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Alumnos Curso
Fernanda Valencia 8°A
Javier González 2°A
Rafael Medina 2°A
Sofía Muñoz 2°A
Natalia Pérez 2°A
Alison Salgado 2°A
Montserrat Rojas 2°B
Catalina del Canto 3°A
Claudio Fernández 3°B
Camila Palma 3°B
Matías Risco 3°B
Alicia Veas 4°A
Profesores Asignatura
Catalina Carrizo Filosofía
Katia Lizana Lenguaje
Marjorie Rivas Historia
Julio Reyes Historia
Colaboraron en Catalejo/6 > www.catalejovirtual.blogspot.com
Agradecimientos:
La presente entrega de Catalejo ha sido posible gracias a
la dedicación de su equipo de alumnos, al apoyo finan-
ciero de Colegio y Fundación Los Nogales para su pre-
sentación, a la huella de los alumnos que fueron parte de
este empeño, y por cierto, a cada uno de nuestro lecto-
res.
La vida se trata de cápsulas, peque-
ñas coyunturas de tiempo que se
articulan y enfrascan en memorias.
Nuestros primeros recuerdos se
remontan a los tres años, y puedo
asegurar que la mayoría de ellos
tratan acerca de cómo aprendi-
mos a andar en bicicleta, cómo
corríamos cada veinticuatro de
diciembre buscando al viejito pas-
cuero o cómo esas tardes de jue-
gos y cosquillas nos llevaban a la
cama en un sueño conciliador. Los
años de la infancia son fugaces,
pero enternecedores, repletos de
un amor inocente que invalida to-
do mal acto, que cala hasta el más
profundo odio. El tiempo va trans-
curriendo y nuestras cápsulas van
transformándose junto a nosotros.
Ya no corremos a los brazos de
papá, ni saludamos invasivamente
a desconocidos en la calle, ese
amor intenso ya no emana de to-
dos lados ¿acaso el mundo cam-
bió? Quiero pensar que sólo son
mis ojos sumergidos en un pano-
rama erróneo, creo que fuera de
aquí, en diferentes calles del mun-
do hay gente viviendo la experien-
cia de amar, pero ¿cómo puedes
saber si eres una de esas perso-
nas? Quisiera saber cuándo fue la
última vez que miraste sincera-
mente a los ojos de alguien, cuán-
do fue la última vez que te entre-
gaste en un abrazo y cuando fue
la última vez tu boca estalló en
una risa ensordecedora. Estos ac-
tos, tan intrínsecamente infantiles
y espontáneos, se han ido desgas-
tando y perdiendo en el tiempo.
Creo que las personas han olvida-
do o más bien descuidado el sen-
timiento que en los primeros años
de vida era lo más importante, la
base y sustento de todo. El amor
se ha convertido en eso que escu-
chamos en la radio, eso que ve-
mos en el cine, en ese celular últi-
ma generación que compramos el
mes pasado, también se ha con-
vertido en ese deseo avasallador
de adquisición y superación que
te pone por sobre el otro, en un
intento ridículo de querer ser me-
jor, para resaltar el ego.
El amor se ha cosificado y tergi-
versado, actualmente a las perso-
nas no las mueve el amor y la acti-
tud fraternal con los demás. Matu-
rana plantea que nos enfermamos
al vivir un modo de vida que nie-
ga sistemáticamente al amor. So-
mos una sociedad global enferma,
hemos perdido la noción acerca
de lo que es importante y lo que
no, hemos perdido ese instinto
animal de protección y cuidado
con el que está a nuestro lado,
hemos adormecido nuestras emo-
ciones y concebido un mundo frí-
volo. Las guerras, la pobreza y
destrucción de la naturaleza están
a la orden del día, pero la gente
tiene la conciencia tranquila con
sólo compartir la foto en face-
book. Es difícil cambiar el mundo,
porque son millones de habitantes
y tu solo parte del inmenso engra-
naje. Pero se puede, y la base del
cambio está en el amor. Todo
aquello que amamos, requiere
protección y cuidado. La lucha
contra la mecanización de las per-
sonas está en entregar lo bueno
de uno mismo. Y suena utópico
pero es tan sencillo como darle a
tu entorno aquello que crees será
un aporte que engrandezca las
cosas positivas en ti y en ellos. Si
dejáramos de ver a los niños co-
mo personas en potencia y co-
menzáramos a imitar la actitud
noble y sencilla que poseen frente
a la vida, podríamos generar el
cambio.
Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.
El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.
Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.
Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.
Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.
No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.
No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.
Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.
Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas hú-
medas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.
Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias
Pablo Neruda
En Residencia en la tierra (1935)
WALKING ARROUND
DibujosdeFernandaValencia
DibujosdeFernandaValencia
PorCamilaPalma
Atónita ella miraba por primera vez aquellos edifi-
ciosqueencendíanmillaresdeestrellas.Desenfrena-
da en su bicicleta por la ciclovía de Providencia.
Parecía que en los 16 jóvenes años de su vida nunca
había experimentado la noche santiaguina. Observaba
la oscuridad incandescente. Aquel viajecito inspirado
por una que otra decepción y más de una herida en el
conjunto de tejidos que bombea sangre, provocó una des-
conocida sensación en su interior, tenía que ir al
encuentro.
“Lanochenos envuelvey noscambia,lavidanocturna nosonsolo carretes” dijosumadre.Hastahaceunaslunasellano comprendíasu significado,sinembargo,apre-
ciarlas luces y la oscuridad,la soldad y la compañía, la diversión y la tristeza delas personas, lehicieronnotar que de noche,todos los sentimientos se incrementan
exponencialmente.
Talvezesunaespeciedemagiaquesedispersa cuandoseocultaelsol,algoasícomobrillitosquenoscambianelrostro, lamentalidad,nosquitalavergüenza ynos
hace mirar con otra cara un viernes o un sábado, y ojalá los domingos fueran así también. El recorrido la llevaba hacia un lugar muy lejano, no estaba ni cerca de su
hogar,peroestabacadavezmáspróximaalindividuoquelahabíahechosonreírconunsolomensajehaceunosmesesyahora,nicomunicaciónalgunahabía.
Eneltranscurso,invadiósuconcienciaunsentimientodeangustiayanhelo. Lapreocupaciónseapoderódesugargantaydesupechoalveraunperritocojointentando
cruzarlacalleyveralotroladodelavereda,unancianointentandoconciliarelsueñoentrelascajasqueutilizabacomo casa.Elcontinuopedaleolallevoaunapostal
bastantegratificanteydeseableparatodojoven,unadiscotequeconungrupodeamigasque vaningresandoalafiestasintiendoéxtasisconcadapasoquedansobresus
taconesde10cms.
Lanocheavanzabaysusmanoscomenzabanasudar,llegoaaquellugar,alotroladodeSantiago,afueradeesacasaquelahabíavistosentirmilyunaexplosionesen
elestómago.Tocoeltimbre,unalágrimaciegacayódesusojos,lapuertaseabrió.
Elestruendodeunaaspiradoralahizosobresaltar,“Lástimahijaquetodofueunsueño”.
Incandescencia
El ciclo
Por Renato Cáceres
El humano se cree mosca
La mosca se cree basura
La basura se cree comida
La comida se cree verdura
La verdura se cree semilla
La semilla se cree muerto
El muerto se cree célula
La célula se cree humano
Y todo vuelve a empezar
¿Y qué más?
Por Carolina Garcés
¿Y qué más?
Ya contaminamos lo que quizás
Sea el planeta entero
Y no estamos satisfechos
Tantos autos, tantos “trans”
Y no olvidemos las grasas trans
Que de nada sirven esos sellos
Si todo lo controlan “ellos”
¿Qué es suficiente?
Si para la generación siguiente
Debemos pagar los descuidos
Aunque la montañas la fe ni a movido…
Como una canción de Los Bunkers
Por carolina Garcés
Estaba la guitarra. Estaba la tarjeta JUNAEB. Estaba el metro. Y estaba la adrenalina de los
sábados. Junto la canción.
-Miéntele- Y un guiño- No le digas lo que hiciste ayer…
Aplausos. Plata. “Ahora pago el pasaje” y un ruedo de ojos. Una sonrisa infantil. Su hermana
con audífonos.
Su hermana es mi novia.
Nuevas letras
Vivimos en la época del fútbol, prácticamente los años dorados del fútbol chileno. Todos sabemos que este
deporte tiene la capacidad de arreglar cualquier tipo de conflicto pero… ¿es realmente indispensable? De
pequeñitos los niños son enviados a escuelas de fútbol con el deber de heredar el gusto por la pelota. Claro,
es divertido correr y competir contra otros, pero éste es el único modelo de deporte al que el niño chileno
promedio está condenado a jugar. ¿A cuántos de nosotros no enseñaron a jugar volleyball antes de los 10
años? ¿Tenis? ¿Handball? ¿Básquet?
No tenemos diversidad de deportes en Chile ni en nuestra comuna tampoco; en Puente Alto la Municipali-
dad dispone de una reducida cantidad de centros deportivos, dentro de los cuales hay canchas de tenis, fút-
bol y un par de pistas de patinaje. Lo que además de exponer la poca diversidad de deportes promovidos
por la ilustre Municipalidad de Puente Alto deja en evidencia la mala distribución de estos centros: no solo
son insuficientes para las 586.509 personas que esta comuna abarca, sino que se aprecia una clara segrega-
ción espacial dentro de la comuna, tal como lo muestra el plano del encabezado.
Entonces, a la hora de ver las Olimpiadas nos decimos todos ¿por qué apenas tenemos chilenos ahí? Es claro
para mí que la única razón es que no estamos enseñando a los niños la diversidad de deportes existentes en
el mundo, ya sea a nivel familiar, a nivel comunal o incluso social. Los niños no aprenderán ni se interesarán
solos y la cultura del deporte no se inculcará en la mente del chileno por arte de magia. Chile necesita ur-
gentemente más diversidad de deportes y creo que cada uno de nosotros es capaz de practicar un deporte
distinto del fútbol y tal vez sean nuestros próximos abanderados olímpicos.
UN DÍA COMÚN
(Darokhi)
Por Katia Lizana
Aquel día, me desperté como siem-
pre, más cansado que cuando me dor-
mí, sin ánimo para empezar el día,
pero además, con un mal presenti-
miento, demasiado acusado como
para no sentirlo.
Me levanté como siempre: desayuné
y me dispuse para el diario trabajo,
salí de mi casa, no sin antes observar
como todos mis seres queridos dor-
mían plácidamente, me despedí en
silencio de cada uno de ellos.
En el trabajo, los saludos diarios, las
mismas preguntas y respuestas, las
mismas bromas, como siempre, todo
igual: el ruido del teléfono, de las
risas y en la calle el calor, ese calor
sofocante de las tres de la tarde,
aplastante y petrificador.
