1. Sin destino – Imre Kertész Juan Pablo De Marco
Literatura II – Ensayo 2
La aprendida deshumanización
Ni sobrevivir, ni padecer, ni soportar son verbos que puedan explicar cómo se hace para
“estar” en un campo de concentración. Los mejores verbos son adaptarse, asimilar,
aceptar. Parafraseando al texto La Sociedad de la Nieve de Pablo Vierci, que cuenta la
historia de los dieciséis sobrevivientes uruguayos en Los Andes; este texto Sin destino
de Imre Kertész podría definirse como “La Sociedad de Auschwitz”.
Como György Köves va entendiendo poco a poco el funcionamiento de Auschwitz: los
símbolos, las costumbres y las reglas del campo de concentración; es válido catalogar su
vivencia como una sociedad de la que va explicando. Va incorporando e interpretando
los lineamientos inhumanos de lo que implican sus experiencias. Por ejemplo, “la
primera regla de un buen soldado es comerse todo lo que le den porque nunca sabe si al
día siguiente se lo volverán a dar.” 1
Imre Kertész se vale del realismo más puro. El perfil autobiográfico del texto denota las
experiencias que va viviendo el personaje y que evoluciona de acuerdo a ellas. Si bien
describe el sufrimiento, la persecución, el egoísmo, la degradación, entre otros temas;
no lo hace con un tono crítico al régimen, sino que va dando cuenta poco a poco su
experiencia, sus vivencias y sus sufrimientos a través de lo que recaba por sus sentidos.
Existe una comprobación empírica de las condiciones infrahumanas. No hay una
adjetivación exacerbada de las situaciones, sino que cada sensación es descripta de
modo cabal y detallado. Lo que más le interesa resaltar es escrito con el más mínimo
detalle y con cada una de las experiencias vividas, como escogiendo el rasgo homérico
del presente iluminado. Así lo hace cuando habla de su primer día en Auschwitz.
Se aprecia una evolución del personaje que parte de un niño ingenuo en la etapa de la
pubertad a una persona que logra entender lo que verdaderamente significa vivir y la
verdadera significancia de un inexorable sufrimiento.
Kertész se puede definir como un empeñado en asumir la verdad existencial, que sí es
una realidad absolutamente deshumanizada, pero es el mecanismo para no abandonarse
a uno mismo. A tal punto que sus convicciones no tienen características de
apasionamiento, sino de un profundo entendimiento existencialista. El convencimiento
del personaje está basado en ese ideal, en la asimilación de que “todo lo nuevo hay que
empezarlo con buena voluntad”2, por más calamitoso que sea.
El nombre del personaje aparece una sola vez en todo el texto. Es que en el campo de
concentración no es quién eres, sino un qué eres. O en todo caso qué número eres. El
personaje deja de ser György Köves para convertirse en 64.921, identificado con la letra
“U” para los que eran húngaros.
Este carácter deshumanizador entiende a la persona no como fin en sí misma sino como
un medio. Ya lo decía Kant: “usar a las personas es instrumentarlas”, es decir “tratarlas
como seres no libres”3. Es lo que en hechos sucede en Auschwitz y en este período de
1
KERTÉSZ, Imre. Sin destino. Editorial Acantilado, 1975. Página 59
2
Idem. Página 74
3
KANT, Immanuel. Fundamentos para una metafísica de las costumbres, 429.
2. Sin destino – Imre Kertész Juan Pablo De Marco
Literatura II – Ensayo 2
guerras. Un fiel ejemplo de ellos es cuando en un momento el protagonista piensa que
va a ser utilizado como objeto científico, y que no duda que pueda llegar a ser así.
Hay una inocencia de ser judío para György, incluso una vez se asombra cuando se
despierta en él un sentimiento por ser judío. Una religión que aceptaba y poco refutaba,
y de lo que sabía por su tío Lajos que para los judíos el destino estaba predeterminado.
