de no haber prestado oídos al Dr. Lasalle cuando
pretendió disuadirme del proyecto. Y hasta recé para
que los artilugios de los Toiyés no me fueran a alcan-
zar luego del intempestivo abandono que estaba per-
petrando.
Luego de preguntar a un par de transeúntes dí
con un hospital público cuyo nombre no recuerdo
(creo que tenía que ver con una Virgen determinada,
porque sí quedó en mi memoria la sensación de con-
traste entre la religiosidad del mundo civilizado y la
del que acababa de huir). Luego de aguardar unas dos
horas en el atestado servicio de guardia, ingresé en el
consultorio. Un médico de mediana edad, tez morena
y ojos pardos me preguntó qué me ocurría. Le dije
que me había quemado en el vientre. A su indicación,
me quité la camisa y me recosté en la camilla. Sentí
un ligero dolor cuando despegó la venda de la herida,
y no me gustó nada ver la cara que puso al examinar-
la.
-Hombre, ¿cómo se ha dejado estar así? –In-
quirió, con reproche implícito.
-¿Dejarme estar? –Respondí. –Si fue nomás a-
noche que me ha ocurrido...
-Imposible. Esta herida tiene al menos tres dí-
as. ¿Quién le ha colocado este ungüento?
53
54. Gabriel Cebrián
Levanté la cabeza para observar la quemadura
y quedé paralizado por la impresión: unos cuantos gu-
sanos blancos se movían sobre la piel estragada.
-¿Qué diablos...?
-Recuéstese, lo primero es limpiar esto –dijo,
mientras se calzaba un par de guantes quirúrgicos y
tomaba un frasco y unos hisopos. Cerré los ojos y de-
jé que hiciera su trabajo; me entregué, con ese sentido
de gratitud propio del paciente conmocionado que de-
posita en manos del galeno su esperanza de supervi-
vencia. Quizá no era para tanto, mas así lo sentía. Fue
entonces que pensé que tal vez había estado durmien-
do mucho más tiempo del que había creído.
-Esto no es broma, mi amigo –comentó, mien-
tras se aplicaba a su tarea. –Una necrosis en esta zona
puede resultar en algo muy grave. ¿Quién le puso este
ungüento? –Volvió a preguntar.
-Fueron unos campesinos que me ayudaron en
la emergencia. Creo que eran Nivaklé.
-Ha hecho muy mal en no venir aquí inmedia-
tamente. Pero bueno, no se preocupe. Desinfectaré la
herida lo mejor que pueda y, eso sí, voy a tener que
administrarle una fuerte dosis de antibióticos. ¿Es us-
ted alérgico a algo?
-No, que yo sepa.
-Tanto mejor, entonces. Usted no es de por a-
quí, ¿me equivoco?
-No, soy argentino.
-Ahá. Eso pensé. Y seguro que es antropólogo,
o algo por el estilo.
54
55. El Samtotaj y otros cuentos
-No aún. Vine a recoger material para mi tesis.
¿Cómo lo supo?
-Lo supe porque hace algún tiempo vino otro,
que no era argentino pero sí antropólogo, con una he-
rida similar, el mismo ungüento e idéntico desfasaje
temporal.
-¿Acaso se trata de Benjamin Malloy?
-No recuerdo. Si bien procuramos tomar los
datos personales de los que vienen a atenderse, mu-
chas veces nos vemos superados por las circunstan-
cias y apenas si tenemos tiempo de hacerlo, y ello en
los casos que pueden esperar. Además, muchos de los
que vienen aquí no tienen papeles que acrediten su
identidad, y sospecho que muchas veces dan cual-
quier nombre.
-¿Qué fue de él?
-No lo sé. Quedó en volver unos días después
para continuar el tratamiento y no lo hizo. Jamás vol-
ví a verlo.
-Pero lo recuerda.
-Pues sí, y ello debido a que no es la única
persona que he visto padecer de este cuadro. Una en-
fermera me dijo que tenía que ver con prácticas de
brujería de los aborígenes de por acá. Por supuesto
que no le creí, y hoy mismo no lo creo. Lo que sí creo
es que intoxican a la gente con plantas alucinógenas,
luego las lastiman salvajemente y de alguna manera
cultivan esta fauna cadavérica en personas aún vivas.
