Este documento es una carta escrita por una hija a su padre fallecido. En 3 oraciones resume:
La hija expresa el rechazo y falta de afecto que sintió de parte de su padre durante su infancia y adolescencia, lo que la llevó a sentirse débil, tímida y llena de miedos. Su padre siempre la vio como una decepción por no ser el hijo varón que quería y la trató con indiferencia e incluso violencia. La hija buscaba la aprobación y cariño de su padre que
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1. «La vida siempre es buena, cuando uno
se muestra fuerte».
El ídolo caído
GRAHAM GREENE
«Mis escritos trataban de ti, no hacía más
que depositar en ellos los lamentos que
no podía depositar en tu pecho».
Carta al padre
FRANZ KAFKA
«El hombre es un ser escondido en sí
mismo».
MARÍA ZAMBRANO
2. EL HIJO QUE DEBÍ SER
3 de abril. 8.30 de la tarde.
Querido papá:
NUNCA sabrás lo que he pensado de ti durante
todos estos años porque nunca tuvimos ocasión de
hablar. Tú no me concediste esa oportunidad, y yo no
me atreví a exigirla. No creas que, ni aun ahora, es fácil
para mí dejar constancia de algo que en tu presencia
jamás habría osado imaginar. Mi nacimiento supuso el
primer revés que sufrió tu matrimonio. Deseabas un
varón y mamá te dio una niña. Ése fue mi único y gran
pecado. Casi puedo imaginar tu profundo gesto de dis-
gusto cuando la enfermera te comunicó la noticia en el
hospital. Y la consecuencia de todo ello fue que durante
más de veintiséis años fui para ti una completa desco-
nocida.
Ignoro qué planetas regirían el universo en el
momento de mi concepción, o cuál fue el factor desen-
cadenante para que yo pasara por este mundo con más
pena que gloria. Fui consciente de tu rechazo cuando el
instinto me impulsaba a abrazarme a ti, a venerar tu
nombre o sentarme en tus rodillas para pedirte aquella
muñeca que había visto en un escaparate. Cuando com-
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3. Confesiones a la muerte de mi padre Antonio Manos López
prendí que nada iba a cambiar porque yo había usur- qué hacía yo allí sola, por qué no me iba a casa, dónde
pado el lugar que ocupaba en el mundo, dejé de buscarle estaban mis padres...; las preguntas me incomodaban
sentido a la vida y me limité a sobrevivir. Yo estaba habi- porque obedecían más a la curiosidad que al verdadero
tando el espacio reservado a un varón, y en consecuen- interés.
cia debía de pagar por ello. Pese a todo podía haber sido Me habría gustado traer alguna amiga a casa, al
una mujer fuerte y de carácter, como dice mamá que fue igual que yo visitaba las de ellas, mostrarles mi habita-
antes de conocerte, pero tú te ocupaste de convertirme ción, mis muñecas, dónde hacía los deberes. Detalles
en un ser tímido, apocado, débil y lleno de miedos. demasiado pueriles para ti, pero que contribuyen al desa-
A menudo siento deseos de regresar a Albox, y a rrollo normal de una persona. Claro que después de la
aquella casa que me vio crecer. Parece como si a última primera experiencia no me quedaron muchos ánimos de
hora quisiera congraciarme con todo cuanto rodeó mi repetir.
infancia. Hace unos años aborrecía el pueblo y ahora lo Siempre ostentaste ante todos una actitud impe-
echo de menos. No deja de tener su gracia, ¿verdad? netrable. El mal humor hacia cuanto te rodeaba y el
Al evocar nuestra casa tengo la sensación de que rechazo hacia mí eran los signos más visibles de tu carác-
una parte de mí se quedó para siempre entre aquellas ter. Intenté muchas veces comprenderte, encontrar el
paredes. Es normal sentirse invadida por ese tipo de sen- génesis de ese comportamiento. A la fuerza debía existir
timientos hacia el lugar de tu infancia, lo que ocurre es un trauma, alguna experiencia aterradora que marcara
que mis recuerdos tienen un doble filo porque en todos tu infancia y que justificara en cierta medida al hombre
apareces tú. Explicarte esto, papá, es algo que me llevará adulto que yo conocí. Todavía hoy lo sigo pensando, pues
tiempo, aunque a fin de cuentas pudiera haberse resu- me niego a creer que en todo ello encontraras la menor
mido en una sola conversación. Acusarte de algo, aunque satisfacción.