Después a esperar la hora bendita de
regresar.
Pero ese día extrañamente no sentí la
tibia alegría que siempre sentía a esa
hora (ritual ya con el paso del tiempo)
Lleno de zozobra abandoné aquel
lugar.
El camino de regreso se hizo más lar-
go que el habitual y mis pensamientos
eran confusos, nebulosos, quizás pre-
monitorios.
Al doblar la esquina y enfocar el án-
gulo de mi casa, todo lo extraño de
aquel día cobró sentido y ya no pude
dar un paso más.
No sé cuánto tiempo estuve así, in-
móvil. No podía creer lo que estaba
viendo, sentí que mi corazón de salía
del pecho, o que se detenía, no lo sé
precisar, es muy confuso ese momen-
to, muy doloroso quizás.
De golpe me vino el recuerdo de la
jornada, en extremo rutinaria, que
acababa de terminar y sus pausas y
silencios en los que sólo podía pensar
en mi casa.
Por fin reaccioné y atiné a avanzar en
línea recta y pensar que todo era una
ilusión, una visión producto del can-
sancio y del estrés. Pero volví a que-
dar inmóvil.
Era verdad.
Aquel apocalíptico espectáculo era
real, pero aún así, mi razón lo negaba.
No era posible que aquello fuera real.
Yo ya sabía que las cosas no andaban
bien, pero aún así funcionaban, aún
así permanecían en su lugar, aún se
trabajaba a cambio de algo. Pero esto
no era posible, yo tenía que estar
equivocado.
Decidí preguntar a los vecinos si mi
madre o mis hermanos habían dejado
encargadas las llaves, como era su
costumbre cuando salían de improvi-
so, pero el vecino de la derecha rehu-
só atenderme y sólo gritó algo por la
ventana, algo como “no quiero pro-
blemas con…” no alcanzó a terminar
la frase o yo no alcancé a oírla por el
ruido que se produjo con el golpe de
la ventana. Mi otro vecino, lleno de
asombro, me dijo que no sabía nada,
pero con mucho gusto, si alguien lla-
maba, tomaría el recado, y tras estas
palabras cerró la puerta.
Ya no había dudas, ese espantoso va-
cío era real.
Era de noche, no tenía donde ir y co-
mo esa era mi casa, mejor dicho, en
ese lugar estaba mi casa, decidí entrar
y acomodar un lugar para descansar.
Contra todo lo razonable, extraña-
mente pude dormir. Me atormentaban
las preguntas y sin embargo, dormí
como todos las noches, mas no me
explicaba qué había sucedido y por
qué a nosotros.
Aquella noche pasó imperturbable,
con todas sus horas y minutos, como
siempre la misma luna, las mismas
estrellas, y en la mañana el mismo
brillante y redondo sol de verano.
Al despertar se me ocurrió pensar, en
un desesperado intento de salvación
para mí, que mi familia había decidi-
do irse a la playa y llevarse la casa
consigo, pero al cabo de un rato me
persuadí de que era difícil, sino impo-
sible, pues el terreno de la playa era
mucho más pequeño que el que ocu-
paba la casa.
No quedó en su lugar ni una sola ha-
bitación, ni siquiera el baño chico,
cosa que me provocaba grandes pro-
blemas en ese instante, pues debía ir
al trabajo, debía bañarme y todo lo
demás.
Nuevamente acudí a mis vecinos,
nuevamente el de derecha se negó
atenderme y el otro comprensivamen-
te me prestó su baño.
Sin retraso llegué al trabajo, saludé,
bromeé, pregunté y trabajé como
siempre, todo estaba igual, sólo yo
era distinto.
Toda la jornada pensé que había sido
un mal sueño lo de mi casa, pero al
regresar nuevamente la realidad nega-
ba mi pensamiento.
Esa noche dormí en un hotel y el res-
to de las noches de esa semana y el
resto de las semanas de ese mes y el
resto de los meses del año, sin perder
la esperanza de que mi familia llama-
ra al trabajo o algo así.
Jamás sucedió nada, hace varios años
que no pasa nada. Cada cierto tiempo
voy a la que fue mi calle. En el lugar
que ocupaba mi casa han construido
un edificio de departamentos muy
bonitos, de estilo moderno, que en
nada se le parecen.
De vez en cuando me acuerdo de mi
familia, de mis hermanos y mis pa-
dres, pero nada ocurre.
Dibujos de Catalina del Canto
No lo sé, y tampoco
quisiera saberlo
como es que ter-
mino de esta mane-
ra. Estaba frio ese
día. Como hubiera
deseado haber teni-
do un tecito de te-
tera de mi abuela
cuando llegaba del
liceo o ese cafecito
que me hacia mi
papá cuando está-
bamos solos en casa
viendo el futbol,
para después ir a
caminar por el par-
que para ver a mi
tata, allá en Esta-
ción Central. Esa
casa vieja que olía
a libros en polvo y
recuerdos en ma-
dera. Cuando ca-
bro, el anciano me
hablaba de esas
típicas historias
añejas que me las
tragaba con fana-
tismo y sopaipillas
remojadas en leche
tibia. Me enseño a
jugar al ajedrez y
nunca aprendí. “Ya
cabro porfiado,
anda a jugar a la
plaza con los dia-
blos esos” me decía.
Era muy sabihondo
en temas, yo era…
no, soy terco. Salí a
mi papá, así como
medio hippie, me
dijo cuando era ya
más grande. Siem-
pre amistoso, nun-
ca en mala. Y a ve-
ces parecía que se
le salía lo huaso,
porque dicen que el
campo se lleva en
la sangre. Qué ma-
nera de extrañarlo.
Y le falle.
Le falle al tata
como también a la
nanita, ella tan
buena que me
aguantaba las mal-
dades y que cada
tarde, sagradamen-
te me leía la poesía
bajo el parral del
jardín. Era tan her-
moso en primavera,
justo para las Fies-
tas Patrias cuando
la familia estaba
más contenta y la
comida exagerada-
mente deliciosa. Era
triste volver al cen-
tro, a la metrópoli
para ir a estudiar.
¿Para qué iba al
liceo, si tenía a mi
propia profesora,
que me enseñaba
las cosas del hom-
bre y sus misterios,
de lo hermoso y lo
profano, de la tinta
y del tintero? No
fue en vano. Escri-
bo esto por ella, con
el más profundo
pesar… y ya no me
aguanto más a mí
mismo.
Nunca me metí en
la droga y a lo más
tomaba algo con el
papá, y sin que es-
tuviera mi mamita
santa. Piensan que
soy buen chico,
humilde, si vengo
yo de jugar en la
tierra en Buin, que
estuvimos viviendo
por un tiempo, y
ahora estudio para
sacar la carrera.
Piensan, solo lo ha-
cen por inercia.
Nunca supieron
que tendría un
arranque de ira tan
grande. Tenía al
lado de este papel,
un cuchillo. Estaba
rojo, como bandera
que promete un
futuro mejor. Esta-
ba frio y no estoy
hablando del día.
¿Era el sujeto? Tal
vez, pero el que
estaba helado era
yo. Al saberlo, le
falle a todo el mun-
do. Al tata y a su
tablero de blanco y
negro, a la nanita y
a su letras de múlti-
ples universos. Le
falle a las calles y a
la tierra, a los edifi-
cios y a la sierra, al
signo pare y a toda
las señaleticas. A
toda esta ciudad, la
que tanto quería,
ahora la he traicio-
nado.
He aquí mi gran
muestra de grati-
tud, mi muerte
Ya no puedo estar aquí
He perdido el norte
Me he vuelto horizonte
No encuentro el porvenir
¿Acaso soy el fin del universo
O el principio de este?
Nada de eso
Estoy confundido
Atestado
De ver las lágrimas
Molesto
Por su crueldad
Por su gente
Que de un silbido acabaran con la paz
Y de un soplido todo volverá a ser ceniza.
Es de conocimiento general que la ciudad esconde
un sin fin de secretos. En ella ocurren cosas que po-
cos ven y se enteran, y entre esos secretos está la
música y la danza, en muchos rincones, donde po-
cos la pueden ver.
Te invitamos a abrir los ojos, sentirla y ser parte de
ella. Solo es cosa desconectarse abrir corazón y
mente para buscar cual es el ritmo para ti.
Fotos:
@photographer Juan Pablo Reyes
Por Rafael Medina
Metro :
Puente cal y canto
Es en la explanada del edificio de
aguas andinas, donde se desata la
fuerza del folclore, muchos jóve-
nes llegan hasta aquí para dejar
todo al son de ritmos peruanos,
caporal y tobas.
De acceso para cualquiera.
Metro Universidad Católica:
Av. Libertador Bernardo Ohiggins 2227
Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM)
Icono de la danza en Santiago, donde cientos
de jóvenes que dedican su tiempo a la danza
acuden a sus ensayos y clases. En él podemos
encontrar variados ritmos, desde danza con-
temporánea, ritmos urbanos hasta k-pop,
cuenta con grandes lugares para quienes acu-
dan puedan usar, sin restricción, solo hace fal-
ta buscar y las ganas de sentir.
Metro:
U. Católica
Parque San Borja
Otro icono de la
danza en la ciudad,
muchos grupos de
jóvenes se dirigen a este lugar para ensayar sus
pasos de baile y coreografías para representar e
imitar a sus grupos favoritos. Al igual que en el
GAM, son varios los ritmos que bailan en este lu-
gar, donde no solo se practica la danza, si no tam-
bién futbol, patinaje y actividades para adultos
mayores.Metro:
La moneda–
U.de Chile
Arturo Prat #435
En este lugar la ciudad y la dan-
za retroceden hasta los 20, rit-
mos como el charleston y el
swing dominan a quienes acu-
den y los hacen mover los pies,
swingtiago es una escuela que
recupera variados ritmos que
nacen los años 20 para repre-
sentarlos en la actualidad, este
es uno de los puntos donde im-
parten sus clases, aparte de es-
tas realizan fiestas y eventos
donde los principales protago-
nistas son sus pies.
Metro :
Irarrázaval
Crescente Errázuriz #346
Ñuñoa, Santiago, Chile
El espacio arte nimiku, retumba
al son de tambores y negros,
Santiago afroperu, agrupación
dedicada a la danza afro perua-
na imparte sus clases en horario
de mañana y tarde para todo
público
La Historia
Secreta de
Chile:
mi opinión
Por Claudio Fernández
“La historia secreta de Chile”
un libro de Jorge Baradit. Es
una obra que, al principio, creí
que sería una especie de
“biblia del conspiromaníaco” y
sorpresivamente, al leer el li-
bro rápidamente descarté mi
opinión anterior. Cada capítulo
detalla meticulosamente,
aquello que uno no esperaría
de Chile, de una manera elabo-
rada y bien investigada, con-
trario a como yo esperaba.