Supongo que apelan a semejantes aberraciones para
debilitar a sus víctimas y alimentar un sentido de tabú
que acaba por matarlas, de infección, de miedo, todo
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56. Gabriel Cebrián
junto. Si me permite una sugerencia, le diría que le
conviene internarse unos días.
-Piensa que yo tampoco vendré a continuar
con el tratamiento, ¿es eso?
-Sí, eso es lo que pienso.
-Preferiría, doctor, y usted dirá si es viable,
volver a Buenos Aires en mi camioneta, sin escalas, y
continuar el tratamiento allá.
-Está bien, supongo que si hace lo debido y to-
ma puntillosamente la medicación, no debería tener
mayores inconvenientes. Si le aconsejé en contrario,
es más que nada debido a que nunca, de los cuatro ca-
sos similares que atendí, tuve ocasión de observar la
evolución del tratamiento.
-¿Los otros tres eran también antropólogos?
-No, solamente el que le mencioné antes. Los
otros dos fueron un indio y un capataz de una empre-
sa agrícola cuya mano de obra proviene precisamente,
en su mayor parte, de los habitantes de las tolderías
cercanas.
-Entiendo. Hagamos una cosa, si quiere darme
su teléfono, le prometo que lo mantendré al tanto de
mi evolución.
-Una última pregunta: ¿tomó alguna pócima
antes de sufrir esta herida?
-Sí, creo que un brebaje a base de solanáceas,
o algo por el estilo.
-La higuera loca, eh. La hierba del diablo, el té
de los hechiceros. Tiene suerte de no estar muerto, o
cuando menos ciego. No vuelva a hacer cosas como
esa, ¿entiende?
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57. El Samtotaj y otros cuentos
-De eso sí que puede estar seguro.
Diez
Si no hubiese sido por mi estado de debilidad
general, agravado por la conmoción de haber visto mi
plexo agusanado, habría emprendido el regreso esa
misma noche. Pero dadas las circunstancias, me alojé
en un hotel céntrico con la finalidad de dormir cuanto
fuese necesario, para luego regresar a Buenos Aires lo
antes posible. Tomé una cena liviana pero nutritiva, y
comencé a ingerir los antibióticos recetados. Antes de
dormir, pedí desde el teléfono de mi habitación que
me comunicaran con Argentina, al número del Dr.
Lasalle. No estaba en casa, así que dejé un mensaje en
su contestador, en el que escuetamente le decía que
habían surgido inconvenientes, y que al día siguiente,
tal como él me había aconsejado, iba a dejarlo todo y
volvería a la Capital. Luego intenté relajarme; el estó-
mago me escocía, aunque supongo que mucho de a-
quella sensación se debía a la impresión que me había
provocado la vista de los gusanos. Antes de dormir-
me, y por primera vez en lustros, elevé una plegaria al
Señor pidiéndole que me mantuviera a salvo de cual-
quier infestación maléfica que estuviese tratando de
alcanzarme. Pero lamentablemente, la deprecación no
dio resultado, ya que a poco comenzaron a cobrar for-
ma en mi mente unas pesadillas tan vívidas como lo
habían sido las experiencias alucinatorias pasadas, y
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58. Gabriel Cebrián
de un sesgo absolutamente análogo. Estaba otra vez
en el Tulhitaj, y los Sichées arbustivos celebraban mi
llegada. Tal vez fuera debido a la condición onírica,
pero en esta ocasión no sentía miedo, siquiera inquie-
tud. Se mostraban muy amistosos, así que les pedí
que esta vez no llamaran a las mujeres locas que me
habían herido. Rieron, y me dijeron que ellas ya ha-
bían hecho lo suyo, y que no volverían a molestarme.