Lo que sí le genera es que por ser judío haya un concepto bien diferente en cuerpo y
alma de éstos respecto al resto de las personas. Por eso se cuestiona si unos guardias
húngaros “(…) ¿estarían hechos de la misma materia?”, a lo que se responde
interiormente: “Enseguida me di cuenta de lo equivocado que estaba, yo no era como
ellos, claro que no”.4
El dolor refiere a algo temporal, a algo que duele y pero se tolera porque hay conciencia
de que sanará en breve. A György le pasa cuando se lastima la rodilla y se la cortan sin
anestesia para intentar curarla. Pero lo atemporal es el sufrimiento, porque no es solo
sentir que duele, sino que duele, sigue doliendo y dolerá mañana también. En esta
desesperación donde el personaje está absolutamente subordinado se le hace muy cuesta
arriba poder escapar.
De todas formas, busca mecanismos de escape. Uno de ellos es la imaginación como
atributo más pretencioso de la naturaleza humana. Con la imaginación se puede
trascender cualquier tiempo y espacio, no hay límites para ello. Sin embargo, cuando la
imaginación llega muy lejos y se fantasean situaciones muy lejanas a la realidad
concreta que se vive, el golpe al regreso de ese viaje imaginario era descomunal. Así lo
comprueba el protagonista. Porque el hambre, el trabajo, la subordinación despreciativa
física y moral que padece contrastaba.
De aquí el concepto de adaptación y existencialismo. Hubiese sido imposible para
György poder transitar lo vivido en Auschwitz, Buschenwald y Zetz, si se hubiese
valido exclusivamente de la esperanza. Además sabía que el escape liso y claramente
entendido como el suicidio y la fuga, era una conducta precipitada el primero, y en
segundo término una consecuencia inevitable de ejecución si se lo descubría.
La idea del tiempo está también deshumanizada. Lo único que hace György es esperar.
No hay un fin a esa espera por lo que se relaciona con el tema del aburrimiento. Cada
segundo es eterno y cada momento hay que matarlo con algo. Al no haber apertura a la
creatividad, al actuar, al haber una censura total y absoluta de los actos se recalaba en lo
que el protagonista llama la locura de no hacer nada. Un mecanismo consistente en
superar paso a paso, momento a momento cada instante de las vivencias en el campo. Y
ese pensamiento conducía a la espera, lo que generaba en más pensamiento y en un
interminable círculo vicioso.
El tiempo y la degradación corpórea también van de la mano. En el sentido de que
siente un envejecimiento que lo impacta. Si en una sociedad normal envejecer demora
sesenta años, en la Sociedad de Auschwitz, según György, son tres meses. Ya no hay
“materia blanda”, la carne es prácticamente inexistente, es puro hueso.
Se da un deterioro en los órganos sensoriales del personaje. Al principio deshecha el
plato de sopa insulso, que incluso lo tira. Pero si quería permanecer su intención debía
4
KERTÉSZ, Imre. Sin destino. Editorial Acantilado, 1975. Página 67
3. Sin destino – Imre Kertész Juan Pablo De Marco
Literatura II – Ensayo 2
ser aceptar ese plato de sopa por la fuerza. No solo lo aceptó, sino que al tercer día ya lo
esperaba. Su sentido del gusto cayó en a un nivel decadente de acuerdo a sus parámetros
de sabores, pero ese plato de sopa “incomestible” como dice György se convirtió en el
menú más delicioso para él.
Las pulgas llegan a equipararse con el ser humano. Por ley de naturaleza el hombre y las
pulgas son iguales por una sencilla razón: tras llegar a “conocerse” las pulgas eran más
rápidas que el hombre, a éste le era imposible matarlas “ya estaban mejor alimentadas”.
El protagonista habla de un “conocimiento”, como si fuese una relación interpersonal
entre estos bichos y él; y por otro lado, el hambre es el parámetro por el cual se
compara. La deshumanización es aquí vista y simbolizada por los animales, o más
precisamente por los insectos.