Algo similar a la teoría de Jo-
sué Yrion sobre “los pókimon”.
Cada capítulo narra una histo-
ria distinta, que nos hace ver a
los grandes héroes de Chile
bajo una luz distinta. El primer
volumen incluye rumores tales
como que Arturo Prat pudo ser
un espiritista connotado.
¿Qué realmente pasó con el
Cristo de Mayo, en 1647?
¿Cuál es el paradero del cadá-
ver de Manuel Rodríguez?
¿Quiénes fueron los verdade-
ros héroes de la batalla de
Concepción? ¿Jaime Galté pu-
do ser un médium republi-
cano? ¿Quién fue el verdugo
del general Silva Renard? Se
aborda la posible existencia de
la Monarquía Francesa en la
Araucanía ¿Quién fue Ingrid
Olderock? Cuestionamientos
comosi hubo un marino que
saltó junto a Prat en el aborda-
je; las conspiraciones que ro-
dearon a la Virgen de Peña-
blanca e incluso los planes de
internet que Salvador Allende
tenía pensados.
Todas historias maravillosas
que nos hacen pensar si Chile
realmente es tan simple como
uno cree.
Con toda sinceridad, no tengo
queja alguna sobre este libro.
Es un texto muy entretenido,
que se digiere fácilmente. En
mi opinión es más interesante
que libros como el código Da
Vinci, exceptuando una cierta
historia, si la estrella en la ban-
dera de Chile es un símbolo del
demonio. Con toda sinceridad,
la idea se siente como algo
que Josué Yrion haría. Lla in-
vestigación de esta parte del
libro se sintió mal hecha. Se
podría decir que fácilmente es
el fragmento más olvidable del
libro, pero aparte de esto, no
tengo nada que decir, es un
libro que mejor se experimen-
ta leyendo por cuenta propia,
no leyendo una reseña, ahora
pienso leer el Volumen 2, y es-
pero con ansias una tercera
parte.
¿Es así como termina todo?
Digo, aún recuerdo nuestro primer bloque. Peleamos
con cucharas y cuchillos, por si iba a ser la muralla
derecha o la muralla izquierda. Tardamos horas y
días en decidir si se veía mejor en un ángulo de 35° o
en un ángulo de 79° (Aún no entiendo esa parte. Era
un ladrillo, se vería igual de todos modos).
Recuerdo la primera muralla, la primera casa, el pri-
mer pebre, nuestras reuniones a las 7:00 para hablar
de la vida y de los malos amores. Hicimos mapas de
como se verían cinco casas cerca del río y otras tres
cerca de la piedra gigante en forma de Berenjena.
Sabíamos que sería una ciudad acogedora, lo que no
sabíamos era a que precio.
Hicimos miles de planes a largo plazo y, como siem-
pre, sin preocuparnos demasiado del presente.
Pero… ¿Al final qué? De nada nos sirvió.
Llegó gente, mucha gente, tanta gente que se crea-
ron los problemas, los deberes, las necesidades. Al-
gunos se creían dueños del mundo, otros ni sabían
dónde estaban parados.
Vino la gente con traje elegante y miles de papeles con letra diminuta. Y con ellos llegaron los contratos,
las facturas, el comercio, el dinero…
¿Cómo es posible que la letra número trece del abecedario estuviese en una pantalla, con un color amari-
llo? ¿O qué el mismo sabor de bebida pudiese tener dos marcas distintas? Mis dudas fueron sepultadas
entre publicidades y propagandas. Nunca más supe de ellas.
Así fue como poco a poco, me di por vencido. Y bueno, al final se levantaron más ladrillos, más bloques
como el primero. Pero a estas alturas ya no sé si está demás decir que a ellos no les importaba cómo se
veían; No veían la belleza de los grados, ni de la postura, ni de nada. No sé cómo es posible que un hom-
bre pudiese tener algo tan bello entre sus manos, sin darse cuenta de lo hermoso que es, ni cómo pude
yo lograr algo tan hermoso, y ellos destruirlo.
Yo quería una ciudad, pero no sé si a esta pueda llamársele una.
¿Construcción o demolición?
Por Maricruz Garcés
La locomotora del tren instantáneo
está en el lugar de destino (Pto. Montt)
y el último carro en el punto de partida (Stgo.)
la ventaja que presenta este tipo de tren
consiste en que el viajero llega
instantáneamente a Puerto Montt en el
momento mismo de abordar el último carro
en Santiago
lo único que debe hacer a continuación
es trasladarse con sus maletas
por el interior del tren
hasta llegar al primer carro
una vez realizada esta operación
el viajero puede proceder a abandonar
el tren instantáneo
que ha permanecido inmóvil
durante todo el trayecto
Observación: este tipo de tren (directo)
sirve sólo para viajes de ida
PROYECTO DE TREN INSTANTÁNEO
ENTRE SANTIAGO Y PUERTO MONTT
Nicanor Parra
En Hojas de parra
Santiago, Ganímides, 1985
Amiritmo
9:00 AM, noticiero: ''Tráfico en auto-
pista central''
Desayuno, tráfico, trabajo…en pa-
labras simples, estrés.
No sé en qué momento mi vida se
convirtió en rutina.
Almuerzo, reunión, más trabajo.
La soledad también llegó a mis
puertas, a medida que pasan los
años me he dado cuenta de lo
monótona que se ha vuelto mi vi-
da, sin emoción, sin adrenalina,
con recurrentes visitas al psiquiatra
que no hacen otra cosa que hun-
dirme más en la miseria en la que
vivo (eso sin tener en cuenta los
buenos pesos que saca de mi bolsi-
llo.) Recuerdo con nostalgia los
días de mi juventud, cuando pen-
saba en todo lo que quería hacer,
los anhelos que quería concretar…
Siempre pensando en el futuro,
que en unos años más esto, que en
otros cinco aquello y no me per-
caté de que el tiempo fue pasan-
do, siempre corriendo, siempre
apresurado, con la mente en nú-
meros y cuentas, sin espacio para
más, me corrijo, sin tiempo para
más. Y ahora estoy aquí, de pie en
el mismo lugar que hace muchos
años, con los mismos sueños sin
cumplir, la misma vida que siempre
quise cambiar, pero ya sin esperan-
za, nuevamente sin tiempo para
hacer algo al respecto.
Desde las alturas veo mi reflejo en
las frías aguas. Veo al yo de veinte
años, con una sonrisa ingenua y le
pido perdón, perdón por haberle
fallado, por convertirme en la per-
sona que él nunca quiso ser, por
vivir enfocado en un futuro incierto
en lugar de un presente promete-
dor, por no concretar sus planes,
por vivir al tiempo de la vida y no la
vida a mi tiempo, por ser uno más
del montón sin impactar en la vida
de nadie, sin nadie que llore por
mi…pero una vez más el tiempo no
alcanza para seguir, el sol está a
punto de desaparecer y desde lo
alto, salto para reencontrarme con
el que solía ser.
9:00 PM, noticiero: ''Nuevo suicidio
a causa del estrés.''
Por Sofía Muñoz
SEGUNDO LUGAR
“Gente corriendo. Gente sola. La
ciudad se lo ha arrebatado. Basta
con mirar dentro de su alma. Gente
llena de vacío”
Germán Díaz (1ro medio A)
PRIMER LUGAR
“Los días de lluvia puedo respirar,
pero luego sale el sol y un bus me
ahogó”
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TERCER LUGAR
“Ya no sé si yo formo a la ciudad o si
la ciudad me forma a mi”
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TERCER LUGAR
Hipnosis: Diez, nueve, ducha, desayuno y audífonos; comien-
zo, ocho, siete, paradero lleno, miradas perdidas y grandes
ojeras. Seis, cinco, ventana congelada, ojos cansados y la mi-
cro llena. Cuatro, tres, batería baja, cielo oscuro y paradero
lleno. Dos, uno, recuéstate y duerme, repite, mañana será
otro día. Cero y descansa, pronto comenzaras a vivir.
Matías Sanchez (3ro medio A)
SEGUNDO LUGAR
Fantasías: La ciudad única, unida y colorida, mentira. Si ca-
mino por sendas verdes, es utopía. Si creo en la felicidad, es
fantasía. Recuerdos y memorias… y si los perdieras,
¿llorarías?
Matías Risco, III medio B
PRIMER LUGAR
Y volví, y vi que donde antes mis hermanos pescaban no ha-
bían peces, que nuestras madres no podían alimentar a sus
hijos sin que las vieran con desprecio, que el cielo estaba tris-
te, que la tierra se había puesto dura, que el pasto estaba
gris, que todas las criaturas que habíamos domesticado y
amado ahora eran solo eso, criaturas, que nuestras mujeres
ya no sentían amor por su piel morena o por sus cabellos ne-
gros, que el valor de los hombres dependía de sus papeles
azules en vez de ese Sentimiento de hermandad, que los ni-
ños no hablaban, no jugaban, no querían, que sus miradas
estaban perdidas, porque nosotros estábamos perdidos.
Cristopher Palermino, IV medio B
Segunda categoría
Primera categoría
Ganadores
concurso
literario
Coordinación de Constanza García, Camila Muñoz y Daniela Torres
Vivimos en una sociedad de-
sigual, inhumana y absurda, con
política disfuncional y poco trans-
parente, una sociedad llena de
etiquetas que menosprecia a al-
gunos y privilegia a otros. Esta-
mos sufriendo confrontaciones
entre los extremos del mundo,
con muertes a diario de personas
inocentes. Pero a pesar de lo que
está ocurriendo somos ciegos y
poco informados, creemos saber-
lo todo cuando en realidad solo
sabemos lo que vemos en las no-
ticias y no somos capaces de in-
dagar más allá, me refiero a esas
personas que creen que toda la
gente del oriente es terrorista y
peligrosa o creen que los asiáticos
son sucios por consumir comida
que no se encuentra en nuestro
menú habitual, peor aún, si mira-
mos detenidamente podemos ver
claramente conductas xenofóbi-
cas a diario como las que sostie-
nen los Chilenos con sus vecinos
Latinoamericanos.
Así como crece aceleradamente
la población y con ella las urbes,
va en decadencia el legado rural,
el mundo se vuelve ultra urbani-
zado y más tecnológico, avanza-
mos hacia el futuro progresiva-
mente, nuestras vidas son más
aceleradas y con más influencias
contradictorias.
Vivimos en ciudades regidas por
civilizaciones diferentes que nos
permiten negar nuestra caracte-
rística humana común además de
hacerlo de una manera repugnan-
temente discriminatoria.
¿Seremos algún día capaces de
superar los retos de la humanidad
de manera igualitaria? Nos llama-
mos seres superiores, ¿pero lo
somos realmente?
