La maestra de las gaviotas las animaba a volar más allá de solo pensar en comer, y les enseñaba que estaban hechas para retos mayores. Aunque al principio solo Pablo, Marcela y la maestra insistían en volar más alto para ver el mundo desde una nueva perspectiva, poco a poco contagiaron a las demás gaviotas con su esfuerzo y constancia, animándolas a usar sus alas para alcanzar mayores alturas y no quedarse estancadas solo en la tierra.