Castro elogia a un hombre cubano llamado Robertico como un ejemplo del espíritu de dedicación de los cubanos. Dice que Robertico primero idearía un proyecto y luego pediría permiso a La Habana para llevarlo a cabo, y que si hubiera 100 hombres como él, no necesitaría gobernar Cuba él mismo. Castro bromea diciendo que tendría que ir al exilio en los Estados Unidos.