CHOQUE DE CIVILIZACIONES Por Constanza Cáceres
Hola
Por Javier González
Una característica esencial
de cualquier ciudad es la
densidad de su población,
todos juntos conviviendo en
paz, lo más lógico es que
por lo menos conozcamos a
la persona que vive al lado
nuestro pero pensar así es
un error, mucho temo decir
que de los que lean este ar-
tículo muchos no sabrán el
nombre de su vecino y para
que pensar si sabrán a que
se dedica, vivimos tan inser-
tos en lo nuestro que olvi-
damos que no vivimos so-
los, que compartimos el
mundo con un par de millo-
nes de personas.
La gran ironía de las masas
es que de tanta gente junta
al menos los que son más
“cercanos” deberían tener
un poco de ánimo de socia-
bilizar y saludar al vecino
pero no, en vez de eso la
gente se rechaza. Cuando
vemos a alguien que vive
cerca de nosotros no ten-
dríamos que ignorarlo, mí-
nimo dedicarle una mirada
de reconocimiento en la ca-
lle, no sacar el teléfono para
evitar mirarlo, no nos hará
nada, que perdemos
¿tiempo? No lo creo
¿Por qué una ciudad que
debería ser un espacio de
integración se ha convertido
en lo que es hoy? El dejar de
pensar en el otro y centrar-
se en uno mismo es la ma-
yor causa a la situación ac-
tual de la sociedad, pero
¿cómo mejorar esto? Pongá-
monos en el caso hipotético
de que toda la gente de una
ciudad empieza a saludar a
su vecino,¿ que crees que
ocurra? Bueno yo creo que
el ánimo en general crecerá,
la gente dejara de sentirse
sola, porque sabrá que a
unos cuantos metros, al-
guien sabe que existe, lle-
vando así a una reducción
de la cantidad de suicidios
de gente que no podía más
con su autoaislamiento, to-
do esto por un simple
“hola” mira que bueno y
¿Qué crees tú? ¿Será bueno
saludar? Te invito a probarlo
es más te estarás haciendo
un favor, te aseguro que no
perderás nada.
Vestida de blanco hasta los pies
sentada en la azotea de un viejo edificio
espera;
desde abajo la miramos y callamos.
Alguien grita:
¡los disparates de nuestro tiempo!
y se ha tragado la llave del pasado.
Todos se han ido
y ella espera, paciente, la hora del noticiario.
Los charcos congelados
que reflejan la sombra de los álamos
son como la vista escarchada en que me pierdo,
me tropiezo en raíces y peñascos,
me sumerjo en un montón de hojas
puestas por madrugadores infalibles.
Se amanece temprano
son días de fulgor y hartazgo
quisiera comentarlo con alguien
pero las ramas recomiendan que calle
que los microbuses se inundan de gente
y todos hablan y escuchan dormidos
-duermen y parecen despiertos-
Porque la vida es la noche interrumpida
en que nos hallamos.
El espanto está en las vitrinas de los supermercados
descongelo el paquete para microondas
cenaré con una vieja amiga, es la costumbre
mientras tus rodillas se deshacen entre las piedras.
Te tropiezas siempre
en la misma vereda levantada por las raíces
que la piel la tienes muerta en tanta cicatriz
aunque el árbol de la raíz ni siquiera existe.
Siento pánico de recogerte
lloro lágrimas que debo hace veinte años
el Sol reseca la sangre de tus rasmillones
y eso te da risa.
Algo tan simple y cotidiano como des-
plazarse en un espacio físico resulta
ser todo un desafío en las calles de
nuestra ciudad, donde las personas
que se identifican con lo femenino
han sido históricamente cosificadas
en torno a las necesidades de otro,
violentando a los individuos femeni-
nos de diferentes formas, Así pode-
mos identificar distintas formas de
violencia dependiendo del contexto al
que miremos, siendo indudable que
muchas de estas formas se encuen-
tran naturalizadas en el inconsciente
colectivo e individual conllevando a
prácticas, que comúnmente adoptan
los miembros de la ciudad, que en
sus estructuras mentales-morales son
aceptadas como normales y correc-
tas, sin siquiera cuestionarse la legiti-
midad en la que están sustentados,
no son capaces de identificar dichos
actos como violentos. Es así como
surge una primera interrogante que
abrirá nuestro camino; ¿qué es la
violencia? O más bien ¿cuáles son
los límites que se aceptan como nor-
males dentro del espacio público?,
tradicionalmente se cataloga como
violencia a un acto o pensamiento
que causa daño a otro o a sí mismo,
además se debe agregar que gene-
ralmente se utiliza la fuerza (física,
económica o de otra índole) y es deli-
berado, pero esta definición se ha
complejizado en la medida que las
dinámicas de la ciudad han respondi-
do a las necesidades de la produc-
ción económica y política, la cantidad
de habitantes, la evolución de los ro-
les de género, los cambios en las di-
námicas de poder en general produ-
cen que el límite de lo violento sea
cuestionado, pues se deben adaptar
a las nuevas percepciones de indivi-
duo libre y valioso por sí mismo. Hoy,
gracias al avance en igualdad y estu-
dios de género, se ha identificado un
foco de violencia que hasta hace po-
co (y todavía) es invisibilizada y vista
como indefensa, incluso se cataloga
como parte de la idiosincrasia, de la
“picardía” propia del chileno, el acoso
callejero es un problema que se da
en las calles de la ciudad, pues per-
petúa el concepto de mujer-objeto,
provocando que nos autoafirmemos
según las necesidades de otros y
además es una dinámica que rectifica
la fortaleza del varón como poderoso,
siendo un acto altamente violento que
impone a uno por sobre el otro.
Nos preguntemos ¿qué es exacta-
mente el acoso callejero? Y ¿por qué
resulta ser un problema en una so-
ciedad? Para comenzar definiremos
el acoso callejero como “Una prácti-
ca con connotación sexual explícita o
implícita, que proviene de un desco-
nocido, que posee carácter unidirec-
cional, que ocurre en espacios públi-
cos y tiene el potencial de provocar
malestar en el/la acosado/a” (Billi,
2015),esta definición resulta proble-
mática para el aparato político mo-
derno ya que, al menos en teoría,
promueve los derechos humanos,
donde las personas son libres y va-
liosas solo por el solo hecho de ser
persona, lo que resulta en una con-
tradicción, pues el acoso callejero en
todas sus formas representa las de-
sigualdades, cuartando la libertad de
tránsito. Este tipo de violencia se
produce, como expusimos en el pá-
rrafo anterior, por la concepción de
mujer-objeto, donde la construcción
social del cuerpo de la mujer se en-
marca dentro de algo que debe ser
poseído y que debe responder a ca-
racterísticas particulares y definidas
culturalmente como naturales, son
un cuerpo más “débil” que busca ser
dominado. Pues bien, al considerar a
la mujer como un ente con igualdad
de derechos y deberes ante la ley
civil, surge también la exigencia de
que esa igualdad se extienda a todos
los aspectos de la vida, incluyendo la
cotidianidad y la vida pública, esto no
se puede lograr mientras mantenga-
mos la creencia de que el cuerpo es
un objeto sumiso1
permitiendo y na-
turalizando la violencia en cualquiera
de sus formas.
Por Catalina Carrizo
Creemos que dentro del acoso callejero
podemos distinguir dos problemas funda-
mentales; el primero tiene que ver direc-
tamente con la violencia ejercida desde
un género al otro, donde se busca domi-
nar a las mujeres, encontramos Situacio-
nes que van desde insinuaciones obsce-
nas hasta toqueteos, ellas transgreden la
noción de persona que se ha esforzado
por forjar el individuo moderno, el con-
flicto en estas situaciones es que el rol de
“macho” que adquiere el varón es valori-
zado con un estatus positivo, se cree que
estas conductas son parte de su ser,
mientras que las mujeres somos las direc-
tas culpables de provocar que hombres
saquen a flote sus instintos, dejando de
lado su raciocinio, esto es totalmente
ilógico, pues cada individuo racional debe
ser responsable en forma activa de sus
propios actos, por lo tanto el responsable
de la violencia callejera, en forma particu-
lar y directa es cada hombre que abusa
de su poder para imponer su propio de-
seo. Por otro lado las mismas mujeres,
también deben aceptar responsabilidad
en la perpetuidad de estos hechos, ya
que aceptan su rol pasivo que permiten
la naturalidad de la violencia, finalmente
la misma sociedad es quien castiga a la
feminidad, culpándolas directamente de
ser víctimas de acoso, ya sea por expo-
nerse en lugares no adecuados para que
una mujer este sola o por utilizar ropa
demasiado provocadora, etc. Pero debe-
mos ser tajantes en esto, las mujeres no
tenemos la culpa de que otro no pueda
controlar sus instintos, por el contrario,
creemos que deberíamos ser totalmente
libres de caminar por el espacio público,
sin miedo ni recelo, las mujeres no so-
mos, ni nos vestimos, ni caminamos para
los hombres, ellas expresan su individua-
lidad para sí mismas, además debemos
agregar que la percepción de la culpabili-
dad femenina en el acoso callejero no
hace más que reflejar que seguimos vi-
viendo en una sociedad androcéntrica,
que está lejos de llegar a una equidad en
las prácticas cotidianas.
El segundo problema, que se relaciona
con un tipo de violencia simbólica es: en
qué medida la autoestima de las mujeres
depende y se construye desde la opinión
que tenga un desconocido sobre su cuer-
po. Es común escuchar comentarios que
dicen “me alegro el día tal piropo” mos-
trándolos como inofensivos, pero esto va
más allá, -no queremos confundir un sim-
ple piropo, que en ocasiones puede resul-
tar incluso romántico (en comparación
con dichos obscenos, por ejemplo)-
muestra la necesidad de las mujeres de
reafirmarse como deseadas, una necesi-
dad que sin duda es creada, y que logra
mantener a las mujeres como ciudadanas
de segunda clase, pues su autoestima se
legitima en otro que no tiene ningún lazo
significativo con ellas.
Finalmente debemos concluir que el aco-
so callejero es sin duda una forma implíci-
ta y explicita de violencia de género, que
pasa a llevar la libertad individual y que
mantiene la percepción androcéntrica y
patriarcal de la lógica binaría de género2
.
También agregar que aunque parezcan
inofensivos, pues no deja marcas físicas,
el acoso callejero y su aceptación es un
precedente importante para otros tipos
de violencia más agresiva, como son los
femicidios, debido a que legitiman la vi-
sión del cuerpo femenino como un objeto
que debe ser dominado. Cada mujer,
hombre y niño tiene el derecho de cami-
nar libre y sin miedo por la ciudad, que
las calles dejen de ser testigos de la
inequidad entre hombres y mujeres.
