Una gran inundación en México en 1627 destruyó las casas y templos de una ciudad, dejando a muchas personas sin hogar o muertas. La gente creía que las inundaciones eran castigos divinos, por lo que rezaron y pidieron perdón. Años antes, un funcionario había propuesto formas de prevenir inundaciones, como desviar ríos, pero no se implementaron debido a envidias y otras circunstancias. Las inundaciones recurrentes llevaron a retomar esas ideas y pedir ayuda a santos patronos.