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Ensayo analisis historico_jeiysel_miranda
1. UNIVERSIDAD CENTROAMERICANA
FACULTAD DE CIENCIA, TECNOLOGIA Y AMBIENTE
DEPARTAMENTO DE TECNOLOGIA Y ARQUITECTURA
AREA DE ARQUITECTURA
TEMA EN ESTUDIO
ARQUITECTURA MODERNA Y CONTEMPORANEA
TERCER AÑO, PRIMER CUATRIMESTRE
PRESENTA
BR. Jeiysel Miranda Espinoza.
REVISA
ARQ. ALBERTO SOLORZANO
MANAGUA-NICARAGUA
09 FEBRERO 2011
3. OBJETIVOS
CONOCER LAS CAUSAS POR LAS CUALES SE DIO LA DIFUSION Y
DESARROLLLO DE LA ARQUITECTURA MODERNA.
PRESENTAR ALGUNOS DE LOS HECHOS RELEVANTES QUE DIERON
AUGE AL DESARROOLO DE LA ARQUITECTURA MODERNA.
4. INTRODUCCION
El presente trabajo tiene como finalidad dar a conocer un punto de vista en donde
puedan expresarse los criterios sobre “LA DIFUSION Y DESARROLLO DE LA
ARQUITECTURA MODERNA” he aquí en donde se muestra el inicio de todo este
periodo de transición.
Primeramente Los sistemas constructivos ligeros y esbeltos de las catedrales
góticas, la libertad y delgadez de su esqueleto sustentante, constituyen algo así
como un presagio de un estilo que empezó a desarrollarse en el siglo diecinueve:
el de la arquitectura metálica. Mediante el metal y el hormigón armado de barras
metálicas, los constructores modernos han conseguido emular las más osadas
hazañas de los arquitectos góticos sin poner en peligro la solidez de la estructura.
Seguidamente en el conflicto que se establece entre los dos elementos de la
construcción –la solidez y el espacio abierto- todo parece indicar que será el
principio de los espacios libres el que prevalezca: las casas y palacios del futuro
estarán inundados de aire y de luz. Por ello, la fórmula que la arquitectura gótica
popularizó posee un gran porvenir. Después del resurgimiento de la arquitectura
grecorromana que ha prevalecido desde el siglo dieciséis hasta nuestros días, con
la aplicación plena de los nuevos materiales llegaremos a contemplar un
renacimiento aún más duradero del estilo gótico”.
5. DESARROLLO
Desde mediados del siglo dieciocho ha habido repetidos intentos de crear e
imponer un estilo controlador de la arquitectura, semejante a los que existían en
épocas pretéritas. Los dos intentos principales han sido el “revival” clásico y el
“revival” medievalista. La confusión estilística de los últimos años surgió entre
ambas escuelas enfrentadas y de la dificultad de conciliar estos “revivals” con las
nuevas necesidades y métodos constructivos de la época.
El siglo diecinueva fue incapaz de crear un estilo arquitectónico de su época. Los
“estilos” resucitados no eran para la arquitectura más que un vestido ornamental,
no representaban principios internos según los cuales vivía y crecía. En general, el
progreso de la ingeniería en la construcción siguió adelante sin tener en cuenta las
formas clásicas o medievales tomadas del pasado. De esta manera, el caos del
eclecticismo contribuyó a que la idea misma de estilo tuviera una mala reputación
entre los primeros arquitectos modernos de finales del siglo diecinueve y
comienzos del veinte.
En el siglo diecinueve nunca hubo un único estilo, sino varios “estilos” y la idea de
“estilos” implicaba una elección. La rebelión individualista de los primeros
arquitectos modernos destruyó el prestigio de los “estilos”, pero no hizo
desaparecer la idea de que existía la posibilidad de elección entre varias
concepciones estéticas de diseño. En su reacción contra el revivalismo, estos
hombres pretendieron en realidad explorar una mayor variedad de opciones libres.