Notas
1
Recordemos que la construcción social
de los cuerpos es un proceso que lleva
años forjándose y legitimándose como
correcto, imponiendo a cada viviente una
forma particular de actuar, moverse, pen-
sar e incluso amar. los cuerpos femeninos
son obligados, por medio de mecanismos
de dominación a asimilar la norma social,
donde la mujer es presentada como dé-
bil, con una necesidad de protección,
relegada a la vida interior.
2
Ver Pierre Bourdieu: “La dominación
masculina”
Dibujos de Matías Orrego

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Catalejo/6

  • 1.
  • 2. Alumnos Curso Fernanda Valencia 8°A Javier González 2°A Rafael Medina 2°A Sofía Muñoz 2°A Natalia Pérez 2°A Alison Salgado 2°A Montserrat Rojas 2°B Catalina del Canto 3°A Claudio Fernández 3°B Camila Palma 3°B Matías Risco 3°B Alicia Veas 4°A Profesores Asignatura Catalina Carrizo Filosofía Katia Lizana Lenguaje Marjorie Rivas Historia Julio Reyes Historia Colaboraron en Catalejo/6 > www.catalejovirtual.blogspot.com Agradecimientos: La presente entrega de Catalejo ha sido posible gracias a la dedicación de su equipo de alumnos, al apoyo finan- ciero de Colegio y Fundación Los Nogales para su pre- sentación, a la huella de los alumnos que fueron parte de este empeño, y por cierto, a cada uno de nuestro lecto- res.
  • 3.
  • 4. La vida se trata de cápsulas, peque- ñas coyunturas de tiempo que se articulan y enfrascan en memorias. Nuestros primeros recuerdos se remontan a los tres años, y puedo asegurar que la mayoría de ellos tratan acerca de cómo aprendi- mos a andar en bicicleta, cómo corríamos cada veinticuatro de diciembre buscando al viejito pas- cuero o cómo esas tardes de jue- gos y cosquillas nos llevaban a la cama en un sueño conciliador. Los años de la infancia son fugaces, pero enternecedores, repletos de un amor inocente que invalida to- do mal acto, que cala hasta el más profundo odio. El tiempo va trans- curriendo y nuestras cápsulas van transformándose junto a nosotros. Ya no corremos a los brazos de papá, ni saludamos invasivamente a desconocidos en la calle, ese amor intenso ya no emana de to- dos lados ¿acaso el mundo cam- bió? Quiero pensar que sólo son mis ojos sumergidos en un pano- rama erróneo, creo que fuera de aquí, en diferentes calles del mun- do hay gente viviendo la experien- cia de amar, pero ¿cómo puedes saber si eres una de esas perso- nas? Quisiera saber cuándo fue la última vez que miraste sincera- mente a los ojos de alguien, cuán- do fue la última vez que te entre- gaste en un abrazo y cuando fue la última vez tu boca estalló en una risa ensordecedora. Estos ac- tos, tan intrínsecamente infantiles y espontáneos, se han ido desgas- tando y perdiendo en el tiempo. Creo que las personas han olvida- do o más bien descuidado el sen- timiento que en los primeros años de vida era lo más importante, la base y sustento de todo. El amor se ha convertido en eso que escu- chamos en la radio, eso que ve- mos en el cine, en ese celular últi- ma generación que compramos el mes pasado, también se ha con- vertido en ese deseo avasallador de adquisición y superación que te pone por sobre el otro, en un intento ridículo de querer ser me- jor, para resaltar el ego. El amor se ha cosificado y tergi- versado, actualmente a las perso- nas no las mueve el amor y la acti- tud fraternal con los demás. Matu- rana plantea que nos enfermamos al vivir un modo de vida que nie- ga sistemáticamente al amor. So- mos una sociedad global enferma, hemos perdido la noción acerca de lo que es importante y lo que no, hemos perdido ese instinto animal de protección y cuidado con el que está a nuestro lado, hemos adormecido nuestras emo- ciones y concebido un mundo frí- volo. Las guerras, la pobreza y destrucción de la naturaleza están a la orden del día, pero la gente tiene la conciencia tranquila con sólo compartir la foto en face- book. Es difícil cambiar el mundo, porque son millones de habitantes y tu solo parte del inmenso engra- naje. Pero se puede, y la base del cambio está en el amor. Todo aquello que amamos, requiere protección y cuidado. La lucha contra la mecanización de las per- sonas está en entregar lo bueno de uno mismo. Y suena utópico pero es tan sencillo como darle a tu entorno aquello que crees será un aporte que engrandezca las cosas positivas en ti y en ellos. Si dejáramos de ver a los niños co- mo personas en potencia y co- menzáramos a imitar la actitud noble y sencilla que poseen frente a la vida, podríamos generar el cambio.
  • 5. Sucede que me canso de ser hombre. Sucede que entro en las sastrerías y en los cines marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro navegando en un agua de origen y ceniza. El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos. Sólo quiero un descanso de piedras o de lana, sólo quiero no ver establecimientos ni jardines, ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores. Sucede que me canso de mis pies y mis uñas y mi pelo y mi sombra. Sucede que me canso de ser hombre. Sin embargo sería delicioso asustar a un notario con un lirio cortado o dar muerte a una monja con un golpe de oreja. Sería bello ir por las calles con un cuchillo verde y dando gritos hasta morir de frío. No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas, vacilante, extendido, tiritando de sueño, hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra, absorbiendo y pensando, comiendo cada día. No quiero para mí tantas desgracias. No quiero continuar de raíz y de tumba, de subterráneo solo, de bodega con muertos ateridos, muriéndome de pena. Por eso el día lunes arde como el petróleo cuando me ve llegar con mi cara de cárcel, y aúlla en su transcurso como una rueda herida, y da pasos de sangre caliente hacia la noche. Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas hú- medas, a hospitales donde los huesos salen por la ventana, a ciertas zapaterías con olor a vinagre, a calles espantosas como grietas. Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos colgando de las puertas de las casas que odio, hay dentaduras olvidadas en una cafetera, hay espejos que debieran haber llorado de vergüenza y espanto, hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos. Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos, con furia, con olvido, paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia, y patios donde hay ropas colgadas de un alambre: calzoncillos, toallas y camisas que lloran lentas lágrimas sucias Pablo Neruda En Residencia en la tierra (1935) WALKING ARROUND
  • 8. PorCamilaPalma Atónita ella miraba por primera vez aquellos edifi- ciosqueencendíanmillaresdeestrellas.Desenfrena- da en su bicicleta por la ciclovía de Providencia. Parecía que en los 16 jóvenes años de su vida nunca había experimentado la noche santiaguina. Observaba la oscuridad incandescente. Aquel viajecito inspirado por una que otra decepción y más de una herida en el conjunto de tejidos que bombea sangre, provocó una des- conocida sensación en su interior, tenía que ir al encuentro. “Lanochenos envuelvey noscambia,lavidanocturna nosonsolo carretes” dijosumadre.Hastahaceunaslunasellano comprendíasu significado,sinembargo,apre- ciarlas luces y la oscuridad,la soldad y la compañía, la diversión y la tristeza delas personas, lehicieronnotar que de noche,todos los sentimientos se incrementan exponencialmente. Talvezesunaespeciedemagiaquesedispersa cuandoseocultaelsol,algoasícomobrillitosquenoscambianelrostro, lamentalidad,nosquitalavergüenza ynos hace mirar con otra cara un viernes o un sábado, y ojalá los domingos fueran así también. El recorrido la llevaba hacia un lugar muy lejano, no estaba ni cerca de su hogar,peroestabacadavezmáspróximaalindividuoquelahabíahechosonreírconunsolomensajehaceunosmesesyahora,nicomunicaciónalgunahabía. Eneltranscurso,invadiósuconcienciaunsentimientodeangustiayanhelo. Lapreocupaciónseapoderódesugargantaydesupechoalveraunperritocojointentando cruzarlacalleyveralotroladodelavereda,unancianointentandoconciliarelsueñoentrelascajasqueutilizabacomo casa.Elcontinuopedaleolallevoaunapostal bastantegratificanteydeseableparatodojoven,unadiscotequeconungrupodeamigasque vaningresandoalafiestasintiendoéxtasisconcadapasoquedansobresus taconesde10cms. Lanocheavanzabaysusmanoscomenzabanasudar,llegoaaquellugar,alotroladodeSantiago,afueradeesacasaquelahabíavistosentirmilyunaexplosionesen elestómago.Tocoeltimbre,unalágrimaciegacayódesusojos,lapuertaseabrió. Elestruendodeunaaspiradoralahizosobresaltar,“Lástimahijaquetodofueunsueño”. Incandescencia
  • 9. El ciclo Por Renato Cáceres El humano se cree mosca La mosca se cree basura La basura se cree comida La comida se cree verdura La verdura se cree semilla La semilla se cree muerto El muerto se cree célula La célula se cree humano Y todo vuelve a empezar ¿Y qué más? Por Carolina Garcés ¿Y qué más? Ya contaminamos lo que quizás Sea el planeta entero Y no estamos satisfechos Tantos autos, tantos “trans” Y no olvidemos las grasas trans Que de nada sirven esos sellos Si todo lo controlan “ellos” ¿Qué es suficiente? Si para la generación siguiente Debemos pagar los descuidos Aunque la montañas la fe ni a movido… Como una canción de Los Bunkers Por carolina Garcés Estaba la guitarra. Estaba la tarjeta JUNAEB. Estaba el metro. Y estaba la adrenalina de los sábados. Junto la canción. -Miéntele- Y un guiño- No le digas lo que hiciste ayer… Aplausos. Plata. “Ahora pago el pasaje” y un ruedo de ojos. Una sonrisa infantil. Su hermana con audífonos. Su hermana es mi novia. Nuevas letras
  • 10. Vivimos en la época del fútbol, prácticamente los años dorados del fútbol chileno. Todos sabemos que este deporte tiene la capacidad de arreglar cualquier tipo de conflicto pero… ¿es realmente indispensable? De pequeñitos los niños son enviados a escuelas de fútbol con el deber de heredar el gusto por la pelota. Claro, es divertido correr y competir contra otros, pero éste es el único modelo de deporte al que el niño chileno promedio está condenado a jugar. ¿A cuántos de nosotros no enseñaron a jugar volleyball antes de los 10 años? ¿Tenis? ¿Handball? ¿Básquet? No tenemos diversidad de deportes en Chile ni en nuestra comuna tampoco; en Puente Alto la Municipali- dad dispone de una reducida cantidad de centros deportivos, dentro de los cuales hay canchas de tenis, fút- bol y un par de pistas de patinaje. Lo que además de exponer la poca diversidad de deportes promovidos por la ilustre Municipalidad de Puente Alto deja en evidencia la mala distribución de estos centros: no solo son insuficientes para las 586.509 personas que esta comuna abarca, sino que se aprecia una clara segrega- ción espacial dentro de la comuna, tal como lo muestra el plano del encabezado. Entonces, a la hora de ver las Olimpiadas nos decimos todos ¿por qué apenas tenemos chilenos ahí? Es claro para mí que la única razón es que no estamos enseñando a los niños la diversidad de deportes existentes en el mundo, ya sea a nivel familiar, a nivel comunal o incluso social. Los niños no aprenderán ni se interesarán solos y la cultura del deporte no se inculcará en la mente del chileno por arte de magia. Chile necesita ur- gentemente más diversidad de deportes y creo que cada uno de nosotros es capaz de practicar un deporte distinto del fútbol y tal vez sean nuestros próximos abanderados olímpicos.