sólo sea en mi pensamiento, me provoca aún tanto pavor A los ocho años me obsesionaba la idea de tener
que temo ser castigada cuando menos lo espere. una familia como las demás, como las que iban de paseo
Durante varios años me acostumbré a merodear al parque con sus hijos cada domingo, o como las que
por los alrededores después del colegio, en vez de volver veía por televisión. Nadie me había explicado por qué la
directamente a casa. En ocasiones acompañaba a alguna mía tenía que ser diferente. Incluso llegué a negar las
de mis amigas hasta la suya, y luego yo volvía dando un evidencias, diciéndome que tal vez fueras conmigo un
rodeo, entreteniéndome con cualquier cosa, o esperaba poco más duro o exigente que los demás padres, nada
el regreso de mamá para enfrentarme a ti escudándome más. Por eso me atreví a llevar aquella amiga a casa, por
en ella. Lo peor era cuando mamá salía tarde del ambu- pretender aspirar a la normalidad que se me negaba.
latorio, más aún si hacía frío y llovía, y yo vagaba por las Amanda supo valorar nuestra amistad desde el
calles aterida, con el uniforme escolar y la cartera a la primer día y por encima de todas las cosas. Nunca olvi-
espalda. Al principio me refugiaba en la iglesia, lugar daré su primera y única visita a nuestra casa, su mirada
que me pareció muy cálido y acogedor, pero siempre avergonzada y la carrera que emprendió hacia la puerta
había quien me importunaba con estúpidas preguntas: de la calle. Entramos en el salón, donde tú te encontra-
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4. Confesiones a la muerte de mi padre Antonio Martas López
bas mirando en la tele el serial de la tarde. Tu primer nado y contra el que no cabía réplica ni protesta. Por lo
comentario ante la presencia de Amanda fue: «A ella ya tanto luchar o desesperarse era una absoluta pérdida de
le están saliendo los pechos, ¿ves?». Las dos enmudeci- tiempo. Ya por entonces comprendí a mi manera que el
mos y tú proseguiste: «Dentro de poco los exhibirá muy mundo era muy distinto a como querían hacérnoslo ver
ufana y los chicos se volverán locos por tocárselos, cosa los mayores, entre otros mi profesor de religión. Las bue-
que a ti nunca te ocurrirá, porque serás siempre un nas acciones por lo general no encontraban recompensa,
mamarracho sin tetas, plana como una tabla.» Recuerdo ni el virtuoso gozaba del reconocimiento entre sus con-
también que rompiste a reír abriendo mucho la boca, géneres, así como al perverso no se le enjuiciaba ni se
imagen que mi subconsciente tradujo esa noche en forma consumía en el fuego eterno. El mundo consistía en algo
de pesadilla, como un ogro rugiendo satisfecho en el mucho más simple y menos maniqueo: se dividía prin-
fondo de una caverna. cipalmente en vencedores y vencidos. Los primeros, entre
Fue la primera vez que me avergoncé profúnda- quienes destacabas tú, habían desarrollado un instinto
mete de ti. de aniquilación en favor de sus propias ideas o intereses,
económicos o morales. Entre los segundos forzosamente
me encontraba yo. Saber esto creí que me otorgaba cierta
II ventaja sobre los demás niños y niñas, pues a esa edad
ya había descubierto lo que otros aún tardarían años en
AHORA más que nunca sé que me convertí en una hacer por sí mismos. Pero saberlo tampoco me ayudó a
superviviente -después incluso en fugitiva de mi propio sobrellevar mi condición de perdedora, sino que prede-
destino-, en una especie de náufrago aferrado a su tabla terminó mi vida hacia el vacío.
sin divisar la costa por sitio alguno. Ignoraba hacia dónde Analizaba las cosas hasta la extenuación como el
dirigir mis esfuerzos -si en todo caso servirían de algo-; científico investiga en el microscopio las ramificaciones
bajo mis pies sólo advertía un vacío tan desolador como de una célula ponzoñosa, buscando cualquier explica-
el que se abría ante mí. A menudo tengo la sensación de ción para mis innumerables incógnitas. Me pasaba las
haber estado jugando a uno de esos juegos donde te ven- horas muertas sobre la cama mirando al techo. Hasta mi
dan los ojos y, después de hacerte girar varias veces, tie- habitación llegaban a menudo retazos de la conversa-
nes que buscar a alguien o dirigirte a algún punto en ción que mantenías con mamá, o mejor dicho del monó-
concreto, sólo que este juego dura ya veintiséis años. logo, porque a ella rara vez le concedías la palabra si no
Aprendí muy pronto que la vida se regía por una era para suscribir tus opiniones. Después de horas de
serie de normas que me afectaban sólo a mí. Cuanto meditación siempre llegaba a la misma conclusión, aun-
antes aceptara mi papel de mascota en la casa, mejor que partiese de perspectivas diferentes. ¿Para qué inten-
para todos. Aunque eso habría sido tal vez una dignidad tar escapar a un destino que nunca me sería favorable?
