La Inmaculada Concepción de María es motivo de alegría para los creyentes porque demuestra que Dios puede liberar al hombre del pecado original y preparar un camino para la salvación a través de Cristo. La Iglesia celebra este dogma porque reconoce a María como la persona más santa y pura, libre de toda mancha de pecado desde el primer instante de su concepción y preservada de la culpa original.