  • 11. UN DÍA COMÚN (Darokhi) Por Katia Lizana Aquel día, me desperté como siem- pre, más cansado que cuando me dor- mí, sin ánimo para empezar el día, pero además, con un mal presenti- miento, demasiado acusado como para no sentirlo. Me levanté como siempre: desayuné y me dispuse para el diario trabajo, salí de mi casa, no sin antes observar como todos mis seres queridos dor- mían plácidamente, me despedí en silencio de cada uno de ellos. En el trabajo, los saludos diarios, las mismas preguntas y respuestas, las mismas bromas, como siempre, todo igual: el ruido del teléfono, de las risas y en la calle el calor, ese calor sofocante de las tres de la tarde, aplastante y petrificador. Después a esperar la hora bendita de regresar. Pero ese día extrañamente no sentí la tibia alegría que siempre sentía a esa hora (ritual ya con el paso del tiempo) Lleno de zozobra abandoné aquel lugar. El camino de regreso se hizo más lar- go que el habitual y mis pensamientos eran confusos, nebulosos, quizás pre- monitorios. Al doblar la esquina y enfocar el án- gulo de mi casa, todo lo extraño de aquel día cobró sentido y ya no pude dar un paso más. No sé cuánto tiempo estuve así, in- móvil. No podía creer lo que estaba viendo, sentí que mi corazón de salía del pecho, o que se detenía, no lo sé precisar, es muy confuso ese momen- to, muy doloroso quizás. De golpe me vino el recuerdo de la jornada, en extremo rutinaria, que acababa de terminar y sus pausas y silencios en los que sólo podía pensar en mi casa. Por fin reaccioné y atiné a avanzar en línea recta y pensar que todo era una ilusión, una visión producto del can- sancio y del estrés. Pero volví a que- dar inmóvil. Era verdad. Aquel apocalíptico espectáculo era real, pero aún así, mi razón lo negaba. No era posible que aquello fuera real. Yo ya sabía que las cosas no andaban bien, pero aún así funcionaban, aún así permanecían en su lugar, aún se trabajaba a cambio de algo. Pero esto no era posible, yo tenía que estar equivocado. Decidí preguntar a los vecinos si mi madre o mis hermanos habían dejado encargadas las llaves, como era su costumbre cuando salían de improvi- so, pero el vecino de la derecha rehu- só atenderme y sólo gritó algo por la ventana, algo como “no quiero pro- blemas con…” no alcanzó a terminar la frase o yo no alcancé a oírla por el ruido que se produjo con el golpe de la ventana. Mi otro vecino, lleno de asombro, me dijo que no sabía nada, pero con mucho gusto, si alguien lla- maba, tomaría el recado, y tras estas palabras cerró la puerta. Ya no había dudas, ese espantoso va- cío era real. Era de noche, no tenía donde ir y co- mo esa era mi casa, mejor dicho, en ese lugar estaba mi casa, decidí entrar y acomodar un lugar para descansar. Contra todo lo razonable, extraña- mente pude dormir. Me atormentaban las preguntas y sin embargo, dormí como todos las noches, mas no me explicaba qué había sucedido y por qué a nosotros. Aquella noche pasó imperturbable, con todas sus horas y minutos, como siempre la misma luna, las mismas estrellas, y en la mañana el mismo brillante y redondo sol de verano. Al despertar se me ocurrió pensar, en un desesperado intento de salvación para mí, que mi familia había decidi- do irse a la playa y llevarse la casa consigo, pero al cabo de un rato me persuadí de que era difícil, sino impo- sible, pues el terreno de la playa era mucho más pequeño que el que ocu- paba la casa. No quedó en su lugar ni una sola ha- bitación, ni siquiera el baño chico, cosa que me provocaba grandes pro- blemas en ese instante, pues debía ir al trabajo, debía bañarme y todo lo demás. Nuevamente acudí a mis vecinos, nuevamente el de derecha se negó atenderme y el otro comprensivamen- te me prestó su baño. Sin retraso llegué al trabajo, saludé, bromeé, pregunté y trabajé como siempre, todo estaba igual, sólo yo era distinto. Toda la jornada pensé que había sido un mal sueño lo de mi casa, pero al regresar nuevamente la realidad nega- ba mi pensamiento. Esa noche dormí en un hotel y el res- to de las noches de esa semana y el resto de las semanas de ese mes y el resto de los meses del año, sin perder la esperanza de que mi familia llama- ra al trabajo o algo así. Jamás sucedió nada, hace varios años que no pasa nada. Cada cierto tiempo voy a la que fue mi calle. En el lugar que ocupaba mi casa han construido un edificio de departamentos muy bonitos, de estilo moderno, que en nada se le parecen. De vez en cuando me acuerdo de mi familia, de mis hermanos y mis pa- dres, pero nada ocurre.
  • 12. Dibujos de Catalina del Canto
  • 13. No lo sé, y tampoco quisiera saberlo como es que ter- mino de esta mane- ra. Estaba frio ese día. Como hubiera deseado haber teni- do un tecito de te- tera de mi abuela cuando llegaba del liceo o ese cafecito que me hacia mi papá cuando está- bamos solos en casa viendo el futbol, para después ir a caminar por el par- que para ver a mi tata, allá en Esta- ción Central. Esa casa vieja que olía a libros en polvo y recuerdos en ma- dera. Cuando ca- bro, el anciano me hablaba de esas típicas historias añejas que me las tragaba con fana- tismo y sopaipillas remojadas en leche tibia. Me enseño a jugar al ajedrez y nunca aprendí. “Ya cabro porfiado, anda a jugar a la plaza con los dia- blos esos” me decía. Era muy sabihondo en temas, yo era… no, soy terco. Salí a mi papá, así como medio hippie, me dijo cuando era ya más grande. Siem- pre amistoso, nun- ca en mala. Y a ve- ces parecía que se le salía lo huaso, porque dicen que el campo se lleva en la sangre. Qué ma- nera de extrañarlo. Y le falle. Le falle al tata como también a la nanita, ella tan buena que me aguantaba las mal- dades y que cada tarde, sagradamen- te me leía la poesía bajo el parral del jardín. Era tan her- moso en primavera, justo para las Fies- tas Patrias cuando la familia estaba más contenta y la comida exagerada- mente deliciosa. Era triste volver al cen- tro, a la metrópoli para ir a estudiar. ¿Para qué iba al liceo, si tenía a mi propia profesora, que me enseñaba las cosas del hom- bre y sus misterios, de lo hermoso y lo profano, de la tinta y del tintero? No fue en vano. Escri- bo esto por ella, con el más profundo pesar… y ya no me aguanto más a mí mismo. Nunca me metí en la droga y a lo más tomaba algo con el papá, y sin que es- tuviera mi mamita santa. Piensan que soy buen chico, humilde, si vengo yo de jugar en la tierra en Buin, que estuvimos viviendo por un tiempo, y ahora estudio para sacar la carrera. Piensan, solo lo ha- cen por inercia. Nunca supieron que tendría un arranque de ira tan grande. Tenía al lado de este papel, un cuchillo. Estaba rojo, como bandera que promete un futuro mejor. Esta- ba frio y no estoy hablando del día. ¿Era el sujeto? Tal vez, pero el que estaba helado era yo. Al saberlo, le falle a todo el mun- do. Al tata y a su tablero de blanco y negro, a la nanita y a su letras de múlti- ples universos. Le falle a las calles y a la tierra, a los edifi- cios y a la sierra, al signo pare y a toda las señaleticas. A toda esta ciudad, la que tanto quería, ahora la he traicio- nado. He aquí mi gran muestra de grati- tud, mi muerte Ya no puedo estar aquí He perdido el norte Me he vuelto horizonte No encuentro el porvenir ¿Acaso soy el fin del universo O el principio de este? Nada de eso Estoy confundido Atestado De ver las lágrimas Molesto Por su crueldad Por su gente Que de un silbido acabaran con la paz Y de un soplido todo volverá a ser ceniza.