muy superior a mis posibilidades. Mi categoría estaba La carencia de motivaciones me llevó a suspender
más acorde con la de un trasto viejo, siempre rodando de todos lo exámenes de ese trimestre. No encontraba la
un lado para otro. Ese era el papel que se me había asig- menor satisfacción en complaceros con mis notas ni en
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5. Confesiones a la muerte de mi padre Antonio Marios López
destacar entre mis compañeras. Siempre sería una per- interés. Pero para reprenderme -si era esa tu verdadera
dedora por muchos sobresalientes que figuraran en mi intención- tampoco te dirigías directamente a mí, sino
expediente escolar. A los nueve años había decidido no que lo hacías a través de terceros, en este caso mamá,
rebelarme más y dejarme arrastrar hacia donde quisiera como si no me consideraras digna de tu atención. Así
llevarme la corriente. Era sin embargo una niña vivaz e pues, le decías a ella refiriéndote a mí:
inteligente, y ese fracaso escolar tan repentino provocó -¿Te parece bonito que tu hija pierda el tiempo de
la preocupación de mis profesores. El director del cole- esa manera en el colegio?
gio me entregó una carta dirigida a mamá y a ti que yo, Para ciertas cosas yo solamente era hija de ella.
intuyendo de lo que se trataba, arrojé a una zanja. Al Mamá, como de costumbre, no se atrevió a replicarte.
cabo de dos semanas volvió a enviar otra, esta vez por Me pregunto dónde aprendiste a anular con tu sola pre-
correo certificado. sencia la voluntad de los demás.
El director os pedía que fueseis a verle en relación -¡Es una completa inútil como su madre!
al bajo rendimiento escolar que se había detectado en -Enrique, por favor...- intentó interceder mamá
vuestra hija. Cuando mamá me la leyó no pude dejar de por mí-. La niña está sufriendo una crisis de atención en
sorprenderme al escuchar la palabra «detectar», como si clase. El director me dijo que...
en lugar de un simple suspenso hubieran descubierto en Pero continuabas negándote a escuchar. Esgrimías
mí algo contagioso o nocivo para los demás. Mamá fue tus razones, cualesquiera que fueran, sin admitir el
sola a hablar con el director porque tú, demasiado ocu- menor asomo de réplica.
pado en tus cosas, o demasiado borracho, preferiste elu- -¡Deja de ponerte de su lado, que así quieres arre-
dir la responsabilidad. Ella te disculpó ante el director, glarlo todo!
cosa que tú nunca supiste, y respondió con mucha dig- Ya no volví a verte hasta el día siguiente, porque
nidad a todas sus preguntas: si había advertido última- esa noche regresaste a casa muy tarde y completamente
mente algún comportamiento extraño en mí; a qué creía ebrio. Todavía mamá se empeñó en justificarte. Dijo
ella que se debiese este desinterés por mi parte; qué rela- mientras me arropaba que los hombres por lo general
ción mantenía con mi padre..., a lo que yo habría con- erais reacios a mostrar vuestros sentimientos, incluso
testado algo que los hubiese sorprendido a ambos. hacia los seres más queridos. No me atreví a contrade-
Nada más volver a casa se desató la tormenta. cirla diciéndole lo explícito que tú eras en eso conmigo:
Te pusiste furioso y la emprendiste a golpes con te desagradaba, eso leía en todos tus gestos y siempre
todo. Tu actitud no me sorprendió tanto por la violencia seria así. En mamá encontraba un efímero sustituto de
que desplegabas como por el hecho de hacerme centro comprensión o ternura, sólo y cuando tú no estuvieses
de tus iras. Por primera vez demostrabas hacia mí algo presente. Si acudía a ella en demanda de auxilio me acu-
distinto a la indiferencia, el rechazo o la repulsa. Tantos sabas de quejica y niña malcriada: «Mira la mocosa,
eran mis deseos de significar para ti cualquier cosa dife- siempre bajo las faldas de la madre».
rente a un objeto decorativo al que sólo se le mira de También ella tuvo que sufrir las consecuencias de
pasada, que llegué a interpretarlo como una muestra de un marido autoritario, soportar los caprichos de tu carác-
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6. Confesiones a la muerte de mi padre
ter pendenciero porque el divorcio habría despertado en
el pueblo más murmuraciones que aprobación. Y pese a
todo te quería, aunque nunca te molestaras en pregun-
társelo.
Un padre lo es todo para los hijos, especialmente
para una niña, y tú lo eras para mí incluso después de
descubrir que yo para ti no significaba nada. A los siete
años personificabas la protección más incondicional;
junto a ese hombre hosco y desabrido nada malo podría
sucederme. Con tu mono azul de trabajo que a menudo
olía a sudor y alcohol acudías en mis sueños para res-
catarme del Hombre Malo que quería llevarme con él, o
aparecías de pronto para cogerme de la mano si me
encontraba perdida. Un año después, sin embargo, te
convertiste en alguien de quien debía mantenerme ale-
jada a toda costa.