Los esconjuraderos eran pequeñas construcciones medievales típicas de los Pirineos, generalmente cuadradas o circulares, que se usaban para conjurar tormentas u otros males. Se construían cerca de iglesias y tenían cuatro aberturas orientadas a los puntos cardinales. Cuando se avistaban nubes de tormenta, el pueblo se reunía en el esconjuradero y el cura dirigía rituales como rociar agua bendita y conjuros para alejar la tormenta y proteger los cultivos. Aunque sus orígenes eran paganos, la