Me dieron otro Iautói, esta vez un Sichée con forma
de caballo, para que me condujera al mundo amarillo,
adonde podría encontrar al Samtotaj, o sea el Sa’c’a-
clít de Malloy, que se había ocultado en el aquiota-
yúc, el árbol protector de ese mundo. Sentí entonces,
en esa certidumbre irracional propia de los sueños,
que finalmente se me brindaba la posibilidad de hallar
a Malloy e incluso hablar con él, así que subí a mi
nuevo Iautói, que tomó vuelo y me condujo por entre
escenarios tan vertiginosos que casi no fui capaz de
percibir detalles. Descendió en un mundo azufroso,
polvoriento, con algunos picos escarpados sobre todo
el contorno horizontal. Luego emprendió el paso ha-
cia lo que en la lejanía parecía un grande y frondoso
árbol, completamente incongruente con la caracterís-
tica desértica del paisaje. A medida que me iba acer-
cando, un raro fenómeno parecía tener lugar: las ra-
mas descendían, incluso hasta tocar el suelo. Daba la
impresión de que daban forma a una especie de círcu-
lo protector. El Iautói se detuvo a unos diez metros, y
fue entonces cuando oí la voz de quien, basado en la
misma certeza onírica a que hice mención más arriba,
estaba seguro era Malloy:
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59. El Samtotaj y otros cuentos
-Váyase -dijo.
-Señor Malloy, no he venido a hacerle daño.
Por el contrario, deseo ayudarlo.
-No necesito ayuda de nadie. Váyase.
-He recorrido distancias enormes y me he ex-
puesto a grandes peligros para hallarlo. Haga el favor
de hablar conmigo, déjeme ayudarlo.
-Nadie puede ayudarme ya. Menos quien vie-
ne de parte del Coicheyik.
-No vengo de parte del Coicheyik.
-Eso es lo que dicen todos. Y yo le digo que
usted ha sido enviado directamente por él.
-¿Lo dice porque los ayudantes del Coicheyik
fueron quienes me dieron estos Iautói?
-Lo digo porque ha sido él quien lo ha envia-
do. Váyase, no me haga perder el poco tiempo que le
queda a mi Sa’c’aclít.
-No sabe lo que dice, Malloy. Odio a ese Uj-
Toiyée tanto como usted, si no más. Déjeme ayudarlo,
por favor, y tal vez usted pueda a su vez ayudarme.
- Nadie puede ayudarme, ya se lo dije. Hace
rato que he muerto.
-Si hubiese muerto, no estaría hablando ahora.
-Ah, ¿sí? ¿Y usted qué sabe? ¿Está seguro?
¿Está seguro de no haber muerto, acaso? Yo que us-
ted, no estaría tan seguro. Que yo sepa, los gusanos
no proliferan en los organismos vivos.
-A veces sí, en las heridas. Pero ya estoy lim-
pio.
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60. Gabriel Cebrián
-No los gusanos de los que estoy hablando. E-
sos nunca se limpian. Se pueden sacar unos cuantos,
pero nunca se limpian.
Esta última aseveración me produjo una in-
quietud que rápidamente se resolvió en pánico. Tan a-
sí que desperté agitado, para comprobar con desazón
que en la penumbra de aquella habitación de hotel la
realidad parecía tener menor entidad incluso que el
mundo amarillo que acababa de experimentar en sue-
ños. La agitación devino en náusea, tosí a pecho des-
garrado, repentinamente me sentí muy enfermo y vol-
ví el estómago sobre el piso de madera, al lado de la
cama. Encendí la luz y casi muero del susto: el vómi-
to estaba plagado de gusanos, que trepidaban mezcla-
dos en el fallido bolo alimenticio. Escupí con repul-
sión los pedazos de materia que habían permanecido
en mi boca, mientras corría al baño a enjuagarme.
Cuando comenzaba a pensar en la imposibilidad de lo
que parecía estar ocurriendo, con reales esperanzas de
que aún estuviera soñando y que todo aquello fuera
nada más que una horrible pesadilla, me vino otra
naúsea, y esta vez arrojé un par de espasmódicos bor-
botones de gusanos. Luego me desmayé.