El cuerpo era la cárcel del alma para György. Pero no es un debate platónico ni
filosófico, sino que es una lucha empírica entre qué se hace prevalecer: si tolero esta
degradación humana o entrego mi cuerpo porque no resisto tanta ruindad. El debate
entre cuerpo y alma es una constante en el texto. El alma entendida también como la
voluntad psicológica y también moral de György. De todas formas, se da un progresivo
deterioro del que se va dando cuenta y del que se siente impactado y disminuido.
El clímax de deshumanización es cuando el cuerpo y el espíritu no son capaces de
recibir más nada. Hay un deterioro tal, que más golpes y perjuicios no surtirán efecto
porque la costumbre de degradación está tan penetrada y asimilada, que todo se tolera.
György entiende que la situación es imposible que empeore, todo daba lo mismo.
Al mismo tiempo el no tener que ocuparse de nada, le genera más placer que pasar
hambre sed y dolor. No se trata de que algo le duela más sobre otra cosa, sino que el
aburrimiento y pensar le atrae más que el hambre, el dolor y la sed.
El texto Nosotros de Zamiatin se relaciona con Sin destino en un aspecto que permite
entender el enfoque inhumano del texto de Kertész. En el de Zamiatin hay un Estado
que controla todo de vertiente absoluta y totalitaria, no hay una conciencia individual
sino colectiva donde los personajes se muestran en edificios que son de cristal para que
se pueda ver todo hacia adentro. Este control absoluto que el Estado tiene para con las
personas impide la libertad que se relaciona con el poder equivocarse. En términos de
Adán y Eva, sería comer el fruto prohibido. Esta dualidad promueve la siguiente
cuestión: ¿qué es mejor? Vivir sin recibir dolor inequívocamente, pero absolutamente
dominado o vivir con dolores y libertad de acción.
En Sin destino se aprecia esto en un contexto donde el ya retorna a casa y tiene un
repentino sentimiento de nostalgia que György cataloga como “inútil” cuando retorna a
casa. Se plantea cuán doloroso fue todo en los campos de concentración, pero también
cuán simple e inequívoca que es la vida en ese lugar. No hay libertad, no hay apertura a
lo ligeramente humano, pero tampoco hay equivocaciones ni errores. Se trata de aceptar
lo que se vive y ya está. Aquí la disyuntiva se plantea en qué es lo humano: si vivir
absolutamente dominado-con condiciones infrahumanas como las que vivió- e
inequívocamente o poder equivocarse y estar librado de censura, conciencia y acción.
Es en este sentido que se puede correlacionar Sin destino y Nosotros.
4. Sin destino – Imre Kertész Juan Pablo De Marco
Literatura II – Ensayo 2
Desde la antropología, hay dos tipos de dignidad de la persona. Una es la ontológica:
esto es, por el hecho de ser personas, éstas deben ser tratadas como tales. Se refiere al
ser y es inherente a la condición de ser personas. La segunda es la dignidad moral, que
refiere a los hábitos y a una dignidad que es más discutida por el accionar del individuo
en un tiempo y espacio determinado. György Köves queda claro que no es tratado como
tal. Su absoluta deshumanización refleja que ni ontológica ni moralmente es persona. Si
por el hecho de ser persona inherentemente lo tiene involucrado, ni él se siente así ni
tampoco lo tratan de esa forma.
En definitiva, Sin destino es una muestra de cómo el individuo puede llegar a estar en
condiciones de penuria e infrahumanas y cómo por “un ratito más” se puede estar en un
manicomio de sufrimiento. Y dicho pasaje por los campos de concentración se pueden
tomar como tales: un pasaje. Entonces es lícito aseverar, en términos de la Edad Media,
que György vive más el estar que el ser. No tiene un concepto que se le imponga de
modo inmutable para poder superar su situación, sino que acepta existencialmente esas
condiciones fatídicas y logra aprender la deshumanización de la Sociedad de Auschwitz.