  • 14. Es de conocimiento general que la ciudad esconde un sin fin de secretos. En ella ocurren cosas que po- cos ven y se enteran, y entre esos secretos está la música y la danza, en muchos rincones, donde po- cos la pueden ver. Te invitamos a abrir los ojos, sentirla y ser parte de ella. Solo es cosa desconectarse abrir corazón y mente para buscar cual es el ritmo para ti. Fotos: @photographer Juan Pablo Reyes Por Rafael Medina
  • 15. Metro : Puente cal y canto Es en la explanada del edificio de aguas andinas, donde se desata la fuerza del folclore, muchos jóve- nes llegan hasta aquí para dejar todo al son de ritmos peruanos, caporal y tobas. De acceso para cualquiera. Metro Universidad Católica: Av. Libertador Bernardo Ohiggins 2227 Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM) Icono de la danza en Santiago, donde cientos de jóvenes que dedican su tiempo a la danza acuden a sus ensayos y clases. En él podemos encontrar variados ritmos, desde danza con- temporánea, ritmos urbanos hasta k-pop, cuenta con grandes lugares para quienes acu- dan puedan usar, sin restricción, solo hace fal- ta buscar y las ganas de sentir. Metro: U. Católica Parque San Borja Otro icono de la danza en la ciudad, muchos grupos de jóvenes se dirigen a este lugar para ensayar sus pasos de baile y coreografías para representar e imitar a sus grupos favoritos. Al igual que en el GAM, son varios los ritmos que bailan en este lu- gar, donde no solo se practica la danza, si no tam- bién futbol, patinaje y actividades para adultos mayores.Metro: La moneda– U.de Chile Arturo Prat #435 En este lugar la ciudad y la dan- za retroceden hasta los 20, rit- mos como el charleston y el swing dominan a quienes acu- den y los hacen mover los pies, swingtiago es una escuela que recupera variados ritmos que nacen los años 20 para repre- sentarlos en la actualidad, este es uno de los puntos donde im- parten sus clases, aparte de es- tas realizan fiestas y eventos donde los principales protago- nistas son sus pies. Metro : Irarrázaval Crescente Errázuriz #346 Ñuñoa, Santiago, Chile El espacio arte nimiku, retumba al son de tambores y negros, Santiago afroperu, agrupación dedicada a la danza afro perua- na imparte sus clases en horario de mañana y tarde para todo público
  • 16. La Historia Secreta de Chile: mi opinión Por Claudio Fernández “La historia secreta de Chile” un libro de Jorge Baradit. Es una obra que, al principio, creí que sería una especie de “biblia del conspiromaníaco” y sorpresivamente, al leer el li- bro rápidamente descarté mi opinión anterior. Cada capítulo detalla meticulosamente, aquello que uno no esperaría de Chile, de una manera elabo- rada y bien investigada, con- trario a como yo esperaba. Algo similar a la teoría de Jo- sué Yrion sobre “los pókimon”. Cada capítulo narra una histo- ria distinta, que nos hace ver a los grandes héroes de Chile bajo una luz distinta. El primer volumen incluye rumores tales como que Arturo Prat pudo ser un espiritista connotado. ¿Qué realmente pasó con el Cristo de Mayo, en 1647? ¿Cuál es el paradero del cadá- ver de Manuel Rodríguez? ¿Quiénes fueron los verdade- ros héroes de la batalla de Concepción? ¿Jaime Galté pu- do ser un médium republi- cano? ¿Quién fue el verdugo del general Silva Renard? Se aborda la posible existencia de la Monarquía Francesa en la Araucanía ¿Quién fue Ingrid Olderock? Cuestionamientos comosi hubo un marino que saltó junto a Prat en el aborda- je; las conspiraciones que ro- dearon a la Virgen de Peña- blanca e incluso los planes de internet que Salvador Allende tenía pensados. Todas historias maravillosas que nos hacen pensar si Chile realmente es tan simple como uno cree. Con toda sinceridad, no tengo queja alguna sobre este libro. Es un texto muy entretenido, que se digiere fácilmente. En mi opinión es más interesante que libros como el código Da Vinci, exceptuando una cierta historia, si la estrella en la ban- dera de Chile es un símbolo del demonio. Con toda sinceridad, la idea se siente como algo que Josué Yrion haría. Lla in- vestigación de esta parte del libro se sintió mal hecha. Se podría decir que fácilmente es el fragmento más olvidable del libro, pero aparte de esto, no tengo nada que decir, es un libro que mejor se experimen- ta leyendo por cuenta propia, no leyendo una reseña, ahora pienso leer el Volumen 2, y es- pero con ansias una tercera parte.
  • 17. ¿Es así como termina todo? Digo, aún recuerdo nuestro primer bloque. Peleamos con cucharas y cuchillos, por si iba a ser la muralla derecha o la muralla izquierda. Tardamos horas y días en decidir si se veía mejor en un ángulo de 35° o en un ángulo de 79° (Aún no entiendo esa parte. Era un ladrillo, se vería igual de todos modos). Recuerdo la primera muralla, la primera casa, el pri- mer pebre, nuestras reuniones a las 7:00 para hablar de la vida y de los malos amores. Hicimos mapas de como se verían cinco casas cerca del río y otras tres cerca de la piedra gigante en forma de Berenjena. Sabíamos que sería una ciudad acogedora, lo que no sabíamos era a que precio. Hicimos miles de planes a largo plazo y, como siem- pre, sin preocuparnos demasiado del presente. Pero… ¿Al final qué? De nada nos sirvió. Llegó gente, mucha gente, tanta gente que se crea- ron los problemas, los deberes, las necesidades. Al- gunos se creían dueños del mundo, otros ni sabían dónde estaban parados. Vino la gente con traje elegante y miles de papeles con letra diminuta. Y con ellos llegaron los contratos, las facturas, el comercio, el dinero… ¿Cómo es posible que la letra número trece del abecedario estuviese en una pantalla, con un color amari- llo? ¿O qué el mismo sabor de bebida pudiese tener dos marcas distintas? Mis dudas fueron sepultadas entre publicidades y propagandas. Nunca más supe de ellas. Así fue como poco a poco, me di por vencido. Y bueno, al final se levantaron más ladrillos, más bloques como el primero. Pero a estas alturas ya no sé si está demás decir que a ellos no les importaba cómo se veían; No veían la belleza de los grados, ni de la postura, ni de nada. No sé cómo es posible que un hom- bre pudiese tener algo tan bello entre sus manos, sin darse cuenta de lo hermoso que es, ni cómo pude yo lograr algo tan hermoso, y ellos destruirlo. Yo quería una ciudad, pero no sé si a esta pueda llamársele una. ¿Construcción o demolición? Por Maricruz Garcés
  • 18. La locomotora del tren instantáneo está en el lugar de destino (Pto. Montt) y el último carro en el punto de partida (Stgo.) la ventaja que presenta este tipo de tren consiste en que el viajero llega instantáneamente a Puerto Montt en el momento mismo de abordar el último carro en Santiago lo único que debe hacer a continuación es trasladarse con sus maletas por el interior del tren hasta llegar al primer carro una vez realizada esta operación el viajero puede proceder a abandonar el tren instantáneo que ha permanecido inmóvil durante todo el trayecto Observación: este tipo de tren (directo) sirve sólo para viajes de ida PROYECTO DE TREN INSTANTÁNEO ENTRE SANTIAGO Y PUERTO MONTT Nicanor Parra En Hojas de parra Santiago, Ganímides, 1985
  • 19. Amiritmo 9:00 AM, noticiero: ''Tráfico en auto- pista central'' Desayuno, tráfico, trabajo…en pa- labras simples, estrés. No sé en qué momento mi vida se convirtió en rutina. Almuerzo, reunión, más trabajo. La soledad también llegó a mis puertas, a medida que pasan los años me he dado cuenta de lo monótona que se ha vuelto mi vi- da, sin emoción, sin adrenalina, con recurrentes visitas al psiquiatra que no hacen otra cosa que hun- dirme más en la miseria en la que vivo (eso sin tener en cuenta los buenos pesos que saca de mi bolsi- llo.) Recuerdo con nostalgia los días de mi juventud, cuando pen- saba en todo lo que quería hacer, los anhelos que quería concretar… Siempre pensando en el futuro, que en unos años más esto, que en otros cinco aquello y no me per- caté de que el tiempo fue pasan- do, siempre corriendo, siempre apresurado, con la mente en nú- meros y cuentas, sin espacio para más, me corrijo, sin tiempo para más. Y ahora estoy aquí, de pie en el mismo lugar que hace muchos años, con los mismos sueños sin cumplir, la misma vida que siempre quise cambiar, pero ya sin esperan- za, nuevamente sin tiempo para hacer algo al respecto. Desde las alturas veo mi reflejo en las frías aguas. Veo al yo de veinte años, con una sonrisa ingenua y le pido perdón, perdón por haberle fallado, por convertirme en la per- sona que él nunca quiso ser, por vivir enfocado en un futuro incierto en lugar de un presente promete- dor, por no concretar sus planes, por vivir al tiempo de la vida y no la vida a mi tiempo, por ser uno más del montón sin impactar en la vida de nadie, sin nadie que llore por mi…pero una vez más el tiempo no alcanza para seguir, el sol está a punto de desaparecer y desde lo alto, salto para reencontrarme con el que solía ser. 9:00 PM, noticiero: ''Nuevo suicidio a causa del estrés.'' Por Sofía Muñoz
  • 20. SEGUNDO LUGAR “Gente corriendo. Gente sola. La ciudad se lo ha arrebatado. Basta con mirar dentro de su alma. Gente llena de vacío” Germán Díaz (1ro medio A) PRIMER LUGAR “Los días de lluvia puedo respirar, pero luego sale el sol y un bus me ahogó” Antonia Flores (7mo B) TERCER LUGAR “Ya no sé si yo formo a la ciudad o si la ciudad me forma a mi” Carolina Garcés (7mo B ) TERCER LUGAR Hipnosis: Diez, nueve, ducha, desayuno y audífonos; comien- zo, ocho, siete, paradero lleno, miradas perdidas y grandes ojeras. Seis, cinco, ventana congelada, ojos cansados y la mi- cro llena. Cuatro, tres, batería baja, cielo oscuro y paradero lleno. Dos, uno, recuéstate y duerme, repite, mañana será otro día. Cero y descansa, pronto comenzaras a vivir. Matías Sanchez (3ro medio A) SEGUNDO LUGAR Fantasías: La ciudad única, unida y colorida, mentira. Si ca- mino por sendas verdes, es utopía. Si creo en la felicidad, es fantasía. Recuerdos y memorias… y si los perdieras, ¿llorarías? Matías Risco, III medio B PRIMER LUGAR Y volví, y vi que donde antes mis hermanos pescaban no ha- bían peces, que nuestras madres no podían alimentar a sus hijos sin que las vieran con desprecio, que el cielo estaba tris- te, que la tierra se había puesto dura, que el pasto estaba gris, que todas las criaturas que habíamos domesticado y amado ahora eran solo eso, criaturas, que nuestras mujeres ya no sentían amor por su piel morena o por sus cabellos ne- gros, que el valor de los hombres dependía de sus papeles azules en vez de ese Sentimiento de hermandad, que los ni- ños no hablaban, no jugaban, no querían, que sus miradas estaban perdidas, porque nosotros estábamos perdidos. Cristopher Palermino, IV medio B Segunda categoría Primera categoría Ganadores concurso literario Coordinación de Constanza García, Camila Muñoz y Daniela Torres
  • 21. Vivimos en una sociedad de- sigual, inhumana y absurda, con política disfuncional y poco trans- parente, una sociedad llena de etiquetas que menosprecia a al- gunos y privilegia a otros. Esta- mos sufriendo confrontaciones entre los extremos del mundo, con muertes a diario de personas inocentes. Pero a pesar de lo que está ocurriendo somos ciegos y poco informados, creemos saber- lo todo cuando en realidad solo sabemos lo que vemos en las no- ticias y no somos capaces de in- dagar más allá, me refiero a esas personas que creen que toda la gente del oriente es terrorista y peligrosa o creen que los asiáticos son sucios por consumir comida que no se encuentra en nuestro menú habitual, peor aún, si mira- mos detenidamente podemos ver claramente conductas xenofóbi- cas a diario como las que sostie- nen los Chilenos con sus vecinos Latinoamericanos. Así como crece aceleradamente la población y con ella las urbes, va en decadencia el legado rural, el mundo se vuelve ultra urbani- zado y más tecnológico, avanza- mos hacia el futuro progresiva- mente, nuestras vidas son más aceleradas y con más influencias contradictorias. Vivimos en ciudades regidas por civilizaciones diferentes que nos permiten negar nuestra caracte- rística humana común además de hacerlo de una manera repugnan- temente discriminatoria. ¿Seremos algún día capaces de superar los retos de la humanidad de manera igualitaria? Nos llama- mos seres superiores, ¿pero lo somos realmente? CHOQUE DE CIVILIZACIONES Por Constanza Cáceres
  • 22. Hola Por Javier González Una característica esencial de cualquier ciudad es la densidad de su población, todos juntos conviviendo en paz, lo más lógico es que por lo menos conozcamos a la persona que vive al lado nuestro pero pensar así es un error, mucho temo decir que de los que lean este ar- tículo muchos no sabrán el nombre de su vecino y para que pensar si sabrán a que se dedica, vivimos tan inser- tos en lo nuestro que olvi- damos que no vivimos so- los, que compartimos el mundo con un par de millo- nes de personas. La gran ironía de las masas es que de tanta gente junta al menos los que son más “cercanos” deberían tener un poco de ánimo de socia- bilizar y saludar al vecino pero no, en vez de eso la gente se rechaza. Cuando vemos a alguien que vive cerca de nosotros no ten- dríamos que ignorarlo, mí- nimo dedicarle una mirada de reconocimiento en la ca- lle, no sacar el teléfono para evitar mirarlo, no nos hará nada, que perdemos ¿tiempo? No lo creo ¿Por qué una ciudad que debería ser un espacio de integración se ha convertido en lo que es hoy? El dejar de pensar en el otro y centrar- se en uno mismo es la ma- yor causa a la situación ac- tual de la sociedad, pero ¿cómo mejorar esto? Pongá- monos en el caso hipotético de que toda la gente de una ciudad empieza a saludar a su vecino,¿ que crees que ocurra? Bueno yo creo que el ánimo en general crecerá, la gente dejara de sentirse sola, porque sabrá que a unos cuantos metros, al- guien sabe que existe, lle- vando así a una reducción de la cantidad de suicidios de gente que no podía más con su autoaislamiento, to- do esto por un simple “hola” mira que bueno y ¿Qué crees tú? ¿Será bueno saludar? Te invito a probarlo es más te estarás haciendo un favor, te aseguro que no perderás nada.