Once
Cuando volví en mí, el asco también lo hizo, y
debí esforzarme para no vomitar de nuevo y así pasar
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61. El Samtotaj y otros cuentos
una y otra vez por lo mismo. Me apresuré a verificar
la existencia de los verminosos vómitos, y con desa-
zón y repulsa ví que se habían diseminado, tanto en la
habitación como en el baño. Me vestí, tomé mi equi-
paje y salí como alma que lleva el diablo, ignorando
el saludo que me dirigió el sorprendido conserje (por
suerte había pagado por adelantado). Subí a la camio-
neta y, contrariamente a lo que indicaba el sentido co-
mún más elemental, no me dirigí al hospital, sino que
tomé la ruta Transchaco y enfilé directamente hacia el
sudeste, deshaciendo el camino que por tan mal de-
rrotero me había conducido. Pensaba ir de un tirón
hasta Clorinda, para hablar de nuevo con el viejo Li-
boreiro. Tal vez el viejo conociera algún modo de
contrarrestar lo que fuera que me habían hecho. Se-
gún Lasalle, el viejo baquiano había conducido a mu-
chos estudiosos con los Nivaklé, y además era, según
también había dicho, una especie de etnólogo aficio-
nado. Aparte, como estaban las cosas, quizá necesita-
ra de él para que se hiciera cargo de lo que fuera que
quedase de mí al momento de llegar. No había atrave-
sado aún el Río Negro cuando me sentí descompuesto
otra vez, y arrojé otra serie de borbotones tanatológi-
cos. Pensé que más allá de los gusanos o de las infec-
ciones, el asco sería suficiente para matarme. Había
olvidado de tomar el antibiótico, pero todo parecía in-
dicar que no iba a ser muy efectivo que digamos, ante
semejante proliferación de gusanos en mi interior.
Despegué la venda de mi estómago justo lo suficiente
como para echar un vistazo, y al menos eso parecía
estar bien. Al menos no estaba agusanada. Decidí en-
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62. Gabriel Cebrián
tonces entrar en un almacén y comprar algún aguar-
diente. Por alguna razón pensaba que sería mucho
más efectivo que los antibióticos. Lo más alcohólico
que conseguí fue un vodka de destilación local. Com-
pré tres botellas, y apenas salí abrí una y comencé a
beber a morro. Cada serie de tragos que ardía en mis
entrañas me daba la ilusión de estar dando su mere-
cido a tan desagradables parásitos. Llegando a las cer-
canías de Asunción, a la vera del Río Confuso, ya es-
taba yo mismo peor que el río, entre el vodka barato,
la repulsa y la fiebre. Aunque de alguna manera la
automedicación había sido efectiva, dado que los vó-
mitos, si bien no habían cesado, eran más fluidos y
menos cargados de gusanos.
El estado deplorable en el que me encontraba,
sin embargo, me provocó grandes contratiempos en la
oficina de migraciones. Cuando los gendarmes me in-
dicaron bajar y amenazaron con detenerme por con-
ducir en palmaria embriaguez, argumenté que estaba
enfermo y que debía ver urgente a un médico en Clo-
rinda. Se rieron de mí, pero dejaron de hacerlo cuan-
do una más que oportuna vuelta de estómago arrojó
frente a ellos una evidencia contundente, por lo que
me dejaron pasar en el trámite más sumario que quizá
se haya registrado en la historia de ese paso fronteri-
zo. Llegué desfalleciente a casa del viejo Liboreiro,
quien afortunadamente estaba allí. Le conté los suce-
sos rápida y someramente, y se mostró por demás pre-
ocupado. Estuvo de acuerdo de informar inmediata-
mente al Dr. Lasalle, pero no estuvo de acuerdo en
que continuase mi alocado regreso a Buenos Aires,
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63. El Samtotaj y otros cuentos
basándose en la certeza que el daño infligido a mi
persona por los Toiyés solamente podía ser retirado
por ellos mismos, o por uno más poderoso que ellos,
y eso no lo iba a hallar en la urbe metropolitana. A
pesar de mis resistencias viscerales, me convenció de
que ése era el único modo posible de sortear una
muerte horrorosa. Preparó un té de hierbas y me indi-
có que lo bebiese lo más caliente que me fuera posi-
ble. Luego, dijo, debía tratar de descansar, mientras él
iba a comunicarse por teléfono con Lasalle para po-
nerlo al tanto del estado de las cosas, y a pedirle que
se dirigiera a Pozo Colorado para ayudarnos en la e-
mergencia. Estuve de acuerdo. Bebí el té y me tendí
en un sofá a tratar de descansar, sintiendo una inmen-
sa gratitud para con el anciano. El té de hierbas pare-
ció dar resultado, ya que me pude relajar bastante y
por un rato no tuve más vómitos. Como digo, traté de
descansar pero procurando no dormirme, pues temía a
lo que podía estar esperando por mí en la dimensión
onírica. Al serenarme, sin embargo, el impacto de to-
do cuanto estaba ocurriéndome halló un cauce más
objetivo de análisis, y me sentí profundamente desdi-
chado. Lo peor para mí era la abolición de todas las
certezas, la patente sensación de que el mundo al que
había aprendido a considerar como el único real, era
sólo una configuración más en el seno de otras mu-
chas, tal vez infinitas, y ello me llevaba a asumir una
condición que quizá podría definirse como la de un
espectro doliente. Llega un momento en que uno se a-
costumbra incluso al horror más abyecto. Tal vez mo-
rir por debilitamiento, agusanado en vida, atrapado en
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64. Gabriel Cebrián
las redes de unos demonios encarnados o no, era sólo
el colofón de una existencia absurda e intrascendente;
como había dicho el Sichée, nada más que el fin de la
ilusión, de una ilusión por cierto macabra. En fin...