Al final, el resultado vino a sumarse a la confusión del eclecticismo reinante, si
bien las nuevas obras poseían una vitalidad general que los últimos revivalistas
habían perdido en gran parte. La revolución que llevó a la disciplina estilística al
individualismo radical a comienzos del siglo veinte, se justificó como la salida más
segura de un callejón de imitación y esterilidad. Los individualismos denunciaron la
sumisión a principios estéticos fijos, comparándola a la imposición de una mano
muerta sobre la materia viva de la arquitectura, y esgrimieron el fracaso de los
“revivals” como prueba de que la idea misma de estilo era un delirio malsano.
Hoy en día, el tema concreto del “revival” de los estilo del pasado lejano es ya
irrelevante. Pero las tradiciones peculiares de imitación y modificación de los
estilos del pasado que el eclecticismo había heredado de los anteriores “revivals”
clásico y medievalista no han sido fácilmente olvidadas. La influencia del pasado
que más se ha de temer todavía es la del siglo diecinueve, con su degradación de
la idea misma de estilo. La arquitectura moderna sólo tiene cosas buenas que
aprender del arte del pasado lejano, siempre que ese arte se estudie
científicamente y no con voluntad de imitación. Ahora que es posible emular los
grandes estilos del pasado en lo esencial sin imitar lo superficial de ellos, el
problema de establecer un estilo dominante, que el siglo diecinueve se planteó en
términos de “revivals” alternativos, está llegando a una solución.
La idea de estilo, que empezó a degenerar cuando los “revivals” destruyeron las
reglas del Barroco, ha vuelto a ser algo real y fértil. Hoy ha nacido ya un único
estilo moderno. Las concepciones estéticas sobre las que se basan sus reglas
6. derivan de la experimentación de los individualistas. Fueron ellos y no los
revivalistas los maestros inmediatos de aquellos que han creado el nuevo estilo.
Este estilo contemporáneo que existe en todo el mundo es unitario e inclusivo, no
fragmentado ni contradictorio como tanta de la producción de la primera
generación de arquitectos modernos. En la última década ha creado suficientes
monumentos notables como para demostrar su validez y vitalidad. Su importancia
puede compararse con justicia a la de los estilos del pasado. En el tratamiento de
los problemas estructurales se aproxima al Gótico, mientras que en las cuestiones
formales se asemeja más al Clasicismo. Se distingue a ambos por la preeminencia
que concede al estudio de la función.
Los progresos arquitectónicos del siglo diecinueve –inconscientes y vacilantes- y
la experimentación contradictoria de comienzos del siglo veinte han sido
sustituidos por una evolución directa. Existe ahora un único sistema disciplinar lo
bastante preciso para hacer del estilo contemporáneo una realidad y, por otro
lado, lo bastante elástico para permitir la interpretación individual y promover un
desarrollo general.
La idea del estilo como marco de un desarrollo potencial en vez de cómo un molde
fijo y opresor ha surgido del reconocimiento de unos principios subyacentes
semejantes a los que los arqueólogos descubren en los grandes estilos del
pasado. Estos principios son pocos y generales. No son simples reglas de
proporción como las distinguía el orden dórico del jónico; son esenciales, como la
verticalidad orgánica del Gótico o la simetría rítmica del Barroco. Existe, en primer
lugar, una concepción de la arquitectura como volumen más que como masa. En
segundo lugar, la regularidad sustituye a la simetría como medio fundamental para
ordenar el diseño. Estos dos principios, unidos a un tercero que proscribe la
decoración aplicada arbitrariamente, caracterizan las obras del estilo internacional.
Este nuevo estilo no es internacional en el sentido de que la producción de un país
es idéntica a la de otro. Tampoco es tan rígido que impida distinguir con claridad la
obra de varios líderes. El estilo internacional sólo ha llegado a ser evidente y
definible a medida que por todo el mundo diversos innovadores han ido realizando
con éxito varias experiencias paralelas.
Al enunciar los principios generales del estilo contemporáneo, igual que al analizar
su origen estructural y su modificación debida a la función, es difícil evitar una
cierta apariencia de dogmatismo. En contra de quienes afirman que un nuevo
estilo arquitectónico es algo imposible o indeseable, es necesario insistir en la
coherencia de los resultados obtenidos dentro del espectro de posibilidades hasta
ahora exploradas. Y es que el estilo internacional ya existe en el momento
presente; no es simplemente algo que el futuro quizá nos depare. La arquitectura
siempre es un conjunto de monumentos reales, un cuerpo teórico impreciso