  • 23. Vestida de blanco hasta los pies sentada en la azotea de un viejo edificio espera; desde abajo la miramos y callamos. Alguien grita: ¡los disparates de nuestro tiempo! y se ha tragado la llave del pasado. Todos se han ido y ella espera, paciente, la hora del noticiario. Los charcos congelados que reflejan la sombra de los álamos son como la vista escarchada en que me pierdo, me tropiezo en raíces y peñascos, me sumerjo en un montón de hojas puestas por madrugadores infalibles. Se amanece temprano son días de fulgor y hartazgo quisiera comentarlo con alguien pero las ramas recomiendan que calle que los microbuses se inundan de gente y todos hablan y escuchan dormidos -duermen y parecen despiertos- Porque la vida es la noche interrumpida en que nos hallamos. El espanto está en las vitrinas de los supermercados descongelo el paquete para microondas cenaré con una vieja amiga, es la costumbre mientras tus rodillas se deshacen entre las piedras. Te tropiezas siempre en la misma vereda levantada por las raíces que la piel la tienes muerta en tanta cicatriz aunque el árbol de la raíz ni siquiera existe. Siento pánico de recogerte lloro lágrimas que debo hace veinte años el Sol reseca la sangre de tus rasmillones y eso te da risa.
  • 24. Algo tan simple y cotidiano como des- plazarse en un espacio físico resulta ser todo un desafío en las calles de nuestra ciudad, donde las personas que se identifican con lo femenino han sido históricamente cosificadas en torno a las necesidades de otro, violentando a los individuos femeni- nos de diferentes formas, Así pode- mos identificar distintas formas de violencia dependiendo del contexto al que miremos, siendo indudable que muchas de estas formas se encuen- tran naturalizadas en el inconsciente colectivo e individual conllevando a prácticas, que comúnmente adoptan los miembros de la ciudad, que en sus estructuras mentales-morales son aceptadas como normales y correc- tas, sin siquiera cuestionarse la legiti- midad en la que están sustentados, no son capaces de identificar dichos actos como violentos. Es así como surge una primera interrogante que abrirá nuestro camino; ¿qué es la violencia? O más bien ¿cuáles son los límites que se aceptan como nor- males dentro del espacio público?, tradicionalmente se cataloga como violencia a un acto o pensamiento que causa daño a otro o a sí mismo, además se debe agregar que gene- ralmente se utiliza la fuerza (física, económica o de otra índole) y es deli- berado, pero esta definición se ha complejizado en la medida que las dinámicas de la ciudad han respondi- do a las necesidades de la produc- ción económica y política, la cantidad de habitantes, la evolución de los ro- les de género, los cambios en las di- námicas de poder en general produ- cen que el límite de lo violento sea cuestionado, pues se deben adaptar a las nuevas percepciones de indivi- duo libre y valioso por sí mismo. Hoy, gracias al avance en igualdad y estu- dios de género, se ha identificado un foco de violencia que hasta hace po- co (y todavía) es invisibilizada y vista como indefensa, incluso se cataloga como parte de la idiosincrasia, de la “picardía” propia del chileno, el acoso callejero es un problema que se da en las calles de la ciudad, pues per- petúa el concepto de mujer-objeto, provocando que nos autoafirmemos según las necesidades de otros y además es una dinámica que rectifica la fortaleza del varón como poderoso, siendo un acto altamente violento que impone a uno por sobre el otro. Nos preguntemos ¿qué es exacta- mente el acoso callejero? Y ¿por qué resulta ser un problema en una so- ciedad? Para comenzar definiremos el acoso callejero como “Una prácti- ca con connotación sexual explícita o implícita, que proviene de un desco- nocido, que posee carácter unidirec- cional, que ocurre en espacios públi- cos y tiene el potencial de provocar malestar en el/la acosado/a” (Billi, 2015),esta definición resulta proble- mática para el aparato político mo- derno ya que, al menos en teoría, promueve los derechos humanos, donde las personas son libres y va- liosas solo por el solo hecho de ser persona, lo que resulta en una con- tradicción, pues el acoso callejero en todas sus formas representa las de- sigualdades, cuartando la libertad de tránsito. Este tipo de violencia se produce, como expusimos en el pá- rrafo anterior, por la concepción de mujer-objeto, donde la construcción social del cuerpo de la mujer se en- marca dentro de algo que debe ser poseído y que debe responder a ca- racterísticas particulares y definidas culturalmente como naturales, son un cuerpo más “débil” que busca ser dominado. Pues bien, al considerar a la mujer como un ente con igualdad de derechos y deberes ante la ley civil, surge también la exigencia de que esa igualdad se extienda a todos los aspectos de la vida, incluyendo la cotidianidad y la vida pública, esto no se puede lograr mientras mantenga- mos la creencia de que el cuerpo es un objeto sumiso1 permitiendo y na- turalizando la violencia en cualquiera de sus formas. Por Catalina Carrizo
  • 25. Creemos que dentro del acoso callejero podemos distinguir dos problemas funda- mentales; el primero tiene que ver direc- tamente con la violencia ejercida desde un género al otro, donde se busca domi- nar a las mujeres, encontramos Situacio- nes que van desde insinuaciones obsce- nas hasta toqueteos, ellas transgreden la noción de persona que se ha esforzado por forjar el individuo moderno, el con- flicto en estas situaciones es que el rol de “macho” que adquiere el varón es valori- zado con un estatus positivo, se cree que estas conductas son parte de su ser, mientras que las mujeres somos las direc- tas culpables de provocar que hombres saquen a flote sus instintos, dejando de lado su raciocinio, esto es totalmente ilógico, pues cada individuo racional debe ser responsable en forma activa de sus propios actos, por lo tanto el responsable de la violencia callejera, en forma particu- lar y directa es cada hombre que abusa de su poder para imponer su propio de- seo. Por otro lado las mismas mujeres, también deben aceptar responsabilidad en la perpetuidad de estos hechos, ya que aceptan su rol pasivo que permiten la naturalidad de la violencia, finalmente la misma sociedad es quien castiga a la feminidad, culpándolas directamente de ser víctimas de acoso, ya sea por expo- nerse en lugares no adecuados para que una mujer este sola o por utilizar ropa demasiado provocadora, etc. Pero debe- mos ser tajantes en esto, las mujeres no tenemos la culpa de que otro no pueda controlar sus instintos, por el contrario, creemos que deberíamos ser totalmente libres de caminar por el espacio público, sin miedo ni recelo, las mujeres no so- mos, ni nos vestimos, ni caminamos para los hombres, ellas expresan su individua- lidad para sí mismas, además debemos agregar que la percepción de la culpabili- dad femenina en el acoso callejero no hace más que reflejar que seguimos vi- viendo en una sociedad androcéntrica, que está lejos de llegar a una equidad en las prácticas cotidianas. El segundo problema, que se relaciona con un tipo de violencia simbólica es: en qué medida la autoestima de las mujeres depende y se construye desde la opinión que tenga un desconocido sobre su cuer- po. Es común escuchar comentarios que dicen “me alegro el día tal piropo” mos- trándolos como inofensivos, pero esto va más allá, -no queremos confundir un sim- ple piropo, que en ocasiones puede resul- tar incluso romántico (en comparación con dichos obscenos, por ejemplo)- muestra la necesidad de las mujeres de reafirmarse como deseadas, una necesi- dad que sin duda es creada, y que logra mantener a las mujeres como ciudadanas de segunda clase, pues su autoestima se legitima en otro que no tiene ningún lazo significativo con ellas. Finalmente debemos concluir que el aco- so callejero es sin duda una forma implíci- ta y explicita de violencia de género, que pasa a llevar la libertad individual y que mantiene la percepción androcéntrica y patriarcal de la lógica binaría de género2 . También agregar que aunque parezcan inofensivos, pues no deja marcas físicas, el acoso callejero y su aceptación es un precedente importante para otros tipos de violencia más agresiva, como son los femicidios, debido a que legitiman la vi- sión del cuerpo femenino como un objeto que debe ser dominado. Cada mujer, hombre y niño tiene el derecho de cami- nar libre y sin miedo por la ciudad, que las calles dejen de ser testigos de la inequidad entre hombres y mujeres. Notas 1 Recordemos que la construcción social de los cuerpos es un proceso que lleva años forjándose y legitimándose como correcto, imponiendo a cada viviente una forma particular de actuar, moverse, pen- sar e incluso amar. los cuerpos femeninos son obligados, por medio de mecanismos de dominación a asimilar la norma social, donde la mujer es presentada como dé- bil, con una necesidad de protección, relegada a la vida interior. 2 Ver Pierre Bourdieu: “La dominación masculina”