Al cabo de un lapso de tiempo que no podría
precisar, sumido como estaba en estas cavilaciones
resignadas, el viejo Liboreiro regresó. Me preguntó
cómo me sentía, y le respondí que un poco mejor,
aunque no estaba tan seguro de que así fuera. A con-
tinuación me informó que se había comunicado con
Lasalle, y que habían decidido cambiar el plan. Lo es-
peraríamos allí, para luego dirigirnos juntos a Pozo
Colorado a ver qué podía hacerse para curar el daño
que los Toiyés me habían infligido. Agotado como es-
taba, hallé muy favorable la variación. Significaba
quizá veinte horas más de descanso.
-No se preocupe, joven, iá va’ver que prontito
nomá va´star bien.
-Ojalá pudiera creerle, Don Liboreiro.
-Creamé, pué. El Coicheyik es un brujo pode-
roso, pero es malváo. Tiene a todos los Toiyés a los
saltos. Por áhi encontramo’alguno que se le quiera
volvé’en contra.
-La verdad, lamentaría mucho arrastrarlos a
usted y al Dr. Lasalle a una agonía tan aciaga como la
que estoy padeciendo.
-Aguante, nomá, que en unas cuantaj’hora sa-
bremo’si se muere usté o ese hijue´puta.
-Parece que tiene un plan, por la forma que es-
tá hablando.
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65. El Samtotaj y otros cuentos
.Y, si le parece que uno va’enfrentarse al Coi-
cheyik ansí nomá, sin prepararse... pero ni mierda le
vuá decí lo que vamu’hacer.
-¿Por qué dice eso?
-Porque el Coicheyik está adentro suio, y si se
lo digo lo sabrá al momento. ¿O acaso de ánde piensa
que le salen todos esos gusanos, pué? Pa’engañá al
diablo hay que sé bastante menos que santo. Ahura
descanse, que cuando el sol esté caiendo vuá ievarlo
p’al fondo y lo vuá prepará p’al viaje.
Por supuesto, no entendí a qué se refería con
esto último que dijo, mas no tuve fuerzas para conti-
nuar hablando. De todos modos, confiaba absoluta-
mente en él. Desde que estábamos juntos me había
sentido mucho mejor, si es que algo así puede decirse
entre tanta calamidad.
Doce
Tal como dijo, al atardecer me ayudó a cami-
nar hasta el fondo -un fondo abierto y yermo- y me
hizo sentar en una silla de madera con apoyabrazos,
muy rústica y firme. Luego apiló una buena cantidad
de leña, la roció con combustible y encendió una im-
portante fogata. Dentro de un cuadro de creciente de-
bilidad tuve la certeza de que el viejo se movía con
mucha más energía, velocidad y precisión que la otra
vez que lo había visto, aunque atribuí dicha percep-
ción al hecho que era yo el que estaba en condiciones
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66. Gabriel Cebrián
mucho más endebles, y ello era lo que daba al ancia-
no una perspectiva distinta. Los vómitos habían cesa-
do por completo, pero como contrapartida era presa
de una debilidad casi agónica. Tanta que cuando pro-
cedió a atar mis muñecas y mis tobillos a la silla, no
pude oponer resistencia alguna. Lloré de rabia ante la
certeza de que el viejo taimado aquél era en realidad
el Coycheyik, y que tratando de huir me había metido
justamente en la boca del lobo.
-Maldito hijo de puta –lo insulté, casi en un
susurro. –Máteme de una vez, no quiero ver más esa
cara de viejo cabrón.
-Cáiese, pué.
