Un ejecutivo conducía rápidamente su Jaguar cuando un ladrillo golpeó su auto. Furioso, buscó al culpable y encontró a un niño pequeño que dijo haber soltado el ladrillo accidentalmente. Aunque enojado inicialmente, el ejecutivo se conmovió por las súplicas del niño y lo llevó a su oficina, donde lo ayudó y lo envió a su casa en un taxi. El incidente le enseñó al ejecutivo a escuchar su conciencia y a ser más compasivo.