1. ESCENA SEGUNDA (El jardín de Capuleto, Romeo abajo y Julieta desde una ventana.)
ROMEO.— Señora, juro por esa luna bendita que corona de plata las copas de estos árboles frutales...
JULIETA.— Nojuresporlaluna,porlainconstante lunaque cambiacadamesal girarensuórbita,noseaque
tu amor resulte tan variable.
ROMEO.— Y entonces, ¿por qué juro?
JULIETA.— ¡No juresenmodo algunoo jura por tu encantadorapersona,que es el diosde mi idolatría y así
te creeré!
ROMEO.— Pero, el profundo amor de mi pecho...
JULIETA.— Bien;nojures.Aunqueeresmi alegría,nome alegraelpactode estanoche,esdemasiadobrusco,
demasiado temerario, demasiado repentino, demasiado parecido al relámpago, que se extingue antesde
que podamosdecir:"¡El relámpago!..."¡Cariño,buenasnoches!Este capullode amormaduradoporel hálito
ardiente del veranotal vezse hayaconvertidoenflorprimorosacuandovolvamosavernos.¡Buenasnoches!
¡Buenasnoches! ¡Que unsueñoyunacalmatandulcescomo¡osque alientanmi pechote alcancentambién!
ROMEO.— No me dejes así tan vacío...
JULIETA.— ¿Qué más puedo darte?
ROMEO.— Un juramento de amor constante.
JULIETA.— Ya te juré en silencio y quisiera anularlo.
ROMEO.— ¿Me lo querrías quitar? Y, ¿por qué, amor mío?
JULIETA.— Nadamás que para mostrarme generosay volvera jurártelo.Mi desinterésymi veneraciónson
tan ilimitados y profundos como el mar. Cuanto más te entrego, más me queda, porque mi amor y mi
devoción son infinitos. ¡Oigo ruido adentro! ¡Adiós, querido, adiós!
(Fragmento de la tragedia Romeo y Julieta, de William Shakespeare, traducción de Olga Drennen)