-Es que es usted un brujo maligno, un viejo hi-
jo de una perra, que no contento con haberme hecho
pasar por el infierno, ahora va a sacrificarme a sus de-
monios.
Acercó su rostro casi hasta tocar el mío, me
miró con fiereza y me ordenó:
-Le dije que se caie...
Cerré los ojos y comencé a rezar, a encomen-
darme a Dios, a implorarle que cualquier cosa que
fuera a ser de mi cuerpo, se hiciese cargo de mi alma,
si es que aún tenía una, o si alguna vez la había teni-
do. Alcides Liboreiro -o tal vez debería decir el Coi-
cheyik- como al tanto de mis invocaciones, reía sar-
cásticamente. Luego cruzó las piernas y se sentó en el
suelo a mi derecha, de frente a la puerta trasera de la
casa, esperando por Lasalle. Fue claro para mí enton-
ces que yo había cometido el pecado de interferir en
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67. El Samtotaj y otros cuentos
sus asuntos, y que para no dejar cabos sueltos, debía
sacarlo del medio también a él. Era evidente que está-
bamos siguiendo los pasos de Malloy. Lo malo que e-
sos pasos parecían conducir al infierno. Había estado
jugando con nosotros. Su relación de años con Lasalle
seguramente tenía como objeto asegurarse el conoci-
miento y el control de cualquiera que éste enviase a
meter inocentemente las narices académicas en su
feudo.
Luego de algo así como una hora –ustedes i-
maginarán que el sentido del tiempo en circunstancias
como aquella suele ser absolutamente subjetivo- oí a
Lasalle llamando a Liboreiro. Quise gritarle que se
fuera, alertarlo acerca de la trampa, pero mi voz sona-
ba leve y cascada. A poco abrió la puerta y nos vio.
Cuál no fue mi sorpresa cuando dijo:
-Buen trabajo. Veo que ya lo tiene a buen re-
caudo.
Otra vez comencé a llorar. Las sorpresas desa-
gradables estaban a la orden del día.
-Lo tengo a buen recaudo, sí –dijo Liboreiro,
ahora sin el tono campechano que había empleado ca-
da vez que habló conmigo.
-Bueno, terminemos con este asunto de una
vez.
-Eso, pero creo que no me entendió. Al que
tengo a buen recaudo es a usted.
El rostro de Lasalle se contrajo en una mueca
de disgusto. Liboreiro comenzó a cantar y de pronto
todo a nuestro alrededor se llenó de Iautói: caballos,
aves, serpientes, caimanes, jaguares y hasta algunas
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68. Gabriel Cebrián
especies que yo no conocía. Entonces la mueca de
disgusto devino en otra de pánico.
-Los conoce, ¿no? Son los Iautói de los Toiyés
a los que ha estado oprimiendo desde hace años. Fi-
nalmente me escucharon, y de a poco fueron perdién-
dole el miedo. Usted sabe, esta gente es influenciable.
Sólo era cuestión que me oyesen, y yo sabía que tarde
o temprano lo iban a hacer.
-¿Malloy? –Pregunté, con voz trémula, al bor-
de del vahído.
-Puedes decir que sí, de algún modo. El cuer-
po es de Liboreiro, soy mi Sa’c’aclít. El pobre viejo
estaba con un pie en la tumba, por eso estuvo muy
contento cuando le pedí que me ayudara a tenderle u-
na trampa al hijo de puta éste. Siento mucho haber
tenido que usarte como carnada, pero ya ves que esta
víbora era muy difícil de atrapar. Eso, con perdón de
las víboras aquí presentes.
Lasalle aulló e intentó abalanzarse sobre Libo-
reiro, Malloy o quienquiera que fuese de ellos, pero
hubo un fogonazo y sonó un estampido. El anciano lo
había parado en seco con un arma de grueso calibre,
arrojándolo dos o tres metros hacia atrás, desarticula-
do, probablemente muerto antes del costalazo. Los
Iautói prorrumpieron en la más extraña ovación que
tuve y tendré oportunidad de oír. Entonces el viejo se
volvió hacia mí, aún empuñando el revólver humean-
te con la diestra, en tanto con la otra sacaba un facón
de la parte trasera de la faja y cortaba mis amarras;
tras lo cual, mirándome fijo a los ojos, dijo:
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